Secretos de la Atlántida

Amor Eterno, Águila Blanca

Volumen 2

escrito por Samuel Sagan


Traducción de Sara Justo Fernández, Enero del 2015.

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Reconocimientos:

Agradezco la inestimable ayuda de los correctores y editores que han revisado la traducción del presente libro: Don José Fernández Pérez, Rosa Droescher, Nikole Nuñez y Angel Redondo

Título original: Atlantean Secrets Forever Love, White Eagle

Copyright © 1996, 1999 y 2001. Clairvision School Foundation.

Aparte de cualquier propósito de genuina revisión o investigación, tal y como se permite en la Copyright Act, no podrá ser reproducida ninguna parte del presente libro por proceso alguno sin autorización escrita.

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Secretos de la Atlántida, Volumen 2

Preludio

Campos de Paz. Quinta Sala del Archivo. Era del Espacio.

― ¡Adelante! ―dijo el maestro Barkhan Seer (pronunciado Barkhan Seir).

Virginia Sera y Hiram el Imparable entraron en la oscuridad fluida de la Quinta Sala del Archivo, sus caras iluminadas por la plateada luz de las estrellas, que se colaba a través del techo abovedado. Su apariencia era la misma que unos días antes, cuando todavía vivían en cuerpos físicos en Las Filadelfias: adultos jóvenes, de apenas dieciocho años, madurados por la guerra. Virginia, la hermosa hija de Elyani Serah (alias de guerra Pantera), todavía se veía gris, derrotada, rendida, cargando con la pesadez de doce años de pena y la negra inmundicia del Rex. Hiram, el niño perdido que había conquistado los poderes del Cielo de la Revelación y triunfado dos veces sobre Ahriman, estaba resplandeciente, sus facciones poco armoniosas habían sido suavizadas por el Rio del Recuerdo y sus ojos brillaban con la seguridad calmada de un iniciado que puede ser y hacer todo lo que se proponga.

Mientras caminaban, Virginia mantenía sus ojos almendrados fijos en el suelo. Hiram miraba hacia el cielo, fascinado por las estrellas. Desde que habían llegado a los Campos de Paz, había descubierto una gran pasión por observar el cielo nocturno. Las estrellas susurraban antiguos misterios a su alma y lo tocaban con sus rayos de manera sorprendentemente táctil. Y es que las estrellas de los Campos de Paz no son estrellas ordinarias, si no el aliento todopoderoso del Espíritu, rebosante de la mágica y arquetípica sabiduría del Cielo de la Revelación. Su luz es Vida, sus colores puro Fuego Cósmico.

Regresando de la magia de las estrellas, Hiram saludó con júbilo a su maestro: “Alabado sea el Gran Apolo, Maestro Barkhan Seer, ¡Príncipe del Trueno!”.

Vestido con su túnica marrón de los Maestros del Trueno, el Maestro Barkhan Seer se encontraba justo debajo del vértice de la cúpula. Haciendo eco de la optimista voz de Hiram contestó: “Alabado sea el Gran Apolo, Hiram, ¡Caballero del Apocalipsis y Descendiente! Y bienvenida, Virginia de la última hora, ¿te sientes mejor hoy?”.

Virginia no contestó y continuó mirando el suelo fijamente. Todavía estaba aturdida, no por su violenta muerte si no por los años que había pasado retenida en Filadelfia 6, inmersa en el veneno del Rex.

De pie a su lado, Hiram respondió por ella: “Ya está mucho mejor. Desde la última vez que hablamos, hemos pasado una noche y un día enteros en el Rio del Recuerdo, escuchando las canciones del tiempo, dejando que los sentimientos del rio fluyesen a través de nosotros. Hemos encontrado muchas maneras de hablar sin palabras. Hoy hemos mantenido contacto visual varias veces. El Rio del Recuerdo me ha dicho que también las palabras llegarán pronto. Hoy volveremos a los Salones de Sanación. Pero hemos venido a pedirle un favor, Maestro Barkhan Seer. Lo que ahora necesita Virginia es saber acerca de sus padres. Estoy convencido de que eso la ayudaría a encontrarse a si misma. Así que hemos pensado que quizá podría mostrarnos material sobre Serah y la Pantera…

Virginia había sido separada de sus padres cuando tenía cinco años, cuando Filadelfia 6 había sido invadida por las tropas del Rex. Desde entonces su vida se había vuelto gris. A medida que se veía envuelta en la realidad virtual del Rex, incluso las imágenes de Elyani y Serah se fueron perdiendo gradualmente. Apenas podía recordar sus nombres. Todo lo que quedó fue un vacío devastador, un mundo sin esperanza, una farsa de marionetas virtuales. Hasta que llegó Hiram.

― ¿Qué quieren ver? ―ofreció Barkhan Seer.

― ¿Qué podemos ver? ―preguntó Hiram.

― Antes de abandonar las esferas de la lejanía, Szar-Serah me dejó instrucciones para concederles acceso ilimitado a sus archivos personales. A ambos.

― ¿A mí también? ―preguntó con sorpresa Hiram.

― Salvaste su vida hace tan sólo un par de días ―le recordó Barkhan Seer.

― Lo sé, lo sé. Pero aun así… Me conmueve saber que Serah me concedió el mismo acceso que a su propia hija.

Barkhan Seer frunció sus labios asintiendo.

―Szar le ama… más de lo que cree, Señor Hiram. Cuando regrese de la lejanía, tendrá mucho que contarle. Por ahora, sólo digame por dónde quieren empezar, mi Archivo es todo vuestro.

Hiram volvió a observar pensativamente el campo de estrellas. Lentamente extendió su mano hasta alcanzar la barbilla de Virginia y gentilmente, alzó su cabeza para que sus ojos pudieran encontrarse con las estrellas. Ella ladeó la cabeza, descansando su mejilla en la palma de su mano, contemplando un festín de nubes luminosas, miríadas de joyas multicolores. Barkhan Seer la contempló y también a Hiram y a la preciosa armonía que juntos producían.

― ¿Por qué no empezar por el principio? ―decidió Hiram― ¿Cuán lejos podemos ir?

― Tan lejos como la Atlántida, si quieres. Hace trece milaños ―Barkhan Seer hizo aparecer una imagen tridimensional de una pequeña niña de pelo rizado, vestida de blanco, corriendo por pasillos envueltos en niebla―. Elyani del Águila Blanca, cuando tenía cuatro años. En el templo de Eisraim.

Una mujer alta y digna de largo pelo oscuro, también vestida de blanco, tomó a Elyani en sus brazos.

―Teyani, Gran Maestra de la orden del Águila Blanca ―Barkhan Seer comentó―, todavía no era la gran maestra del ala femenina del templo de Eisraim.

Escuchando el nombre de Teyani, Virginia bajó su mirada para observar las imágenes del Archivo.

Otra pequeña niña vestida de blanco corría hacia Teyani.

― Esta era Alcibyadi ―dijo Barkhan Seer (pronunciado “Alsibiadi”).

Teyani, una mujer fuerte con anchas caderas y cintura delgada la tomó en sus brazos, todavía con Elyani sujeta contra su pecho izquierdo. Con una niña en cada brazo, entró en una pequeña y vacía capilla, hecha de lo que parecía basalto rojo. Se sentó cruzando las piernas en el centro de un gran círculo excavado en el suelo. Pronto ambas niñas se durmieron en su regazo, y ella entró en un estado de meditación profunda.

― ¡Bella como una diosa de la fecundidad! ―exclamó Hiram conmovido― ¿Era esto en el templo de Eisraim?

― La capilla del Águila Blanca ―dijo Barkhan Seer asintiendo.

― ¿Y dónde estaba Szar en ese momento?

Barkhan Seer conjuró una imagen de un pequeño niño rubio, vestido con una túnica beige claro, caminando por el bosque.

― Todavía no se llamaba Szar si no Orlon, hijo de Orlon. Él nació lejos de Eisraim, en la comarca de Sheringa. En las orillas del oeste de la Atlántida.

Hiram estaba horrorizado por la demacrada cara del niño, de complexión pálida, verduzca y por sus movimientos extremadamente lentos.

― ¿Estaba enfermo?

― No, pero no era exactamente un niño físico. Tenía una cierta falta de encarnación.

Barkhan Seer continuó mostrando imágenes de los niños a lo largo de su crecimiento. A la derecha, Szar-Orlon estaba en una clase con niños pequeños vestidos todos de color beige. Pasaban sus días aprendiendo de memoria los versos de la Ley.

A la izquierda, la pequeña Elyani y Alcibyadi practicaban rituales mágicos con Teyani. Un niño de pelo rizado vestido con una túnica marrón, unos años mayor que las aprendices del Águila Blanca, las ayudaba.

A la derecha, mientras Orlon iba creciendo, se podía observar que era con mucho el niño más delgado de su clase. Sus pequeños amigos beige se movían de forma terriblemente lenta, pero Orlon parecía ser el más lento de todos.

A la izquierda Elyani y Alcibyadi, ahora con diez años, estaban aprendiendo con un monje de la Túnica Marrón, de agudos ojos verde grisáceo, larga y delgada cara, pelo gris que le llegaba hasta los hombros y una corta barba gris.

― ¿Reconoces a este hombre? ―preguntó Barkhan Seer― El Maestro Gervin de la Túnica Marrón (pronunciado Djervin). Desde sus más tiernos años, Elyani y Alcibyadi aprendieron con él.

Los años pasaron. A la derecha, Orlon y sus amigos todavía pasaban sus días repitiendo los versos de la Ley. A la izquierda, un grupo de veinticuatro jóvenes sacerdotisas del Águila estaban siendo entrenadas en el arte de la profecía, proyección de Voz, viaje astral, teúrgia, sanación, fitoterapia y el uso de piedras blandas.

― Teyani había empezado a reclutar su equipo ―comentó Barkhan Seer. A la derecha, Orlon estaba de pie, muy quieto, golpeando lentamente dos cortos palos de madera entre si― Orlon intentó aprender música, pero nunca funcionó ―Barkhan Seer reprimió una sonrisa.

Mientras las imágenes proseguían, Hiram miraba de soslayo a Virginia, observando sus reacciones. Tal y como él había esperado, algo en ella respondía a las imágenes de Szar. Un elusivo pero inconfundible “fffffoooooohhhhh” susurraba en el final superior de su columna de Espíritu, haciendo eco de su naturaleza en la lejanía. Usando su Punto masivo de Caballero del Apocalipsis, Hiram sostuvo su energía en lo más alto, mientras la rodeaba con el amor ilimitado del Águila. El resultado fue instantáneo: vida en sus ojos, más de su presencia en la sala del Archivo.

Conmovido al ver tanta entrega, Barkhan Seer no pudo más que elogiarlo:

― Hiram, Hiram… ¡Qué acertado estuvo Serah cuando quiso que fueras el siguiente Águila Blanca de las Fuerzas Aéreas de Filadelfia! La leyenda continúa. Nada puede detener a un Águila Blanca en su camino hacia un Dragón Volador.

Con la Luz de las Alturas vertiéndose en su Punto, Hiram continuó sosteniendo a Virginia, quien lentamente sacudió su cabeza, recomponiéndose.

― A causa de las extraordinarias circunstancias en las que terminó la existencia atlante de Szar, tenemos los registros de todos sus recuerdos y no sólo escenas que han llegado a nosotros a través de los campos de Eisraim ―explicó Barkhan Seer―. Mirad esto. Fue un momento crucial, una hora de Dios.

La imagen de Elyani se desvaneció. En una nueva escena se veía a Orlon, hijo de Orlon, con diecisiete años. Estaba iniciando el examen final decisivo para su carrera como funcionario de la comarca de Sheringa. A la orilla de un sucio camino, el maestro Gervin estaba rescatando a una mujer de casta inferior. Él pidió ayuda. Vacilante, Orlon dejó que sus compañeros continuaran la carrera y respondió a la llamada de Gervin. Lentamente, tímidamente, el frágil chico vestido de beige caminó hacia el hombre de la Túnica Marrón.

― Un destino fue sellado ―la voz de Barkhan Seer era solemne.

Tras aquello, Orlon siguió a Gervin y recibió de él un nuevo nombre: Szar. Los dos regresaron al templo de Eisraim.

Viendo las imágenes de Szar vestido con una túnica de color salmón, Hiram se sorprendió.

― ¿No era parte de la Túnica Marrón?

― Tuvieron que pasar años antes de que Szar se convirtiera en aprendiz de los Maestros del Trueno. Al principio fue entrenado por una orden de sacerdotes llamada la Túnica Salmón. Poderosos ritualistas que no estaban particularmente despiertos.

― ¡Es difícil creer lo lento que caminaban! ―a Hiram le divertía ver a Szar vestido de salmón charlando pacíficamente con otro joven de salmón en uno de los callejones del templo.

― Ese era Artold, su mejor amigo en aquellos tiempos ―dijo Barkhan Seer―. Y esta fue la primera vez que Szar y Elyani se encontraron.

La Suma sacerdotisa Elyani del Águila Blanca, ahora una floreciente joven, estaba caminando por el mismo callejón. Szar y Artold siguieron caminando sin darse cuenta de su presencia. Absorta en su meditación interior, ella tampoco los percibió.

― Durante años, se cruzaron muchas veces sin verse ―Barkhan Seer sonrió, dejando que las imágenes del Archivo hablasen por sí mismas―. Ellos finalmente se conocieron cuando el Maestro Gervin pidió a Elyani ser la instructora de vuelo de Szar.

Szar yacía inconsciente en un sarcófago. Dos sacerdotes estaban cerrando el sarcófago con una losa traslúcida. Los sacerdotes abandonaron la estancia, Elyani entró. Iba acompañada por otra joven mujer ataviada con un largo traje blanco.

― Esta mujer era su amiga Seyani del Águila Blanca. Una de las sumas sacerdotisas que fueron enviadas a Egipto.

― ¡Así que Egipto fue un país real y no una leyenda! ―descubrió Hiram.

― ¡No fue una leyenda! Fue uno de los primeros lugares donde la civilización volvió a florecer tras el fin de la Atlántida.

Siguieron imágenes de Szar viajando por espacios astrales, saltando rápidamente de la oscuridad visible a los campos de estrellas. Mientras tanto, en el reino, se esforzaba por conseguir el “despertar”, la meta misteriosa que Gervin le había puesto, pero que siempre parecía eludirlo. Él rezaba hasta bien entrada la noche en la capilla de Nuestro Señor Ganá. Empezó a hacer preguntas al Maestro Gervin, dándose cuenta gradualmente de que la vida de los sacerdotes de la Túnica Salmón era consumida siguiendo mecánicamente las reglas de la Ley. Luchaba por dejar de ser una marioneta.

― Otro momento crucial ―anunció Barkhan Seer. En una gran capilla, Hiram contó veintisiete sacerdotes de la Túnica Salmón. Cantando cautivadores himnos de la Ley, estaban llevando a cabo un ritual trascendental, con utensilios de oro y cobre por todas partes, semillas, especias y flores de todos los colores formando patrones geométricos en el pavimento. Sacudido por una profunda y repentina percepción, Szar de la Túnica Salmón se levantó y dejó su sitio.

Abandonó su vida de durmiente.

Esta visión llenó la Quinta Sala del Archivo con vibrante presencia espiritual. Conmovida por la Madre de la Luz, Virginia se giró hacia Hiram y estableció con él contacto visual.

Él se volvió Águila Blanca para ella.

Una brisa, ¡fooooohhhhh!, pasó a través de ella. Estaba luchando para romper su caparazón, y era una lucha contra el peso acumulado de la resignación y la desesperación.

En el registro del Archivo, el tiempo parecía haberse ralentizado. Ya no se podía escuchar el canto, sólo había un inmenso silencio, cargado con la presencia de la Madre de la Luz. A cámara lenta, Szar estaba saliendo de la capilla y cada paso daba un nuevo significado a la creación.

Mirando profundamente en los ojos de Hiram, Virginia dijo: “Sí”.

Szar alcanzó la puerta de la capilla, la abrió, se giró para contemplar a sus amigos de la Túnica Salmón. Estaban tan absortos en el ritual que ni siquiera se habían dado cuenta de su marcha.

― Hiram, lo sé ―dijo Virginia―. Sé quién eres y lo que has hecho.

Szar miró por última vez a Artold, a la llama en el altar, a Prates, su maestro de la Túnica Salmón. Todavía a cámara lenta, el sabio Prates se volvió hacia él. Permaneció en silencio, pero sus ojos decían: “Ve, hijo. Deja que la Madre de la Luz te coja de la mano. Sé quién eres y lo que harás. Nos veremos de nuevo en los Campos de Paz”.

Szar se giró, caminó a través de la puerta y se encontró en el callejón fuera de la capilla. Una nueva vida había comenzado.

― ¿Una sonrisa? ―susurró Hiram tímidamente.

De forma casi imperceptible, la cara de Virginia se suavizó en casi una sonrisa. Y habló a Hiram de nuevo, esta vez sin palabras.

Hiram se rió entre dientes dando una palmada.

― ¡Hecho!

Regresaron a las visiones del Archivo. Szar iba vestido con la túnica marrón de los Maestros del Trueno. Había sido enviado por Gervin a recoger una preciosa piedra blanda a una ermita en las montañas de Lasraim. En su camino de vuelta perdió la piedra, y entonces casi se suicida dejándose ahogar en un lago. El Águila Blanca le envió una visión, mostrando simbólicamente a Elyani en gran peligro. Olvidándose del suicidio, Szar salió del agua de un salto y se apresuró a regresar a Eisraim, recuperando su energía.

― Un truco común de los dioses ―Hiram comentó a Virginia―. Cuando el héroe toca fondo, deja que juegue a ser el caballero de la brillante armadura. También lo hicieron conmigo. Y funcionó igual de bien.

Barkhan Seer se echó a reír. La cara de Virginia se suavizó un poco más.

Ahora Szar de la Túnica Marrón y Elyani del Águila Blanca estaban sentados uno junto al otro en una pradera morada, en un pequeño patio rodeado de laureles. Ella le dio un brebaje blanco. Le hizo toser, mientras salían de su boca llamas de energía.

― ¿Qué es eso? ―preguntó Szar, horrorizado.

― Leche de Dragón ―respondió Elyani cándidamente―. Muy secreto y totalmente mágico.

Hiram susurró: “Al llegar a Filadelfia 6, mi plan era hechizarte con mi leche de Dragón”.

Virginia se giró hacia él, con la cara iluminada por una sonrisa curiosa.

Hiram se encogió de hombros: “¿Quién sabe? En otra vida, quizá…”.

Entonces llegaron las espantosas escenas del primer descenso de Szar a los Inframundos, cadáveres mutilados, carcasas putrefactas, muchedumbres ensordecedoras, locura a gran escala. Cuando vio cuán ávidamente Hiram y Virginia bebían las imágenes, Barkhan Seer sonrió.

― Si estas visiones son demasiado dolorosas, quizá podamos saltárnoslas.

― No ―dijo Virginia, con los ojos fijos en los Inframundos.

Hiram aplaudió y se maravilló cuando Szar recogió a Vivyani en las cavernas de la enfermedad.

― No ―dijo Virginia, que ya había adivinado lo que iba a suceder.

Pronto Szar dejó caer a la sacerdotisa a un lado del camino y regresó al reino. Solo.

Tras aquello vinieron los tiernos tiempos de la recuperación de Szar, cuidado pacientemente por Elyani. Viendo su inocencia, su calidez, sus ganas de jugar, Virginia sonrió de nuevo. Entonces Szar partió hacia el templo del Dragón en el Monte Lohrzen, en el lejano sur de la comarca de las Tierras Rojas. Allí tuvieron lugar las sobrecogedoras escenas de la muerte en el Dragón, en las que insensatas intensidades del fuego del Inframundo asaltaron el cuerpo de Szar, primero matándolo y luego resucitándolo.

Szar renació como un Gran Guerrero.

― ¡Menudo descenso fue aquel!―murmuraba Hiram. En relación a Marek el indestructible, el maestro de Szar en el Dragón, preguntó―: ¿Es el mismo Marek que yo conocí?

― ¡El mismo! ―respondió Barkhan Seer―. Como él sólo hay uno.

― ¡Ya lo creo! ―para Virginia, Hiram añadió―: Marek es toda una leyenda. Él y tu padre eran los mejores amigos. Me refiero a las Fuerzas Aéreas de Filadelfia.

En el templo del Dragón, Szar sufrió una metamorfosis. Sus hombros se doblaron de ancho, de las profundidades del Dragón le llegaron unos enormes músculos. Su fino pelo rubio se tornó espeso y fuerte, ligeramente más oscuro, con mechones rizados cayendo hasta sus hombros. Y le empezó a crecer la barba.

Hiram al fin le reconoció.

― Este es el Szar que yo conozco. Así es como era cuando me enseñó, cuando fue mi copiloto ―dijo Hiram, atrayendo otra sonrisa curiosa de Virginia―. Excepto que entonces llevaba su túnica marrón, claro ―añadió.

Vestido en camisa y pantalones negros, Szar, Hijo del Dragón, se sometió al entrenamiento de los Guerreros en la danza negra y las armas de la magia menor de la Tierra. Y descendió de nuevo a los Inframundos. Pero esta vez no se pareció nada al pandemónium de las cavernas de la enfermedad, sólo la imponente hermosura de los paisajes del Inframundo, llenos de montones de gemas luminosas, brillantes como las estrellas de los Campos de Paz.

Tras dieciocho meses de entrenamiento ininterrumpido, Marek encomendó a Szar una misión diferente: su primer asesinato ritual de un Nefilim. Szar había sido inducido a pensar que los Nefilim eran una raza de gigantes depravados y asesinos, monstruos viciosos con poderes sobrenaturales, excesivamente peligrosos. Szar seleccionó cuidadosamente un pequeño grupo de tres peregrinos que iban de camino a la cueva de Verzazyel El Vigilante, sólo a unos días de camino de Monte Lohrzen. Les siguió durante un día y después atacó.

Pero cuando Virginia vio a la elección de Szar como víctima para el asesinato ritual, su boca se abrió de asombro. El Nefilim no era un monstruo gigante. Era una deslumbrante y hermosa mujer de larga melena roja.

― ¡Felicia! ¡Gran problema! ―Hiram sonrió. Habiendo escuchado la versión de Szar de la historia, no podía esperar a escuchar lo que el Archivo tenía que decir al respecto.

Inspirado por la fuente clara, Szar no fue capaz de matar a Felicia. Sólo tomó su colgante de piedra blanda y la dejó ir. Tras aquello se fue a vagabundear por los cañones de las Tierras Rojas y visitó la cueva de Verzazyel el Vigilante. Pero las poderosas fuerzas ocultas almacenadas en la cueva lo hicieron caer dormido y soñar. En el sueño fue proyectado hacia una fabulosa realidad donde lo esperaba Felicia. En campos de estrellas, ella le enseñó a bailar. Cautivador y espléndido, este sueño en la mente del Vigilante se sintió mucho más real que la propia realidad.

Al despertar y explorar la cueva de Verzazyel, Szar se encontró con Felicia. Pero esta vez estaba muriendo, pues se había quemado mientras intentaba conquistar el poder de los Vigilantes.

― Szar estaba obsesionado con el recuerdo de Vivyani ―aclaró Hiram para Virginia―. Simplemente no podía darse la vuelta y dejar morir a Felicia.

Szar transportó el cuerpo de Felicia a otra cueva en un cañón cercano y se esforzó en curarla, utilizando las fuerzas de los Inframundos. El trabajo de sanación fue monumental. El cuerpo energético de Felicia había sido completamente devastado. Tenía que ser reconstituido desde cero. Szar dedicó trece días a descender a los Inframundos, recoger agua de la vida y fuerzas de las preciosas gemas, trayéndolas a la superficie para introducirlas en el cuerpo de Felicia. Pero cuando Felicia finalmente despertó, se comportó de manera fría y hostil. Barkhan Seer esbozó el contexto:

― Los Grandes Guerreros y los Nefilim habían sido enemigos desde los primeros días del reino de la Atlántida. Si Lohrzen había fundado la orden de los Grandes Guerreros era precisamente para exterminar a los gigantes Nefilim y sus ejércitos.

Sin embargo, esta mujer Néfilim tan particular y este inusual Gran Guerrero pronto se convirtieron en los mejores amigos. Viendo sus animadas discusiones en la cueva de los Cañones Rojos, Hiram no podía parar de reír, y Virginia terminó riendo con él.

Por primera vez.

―Esta fue una de las pruebas más difíciles para Szar ―enfatizó Barkhan Seer―. Su amado maestro Gervin lo había enviado a Marek. Marek le había ordenado matar a uno de los Néfilim. Pero en vez de matar a Felicia, ¡la había rescatado de una muerte segura! Se encontraba en un dilema terrible. No podía regresar a Monte Lohrzen sin haber matado a uno de los Néfilim. Pero aunque se había convertido en un guerrero entrenado en exceso, la idea de matar a un inocente ser humano era totalmente inaceptable para su fuente clara.

― ¡Especialmente este ser humano! ¡Imagina cómo se debía sentir tras pasar tres semanas en la cueva con ella! ―Hiram se echó a reír, disfrutando inmensamente de la dulce ironía del dilema de Szar. Virginia y él aplaudieron cuando vieron cómo, dirigido por la visión profética de Felicia, Szar descendió a las cavernas de la enfermedad, localizó el alma de Vivyani y la escoltó a una caverna del Inframundo debajo del templo de Eisraim.

Pero cuando vieron la siguiente escena, dejaron de reír. La hermosa Felicia anunció su intención de regresar a la cueva de Verzazyel. Había decidido descender de nuevo a la cripta e intentar, por segunda vez, conquistar el fuego de los Vigilantes. Algo nada extraño en ella. Pero intentó engatusar a Szar para que descendiese a la cripta con ella.

Cuando Szar la acompañó a la entrada de la cueva de Verzazyel, los Vigilantes hicieron lucir a Felicia más deslumbrante que nunca. Szar compartió con ella una última cena fuera de la cueva, bajo la luna llena. Alimentándolo con los refinados platos de la cocina Nefilim, Felicia declaró su amor por él mediante una súplica apasionada y reveló:

― Szar, este era el significado del sueño que Verzazyel el Vigilante te envió; Ven y danza conmigo en la cripta y esta noche recibirás más poder del que nunca hayas podido imaginar que existiese. Tú y yo conquistaremos el Fuego, entraremos en la mente del Vigilante y conoceremos el pasado, el futuro y los misterios de las esferas.

Al ver que Szar dudaba, Felicia se ofreció a activar el poder de la cueva y darle una visión de cualquier evento de su elección.

― ¿Y si quisiera ver cómo han recibido el alma de Vivyani mis amigas del Águila Blanca tras habérsela devuelto? ―preguntó Szar.

El deseo hizo aparecer la visión de una joven mujer de larga melena oscura, vestida de blanco. Estaba de rodillas, sollozando entre montones de escombros. Al principio, Szar no la reconoció y Felicia le ofreció interrumpir la visión. Pero para su gran sorpresa, Szar se dio cuenta de que la mujer era Teyani del Águila Blanca, más de veinticinco años más joven que la Teyani que él había conocido en Eisraim.

― ¿Vemos un poco más? ―sugirió Felicia.

8 El Libro del Águila Blanca

8.1 De aquellos que no saben escuchar…

La joven Teyani de diecinueve años, estaba buscando entre montones de escombros de plass, escombros que una vez habían sido el Templo de Karlinga. Una y otra vez descubría los cuerpos mutilados de sus amigos. Sollozando y tosiendo, se limpió la cara consu mano, manchando la blancura lechosa de su piel con hollín de las hogueras, que todavía ardían a su alrededor.

Finalmente descubrió al hombre que había estado buscando. Su cuerpo yacía retorcido en las ruinas, con los ojos abiertos, las mejillas cubiertas de sangre coagulada y la cabeza medio aplastada por un bloque de plass que no se había derretido.

Cayó de rodillas y tomó su mano.

―¡No!

Estaba frío.

―¡Ledno, Ledno! ¿Qué voy a hacer sin ti? ―sosteniendo el fruto que cargaba su vientre hinchado, Teyani lloraba―. Nuestro bebé… ¿y nuestro bebé?

Giró la cabeza lentamente, sintiendo la desolación de la escena.

Todo estaba perdido.

No había nada por lo que luchar, nada que esperar.

El mundo estaba muerto.

Sólo quedaba una opción, la rendición total a lo Divino.

Esta percepción aportó una luz diferente a su semblante. El susurro del viento cesó. Los colores cambiaron. El mundo se tornó más oscuro. Una luz brillante apareció, superpuesta en la oscuridad.

Con la dignidad de una gran iniciada, Teyani se levantó.

A través de la oscuridad visible, sintió la presencia de una de sus amigas. Encontró la manera de llegar a las ruinas de una escalera. Conducían a lo que había sido una cripta, ahora un caos de paredes derrumbadas, angulosas piezas de plass y polvo.

― ¡Adya! ¿Puedes oírme? ―llamó.

― ¿Teyani? ―respondió una voz dubitativa.

Teyani bajó escogiendo los escalones. El techo de la cripta acababa de hundirse. El neblinoso gris del invierno se filtraba en lo que solía ser una capilla del Águila Blanca.

― Creo que me he roto las dos piernas, Teyani.

Un enorme trozo de plass había caído sobre las piernas de la joven mujer, atrapándola bajo su peso. Estaba cubierta de magulladuras, y su blanco vestido estaba hecho jirones. Teyani llegó hasta ella y acarició su rizado pelo marrón.

― ¿Has visto a los demás? No puedo sentir a nadie ―Adya sonaba débil.

― Están todos muertos ―dijo Teyani.

― ¿Las Vestiduras Negras los han matado a todos? ―la voz de Adya se entrecortó― ¿Ledno?

Teyani permaneció en silencio.

― ¿Y nuestras hermanas del Águila Blanca, las has visto?

― Todas muertas ―repitió Teyani.

Adya empezó a llorar, trayendo de vuelta el dolor a sus piernas que la hizo temblar.

La voz de Teyani era serena.

¡Paz, mi amiga en la Ley! Retírate de nuevo.

Adya se retiró, apartando ligeramente su conciencia de su cuerpo físico, desconectando así del dolor en las piernas y la incomodidad de la extraña postura. El temblor cesó.

Teyani contempló el voluminoso pedazo de plass debajo del cual Adya estaba atrapada. Había caído del techo. Era un fragmento con forma alargada, de más de veinte legítimos pies de largo. Ya no brillaba, pero todavía era tan sólido como una roca. Cuatro hombres fuertes no hubieran sido capaces de levantarlo.

―¡Tú nos lo advertiste, Teyani! Dijiste que las Vestiduras Negras vendrían y que debíamos trasladarnos hacia el Este. ¿Por qué no te escuchamos?

Teyani estaba de pie, completamente vertical, absorta en la Gran Luz del Águila.

Un verso de la Ley apareció como un rayo en la mente de Adya: “Nuestro Señor Melquisedec no tendrá piedad de aquellos que no saben escuchar”.

Si tan solo…

Ella negó con la cabeza.

― ¿Dónde estabas escondida?

― En la cripta de Apolo. Las Vestiduras Negras no la encontraron ―dijo Teyani.

― ¿Cómo está tu bebé? ―preguntó Adya.

Los ojos de Teyani brillaban llenos de tranquilidad.

― No importa Adya. Nos vamos a ir.

Adya levantó la cabeza y miró alrededor, ¿qué otra cosa se podía hacer?

Se recostó contra los montones de fragmentos de plass y cerró los ojos. En un flash, recordó la profecía que Ledno le había trasmitido: justo antes de su vigesimocuarto cumpleaños iba a conocer el amor. Un hombre del este, un hombre con poderes excepcionales. Él la llevaría con él. Ella le daría un bebé que sería el orgullo del Águila Blanca y que haría refulgir su gloria en lo más alto del cielo.

¿Cómo podía pensar en aquellas cosas cuando sus Blancas hermanas yacían muertas entre las ruinas?

Y sin embargo no podía evitar lamentarse… “¡Qué mala suerte! ¡Una ilegítima mala suerte! Tan solo a tres meses de mi vigésimo cuarto cumpleaños…”

― Adya, ¿estás preparada? ―la llamó Teyani, como si ya estuviera en la Luz. Adya puso los brazos sobre su pecho.

― Estoy preparada, Teyani.

Juntas, las dos mujeres cantaron el himno de las almas que parten.

― ¡Que el Águila Blanca me lleve!

Teyani, sosteniendo su vientre, susurró:

― Que el Águila Blanca nos lleve.

8.2 La ascensión de Teyani a las Alturas del Águila

Muertas para el mundo de los mortales, las dos mujeres dejaron sus cuerpos y se encontraron en la oscuridad visible. Antes de que comenzaran a ascender siquiera a través de las esferas, el Águila Blanca vino a su encuentro.

Una luz brilló en el corazón de Teyani:

― Mi amigo eterno, ¡aquí estás ya!

Ella se movió hacia la presencia del Águila. En un segundo la atmósfera violeta oscuro fue reemplazada por una deslumbrante luz blanca con ligeros matices azulados. Teyani ya no estaba en la oscuridad visible. El poder del Águila la estaba transportando a las esferas de las Alturas.

Continuó caminando hacia la Luz, cantando un himno a su dios y más preciado amigo:

“Aquí estoy, Águila Blanca de los dioses

Entro con júbilo en esta Luz,

que muchos no consiguen reconocer al morir,

La Chispa del Dios No Nacido

La deslumbrante gloria, más brillante que los campos de estrellas,

Yo abrazo con gozo.

Liberada de las trabas del destino,

Librada de los sueños e ilusiones humanas,

Aliviada de los pesares de la vida en el reino,

Aquí estoy y me entrego a ti, Águila Blanca.

Aprésame en tu infinidad

Llévame a este punto de amanecer eterno

Donde tú vives por siempre.

Desencántame de los sueños de hombres y dioses,

Despiértame a tu gloria.

Sólo tu amor quiero.

Sólo con tu inefable Luz me uniré.

Aquí estoy, Águila Blanca de las Alturas”.

Teyani continuó avanzando, entrando intensidades de Luz incluso mayores. La presencia del Águila respondió.

“O mi niña amada,

Mi querida amiga y preciada amante,

Aquí estás, ¡alzándote en toda tu gloria!

Alma de las Alturas,

Niña de la eternidad

Ángel de la Jerarquía Humana,

Te he esperado desde antes del inicio del tiempo.

Y aquí llegas, brillando.

Puntual a nuestra cita cósmica,

Haciendo que la Madre de la Luz se enorgullezca de su semilla.

Dulce es este instante más allá del tiempo,

En donde podemos encontrarnos cara a cara,

Habiéndonos deseado durante tanto tiempo.

Deja que tu Espíritu se alimente de mis fuentes.

¡Deja que tu Luz se una con mi Espíritu!”.

La Luz se encontró con la Luz. Teyani brilló, intoxicada con los elixires de éxtasis del Águila. Continuó avanzando hacia la Gran Fuente de la Luz. El Águila habló de nuevo.

“Amada chispa,

Mi hermana en el infinito,

Detente donde te encuentras.

No asciendas más. Permanece en el límite de lo que tiene forma.

El tiempo para nuestra Danza de los Grandes Amantes no ha llegado todavía.

Deben consumarse más trabajos en el reino.

Y debo pedirte una vez más que seas mi doncella,

Que camines senderos peligrosos,

Y que soportes el nublado gris que los hombres han sembrado en la Tierra”.

Teyani respondió:

“Oh, mi Amante,

Oh rayo de mi riñón,

¿Debo perderte una vez más?

¿Debo descender aún otra vez desde el punto a la línea,

De la línea al plano,

Y del plano al reino?

Gris es en verdad el reino,

Y cada día más vacío de la magia de la Tierra Antigua.

¿Qué sitio me espera en tan aburrida esfera?

Las cascadas ya no cantan la gloria de los ángeles.

Los animales, enfurruñados, ya no hablan a los hombres.

Las más preciosas hierbas se están convirtiendo en malas hierbas.

Las flores ya no contienen el gozo de las hadas,

Y los elfos están perdiendo su sentido del humor.

Los mismos árboles están perdiendo su espíritu,

Sus frutos ya no contienen la dulzura infinita de tu Madre,

Y sus hojas desesperadas caen en el frío del otoño.

Los gnomos se esconden en sus cuevas,

Las especies de salamandra están en peligro,

El viento ya no habla a los sabios.

El rocío de la mañana ya no está preñado

con el flotante caos del cual todo nació.

El amanecer ya no cuenta la historia del nacimiento de la creación,

El atardecer ya no contiene los misterios del pralaya.

Malcasec y los Grandes Ángeles de las Alturas

Lentamente retiran su Luz,

Y su aliento de las Alturas pronto habrá desaparecido.

Oh, Águila Blanca,

La Gloria Antigua que era la Tierra se desvanece con rapidez.

El mundo de los hombres se está convirtiendo en un mundo de enanos,

Y las dichosas nieblas del reino

en oscuras nubes amenazadoras

Que pronto verterán un diluvio arrollador

Y destruirán toda la Atlántida”.

El Águila habló:

“Oh sabia mujer, gran maga,

Querida de la Tierra y guardiana de su sabiduría,

Conozco tu dolor.

Grandes peligros esperan al reino,

Y desde esta esfera cada vez más gris

Donde el hierro, como una plaga, se esparce con rapidez,

Pronto mi presencia tendrá que desvanecerse.

Pero, niña de la Tierra,

Debes avivar la llama de tu corazón

Y mantener la esperanza,

Pues tras la noche negra del alma llegará el amanecer.

Bajo arcoíris gigantes,

Emergerá un nuevo reino,

Un sustrato renovado, para plantar una nueva viña,

Una nueva raza, donde tus hijos renacerán,

Un nuevo lugar de juego para los poderosos y los dóciles.

Otro amanecer, otro día, otra noche

Para preparar más adelante

La prometida cita con la Luz

Que el Arquitecto de las Jerarquías ha planeado para la humanidad.

Este juego cósmico

Debemos jugar, y jugar bien

Cada uno de nosotros debe poner su piedra

Para construir el templo del destino universal”.

El Águila Blanca elevó más aún su Voz, transfiriendo poderes formidables a Teyani.

“Levántate, niña de mi riñón. Este es mi deseo:

Recupera la irresistible fuerza que has conquistado

En tus vidas previas.

Temible y gloriosa, desciende al reino.

Deja que tu Voz rompa en pedazos todos los obstáculos.

Conviértete en la cabeza de la orden de las Águilas Blancas.

Ve y busca al poderoso Trueno.

Deja que te lleve al este.

En su país encontrarás un nido

Para las doncellas del Águila Blanca

Un lugar de júbilo y Espíritu elevado,

El hogar del Trueno.

Allí, una red de arcoíris se está tejiendo

Y semillas para grandes logros se están plantando.

Allí darás a luz a una hija.

Y Adya también, alma amada,

Portará un Águila Blanca para hacer brillar mi gloria

En las alturas de los cielos

Y preparar la llegada del reino de los arcoíris”.

Teyani respondió:

“Oh Águila Blanca, Yo soy tu sirviente doncella.

Tu voluntad se hará.

En esta Luz más allá del tiempo, Teyani se abrió y recibió, y su Espíritu fue fortalecido.

Entonces caminó a través de las Alturas a una estancia donde escenas de sus vidas pasadas le esperaban.

Allí contempló las glorias de la Tierra tal y como las había conocido en los tiempos remotos, los Días Antiguos cuando la gloria de la divinidad estaba despierta en todas las cosas. Vio la danza de las hadas y los elfos. Vio los ríos fluyendo con las plateadas aguas de la vida, sus cauces alfombrados con destellos de oro y oricalco. Vio la perfecta armonía en la cual todos los seres cantaban las bellezas de la Madre Naturaleza, acompañando su inconmensurable melodía de las esferas cósmicas.

Teyani vio su yo pasado, la gran maga que dirigía impresionantes fuerzas y gobernaba como una reina sobre los frescos poderes del mundo. Gnomos, salamandras y otros seres elementales luchaban por el privilegio de ser sus sirvientes. Árboles gigantes la invitaban a escuchar sus leyendas y cuchichear sobre los secretos de la naturaleza. Los volcanes le pedían permiso antes de entrar en erupción. El viento cantaba sus mejores canciones para ella, pues la deseaba y le rogaba que fuera su amante. Se divertía sorprendiéndola con un travieso beso de rauda brisa cuando salía del agua tras bañarse en el rio. El océano la llamaba “su amiga especial” y bendecía a sus hijos con largas vidas, y cuando nadaba, le enviaba delfines y grandes peces para que nadasen con ella. Durante la noche, los búhos velaban su sueño, enviándole sueños sabios y premonitorias inspiraciones. Las alondras cantaban para despertarla en la mañana y se acercaban a su hombro cuando las llamaba. Ella podía encantar a cualquier animal con sus canciones. Panteras y leopardos se tornaban domésticos al escuchar el sonido de su Voz.

Riendo con gozo, Teyani miró a las esferas de Melquisedec. Vio a Adya, esperándola. Así que se apresuró del punto a la línea, de la línea al plano y del plano a los campos de estrellas. Al llegar a la oscuridad visible se dio cuenta de que llevaba consigo una de las plumas del Águila Blanca en su mano izquierda. Poniéndola en el pelo, se dejó caer de vuelta en su cuerpo.

8.3 De vuelta en el reino

Adya abrió sus suaves ojos marrones. Al encontrarse de vuelta en su cuerpo, de vuelta a los montones de pedazos de plass roto, sintió la presencia cercana de Teyani y se echó a llorar.

― No, ¡no quiero estar aquí! ¿Por qué está sucediendo esto? Todo el mundo puede morir si quiere, ¿por qué no podemos nosotras? Los dioses nos han rechazado. Teyani…

Al girar su cara, pudo ver a su amiga sentada completamente vertical, deslumbrante con Luz Blanca. Atónita a causa del gran resplandor, Adya susurró:

Oh, mi querido Señor Melquisedec, ¿qué te ha sucedido?

En estado de trance, Teyani se levantó lentamente. Con la boca entreabierta, bajo su incandescente mirada al enorme fragmento de plass que había atrapado las piernas de Adya.

La luz se volvió más brillante incluso, haciendo que Adya se preguntase: “¿Teyani?”.

Puesta en movimiento por un poderoso aliento de las alturas, Teyani comenzó a proyectar la Voz, Voz que Adya nunca antes había escuchado.

Una deslumbrante inundación de luz surgía a borbotones de la boca de Teyani.

Irreal, formidable, impresionante.

Cada pedazo de plass de las ruinas del templo estaba temblando. El techo de la cripta crujió peligrosamente.

Levantando ambas manos, con las palmas hacia Adya, Teyani intensificó más todavía el torrente de Voz.

Trueno intenso, diez miel ángeles cantando a través de su boca. Inmenso y aterrador.

Adya perdió el contacto con su cuerpo. Por unos segundos, la devastación desapareció, el reino quedaba lejos. Sólo había una gigantesca llama Blanca.

Una puerta a otro mundo.

Eternidad.

Cuando Adya volvió a abrir los ojos, la Voz había cesado. Un estremecedor silencio había descendido a su alrededor.

Para su mayor sorpresa, el enorme pedazo de plass sobre sus piernas se había desmenuzado. Todo lo que quedaba eran pequeños montones de diminutas astillas como el cristal.

Intentó recuperar su aliento.

― Teyani…

Temible y radiante con el poder del Águila, Teyani la contemplaba. De nuevo levantó sus brazos.

Y otra vez proyectó la Voz. Esta vez en las piernas lisiadas de Adya.

Hubo una explosión de Luz. Blancas llamas de Vida salían de su boca. Bajo aquel bombardeo, Adya comenzó a temblar como una hoja. Se preguntaba si también ella iba a desmoronarse. Perdió el sentido del tiempo.

Una Ley, un camino. De vuelta a la eternidad. Sólo Fuego.

El universo, una llama.

Poder soberano del Águila Blanca.

La creación quemada por las Alturas.

Cuando se detuvo, Adya yacía de una pieza, pero atónita, sin saber en qué mundo se encontraba.

Teyani bajó sus manos despacio. En otro arranque de Voz, fonación de las Alturas, dijo:

― ¡Levántate!

Obligada por el ímpetu irresistible de la Palabra, Adya se encontró de pie sobre sus pies.

No había dolor.

Sin aliento, en pie a través del absoluto poder del dios, miró fijamente a Teyani.

Teyani proyectó con la Voz:

― ¡Sígueme! ¡Ahora!

Se giró abruptamente y subió las escaleras.

El cuerpo de Adya empezó a caminar tras ella.

Infundida de poder, Teyani fue directamente a la cripta de Apolo, arrastrando a Adya tras ella.

Adya caminaba mecánicamente. ¿Era esto un sueño? El templo destrozado, los cuerpos de sus amigos esparcidos sobre el suelo, entre un mar de fragmentos de plass roto y su hermana en el Águila de diecinueve años haciendo milagros como en los Días Antiguos de la Tierra.

Al entrar en la cripta de Apolo, Teyani Voceó:

― ¡Siéntate!

Adya inmediatamente se derrumbó en el suelo de la gran cripta vacía.

Teyani caminó hacia el altar central, encendió una llama y empezó a cantar los himnos de apertura del ritual del Águila Blanca.

Esta vez con su voz normal.

Dos minutos después Adya, en estado de shock, escuchó a Teyani iniciar los himnos de la ceremonia de investidura de una nueva gran maestra de la orden del Águila Blanca.

― Pero Teyani ―no pudo evitar intervenir―, ¿no tenemos ya una gran maestra?

― Nuestro gran maestra de las Tierras de las Llanuras del Oeste murió anoche. El Águila Blanca la llamó de vuelta ―dijo Teyani, girándose hacia ella.

― ¿Pero cómo puedes investirte a ti misma con el poder del linaje?

― El poder vendrá a mi directamente del Águila ―replicó Teyani. Usando la voz ordenó―: ¡Canta conmigo!

Juntas prosiguieron con los himnos de investidura. Sus cánticos eran débiles al principio, pero pronto la voz de Teyani se volvió Voz de nuevo, el banquete tonal de ángeles danzantes, resonancia de misterios antiguos que tornó el oscuro espacio de la cripta en un campo de estrellas y el corazón de Adya en una pira Blanca.

Una pira inmensa como las Alturas del Águila.

“En el nombre de los treinta y tres victoriosos dioses, en el nombre del más Antiguo de los Antiguos, Nuestro Señor Melquisedec y sus ángeles, en el nombre de la Madre de la Luz, Yo, Teyani, frente al Fuego Cósmico, ahora me otorgo los poderes de una gran maestra del Orden del Águila Blanca”. Cerrando los ojos, Teyani tronó con su Voz el nombre secreto del dios, normalmente trasmitido de gran maestro a gran maestro y hoy fluyendo hacia ella del mismo Águila Blanca.

“Isha”

Desde el Cielo de la Revelación a los Inframundos más profundos.Una chispa.

La danza del Águila.

El límite de las Alturas. Blancura eterna. Amor eterno.

8.4 Fe

Una vez completada la ceremonia, pasó un tiempo hasta que la luz en la capilla volvió a la normalidad.

Gradualmente, el reino volvió a ser el reino de nuevo.

Teyani, sin embargo, todavía brillaba. Fue a sentarse junto a Adya y tomó sus manos.

Adya la miró, todavía recobrando el aliento.

― Teyani… ¿qué ha pasado?

― Encontré al Águila en las esferas de las Alturas ―contestó Teyani como si tal cosa―. Me ordenó regresar al reino y tomar a mi cargo nuestra orden. Seguí su mandato. Ahora nos vamos a mudar a otro templo, Adya, un lugar donde nuestra orden conseguirá gran fama.

― ¿Dónde está ese lugar? ―preguntó Adya.

― No lo sé. En alguna parte hacia el este. El Trueno nos llevará hasta allí.

― ¿El Trueno?

Con los ojos brillantes llenos de fe en el Águila, Teyani respondió en el umbral de la Voz:

― No lo conozco, Adya, pero lo encontraré. Quienquiera que sea el Trueno lo encontraré ―cerró los ojos y se detuvo.

Una presencia se acercaba al templo.

― ¡Oh, Madre de la Luz… es mi niño! ―exclamó Teyani.

Adya sintonizó en la oscuridad visible.

― ¿Lehrmon?

― ¡Está vivo! Oh, Madre, Madre… ¡gracias! ―Teyani puso sus manos en el corazón. Subió corriendo las escaleras hacia el patio del templo y gritó:

― ¡Lehrmon! ¡Lehrmon! ¡Aquí! ¡Estoy aquí!

Un niño de seis años de rizado pelo negro apareció. Desde la distancia contempló la brillante aura de Teyani. Entonces saludó lentamente con su mano, de la forma particular que siempre solía saludarla.

― ¡Ven, mi niño! ―lo llamó Teyani― ¡Aquí estamos a salvo!

Lehrmon corrió hacia ella.

Teyani se sentó en el suelo y lo tomó en brazos.

¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec! ¡Aquí está mi fuerte hombre en la Ley! ―ella abrazó al niño con fuerza, acunándolo en sus brazos― ¿Dónde estabas, mi amor?

― Escondido. Cuando vi que venían las Vestiduras Negras, corrí tan rápido como pude hacia el bosque. Nadie me vio.

― Eres un niño tan listo, Lehrmon ―dijo Teyani, besándolo.

― Doña Teyani, ¿qué ha pasado con todas las personas del templo? ―preguntó el pequeño.

― Se han ido al Gran Viaje. Al hermoso lugar ―sosteniéndolo entre sus brazos, brilló con la Luz del Águila para él.

― ¿Cómo mis padres?

― Si mi amor, igual que tus padres. Han ido a un lugar donde el Sol es eternamente brillante. Ahora ven conmigo ―ella se levantó―. Adya nos aguarda allí abajo.

Cogidos de la mano, bajaron a la cripta de Apolo

¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, Lehrmon! ―exclamó Adya.

¡Toda la gloria sea para Nuestro Señor Melquisedec, Doña Adya! ―respondió el pequeño, mirándola con una seria expresión en sus ojos.

Adya se preguntaba a menudo cómo podía este niño, un paria, tener tal profundidad.

Los tres amigos intercambiaron unas palabras sin importancia y después Teyani se arrodilló y lo tomó de nuevo entre sus brazos.

― Lehrmon ―dijo con voz seria―. Tengo que irme un tiempo, para encontrar un nuevo lugar donde podamos vivir.

Lehrmon puso su mejor cara de adulto, pero las lágrimas brotaban de sus ojos color ámbar.

Teyani alisó su cabello, acariciando los negros rizos.

― Lehrmon, te prometo que volveré lo antes que pueda y te llevaré a nuestro nuevo hogar. Y te cuidaré como siempre lo he hecho desde que tus padres se fueron al lugar hermoso. Pero por ahora quiero que Adya y tú seáis fuertes. Adya se quedará aquí contigo, pero se ha herido las piernas y no puede caminar. Necesito que vayas y consigas comida para ella.

Lehrmon asintió seriamente con su cabeza.

Tras discutir las cosas prácticas con Adya, Teyani fue a inspeccionar las bodegas vecinas. Las Vestiduras Negras habían venido a matar a todo el mundo y profanar el templo, no a saquear sus reservas de comida. Todavía había gran cantidad de frutos secos, cereales y raíces, lo suficiente para alimentar a sus amigos durante un año si fuera necesario

Teyani regresó a la cripta de Apolo y dio más instrucciones a Adya.

― Si sientes a alguien acercarse al templo, ¡mantén la puerta de la cripta cerrada con llave y escóndete! Y pase lo que pase, no trates de contactar conmigo a través de la oscuridad visible. Las Vestiduras Negras te detectarían inmediatamente.

― ¿Pero dónde irás, Teyani? ―preguntó Adya.

― Hacia el este. Seguiré la Luz del Águila hasta que encuentre al Trueno. Entonces volveré aquí y os llevaré conmigo.

Adya fue presa de una ola de ilegítimo pánico ante la idea de ser abandonada en la cripta con sus piernas heridas y nadie más que Lehrmon para cuidarla.

― Cuando el Águila me habló ―le contó Teyani―, profetizó que le darías una hija, un Águila Blanca que no sólo haría brillar su gloria en lo alto de los cielos, si noque también llevaría a cabo sus trabajos y prepararía la llegada del reino de los arcoíris.

― Tú eres la madre, Teyani ―sonrió Adya con tristeza―. Tu bebé cumplirá la profecía.

― Ten fe, Dama del Águila ―Teyani sopló un poderoso aliento del Espíritu en su interior― ¡Ten fe en la Palabra de nuestro Señor! Si te ha prometido una hija, vivirás y tendrás una hija ―girándose hacia Lehrmon sonrió― ¿Te casarás con ella, gran hombre en la Ley?

Lehrmon fue hacia Teyani y se acurrucó entre sus brazos.

Ella lo abrazó contra su pecho.

― Adiós, amigos míos. Cuidaos mucho, y la Luz os cuidará.

La última imagen que se llevó consigo fue la de Lehrmon, de pie en el pedestal de una columna rota cercana a la cripta de Apolo. Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas, pero con gran compostura y seriedad, el niño del pelo rizado se mantuvo recto, obsequiándola con su saludo especial mientras desaparecía de su vista.

8.5 Indiferencia Atlante

Teyani se rindió a la Luz del Águila y dejó que guiara sus pasos. No tenía idea de dónde iba, y tampoco sabía lo que buscaba. Sin embargo el Águila señalaba el camino con claridad, y su amor por Él hacía del viaje algo jubiloso. Absorta en la contemplación de su Luz apenas veía el mundo que la rodeaba. Sólo había Luz caminando hacia la Luz, y Espíritu unido al Espíritu.

Tras haber caminado durante tres días, Teyani empezó a quedarse sin provisiones. Antes de estar embarazada, a menudo había ayunado cuando se sometía a duras prácticas ascéticas. Ayunar siempre había sido un gozo para ella, una oportunidad para celebrar su amor por el Águila. Pero el fruto de su vientre pedía comida, y su cuerpo embarazado estaba empezando a sufrir a causa de aquellas ilegítimamente largas horas de camino.

Al pasar cerca de la casa de una familia de campesinos que habían sido amigos durante largo tiempo del templo, decidió llamar a su puerta.

Una familiar voz femenina respondió:

¿Quién, enviado por Nuestro Señor Melquisedec, llama a la puerta?

― Soy Teyani del Águila Blanca, por la gracia de Nuestro Señor Melquisedec.

Dentro de la casa otra voz gritó:

― ¡No respondas! Toda la gente de su templo ha sido proscrita.

La puerta permaneció cerrada.

Teyani se angustió. Pensó que aquellas gentes eran amigos. Llamó de nuevo a la puerta, pero la casa permaneció en silencio.

Con las manos sobre su vientre, Teyani se giró y continuó caminando.

Un poco más adelante llamó a la puerta de otra casa, pero la gente la reconoció por la ventana y permanecieron mudos cuando llamó. Lo intentó en otras casas. En cada ocasión, tan pronto como la gente escuchaba su nombre o veía su cara, se volvían sordos a su llamada.

Teyani luchó fuerte contra el amargo gusto de la rabia que brotaba en su interior. “¿No me llamaban estas gentes su amiga en la Ley? ¿Acaso no venían a mi templo cuando necesitaban sanación o consejo de los dioses? ¿Acaso no les he servido siempre?” Ser proscrita era un ultraje. Apenas podía contenerse de maldecir a las Vestiduras Negras. Pero se abrazó con fuerza a la Luz y a su amor por el Águila. Ceder a la rabia sólo la habría desconectado de la verdadera fuente de la Luz y entonces, ¿qué hubiera sido de ella?

Más adelante en el camino, encontró un peral y se dio un festín con sus jugosos frutos. Antes de irse, elevó la Voz y proyectó un himno para bendecir el árbol, tal y como la geste sabia solía hacer en los Días Antiguos de la Tierra. Y el árbol quedó feliz. En su camino, los arroyos le ofrecían su agua y los árboles le daban la bienvenida envolviéndola con su energía durante la noche para que durmiese bien y el bebé estuviera a salvo.

Dos días después entró en un pueblo donde nadie la conocía. Pero cuando caminaba hacia el mercado, alguien murmuró tras su espalda: “¡Esta mujer está proscrita!” El rumor se extendió como fuego por hojas secas y para cuando llegó al primer puesto del mercado, todo el mundo la ignoraba.

Su joven cuerpo estaba reaccionando fuertemente ante los olores de la comida. Se acercó a un hombre mayor que vendía fantásticos platos, hechos con cereales y frutos horneados.

Mi amigo en la Ley, por la gracia de Nuestro Señor Melquisedec, estoy embarazada. Necesito comida. ¿Podría darme una de sus tartas?

El hombre continuó con lo que estaba haciendo, como si nadie le hubiese hablado.

― ¿Me he convertido en un fantasma, que nadie me ve ni me escucha? ―Teyani elevó su voz, sin resultado.

Mirándolo fijamente, casi se rindió a la ira de nuevo. Qué fácil hubiese sido lanzarle una maldición, una maldición real, una que se pega y atrae seres repugnantes y gripes y enfermedades, y malas intenciones de sus familiares, amigos y vecinos. Sólo tenía que pronunciar tres palabras con la Voz y el hombre hubiera caído enfermo para el resto de su vida.

Pero pronto se odió a si misma por abrigar tales pensamientos.

― ¡Águila Blanca de las Alturas, protégeme de mi misma! ―pronunció en voz alta, tras intentar de nuevo obtener respuesta de una gente que simplemente la ignoraba por completo.

Siguiendo la Luz del Águila, continuó caminando hacia el este.

Día tras día, pueblo tras pueblo, Teyani se encontraba con la misma indiferencia. Finalmente una tarde, al aproximarse la noche, se dio cuenta de que su situación era desesperada. La supervivencia de su bebé estaba en juego. Eligió una casa que parecía próspera y llamó a la puerta.

No hubo respuesta.

Teyani proyectó la Voz:

― ¡Abre la puerta!

Obligada por el poder, vino una persona a abrir la puerta en aquel mismo instante. Era una mujer mayor de pelo gris, vestida con una sucia túnica blanca. No dijo una palabra.

Mujer en la Ley, estoy hambrienta ―Teyani sujetó su vientre y suplicó―. Necesitó alimentar a mi bebé. ¿Podrías darme algo de comer?

La mujer estaba como ausente.

― ¡Dame algo de comer! ―pidió Teyani con la Voz.

La mujer se volvió y llevó a Teyani a su cocina. Allí había un hombre cenando. Ignoró a Teyani y siguió comiendo.

Los olores de la cocina penetraron en cada célula del cuerpo de Teyani. “Oh, Águila Blanca, ¿me despreciarás por desear comer con tanta intensidad?” susurró.

La mujer le sirvió y ella empezó a comer con gran avidez, odiándose por lo que estaba haciendo. “¿Cómo he podido usar los sagrados poderes de mi orden para comportarme como un ladrón?”. Su cuerpo no escuchaba, continuó comiendo y pudo sentir el gozo del bebé en su interior.

Antes de irse, tomó algunas nueces, semillas y frutos de los estantes de la cocina y llenó su bolsa con ellos. Después dio las gracias al hombre y a la mujer, que continuaron ignorándola, y se marchó.

Aquella noche buscó refugio en un espeso bosque. Buscó un castaño lo suficientemente grande como para cobijarla. Encontró uno que tenía más de doscientos legítimos pies de alto y se derrumbó en el suelo bajo sus ramas. Se echó a llorar. “¡Ahora me he convertido en una ladrona!”.

Por primera vez, Teyani se sentía presa de la insidiosa tentación de dejarse morir. ¡Rendirse hubiese sido tan fácil! Todo lo que tenía que hacer era retirarse de su cuerpo y dejarse ir a la deriva por el espacio. A fin de cuentas, ¿no era eso lo que toda aquella gente quería que ella hiciese? Su rechazo aplastaba con fuerza su pecho. Parecía que hacía eones desde que había escuchado a alguien decir su nombre. No podía dejar de llorar. Se dirigió al árbol: “Oh, castaño, el más sabio entre los espíritus del bosque, ¿Por qué no puedes hablarme? En los Días Antiguos de la Tierra, tú y yo éramos los mejores amigos. Solías llamarme cuando pasaba cerca. ¡Tantas veces vine a sentarme bajo tu manto de hojas y proyecté mis bendiciones! Tú me entretenías con tus cuentos y leyendas de tiempo atrás. Tantas y tantas veces calentaste mi corazón con tu ingenio. ¿Está todo olvidado? ¿Está todo perdido? ¿También para ti estoy proscrita?”.

El árbol no contestó.

8.6 La cita con el Trueno

Dos hombres vestidos con túnicas marrones caminaban por un camino rocoso.

Uno de ellos, un hombre alto de anchos hombros de unos treinta años, se detuvo a recoger una piedra.

― Gervin, ¿no es esta una de tus rocas favoritas? ―con gentileza se la lanzó a su compañero.

Gervin, quizá de unos cuarenta años, lo miró con sus penetrantes ojos verde grisáceo.

― Sí, ¡lo es! ―contestó, tocando su barba― Este tipo de basalto rojo se suele encontrar cerca de los volcanes que se extinguieron bastante antes de la creación del reino. Melchard, ¡estamos en un área de poderes especiales! ―lanzó la roca de vuelta a su amigo.

― ¿Por qué? ―preguntó Melchard, mirando el basalto.

― Por que las fuerzas mágicas de la Tierra Antigua estaban despiertas cuando el volcán entró en erupción.

― No te sigo.

― Mira, Melchard, algún tiempo antes de la creación del reino, los poderes mágicos de la naturaleza estaban sellados en las profundidades de la Tierra. Por cierto, descender en su interior a través de la oscuridad visible es una experiencia muy extraña. ¿Te lo he contado alguna vez?

Melchard negó con la cabeza.

― En fin ―continuó Gervin―, un volcán que estaba activo mucho antes de la creación del reino es como una boca abierta a través de la cual la Tierra todavía libera sus antiguas fuerzas. Es por ello que los magos se sienten atraídos por lugares que contienen basalto rojo. Pero tenemos que continuar, amigo mío.

― Sí ―Melchard apresuró el paso, dejando caer la roca―, después de todo lo que ha pasado en los últimos días, no hay garantía de que lleguemos a tiempo para el eclipse.

― ¡Oh, Nuestro Señor Melquisedec, espero que sí! ―Gervin aceleró su paso todavía más―. Ya me perdí un eclipse hace tres años, cuando tuve que quedarme en Eisraim y no pude llegar a las Llanuras del Oeste. ¡Esta vez quiero llegar a la cita!

― Si llegamos a coger el bote de la noche del rio Pesiah, todo estará bien. ¿Me explicarías de nuevo esta increíble teoría sobre los eclipses? ¿Por qué el cielo se vuelve oscuro de repente en medio del día?

― Estudiando el legado de los Vigilantes, especialmente los libros de Barkayal, Tamiel y Asradel, todo parece indicar que el sol es una esfera de fuego que gira en torno al reino.

― ¿Una esfera de fuego? ¿La ha visto alguien alguna vez? ―preguntó Melchard.

― No ―respondió Gervin― para nada. Pero esto podría bien ser a causa de las densas nieblas que cubren el reino. He oído que en las Tierras del Norte, cuando escalas hasta la cima de las Montañas Nevadas, la apariencia del sol es a veces muy extraña, especialmente durante la estación seca, cuando las nieblas se dispersan. Estoy planeando ir el año que viene y verificarlo por mi mismo.

― Si no hubiera visto tantos milagros cuando tú y yo fuimos iniciados en el Trueno por Orest, encontraría difícil creer unas teorías tan ilegítimamente peregrinas, pero…

Los dos hombres se echaron a reír.

― Entonces ―continuó Gervin―, volviendo a los eclipses, supón que una gran roca estuviese entre nosotros y la esfera de fuego, entonces de repente el día se volvería noche.

― ¿Quieres decir una inmensa roca flotando en el cielo?

Mi querido amigo en la Ley ―se rió Gervin―, si supieras todas las cosas que se pueden encontrar en el legado de los Vigilantes, pensarías que las visiones de Orest eran bastante moderadas, al fin y al cabo.

Melchard se sumergió en sus pensamientos por un rato. Después preguntó:

― ¿Te he oído decir también a veces que puede haber eclipses de luz de luna?

Gervin se detuvo.

― ¿Puedes sentirlo? En el límite superior de la oscuridad visible.

Melchard se paró y sintonizó.

― Llamas enormes. ¿Qué es eso?

― Alguien en grandes apuros ―dijo Gervin―. Alguien poderoso. ¡Son fuerzas inmensas!

Con los ojos cerrados, Melchard asintió.

― Veo una mujer, no muy lejos.

― Vayamos a echar un vistazo ―Gervin salió del sendero y caminó en dirección del bosque.

Melchard lo siguió.

― Veo una luz excepcionalmente brillante. Tenemos que estar en guardia. Esta mujer podría ser peligrosa.

Al llegar a una avenida de enormes arces, se detuvieron a contemplar una extraña escena. Teyani yacía en el suelo, inconsciente. Iba vestida con una sucia capa blanca y la mayor parte de su cara estaba oculta por la capucha. A diez legítimos pasos alrededor de su cuerpo, el espacio deslumbraba con danzantes llamas rojas de energía. En la oscuridad visible se podía escuchar la estrepitosa vibración.

― ¿Es un escudo protector? ―Melchard frunció el ceño.

Gervin negó con la cabeza.

― No podía haber encontrado un lugar más agradable para dormirse. Y mira esta luz dorada… ¡está embarazada! Lo cual puede explicarlo. Debe haber activado fuerzas que no ha podido contener a causa de su bebé.

Melchard cerró los ojos.

― Está siendo acosada por horribles pesadillas. Repugnantes nieblas del Inframundo.

― ¡Detengamos esto! ―usando la Voz, Gervin proyecto un corto y sordo sonido. Las rojas llamas y los sonidos siseantes desaparecieron al instante de la oscuridad visible. Gervin caminó hacia Teyani y se arrodilló en el suelo. Descubriendo su cara, exclamó―; ¡Mira qué joven es!

― Está a punto de perder a su bebé ―dijo Melchard, todavía con los ojos cerrados.

Los dos hombres llevaron a Teyani bajo un arce de generosa envergadura. Trataron de sentarla contra el tronco, pero como no se despertaba tuvieron que tumbarla en el suelo.

― Este sueño no le está haciendo nada bien ―decidió Gervin, proyectando suaves sonidos con la Voz en sus puertas energéticas.

Unos segundos después, Teyani abrió los ojos.

Sobresaltada al ver a los dos hombres tan cerca, se sentó inmediatamente, elevó su Voz y proyectó sobre Gervin un “¡Apártense!” como si estuviese siendo atacada.

La fuerza que usó no era para nada como un diluvio de las Alturas, sin embargo era más que suficiente para hacer que alguien normal se retirase. Pero Gervin continuó sentado con gran quietud a su lado.

¡Paz, mi joven amiga en la Ley! ―dijo ofreciéndole una sonrisa tranquilizadora.

Ella intensificó su Voz. Llamas blancas salían de su boca.

― ¡Apártense!

Pero las llamas se desvanecieron tan pronto como tocaron el aura de Gervin.

― ¡Deténgase! ―gritó con la voz el maestro del trueno, todavía quieto como una roca―. ¡Va a matar a su bebé!

Teyani se quedó callada. Desconcertada, miró a Gervin.

― ¿Quiénes son? ―preguntó ella.

Gervin sonrió cortésmente.

― Mi nombre es Gervin, de la Túnica Marrón. Le presento a mi legítimo amigo, Melchard de la Túnica Marrón ―apuntó detrás de él―. La encontramos inconsciente en el camino.

Gervin la miró más de cerca. Su largo pelo negro estaba desaliñado y lleno de fango. Sus ojos brillaban, pero estaba muy pálida y su energía se sentía tan seca como los desiertos rocosos de las Tierras Rojas.

Tomó una botella de agua de su bolsa y se la ofreció.

Habían pasado tres semanas desde la última vez que Teyani escuchó a alguien dirigirse a ella, tiempo más que suficiente para hacer que la voz de Gervin sonase como la armonía de las esferas. Ella vaciló. Su estómago le dolía. Un agudo dolor de cabeza nublaba su mente.

Gervin abrió la botella de agua, bebió un sorbo, y lo dejó en el suelo cerca de la mano de Teyani.

― No encontramos ninguna bolsa cerca de usted. ¿Ha sido atacada?

Teyani asintió.

― ¿Y usó la Voz para defenderse? ―añadió Gervin―, quizá no sabía que una mujer embarazada debe ser muy cuidadosa cuando proyecta ciertas fuerzas, especialmente si está sobre un antiguo volcán ―continuó contemplándola―. Está usted muy sedienta, mi joven amiga en la Ley, ¿por qué no bebe un poco de nuestra agua?

Estaba claro que aquellos dos hombres sólo podían ser sacerdotes. Teyani preguntó:

― ¿De qué templo provienen, hombres en la Ley?

Con voz suave, Gervin contestó:

― Del Templo de Eisraim, en el este.

¡Viajeros del este! Esto sonaba a esperanza.

Con la franqueza que, vida tras vida, la había llevado a grandes iluminaciones, pero también a grandes problemas, Teyani preguntó:

― Estoy buscando al Trueno, ¿pueden ayudarme a encontrarlo? ―entonces tomó la botella y bebió.

Los ojos de Melchard se agrandaron. Gervin se atusó la barba con perplejidad, observando a la joven mujer que ávidamente vaciaba su botella.

Los Maestros del trueno no revelan su identidad fácilmente, en especial a desconocidos.

― Somos simples viajeros de camino a la región de las Orillas Superiores del Oeste ―dijo Melchard, mientras Gervin la estudiaba intensamente.

Sintonizando en lo más alto con el Águila Blanca, Teyani recibió un signo inequívoco que le indicaba que no tenía nada que temer de Gervin.

― Mi nombre es Teyani ―dijo, y con un tono de ironía en su voz, añadió―, de la Túnica Blanca ―pues esta era la legítima y cortés manera de no revelar el nombre de su casta. Dejando caer todos los sellos protectores, estableció contacto visual con Gervin y dejó que se sumergiese en su energía.

― ¡Teyani del Águila Blanca! ―exclamó Gervin, sorprendido de ver que era una mujer, cuando Barkhan Seer había anunciado una niña.

¡Pero habían pasado diez años desde el despeje de Erriba!

Teyani estaba confundida por la llamarada en sus ojos.

― ¿Quién es usted?

― Su amigo ―respondió Gervin, recordando la solemne promesa hecha a Barkhan Seer―, ¡Su amigo!

Girándose hacia su compañero le dijo:

― Melchard, me temo que tendrás que tomar ese barco sin mí.

8.7 La Madre de la Luz conoce el valor de una vida humana

Teyani y Gervin caminaban juntos.

Teyani se echó a reír.

―Gervin ―dijo―, si no viniera de ti, ¡nunca creería esta historia!

Tras diez días del cuidado de Gervin, sus sabios tratamientos y gozosa compañía, Teyani había recuperado su chispa y la luz dorada de su embarazo florecía de nuevo.

― Nada es más difícil de creer que la pura verdad, Teyani ―Gervin suspiró filosóficamente y continuó―. Cuando el fuego fue apagado, tuve que realizar un despeje en el asno y liberar al espíritu descarriado. Tras aquello, el asno dejó de profetizar y hablar a los sacerdotes de Barradine a través de la oscuridad visible. Y entonces fue cuando se hizo evidente que los sacerdotes de Barradine habían mentido a todo el mundo.

― ¿Quieres decir que era el asno el que hizo todas aquellas profecías? ―Teyani siguió riendo.

― ¡Exactamente! Después del despeje, los sacerdotes de Barradine ya no pudieron predecir nada. Y su majestad el príncipe de Eisraim nunca volvió a su capilla.

Durante unos segundos, Gervin inundó al bebé de Teyani con su presencia sanadora. Después preguntó:

― Cuéntame otra vez, ¿qué predicciones hizo la gente de tu templo sobre el entramado de los campos energéticos?

La expresión de Teyani se tornó grave.

― Varias veces profetizamos al príncipe que algo iba mal con los Molinos de Viento de la Ley y que los campos estaban destinados a causar catástrofes en la región.

― ¿Como qué? ―preguntó Gervin.

― Pájaros únicos como el pierra-pierra y el olous desaparecerían y también las veintisiete hierbas de Sierra Olan, y quizá incluso las hierbas de la locura. Una larga sequía marchitaría las cosechas en las planicies de Mildus. Los volcanes de Lierne, que todos creían extinguidos, escupirían una inundación de fuego. Y por todo el país la gente sería atacada por extrañas enfermedades que los himnos de la Ley no podrían sanar.

― ¡Oh! ―exclamó Gervin― ¡No me extraña que tuvieseis problemas!

― ¿Así que crees que fueron nuestras predicciones lo que causaron que las Vestiduras Negras nos atacasen? ―preguntó Teyani.

― Muy probablemente. Aquellos que profetizan desastres inminentes deben ser extremadamente cautelosos hoy en día.

― Pero Gervin, ¿no me dijiste que tú mismo hiciste similares predicciones?

― Sí, de hecho algunas fueron peores que las vuestras. Pero el príncipe de la región de Eisraim es un hombre sabio que estudió en mi templo. Y hay tanto poder en el templo de Eisraim que el mismo rey de la Atlántida se lo pensaría dos veces antes de atacarnos.

― ¿Cuántos sacerdotes hay en vuestro templo? ―preguntó Teyani.

― Más de mil doscientos, sin contar a los legítimos sirvientes de varias castas ―respondió Gervin.

― Había menos de cincuenta hombres y mujeres en el templo de Karlinga ―dijo ella.

Por una fracción de segundo, escenas de la devastación cruzaron su mente.

― Mira, Teyani, todos los poderes psíquicos de las Vestiduras Negras provienen del entramado de los campos. Si el príncipe de tu región escuchara a gente como tú, tendría que prohibir muchos rituales y manipulaciones energéticas. Esto significaría el fin de las Vestiduras Negras y de muchas otras órdenes.

― Pero si no escuchan ―Teyani sacudió la cabeza consternada― el entramado de los campos se corromperá más y más y nos destruirá a todos. ¿Qué bien le hará esto a las Vestiduras Negras?

― Lo sé, ¡mi amiga en la Ley! ―respondió Gervin―. Nuestro Señor Melquisedec no tendrá piedad de aquellos que no saben escuchar. Pero dime, Teyani, tras haber advertido a la gente de tu templo que había una catástrofe inminente, ¿por qué no te escucharon?

Teyani se encogió de hombros.

― Quizá no sabían qué hacer. ¡Abandonar nuestro templo y mudarnos al este parecía una empresa imposible!

― Así que prefirieron ignorar tus palabras. Esto resume al completo la tragedia del reino, mi querida amiga. Los problemas están claros, ¡pero las soluciones que piden son tan drásticas! Todo el mundo prefiere pretender que nada fuera de lo legítimamente ordinario está ocurriendo. Demasiadas órdenes perderían sus poderes si fueran implementados los reajustes necesarios en los campos.

Los dos amigos caminaron en silencio.

― El templo está justo al otro lado de aquella colina ―dijo Teyani―, ¿te parece que llame a Adya por la oscuridad visible?

― Espera un poco más ―advirtió Gervin, pues no quería que la sacerdotisa clandestina descubriera su presencia demasiado pronto.

― Me pregunto cómo se las habrá arreglado el pequeño Lehrmon ―dijo Teyani.

― ¿Dónde encontraste a Lehrmon, Teyani?

― Su madre lo abandonó dos años tras su nacimiento. El padre era de una casta con la que ella no podía casarse.

Gervin le regaló una de sus irónicas sonrisas.

― ¿Así que te las arreglaste para que la gente de tu templo aceptase a un paria? ¡Qué mágica eres, Teyani!

― Lo creas o no, Gervin, ¡mentí! ―confesó ella―. Les dije que sus padres habían muerto. Nadie se preocupó de preguntar más.

Gervin se rió entre dientes.

― ¡Sólo tenía quince años entonces! ―se defendió Teyani.

― Y si lo encontrases ahora, ¿todavía mentirías para salvar su vida? ―preguntó Gervin.

La pregunta dejó a Teyani pensativa. Tras deliberar un rato, citó un verso de la Ley:

La Madre de la Luz conoce el valor de una vida humana.

Y maldito es el hombre que va contra su voluntad ―Gervin completó el verso.

― De todas formas, la gente de mi templo nunca aceptaron realmente a Lehrmon, sólo toleraban que me ocupase de él.

Siguieron caminando, pensativos.

― Teyani, Teyani… ―declaró Gervin tras un tiempo― Toda el área alrededor del templo está vacía. Puedo sentir sólo un alma, no dos.

Una hora después, cuando llegaron al templo, la escena todavía era una escena de devastación y ruina. Los cadáveres habían desaparecido. Seguramente, los sacerdotes del pueblo habrían llevado a cabo los ritos funerarios.

Teyani y Gervin fueron directos a la cripta de Apolo. Encontraron la puerta abierta de par en par. Bajaron las escaleras.

No había nadie dentro.

Teyani permanecía de pie, sin mostrar emoción alguna.

― Alguien viene ―sintió Gervin a través de la oscuridad visible.

― ¡Es Lehrmon! ―la sonrisa de Teyani irradiaba el amor del Águila―. Vamos a buscarlo ―caminó escaleras arriba y lo llamó en voz alta―. ¡Lehrmon! Soy yo, Teyani ¡He vuelto!

El pequeño salió a la vista. Corrió hacia ella, pero cuando vio a Gervin con Teyani, se paró y se quedó quieto. Vacilante, saludó con la mano izquierda con su forma especial.

― ¡Lehrmon, todo está bien! ―dijo Teyani―. Este hombre es nuestro amigo ―fue hacia él, se arrodilló a su lado y descansó la cabeza en su pequeño hombro―. Estás seguro y bien, ¡mi amor! ¡Alabada sea la Madre de la Luz!

Lehrmon no contestó, su expresión grave escondía una sonrisa de mil años, su mirada estaba fija en Gervin.

Inmóvil como el trueno, Gervin sumergió su mirada en él.

― Lehrmon, ¿qué ha sucedido con Doña Adya? ―preguntó Teyani.

― Los soldados vinieron a buscarla.

― ¿Cuándo vinieron? ―Teyani respiró profundamente.

― Hace tres días ―respondió Lehrmon.

― ¿La hirieron? ―Teyani escudriñaba su rostro.

― No lo sé.

Ella puso la mano sobre su hombro y caminaron hacia Gervin.

― ¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, Lehrmon! ―Gervin habló desde lo más alto de la Luz.

Demasiado fascinado para responder, Lehrmon simplemente bebió de la presencia de Gervin.

Ocultando su angustia, Teyani se sentó en el suelo, acunando al pequeño en sus brazos.

― Te he echado de menos, ¡mi gran hombre en la Ley!

― Ahora no hay motivos para no llamar a Adya a través de la oscuridad visible.

― ¿No estás preocupado por desvelar nuestra presencia? ―preguntó Teyani.

― No temas, ¡Águila Blanca! ―la poderosa presencia de Barkhan Seer habló a través de Gervin―. Las Vestiduras Negras no se atreverán a atacarnos.

― Ni siquiera estoy segura de que Adya tenga una piedra blanda con ella ―dijo Teyani.

― Yo proveeré la energía necesaria para la conexión ―ofreció Gervin―. ¿Quieres que me ocupe de Lehrmon?

Teyani negó con la cabeza. Todavía acunando al pequeño contra ella, cerró los ojos y descansó en la energía de Gervin, estableciendo una conexión con Adya.

― Está viva ―dijo tras un minuto―. La han llevado a Tipitinan ―entonces abrió los ojos y miró a Gervin. Dijo en tono concluyente―: Está en la cárcel. Están a punto de golpearla hasta morir.

Cerró los ojos de nuevo y sintonizó en lo más alto con la Luz del Águila.

― Gervin, ¡tengo que ir a Tipitinan inmediatamente!

¡De ninguna manera, mujer en la Ley! ―el tono de Gervin era terminante―. Casi perdiste a tu bebé hace una semana. Apresurarse a Tipitinan no es discutible.

Pasaron unos segundos antes de que Teyani rogase:

― No tengo elección. Es el deseo del Águila que Adya viva. Debo ir a rescatarla.

― Teyani ―Gervin elevó sus ojos hacia el cielo y suspiró profundamente―. Sé que eres un alma poderosa pero… ―haciendo contacto visual en una línea de trueno― tienes diecinueve años, no tienes entrenamiento ¡y además estás embarazada! Hace diez días te encontré medio muerta en el suelo. Ir a luchar con el ejército del príncipe y sus aliados las Vestiduras Negras tu solita está simplemente fuera de discusión.

― La Madre de la Luz conoce el valor de una vida humana ―replicó ella.

― Muy bien entonces, ¡comencemos por no desperdiciar la tuya! ―Gervin la cortó tajantemente.

― Gervin por favor, entiéndelo. No puedo desobedecer la Voluntad del Águila.

― ¿Es la voluntad del Águila que te mates? ―la voz de Gervin se enardecía― Teyani, no tienes ninguna oportunidad.

― Sé que no soy nada, Gervin, pero el Águila estará conmigo ―su certeza era inflexible ―. Con su ayuda puedo hacer cualquier cosa.

Hubo un breve silencio.

Dándose cuenta de que nada la haría cambiar de opinión, Gervin dijo con su voz más suave:

― Teyani, hasta que te conocí pensaba que mi maestro era el alma más obstinada del reino ―sacudió la cabeza―, ¡me equivocaba!

― ¿Me dejarás ir? ―probó ella de nuevo con voz suave.

¡De ninguna manera, mujer en la Ley! ―el repentino tono contundente de Gervin la tomó por sorpresa―. Ahora por favor, déjame pensar un minuto.

Gervin se levantó y fue a caminar entre las ruinas.

Invocando la luz del Águila, Teyani sostuvo a Lehrmon contra ella. Lehrmon sintió la Luz y respondió acurrucándose en su pecho, tocando su vientre. Teyani sonrió.

― Nuestro bebé va muy bien, Lehrmon. Se ha movido mucho durante los últimos días.

― ¿Cuál será su nombre? ―preguntó Lehrmon.

― Un nombre hermoso; Alcibyadi.

8.8 Quinta Sala del Archivo. Campos de Paz

Las miradas de Hiram y Virginia estaban iluminadas con asombro.

― Así que esta es la visión que Verzazyel el Vigilante dio a Szar ―se maravilló Hiram― ¡Qué obra de arte!

En la omnisapiencia de los Campos de Paz, ¡tenía tanto sentido!

A través de los grandes trabajos del tiempo, la gloria de los Dioses del Destino se revela.

Sin embargo, visto desde el reino, aquella visión había sido percibida como un completo enigma. Barkhan Seer conjuró imágenes de Szar y Felicia sentados fuera de la cueva de Verzazyel, cautivados por la historia de Teyani pero completamente perplejos sobre el por qué se les había mostrado.

Bajo la luna llena, Szar se atusaba la barba,

― ¡Esto debe haber sucedido hace por lo menos veinte años!

― Veintisiete ―corrigió Barkhan Seer para Virginia y Hiram―. Teyani tenía diecinueve años cuando se quedó embarazada. Cuando Szar recibió esta visión, Alcibyadi tenía ya veintiséis.

Y dejó que los registros del Archivo de los recuerdos de Szar se revelasen.

8.9 La entrada a la cueva de Verzazyel, región de las Tierras Rojas

Cuando Teyani pronunció el nombre “Alcibyadi”, la visión terminó abruptamente.

Sintiéndome algo confundido, miré a mi alrededor. La cueva de Verzazyel estaba tentadoramente cerca. Despampanantemente hermosa, Felicia estaba sentada justo a mi lado, inundada de luz de luna.

Mecánicamente, mi mano buscó la copa de amanecer glorioso que estaba delante de mí. Tras un rápido olfateo que se encontró con las variopintas vibraciones de muchos platos dispuestos en la delicada tela blanca, puse de vuelta la copa en su sitio sin beber.

Ardiente de curiosidad, Felicia preguntó:

― ¿Por qué se ha parado aquí de repente? ¿Y qué tiene esto que ver con Vivyani? No nos dijo que hicieron las Águilas Blancas con su alma tras traerla de las cavernas de la enfermedad. ¿Tiene sentido para ti?

Perplejo, negué con la cabeza.

― ¿Sabes si Teyani acabó dando a luz a Alcibyadi? ―Felicia dejó que uno de sus complicados recogidos de pelo rojo cayese por su espalda.

― Sé que hay una Alcibyadi que vive en Eisraim. Es una de las sacerdotisas del Águila Blanca. Nunca la conocí, pero sé que es amiga de Elyani.

Felicia parecía más intrigada todavía por el hecho de que la visión terminase justo donde lo hizo.

― Estas Vestiduras Negras no tenían nada que ver con los Grandes Guerreros, ¿verdad?

― No, nada.

― ¿Y qué hay de Adya? ¿Tienes idea de qué pasó con ella? ¿La golpearon las Vestiduras Negras hasta morir?

― No tengo ni idea de quién es Adya. Nunca había oído su nombre hasta esta noche ―confesé―. Realmente no puedo ver ninguna conexión con Vivyani.

― ¿Quieres ver más? ―preguntó Felicia.

― Eso es algo que aprendí en Eisraim: formular dos veces la misma pregunta a un oráculo es una locura peligrosa. La segunda respuesta del oráculo probablemente sea tan confusa que envenenará tu mente.

― ¡Qué legítimamente cierto! ―dijo Felicia con una sonrisa divertida.

― Creo que Verzazyel sabía exactamente qué estaba haciendo cuando nos mostró estas escenas. Podrían incluso tener sentido algún día ―razoné.

¡Toda la gloria sea para la omnisciencia del Vigilante! ―Felicia estuvo de acuerdo inmediatamente, como si Verzazyel estuviera escuchando―. Pero esta visión era incitante ¡Quiero saber qué pasó después!

― Me pregunto cómo se las arregló Gervin para convencer a Teyani de que no fuese a Tipitinan ―dije pensativo.

― ¿Qué te hace pensar que lo hizo? ―preguntó Felicia― ¿No se daba cuenta de que Teyani era incluso más obstinada que él?

― Esta fue una táctica excelente ―contestó con una sonrisa mi entrenado guerrero interior―, ¿te diste cuenta de cómo se suavizó la voz de Teyani inmediatamente después de que él lo dijera?

Felicia se rió entre dientes.

― ¿Y sabes quién es Lehrmon? ―preguntó ella.

― ¡Por supuesto! Lo creas o no, el pobre pequeño paria se ha convertido en uno de los discípulos de Gervin en la Túnica Marrón, uno de los hombres más poderosos en las regiones del centro norte. Ahora entiendo que quería decir Gervin cuando me contó que habían conectado desde el primer momento en que se encontraron.

― ¿Esta Túnica Marrón que vistes significa que eres parte de la casta del Trueno de Gervin?

Respondí asintiendo. Estábamos demasiado cerca para jugar al escondite.

Felicia se quedó muy quieta, con los ojos fijos en la entrada de la cueva de Verzazyel.

Fui lo más alto que pude en la fuente clara.

― Felicia, no volveré al Monte Lohrzen. Todo se aclaró cuando escuché a Gervin citar estos versos: La Madre de la luz conoce el valor de una vida humana y maldito es el hombre que va contra su voluntad. Antes de matar a nadie volveré a Eisraim y seguiré las instrucciones directamente de mi maestro.

― ¿Quiere esto decir que vendrás conmigo a la cueva? ―preguntó Felicia tímidamente.

Me levanté. Dragón abajo, fuente clara arriba, me abrí a ella.

― ¡No puedo, Felicia! A pesar de todo el dolor que siento ante la idea de perderte, simplemente no puedo ir contigo. Pertenezco al Trueno, lo sé en mis huesos. Si existen tales poderes como el Punto y la magia de los Dragones Voladores, quiero recibirlos de Gervin y de nadie más. Si entrase en la más alta iniciación de Verzazyel, tendría que cambiar mi destino y seguir el camino de los Vigilantes, una vida completamente diferente, un futuro completamente diferente.

― ¿Pero no fue Gervin mismo quien te envió a recibir las iniciaciones de los Hijos del Dragón? ¿No es su corriente de iniciación diferente de la del Trueno?

― Muy diferente. Pero sólo me sometí a las primeras fases de la iniciación de los Grandes Guerreros. Gervin me dio instrucciones de permanecer no más de varias veces cien días, no doce años, que es lo que requeriría conquistar el mayor nivel de poder del Guerrero.

Felicia se levantó y se acercó mucho a mí, dejando que la calidez de su cuerpo magníficamente adornado me llegase.

― No se tardaría doce años en despertar el Fuego de los Vigilantes. Ni siquiera cien días. Sólo una hora ―suavemente toco mi pecho, provocando una onda vrufeante del Dragón.

De la nada, imágenes del lago donde una vez casi cometí suicidio, volvieron a mi mente, y supe que el momento presente era otro cruce de destinos.

― Felicia, si escuchase a mi mente, pensaría que sólo un loco podría rechazar el poder que me estás ofreciendo e inmediatamente daría este paso contigo. Cuando escucho a mi corazón, me siento devastado ante la idea de que si no estoy contigo para sostener tu energía, puedes terminar muriendo en la cripta después de todo. Y si escucho a mi Dragón, siento una fuerte urgencia de ir y bailar en las esferas contigo. Pero si me sostengo en la fuente clara y no escucho nada más, entonces sé que mi camino está con el Trueno, no con los Vigilantes.

Felicia no respondió. Sus ojos azul absoluto continuaron mirándome.

― Si traicionase a la fuente clara, no quedaría nada de mí, Felicia.

Ella sabía que era verdad, y yo sabía que ella lo sabía.

― ¿Esperarás hasta que salga de la cueva? ―preguntó.

Negué con la cabeza lentamente.

Un largo silencio.

― Szar, nunca te olvidaré ―se detuvo―. Es mejor si te vas ahora. Necesito tiempo para prepararme.

Un dolor violento me golpeó en el pecho. Antes de que pudiera hablar, Felicia selló mis labios con su dedo índice.

¡Shhh, hombre en la Ley! ―dijo con voz suave― sólo márchate.

Caminé unos pasos hacia atrás, fijando la imagen en mi memoria, sus ojos, brillando a través de la oscuridad visible, su complicado peinado, su vestido azul con el colgante encendido por la luz de la luna, la tela blanca en el suelo, cubierta de velas y platos. Y la entrada a la cueva de Verzazyel justo detrás de Felicia.

Entonces me giré, dragoneé hasta el fondo del cañón y comencé a caminar hacia el norte.

Cada vez que sentía ganas de dar la vuelta, me sostenía en la fuente clara.

“¡Una Ley, un camino! ¡Quien nunca duerme, nunca muere!”

8.10 Eisraim, apartamento de Teyani

Alcibyadi estiró su largo cuerpo felino.

― ¡Ni siquiera me siento cansada! ―declaró sentándose en la cama.

― Sé suave contigo misma ―advirtió Teyani―. Ayer tu cuerpo todavía estaba en hibernación.

― ¡No me siento para nada como si hubiera acabado de salir de tres semanas de hibernación! Tengo ganas de levantarme y bailar. ¡Y estoy hambrienta! ―declaró la joven.

Elyani y Teyani intercambiaron una mirada, volviendo sus palmas hacia los dioses con incredulidad.

Teyani cerró los ojos, sintiendo una presencia familiar.

― ¡Adivina quién viene!

La cara de Alcibyadi se iluminó.

― ¡Lehrmon!

Dos legítimos minutos después, Teyani fue a abrir la puerta.

El fuerte hombre de la Túnica Marrón se paró de pie en la puerta. Lentamente saludó a Teyani con la mano, sonriendo con sus brillantes ojos color ambar.

Traía una gran cesta llena de frutas de todos los colores.

― ¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, Damas del Águila! ―puso la cesta en el suelo y abrazó a Teyani.

¡Toda la gloria sea para Nuestro Señor Melquisedec, mi gran hombre en la Ley! ―ella lo sostuvo entre sus brazos.

Lehrmon entró en la habitación, dio a Elyani un rápido beso y fue a sentarse a la cama de Alcibyadi.

Alcibyadi tenía una sonrisa de los Campos de Paz en su cara.

― Lehrmon ―ella tomó sus manos―, Lehrmon… es tan hermoso que vinieras de tan lejos para verme.

El Maestro del Trueno estaba en el borde del llanto.

― ¡Agradecida sea la Madre de la Luz! Recé por ti, pedí su ayuda de la mañana a la noche.

― ¡Y Nuestro Señor Melquisedec sabe cuán largos pueden ser los días en las esferas de la lejanía! ―replicó Elyani.

― Una recuperación inusualmente rápida ―se maravilló Teyani ―. Alcibyadi abrió los ojos por primera vez durante la noche, ¡y mírala! Ya está pidiendo comida.

― Se te ve increíblemente despejada ―se regocijó Lehrmon. Girándose hacia Teyani preguntó― ¿La trajo Szar de vuelta?

― No lo sabemos aún. Alcibyadi, ¿tienes algún recuerdo de quién te rescató?

― ¡Por supuesto que me acuerdo! ―exclamó.

― ¡Déjame adivinar! ―dijo Elyani con alegría― Un hombre alto de cabellos claros, finos y ligeros. Con pequeño bigote y sin barba. Ojos color azul verdoso y una gran marca de nacimiento en su mejilla izquierda.

Alcibyadi negó con la cabeza.

― ¡No, para nada! Era de constitución fuerte, con hombros anchos. Y tenía el pelo rubio oscuro, largo y rizado. Y barba.

Elyani se forzó a continuar sonriendo.

Sintiendo la ola de desilusión, Teyani comentó:

― El Inframundo a veces causa extrañas distorsiones en la percepción de las personas.

― Este hombre era un gran bailarín ―continuó Alcibyadi con entusiasmo―. Después de salvarme de las cavernas de la enfermedad, me llevó a un espacio justo debajo del templo. Parecía una cueva inmensa excavada en roca azul oscuro. Y empezó a bailar frente a mí, ¡era mágico! Nunca había visto a nadie bailar así. Sólo mirándolo se podía escuchar la música de las esferas. El frio que el Inframundo había dejado en mi interior, se derritió como la nieve bajo el sol.

Teyani y Elyani intercambiaron miradas. Ninguna de las dos podía imaginar a Szar como un gran bailarín, lo que significaba que había un gran problema. Si no era Szar quien había rescatado a Alcibyadi, si no un extraño enviado por los dioses, ¿quién estaría entonces a cargo de realizar las siguientes operaciones de rescate? ¿Qué garantía había de que otras candidatas pudiesen ser enviadas al Inframundo con seguridad?

Pero la presente ocasión era una celebración. Los cuatro amigos continuaron charlando con júbilo.

― Lehrmon ―pidió Alcibyadi―, ¡cuéntanos sobre las esferas de la lejanía! ¿Qué te han mostrado los Dragones Voladores, que viven más allá del Abismo de las Profundidades y la Fosa de la Eternidad?

― ¡Increíble! Nunca encontraré palabras para contaros lo que he visto. Cualquier cosa que os hayáis encontrado, incluso en los Campos de Estrellas en la cima del triángulo, no es nada comparado con la gloria que los Dragones Voladores han colocado a su alrededor. Han secretado sus propios mundos directamente de la Luz de las Alturas ―recordando lo que había sentido, Lehrmon continuó―. En los espacios inferiores hacen cosas extrañas con el tiempo, haciendo que se mueva a veces hacia delante y otras hacia atrás, para que la Madre de la Luz les entregue cientos y cientos de nuevas estrellas. Algunos de sus espacios están tan llenos de estrellas, y la luz en ellos es tan brillante que es imposible distinguirlos de las esferas de las Alturas. Con el Punto hacen cosas incluso más extrañas. Han construido infinidades sobre infinidades y mundos de tantas dimensiones que ni ellos mismos pueden a veces medir sus profundidades.

― ¿Cuánto tiempo te lleva llegar hasta allí? ―preguntó Alcibyadi.

― Esta es una de las cosas más curiosas ―Lehrmon se atusó la barba―. Parece durar un tiempo infinito, especialmente mientras cruzas el Abismo de las Profundidades y la Fosa de la Eternidad. Y aun así, uno puede ir a visitar a estos Dragones Voladores y volver en un segundo.

Las sacerdotisas sintonizaron silenciosamente con Lehrmon, captando impresiones que pasmaban al Punto, y la atmósfera que acompañaba su historia.

Los amigos continuaron charlando sobre cosas sin importancia, saboreando el gozo de estar juntos, hasta que Teyani se llevó a Lehrmon a pasear por el patio que había fuera de su apartamento.

― Y entonces, hijo mío ―le preguntó―, ¿qué noticias traes? ¿Tienen los Dragones Voladores algo que ofrecernos?

― ¡Oh, madre! ―Lehrmon suspiró―. Las noticias no son buenas. Los Dragones Voladores apoyan por completo el proyecto del Archivo. Están muy contentos de poder respaldar al grupo de Maestros del trueno que están construyendo el templo de luz en los Campos de Paz. Incluso van a unir Espacio Matriz al Archivo. Pero por la parte que toca al creciente deterioro del entramado de los campos, dicen que no hay nada que puedan hacer. La Atlántida debe enfrentarse a su destino ―se detuvo―. ¿Te has comunicado con Gervin?

― Si. Todavía está con el Espíritu de la Gran Hormiga, en las distantes esferas de la lejanía. Dice que las cosas son incluso más extrañas allí que en las esferas de los Dragones Voladores que acabas de visitar. Pero en lo concerniente al entramado de los campos, parece que tampoco la Gran Hormiga puede ofrecer una solución.

― Todas estas inteligencias están ofreciendo su amistad al Trueno ―continuó Lehrmon―. Apoyarán la fraternidad de los Caballeros y están dispuestos a verter la luz milagrosa de sus Bancos Universales de Conocimiento en nuestro Archivo. Pero en lo tocante al rescate de La Atlántida, dicen que no hay nada que puedan hacer.

― También yo tengo noticias desalentadoras ―Teyani tomó el brazo de Lehrmon―; han sido reportados dos signos más que Gervin había predicho, tanto por los sacerdotes de los Molinos de Viento de la Ley como por los Genios de los Campos. Los rituales de luz azul ya no mitigan el desbordamiento de mugre negra en la oscuridad visible, y elementales nocivos del segundo mundo intermedio han empezado a caer a través de los Molinos de Viento de la Ley.

Lehrmon dejó de caminar y se puso frente a Teyani.

― Entonces, ¡que Nuestro Señor Melquisedec se apiade de nosotros! De aquí en adelante, todo puede suceder increíblemente rápido.

― Lo sé ―Teyani volvió sus ojos hacia los dioses―. A veces, cuando camino por el templo, me encuentro mirando a las maravillas que hemos construido, y a toda la gente que hemos entrenado y a todas las hermosas conexiones que hemos establecido con los dioses, y me pregunto, ¿cuántos años más transcurrirán hasta que todo se derrumbe?

― ¿Te ha contado Woolly sobre el progreso de las piedras del Archivo?

― Ferman de los Genios de los Campos me ha contado que todo el proyecto va por delante de la fecha prevista. Este Woolly, por cierto… cada vez que hablo con uno de sus asistentes, escucho historias sorprendentes. Hablan de él como el más grande hacedor de piedras del reino entero. ¡Pero qué hombre tan difícil de tratar! ¿De verdad tiró un cubo de cieno blanco a la cara del sumo sacerdote de Lasseera?

― Pues…―Lehrmon se rió― supongo que sí. Sí.

Aprovechando la sonrisa esquiva de Teyani, Lehrmon la animó:

― Vamos, debemos olvidar todos nuestros problemas por un momento y celebrar el regreso de Alcibyadi ―pasó su mano acariciando los arbustos que bordeaban el callejón― ¡Mira tus laureles! ¡Están incluso más magníficos que nunca! ―y fingiendo sospecha, añadió―; Teyani, me pregunto qué encantamiento has estado usando en ellos.

La sonrisa de Teyani brilló. Siempre había considerado a Lehrmon como un regalo de los dioses. Un regalo de amor.

Él la tomó del brazo y empezaron a caminar de vuelta hacia la habitación de Alcibyadi.

― Dime qué piensas de esta idea: ¿Y si me llevase a tus Águilas Blancas a una rápida gira por las tirthas con Alcibyadi, cuando se haya recuperado?

― Es probablemente lo que todas necesitan ―Teyani suspiró―. Ligereza y algo de diversión. Un poco de esperanza no nos llevará por mal camino.

Y así termina el Libro del Águila Blanca

9 El libro de Elyani

9.1 Los dioses han lanzado la daiva

Respondiendo a la llamada de los dioses, Mareena de largos cabellos fue a sentarse a la cascada de la Luz y la Vida azul, donde las aves del paraíso, que son tan poco comunes, van a aparearse, y donde los sabios reciben inspiración.

El mundo de los dioses no es un lugar para esperar.

El encuentro fue repentino e irresistible. En una fracción de segundo de Dioses, allí Punto estaban, nobles y gloriosos, tres, y treinta y tres, y trescientos y tres mil trescientos. Su plenitud de Espíritu brillaba relumbrante y el cielo, entusiasmado con su poder inmortal, mientras quedó preñado de relámpagos.

Las aves del paraíso hicieron silencio.

La creación entera sostuvo su aliento.

En un guiñar del tercer ojo, desde su visión omnidireccional del Trueno, los dioses reunidos abarcaban todos los horizontes humanos, pasado, presente y eternidad. Ellos juzgaban y decidían, y su plan era misterioso y formidable, de lejano alcance, pleno de maravillas.

Sonaron trillones de campanas. De este modo giró el huso del destino. Los dioses habían lanzado la daiva.

Entonces, tan repentinamente como sus presencias se habían Punto reunido, se fueron.

Y la creación respiró.

Las aves del paraíso continuaron con su canto.

Mareena de largos cabellos entendió el plan. Vio su sabiduría y lo aprobó.

Pero lloró.

Mirando hacia el cielo, susurró en un suspiro:

“Elyani, niña hermosa, ¿nos perdonarás algún día?”.

9.2. Bienvenido a casa, Guerrero.

Al acercarme a los alrededores del templo de Eisraim, tomé el medallón de piedra blanda en mi mano una vez más, preguntándome si era buena idea usarlo para llamar a Elyani. El deseo de escuchar su voz tomó las proporciones de un picor cósmico. ¿Pero qué le diría? Cuando no has visto a un íntimo amigo durante una semana, fácilmente encuentras todo tipo de pequeñas cosas que decirle. Cuando no lo has visto durante casi dos años, ¿Por dónde empiezas?

Una cara familiar salió a mi vista.

Descubriendo mi cabeza, corrí hacia el sacerdote de la Túnica Rosada y lo saludé:

― ¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, Artold! ¿Cómo estás, mi amigo en la Ley?

Dulce Dragón de las Profundidades, ¡qué bien me sentí al ver a aquel hombre! No había cambiado en absoluto. Y aun así lo encontré maravilloso, vestido con su nueva túnica rosa.

¡Toda la gloria sea para Nuestro Señor Melquisedec! ―respondió Artold. Pero mientras me miraba, parecía perplejo.

Escondí mi cabello detrás de la cabeza con una mano, usando la otra para cubrir mi barba.

― ¡Soy yo, Szar! ¿No me reconoces?

Claramente, no. Sin embargo respondió cortésmente.

Szar, mi amigo en la Ley, estoy muy bien, ¡gracias al Buen Señor Melquisedec! ¿Y usted?

― ¡Fantástico, Artold! Me alegro tanto de verte… ¡no te lo puedes imaginar! Los árboles se ven tan felices en la región de Eisraim.

¿Y cómo están sus padres, Szar?

Al oír como empezaba la conversación pre-grabada, casi me echo a reír. Pero no quería ofenderlo, así que respondí legítimamente.

Creo que están bien, Artold, aunque no he sabido de ellos desde hace algún tiempo. ¿Y cómo están tus padres, amigo mío en la Ley?

Dejé que la conversación siguiera durante un rato y después me fui.

¡Adiós, hombre en la ley!

Mientras miraba como desaparecía el durmiente de la Túnica Rosada entre las nieblas, abrí la boca para beber el aire. En la región de Eisraim el aire era mucho mejor que en otras regiones, sin mencionar la hierba, desde luego, y las flores, la gente. No podía evitar correr con júbilo.

Las nieblas eran bastante densas aquel día. Casi no podía ver más allá de cincuenta legítimos pies. Seguí el camino que discurría entre el Sagrado río Fontelayana y la entrada principal del templo.

Cuando estaba a tan sólo unos minutos de casa, percibí un signo inesperado de la oscuridad visible: una señal de alarma, como si hubiese un peligro acechando. Lo ignoré y seguí corriendo.

Unos segundos después, la misma señal se repitió. Me paré y olfateé el espacio. No había presencia de Nefilim. Pero tres hombres venían hacia mí. Hombres peligrosos que sabían luchar. El olor me indicaba que iban a por mí, preparados para atacar.

No podía creer a los agujeros de mi nariz; “Oh, mi Madre Dragón, ¿qué es esta tontería?

Los hombres estaban cada vez más cerca. De repente, mi instinto de Guerrero tomó el control y me encontré inspeccionando el terreno, buscando líneas de tierra tóxicas y pozos de veneno. Nadie me seguía. El camino estaba despejado si necesitaba retirarme.

Los tres hombres emergieron de las nieblas.

Sellé mi energía y me quedé inmóvil.

No los reconocí. Dos de los hombres eran altos, y se parecían peligrosamente a los cazadores Nefilim. Sin embargo, no mostraban signos de la especia Nefilim ni en su aura ni en su olor.

El hombre del medio era pequeño y completamente calvo. Me gritó:

― ¿Quién eres tú, hombre en la Ley?

― Szar, discípulo del maestro Gervin de la Túnica Marrón. Por favor, comprueben mis símbolos de reconocimiento ―respondí, mientras me daba cuenta de que el hombre bajito no llevaba zapatos.

― Ya hemos comprobado tus símbolos de reconocimiento ―dijo.

― ¿Y entonces? ¿Puedo entrar en el templo?

― ¡De ninguna manera, hombre en la Ley! Hay tres influencias en ti que no concuerdan con nuestros registros de la energía de Szar.

Tras un momento de duda, decidí que lo mejor era llamar a Gervin a través de la oscuridad visible. Pero tan pronto como intenté activar un canal de voz, los tres hombres proyectaron la Voz hacia mí:

― ¡Detente, hombre en la Ley!

Tuve que sellar todavía más mi energía para protegerme del poder que me estaban arrojando.

Uno de los tipos me amenazó:

― Si intentas infiltrarte en el templo a través de la oscuridad visible, no tendremos más remedio que atacarte.

Esto me dejó sin habla.

― ¿Quién te ha enviado, hombre en la Ley? ¿Qué es lo que quieres? ―preguntó el pequeño hombre.

― ¡Hombres en la Ley, esto es ridículo! ¿No podéis llamar a Gervin? ―pregunté.

― Gervin no está ―respondió.

― ¿Podéis llamar a Elyani o Seyani del Águila Blanca?

― Tampoco están.

― ¡Entonces llama a Gana-Gerent!

― ¡Ya está bien, Gana-Gerent murió el año pasado!

¡Así que mi viejo amigo había muerto! Sentí un pinchazo agudo en el corazón. Pero no era el momento de dejar que la tristeza se apoderase de mí. Necesitaba un poco de inspiración práctica, ¡y rápido! Acariciando mi barba, sintonicé con la fuente clara.

― ¿Y Teyani?

― Teyani está en el templo, me comunicaré con ella ahora mismo ―dijo uno de los hombres. Tras unos segundos declaró―: Lo siento, hombre en la Ley, pero Teyani no puede justificar las influencias que hay en ti.

― ¿Y eso qué quiere decir?

― Significa que Szar nunca tuvo el tipo de fuerzas que tú llevas, así que Teyani no cree que tú seas Szar.

― Pero… ¿pero qué queréis que haga entonces? ―pregunté.

― ¡Espera! Teyani viene de camino.

― ¿Puedo sentarme?

― Haz lo que quieras, pero no te acerques al templo ―advirtió el hombrecillo.

Lentamente caminé hacia un lado del camino, encontrando una posición desde la cual tendría mejor control de una línea de pozos de veneno que estaba ubicada entre los tres hombres y yo.

Los hombres caminaron hacia atrás hasta que se desvanecieron entre las nieblas.

Cero pensamientos, solo Dragón, empecé a cantar una canción infantil de mis años de escuela.

“¿Qué hace un loco cuando nace su primer hijo?

El baila y baila.

¿Qué hace un loco cuando nace su segundo hijo?

Él baila y baila.

¿Qué hace un loco cuando nace su tercer hijo?

Él baila y baila…”

La situación era demasiado tensa para bailar, así que sólo moví mi cuerpo un poco, manteniendo la presencia de los tres hombres en mi conciencia periférica. Preparado para activar los pozos de veneno en cualquier segundo.

Pareció tardar una eternidad. Cuando una cuarta presencia se hizo sentir, yo todavía estaba cantando.

“¿Qué hace un loco cuando su mujer se está muriendo?

Él baila y baila”.

Entonces la vi saliendo de las nieblas, escoltada por los tres hombres.

― ¡Teyani! ―llamé. La visión en la entrada de la cueva de Verzazyel permanecía todavía tan vívida en mi mente que casi esperaba ver a una Teyani de diecinueve años embarazada caminando hacia mí.

La Teyani que tenía delante estaba a finales de sus cuarenta. Todavía era hermosa, pero no de la misma manera. Y su caminar era el mismo.

― ¿Szar? ―preguntó vacilante.

No me moví, para evitar provocar una reacción de los tres hombres. Sólo la miré.

Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, Teyani.

Uno de los hombres le advirtió:

― Mejor que se quede donde está, Teyani ―como ella siguió avanzando, él insistió―: ¡Teyani, por favor, no lo haga!

Ella le ignoró y vino justo a mi lado.

― ¡Szar! ¿Qué te ha sucedido?

No supe qué responder. Descansando en el Dragón, seguí mirándola. Los tres hombres aguardaban tras ella, preparados para atacar.

Teyani parecía tan ilegítimamente sorprendida que yo me sentía avergonzado, no sabiendo muy bien qué hacer conmigo mismo. Contemplándome, miró mi mejilla, donde solía tener la gran marca de nacimiento.

Tras un momento, se giró hacia los hombres y dijo:

― ¡Es él, Namron!

El hombrecillo escupió un poco de raíz negra que había estado masticando.

― Y entonces, ¿qué hay de las tres influencias? ―preguntó.

Perpleja, Teyani se volvió a mirarme de nuevo.

― ¡Es agradable estar en casa! ―le susurré. Ella sonrió.

― Namron, es él, definitivamente. Yo personalmente me hago responsable por él. Es Szar de los Maestros del Trueno.

Namron no parecía satisfecho en absoluto. Dijo a sus hombres que permaneciesen donde estaban y caminó hacia mi.

Teyani vio en mis ojos que yo estaba preparado para atacar y quedó desconcertada.

― ¡No! ―puso su mano sobre mi hombro―. Namron es un amigo.

Con los ojos fijos en el hombrecillo, lentamente aflojé los puños.

Namron se paró a diez legítimos pies.

― Escucha, hombre en la Ley, mi función es proteger este lugar. Llevas contigo tres influencias que son tres buenas razones para que me preocupe. ¿Me dirás dónde las adquiriste y que pretendes hacer con ellas?

Pedí ayuda a Teyani.

― No tengo idea de qué está hablando.

Namron frunció el ceño.

― ¿De dónde vienes?

― Vengo del templo de Vulcano y los Hijos del Dragón, en la región de las Tierras Rojas. El Maestro Gervin me envió allí a estudiar.

― ¿Te han iniciado en algo? ―preguntó Namron, sacando más raíz negra de su bolsillo y llenándose su boca con ella.

― Gran Guerrero ―dije asintiendo.

― ¿Gran Guerrero? ―asombrado, Namron escupió la raíz negra antes incluso de empezar a masticarla y selló aún más su energía―. Esto ciertamente cuenta como una de las influencias. ¿Qué hay de las otras dos?

No sabía que decir. El silencio se volvió denso y tenso.

Teyani intervino.

― Szar, ninguna de las personas que estás ansioso por ver están en este momento en Eisraim, pero unos cuantos están visitando tirthas sagradas a tan sólo unas horas de aquí. Te llevaré yo misma. Necesito hablar contigo de todas formas ―se giró hacia Namron―; Para cuando volvamos, no tengo duda de que habremos descubierto cuáles son estas misteriosas influencias.

―Szar, quédate aquí y espérame ―me indicó. Entonces empezó a caminar de vuelta hacia el templo con Namron.

No me moví. Extendí mi percepción para sentir si los tres hombres se estaban alejando. Namron hablaba con Teyani: “Debe ser cautelosa, ¡mi querida amiga en la Ley! Si realmente quiere ir con él, déjeme al menos darle una escolta. Estos Grandes Guerreros son llamados pesadillas negras. Están entrenados para matar. Es lo único que practican, de la mañana a la noche…”

Desconecté mi percepción. No quería escuchar nada más.

Me senté a un lado del camino. Con el antebrazo flexionado, contemplé mi palma izquierda, aflojando y apretando mi puño lentamente, continuando con la rima infantil donde la había dejado,

“¿Qué hace un hombre cuando su caballo se está muriendo?

Él baila, él baila…”

Mirando las ondas de los músculos de mi antebrazo, empecé a recordar a la delicada gente del templo de Eisraim. Yo pensé que eran mis amigos, ¿pero lo serían todavía? Empecé a darme cuenta de que quizá me había vuelto demasiado diferente de ellos. ¿Y si me encontraban desagradable? Me evitarían, me llamarían pesadilla a mis espaldas. Eso si llegaban a admitirme dentro del templo, claro. La idea de ser rechazado por Elyani era demasiado devastadora para considerarla. ¿Y si el Maestro Gervin mismo me condenaba por lo que había hecho?

La injusticia de la situación era abrumadora. Quedarme en Monte Lohrzen me había costado muchísimo. Durante los primeros meses, tuve que sacar todos mis recursos para resistir la tentación de volver corriendo a casa. Y sin embargo, si hubiera dejado a los Hijos del Dragón antes de que me hubiesen empezado a entrenar en la danza negra, esta pesadilla no estaría ocurriendo.

¿Y ahora qué? ¿Habré ido demasiado lejos en el camino del Dragón? ¿Pudiera ser que mi casa ya no fuera Eisraim si no Monte Lohrzen? Pensé en Floster y la fraternal y cálida bienvenida que me daría si volviese al templo de Vulcano.

Un feo pensamiento cruzó mi mente. En esta época del año todavía había muchos peregrinos Nefilim en la región de las Tierras Rojas…

“¿Qué hace un loco cuando su casa se derrite?

Él baila, él baila…”

La necesidad de una danza cósmica brotó de lo más profundo del Dragón.

Extendí mi percepción. Los tres hombres se habían ido. No había nadie a mi alrededor, ni signos de una presencia que se aproximase. Me quité la capa y me levanté.

Cero pensamientos, sólo Dragón, apagué mi mente con la danza.

Bailé como en el sueño de Verzazyel, y el Campo de Estrellas fue mi testigo.

Bailé a las melodías celestiales, convirtiendo las nieblas en nubes de luz.

Bailé con la única compañía que todavía estaba conmigo, mi Madre Dragón.

9.3 Perdido de nuevo

Una señal de alarma. Una presencia se aproximaba. Automáticamente apreté los puños y cambié del estilo de Felicia a los primeros movimientos de la danza negra.

Olfateé el espacio que me rodeaba… Sólo una presencia. No era uno de los Nefilim. Una mujer.

Teyani.

Aflojé los puños y me quedé dracónicamente quieto.

Unos minutos después. La mujer del largo pelo oscuro emergió de las nieblas.

― ¡Así que bailas! ―dijo, con un toque de sorpresa en su voz.

Estaba avergonzado. ¿Durante cuánto tiempo había estado observándome a través de la oscuridad visible?

Llegó hasta mí.

― Te he traído algo de comida. Pero vayamos a otra parte. Este no es un lugar muy agradable ―y miró directamente en la dirección de los pozos de veneno.

¿Podía ver los pozos?

Empezamos a seguir un camino que se alejaba del templo. De repente, la visión de la Teyani de diecinueve años en el templo de Karlinga inundó mi memoria.

Teyani se giró inmediatamente hacia mí, con una mirada curiosa en su semblante.

Me sostuve en la fuente clara y silencié mi mente. Había olvidado que, en la compañía de gente como ella o Gervin, uno debía ser cauteloso con sus propios pensamientos. Así que descansé en mi Madre Dragón y continué caminando. Cero pensamientos, puro Dragón.

― ¿Qué estás haciendo, Szar? ―preguntó Teyani.

― Nada, Teyani ―respondí, sumergiéndome mucho más hondo para hacer mi mente dracónicamente quieta.

― ¡Tengo la sensación de que estás estirando de las cuerdas de un hechizo subterráneo!

― Sólo descanso en las energías profundas de la Tierra para no molestarla con pensamientos inapropiados, Teyani.

― Sí, eso es lo que puedo sentir, música, en lo más profundo de la Tierra. La Naturaleza a nuestro alrededor está cantando ―dijo Teyani deteniéndose.

Perplejo, abandoné mi conexión con el Dragón.

― ¡No, así no! ―dijo sacudiendo la cabeza.

Volví a descansar en mi Madre Dragón.

― ¡Sí! Esto es maravilloso. ¡Me dan ganas de bailar! ―exclamó.

Mi cara se iluminó. ¿Pudiera ser que a Teyani le gustase bailar?

― ¿Aprendiste a hacer esto en el templo de Vulcano?

Asentí.

― ¡Es muy hermoso, Szar! Quiero escuchar todo lo que te ha sucedido allí. Pero sentémonos en algún sitio y almorcemos ―miró a su alrededor― ¿qué árbol elegimos?

― ¿Un castaño? ―dije, recordando la visión.

Teyani frunció el ceño con sorpresa.

Inmediatamente me arrepentí de mis palabras.

― No, creo que no hay ninguno por aquí. ¿Qué tal un roble? ―mientras nos dirigíamos hacia el árbol, reflexioné―; Teyani, las cosas parecen haber cambiado mucho en Eisraim desde que me fui. No solía haber guardianes en las entradas. ¿Qué ha sucedido?

― Nada ha cambiado en Eisraim ―dijo ella.

― Pero nadie me preguntaba nada cuando entraba o salía del templo.

Ella apuntó a una raíz nudosa del roble.

― ¡Siéntate! ―dijo con la autoridad natural de alguien que ha sido un gran maestro durante veinte años―. Namron y sus hombres controlan cuidadosamente a cada persona que entra en el templo. Antes de que te fueras, nunca habían detectado nada peligroso sobre ti, así que no había motivos para detenerte. Los hombres de Namron son muy discretos. Hay muchas personas en el templo que ni siquiera saben que existen.

Me eché las manos a la cabeza.

― Ser peligroso… ―repetí―, eso es exactamente lo que el Maestro Gervin me pidió que consiguiese cuando me envió al sur…

― Bueno, entonces Gervin estará orgulloso de ti ―la ironía la hizo sonreír―. Te has vuelto tan peligroso, ¡que nuestros agentes de seguridad dudan antes de dejarte entrar en el templo!

No entendí si esto me debía resultar gracioso.

― ¡Anímate,hombre en la Ley! ―dijo infundiendo en mi interior una luz poderosa―. Todo será pronto aclarado. Y esta noche estaremos con Lehrmon, Elyani, Alcibyadi y mis otras sacerdotisas del Águila Blanca. He hablado con ellos a través de la oscuridad visible. Todos están muy ansiosos por verte.

¡Elyani! Tres horas antes me hubiera sentido extasiado. Ahora, todo lo que podía pensar era: “¿Y si ella odia en lo que me he convertido?

Teyani sintió la ola de angustia y tomó mi mano.

― Szar, ¿qué te sucede?

― ¿Hay algo malo en mi energía, Teyani? Estas tres influencias que preocupan a Namron… ¡Ni siquiera sé qué son!

Teyani se quedó inmóvil cual roca. Durante un momento era igual que cuando estaba en el templo de Karlinga, justo antes de pulverizar el trozo de plass que estaba sobre las piernas de Adya. Habló con voz solemne:

― Szar, estoy profundamente agradecida por lo que has hecho. Te doy mi palabra, ¡descubriremos qué es todo esto!

¡Teyani del Águila Blanca me daba las gracias! Esto era casi tan confortante como una palmada en el hombro del Maestro Gervin. Pero era su especial calidez lo que me conmovió.

El vuelo del Águila.

En ese momento, al fin, pude formular la pregunta que quemaba en mi interior.

― Teyani, ¿podría decirme qué han hecho con el alma de Vivyani?

Teyani se quedó sorprendida.

― ¿Vivyani?

― ¿No encontraron su alma después de que yo la dejara en la caverna azul bajo el templo de Eisraim?

― Szar ―dijo tras un momento de duda―, no encontramos a Vivyani. Fue Alcibyadi a quien recogimos.

Sus palabras sonaron como relámpagos.

¡Así que este era el significado de la visión enviada por Verzazyel el Vigilante! Este era el motivo por el cual cuando pregunté cómo fue recibida el alma de Vivyani, me fue mostrada una historia que tenía que ver con el nacimiento de Alcibyadi.

Vivyani todavía estaba perdida en las cavernas de la enfermedad.

Me levanté de un salto, colocando mis dos manos en una rama. Con los dientes apretados, inhalé profundamente produciendo un silbido y contuve mi aliento.

Teyani se levantó y se acercó:

― Szar, no lo entiendo. ¿Pensaste que era Vivyani?

Podía haber gritado hasta que las profundidades de las cavernas de la enfermedad se alzasen y entregasen su clamorosa agonía a los dioses en lo más alto.

No quedaba nada más que el Dragón de las Profundidades.

― ¡Aquí está la música de nuevo! ―la sencilla maravilla que mostraba la voz de Teyani me alcanzó.

― ¡No puedo creer que haya hecho esto! Teyani… aquella noche el Águila estuvo conmigo. ¡Sabía que tenía el poder de encontrar el alma de Vivyani! Si no hubiera sido un completo durmiente, habría reconocido que el alma que recogí en las cavernas de la enfermedad no era su alma. Todo lo que tenía que hacer era descender por segunda vez…

― ¿Todo lo que tenías que hacer era descender por segunda vez? ―repitió Teyani, asombrada por cuán fácil me parecía descender al Inframundo―. Szar, ¿sabes… ―Teyani vaciló― quién es Alcibyadi?

Respondí asintiendo con la cabeza, sin saber si hacer mención de la visión.

Teyani podía adivinar que algo pasaba. Sumergió su mirada de maga en mi interior durante un momento.

― No quieres comida, ¿verdad?

Negué con la cabeza.

― ¡Pues bien! ―recogió sus bolsas y me cogió del brazo―. Caminemos, mi amigo en la Ley. Quiero que me cuentes todas las cosas que te han sucedido, desde el mismo momento en que dejaste el templo de Eisraim. ¡Todo!

Y mientras comenzaba a hablar, Teyani sintonizó con la Luz del Águila Blanca y su Luz brilló sobre mí.

9.4 Ella Dragón, guardiana de los antiguos tesoros de la Tierra

Las nieblas ardían con la luz del atardecer cuando Teyani y yo llegamos al lago tirtha, donde debíamos encontrarnos con Lehrmon y las Águilas Blancas.

No había nadie.

Paradójicamente, me sentí bastante aliviado. Me estaba sintiendo más y más inquieto ante la perspectiva de ver a Elyani.

Teyani llamó a Lehrmon a través de un canal de voz de la oscuridad visible. Dejando caer las bolsas, fui a mostrar mis respetos al lago. Suave y sereno se extendía tan lejos como uno podía vislumbrar entre las nieblas. Ni un solo murmullo rompía el silencio que descendía con el atardecer. Cantando unos versos de la Ley, bebí ritualmente unos sorbos de agua.

Cuando Teyani se acercó, me contó que nuestros amigos todavía estaban de camino. Saludando legítimamente al lago tirtha, lo bendijo casi en el umbral de la Voz. Las palabras eran simples, la Voz era profunda. Fascinado, observé sus lentos movimientos. La naturaleza cantaba a través de la armonía de sus gestos.

Cuando terminó, se sentó y contempló el difuso tono rojizo de las nieblas reflejado en el agua.

Me acerqué a ella.

― Madre Teyani, que Nuestro Señor Melquisedec le agradezca la Luz que ha estado procurándome durante este día. Me siento mucho más aliviado.

― No me lo agradezcas, ¡agradéceselo al Águila Blanca! ―la calidez de su voz me trajo recuerdos de Elyani, cuidándome tras mi regreso de las cavernas de la enfermedad.

Elyani… saber que podría llegar en cualquier momento era a la vez maravilloso y aterrador. Descansando en mi Madre Dragón, mantenía la ansiedad a raya.

― ¡Puedo sentir la música en la Tierra de nuevo! ―con un gesto de la mano, Teyani me invitó a sentarme junto a ella―. ¿Qué te preocupa?

Tragué saliva. Esta mujer podía leer mis pensamientos incluso cuando no estaba pensando.

― Teyani, ¿tiene idea de cuáles son las tres influencias?

― Sí, creo que sí. Por lo que he visto cuando me hablabas esta tarde, puedo confirmar lo que Namron detectó. Una de las tres influencias está conectada con lo más profundo de la Tierra. Debe ser el poder del Dragón que los Grandes Guerreros han despertado en ti. La segunda influencia es extraordinariamente fiera. Está almacenada en la placa de oricalco que llevas colgada alrededor de tu cuello. ¿Es la joya que usaba Lohrzen?

Yo asentí.

― ¡Fuego como en los volcanes gigantes de los Días Antiguos de la Tierra!

Esto cuadraba con la imagen que yo tenía de Lohrzen.

― ¿Y qué hay de la tercera influencia?

― La tercera es incluso más curiosa que las otras dos ―Teyani miró hacia el lago.

Esperé su veredicto.

― Tiene que ver con los centros de energía sobre tu cabeza, y los poderes de los Dragones Voladores. Presumo que has recibido fuerzas cuando estabas en la cripta de la iniciación donde encontraste a la sacerdotisa Nefilim.

― La cueva del Vigilante era un gran enigma. No podía sentir nada mientras estaba allí, ninguna fuerza, ninguna presencia. Y sin embargo me mantuvo soñando durante una semana entera.

¡Y qué sueño! Mucho más real que la realidad.

― Algunos de estos poderes pueden confundir mucho. De todas formas, ahora entiendo por qué asustaste a Namron como si estuviera en el Inframundo.

Volví a tragar saliva.

― ¿Es muy malo?

― No, no es malo, sólo… ¡intenso!

― ¿Cree que Namron me dejará entrar la próxima vez? ―pregunté algo tímidamente.

Teyani se echó a reír.

― ¡Por supuesto que te dejará entrar! Hombre en la Ley, ¡Namron te va a amar! Durante años le he oído quejarse sobre la poca gente que tenemos para defender el templo, si necesitamos hacerlo. No le doy ni dos semanas antes de que intente enrolarte en sus tropas.

Todavía dudaba si mencionar o no la visión.

― Teyani… ―empecé a decir vacilante.

― ¡Szar! ―se giró para mirarme. Pero sus ojos fueron directos al medallón de piedra blanda que rodeaba mi cuello. Se había salido de mi camisa cuando me incliné para beber del lago―. ¡Oh, mi Señor Melquisedec! ¿Te das cuenta de lo que llevas encima?

Asentí, quitándome el colgante del cuello y poniéndolo en sus manos.

― Un regalo para Elyani.

― ¡Vuf! (Un sofisticado solido atlante, difícil de poner en fonemas españoles. Otras posibles transliteraciones serían: Fuf! Fouf! Fuauf! Shuuf! Esta única y vibrante interjección ritual estaba a medio camino entre la palabra hablada y un suspiro, teñido de los tonos bajos del umbral cercano a la Voz, rico en el gozo y entusiasmo del linaje del Águila Blanca). ―Sus dedos apreciaron el medallón mientras lo contemplaba―. ¡Esto no tiene precio! Sólo las princesas llevan joyas como ésta.

― Los Nefilim son grandes expertos en estas piedras blandas. Esta viene de uno de sus templos en el norte, en la región de las Montañas Nevadas.

― ¿Cómo te hiciste con tal joya? ―preguntó.

― Alguien me la dio.

― Alguien ―Teyani tenía una mirada curiosa mientras volvía a poner el medallón alrededor de mi cuello.

Podía haber evitado ruborizarme descansando en el Dragón, pero, de todas formas, ella hubiera escuchado la música, así que me ruboricé.

Teyani se volvió gentilmente hacia el lago.

― ¡Gervin fue tan sabio enviándote al templo de Vulcano!

Su comentario no me sorprendió en absoluto, pero aun así me preguntaba qué estaba viendo.

Ella se anticipó a mi pregunta.

― Szar, cuéntame otra vez, cuando escucho esta música en la Tierra, ¿qué haces exactamente?

― Descanso en la jubilosa energía de mi Madre Dragón.

Teyani se levantó.

― ¿Lo harías para mí?

Me puse en pie y vrufueé unas pocas ondas desde las profundidades de Ella Dragón.

Lentamente, Teyani empezó a moverse, como si fuese a bailar con las ondas vrufeantes.

― ¡Esto es magnífico! ¿Te das cuenta de lo que significa?

No tenía ni idea. Empecé a moverme lentamente como aprendí en el sueño del baile.

― Szar ―dijo, imitando parcialmente mis movimientos―, estas fuerzas del Dragón hacen que la Tierra cante como solía hacer en los Días Antiguos, mucho antes del nacimiento del reino. ¡Las repercusiones son enormes!

Todavía estaba desconcertado.

― ¡Sígueme! ―la gran maestra se encaminó entre los árboles hasta que encontró una pequeña planta cuyas flores todavía no habían florecido. Se arrodilló en el suelo y observó los capullos. Usando una frecuencia muy suave de la Voz, proyecto un largo “buuuu” en los capullos.

Permanecí inmóvil, admirando la armonía musical de su Voz.

― Ahora, llama a la música ―ordenó.

Empecé a realizar unos lentos movimientos de la danza, descansando en mi Madre Dragón.

― ¡Más profundamente!

Alabé a Ella-Serpiente, la guardiana de los Hornos de la Fatalidad.

― ¡Bien! ―Teyani se giró otra vez hacia la planta y proyectó de nuevo con la voz otro “buuu”.

Esta vez, algo asombroso tuvo lugar. Tras haber proyectado la Voz durante medio minuto más o menos, tres capullos empezaron a abrirse. Teyani continuó modelando el sonido de la Voz con suaves y amorosos impulsos.

Mientras el sonido “buuu” continuaba, las flores seguían abriéndose.

Tras dos o tres minutos, tres pequeñas flores amarillas habían florecido.

Teyani se quedó silenciosa. Gentilmente sopló sobre las flores.

Con los ojos fijos en los pétalos amarillos, olvidé mi danza.

Ella recogió una de las flores, la puso en su pelo y se levantó.

― En los Días Antiguos de la Tierra solían pasar cosas como esta todo el tiempo. La Naturaleza estaba animada por energías que ahora han desaparecido por completo, ocultas en lo más profundo de la Tierra ―ella empezó a caminar de vuelta hacia el lago―. ¿Sabes qué son los elementales?

Seguí sus pasos.

― ¿Pequeños seres como gnomos, salamandras y otros espíritus de la naturaleza?

― Sí, pero hay muchos más ―dijo―. En realidad, hay elementales tras cada cosa que se puede ver en la Tierra: el agua de los lagos y los mares, el aire que respiras, el fuego, los vientos, las nieblas, el sustrato, la hierba, las hierbas preciosas y los árboles, las rocas, las montañas. Naturalmente, los elementales que sostienen las aguas de un río son muy diferentes de los que se encuentras en el mar, y los elementales que vienen a través de los vientos del norte se sienten muy diferente de aquellos que acompañan los vientos del desierto del sur. También están los seres elementales que gobiernan el regreso de la primavera, y otros a cargo de la nieve y las heladas matutinas. Hay seres elementales en tus músculos y en tu cerebro. El calor de tu cuerpo está ligado a elementales particulares y también el rojo de tu sangre, la fuerza de tu pelo y la vitalidad de tu carne.

Cogió una de sus bolsas y me invitó a sentarme con ella, cerca del agua. Abriendo la bolsa, sacó dos grandes peras de la Ley y empezó a soplar suavemente sobre ellas. Volutas de brillante niebla color blanco plateado salieron de su boca y envolvieron las frutas. Puso una de ellas en mi mano y mordió la otra. Mientras yo contemplaba sorprendido mi pera, ella continuó:

― Incluso el aire que respiras contiene elementales, y no son los mismos seres si estás contento que si estás triste, enfadado o inspirado por los dioses.

Fascinado, observé cómo se disipaba lentamente la brillante niebla.

― ¡Cómela! ―ordenó Teyani.

Conteniendo mi impulso de descansar en el Dragón, mordí y tragué inmediatamente.

― ¡Qué sabor tan puro! ―exclamé con sorpresa.

― En los Días Antiguos de la Tierra, antes de la creación del reino de la Atlántida, todos los frutos sabían de esta forma. Y había música en todas partes de la naturaleza. Cada hoja de cada árbol cantaba, formando un inmenso coro.

― ¿Era por los elementales? ―pregunté, con la boca llena de la suculencia de la pera.

― Los elementales estaban repletos de Luz y Espíritu proveniente de las más altas esferas ―dijo Teyani asintiendo.

― ¿Eran aquellos elementales diferentes de los que existen hoy en el reino?

― No, eran los mismos. Pero en los Días Antiguos brillaban con la sabiduría que recibían a través de la Luz. Los hacía muy inteligentes. Podían hacer todo tipo de cosas extraordinarias. Los árboles hablaban mucho, especialmente los grandes. Y si eras agradable con ellos, te contaban cuál de sus frutos era el mejor y te lo daban.

Teyani tomó otras dos peras de la Ley de su bolsa y volvió a soplar sobre ellas. Cuando vi la brillante y plateada niebla de energía, me entraron ganas de reír de gozo. Me dio una de las peras, esta vez comí sin vacilar.

― ¡Era todo tan hermoso, Szar! Había Luz, amor y música en todas las cosas. El tiempo era siempre bueno. Nadie sentía dolor ni hambre. No había necesidad de cosechar, pues había frutos por todas partes y tenían muchos más nutrientes que los que tenemos ahora en el reino. Sólo tenías que comer uno o dos y te sentías satisfecho para todo el día, y no existían las indigestiones. ¡Y podías hablar con los animales! Entendían muy bien qué querías decir y cuando les preguntabas te daban respuestas sorprendentemente sabias.

Terminé mi fruta. Teyani cogió dos peras más de su bolsa, volvió a hacer el truco de soplar y, esta vez, puso ambas peras en mis manos.

― Y el viento, Szar ―su voz respiraba la magia que estaba describiendo―. Yo amaba el viento, era tan bueno conmigo. Venía allí donde yo iba, y siempre me susurraba halagos…

Aproveché su pausa.

― ¿Eran todos grandes magos como usted?

La risa de Teyani resonó como campanas hechizadas.

― No, ¡para nada! Casi todos eran dichosos durmientes con los ojos abiertos. Se comportaban de un modo sabio, pero esto era porque la sabiduría permeaba todas las cosas. Verdaderamente, tenían muy poca o ninguna sabiduría propia. Nunca estaban tristes, sus corazones siempre se sentían abrigados. Pero esto era porque había gozo y cualidades del corazón en el aire. Se deslizaban sin cuidado a través de las delicias del mundo, sin darse siquiera cuenta de cuán especial y hermoso era todo. Pensaban que duraría por siempre, si es que pensaban. Qué poco sabían.

Y mientras descendía una gran quietud, mordí una de las peras, todavía reluciente de luz plateada, y me atreví a preguntar:

― ¿Me contará la razón por la que piensa que Gervin me envió al Templo del Dragón?

― Como seguro ya habrás oído, grandes nubes de oscuridad azotan el reino. Los campos energéticos se deterioran rápidamente. ¿Entiendes qué son los campos?

― No mucho.

― Gervin y Lehrmon son grandes genios de los campos. No tengo duda de que te enseñarán. Los campos son fuentes de poder astral que todo el mundo usa para los canales de voz y para miles de otras cosas. Pero en las últimas décadas, se han incrementado los problemas con los campos. No funcionan tan bien como solían hacerlo y están enfermando a la naturaleza. La capa elemental se está transformando en un ilegítimo lío. Todos los pequeños seres de la naturaleza están enloqueciendo. Lo que sea que estamos haciendo con los campos les molesta muchísimo. Este es el motivo por el cual aves excepcionales están desapareciendo, y también un gran número de hierbas preciosas. Más y más plagas están destruyendo nuestras cosechas, y nuevas enfermedades aparecen cada año, un tipo de enfermedades que los himnos de la Ley son incapaces de sanar.

― ¿Cree que el Maestro Gervin intenta restaurar el equilibro de la naturaleza? ―pregunté. Teyani se echó a reír.

― ¡Alabado seas, mi gran amigo en la Ley, por la fe que tienes en tu maestro. Pero lo que pides de Gervin, ¡es más de lo que los mismos dioses son capaces de hacer! Un solo hombre, incluso si es el maestro Gervin, no será nunca capaz de corregir los pecados del reino entero.

Había llegado la noche. Teyani sintonizó con la energía del agua. Yo sintonizaba con su Luz.

― En nuestro trabajo en el templo ―continuó tras concentrarse en silencio―, nos estamos encontrando cada vez más con grandes escollos debido a que la capa elemental se está convirtiendo en un caos nocivo. Un gran número de prácticas que en el pasado solían ser simples y legítimamente sencillas se están convirtiendo en absolutas pesadillas. Si hubiera una oportunidad de que tu magnifico Dragón pudiera ayudarnos, todos le estaríamos tremendamente agradecidos.

― Magnífica ―corregí― El Dragón de las Profundidades es femenina.

― ¡Qué interesante! ―pensativa, Teyani añadió―. Creo que puedo identificarme con esto. ¿Qué más me puedes decir de Ella Dragón?

Descansé en mi Madre, esta vez para buscar inspiración.

― Siempre puedo contar con su apoyo. Nunca me abandona, incluso cuando hago cosas estúpidas. Es mi gozo. La gente no tiene ni idea de cuán bella es. Piensan que es fiera y terrible. Y a veces ella parece ser así, especialmente al principio, pero en realidad, es puro éxtasis. Un éxtasis tan intenso que aquellos que no están preparados para recibirlo se queman. Pero Ella Dragón de las Profundidades habla suave y cariñosamente a aquellos que la conocen y la aman. Su Voz, que es el Trueno de la Tierra, es la fuerza más magnifica que haya contemplado nunca. Pero uno debe descender a lo más profundo del interior de la Tierra para escuchar sus melodías.

Teyani estaba atrayendo cada vez más Luz del Águila sobre nosotros. Un sutil viento de entusiasmo flotaba en el aire y ella entendió lo que yo intentaba transmitir.

Llevado por una onda vrufeante, salté sobre mis pies.

― Teyani, me gustaría mostrarle algo si puedo.

Teyani se levantó.

― ¡Muéstramelo!

La luna todavía no había salido.

― Tendremos que caminar en la oscuridad, si no le importa ―dije. Sonó su risa.

― Oh, Gran Guerrero, Teyani no tiene miedo de la oscuridad ―y tomando mi brazo, se dejó guiar.

― Lo que le quiero mostrar se llama puerta de Dragón ―expliqué mientras andábamos―, puedo sentir una al otro lado del lago.

― ¿Qué es una puerta de Dragón? ―preguntó curiosa.

― Una entrada especial que nos conduce a los Inframundos. Normalmente, aquellos que no han muerto en el Dragón no las pueden ver. Pero con usted…

Ella rió entre dientes.

― ¿Me vas a poner a prueba, Gran Guerrero?

Yo tragué saliva.

― ¡En absoluto, Teyani!

Al aproximarnos a la puerta dije:

― ¡Aquí! Justo delante de nosotros.

― Sí ―dijo ella―. Conozco esta sensación muy bien. ¿Cómo percibes tú la puerta, Szar?

― Como una brisa ascendente. La gozosa brisa de mi Madre Dragón. Y hay una fragancia particular, por la cual las puertas pueden ser detectadas a distancia. ¿Puede olerla?

― No ―dijo ella tras un cuidadoso olfateo―. Para mí, esta puerta es una energía telúrica particular que reconozco por su sensación amistosa y sonido melodioso. Uno de varios tipos de pozos a través del cual las energías del interior de la Tierra llegan a la superficie.

― ¡Un pozo de energía! ―exclamé―. Es exactamente como lo siento yo.

― Pero no todos los pozos de energía son como este ―añadió.

Deambulé lentamente, preguntándome que podrían ser los otros pozos.

― Justo debajo de nosotros ―dije―, se encuentra la gloria completa de los Inframundos. Nada parecido a las cavernas de la enfermedad y todos esos lugares infernales que vi en mi primer descenso. Las puertas de Dragón conducen a inmensas cavernas y espacios que son tan magníficos que no hay palabras para describirlos. Estos son los dominios de mi Madre Dragón. Cuanto más profundo vas, más asombroso es.

― ¡Qué tentador! ―Teyani habló desde las alturas de la Luz del Águila― ¿Cuánto tiempo te llevó cuando descendiste y rescataste a Alcibyadi?

― Quizá… treinta legítimos minutos.

― ¡Treinta minutos! ―Teyani estaba mucho más que desconcertada. Sintonizó con la puerta y sintió su energía durante un rato.

La mano de esta mujer sabía muy bien cómo acariciar la brisa. Cuidadosamente observé con mi tercer ojo su energía, preguntándome si debería intentar descender con ella.

Demasiado peligroso.

Más tarde caminamos de vuelta a donde habíamos dejado nuestras bolsas. Encontramos una casa-árbol para dormir. Siempre había muchas alrededor de las tirthas. Tras agradecer de todo corazón, regresé a la puerta para regalarme a su brisa durante la noche.

Tejí un campo de protección en torno al lago. Por si acaso. “¿Innecesario? ¡Qué más da!”

Nunca menosprecies al enemigo, ¡especialmente cuando no lo conoces!

9.5 La puerta de la reunión

En mitad de la noche, una señal de alarma me despertó, proveniente de los faros astrales del campo de protección.

Una presencia se aproximaba al lago.

Automáticamente apreté mis puños y salté, iniciando los movimientos de la danza negra, olfateando el espacio.

Sólo una presencia. No era uno de los Nefilim. No era de una casta de guerreros. Una mujer.

“Madre Dragón, apiádate de mí!”

Elyani se acercaba.

Dejé caer mi camuflaje astral para permitirle sentir mi presencia en la oscuridad visible.

Me sintió inmediatamente. A través del espacio me llamó:

― ¿Szar?

― ¡Aquí, Elyani!

Sólo faltaban dos días para la luna llena y todo estaba completamente oscuro, a pesar de ser tarde en la noche. Extraje algo de energía de la brisa de la puerta y creé un tenue brillo verdoso en el espacio, un truco de Guerrero para ayudar a las presencias amistosas a encontrar su camino.

Rápidamente até mi pelo hacia atrás y lo oculté dentro de mi camisa negra, agradeciendo a la Madre de la Noche Sin Fin por permitir que me escondiese en su oscuridad.

No tomó mucho tiempo antes de que escuchase la dulce voz llamar de nuevo:

― ¿Szar?

Extinguí el brillo verdoso con un gesto de la mano y me sostuve en el Dragón. ¡Qué ridículo! Preparándome como para encontrarme con un trío de Cazadores Nefilim.

― ¡Estoy aquí, Elyani! ―dije, invocando la ayuda de la Gran Dragón.

Escuché sus pasos. Caminaba lentamente, muy lentamente hacia mí.

Ella estaba aquí.

― ¿Szar? ―su voz sonaba insegura.

― Soy yo… ―fue todo lo que pude responder.

Se detuvo justo frente a mí y permaneció inmóvil. Sabía que tenía sus ojos cerrados.

Cerré los míos. Cero pensamientos, sólo Dragón, valientemente extendí mi mano para tocar la suya.

Ella tocó ligeramente mi cara con sus dedos.

Oh, Señor, había olvidado lo suave que era. Intenté decírselo, pero me atraganté.

― ¿Va algo mal? ―preguntó.

― Elyani… Tengo un poco de miedo.

― ¿Miedo? ―dijo en voz baja.

― Mi apariencia ha cambiado, Elyani. No estoy seguro de cómo reaccionarás cuando me veas.

― El Águila Blanca me dijo que debía venir a ti durante la noche.

¿Qué haría yo sin el Águila Blanca?

― ¿Y en tu interior, has cambiado? ―preguntó.

― Ha sido un largo viaje ―contuve mi aliento.

Ella retiró su mano.

― No, ¡por favor! ―tomé su mano y la puse de vuelta en mi mejilla― ¡Te he echado tanto de menos!

Me pregunté si estaba llorando. Toqué su mejilla. Lloraba.

Su mano se detuvo en mi barba, después siguió lentamente por mi cuello, se deslizó bajo mi capa y se movió sobre la camisa de Guerrero, explorando mi pecho, mi hombro.

Me hacía sentir tan bien como Ella Dragón de las Profundidades. Pensé en decírselo, pero no estaba seguro de que fuera a entender lo que quería decir.

― Estaba tan preocupada cuando ibas a morir ―susurró.

― ¡Lo hice! ―respondí. Corregí inmediatamente―. Quiero decir… unas cuantas veces. Es decir, no morí ―busqué las palabras, sintonizando con las alturas de la fuente clara.

No vinieron las palabras, pero encontré un hilo a su corazón.

Simple, silencioso, ligero.

Tomé sus manos con fuerza, no demasiada, y empecé a girar en torno a ella, despacio.

― ¿Eras tú el hombre que Alcibyadi vio bailando? ―ella giró conmigo, despacio.

― Podría ser. Cuando la traje de vuelta de los Inframundos, me encontré justo debajo del templo de Eisraim. Me preguntaba dónde estarías en ese momento. Y me pregunté cómo sería bailar contigo.

― ¿Te enfermaste tras descender para rescatarla?

― No, ya no me enfermo cuando desciendo. Elyani, los Inframundos no son para nada lo que la gente piensa. Son magníficos.

― ¿Bajaste más de una vez? ―dijo dudosa.

― Docenas de veces. Cuando sabes cómo, es tan fácil como viajar por las esferas. Sorprendentemente hermoso, Elyani.

Mis lentas vueltas a su alrededor me habían llevado justo encima de la puerta. Todavía sujetando sus manos firmemente, me detuve, dejando que la suave brisa ascendente calentara el espacio de nuestra cercanía.

― ¡Oh! ―exclamó― ¿qué es eso?

Dejé caer sus manos y salté de la puerta, preocupado por si la brisa la hubiese herido.

― ¿Estás bien?

― ¡Fantásticamente! ¡Puedo escuchar música en todas partes!

― ¿Música? ―repetí, curioso, descansando en el silencio inconmensurable de mi Madre.

Ella tomó mis manos de nuevo y se acercó, con su pecho casi tocando el mío.

― ¿Te dan ganas de bailar?

― ¡Hasta el fin de los tiempos!

― ¡Me dan ganas de reír! ―dijo ella.

Fui de puntillas de nuevo hasta la puerta.

― ¡Oh! ―dijo maravillada― ¡La música!

Sobre la puerta, empecé a girar lentamente, haciendo que ella girase a mi alrededor.

Ella se echó a reír, con una risa fresca.

Que volemos juntos.

― ¡Vuf! ¿De dónde viene toda esa música! ―ella siguió riendo, como si estuviera probando el éxtasis de mi madre― ¿Qué me estás haciendo, Szar?

La hice girar todavía más rápido a mi alrededor. Hizo que su energía estallase en una gran llama de luz blanca.

Recordando cómo me sentí tras mi primera danza de Dragón, la alejé unos pocos legítimos pies de la puerta.

― Si haces demasiado la primera vez, cuando te levantes por la mañana, tu cabeza parecerá tan grande como una calabaza.

Ella acercó su cálido cuerpo hacia mí. Poniendo su voz más dulce, dijo:

― ¿Así que esto es lo que hacías mientras yo me consumía de ansiedad por ti?

Me senté en el suelo.

― ¡No! También he aprendido las más increíbles recetas de cocina.

Transportada por el ímpetu de las melodías musicales, Elyani completó un lento giro a mi alrededor, tocando ligeramente mis hombros.

― ¿Y qué más has aprendido?

No dije nada, preguntándome qué estarían haciendo en ese preciso momento Marek y sus hombres.

Ella se sentó a mi lado.

― Tras pasar el día contigo, Teyani me dijo que ya nunca podría llamarte mi pollito marrón nunca más. ¿Es verdad?

― No, no es verdad. ¿Cuándo has hablado con ella?

― Hace unas horas, mientras venía de camino ―dijo.

― Debes estar legítimamente cansada de tanto caminar.

― ¡Exhausta! ―dijo―. Caminamos toda la mañana y, a la hora de comer, Teyani nos llamó por el canal de voz y continuamos toda la tarde para poder encontrarte. Los otros pararon al caer la noche. Yo continué hasta que te encontré.

El vuelo del Águila.

Me había tocado la fibra más profunda. Intenté decírselo. Cuando abrí la boca, lo único que salió fue:

― ¿Necesitas descansar?

― Dormiré mañana, cuando lleguen ellos.

― ¿Cómo es Alcibyadi? ―pregunté.

― Ella es hermosa. No puede esperar para conocerte, habla de ti todo el tiempo. ¿Sabes quién es? ―preguntó Elyani.

― Lo sé, lo sé… la hija de Teyani.

― ¿Te lo dijo Teyani?

― No, lo supe a través de una visión enviada por un ángel.

Armonías. Él viajó.

Vacilante, ella preguntó:

― ¿Me contarás todo lo que te ha sucedido mientras has estado fuera?

― Mis recuerdos son todo tuyos, Águila Blanca. Sólo tienes que preguntar ―tomé su mano.

Ella la apretó con fuerza.

Un susurro en el espacio, lejos.

― ¿Podemos empezar con la visión? ―preguntó.

Lejos, muy lejos.

― Estaba sentado en un cañón, bajo la luna llena, en el sur de la región de las Tierras Rojas ―empecé mi historia, dejando que las impresiones subjetivas y las imágenes fluyesen hacia su cuerpo de energía. Ella bebió mis palabras, dejándose transportar a la aguda sequedad de las Tierras Rojas.

Cuando terminé de narrar la visión de Teyani embarazada con diecinueve años, todavía no había luz de luna.

― Hasta ayer ―concluí― todavía pensaba que el alma que había rescatado era Vivyani. Sólo cuando hablé con Teyani me di cuenta de lo que había sucedido.

No había mucho más que pudiera ser dicho. La inmensa suavidad del Águila brilló a través de ella.

― ¿Y qué pasó con Adya? ―pregunté― ¿Has oído alguna vez su nombre?

― Si he oído alguna vez su nombre… ―respiró profundamente― Adya era mi madre.

Adya, ¿la madre de Elyani?

Sorprendido más allá de la Ley, estaba yo.

Mirando hacia atrás, Adya tenía ciertamente el mismo pelo rizado, los mismos ojos marrones.

Mientras intentaba unir todos los hechos, la curiosidad que sentí fuera de la cueva de Verzazyel, se encendió de nuevo.

― ¡Así que Adya no murió en la cárcel! ―exclamé― ¿Pero cómo se las arregló Teyani para rescatarla a tiempo? Las Vestiduras Negras estaban a punto de golpearla hasta morir.

Elyani no respondió. Me di cuenta de que estaba teniendo tanto tacto como un toro embravecido. Recordando que una vez me riñó por preguntar sobre su padre, me senté frente a ella y tomé sus manos.

― Lo siento, nunca más lo mencionaré.

― No, no digas eso ―había una inmensa suavidad en su voz―. Quiero que lo sepas. La golpearon, pero sobrevivió. Es una historia muy hermosa, pero antes de poder contártela, necesito pedir permiso a alguien.

― No es necesario ―intenté ofrecerle toda la dulzura de mi Madre Dragón.

― Pero yo quiero ―insistió.

Sostuve sus delicadas manos, impresionado por la fuerza que había tras sus palabras, una fuerza de un tipo al que yo no estaba acostumbrado. Era inmensa, respiraba, era ligera.

Cuando el silencio está lleno, no hay necesidad de palabras.

Un susurro esquivo. Azul profundo.

El canto de una alondra a lo lejos llamó mi atención.

― Tu cuerpo tiembla de cansancio. ¿Y si duermes una hora o dos? ―dije, en parte porque estaba exhausta, en parte porque podía sentir en camino los primeros rayos del amanecer.

― ¡No quiero dormir!

La rodeé con mis brazos y la acerqué gentilmente hacia mí, haciendo que descansara en mi regazo. La abracé para hacer que entrase en calor y acaricié su cabello.

― No tienes que dormir. Sólo cierra tus ojos un minuto.

Ella se arrebujó en mi capa marrón.

No pasó mucho tiempo antes de que pudiera darme cuenta por su respiración que se había dormido. “Tan pronto como se despierte tengo que decirle que la quiero”, pensé.

¿Qué hace un Gran Guerrero cuando está a punto de explotar de gozo? Se vuelve hacia su Madre Dragón y alaba su gloria.

“Oh, sabia Ella Serpiente, más profunda que el abismo, qué maravillosa creación has revelado para tus hijos. Alabada seas…”

Fui interrumpido por una presencia que se aproximaba. Teyani, regresando de sus viajes astrales nocturnos a través de las esferas, se acercaba en la oscuridad visible.

“¡Oh, mi Señor Melquisedec!” Aquí estaba yo, descubierto por la gran maestra del Águila Blanca, con una de sus sacerdotisas durmiendo entre mis brazos. Sólo pensamientos, cero Dragón, me pregunté ansiosamente si estaba rompiendo la Ley. ¿Qué iba a decir a Teyani?

Llegó tan rápido que no pude preparar mi defensa.

Se detuvo justo delante de nosotros, derecha, brillando la Luz del Águila, y me habló a través de la oscuridad visible.

¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, Szar!

¡Toda….toda la gloria sea para Nuestro Señor Melquisedec,Teyani! ―respondí a través del mismo canal de voz.

Ella vibraba con la ternura de una madre contemplando dormir a sus niños.

― Elyani te quiere mucho, lo sabes.

“Hum…” ¿Dónde estaba la fuente clara?

― Szar, he venido a pedirte un favor ―dijo.

― Pues… ¡legítimamente por supuesto, Teyani!

― Quiero que me muestres cómo desciendes a los Inframundos. ¿Puedes llevarme a través de la puerta de Dragón?

Yo estaba ausente.

― ¿No hay una puerta justo a unos pocos legítimos metros de aquí? ―preguntó Teyani pacientemente.

― ¡Sí, desde luego! ―sintonicé con la jubilosa brisa.

― ¡Ah! ―Teyani relució― aquí está la música de nuevo.

― Descender es realmente muy simple ―dije―. Todo lo que tengo que hacer es dejarme caer, deslizándome a través de la brisa.

― ¿Puedes hacerlo sin despertar a Elyani? ―preguntó la gran maestra.

― Hum… ¡pues claro, naturalmente! Mi Madre Dragón puede cuidar mi cuerpo y mantenerlo sentado mientras estoy abajo.

― ¡Muéstrame!

Simple. Me dejé arrastrar por el atractivo poder de la brisa. Inmediatamente me hizo salir de mi cuerpo y, en un segundo, me encontré en una magnífica caverna de oricalco, iluminada por una rojiza luz dorada. Por lo menos quinientos legítimos pies de anchura. En el medio de ella había un lago de brillantes aguas plateadas, la réplica del Inframundo del lago tirtha de la superficie.

― ¡Oooh! ―olfateé moviendo mis orificios nasales para absorber mejor la fragancia del agua― ¡Hay peces en ese lago!

Pero no había ni rastro de Teyani. Rápidamente presenté mis respectos al lago sagrado proyectando con la Voz: “¡Alabada sea la Gran Madre!” y dejé que la brisa me llevase de vuelta a la superficie.

Teyani me esperaba.

― ¿Cómo es allí abajo?

― Hay un lago, pero es el doble de grande. Magníficamente puro ―mientras luchaba por describirlo, Teyani sintonizó conmigo y recogió las impresiones.

― ¡Vuf! ―se maravilló― ¿Qué tengo que hacer para bajar?

Me moví al lado de la puerta y dije:

― Venga justo encima de la brisa y sígala hacia abajo.

Teyani lo intentó en vano, la brisa la empujaba hacia arriba.

Tras un minuto de esfuerzos infructuosos, le advertí:

― Teyani, debe usted tener cuidado. Para aquellos que no han muerto en el Dragón, esta brisa puede resultar tóxica. La podría poner extremadamente enferma.

Teyani se acercó hacia mí.

― ¿Y si intento sumergirme en el lago y te encuentro allí abajo?

Normalmente hubiese sido imposible. Pero para alguien como Teyani…

― ¡Merece la pena probar! ―asentí―. Descenderé y la esperaré en la caverna.

Ella se fue zumbando hacia el lago.

A través de la total multiplicidad de lugares del Límite de las Alturas, él viajaba.

Contemplé a Elyani, dormida como una niña en mis brazos, deseando que pudiera venir a descubrir el lago conmigo. Entonces me dejé deslizar hacia la caverna de oricalco de nuevo.

¡Silencio inspirador de asombro! Sólo un olfateo era suficiente para hacerte vrufear de los dedos de los pies a la cabeza. Miré deseoso al lago del agua de la vida, con muchas ganas de nadar. Pero… ¿y si la gran maestra del Águila Blanca me encontraba intoxicado con agua de la vida (justo después de encontrarme con una de sus sacerdotisas dormida entre mis brazos)? Decidí sumergir tan sólo mi mano en el plateado fluir y me salpiqué por encima.

Inmediatamente, me sentí tonto. Conteniéndome, continué con la rima infantil donde la había dejado:

“¿Qué hace un loco cuando le duelen los dientes?

Él baila, él baila…”

Me pregunté cómo sería bailar con Elyani en este lugar. Allí, en el límite de las aguas, empecé a mover mi cuerpo. Sólo un poco. ¡Baile prudente!

Unos minutos después, Teyani todavía no había aparecido. Me dejé deslizar de vuelta a la superficie.

Su larga silueta me esperaba cerca de la puerta.

― No, no funciona. Cuando me sumerjo en el lago en la oscuridad visible, llegó a los usuales pozos que conducen a las cavernas de la enfermedad.

No me extrañaba. A pesar de lo grandes que pudieran ser sus poderes, no había muerto en el Dragón. Me sostuve en el legítimo silencio, sin saber qué sugerir.

― Probablemente debería intentar entender más sobre esta “muerte en el Dragón”. Hablaremos luego ―dijo Teyani. Sin más comentarios, legítimamente se marchó y desapareció en la oscuridad visible.

― Ella es especial ―asentí, reflexionando sobre el fluir de fuerzas que iluminaban su aura cuando dijo aquel mágico “¡vuf!”

Y además, ¿no había dicho que Elyani me quería?

En un arranque de gozo, me dejé deslizar hasta la caverna de oricalco. “¡Vuf!”, susurré mientras pasaba por la puerta.

La cita estará a la vista. No pierdas la llamada.

El gozo del Dragón me inspiró. “¡Quintaesencia plateada para mi Águila Blanca! Dejemos que el poder de las aguas la haga brillar”. Salté al lago y me hice una esponja de su chispeante vitalidad. “No demasiado, ¡o la enfermará!”, pensé. Entonces me dejé deslizar de vuelta hacia arriba a través de la puerta. “¡Vuf!”.

La mañana había llegado, las nieblas no eran tan densas como el día anterior. Fui recibido por una familia de cisnes, deslizándose sobre el lago. Elyani todavía dormía entre mis brazos.

Entré de nuevo en mi cuerpo lo más delicadamente posible para no despertarla. Destilé la más pura esencia del agua de la vida en su energía y, junto con ella, añadí una sólida inyección de fuerza de vida extraída de la puerta cercana, para borrar la fatiga del día anterior.

La contemplé, con su cabeza en mi regazo, su calidez mezclada con la mía. Nunca me había dado cuenta de que su cuerpo era tan acariciantemente suave.

“¿Cómo he podido ser tan durmiente?”, me pregunté, deseando que aquel instante se alargase para siempre.

9.6 El hombre que odiaba correr

Cuando Elyani se despertó, se ocultó en mi capa. La saludé de vuelta al reino acariciando su pelo rizado.

― ¿Ya es de día? ―preguntó.

Una hermosa mañana de la Ley, con una familia de cisnes nadando delante de nosotros.

Ella se ocultó un poco más en mi capa.

― ¡Me siento genial! ¡Como si hubiera estado durmiendo un eon entero!

― ¡Oh, eso está muy bien! ―agradecí a mi Madre Dragón por su amable ayuda.

― ¡Tengo ganas de bailar!

― ¿De verdad? Me encanta bailar por la mañana ―exclamé.

Ella sacó su mano del interior de mi capa y lentamente la pasó sobre mi cara.

―No puedo levantarme. Estoy encerrada dentro de ti.

― ¡Un Dragón se tragó la llave!

Ella continuó explorando mi cara y mi barba con los dedos de su mano.

― Si puedes aguantar mis ojos rojos, los largos colmillos y el hueso que atraviesa mi nariz, estoy seguro de que todo estará bien ―le aseguré―. Incluso podríamos…

Ella se sentó frente a mí y abrió los ojos.

Dejándome paralizado.

“Ella ha cambiado”, percibí, descubriendo una intensidad en sus ojos que nunca antes había visto.

Sumergió su mirada en mi interior.

― Ojos azules… te he echado de menos, tanto, tanto, tanto… ―Acarició mi pelo y suavemente deshizo mis mechones rizados, dejando que cayesen sobre mis hombros.

Pasó sus manos sobre mi torso.

― Este Dragón amigo tuyo… qué increíble trabajo ha realizado…

― Esta ―dije en voz baja―. El Dragón es una amiga. Quiero decir el amigo es…―no dije nada más.

En las islas de la luz, risa más allá del tiempo.

Elyani tocó mi mejilla izquierda.

― Cuando estuviste hibernando, Teyani y yo cubrimos tu cara con bálsamos de hierbas excepcionales, intentando borrar la marca de nacimiento. Nada funcionó. Has aprendido a hacer cosas extraordinarias, ¿verdad?

Asentí y, tomando la actitud jocosamente seria de Gervin, miré hacia la izquierda y empecé a atusarme la barba.

Ella se echó a reír.

― ¿Es así como escapaste cada vez que el Dragón empezaba a correr tras de ti?

― El Dragón es pura dulzura, Elyani. Es mi Madre. Es hermosa.

Una sonrisa intrigada iluminó su cara.

Mi cuerpo se inmovilizó a lo Guerrero.

― Alguien se acerca. Un grupo de gente. Uno de ellos es peligroso ―anuncié.

Sorprendida ante el abrupto cambio de tono en mi voz, Elyani acarició suavemente mis puños apretados.

― Sólo son Lehrmon y mis hermanas en el Águila.

― ¿Estás segura? ―preguntó el Guerrero. Inspeccioné el terreno que nos rodeaba, buscando un tipo particular de pozo de veneno que sólo se encontraba cerca de los lagos. Hacía maravillas cuando se trataba de dejar a un grupo fuera de juego.

Me di cuenta de que Elyani me observaba con expresión desconcertada. De repente, tuve miedo de perderla. Abandoné la supervisión de mis faros protectores y me rendí a sus brillantes ojos marrones.

“Ni siquiera le he dicho todavía que la quiero”, pensé.

No había ni rastro de rechazo en su cara.

― ¿Qué le ha sucedido a mi pollito marrón, que solía olvidar preciosas piedras blandas en el medio del bosque? ―preguntó con voz divertida.

― Ha tenido un poco de entrenamiento ―sonreí, casi tranquilo―. Por cierto, Elyani, te he traído un regalo.

Tomé el medallón de piedra blanda de mi cuello y lo puse en sus manos.

Sus ojos se iluminaron.

― ¡Vuf! ―exclamó, con el mismo arte que Teyani.

Escuchándola fue obvio: el ritual de la exclamación “vuf” había sido revelado por el mismo Águila Blanca y transmitido a través de generaciones de sacerdotisas, igual que el “¡Ja, ja, ja, ja, ja!” del linaje de Lohrzen.

― ¡Szar! ―dijo―, esto es…

―…mi primer presente. Nunca te he dado nada.

Mientras admiraba el tesoro de piedra blanda, reflexioné:

― ¿Crees que deberíamos ir y saludar a Lehrmon?

― No, ¡escondámonos en el legítimo bosque!

Riéndome con regocijo, me levanté, la cogí de la mano y empecé a correr hacia el lago.

Ella me siguió, estupefacta.

― Szar! ¿Estás corriendo?

Me detuve en seco.

― ¡No! No tanto… quiero decir… ¡no todo el tiempo!

Su sonrisa intrigada reapareció.

― ¿Odias a la gente que corre? ―pregunté.

― No ―respondió rápidamente―, ¡para nada!

― Antes odiaba correr ―admití―. No odiaba a la gente que corría, pero odiaba cuando querían que corriese con ellos.

Riendo, ella echó a correr de nuevo, tirando de mi mano. Seguimos el camino que llevaba directo a las casas-árbol. Entonces se dejó caer en la hierba, jadeando, con los ojos cerrados. Me arrodillé a su lado y dejé que mi mano recorriese las puertas energéticas de su corazón, suavizando las corrientes.

Mi cuerpo se quedó inmóvil cual roca, sintiendo una presencia que se aproximaba.

― Hum… ¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, Teyani!

― ¡Madre Teyani! ―exclamó Elyani gozosa. Se levantó de un salto y corrió hacia ella, lanzándose en sus brazos.

Yo me levanté, sin descansar en el Dragón, para evitar la música.

¡Toda la gloria sea para Nuestro Señor Melquisedec, mis niños en la Ley! ―Teyani la abrazó, notando inmediatamente la quintaesencia plateada que había vertido en ella―. ¡Estás reluciente! ¡Fresca como una cascada!

Cogidas del brazo, las dos mujeres caminaron hacia mí.

Teyani anunció:

― Gervin ha vuelto a Eisraim. He hablado con él. Quiere que vayas a verle, Szar.

La fuente clara sintonizó conmigo, iluminada con la presencia de Gervin.

― ¿Alguna otra noticia? ―preguntó Elyani.

― Gervin tiene unas cuantas historias increíbles que contarnos, como siempre que vuelve de las esferas de la lejanía. Parece haber sucedido mucho con los Dragones Voladores de la Gran Hormiga.

Recibí otra señal de emergencia de los faros del campo protector que había tejido la noche anterior.

― Alguien se acerca ―advertí.

Sobresaltada por la energía en mi voz, Teyani dejó de hablar y me miró fijamente.

― ¡Aquí están! ―exclamó Elyani, al tiempo que la tropa emergía de entre los árboles. Lehrmon de la Túnica Marrón, dirigiendo un grupo de mujeres vestidas de blanco. Más de veinte.

Lehrmon se detuvo y se quedó quieto, saludando a Teyani con la mano a su manera especial, un impulso inconfundible que viajaba de él a ella a través de la oscuridad visible.

Ella brilló.

Madre de la Luz, ¡tanto amor!

Sintonizando conmigo. Lehrmon se echó a reír y aplaudió, apresurándose hacia nosotros.

Dejó caer sus bolsas, saludó legítimamente a Teyani y abrazó a Elyani, para después venir hacia mí y tomar mis manos.

― ¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, Szar, mi hermano en la Túnica Marrón!

― ¡Toda la gloria sea para Nuestro Señor Melquisedec, Lehrmon!

― ¡Nos has hecho tan felices! ―su gozo relucía como una hoguera, llenando el espacio con la calidez única de los Maestros del Trueno. Contemplando sus luminosos ojos color ámbar y la tranquila fuerza que emanaba de él, me sorprendió cuán densa y sólida era su energía. Hasta ahora no me había dado cuenta.

Tras él, las sacerdotisas del Águila Blanca estaban presentando sus legítimos respetos a Teyani. Pero cuando una de ellas vino hacia mí, me quedé conmocionado.

Largo pelo oscuro, penetrantes ojos negros. Con su vestido blanco, se parecía mucho a la Teyani de diecinueve años de mi visión…

Por un momento, me pregunté dónde estaba.

― ¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, Szar de la Túnica Marrón!

― ¿Reconoces a esta mujer? ―preguntó Lehrmon―. Alcibyadi del Águila Blanca.

Intenté sonreír, pero fui golpeado con el recuerdo de Vivyani.

La rubia Vivyani yaciendo en su lecho de muerte.

¿Por qué tenía que doler tanto cada vez que la recordaba?

Elyani debió haber leído mis pensamientos. Corrió hacia nosotros, tomó a Alcibyadi entre sus brazos y empezó a hablar con ella. Mientras tanto, Lehrmon tomó mi brazo y me llevó hacia el lago.

― Szar, hermano, estoy en deuda contigo. ¿Sabías que Alcibyadi y yo crecimos juntos?

― No, no lo sabía. ¿En el templo?

― Con Elyani ―dijo asintiendo.

― Bueno, me alegro mucho por ti, Lehrmon ―contesté, intentando alejar la imagen de Vivyani.

Lehrmon me dio unas gentiles palmadas en mis hombros de Gran Guerrero.

― ¡Parece que tienes algunas historias que contar, Szar!

― ¡Podría ser, mi amigo en la Ley! ―forcé una sonrisa a través del Dragón

― ¿Es cierto que Namron se negó a dejarte entrar en el templo? ―preguntó.

― Me temo que sí.

― Ya puedo ver al Maestro Gervin partiendo su fuente clara de risa cuando escuche esta historia.

Todavía me parecía sólo levemente divertido.

― Por cierto, ¿sabes que Gervin ha vuelto y te quiere ver?

― Probablemente podría estar de vuelta en Eisraim en dos horas ―calculé, recordando todos los descansos que Teyani y yo habíamos hecho en nuestro camino a la tirtha.

― ¡Dos horas! ―dijo Lehrmon riendo―. Bueno, Gervin no te podrá ver hasta esta noche, así que, ¿por qué no te das a ti mismo seis horas y le pides a Elyani que te acompañe?

― ¡Qué excelente y legítima idea! ―respondí, entusiasmado―. ¿Has dicho que creciste con ella?

― ¡Por el Señor Melquisedec que lo hice! La primera vez que la tomé en brazos ella tenía tan sólo tres horas de vida.

Cuando regresé con las Águilas Blancas, Alcibyadi estaba de pie, apartada del grupo. Intenté caminar hacia ella, pero el cadáver de Vivyani se interponía.

Descansando en el Dragón, me vacié y me uní a los demás.

Doña Elyani del Águila Blanca, ¿querrías acompañarme de vuelta al templo de Eisraim? ―pregunté con voz formal.

Una sonrisa se asomó a sus labios y replicó en un tono no menos formal:

Don Szar de la Túnica Marrón, si Teyani, por la gracia de Nuestro Señor Melquisedec, me lo permite, ¡será un honor!

Gracias a Nuestro Señor Melquisedec, Teyani lo permitió.

9.7 La puerta del pasado hacia el futuro

Elyani se detuvo a recuperar el aliento.

― ¿Crees que… podríamos tomarnos un descanso? ―preguntó con los ojos cerrados.

― ¿Otra vez? ¡Pero si casi hemos llegado! ―dije.

― ¿Eh? ―dijo en voz baja―, bueno. Sigamos entonces.

Contemplé la palma de mi mano izquierda, sintiendo el espacio a una milla alrededor. No había ninguna presencia. Me di la vuelta hacia Elyani y la levanté entre mis brazos. Ella abrió los ojos, riendo.

― Szar, ¿qué haces?

Sosteniéndola, continué caminando.

― Darte un descanso.

Ella rodeó mi cuello con sus brazos.

― ¡Me pregunto qué vas a hacer en el templo para seguir haciendo ejercicio!

― No tengo ni idea. Seguro que encontraré algo. Es una lástima que haya tan pocas rocas alrededor de Eisraim. Escalar es bueno para el Dragón.

― Por cierto, te espera una sorpresa en el templo.

― ¿De verdad? ―exclamé. Siempre había odiado las sorpresas. Sacando fuerzas del Dragón, dije―: ¡Me encantan las sorpresas!

― Pues bien, Gran Guerrero, ¡prepárate para una legítimamente grande!

― ¿Tiene que ver con Namron y sus hombres? ―pregunté con cautela.

― No, no, ¡no te preocupes! Él y Teyani han solucionado el problema a través del canal de voz. Todo irá bien esta vez.

Escuché el sonido de un arroyo cercano. Pensé que Elyani quizá querría beber de él así que giré y entré en el bosque que bordeaba el camino.

Mientras nos sentábamos al lado del agua, Elyani dijo:

― ¿Ves la energía de este pequeño arroyo? Bastante gris, ¿verdad? Cuando yo era una niña, era de un azul brillante. El gusto del agua era divino. La gente del templo solía venir aquí a llegar sus jarras. Ahora… ahora es tan sólo agua y los cangrejos han desaparecido.

― ¿Cómo puede ser?

― Hace siete años, el campo energético que alimentaba las fuerzas elementales de esta área se quebró.

― ¿No se puede arreglar?

― El problema es que se quebró porque el campo mayor del cual se alimentaba también se había quebrado.

Me levanté y sentí mis raíces en mi Madre Dragón. El aura del agua permaneció gris.

― Si pudiéramos arreglar los campos, ¿crees que nos permitiría encontrar las almas de las sacerdotisas del Águila Blanca que se han perdido en los Inframundos?

― ¿Aún pensando en Vivyani? ―la empatía de Elyani me alcanzó―. Me pregunto qué te podría ayudar a olvidar.

Imité una de sus caras.

― No quiero olvidar. ¡Quiero encontrarla!

― Szar, hasta que te conocí pensé que mi maestra era el alma más obstinada del reino ―sus codos, que descansaban en las rodillas, se doblaron hacia arriba y tomó su barbilla entre las manos―, pues bien, ¡me equivocaba!

La expresión sonaba familiar. Continué con mi línea de pensamiento.

― Antes de que los campos empezasen a deteriorarse, ¿qué hacía la gente cuando alguien se perdía en los Inframundos?

― Bueno, para empezar, no se perdían tan a menudo. Y cuando alguien se perdía, los sacerdotes utilizaban un método llamado “resonancia”. Era muy sencillo. Sólo tenían que crear cierta vibración, algo así como una nota musical, que resonaba de forma específica con la persona perdida. En lo más Profundo del Inframundo, el alma de la persona era atraída por la vibración y dirigida de nuevo al reino.

― ¿Por qué ya no podemos hacer esto?

― Conforme los campos de energía se volvían más caóticos, también lo hizo el Inframundo. Las vibraciones ya no parecían alcanzar hasta allí abajo, o si lo hacían, se perdían en el caos de las cavernas de la enfermedad. La resonancia ya no trae a la gente de vuelta.

― Cuando tú descendiste y te perdiste, ¿fue el método de la resonancia lo que te ayudó a encontrar tu camino de vuelta?

No, mi querido amigo en la Ley ―una sombra pasó por el rostro de Elyani―, hacía tiempo que el método de la resonancia había dejado de funcionar.

― ¿Y cómo volviste?

Se sentó tan recta como Teyani.

― ¿Sabías que sólo tenía catorce años cuando descendí? ―lo ordenó Gervin. En aquel momento todo el mundo pensó que estaba siendo ilegítimamente cruel. En realidad, salvó mi vida. Sabía que los campos se estaban deteriorando a gran velocidad y, en su sabiduría, me hizo descender lo antes posible.

― Pero aun así, ¡te perdiste! ¿Quién te recogió?

― Nadie. Me perdí pero nunca dejé de caminar, eso fue lo que me salvó. Continué hasta que finalmente encontré un camino de salida. Parecía que iba a durar para siempre, pero nunca olvidé los mandamientos que Teyani me había repetido hasta la saciedad.

Sigue caminando, ¡aférrate a tu símbolo! ―recité― ¡Nunca te detengas en el camino! Nunca camines sobre tus pasos, ¡nunca mires atrás!

― Te acuerdas muy bien ―la sonrisa reapareció en su cara.

― Si no hubiera sido por esas palabras, todavía estaría en las cavernas de la enfermedad. Pero ahora que he contemplado la gloria de los Inframundos a través de las puertas de Dragón, todas esas pesadillas suenan como irrealidades insignificantes.

Elyani volvió a poner su mirada de curiosidad.

― ¿Crees que hay alguna posibilidad de que pueda echar un vistazo a través de una puerta de Dragón?

― Me encantaría llevarte conmigo, ¡pero no tengo idea de cómo hacerlo! ―le conté la historia de la visita de Teyani la noche anterior. Escuchando cuán avergonzado me había sentido, Elyani se echó a reír.

― Debemos irnos. Seguro que ahora ya puedes caminar ―decidí.

Sólo nos llevó una hora alcanzar los alrededores del templo. Yo estaba en modo de gran alarma, preparándome para la posibilidad de otro encuentro con Namron.

― ¡No te preocupes! ―repetía Elyani.

Y tenía razón, Namron ni tan siquiera apareció. Muy pronto llegamos al arco familiar donde había puesto el pie por primera vez en el templo, con Gervin, casi ocho años antes. En un estallido de gozo salté, pero no pude alcanzar la parte superior del arco (curiosamente, nunca antes lo había intentado). Aquí estaban los callejones, bordeados por árboles sagrados, los pasillos con arcos aspirantes, los amistosos patios con las columnatas y todas las estatuas de los dioses, la gente yendo y viniendo tranquilamente. ¡Todo se sentía tan familiar! Nadie me reconoció, naturalmente, pero ¿y qué? Yo reconocía el sentimiento y me hacía extremadamente feliz.

Estando Elyani a mi lado, ¡la felicidad era un estado tan natural!

― Ni siquiera sé en qué barrio del templo quiere Gervin que me quede ―dje―. ¿Dónde me llevas, Águila Blanca?

― A la sorpresa.

― ¡Espera! ―bruscamente, apreté mis puños―. Puedo sentir a Namron ―me giré a la derecha y apunté hacia arriba. Allí estaba, silenciosamente sentado en el tejado de una capilla, con los pies desnudos colgando en el aire, observando a la gente pasar.

El hombrecillo sin pelo nos sonrió y saludó con la mano amigablemente.

Elyani sonrió y devolvió el saludo.

Tras un segundo de deliberación, hice lo mismo.

― Es gracioso que nunca antes hubiera visto a este hombre.

― ¿Podría ser que ahora ves las cosas de forma diferente? ―sugirió Elyani con voz cándida.

― Podría ser. ¿Qué hay de la sorpresa? ―ella sonrió.

¡Sígueme! ―me llevó al portal del ala femenina del templo y después a través de la maraña de pasillos que nunca dejaban de confundirme.

― ¡Parece que vamos a tu apartamento! ―deduje.

― Bueno, vamos y no vamos ―me intrigó.

Era el comentario perfecto para el quebradero de cabeza que era el laberinto. Durante mi entrenamiento como Guerrero, me había prometido a mi mismo que, cuando volviese a Eisraim, dominaría este laberinto. Pero ya estaba empezando a confundirme. Extendiendo mi percepción a través de la oscuridad visible y olfateando el espacio, intenté mapear cada pozo y cada línea de tierra que pudiera encontrar.

― Puedo sentir una puerta de Dragón no lejos de aquí ―exclamé.

― ¡Oh! ¿De verdad? ―dijo el Águila Blanca, demasiado inocentemente como para no sospechar.

Tomé el olor de la brisa de mi Madre como referencia. Pero en vez de movernos directamente hacia la puerta, Elyani me llevaba adelante y atrás a través de los pasillos, que me parecían muy similares al laberinto encantado de la cueva de Verzazyel. Empecé a preguntarme, “¿podría ser que ninguno de estos corredores existiese físicamente y que estuviéramos viajando en la mente del ángel?

― Hay magia de Dragones Voladores en el aire ―concluí. Elyani se echó a reír entre dientes.

― ¿Te parece?

Sacudí la cabeza,cada vez más horrorizado.

― ¡Esta cosa de los Dragones Voladores es un dolor de cabeza en la Ley!

Vueltas y vueltas, arriba y abajo, dentro y fuera, mi cabeza era un remolino, antes de darme cuenta, estaba frente a ella.

― ¡Oh, mi Señor Melquisedec! ¡No me lo creo!

― ¿Qué tal mi sorpresa? ―dijo el Águila Blanca alzando las cejas.

Estaba atónito. Habíamos llegado al patio de Elyani, y allí, justo en el medio del legítimo césped lleno de pequeñas flores color púrpura… ¡allí estaba la puerta de Dragón!

― ¡Oh, Madre de la Noche Sin Fin! ―olfateé la jubilosa brisa sin dar crédito. Instantáneamente produjo un viento de euforia en mi interior― ¡Esto es como caído del Dragón!

Acariciándose la barbilla, Elyani estaba completamente satisfecha.

― Gervin me advirtió que debía observar tu cara cuidadosamente cuando volvieses del templo del Dragón.

“¡Una emboscada!”, pensé.

― Pero… ¿pero cómo sabíais que había una puerta aquí? ―no lo podía entender.

Ella sonrió enigmáticamente.

― ¿Conoce Gervin las puertas de Dragón? ―hablé sin pensar. ¡Qué pregunta más tonta! ¿Cómo no iba a conocer Gervin las puertas, o cualquier otra cosa?

― Resulta que ―Elyani se sentó en el césped y yo a su lado―, hace tiempo, un joven del templo de los Hijos del Dragón vino aquí. Debió ser antes de que yo naciese, o no mucho después, pero he escuchado la historia muchas veces.

― ¡Marek! ―recordé a mi maestro en el Dragón narrando la historia de su milagrosa recuperación tras haber sido Punto asesinado por los cazadores Nefilim― ¡Claro! ¡Marek el indestructible vino aquí para que Gervin lo sanase!

― ¿Marek? ―repitióella―. Me han contado que fue uno de los visitantes más raros que hayamos tenido nunca. Las sacerdotisas del ala femenina solían llamarle “el Dragón olfateador”, porque olfateaba todo y a todo el mundo todo el tiempo. Cada vez que se le ofrecía una bebida sanadora, él se volvía terriblemente desconfiado y olfateaba el brebaje durante al menos un legítimo minuto antes de beberlo. Pero la cosa más extraña… ―sus ojos, muy abiertos, parecían joyas del Inframundo― Un día, escaló al tejado de una de las capillas de nuestro templo ―rompió en carcajadas mientras recordaba la escena. Claramente, la brisa que estaba extrayendo de la puerta le hacía algo. Por lo que a mi respectaba, la idea de Marek inspeccionando los tejados del templo, no me sorprendía lo más mínimo. Esperé ansiosamente el resto de la historia―. Allí estaba él, de pie en el tejado, con todos los ojos puestos en él. Él empezó a olfatear y olfatear ―Elyani tuvo que parar para reírse y luego intentó continuar―, y entonces empezó a saltar de un tejado al otro. Abajo, en los callejones del templo, todo el mundo empezó a seguirlo. Continuó rastreando su camino de tejado en tejado hasta que llegó aquí. Y entonces ―su risa burbujeaba― se quedó de pie, justo allí ―apuntó al más o menos plano tejado de su habitación― y saltó al patio, aterrizando justo delante de una anciana sacerdotisa de la Túnica Púrpura. Nefertine era su nombre. Estaba casi completamente ciega. Ilegítimamente conmocionada Nefertine exclamó: “Oh, mi Señor Melquisedec, ¿qué es eso?”

Elyani se tumbó en el suelo, sujetándose la tripa de la risa.

Dejé que mi mano recorriese sus puertas energéticas, ayudando a liberar las circulaciones.

― ¿Y qué pasó después?

― Continuó olfateando, seguramente buscando la puerta. Pero la vieja Nefertine pensó que era algún tipo de ángel negro caído del cielo, olfateándola como una bestia de presa. Valientemente, empezó a cantar un himno de exorcismo.

― ¿Qué hizo Marek para defenderse?

― Nada, la ignoró. Continuó olfateando, y ella continuó cantando sus himnos exorcistas. Y todo continuó hasta que la gran maestra del ala femenina llegó.

― ¿Y entonces? ―pregunté ansiosamente.

Le llevó varios segundos recuperar su voz.

― Bien ―se sentó dejando ir un largo suspiro―, cuando todos se dieron cuenta de cuán importante era la puerta para él, le permitieron alojarse en esta habitación, que coincidía que estaba vacía en aquel momento ―Elyani apuntó a la puerta donde me había cuidado durante mi descenso a los Inframundos―. Pero nunca durmió en la habitación, ni siquiera cuando llovía. Prefería estar aquí, en el césped.

En la puerta, naturalmente.

― ¿Y qué pasó con la anciana sacerdotisa? ¿Vivía en tu habitación?

― Sí. Curiosamente, se volvieron grandes amigos. ¡El par de amigos más extraño que nadie pueda imaginar en el reino! Pasaban días enteros contándose historias y ella lo cuidó muy bien, pues solía tener fuertes ataques de convulsiones. Antes de que se fuera, dio a Nefertine un magnífico presente. Los médicos del templo habían dado por perdida la curación de su ceguera, diciendo que estaba fuera del alcance legítimo de tratamiento. Dragón olfateador la curó. Recuperó totalmente su visión. Tras aquello, vivió muchos años. Lo suficiente para que yo pudiera escuchar la historia de sus labios, varias veces. Solía llamarlo “mi negro amigo”. Nunca olvidaré el modo en que solía decir: “Oh, mi Señor Melquisedec, ¿qué es eso?”, cuando describía su primer encuentro.

Elyani se tumbó en la hierba con los ojos cerrados, tocando con sus manos su laurel favorito.

Me levanté y caminé hacia la brisa ascendente, presentando mis respetos a mi Madre.

― ¿Es una buena puerta? ―preguntó Elyani.

― Todas las puertas son hermosas, mi Águila Blanca. Cada una de ellas canta la gloria de mi Madre Dragón ―pero todavía estaba intrigado―. ¿Cuándo te mudaste a tu habitación?

― Cuando tenía catorce años, tras regresar del Inframundo.

― ¿Pero qué te hizo escoger este sitio en concreto?

― No creo que sea pura coincidencia. Pero antes de contártelo, necesito pedir permiso a alguien.

Seguramente estaba hablando de sus padres. No insistí.

Moví las aletas de mi nariz, inhalando profundamente, llenándome mi energía de la fragancia revitalizante que venía de la brisa, y caminé hacia la pared externa de su dormitorio. Puse ambas manos sobre la sustancia de plass vivo de la pared.

― ¡Qué bueno sentir esto de nuevo! ¿Sabes que no había ni una sola pared de plass en el templo del Dragón?

― ¿De verdad? ¿Qué tipo de edificio era entonces?

― Cuevas excavadas en la roca. Había algunas aberturas pero dentro de las cuevas, las paredes no brillan, necesitas antorchas para ver por la noche. Y vayas donde vayas, te sigue tu sombra. La puedes ver bailando en las paredes.

― ¿Sombras en las paredes? ¡Qué raro!

― Te acostumbras. Escucha ¿puedes decirme algo de la Ley de este templo?

― ¡Por supuesto! ¿Qué quieres saber?

― ¿Hay alguna disposición que diga que uno no debería caminar por los tejados?

Ella se echó a reír de nuevo, abriendo los ojos mientras lo consideraba.

― Nunca he escuchado nada respecto a caminar sobre los tejados del templo. Supongo que, durante la Sublime Revelación de la Ley, nadie pensó en preguntar a los dioses sobre este punto.

― Si no está prohibido… entonces debe ser legítimo ―concluí.

Apoyándome en las rugosidades de la pared de plass, rápidamente me elevé hasta la terraza plana e irregular que cubría los dos dormitorios adyacentes.

Elyani no podía creer lo que veía.

Desde donde estaba, no podía ver mucho. Caminando en equilibrio sobre los desiguales bordes de la fachada de plass, escalé otra pared.

― ¡Ten cuidado con tus legítimos pasos! ―Elyani se sentó― ¡No te hagas daño!

― ¡Oh! ¿Es aquí donde estamos? ―exclamé cuando alcancé el segundo piso―. Ahora lo entiendo. ¡Es obvio! ―estaba descubriendo el templo desde una perspectiva completamente diferente, y todo tenía sentido―. ¡Esta maraña de pasillos debe estar sucediendo en la mente hechizada de algún ángel remoto! Mira esto, no estamos ni a trescientos cincuenta legítimos pies del enclave de la Más Antigua y Legítima de las Órdenes ―dije reflexionando, preguntándome qué tejado era el de la capilla de la Túnica Rosada―. ¡Podría llegar de aquí a la entrada principal en menos de cinco minutos! En realidad, probablemente en menos de dos minutos.

― Me pregunto si ha sido buena idea contarte la historia del Dragón Olfateador ―murmuró Elyani pensativa.

― No te preocupes, no me hubiera llevado mucho tiempo descubrir esto. ¿Me puedes decir donde estoy en este momento?

― El tejado de la capilla de las sacerdotisas de la Túnica Azul [Mapa H, 320].

― Las Sacerdotisas de Azul… son las que hablan muy, muy despacio.

― Es proverbial ―respondió Elyani.

Estudié mi entorno y después descendí hasta la terraza que formaba el tejado de la habitación de Elyani, y desde allí salté al patio.

― Elyani, ¡esto abre horizontes completamente nuevos para mí! Me pregunto por qué nunca pensé en observar el templo desde arriba.

Ella estaba sentada al lado de su laurel favorito. Fui a sentarme frente a ella, para contemplar el brillo de sus ojos.

Era como derretirse en el océano.

Suavidad más allá de las palabras.

― ¿Puedes sentirlo? ―tocó mi pelo ligeramente.

― ¿Qué?

― La Luz del Águila. Está aquí para ti, vertiéndose en tu corazón.

Más allá del tiempo, más allá del espacio, la suavidad del Águila.

Me abrí a su amor.

― Sí ―susurró―, así.

― Sea lo que sea, es magnífico. Te hace brillar ―el sentimiento de haber estado separado de ella durante tanto tiempo era abrumador―. Amiga mía… espero que Gervin nunca me vuelva a pedir que me separe de ti.

Su mano encontró el camino a mi pecho.

― Has cambiado tanto, Szar.

Escondí la cabeza entre los hombros.

― ¿He cambiado demasiado?

― No ―su voz era como un bálsamo― No, no quería decir eso.

Sosteniéndome en la fuente clara, rendí cada fibra de mi ser a los límpidos ojos marrones.

Sus dedos se movían acariciantes sobre mi pecho.

― Nunca solías decirme cosas cálidas. Cuando te fuiste del templo, ni siquiera me cogías de la mano.

― Lo sé ―recordé a Szar-ka, el desesperadamente inofensivo pollito marrón―. Mi dragón estaba completamente dormido. No tenía ni idea de lo que era el amor. Sólo me deslizaba gozosamente, disfrutando de tu calidez como lo hace un niño. Pensaba que era bondadoso de tu parte cuidarme cuando estaba enfermo. No tenía ni idea de cómo te sentías.

― Bien, ―declaró Elyani―, estoy profundamente en deuda con tu Madre Dragón por lo que ha hecho contigo.

― Tenía tanto miedo de que me odiases.

― ¿Pero por qué?

― Por aquello en lo que me he convertido. Tú eres una persona delicada y refinada. En Monte Lohrzen, todo era rudo. La violencia era salvaje. No tienes idea del tipo de cosas que el Dragón Olfateador me hizo hacer durante todos esos meses.

― La verdad es que te encuentro mucho más suave que antes.

Tenía lágrimas en mis ojos.

― ¿De verdad?

― Ahora cuando me tocas, se siente especial. Dulce como los elixires de miel de Teyani. Nunca fue así antes.

Las lágrimas caían en mi barba.

― Elyani, es terrible… He aprendido a matar. ¡Y me han enseñado tantas maneras de romper cosas, demoler casas, incluso legítimos puentes!

Con gentileza apoyé mi cabeza en su hombro y me envolvió en sus brazos, como en las alas del Águila.

― Quizá está unido ―dijo―. Quizá la gente que puede ser más violenta es también la gente que puede ser la más dulce.

― Suena como mi Madre Dragón ―observé como una lágrima caía en el hueco de su clavícula.

― ¿Sabes si Gervin me pedirá que vuelva al templo de Vulcan?

― Gervin es imposible de predecir ―me recordó―. Hace unos meses, cuando estaba muy triste, me prometió que habría hermosos momentos entre nosotros cuando volvieses. Mucha diversión. Pero conociéndolo, esto puede significar cualquier cosa. De todos modos, se lo puedes preguntar pronto. Ha dicho que se reuniría con nosotros al atardecer y que cenaríamos juntos.

¡Gervin! ¡Gervin al fin!

― Quizá deberías tomarte un legítimo descanso. ¿Cómo te sientes después de tanto caminar y tan poco dormir? ―pregunté.

― ¡Volando en las alturas, como un águila!

Con suavidad, logré salir de sus alas.

― Todavía tenemos tres o cuatro horas antes del atardecer. ¿Por qué no duermes mientras voy a presentar mis respetos a Nuestro Señor Ganá?

Ella sonrió.

― ¿Todavía eres su sumo sacerdote?

― Avergonzado estoy. He perdido mi vínculo con él. Solía sentir su presencia a mi alrededor todo el tiempo hasta hace un año. Pero cuando empecé a dominar la danza negra, se produjo un profundo cambio en mi energía. Después de aquello, no he podido nunca sentir a Nuestro Señor Ganá como solía hacerlo. Algo pasó, no sé qué fue. Quiero ir y rendirme a su sabiduría. Quizá me acepte.

― ¿No se le llama a Nuestro Señor Ganá la sabiduría del Dragón? ¿Y no es él un gran bailarín entre los dioses? ¿Cómo no le iba a gustar un dulce dragón bailarín como tú?

― Debo haberme equivocado en algún momento, pero ni siquiera sé cómo pasó. Quizá él me lo diga.

― ¡La mente de los dioses trasciende el ingenio de los mortales! ¿Te llevo al portal del ala femenina?

― ¡De ninguna manera, mujer en la Ley! Esta vez quiero encontrar el camino yo mismo.

― ¿Seguro? ―preguntó con un toque de ironía.

― ¡Tan seguro como el Dragón! Pero si no he vuelto una hora después del atardecer ―añadí―, ¿podrías echar un vistazo en los pasillos cercanos?

― ¡No temas, hombre en la Ley! Te encontraré.

La miré a los ojos, dejando que su dulzura se filtrase en mi interior. Entonces me levanté, presenté mis respetos a la puerta y valientemente salí al vestíbulo.

9.8 Nuestro Señor Ganá antes y después

“¡Oh, mi Señor Melquisedec, sálvame de la magia de los Dragones Voladores!”, exclamé al darme cuenta de que me había perdido. Perdido completamente.

Había estado intentando dejar la puerta a mis espaldas mientras caminaba, y había tenido éxito durante, por lo menos, tres minutos, hasta que llegué a una escalera circular que nunca antes había visto y que parecía subir eternamente hasta que finalmente, ¡finalmente!, llegué a un largo y recto pasillo por el cual caminé con la segura referencia de la puerta a mi espalda, y que parecía estar bien durante un rato, excepto porque cuando llegué al final del pasillo, la puerta ya no estaba detrás de mí, si no delante. Desde ese momento, las cosas fueron de mal en peor. ¡Y yo que pensaba que la cueva de Verzazyel era mala!

Me detuve en el medio de un vestíbulo circular, tan exasperado que podía haber saltado y jurado renunciar al fondo del Inframundo. Pero una sacerdotisa mayor y solemne de la Túnica Ocre caminaba hacia mí, así que cerré mis ojos como si estuviera en el medio de una intensa concentración espiritual.

Tan pronto como se fue, me arrepentí de no haberle pedido indicaciones. Giré a la izquierda en el siguiente cruce. Me llevó a otro pasillo y ahora sentía la puerta en una dirección que todavía tenía menos sentido. ¡Me sentía ultrajado!

“¡Vosotros, Dragones Voladores, podéis iros a Azazel y perderos!”

Desde entonces, simplemente seguí caminando sin siquiera olfatear mi camino hasta que llegué al patio siguiente. Comprobando que nadie miraba, rápidamente escalé al tejado del edificio.

“¿Es aquí donde he aterrizado?”, estaba perplejo. Había ido exactamente en la dirección opuesta al objetivo planeado.

Encubriendo mi energía, salté de tejado a terraza y de terraza a tejado, encontrando mi camino desde el ala femenina al enclave de la Más Antigua y Legítima de las Órdenes. En muchos lugares ni siquiera tenía que saltar, había pasarelas de plass que iban de un edificio al otro. Me llevó menos de tres minutos alcanzar los tejados abovedados de las capillas de los Molinos de Viento de la Ley. Estaban separados del enclave de los treinta y tres dioses victoriosos por el camino recto de la Ley, aquella larga y tortuosa arteria que iba desde la puerta principal del templo a los campos de cremación en el lejano sur (simbolizando el viaje de la vida de cada sacerdote y sacerdotisa de Eisraim). El camino recto de la Ley era el callejón más amplio del templo, pero fue fácil saltar por encima. En la vecindad de la entrada principal del templo había varias columnatas, que unían los tejados del enclave de los molinos de viento con los de los treinta y tres dioses victoriosos.

En menos de cinco minutos en total, estaba en la cima de la capilla de Nuestro Señor Ganá. Me sentía draconicamente contento por la carrera. El laberinto del ala femenina había sido conquistado. De alguna manera.

Esperé que el callejón se vaciase, comprobando a través de la oscuridad visible que nadie se acercaba. Entonces bajé de un salto y me encontré en frente de la puerta de la capilla.

Tímidamente la abrí y entré. La capilla estaba vacía.

Tan pronto como pasé el umbral, fui inundado con la inconfundible luz dorada de Nuestro Señor Ganá. Venía del altar y de los campos en el suelo de plass, paredes y techo. Luz con presencia. Antigua. Formidable y misteriosa.

Tal y como había hecho tantas veces antes, fui a sentarme frente al altar e inicié la invocación inicial,

"¡Ha Ganá! ¡Lobatchen Zera!

¡Hera, Ganá! ¡Simayan ho Zera!

Nama Ganá, Nama Ganá, Gana Gana Nam Nam"

La luz estaba viva. Cargada de sonido. Las paredes repetían los mantras conmigo. La luz latía, desde el altar a las pareces y de las paredes al altar. Mi energía se expandió, llenando el espacio del templo y latiendo con el brillo.

“Nama Ganá, Nama Ganá, Gana Gana Nam Nam…”

La alegría de una anémona de la luz. Una práctica divinamente pacífica, pero…

¿Qué era lo que faltaba?

Las paredes vivientes me sostenían con suavidad. El espacio estaba allí, como solía estar antes de que me fuese. Los mantras eran todavía magníficos. ¿Por qué lo sentía tan incompleto?

Empecé a cantar de nuevo: “Nama Ganá, Nama Ganá, Gana Gana Nam Nam"

Unos pocos minutos después, empecé a sentir una cierta somnolencia. Inmediatamente me levanté. “¡Esta práctica me lleva de vuelta a mi mente de durmiente!”.

Recordé los días que solía emplear cantando tras aquel altar. Obviamente, aquellas largas horas de cantos de mantras habían sido una manera de confortarme en mi letargo. “¡Legítimamente estupendo!”, pensé horrorizado. Solía venir aquí para añadir un sabor de sueño de Ganá a mi soñar.

¡Y solía llamarlo trance divinamente inspirado!

Caminé hasta la entrada y me detuve en la puerta, observando a los sacerdotes que pasaban por el callejón.

Los amigos eternos se encontrarán en la eterna cumbre de los mundos.

El pensamiento de irme y olvidar el sacerdocio de Ganá para siempre cruzó mi mente.

“¡De ninguna manera, hombre en la Ley!”, nunca fue culpa de Nuestro Señor Ganá que yo fuera un durmiente. ¡Tiene que haber otra manera!

Caminando de vuelta hacia el altar, me dirigí al dios desde lo más alto de la fuente clara: “¡Oh, mi Señor Ganá, eres demasiado importante para mí! Por favor, no dejes que me aleje. Todo no puede acabar aquí. Quiero aprender una manera despierta de venerarte”.

Bailando, ¿quizás?

Suavemente golpeé el suelo con mi pie, un suelo plano y pulido, brillante con la luz del dios. El plass reluciente parecía oro puro, como en las cavernas de los Inframundos Profundos.

Recordé una de las experiencias más intensas que nunca había tenido. Sucedió mientras buscaba a Vivyani bajo la guía del Águila Blanca. Me había zambullido profundamente en una puerta de Dragón y había fusionado su flujo ascendiente con mi fuente clara, creando una columna de Espíritu que parecía alcanzar la eternidad en lo alto del cielo.

No había una puerta en la capilla de Nuestro Señor Ganá, así que me anclé en las profundidades de mi Madre Dragón, usando el anclaje como soporte para rogar a lo más alto e invocar al dios.

Usando la Voz, proyecté uno de los mantras de Ganá más poderosos en la llama del altar: “¡Gang gang Ganá! ¡Gang gang Ganá! ¡Gang gang Ganá!”. Empecé a moverme, lentamente, dejándome guiar por la sabiduría de la capilla. Extraños movimientos fluían por mi cuerpo. De alguna manera estaba siguiendo una pista.

Pero faltaba algo. Esta especie de danza delante del altar no era suficiente.

Finalmente me detuve y sacudí la cabeza, contemplando las paredes vivientes.

“¡Algo se me escapa!”.

9.9 La noche de los cuentos

De vuelta hacia el patio de Elyani, al pasar sobre las capillas de los Molinos de Viento de la Ley, vi a Namron. Estaba sentado en un tejado, en el otro lado de un callejón. Me saludó.

¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec! ¿Cómo estás, Szar, mi amigo en la Ley?

― ¡Toda la gloria sea para Nuestro Señor Melquisedec! Muy bien, Namron, ¡mi amigo en la Ley! Curiosamente, nunca nos encontrábamos antes. Ahora nuestros caminos parecen cruzar todo el tiempo.

― Bueno ―observó Namron, masticando su raíz negra―, antes no solías caminar por los tejados a menudo.

― ¡Ja, ja, ja, ja, ja!

Sobresaltado por la rugiente violencia de la risa Voceada de los Guerreros, Namron se las arregló para seguir sonriendo. Exhaló lentamente.

Un hermoso atardecer en la Ley, ¿verdad? ―y fue a escupir su raíz negra, sólo para darse cuenta de que ya se la había tragado.

― ¡Mucho más agradable visto desde arriba! ―apunté al callejón― ¡La gente no sabe lo que se pierde!

¡Muy cierto, mi amigo en la Ley!

Me fui legítimamente, saltando por los tejados hacia el patio de Elyani. “Esta vez, ¡nada de tonterías de los Dragones Voladores!”. De ninguna manera en las siete esferas iba a descender al laberinto de pasillos nunca más.

Cruzando el enclave de la Más Antigua y Legítima de las Órdenes, no llevaba mucho tiempo alcanzar el tejado de la capilla de las Sacerdotisas de Azul. Gervin ya había llegado. Estaba de pie en el patio, a treinta legítimos pies, hablando con Elyani. Como no quería darle una sorpresa desagradable, descendí ruidosamente hasta el tejado de la habitación de mi querida amiga para anunciar mi presencia.

― Hum… ―me aclaré la garganta― ¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, Maestro Gervin!

Gervin miró hacia arriba y elevó sus cejas, atusándose la barba.

― ¡Toda la gloria sea para Nuestro Señor Melquisedec, Szar!

Desde el tejado de Elyani descendí al patio lo más suave y discretamente posible, y caminé hacia él.

La fuente clara conectó de inmediato. El espacio estaba lleno de su calidez.

Gervin iluminaba el patio con su sonrisa serena. No parecía desconcertado en absoluto por mi apariencia física.

Mientras bebía de su presencia, las imágenes del joven Gervin rescatando a Teyani volvieron a mí. Sus penetrantes e impresionantes ojos no habían cambiado ni un poco. Su pelo gris era ligeramente más corto, sin llegar a los hombros. Su barba gris era un poco más larga, alargando su delgada cara. Brillaba con la luz del Trueno.

Elyani nos invitó a sentarnos en el patio, cerca de su amado laurel.

Gervin se giró hacia ella.

― ¡Un Szar diferente!

Seria, asintió.

― ¡Y también una Elyani diferente! ―añadió con una nota de burla en su voz.

Un toque de vergüenza atravesó el semblante del Águila Blanca.

Gervin puso su mano en mi hombro.

― Y entonces, mi querido amigo en la Ley, ¿qué te parece este patio?

― Tiene partes muy atractivas… Es decir, la puerta es hermosa.

― ¡Hermosa! ―Gervin lo repitió con aprobación―. Hablando del Dragón, no hay que preocuparse por Marek, le envié un mensaje diciendo que te había llamado de vuelta urgentemente y que este era el motivo por el cual no podías volver a su templo. Lo entendió perfectamente.

¡Ya no era un desertor!

Abrí la boca, pero no supe que decir. Aquel ilegítimo peso había sido alzado de mis hombros y me entraron ganas de saltar de alegría.

¡Toda la gloria sea para el maestro! ―fui capaz de articular―. Maestro Gervin, esto es un regalo maravilloso. Me sentía terrible cuando pensaba que había decepcionado a Marek, después de todo lo que había hecho por mí.

― Le envié el mensaje dos días después de que dejases su templo, así que no se preocupó en absoluto ―dijo Gervin.

Estaba atónito. ¡Así que Gervin había estado siguiendo cada una de mis acciones! Y yo había sufrido semanas de aaaaagonía para nada. Los recelos que tuve sobre cuidar a Felicia, las dudas, los remordimientos, la culpabilidad por no seguir las órdenes de Marek, ¡todo para nada!

― Por cierto ―continuó Gervin―, causaste una magnífica impresión en el templo de Vulcan. Marek se deshacía en cumplidos sobre ti.

¡Así que ya no era un traidor! En lo más profundo, agradecí a mi Madre Dragón.

― ¿Significa esto que ya no tengo que volver? ―contuve mi aliento.

― Esto no lo sé ―Gervin se atusó la barba, sonriendo a Elyani―. La cosa es que Elyani parece pensar que este tiempo draconiano te ha hecho mucho bien. Me pregunto si deberíamos intentar satisfacerla un poco más enviándote de vuelta a Vulcan durante unos años más…

La alegría de Elyani se mezcló con mi enorme alivio.

― Mañana discutiremos qué vendrá después ―anunció Gervin―, pero por ahora ―dijo aplaudiendo―, Elyani y yo queremos oír todo lo que te ha sucedido mientras estabas fuera.

Los platos estaban servidos en la hierba y mis amigos empezaron a comer una frugal cena de frutos y cereales mientras yo empezaba a contar mi historia… “Los cañones de la región de las Tierras Rojas…”

Elyani y Gervin sabían bien cómo escuchar historias, captando todas las impresiones que yo intentaba trasmitir, y compartiendo las emociones que habían marcado aquel “draconiano periodo”, tal y como acertadamente lo llamaba el maestro. De vez en cuando aplaudían y pedían más detalles. Cuando describí a mis hermanos, los Hijos del Dragón y sus excéntricas costumbres, la risa corrió a legítimos raudales, sólo para ser reemplazada por exclamaciones de asombro cuando Gervin y Elyani contemplaron la placa de oricalco de Lohrzen colgada en mi cuello. Me pidieron que les hiciera una demostración de la danza negra y disfrutaron tanto de la historia de Lubu y las tres feas hermanas Nefilim que por un momento tuve miedo de que me pidiesen que la contase por segunda vez.

Mientras hablaba, algunas partes de la historia empezaron a tener sentido. Ser escuchado en un ambiente tan cálido dio un nuevo significado a varias facetas de la aventura. Y también descubrí la parte de Elyani de la historia; lo que había estado sintiendo y cómo ella y Teyani habían invocado la gracia del Águila Blanca antes de que fuese enviado a morir en el Dragón. Esto explicaba mis sueños cósmicos de ascensión en las esferas y la brillante Luz que tanto había impresionado a Marek.

No pude contener mi asombro ante la magia de los Dragones Voladores que me había hechizado en la cueva de Verzazyel y nos reímos de mi agonizante duda e indecisión cuando sanaba a Felicia, pensando que los Grandes Guerreros nunca me iban a perdonar por resucitar a uno de los peregrinos Nefilim. Los ojos de mis amigos se abrieron de par en par cuando hablé de las increíbles comidas de los Nefilim, y Gervin hizo grandes cumplidos a Elyani sobre el medallón que había traído para ella. Él disfrutó en particular con mi relato sobre la visión de Teyani, Adya, Lehrmon, Melchard y él mismo. Al final se rió y comentó que él también se hubiera sentido consumido por la curiosidad, deteniéndose en el medio de una historia tan tensa, ¿iba Adya a morir en los calabozos de Tipitinan? ¡Pero no dijo nada más! Por miedo a avergonzar a Elyani, no hice preguntas, ni siquiera si Melchard llegó a ver el eclipse.

Cuando les conté cómo había declinado la invitación de Felicia a descender a la cripta de Verzazyel y recibir el fuego de los Vigilantes, Elyani y Gervin me dieron una gran ovación.

Ya era casi medianoche cuando terminé. Agradecí a mis queridos amigos por su escucha y su calidez y todos nos quedamos de pie alrededor de la brisa ascendente de la puerta como si estuviéramos alrededor de una hoguera.

― Maestro Gervin ―dije―, todavía no me has dicho en qué parte del templo quieres que me aloje.

― ¡Es cierto! ¡Tenemos que encontrar un tejado para ti! ―bromeó.

Tomada por el entusiasmo de la atmósfera, Elyani se echó a reír.

― Szar, ¡dinos! ¿Cuál es el tejado más hermoso que has visto en el templo?

― Hum…

― Ahora que Lehrmon ya no está de visita en el templo de Lasseera o viajando por las esferas de la lejanía, no puedes quedarte en su apartamento, claro ―dijo Gervin―. Supongamos que pudieras elegir cualquier lugar que te guste, Szar, ¿dónde estarías? ¿De vuelta en el dormitorio de los aprendices de la Túnica Rosada, quizá?

Había llegado la hora de mostrar coraje.

― Bueno ―sintonicé en lo alto de la fuente clara y tomé fuerza descansando en mi Madre Dragón―, a nosotros los Guerreros nos gusta estar cerca de las puertas de Dragón cuando podemos. En realidad es parte de nuestra Ley.

― Entonces ―Gervin alzó sus manos―, ¿cómo podría yo ir en contra de la Ley? ―se dirigió a Elyani―. Además, parece que Szar no crearía ninguna molestia en los pasillos, ¿verdad?

Elyani frunció los labios y negó con la cabeza con seguridad.

― Naturalmente, necesitaríamos una exención especial de Teyani, la gran maestra del ala femenina del templo. Podría no ser fácil contactar con ella a esta hora tardía de la noche.

― En realidad ―intervino Elayni―, he hablado con Teyani algo más temprano esta tarde. Según la Ley del templo, los detalles técnicos del caso son simples, debido a un precedente ya establecido y certificado: una situación idéntica que concernía a alguien de la misma casta y sub-casta, la rama de los Grandes Guerreros de los Hijos del Dragón, el cual se alojó en esta habitación hace tan solo veintitrés años.

― ¡Parece que los doctores de la Ley están de tu parte, Szar! ―se regocijó Gervin―. Por cierto, ¿has escuchado la historia de la visita de Marek a nuestro templo? ―aleteó los orificios de su nariz y empezó a olfatear a su alrededor.

Asentí con seriedad, y Elyani se echó a reír de nuevo. Después de un rato más de charla, Gervin me indicó que fuese a visitarlo al enclave de las joyas la mañana siguiente y se fue.

Respiré profundamente, llenándome de la fragancia de la brisa de mi Madre y después dejé ir un extravagante y dracónicamente alto “Yuyuyuyuyuyuyu…”

Los ojos de Elyani se volvieron tan grandes como las flores del Alohim.

― ¡Oh, mi Señor Melquisedec! ¿Qué es eso? ―dijo imitando el modo en que Nefertine había saludado a Marek por primera vez.

¡No temas, mujer en la Ley! Es tan sólo la manera inocente en la que los Guerreros expresan su alegría. ¡Todo esto suena demasiado hermoso para ser legítimamente cierto! Marek nunca estuvo enfadado conmigo, Gervin no quiere que vuelva y mate peregrinos Nefilim, Teyani del Águila Blanca me trata como su propio hijo y mi Madre Dragón ha manifestado una de sus gozosas puertas justo en frente de tu habitación. ¿Podría un hombre ser más feliz? Respiré profundamente, emborrachándome con la brisa.

― ¡Quiero saber más sobre Felicia! ―aprovechó Elyani para decir.

Tomé su mano y fuimos a sentarnos cerca de su laurel favorito.

― Es una persona asombrosa ―le conté.

― Y asombrosamente bella también.

― Cierto, ¡y tan inteligente! Permíteme decirte que no está dormida en absoluto.

― Mmm… ―Elyani asintió pensativa.

Podía adivinar por el tono de su voz que algo no iba bien, pero no sabía qué. Así que subí a lo alto de la fuente clara a buscar inspiración.

― Sin embargo a veces, Felicia puede ser dracónicamente insoportable, ¡ni te lo imaginas! Y odio pensar cómo debe ser cuando se enfada. Algunos de estos Nefilim pueden ser abismalmente despiadados.

― ¿Ah sí? ―sonrió― ¿Crees que se convertirá en una princesa?

― ¡Ni siquiera sé si todavía está viva!

― ¿Te importa?

― Claro que me importa. ¡Pasé muchas horas cuidándola! Llegué a considerarla mi hija. Fue la primera vez de mi vida que cuidé de alguien. Tras todos aquellos meses empleados en dar palizas a bolsas de arena y golpeando Inframundos en enemigos imaginarios, fue todo un alivio. Y me hizo pensar mucho en ti.

― ¿En mí?

― ¡Pues claro, en ti! Me acordé de una vez, después de que profetizaras para mí, en la que me fui de tu habitación sin siquiera considerar cómo te sentías. Viniste al patio y me reñiste. No tenía ni idea de lo que intentabas decirme, o qué quería decir cuidar de ti ―me detuve―. En aquella cueva de los cañones rojos, tuve mucho tiempo para reflexionar sobre lo que debiste sentir todas aquellas semanas en las que me cuidaste ―apunté hacia mi nueva habitación, la habitación en la que mi cuerpo había permanecido mientras yo viajaba a través de las cavernas de la enfermedad―. Solía pensar que había sido un infierno para ti, y quizá lo fue, pero al mismo tiempo… ¡puede haber tanto gozo en dar! Esto es lo que descubrí cuando sané a Felicia. Todas aquellas horas empleadas en arreglar sus puertas de energía fueron un duro trabajo, pero mi Madre estaba vertiendo tanta alegría y amorosa calidez en mi interior… que era una absoluta delicia!

Y fue entonces cuando empecé a agradecer al Maestro Gervin haberme enviado al templo del Dragón. Antes de aquello nunca había tenido nada que dar a nadie.

¡Toda la gloria sea para el maestro! Sabes que has hecho muy feliz a Gervin rescatando a Felicia, ¿verdad? ―Elyani brillaba―. Él odia el modo en que los durmientes y marionetas de la Ley dejan morir a la gente en la calle, sin siquiera volver la cabeza.

― ¿Dónde estaríamos si Gervin no hubiera traído a nuestra buena Teyani de vuelta a Eisraim y … ―me detuve antes de mencionar el nombre de Adya.

― Muy pronto pediré permiso para contarte la historia de Adya ―prometió Teyani.

Así que no era el permiso de Gervin el que necesitaba.

― ¡Levántate, suma sacerdotisa del Águila Blanca! Ahora no es momento de reflexionar sobre las tristezas del mundo, si no de agradecer a los Señores del Destino el no separarnos de nuevo, no más templo del Dragón ―tomé sus manos―. Quiero que profetices para mí.

Ella respondió con su voz de profetisa.

Pregunta, hombre de la Ley, y el oráculo hablará.

― Quiero saber a qué dios tengo que agradecer tanto gozo. ¿Es el Águila Blanca?

― ¡Espera! ―dijo ella―. Hay algo más que agradecer.

― ¿Otro regalo más de los dioses? ―pregunté incrédulo.

― Gervin ha decidido que, en los próximos días debes empezar tu entrenamiento en el poder del Punto, estilo Eisraim.

Pensativo, me rasqué la cabeza.

― ¿Significa esto que voy a aprender cómo encontrar mi camino a través de los pasillos de tu templo?

― ¡Ya es hora! Qué vergüenza sería para Gervin si alguien supiera que su aprendiz no puede siquiera encontrar el camino a su habitación.

― Si esto tiene que ver con los Dragones Voladores, creo que voy a necesitar mucho apoyo durante las próximas semanas. ¿Te dijo Gervin quién sería mi instructor?

― ¡Naturalmente! ¿No lo adivinas?

Tenía mis sospechas.

― ¿Tú?

― Sí ―dijo haciendo una reverencia―, ¡tu legítima servidora!

9.10 El principio del fin

Encontrarme de nuevo en la estancia aguamarina era una experiencia conmovedora. ¡Qué asombrosa presencia contenían las paredes vivientes de aquella habitación!

Durante miles de años, los maestros del linaje del Trueno habían enseñado allí, entre ellos una ristra de nombres legendarios como Takhar el Inquebrantable, Barkhan Seer, Firen Seer, Olembinah, Semper y Orest. El aire vibraba con su Palabra Viva. La luz aguamarina era la guardiana de miríadas de secretos.

Gervin me dio la bienvenida con toda la calidez de la Túnica Marrón, y me invitó a sentarme con él. Empezó preguntándome por mi salud y después dijo: “Ahora no te pones enfermo a menudo, ¿verdad?”.

Yo negué con la cabeza. Tenía cientos de preguntas en mi mente pero, sintonizando con él, entendí que en este momento, era él quien debía hablar.

Tras hacer algunas preguntas sin importancia sobre mi viaje, empezó.

― Hemos recibido noticias muy tristes sobre el entramando de los campos energéticos durante las últimas semanas. ¿Sabes lo que son los campos?

― Sólo vagamente.

― Lehrmon y los Genios de los Campos del equipo de Ferman empezarán a enseñarte sobre ellos en los próximos días. ¡Los campos son la base de tantas cosas en el reino de la Atlántida! Son tan antiguos que mucha gente los da por hecho, al igual que todo lo que se deriva de ellos. Las atmósferas sagradas de las capillas y los templos se sostienen en los campos, y es a través de los campos que un número de grandes ángeles pueden hacer sentir su presencia en el reino. Muchos rituales, a través de los cuales los sacerdotes se conectan con los dioses, dependen del poder suministrado por los campos. Y la participación activa de los dioses en los asuntos humanos se consigue mediante los campos. Los campos hacen crecer los edificios, y forman proyectos que hacen que las paredes de plass permanezcan unidas. Usamos la energía derivada de los campos para sanar, y para controlar enfermedades y epidemias. Los campos nos permiten cultivar ricas cosechas y eliminar las pestes. Cualquier cosa que tenga que ver con las piedras blandas viene de los campos, pues las piedras blandas son receptoras del poder de los campos. Sin los campos, sólo los más grandes iniciados serían capaces de usar los canales de voz de la oscuridad visible para comunicarse. Pero, algo incluso más importante que todo esto, la claridad mental de mucha gente sabia descansa en la energía que viene de los campos. La gente nunca piensa sobre esto porque los campos han estado activos durante muchas generaciones. Pero si los campos se retiraran, sus mentes se volverían un caos. Perderían su visión, sus habilidades proféticas y su percepción de los mundos espirituales.

Gervin me miró con sorpresa. Yo me atusaba la barba, reflexionando seriamente sobre sus palabras. Dejé caer mi mano en el regazo.

― Hum… ¿es por la degradación de los campos que están apareciendo nuevas enfermedades, particularmente aquellas que no pueden ser controladas por los himnos de la Ley?

Gervin asintió.

― Tal y como te explicará Lehrmon, el entramado de los campos ha asegurado la armonía en la naturaleza y el equilibrio en el reino durante miles de años. Fue la voluntad de Nuestro Señor Melquisedec que los campos irradiasen el orden de la Ley y estados magníficos de conciencia para el gozo de los seres humanos. Estos a su vez cantarían mantras e himnos de la Ley, alimentando y controlando así los campos.

Pero en las últimas generaciones, los campos han sufrido un deterioro gradual. Ya no irradian la pureza total de la Ley. Cada año aparecen nuevas enfermedades, se pierden más y más cosechas a causa de las pestes, y los Inframundos están completamente fuera de control. Además de esto, la recitación de los himnos de la Ley está perdiendo su poder para influenciar las leyes de la naturaleza.

Límpido, cristalino, irresistible, él ha trascendido el tiempo.

Gervin hizo una pausa y mantuvo contacto visual conmigo durante un momento. Después continuó.

― Lo más trágico de todo esto es que la gente del reino ha tomado una actitud fatalista, como si la degradación de los campos fuese inevitable. Se podrían haber tomado cierto número de medidas, y todavía se pueden tomar, pero nadie se atreve a desviarse de las reglas establecidas. Los durmientes odian el cambio. Y hay gente muy influyente con intereses personales que se oponen a cualquier cambio, porque supondría una pérdida drástica de poder para ellos. Durante más de veinte años, he estado profetizando que el presente curso de los hechos es pura locura. Cuando hablo, la gente a menudo cree en lo que digo, pero ponerse en acción sería un apuro demasiado grande para ellos. Prefieren seguir durmiendo y dejar que el destino los pille desprevenidos, y así lo harán hasta el final.

Mientras Gervin sostenía contacto visual con la pared viviente, estudié cuidadosamente el modo en que se atusaba la barba. Cuando se dio cuenta de la intensidad de mi mirada, dejó caer su mano y frunció el ceño durante un momento. Después continuó.

― La gente piensa que la degradación de los campos es un proceso lento. Cada pocos años se dan cuenta de que ciertas fuerzas se han debilitado un poco más. Pongamos por ejemplo las piedras blandas. Cuando era un niño, una piedra blanca decente te permitía comunicarte con cualquier persona en el reino, sin importar cuán lejos viviese. Ahora, incluso usando el maravilloso medallón que le has traído a Elyani, alguien de la región de las Orillas del Este nunca podría alcanzar a un amigo en las Orillas del Oeste. Todo ha sucedido gradualmente. De vez en cuando nos damos cuenta de que tenemos que extraer cada vez un poco más de poder de los campos para hablar por los canales de voz, y que las comunicaciones ya no trasmiten nuestros sentimientos tan bien como solían hacerlo.

De repente, Gervin se levantó. Atraído por su magnetismo, me levanté con él. Caminó hacia el final de la habitación. Descansando en el Dragón, permanecí en pie donde estaba.

Se giró hacia mí.

― Amigo mío, tengo que hablarte ahora sobre asuntos serios. Estos no deben ser discutidos en público, ni siquiera con la gente de nuestro templo. La situación presente es desalentadora. En las últimas semanas, los Genios de los Campos han descubierto oscuros presagios. Los campos ya no se deterioran gradualmente, si no cada vez más rápido. La desoladora realidad es que el entramado de los campos al completo está al borde del colapso y con él, el reino.

En el extremo superior de la fuente, diez millones de soles. Gervin ve.

― Hace muchos años ―continuó Gervin―, estudié cuidadosamente cómo estaba teniendo lugar la degradación de los campos. Esto me condujo a predecir ciertos eventos que ocurrirían uno tras otro, señalando el desastre inminente. Sabía demasiado bien que una vez que estos signos fuesen observados, el fin estaría cerca. Pero lo que nadie podría predecir es cuánto tiempo tardará en desarrollarse la secuencia. Podría haber sido durante unas cuantas docenas de generaciones, o unas cuantas docenas de años.

Durante más de dos décadas, no se observaron ninguno de estos signos críticos. Pero durante los últimos meses, los Genios de los Campos han comprobado que, un ritual particular, ya no mitiga el exceso de seres elementales caóticos en la oscuridad visible. Esto, en mi opinión, indica sin lugar a dudas que el entramado de los campos al completo está a punto de derrumbarse.

De ahora en adelante, las cosas se moverán muy rápido. Podrían pasar algunos años antes del inicio del colapso final, pero también podría suceder en unos pocos meses. A decir verdad, podría incluso suceder en pocos días.

Anclado en mi Madre Dragón para aguantar la conmoción que causaban sus palabras, me sostuve en la fuente clara.

― Ahora la peor parte. ¿Qué pasará si los campos empiezan a derrumbarse para siempre? La campana sonará para los durmientes. Templos y capillas quedarán vacíos de la presencia de los dioses. La gente estará completamente desprevenida. En el medio de la oración, su deidad se tornará muda y todo el apoyo que solían recibir de las esferas superiores, se desvanecerá. El miedo los golpeará y se volverán totalmente ciegos a los mundos espirituales. Muchos de ellos perderán la cabeza. Algunos se postrarán y se dejarán morir, otros tomarán las calles como locos, atacándose unos a otros sin motivo.

La naturaleza también se trastornará. El entramado de los campos se usa para controlar las cosechas, así que se sucederán años enteros en los que el campo no dará fruto. Habrá sequías como nunca antes se recuerdan en el reino. Gran escasez de alimentos, incluso hambrunas en algunas partes de la tierra. En otros lugares habrá inundaciones masivas y maremotos.

Y, a lo largo del reino, los edificios empezarán a derretirse. Sin los campos, el plass no puede vivir. En cuestión de meses, las paredes vivientes de todos los edificios se licuarán. Los templos más magníficos serán reducidos a montones de amorfa sustancia blanquecina. No se librará ni una casa. Incluso las casas-árbol se convertirán en una ilegítima maraña de ramas.

Muy probablemente, la población entrará en pánico. La gente huirá en todas direcciones, buscando comida, pero ningún lugar será seguro. La administración del rey pronto estará abrumada y será incapaz de controlar la situación. Los restos de templos y pueblos serán saqueados por hordas de bandidos. Y la gente que sobreviva a las masacres y las hambrunas será atacada por enfermedades extrañas y terribles. Habrá cadáveres esparcidos por todos los campos. La oscuridad visible será inundada por las almas errantes de los difuntos, y no habrá sacerdotes que las dirijan. Esto a su vez causará un desbordamiento de los Inframundos y más plagas en el reino.

Finalmente, tras cierto número de décadas o generaciones de creciente caos y miseria, Nuestro Señor Melquisedec tendrá piedad y acabará con el sufrimiento de los hombres causando lluvias torrenciales. Durante meses y años caerá la lluvia, arrastrando la gloria que fue La Atlántida. Ni una región se salvará. El reino entero será engullido. Los salvajes de las tierras lejanas, mucho más allá de nuestras orillas del este, serán seguramente los únicos supervivientes. Y no pasará mucho tiempo antes de que olviden que alguna vez existimos.

Gervin terminó su discurso, mirando al vacío.

Me sentí como si la fuente clara me hubiese golpeado con un relámpago.

Cuando finalmente pude emitir palabras, pregunté:

― Maestro Gervin, ¿cuándo has dicho que sucederán estás cosas?

― No todas las regiones serán golpeadas a la vez. Y nadie puede predecir la fecha exacta del principio del fin. Hay muchos factores en juego. Solía pensar que pasarían al menos veinte años antes de que la situación en la región de Eisraim estuviese fuera de control. Pero ahora creo que será mucho menos de eso. Para ser honesto contigo, debo decirte de nuevo, todo podría derrumbarse en cuestión de meses, incluso días. Esto es el principio del fin.

Gervin caminó lentamente de vuelta hacia mí y se sentó. Me senté también, agradecido de poder poner mi peso en algo sólido.

― Szar ―continuó―. Necesito tu ayuda. Es respecto a un proyecto altamente secreto llamado “El Archivo”. No evitará ninguno de los desastres que están a punto de suceder en el reino pero, si tenemos éxito, preservará una gran cantidad del conocimiento de Eisraim y también de otro templo. Te explicaré más en los próximos días, cuando hayas comprendido mejor los campos, corrientes y piedras blandas. Pero, por ahora, hay otra cosa importante que quiero decirte ―antes de continuar, Gervin reforzó el contacto ocular entre nosotros―. Pronto te pediré que seas parte del equipo de Genios de los Campos que están trabajando duramente en la finalización del Archivo. En los tiempos revueltos que se acercan, cada uno de nosotros tendrá que dar lo mejor de sí mismo. Te estoy pidiendo personalmente que te muevas rápido Szar. Sé que ya no eres un durmiente, y sé que has tenido que pasar por grandes pruebas durante los últimos años. Pero debo pedirte que te despiertes más, y más rápido. Cada día cuenta. Necesito que seas muy fuerte.

― ¿Qué debo aprender primero? ―pregunté.

― Las corrientes, con Lehrmon. Si puedes, me gustaría que aprendieses sobre las piedras blancas con el equipo de Genios de los Campos que trabajan bajo las órdenes de nuestro gran experto, el Maestro Woolly. Es una persona con la que no es fácil llevarse bien, pero los Genios de los Campos que lo rodean son muy amistosos ―y con su voz taladrando un agujero en mi tercer ojo, Gervin insistió―: Pero, sobre todas las cosas, despertar es la más importante ―y mantuvo contacto visual conmigo, vertiendo su energía tronadora en mi fuente.

― Tendré que irme pronto, un legítimo representante del príncipe de Eisraim me espera ―anunció―. ¿Querías preguntarme algo?

― Bueno… Maestro Gervin, había venido con una pregunta concreta en mente, pero tras escuchar tus palabras, tengo hasta vergüenza de mencionarlo.

Gervin sonrió.

― Dime, mi amigo en la Ley.

― Te iba a preguntar si los Maestros del Trueno se pueden casar. Suena como un tema banal en este momento.

Gervin estalló en carcajadas, haciendo que me preguntase de dónde sacaba la fuerza para reír en aquellos trágicos tiempos. Levantándose, se acercó y puso su brazo sobre mis hombros, acompañándome a la puerta de la estancia aguamarina.

― ¿Preguntándote cómo comportarte con Elyani?

Asentí.

― Mmm… ―al Portador del Trueno le divertía bastante mi inquietud―, si la situación no fuera como es, creo que te dejaría en la agonía de la duda durante unos meses. Sería excelente para tu desarrollo espiritual. Pero ahora ―se puso serio―, quiero que seas feliz. ¡Disfruta de cada legítimo minuto! Haz a mi pequeña Elyani tan feliz como puedas. No hay ninguna regla que diga si los Maestros del Trueno se pueden casar o no. Si hemos hecho de nosotros una casta tan secreta, es precisamente para poder seguir nuestra Verdad, sin tomar en cuenta las normas de los durmientes. La única regla de los Maestros del Trueno es seguir la integridad de la fuente clara.

9.11 Tormenta en el Punto

Salí de la estancia aguamarina hecho pedazos. Me arrastré dracónicamente a lo largo del callejón, cantando mecánicamente: “¿Qué hace un loco cuando su casa se derrite? Él baila, él baila”.

Lehrmon todavía no había vuelto a Eisraim, así que caminé hasta la capilla de Nuestro Señor Ganá. Al llegar al enclave de los treinta y tres dioses victoriosos, me topé legítimamente con Artold.

Esta vez me reconoció.

¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, Szar! ¿Cómo estás, mi amigo en la Ley?

Bien, Artold, mi amigo en la Ley. ¿Y tú?

― Estoy verdaderamente bien, Szar, ¡gracias al Buen Señor Melquisedec! ¿Y cómo están tus padres, mi amigo en la Ley?

Miré hacia las nieblas. Después le sonreí y puse mi mano sobre su hombro, conectando con las alturas de la fuente. Él me devolvió la sonrisa. Una sonrisa encantadora.

Legítimamente me fui y continué caminando. “¿Qué pasará con Artold cuando suene la campana?”, pensé. Miré a mi alrededor, la gente, los edificios. “¿Qué quedará de esto en veinte años?

Fui asaltado por visiones de capillas semi derretidas.

Sabía que había campos en las paredes. Nunca me había dado cuenta de que, sin los campos, todas las paredes vivientes se disolverían, incluso el plass de los templos, que todos creían eterno. Como la Ley.

¿Así que todo era una ilusión?

En este enclave, las capillas habían sido legítimamente levantadas hacía decenas de miles de años. Eran tan sagradas como el Corazón de la Ley.

El sentimiento de pérdida era abrumador.

Cuando llegué a la capilla de Nuestro Señor Ganá, me pregunté: “¿Y si empieza el próximo mes, o la próxima semana?

La capilla estaba vacía.

La presencia que sostenían las paredes vivientes era sublime. Como siempre.

Me dirigí a la especial luz dorada. “¿Y si fuera mañana?”.

“¡Ha Ganá! ¡Lobatchen Zera! ¡Hera, Ganá! ¡Simayan ho Zera!”, saludé al dios y empecé una lenta danza. Mi mente estaba en blanco, dejé que el vrufear del Dragón dirigiese los movimientos y ofrecí la fuente clara al dios.

Cuando llevaba bailando durante un tiempo, ¡Nuestro Señor Melquisedec sabe cuánto!, me golpeó una ráfaga de inspiración.

Fue repentino, violento, sobrecogedor.

El cielo está en fuego. Barkhan Seer está riéndose. En el Cielo de la Revelación, Kartendranath espera a Hiram.

Tan brillante como el relámpago. Proveniente de las alturas, brillaba sobre mi cabeza.

Asombroso Sol Dorado. Los Hijos de Apolo están plantando semillas para la hermandad de los Caballeros. Jinia está esperando. En la Gran Hormiga, la conocen bien. Que volemos juntos. Un millón de ángeles danzan sobre mi cabeza. Takhar de los cabellos largos permanece junto al Rio del Recuerdo. Para siempre jamás. Las épocas pasan, las leyendas viven. Hay poderes mayores que el sueño y el olvido.

En mi cabeza, no estaba seguro de qué era aquello. Demasiado denso para ser expresado en palabras. Pero arriba era luminoso.

Condensado en un punto, contenía un programa entero para despojarse del sueño.

Supe que era la semilla del despertar que había buscado durante tanto tiempo.

Supe que también era la semilla para una nueva alianza con Nuestro Señor Ganá.

¿Pero qué era exactamente?

Niño de las estrellas, ¡descifra tu profundidad!

Me senté, intentando entenderlo.

El infinito en un punto, desde Eisraim a Filadelfia.

Mi mente permaneció en blanco, incapaz de abarcar la inmensidad sobre mi cabeza. Intenté ordenar mis pensamientos pero el tejido de mi mente se sentía totalmente insustancial comparado con la densidad que se movía hiper rápido sobre mi cabeza.

Me levanté de nuevo, ¿qué hacer?

¡Eso era fácil! Lo que fuese que vibraba sobre mi cabeza poseía el saber de cientos de cosas que podía hacer, inmediatamente.

¿Por dónde empezar?

Eso también era fácil. Corrí hacia la puerta.

Me detuve y me di la vuelta, dándome cuenta de que no había expresado mi gratitud a Nuestro Señor Ganá.

“¡Gang, gang, Ganá! Gracias, o gran dios victorioso, exterminador de los enemigos del cielo, vencedor de las armadas de los asuras, conquistador del gran cielo, ¡héroe entre los celestiales! ¡Gang, gang, Ganá!”. Me hubiese gustado llorar de gozo, ¡pero no había tiempo! Empecé a correr de nuevo. Sin siquiera preocuparme de que el callejón se vaciase, me alcé hasta la cima de una capilla y me apresuré sobre los tejados como si estuviese en el medio de un ejercicio de guerra con Marek.

― ¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, Namron! ―grité mientras corría sobre las columnatas del camino recto de la Ley.

― ¡Toda la Gloria sea para Nuestro Señor Melquisedec… ―Namron, sentado tranquilamente sobre su cúpula favorita en el enclave de los molinos de viento, me miró como si estuviera extraño― ¿Va todo bien?

― ¡Legítimamente maravilloso! ―seguí corriendo.

Él contestó algo, pero ya estaba demasiado lejos como para oír sus palabras. En menos de dos minutos, alcancé el tejado de las Sacerdotisas de Azul. Elyani estaba saliendo de su habitación. Silbé para no sobresaltarla.

Miró hacia arriba.

Descendí de un salto.

― Elyani, ¡debo hablar contigo!

― ¿No puede esperar? Debo apresurarme legítimamente para llegar a una reunión.

― ¡De ninguna manera, mujer de la Ley! ―la miré. Su largo vestido blanco mostraba un poco sus hombros.. Se había puesto un toque de polvo negro en sus pestañas. En la tormenta del Punto me di cuenta de que nunca me había fijado en que usaba maquillaje. Su piel brillaba. Sus ojos brillaban. Su corazón brillaba, con mi medallón sobre él.

― ¡Eres tan hermosa! ―susurré. Ella sonrió.

― ¿Qué sucede, dulce Dragón?

― No estoy seguro, pero necesito tener una laaaarga conversación contigo.

― Bien, ¿y si bailas durante una o dos horas y me esperas? No hace falta que estés en el césped, me puedes esperar en el tejado. Tengo que ir a dar instrucciones a Maryani, la próxima Águila Blanca que descenderá a los Inframundos. Tan pronto como se acabe la legítima reunión, soy toda tuya.

― ¿Dos horas? ―exclamé― ¡Imposible! De todos modos Maryani no necesita preparación. Sólo dile que se olvide del asunto de sigue-caminando-aférrate-a-tu-símbolo. En el presente estado de los campos es una completa pérdida de tiempo. En su lugar, ella sólo debe encontrar un lugar agradable y esperarme. ¡Hecho!

― ¿Un lugar agradable en el Inframundo?

― ¡Pues claro! Nunca fue la intención de mi Madre que la gente pasara un suplicio para ir a visitarla.

Elyani me lanzó una mirada, casi frunciendo el ceño, pero sonriente. Descansando su conciencia en el medallón de piedra blanda, llamó a través de un canal de voz.

― Maryani, me ha surgido un asunto extremadamente urgente. Debo cancelar nuestro encuentro. Te veré mañana.

De la fuente clara obtuve suavidad líquida.

― Gracias, Elyani.

Ella se hizo profunda, un océano de cualidades del Águila.

― Elyani, no sé qué me está pasando, pero sé que tengo que hablar contigo ―las palabras salieron de mi boca apresuradamente―. Te debo una sincera y profunda disculpa. Hasta hoy nunca me había dado cuenta de que llevas polvo negro en tus pestañas. ¿Cómo puedo haber sido tal durmiente?

Ella se suavizó un poco más si cabe.

― ¡Me alegro de haber cancelado mi cita!

― ¡Espera! Tengo cosas incluso más importantes que decirte ―me acerqué mucho a ella―. Creo que nunca te he dicho que eres hermosa. Quiero decirte que eres fantásticamente hermosa. Verte brillar es mi gozo constante.

Ella abrió más los ojos, jubilosamente perpleja ante esta explosión de cumplidos.

― También quiero decirte que eres la mujer más dulce que he conocido. Es cierto. Sólo me ha llevado algún tiempo decirlo, esto es todo.

La rodeé con mis brazos.

― Y nunca te he tomado realmente entre mis brazos, ¿puedes creerlo? ¡Yo no! ―la sostuve contra mí, dejando que las olas de la dulzura de mi Madre vrufeasen de mi cuerpo al suyo―. Pero lo que realmente necesito decirte es que… ¡Te amo, Elyani! ¡Te amo! ¡Te amo!

El vuelo del Águila en el Límite de las Alturas.

No respondió con palabras, si no con una apertura que debilitó mi Dragón.

Más allá de los campos de estrellas, una noche profunda, un océano de sonido.

­­-¡Te amo! Ahora que lo he dicho, me siento mucho mejor, ¡no te lo puedes imaginar!

― ¡Oh, sí que puedo! ―murmuró.

― Supón que hubiese muerto esta mañana. Ahora mismo sería un alma en pena, vagando por la oscuridad visible y preguntando a los demás fantasmas: “¿Por qué no le dije cuánto la quería? ¿Por qué no la besé?”.

Lentamente me moví hacia ella hasta que mis labios se encontraron con los suyos.

Elyani rodeó mi cuello con sus brazos, envolviéndome en las alas de Luz del Águila, sumergiendo su alma en el beso.

Inmensidad.

Más inmenso que el espacio, más allá del nacimiento del tiempo.

― Te amo, Szar de la Túnica Marrón. Con todo mi ser, ¡te amo!

Las palabras tuvieron un impacto poderoso, pero no el que yo hubiera esperado. Fui asaltado por la continuación de la revelación que había empezado en la capilla de Nuestro Señor Ganá.

Fue gigantesco. De golpe, cientos de miles de ángeles sonaban trompetas en mi fuente clara.

― Qué… ¿qué es eso? ―mis piernas se tambalearon.

― Tu Punto ―el Águila Blanca me arrastró con suavidad, haciéndome sentar en el césped. Se sentó junto a mí―. Tu Punto está siendo despertado.

― ¿Es así el poder del Punto? ¡Es asombroso! ―la velocidad del fluir de pensamientos sobre mi cabeza era fenomenal, como si cientos de miles de ángeles estuviesen hablándome a la vez. Y sin embargo, mi cabeza estaba vacía―. Es arriba, en la fuente clara. Va demasiado rápido. No lo puedo poner en palabras.

― ¡No lo intentes! ―ella apoyó su cabeza en mi hombro―. Deja que permanezca arriba, en el Punto.

Me sentí abrumado por la absoluta inmensidad de la experiencia.

― ¿Qué debo hacer?

― En esta primera fase, nada. Sólo deja que suceda ―me aconsejó Elyani, tomándome entre sus brazos―. Una de las cosas hermosas del poder del Punto es que te permite hacer varias cosas al mismo tiempo ―ella puso sus labios sobre los míos en un largo y tierno beso.

A los ángeles no les importó. Siguieron hablando sobre mi cabeza como si nada estuviera ocurriendo.

Elyani acercó sus labios a mi oreja.

― ¿Todavía fluye?

― ¡Es tremendo! ―me regocijé―. Es muy diferente del suave coro de ángeles que a veces escucho cuando medito. Es como… ―busqué las palabras.

Sabiduría concentrada. Los ángeles te están explicando las leyes del Punto.

― ¡Nunca había sentido nada moverse tan rápido!

― La mente de los ángeles del Punto es el más veloz de los vientos.

― ¿Vientos? ―dije riendo― ¡Querrás decir huracán! ¡Vuf!

― No, no está permitido que digas esta palabra mágica ―protestó, golpeando con suavidad mi hombro―. No has sido iniciado en los misterios del Águila Blanca.

Un fuerte aumento de poder se abalanzó sobre mi fuente clara.

― ¡Va demasiado rápido! No sé si lo puedo sostener mucho más tiempo.

― Intenta permanecer extremadamente quieto.

Lo hice lo mejor que pude, pero la experiencia se alejaba de mí deslizándose, como si yo no tuviera la suficiente densidad como para retenerla.

― ¡Se desvanece!

― ¡Dracónicamente quieto! ―ordenó, y me arrastró de la mano hasta la puerta de Dragón.

Dejando que la fuente clara descansase en Ella Dragón de las Profundidades, me hice sólido como una roca. El poder del Punto inmediatamente recuperó su intensidad.

Elyani permanecía frente a mí, sosteniendo mi mirada.

Sobre su cabeza pude ver una estrella brillante.

Esto provocó otra explosión en la fuente clara. Desde todas las direcciones del espacio, millones de ángeles hablaban y se cantaban himnos los unos a los otros. Cada palabra contaba. Cada nota tenía significado. La creación respiraba.

― Ahora entiendo quién es Ganá ―susurré― ¡Estoy dentro de su mente!

― Él te ama ―la tranquila fuerza de Elyani brilló a través de su sonrisa.

“Nama Gana, Nama Gana, Gana Gana, Nam Nam”, cada fibra de mi dracónico cuerpo cantaba el mantra. Y el dios empezó a bailar a través de mi cuerpo.

Elyani bailaba conmigo.

9.12 Visiones fugaces del mar fundido

En el pequeño patio bordeado por laureles Elyani bailaba, iluminada por la deslumbrante estrella sobre su cabeza.

Estaba con ella, asombrado por la Luz del Águila que brillaba a través suyo.

Muy lejos, arriba, como si fuera en el otro final de la fuente clara, Nuestro Señor Ganá bailaba a orillas de un mar.

Yo estaba con él, sorprendido por la magnificencia de las olas plateadas.

Su mente, silencio atronador, faro de fuego.

Un dios danzante es un universo en movimiento. Imparable.

Él venera la fuente de todas las fuentes, su madre, el mar.

Camino por el borde de ninguna parte.

Piso el límite del ser en ningún sitio.

Madre de la Luz, ¡protege mi camino!

Recordando las guerras contra los asuras, cuando Gana desenraizó la poderosa cadena montañosa de Shimegan, encendiéndola con su mente. Lanzó sobre sus enemigos la gigantesca masa de fuego, aplastando la impía ciudad de Ohlsen, la morada de Beram y sus titanes. Los diezmados titanes tomaron refugio alrededor de los tranquilos lagos de las llanuras de Lorelai. Por la fuerza del Espíritu, Ganá secó los lagos y los noventa ríos que los alimentaban, forzando a los titanes a retirarse a los Inframundos, donde las armadas de los dioses los persiguieron descendiendo la cadena de volcanes que bordea los Hornos de la Fatalidad. Allí la batalla prosiguió con furia durante seiscientos años de los dioses, hasta que Ganá venció al último de los hijos de Beram en uno de los más feroces duelos de magia de todos los tiempos.

Triunfante, Ganá regresó a Amaravati.

Caminó hacia las orillas del mar y bailó.

Rindiendo su victoria a su madre.

Venerándola con su música.

¿Es esto lo que es la música? Pues no es para nada lo que pensé que era.

Ganá baila.

Océano de eternidad. Tiempo condensado en una gota.

Elyani se desplomó en el suelo.

― ¿Estás bien?

― Mi amor ―dijo jadeante―. Lo siento, simplemente ya no puedo moverme.

La suavidad del sol indicaba que ya había pasado la tarde.

― ¡Oh, lo siento! ―caí de rodilla a su lado―. Debes estar exhausta.

― ¿Hay… algo de beber? ―preguntó.

Corrí a la habitación y traje una jarra de agua.

― ¡La belleza de este mar quitaba el aliento! ―me maravillé mientras bebía.

― ¡Especialmente tras dos horas! ―dijo asintiendo, todavía sin respirar bien.

― ¿Tiene un nombre?

― El Mar Fundido… te lo cuento en un minuto.

Dejé que mis manos recorriesen sus puertas energéticas.

― ¡Oh, mi Señor Melquisedec, estás exhausta!

Ella sonrió.

― Volando en las alturas, con el Águila.

― Anoche no debí tenerte despierta hasta el amanecer.

Ella estaba recuperando el aliento.

― No pareces dormir mucho desde que te has convertido en un Dragón… Descansé un poco esta mañana…mientras estabas con Gervin.

― Tengo que cuidarte mejor.

Hormiga gigante. Extendida en espacios inmensos. Pureza prístina.

Permanecí a su lado, dejando que se recuperase. Pero otra explosión tuvo lugar sobre mi cabeza, tan violenta como la previa.

― ¡Oh, esto es feroz! ―sujeté mi cabeza con las manos, preguntándome cómo no explotar― ¿Es esto lo que le sucede a la gente cuando se les despierta el Punto?

― No ―me acarició con su voz―. Tu Punto está llameando porque Gervin ha decidido que necesitamos movernos rápido contigo. Quiere que tu columna de Espíritu esté despierta lo antes posible.

― Despierta ―la energía incandescente sobre mi cabeza iba mucho más allá de mis legítimos y soportables límites― ¡El despertar no es lo que yo pensaba!

― Las llamaradas no duran ―dijo animándome.

― ¡Este fuego podría consumirme fácilmente! ―llamé al Dragón para calmar el volcán invertido que derramaba a borbotones su fuego en mi sistema.

¿Sería esto lo que Felicia tuvo que soportar en la cripta del Vigilante?

― ¿Qué podríamos hacer para ayudarte? ―Elyani se sentó y cerró los ojos, buscando inspiración.

El líquido elixir de infinitud que dio lugar al Fuego Cósmico.

― ¡Tengo una idea! ―ella se tumbó en el césped ― ¡Dame una sanación! Una amorosa sanación ―añadió, poniendo mi mano en su pecho―. Con todo el poder de tu Madre Dragón, como si mi supervivencia dependiese de su dulzura.

Dejé que mis manos recorriesen su cuerpo, fluyendo la dulzura del Dragón al corazón y del corazón al Dragón. Elyani se hizo inmensa, y la magia del toque la tomó por completo.

― ¿Qué me haces? ―yo me eché a reír, sintiendo cómo me expandía más allá de los límites del templo.

― Soy el Gran Mar, que dio vida a los dioses ―jugando, puso su tono de voz de mujer mágica― ¡Sumerge tu fuego en mi interior!

Esto tenía mucho sentido para el Punto. Guiado por su superior saber hacer, recargué su fuerza vital, mientras las imágenes del Mar Fundido seguían vertiéndose desde la fuente clara.

Bajo mis manos, el aliento de Elyani se tornó supernaturalmente pacífico.

En la orilla del Mar Fundido, las olas fluían y refluían.

― Los dioses llaman a este mar lo más fascinante de todas las cosas ―murmuró Elyani.

― Fascinante ―repetí, con mis manos sumergidas en la dulzura fluida de Elyani.

― Ella es el lugar más sagrado del mundo de los dioses.

― ¿Ella?

― Sí, los himnos la llaman “ella”, como tu Madre Dragón.

Los matices plateados de las olas reflejaban un optimista gozo de vivir.

― Gran parte de los dioses nacieron del Mar Fundido ―dijo, rindiendo tiernamente su fresca vitalidad―. El Mar Fundido los creó, y ellos maduraron en la profundidad de su vientre. Y despertaron una mañana, la primera mañana de los dioses. Las olas los llevaron a la orilla, y empezaron a crear su propio mundo.

― ¡Y los dioses crearon nuestras esferas! ―me maravillé, con la mano izquierda rozando su vientre―. Si todas las cosas fueron moldeadas por los dioses, y si los dioses mismos vinieron del Mar Fundido, entonces…

Ella es la fuente de todas las cosas ―Elyani cantó un himno de la creación―. Cuando los dioses crean, sea un nuevo pájaro, un nuevo árbol o un nuevo mundo, ellos beben del potencial ilimitado del Mar Fundido. Así lo dice el misterioso verso: “El Mar Fundido es la primera forma sin forma y su poder formativo”.

El mar fundido sin forma es la primera forma con su poder formativo.

― ¡Tan pura! ―nos dejamos lavar por las imágenes líquidas.

Cuando las nieblas empezaron a ruborizarse con los primeros matices del atardecer, la tormenta del Punto había pasado. Yo estaba bañado por un espacio fluido, suavemente intoxicado por el toque iluminado, unido con la totalidad regeneradora de lo Fundido.

― ¡Elyani! ―una voz ansiosa la llamó a través de la oscuridad visible.

La mujer mágica se recompuso en su ser humano.

― ¿Seyani?

― Elyani, te necesitamos en la capilla de los controladores. Tenemos diecisiete viajeros varados en el borde de las esferas de la lejanía. Necesitamos realizar un ritual de rescate.

― ¡Diecisiete a la vez! ¡Oh, dioses! Estaré contigo inmediatamente.

9.13 El lenguaje legítimamente codificado de Mouridji

Elyani regresó con la noche. Yo estaba en el tejado de las Sacerdotisas de Azul, con el aura todavía vibrante de los últimos trémulos rayos de luz del atardecer, con la fresca paz de las olas Fundidas todavía sosegando la incandescencia del Punto. Descendiendo, me pregunté por qué nunca había mirado realmente los atardeceres. Transmitían un sentimiento supremo de paz. Y sin embargo, hasta ahora nunca me había dado cuenta de lo especiales que eran. ¿Cómo podía haber sido tal durmiente?

El Águila Blanca traía una cesta.

― Me he encontrado a la profetisa Mouridji. Nos ha dado una cesta llena de comida. Ha dicho que la ha preparado expresamente para ti y para mí. Y me pidió que te dijese lo legítimamente encantada que está de volver a verte en el templo y alojado en el ala femenina.

― ¿Pero cómo sabe que me he mudado aquí? ―dije frunciendo el ceño.

― Mouridji siempre sabe estas cosas.

― Mm…

La Laguna Azul. Muy, muy lejos.

Se detuvo cerca de mí.

― Es la primera vez que me das un beso de bienvenida al hogar ―sonrió y cerró los ojos, suave y fresca como la noche.

La tomé entre mis brazos y concienzudamente cumplí el deseo.

Él está esperando, en la Laguna Azul. Sabe que lo llamarás.

Perpleja, Elyani abrió sus ojos.

― ¿Has escuchado eso?

― ¿Qué? ―no sabía a qué se refería.

― Oh… nada…

― ¿Qué tal fue el rescate?

― Bastante fácil ―Elyani se sentó en el césped , trayéndome con ella―. Los viajeros están todos de vuelta en sus camas, sanos y salvos. Pero este accidente nunca debiera haber sucedido. Fue causado por una alteración en los campos desconocida hasta hoy.

― ¿Y por qué te llamaron los controladores del espacio? ―sentía curiosidad.

― Porque hasta hace dos días, yo era la directora de su equipo. Fui nominada para este puesto cuando te fuiste al Templo de Vulcan.

― ¡Controladora Jefe de Eisraim! ―exclamó mi Dragón con asombro. Desde mis más tiernos años había profesado por los controladores del espacio una admiración ilimitada.

― Sólo durante el día. Es un equipo pequeño. El equipo nocturno, con sus cuarenta y ocho controladores es el doble de grande.

― Los controladores de nuestro templo son mucho más poderosos que los normales, ¿verdad? ―me entusiasmé.

― Deben serlo. Los sacerdotes y sacerdotisas de nuestro templo viajan astralmente mucho más lejos que la gente normal.

― ¿Y por qué ya no eres la Controladora Jefe, Elyani?

― Cuando volviste, Madre Teyani me liberó del cargo.

― ¿Hice algo malo?

― No, no. Teyani decidió que necesitaría algún tiempo para mí, eso es todo.

“¡Toda la gloria sea para el maestro!”, envié un pensamiento cariñoso a Teyani.

Cuando lo llames en la Laguna Azul, Elyani estará sentada a tu lado.

Elyani dio voz a la llamada de su estómago.

― ¡Me muero de hambre! ¿No tienes hambre? No te he visto comer ni una vez desde que volviste.

― No lo necesito, me alimento de la brisa de mi Madre ―apunté a la puerta de Dragón―. Pero comeré para hacerte compañía.

Un mantel blanco fue puesto en el césped, y Elyani desempaquetó las exquisiteces de Mouridji: un puñado de apio crudo, una pequeña jarra de aceite de osamon, dos barras de pan de cereales (parecía maíz azul), verduras hervidas y peras de la Ley al vapor.

Me senté frente a ella, observando cómo atacaba la comida vorazmente, intentando imaginar cómo sería cuando dirigía su equipo de veinticuatro controladores del espacio del más alto nivel.

Entre bocado y bocado, Elyani me informó gradualmente de que Lehrmon, “¿me pasas la barra de pan de cereales, por favor?”, se había comunicado con nosotros por medio de un canal de voz para informarnos de su vuelta, “¡Oh!, esto sí es un buen apio, ¡me encanta el apio!” y me había invitado a encontrarme con él a la mañana siguiente, “ Oh oh, ¡el aceite de osamon está especiado con hierbas de la locura!”, para empezar a instruirme sobre piedras, corrientes y otros secretos de los Genios de los Campos.

― Las piedras blandas todavía son un misterio para mí ―olfateé cuidadosamente el aceite de osamon desde la distancia―, pero… ¡espera un instante! ¿no ha puesto Mouridji de la Túnica Púrpura una influencia en ese aceite?

― ¡Oh, nada serio! ―dijo bañando el tallo de apio en el aceite y pasándomelo―. Bueno, usar piedras blandas es algo banal, lo que es difícil es hacerlas. Gervin me dijo que le gustaría que aprendieses este arte de Woolly, si puedes arreglártelas para llevarte bien con él, claro.

Tomé el apio, olfateando los coloridos vapores astrales con suma prudencia.

― He captado que el Maestro Woolly es un extraño personaje. ¿Lo has conocido?

― Sólo brevemente. Gervin y Lehrmon lo consideran un genio. Hasta que se unió a su equipo de Genios de los Campos, el proyecto del Archivo estaba pasando grandes dificultades. “¿Puedes pasarme la otra barra de pan de cereales, por favor?” Woolly resolvió problema tras problema, discurriendo soluciones originales y completamente nuevas, poder del Punto, estilo relámpago.

Así que Elyani conocía el Archivo.

― Pero Woolly tiene mala reputación por sus terribles modales y su espantoso temperamento ―continuó―. ¿Sabes qué es esa viscosa sustancia, como gelatina blanquecina? Las piedras blandas están hechas de ella.

Negué con la cabeza.

― Es asquerosa ―dijo poniendo una cara evocativa―. Hace un año, Gervin envió a Woolly a ayudar a nuestros amigos al templo de Lasseera. Una tarde, Woolly se irritó tanto con uno de los sumos sacerdotes mayores que le tiró un gran cubo de gelatina a la cara. Y para empeorar las cosas, rehusó disculparse.

Yo me reí entre dientes.

― ¿Qué pasó? ¿Lo echaron del templo?

Hace miles de eones, cuando la noche cósmica terminó, él se levantó.

― No, no pudieron. Ese es el problema con Woolly, es demasiado preciado. Ha salvado años de trabajo, así que tienen que aguantarlo. Pero los sumos sacerdotes nunca lo perdonarán.

Él se alzó y llenó la inmensidad de las esferas con su luz.

Tras una larga deliberación, decidí dar un mordisco al apio (descansando firmemente sobre el Dragón). No me hizo nada particular.

― ¡No, no intentes resistirte! ―dijo Elyani en voz baja―, se supone que debe ponerte alegre.

Dracónicamente quieto, esperé el impacto.

Ella sacudió la cabeza.

― ¡No lo entiendes! Esta cena es un mensaje legítimamente codificado enviado para ti por las sacerdotisas del ala femenina.

Esto sonaba asombroso.

― ¿Qué dice el mensaje?

― La cena dice: “Bienvenido, Maestro del Trueno! El apio dice: “Nos gusta el aire fresco de tu naturaleza joven”. Las barras de pan están hechas con maíz azul, el preferido por los dioses, y significa: “Los dioses te han enviado aquí”. Las peras de la Ley significan: “La pequeña Elyani es toda tuya, ¡ya está cocinada! Y mira, no han especiado el aceite de osamon con hierbas de la sabiduría, si no con hierbas de la locura.

Me acerqué a ella.

― ¿Qué hubieran indicado las hierbas de la sabiduría?

― Hubieran querido decir: “Joven, ¡compórtate legítimamente con nuestra sacerdotisa!” ―la voz de Elyani descubría la magia de su suavidad.

― ¡Oh, dioses! ―suspiré, derritiéndome.

Sus dedos rodearon mi muñeca, su cabeza descansaba en mi hombro.

― Bueno, ¡veré lo que puedo hacer! ―y me puse a comer plato tras plato, empezando metódicamente con las legítimas barras de pan de maíz sagrado, después acabando con las verduras y bebiendo el aceite directamente de la jarra.

Elyani observaba pacientemente. Ya no parecía hambrienta.

― Esta noche, ¡debes irte pronto a la cama! ―dije con dracónica y autoritaria certeza, mientras una delgada línea de sirope de pera goteaba sobre mi barba.

― ¿Debo? ―limpió mi barba con su blanca manga larga, y su mirada sumergida en mi interior.

Universo líquido. Inmensidad ilimitada. El fuego nació de las aguas.

Redescubriendo la magia del Mar Fundido en sus ojos, ya no estaba tan seguro.

9.14 Las misiones a Egipto

― ¿Quién, enviado por Nuestro Señor Melquisedec, está llamando a la puerta?

― ¡Alcibyadi!

― ¡Entra!

Alcibyadi cruzó la entrada, de veinte legítimos pies de alto y entró en el interior de la habitación con forma de geoda y las paredes de plass color zafiro espiritualizado.

Frotándose los ojos, Lehrmon bostezó ruidosamente.

― Trabajé con Woolly hasta muy tarde ayer por la noche ―masculló.

Ella fue hasta su cama y se sentó a su lado, sumergiéndose en los destellos azul profundo que provenían de las paredes vivientes. Era esta temprana hora de la mañana en la que el plass se despierta y empieza a dar luz más brillante.

Viendo que estaba llorando, Lehrmon se sentó y se arrastró de vuelta al reino.

― Alma amada, alma amada, ¿qué te sucede? ―dijo acariciando su largo pelo oscuro.

Alcibyadi sostuvo su mirada, con lágrimas resbalando por sus mejillas, incapaz de hablar.

Abriendo su corazón del tamaño del alohim, Lehrmon tomó sus manos.

― Pequeña Alcibyadi, me alegra que vinieras a mí. Es un gozo estar aquí para ti. ¿Me contarás que te hace llorar?

Ella abrió la boca, pero las palabras se atragantaron. Respiró profundamente, tomando fuerzas.

― Esta mañana, en la capilla, el Águila Blanca me envió un oráculo. Seis sacerdotisas tenemos que dejar el templo. Soy una de ellas. Nos iremos lejos, muy lejos, Lehrmon. Nunca volveremos.

En un mundo donde el exilio era peor que la muerte, era un cruel sacrificio lo que el Águila estaba pidiendo a sus sacerdotisas. Lehrmon se mordió el labio y sintonizó con lo más alto, en aquellas regiones donde la fuente clara y el Trueno se encuentran. Con la manga de la túnica marrón, secó sus lágrimas.

― ¿A dónde vais? ―preguntó.

― ¡Está tan lejos, Lehrmon! Ni siquiera está en el reino. Lejos, al este, del otro lado del océano. Una tierra salvaje llamada Egipto, un nombre que nunca había oído.

Abrumado, Lehrmon invocó la presencia de Gervin.

La calidez de corazón de los Maestros del Trueno llenó instantáneamente la habitación.

― Amiga mía ―dijo―, mi querida hermana, vamos a tener que ser muy fuertes. ¿Quién dijo el Águila que tendría que ir contigo?

― Pepni, Seyani, Afani, Berni y Maryani si vuelve del Inframundo.

Lehrmon sintió que su corazón se desgarraba. No queriendo añadir nada a la angustia de Alcibyadi, sosteniéndose en el Trueno, se contuvo.

― Amiga mía, llegan tiempos muy oscuros para el reino y debemos alabar la sabiduría del Águila por esto. Debe haber preparado un futuro mejor para ti en la tierra de Egipto.

― El oráculo dice que seremos tratadas como diosas, pero a mí me da igual ―Alcibyadi la fuerte empezó a sollozar―. Lehrmon te quiero tanto, la idea de dejarte es insoportable. Cuando solías ir al templo de Lasseera o incluso a los Dragones voladores, sabía que volverías. Pero esta vez…es demasiado horrible.

Lehrmon sostuvo sus manos cerca de su pecho.

― Mi querida hermana, siempre has sido mi alegría, perderte sería como perder la mitad de mi mismo.

― Lehrmon ―interrumpió―. Yo no me siento como tu hermana. Quiero ser tu esposa.

Lehrmon continuó mordiéndose el labio.

― Lehrmon, ¿he sido tan sólo una hermana para ti?

Lehrmon respiró profundamente.

― Alcibyadi, he sabido durante mucho tiempo que un día nos separaríamos. No tienes idea de cuán destrozado me sentí cuando lo descubrí. Fue cuando estaba viajando a través de la morada del Trueno, cuando Gervin me inició en la Túnica Marrón. Tras aquello, prefería apartarme de ti. Es decir, permanecer como tu hermano.

Se produjo un largo silencio.

Alcibyadi se sentó muy recta, mirando profundamente en su interior.

― Lehrmon, quiero tener un hijo tuyo antes de irme.

― Pero… ―Lehrmon se quedó atónito―. Alcibyadi, ¡esto no es una opción! Y, de todas formas, ¿puedes imaginarte viajando embarazada?

― ¿Y qué? Mi madre lo hizo antes que yo. Y quizá el bebé haya nacido ya para entonces. No sabemos cuánto tiempo pasará hasta que el Águila envíe la señal de la partida.

― Pero… Alcibyadi…

― Ya he pedido permiso al Águila Blanca para tener un hijo, y no puso objeciones ―juntó toda la fuerza de voluntad que corría por sus venas, la sangre que compartía con Teyani―. Lehrmon, quiero un hijo tuyo. Sé que tu destino es unirte a la gente del Archivo en los Campos de Paz y no te estoy pidiendo que vengas conmigo. Pero quiero llevar tu hijo conmigo a la tierra de Egipto. Quiero que crezca y quiero que se parezca a ti.

9.15 Despertando al mundo

Me levanté sintiendo tanto gozo que podía haber hecho añicos la pared que nos separaba de las Sacerdotisas de Azul con el más ruidoso “Yuyuyuyuyuyu…” que se había Voceado en el linaje de Lohrzen. Esto, probablemente, hubiera sido excelente para las Sacerdotisas de Azul, que necesitaban desesperadamente despertar. Pero a tan sólo veinte legítimos pies de donde yo estaba, mi querida sacerdotisa Blanca disfrutaba de su primera noche de sueño tras tres intensas jornadas.

Inmóvil como La Madre de la Noche Sin Fin, escuché su aliento.

Desde el Dragón.

La respiración de alguien a quien amas tiene un significado profundo, especialmente cuando la escuchas con todo tu cuerpo y dejas que se sumerja en lo más hondo de tu ser. Crea misteriosas melodías en tu fuerza vital. Despierta extraños ritmos, una danza para celebrar los Antiguos Días de la Tierra.

La habitación estaba iluminada por tenues brillos blanquecinos provenientes de las paredes de plass. Tras casi dos años durmiendo en cuevas, estaba redescubriendo el gozo de estar rodeado por paredes vivientes. El Plass no era tan sólo un tipo de cristal, ¡tenía vida! Sintonizando con las paredes de plass desde mi Dragón, las podía sentir respirar. Podía sentir sus raíces en el suelo y cómo extraían fuerzas del sustrato, como los árboles. Las paredes creaban un sorprendentemente agradable capullo de fuerza vital, donde uno podía extender su energía y sentirse totalmente sostenido, nutrido y seguro. En comparación, las paredes de piedra sin plass de Monte Lohrzen, ¡eran tan frías y muertas!

Sin embargo, Monte Lohrzen no se derretiría cuando el entramado de los campos se tornase un legítimo fantasma.

Desde el Punto me llegó un irresistible impulso de ponerme en vertical. Silencioso como un Guerrero, caminé de puntillas hasta la puerta. Tras unas rápidas y legítimas abluciones, ¡el Punto no podía esperar!, escalé hasta los tejados y llegué a una elevada cúpula del ala femenina del templo.

Me senté en meditación, contemplando los matices de color que anunciaban la salida del sol.

Gracias a la magia Fundida de Elayni, la cualidad del Punto sobre mi cabeza ya no me atormentaba. Fluía como un majestuoso río entregándose al océano. Todavía no tenía sentido para mí, pero el amanecer tenía sentido para él.

El amanecer, descubrí, como el atardecer, parecían contener una llave al océano de sabiduría sobre mi cabeza.

Me senté bajo el vibrante poder, sosteniendo su intensidad desde la quietud del Dragón.

Al desaparecer el lavado de colores, dando lugar a un nuevo día, me sentí Punto inspirado a ir a explorar los tejados del templo. Pronto reconocí la silueta de Namron en un tejado del enclave de la Más Antigua y Legítima de las Órdenes. Saltando por el camino, llegué hasta él y lo saludé.

― ¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, Namron, mi amigo en la Ley! ¡Qué hermosa mañana en la Ley!

¡Toda la gloria sea para Nuestro Señor Melquisedec, Szar, mi amigo en la Ley! Ciertamente una hermosa mañana. ¿Has escuchado las noticias sobre Holma, la diosa ascendente? ―preguntó, con los dientes negros a causa de la raíz que masticaba.

― No, mi amigo en la Ley, ¿qué sucede?

― Pues bien, nada bueno ―Namron se rascó su calva cabeza y escupió al callejón sin mirar abajo―. Ella ha caído ilegítimamente enferma. Si fallase en el gran ritual, esto sería el peor augurio posible para Eisraim, una señal. Hurgó en su bolsillo para coger un poco más de raíz negra―. Una señal que marcará el principio de ilegítimos disturbios, en nuestra comarca y en las comarcas vecinas. Bandas de ladrones del norte podrían aprovecharse de esto para atacarnos.

El centelleante halo de un viajero intemporal. Él volverá.

No sabía mucho sobre el gran ritual de la diosa ascendente, pero Namron no era exactamente la persona adecuada para responder a mis preguntas. En vez de eso, elegí discutir la logística del templo.

― ¿Cuántos hombres están a tus órdenes, Namron?

― Sólo doce, mi amigo en la Ley ―dijo, partiendo un pedazo de raíz y guardando el resto en su bolsillo.

― ¡Ni siquiera uno por cada entrada del templo! ¿Están al menos bien entrenados?

― Lo han hecho bien hasta ahora ―el hombrecillo descubrió sus dientes para extraer un pedazo de raíz atascado―, pero nunca ha habido demasiados problemas: unos pocos sacerdotes y sacerdotisas volviéndose locos y gritando hasta el Inframundo en medio de un ritual y un ladrón aquí y allá. Pero si un grupo organizado fuese a atacarnos, odio pensar cómo actuarán mis hombres. Aunque recientemente, el Maestro Woolly nos ha dado unas armas de piedra blanda. Son aterradoras, pero no tenemos mucha práctica usándolas. Sabiendo el tipo de operaciones de guerra que debes haber visto en Monte Lohrzen, probablemente gritarías hasta el sangriento Inframundo de horror si observaras una operación llevada a cabo por mis hombres.

― Namron, esto suena muy alarmante. ¿No hay nadie que se preocupe de planear nuestra defensa?

― Nadie quiere siquiera considerar que pudiera haber necesidad de ello. A todos les gusta soñar que, si sucediese algún incidente serio, los Maestros del Trueno se materializarían desde más allá de las esferas y nos salvarían con su poder de Voz Suprema.

― ¿Piensas que lo harían? ―pregunté.

― Mejor recemos para que lo hagan ―la risa de Namron era una mezcla de jovialidad y cinismo, cultivada a lo largo de toda una vida―, y si no, ¡que Nuestro Señor Melquisedec tenga piedad de nosotros! ―y decoró el callejón con otro gran escupitajo de negra saliva.

Ondas en el espacio. Cautivadores susurros de una revelación por venir.

― Probablemente debería ir a conocer a tus hombres un día de estos ―declaré.

La cara de Namron se iluminó.

― Justo lo que quería oir, Szar de la Túnica Marrón. Tú y yo deberíamos tener una buena charla. Me gustaría escuchar tus sugerencias. Monte Lohrzen tienela reputación de ser una de las tres fortalezas mejor defendidas del reino entero.

Esto me intrigó. Empujado por el Punto sobre mi cabeza, insistí en el tema.

― ¿Cuáles son las otras dos fortalezas, mi amigo en la Ley?

― La ciudadela de los gigantes Nefilim en la Península del Este y Jex Belaran, el centro de entrenamiento de los Cazadores Nefilim, en la región de las Montañas Nevadas. ¿Quieres raíz negra? ―sacó un poco de la suave sustancia, que parecía una lombriz, de su bolsillo y me la ofreció.

― No gracias. ¡Qué interesante! Así que el palacio del reino de La Atlántida no es uno de los tres.

¡De ninguna manera, hombre en la Ley! ―Namron escupió en el callejón antes de volver a poner un nuevo suministro en su boca―. El palacio del rey es notorio por tener más escapes que las bragas de una Sacerdotisa de Azul. Sin mencionar el inframundo de intrigas que hay dentro del palacio.

Charlamos durante un tiempo y después me fui legítimamente en la dirección del tejado de Lehrmon, preguntándome si los escupitajos de Namron alguna vez acertaban a dar a los dioses o a los paseantes. Miré hacia abajo, hacia las estatuas de uno de los patios del enclave de la Más Antigua y Legítima de las Órdenes. Justo en ese momento, en el callejón, un hombre mayor se resbaló y cayó.

Extendí mi percepción a través de la oscuridad visible. El hombre sufría tanto dolor que no podía moverse. Y, sin embargo, los sacerdotes y sacerdotisas seguían pasando por su lado como si nada hubiese sucedido. El hombre permanecía tirado en el suelo. “¡Incluso en nuestro templo!”, me sentía consternado. Recordé un verso del libro de Maveron, muy apreciado por el Maestro Gervin; “Avergonzaos, generaciones de durmientes, ¡y vergüenza también sobre esta tierra por sosteneros!”.

Me llevó menos de un minuto alcanzar el callejón. Ataviado con una túnica gris claro, tenía una larga barba blanca y la piel pálida y marchita.

¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, hombre sabio en la Ley!

No respondió.

Inspeccioné sus piernas y dejé que mis manos recorrieran sus puertas energéticas.

― Una torcedura de tobillo ―concluí―, ¡si supiera cuántas veces me ha sucedido a mí!

El hombre me miró severamente. No habló. Quizá estaba exhausto.

Tres rosas blancas. A los pies de un ángel de las Alturas.

― Deja que incremente tu energía para que puedas caminar de vuelta a tu apartamento. Pero después tendrás que descansar, por lo menos, durante dos semanas ―tras arreglar las puertas energéticas de su pierna e inyectar fuerza vital en su interior, rápidamente proyecté con la Voz unos sonidos en su tobillo. Después lo ayudé a levantarse y sacudí el polvo de su túnica gris.

Adiós, hombre de la Ley ―susurré tras él, mientras observaba cómo se alejaba cojeando por el callejón.

Caminando hacia el enclave de las joyas, me di cuenta de la magnífica estatua de un dios de pelo rizado. Como llegaba pronto a mi cita con Lehrmon, me detuve y me maravillé por la precisión de las formas. No podía explicar por qué o cómo, pero esta estatua tenía sentido para mi Punto.

“¡Qué triste! He caminado por este callejón innumerables veces en el pasado, sin percibir nunca esta estatua”, pensé. Ni siquiera sabía qué dios era.

Sintiendo una urgencia en el Punto por saber, detuve a un sacerdote que pasaba por allí.

¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, mi amigo en la Ley! ¿Podría decirme qué dios es este?

¡Toda la gloria sea para Nuestro Señor Melquisedec, mi amigo en la Ley! Siento no poder ayudarle. Este punto particular de la Ley me resulta desconocido ―el hombre me dio una amigable sonrisa.

Se lo agradecí de todas formas y pregunté a otro sacerdote. Tampoco lo sabía. Empujado por mi curiosidad en el Punto, pregunté a varias personas más. Ninguno de ellos sabía el nombre del dios. Interesantemente, todos respondieron exactamente con las mismas legítimas palabras.

Espeluznante. ¿Cómo podían ser tan durmientes?

Mirando a mi alrededor, me di cuenta de que no sabía el nombre de ninguna de las flores que iluminaban el césped con sus gloriosos halos astrales. Nunca pensé en preguntar. Admirando el jardín, también se me ocurrió que ignoraba totalmente la manera en que se conseguía que las ramas de los árboles formasen arcos sobre los callejones.

La verdad es que era un extraño en mi propio mundo.

Y lo peor era que esto nunca antes me había molestado.

Pensando profundamente, caminé hasta el apartamento de Lehrmon.

9.16 Corrientes y el entramado de los campos destruyendo la Atlántida

Mi hermano en el Trueno me dio la bienvenida con una de sus sonrisas solares y un largo abrazo.

― ¡Nunca había visto brillar tus ojos como hoy! ¿Qué te está sucediendo?

Con mi dedo, apunté a los centros de energía sobre mi cabeza.

― Elyani me está enseñando sobre el Punto.

― ¡Vuf! ―exclamó.

― ¡Ja, ja, ja, ja, ja!

Ilegítimamente sorprendido por la explosividad de la Voz-risa de los Guerreros, Lehrmon levantó su ceja derecha y un extraño parpadeo cruzó sus ojos ambar.

― Hum… sí, debe ser el Punto ―continué, pensando que debía ser más cuidadoso con las marcas rituales de Monte Lohrzen.

― Gervin… ―Lehrmon se trajo de vuelta a su yo normal― Gervin me dijo que te ha explicado las malas noticias de la semana pasada.

― Una charla de lo más iluminadora ―asentí―. Enterarme de la catástrofe inminente me sacó de golpe del sueño. Me hizo darme cuenta de cuánto doy por hecho y no sé cómo apreciar. Te hace preguntarte si sólo cuando las personas estamos a punto de perder algo, empezamos a entender cuánto nos importa.

Lehrmon se mordió el labio y asintió.

Lehrmon era el regalo de Barkhan Seer para Teyani. A través de él, Barkhan Seer vertía su amor en ella.

Fui a lo más alto de mi fuente clara y dejé que conectase con la suya.

― Realmente, esto es lo que me gustaría decirte hoy, Lehrmon. Creo que eres una persona maravillosa. He estado pensando esto durante años y nunca te lo he dicho. Y nunca te he agradecido realmente el apoyo que me diste antes de que me fuera al templo del Dragón. Fue muy valioso para mí, no sólo iluminador, si no también cálido como el amor del Águila.

Todavía mordiéndose el labio, Lehrmon mantuvo contacto visual conmigo, dejando que su vibrante y compasiva luz brillase.

Extraño. Nunca antes había visto a Lehrmon morderse el labio.

― Bien, ¿empezamos con las corrientes? ―ofreció.

La curiosidad hizo que mi Dragón vrufease con excitación.

Lehrmon me hizo sentar a su lado.

― Las corrientes son los cimientos de los campos energéticos. ¿Entiendes qué son los campos?

― No del todo ―confesé―. Es vergonzoso, considerando que he estado viviendo con ellos durante tanto tiempo.

Lehrmon acogió mi entusiasmo con una sonrisa paciente y un toque de ironía, que alzaba imperceptiblemente la comisura de su boca.

― Un campo es un espacio en el que sostiene la energía. Cuando entras a la capilla de Nuestro Señor Ganá, inmediatamente sientes la presencia del dios. Ni siquiera tienes que sintonizar y tratar de conectar con él, su energía ya está en la habitación. Todo lo que tienes que hacer es estar abierto, y dejar que la presencia fluya hacia tu interior. Lo mismo es cierto para todas las capillas. Cuando entras a las Salas de Melquisedec, por ejemplo, te sientes inmediatamente pleno de la cualidad de corazón de la Ley y de la brillante y especial luz de Nuestro Señor. Tal y como te habrás dado cuenta, el efecto comienza tan pronto como cruzas la entrada. Puede ser muy divertido si te quedas de pie en la puerta. Da un paso hacia dentro e instantáneamente serás inundado con la presencia espiritual. Da un paso hacia atrás y estarás de nuevo en el mundo normal.

Lehrmon volvió a morderse el labio. Durante unos segundos contempló los exquisitos brillos color zafiro de las paredes vivientes. Respiró profundamente y continuó:

― Si esas capillas son tan vibrantes es a causa del campo que hay entre sus paredes. El campo imprime cierta cualidad en el espacio de la sala, activa particulares leyes de la naturaleza. Esto crea una resonancia a través de la cual los seres espirituales pueden hacer sentir su presencia. De ahí el verso de la Ley: “Los campos son los recipientes en los que los dioses vierten su luz”. Pero hay más campos que los de las capillas. En un auditorio, por ejemplo, el campo ayuda a la audiencia a sintonizar en lo alto con la armonía de las esferas y realza su receptividad artística.

― ¡Qué conveniente! ―puntualicé― Así los cantantes no tienen que ser grandes artistas. Si se utiliza el campo adecuado, la audiencia quedará cautivada.

Lehrmon asintió, elevando sus cejas.

― También hay campos especialmente diseñados para comedores, para que la gente disfrute de la comida que les sirven. El campo también ayuda a su digestión.

Encontré difícil imaginar esos campos engañando a la gente Nefilim para que encontrase agradable el estilo culinario de Eisraim, que probablemente les parecería desesperadamente aburrido.

― El poder de los campos viene de las corrientes ―continuó Lehrmon―. Las corrientes son como ríos de energía que corren a través de la estructura de las esferas cósmicas. Por lo que sé, los Grandes Guerreros te han enseñado mucho sobre la sanación. Así que debes estar familiarizado con los meridianos que corren a través del cuerpo energético de las personas.

Asentí.

Las corrientes son el equivalente cósmico de estos meridianos. Son al espacio astral lo que los meridianos son al cuerpo. Son un misterio profundo, mucho más que simples ríos o brisas en el espacio. Tienen muchas facetas. Existen en varios niveles al mismo tiempo. En el nivel más sutil, son tan elevadamente espirituales que a veces se les llama el aliento arrollador de Dios. Los niveles más burdos no son más que flujos de fuerzas elementales. ¿Entiendes lo que son las fuerzas elementales?

― Los pequeños seres que forman la sustancia del agua, fuego, viento y tierra. Y hay algunos más sofisticados que rigen el clima y las fuerzas de la naturaleza.

¡Es justo y necesario! ―exclamó― Hay muchos niveles en las corrientes, algunos sutiles y otros burdos, lo que explica por qué pueden derivarse de los campos niveles de poder tan diferentes. Al principio, cuando Nuestro Señor Melquisedec nutrió los campos, que son la matriz de nuestras esferas, lo hizo extrayendo de las corrientes cósmicas y los hizo brillar con el Espíritu de la Ley. En el principio de los tiempos, es así como los Sabios Primordiales conocieron la Ley, escucharon a las corrientes y realizaron el ritual más elevado de Melquisedec, y la Ley les fue revelada: escucharon los himnos. Después, cuando fueron creados los hombres, aprendieron los himnos de la Ley de los Sabios Primordiales.

Durante miles y miles de años, la gente vivió perfectamente feliz, porque la gloria completa de la Ley brillaba a través de las corrientes e iluminaba los campos, aquellos campos que Melquisedec había creado para ellos en el principio. Había paz y armonía en la Tierra. Nadie se enfermaba. La gente tenía larga vida. El tiempo era siempre bueno y la tierra daba tantos frutos jugosos que nadie tenía que labrar la tierra. El mandato de los hombres era cantar los himnos de la Ley para mantener la integridad legítima de los campos. Tal y como dice la Ley, los seres humanos alimentan las corrientes con sus himnos y sus rituales, las corrientes alimentan los campos con su poder, y el entramado de los campos alimenta a los seres humanos con plena abundancia. Todos eran felices, siempre.

Lehrmon se quedó pensativo. Mordiendo de nuevo su labio.

― Todo esto suena tan perfecto. ¿Cómo hemos llegado desde allí al inminente desastre del presente? ―pregunté.

― Algunos dicen que empezó con los Nefilim. Otros dicen que tenía que ocurrir con el tiempo, incluso si los Vigilantes nunca hubiesen descendido en Monte Hermon. ¿Has oído hablar de los Nefilim, Szar?

¡Qué si había oído hablar de los Nefilim!, suspiré.

― Conocí uno o dos, dando lugar a las más fascinantes conversaciones. Corrígeme si me equivoco, Lehrmon, pero tengo la impresión que algunas personas culpan a los Nefilim por todas y cada una de las cosas malignas que hay en el reino, mientras que al mismo tiempo disfrutan del uso de las piedras blandas y muchas otras maravillas introducidas por los Nefilim.

Lehrmon añadió un toque de ingenio a su siempre brillante sonrisa.

― Veo que has estado hablando con ellos, mi amigo en la Ley. Lo que dices es realmente cierto. Debo decirte que, tras varios años estudiando con Gervin y Esrevin, he llegado a la conclusión de que el deterioro de los campos es un proceso extremadamente complejo que implica una gran multiplicidad de factores.

― ¿Pero cómo empezó? ―pregunté.

― Hace mucho tiempo, la gente empezó a darse cuenta de que se podían extraer y aprovechar grandes poderes de las corrientes. Con el tiempo, los Guardianes de los Molinos de Viento empezaron a utilizar himnos diferentes de aquellos que se cantaban al principio, y consiguieron verdaderas maravillas.

― Así que cuando los Guardianes de los Molinos de Viento realizaban los rituales de los Molinos de Viento de la Ley, extraían poder de las corrientes, ¿verdad?

― Exactamente. La función esencial de los Guardianes de los Molinos de Viento es manifestar los campos a través de las corrientes.

― ¿Y cómo se les ocurrió por primera vez desviarse de la recta recitación de los himnos de la Ley para modificar los campos?

― ¿Quién sabe? ―dijo Lehrmon con provocación―. Sucedió hace mucho tiempo. Una leyenda dice que el primer hombre que extrajo nuevos poderes de los campos se llamaba Tubal Cain. Él tenía una hermana que se llamaba Naamah. Dice la leyenda que Naaman era una mujer excepcionalmente hermosa. Una vez, mirando hacia el reino, uno de los Vigilantes la vio, se enamoró inmediatamente de ella y descendió desde las esferas directamente al reino para hacerla su esposa. Has oído hablar de los Vigilantes, ¿verdad?

― Los poderosos ángeles que descendieron por primera vez en el Monte Hermon. Los Nefilim fueron sus hijos ―me recorrió un escalofrío―. Una vez visité la cueva donde vivió Verzazyel el vigilante. El sueño que tuve en aquella cueva era más grande que la Ley. Una amiga mía Nefilim, que era una iniciada en Verzazyel, me explicó que el sueño había tenido lugar en la mente del Vigilante. Lehrmon, hombre en la Ley, déjame decirte, ¡aquello no fue precisamente té de hierbas de las Sacerdotisas de Azul!

Lehrmon se echó a reír.

― ¡Así que ahora tienes una amiga Nefilim, y además iniciada! Y fuiste a soñar con ella en las cuevas de poder de los Vigilantes. Szar, ¡te estás convirtiendo en un niño grande en la Ley!

¿Cómo supo Lehrmon que mi sueño había tenido lugar con Felicia? Preferí no darle vueltas al tema.

― ¿Y qué pasó con Tubal Cain?

― La hermana de Tubal Cain pasó por un despertar trascendental en la compañía del Vigilante. Cuando volvió a visitar a su hermano, lo riñó por ser un durmiente y lo llamó masa informe.

Aquellas masitas informes, que pasaban sus días tumbados en la playa, haciendo niños sin siquiera darse cuenta, siempre me habían fascinado.

― ¿Era Tubal Cain uno de ellos?

― No, Tubal Cain era un simple hombre que seguía la Ley sin hacerse a sí mismo ninguna pregunta. Pero su hermana, habiendo disfrutado de la brillante luz y la apasionante consciencia del Vigilante, sufrió una profunda transformación. Se avergonzó tanto de lo dormidos que estaban sus parientes que se dedicó a enseñar a Tubal Cain cómo estar más despierto y ser más poderoso, extrayendo poder de las corrientes. Fue así como Tubal Cain se convirtió en el primer artesano, que enseñó a los hombres cómo usar latón y hierro.

No pude evitar pensar en Felicia de cabellos largos.

― ¿Estamos culpando a Naamah por ayudar a su hermano a despertar de su condición de durmiente? ―pregunté.

― ¡Por supuesto que no! ―Lehrmon se estaba divirtiendo― Esto es precisamente lo que te estoy intentando explicar: nadie hizo realmente nada malo, por lo menos al principio. Después cambió. Pero en los inicios, la gente sólo quería despertar más y conseguir maravillas a través de los campos. Y, sin embargo, las modificaciones que hicieron en los campos fueron las primeras semillas del derrumbe total que ahora nos amenaza.

― ¿Cómo pudo suceder?

― Para empezar, complicaron la situación. Al principio, la tarea de los Guardianes de los Molinos de Viento era bastante sencilla. Realizaban un tipo de ritual por estación, con algunas variantes que seguían el ciclo lunar y otros ritmos del tiempo, y los campos eran felices. Pero para extraer nuevos poderes de las corrientes, había que introducir nuevos rituales, que crearon nuevos campos. Los Guardianes de los Molinos de Viento no dejaron de realizar los viejos rituales, claro, si lo hubieran hecho, la temprana edad de oro del reino hubiera acabado inmediatamente. Así que añadieron nuevos rituales sobre los rituales antiguos, introduciendo nuevas fuerzas en la naturaleza. Generación tras generación, se iban añadiendo más y más rituales. Y sucedió que algunos de los rituales tenían resultados conflictivos, pues conjuraban poderes que eran incompatibles entre sí. A veces, esto causaba grandes desastres naturales; volcanes extinguidos entraban en erupción, las cosechas eran destruidas por tormentas de granizo y así. Para restaurar el equilibrio, había que introducir nuevos rituales.

Siglo tras siglo, el andamiaje de los rituales creció vertiginosamente, añadiendo campos sobre campos. Hoy en día, miles de tipos de rituales se realizan en todo el reino cada día. Ya no hay sólo una casta de Guardianes de los Molinos de Viento, si no cientos. Para ayudarlos, fueron introducidas hace algunos cientos de años las castas de los Genios de los Campos, que se especializan en el mantenimiento del entramado de los campos. Pero están siendo conjuradas tantas fuerzas, que ni siquiera los mayores expertos pueden seguirlas. La situación se ha vuelto tal maraña, que es sencillamente imposible de manejar.

― ¿Por qué no podemos simplificar y volver a los buenos himnos de nuestros ancestros? ―pregunté ingenuamente.

― Por varios motivos. Uno es la gran complejidad del sistema. Tal y como te he contado, hay que realizar cierto número de rituales para equilibrar el efecto de los otros. Si dejasen de hacerse, el edificio entero se desestabilizaría, y esto causaría inmediatamente desastres de magnitudes sin precedente. Es como una torre gigante. Si quitas las piedras de la base, la torre se derrumbará. El entramado de los campos se ha vuelto tan complicado que nadie sabe ya dónde está la cima ni la base.

― ¿Y si se dejasen de realizar todos los rituales a la vez? ―pregunté en voz alta, aún más ingenuamente.

― Szar, mi amigo en la Ley, ¿te das cuenta de la enormidad de lo que estás diciendo? ―respondió Lehrmon pacientemente―. Si detuviésemos todos los rituales, el entramado de los campos se caería de bruces y el reino se vaciaría de la presencia espiritual de los dioses. ¿Qué valdría entonces la vida? Todos los edificios se derretirían, la naturaleza se volvería un enorme caos, y al menos la mitad de las especies de árboles desaparecerían. También lo harían los excepcionales pájaros que hablan el lenguaje de los dioses, y otros muchos valiosos animales, preferidos de los dioses: levlons, filosterópodos, pessalans, merestons, apassolos, unicornios, amarols… ¡Cualquier animal que quisieras nombrar desaparecería! Además todo tipo de pestes proliferarían: ratas, ratones, sanguijuelas, pulgas, moscas, mosquitos, por no mencionar enfermedades.

Se hizo un silencio denso.

― Así que estamos completamente encerrados, ¿verdad? ―era más una súplica que una pregunta.

Lehrmon no contestó.

― Aun así ―dije―, es difícil de creer que con todos los Genios de los Campos, todos los sabios y los iniciados que tenemos en el reino, todos los recursos de cientos y cientos de templos, no podamos encontrar una solución.

― Uno de los dramas es que, cuando los sabios lo explican, nadie les escucha. Tiene mucho que ver con la apatía de los durmientes. Los durmientes simplemente no pueden creer que van a suceder cambios dramáticos. Cambiar es un concepto tan ajeno para ellos que ni siquiera se dan cuenta de las profundas transformaciones que suceden ante sus ojos. Preocuparse por el futuro es algo que está más allá de ellos. Por qué entonces iban a aceptar cualquier sacrificio destinado a restaurar el equilibrio de las fuerzas en los campos, que, de todas formas, no entienden.

El problema se complica más aún por el hecho de que muchas órdenes de sacerdotes derivan sus poderes psíquicos de los rituales de los campos. Si tuviéramos que tomar medidas para simplificar los campos, cierto número de órdenes perderían inmediatamente sus conexiones espirituales, así como la influencia que ejercen sobre las gentes sencillas. Dentro de unos años, muchos de estos peces gordos de la Ley serán mendigos. Perderán todo, no sólo su visión espiritual y su paz mental, si no también su reputación y su riqueza. Hay otras complicaciones, pero debes guardarlas en completo secreto y no discutirlas nunca con nadie, ni siquiera en el templo.

Durante un tiempo, Lehrmon se sentó reflexionando profundamente. Después continuó.

― Hay tantas cosas que uno puede hacer con los campos. Uno puede cultivar magníficos jardines de flores. Uno puede dejar que los árboles construyan por si mismo las más deliciosas casas-árbol. Uno puede hacer que la gente de un comedor disfrute de su comida como si fuera la mejor del reino o inspirar a la audiencia de un auditorio a aclamar a los artistas ―Lehrmon fijó su mirada en la mía―. Un príncipe, apoyado por los más sabios Genios de los Campos, podría incluso hacer que sus generales crean que es el mayor de los soberanos. Podría establecer campos en los cuarteles de sus soldados para que todos lo amen y admiren, y permanezcan fieles. El rey de la Atlántida tiene tantos fieles sirviéndole, que podría incluso poner campos a lo largo y ancho de todo el reino para asegurarse que todos sus súbditos permanecen felizmente domesticados y leales.

― Lehrmon… ―me quedé mudo de asombro―, ¿realmente suceden estas cosas?

Lehrmon se encogió de hombros, permaneciendo en silencio. Después dijo:

― Te he conseguido una cita para conocer el equipo de los Genios de los Campos de Ferman, y también a Woolly.

― ¿El hombre de las piedras blandas?

Lehrmon asintió, divertido por mi semblante ansioso. Tragué saliva.

― ¿Cómo crees que debo comportarme con él?

― Agárrate al poder del Punto cuando le escuches. Aparte de esto, no puedo decirte mucho más. Él es…digamos, impredecible.

― Mmm… ―reflexioné cuidadosamente, con un cubo de fango blanco chapoteando en mis pensamientos.

Antes de irme, pregunté sobre la estatua del dios de pelo rizado que había visto en el enclave de la Más Antigua y Legítima de las Órdenes.

Lehrmon sabía exactamente a cual me refería.

― ¿Te gusta? ―preguntó enigmático.

― Encuentro que la luz que emite esta estatua es magnífica. Tuve que detenerme para meditar brevemente.

― ¡Toda la gloria sea para el maestro! Su nombre es Apolo. Los Maestros del Trueno lo invocamos en nuestros rituales más elevados. Cuando el Maestro Gervin te lleve a través del dominio del Trueno, la razón será evidente.

9.17 Cayendo como las flores del árbol alohim en la primavera

A medida que me aproximaba al tejado del templo de las Sacerdotisas de Azul, sentí una presencia inusual en el patio de Elyani. Me detuve, pero el Águila Blanca había sentido mi llegada. Ella me llamó por un canal de voz: “Ven, Szar de la Túnica Marrón. Hay alguien que quiero que conozcas”.

Entusiasmado, bajé saltando mi camino. Pero cuando aterricé en el tejado de las Sacerdotisas de Azul y vi quién estaba en el patio, casi me ahogo.

Era demasiado tarde para recurrir al camuflaje, tendiéndome plano en el tejado. El hombre ya me había visto.

¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, Szar de la Túnica Marrón! ―me saludó, mirando hacia los tejados.

Descansando en Ella Dragón de las Profundidades, descendí discretamente al tejado de Elyani y después salté al patio. Desde allí, permanecí en pie, muy vertical, y respondí:

Toda la gloria sea para Nuestro Señor Melquisedec, Don Melchard, Sumo Sacerdote de Eisraim y Distinguido Comendador de la Ley de la región de Eisraim bajo el nombramiento de Su Suprema Majestad, el Rey de la Atlántida.

¡Estos malditos Dragones Voladores! Si no fuera por su magia, hubiera entrado caminando, como todo el mundo.

Elyani podía sentir mi vergüenza. Me dio la bienvenida con una alentadora sonrisa.

― Szar, Don Melchard de la Túnica Marrón, Sumo Sacerdote de Eisraim, tenía muchas ganas de saludarte legítimamente.

Melchad todavía tenía los mismos magníficos ojos que había visto en la visión fuera de la cueva de Verzazyel, cuando él y Gervin iban hacia el eclipse. Todavía un hombre fuerte de anchos hombros, con el pelo blanco y una corta barba. Su sumo sacerdocio había añadido gran dignidad a su porte. Su figura era impresionante, más todavía porque era uno de los Maestros del Trueno.

― Y yo tenía muchas ganas de que saludases a Don Melchard, Szar ―continuó Elyani―, porque es mi padre.

Descansando en el Dragón, no me desmayé. “Así que he pasado la noche en el dormitorio de la hija del sumo sacerdote, ¡alabado sea Nuestro Señor Melquisedec! Y probablemente sabe todo lo que estoy pensando”, pensé, y, apresuradamente sellé mi mente descendiendo aún más profundo en mi Madre Dragón.

Melchad sonrió con afecto.

― ¡Qué interesante encontrarte de nuevo, mi amigo en la Ley, tras haber escuchado tanto sobre ti.

Desde el Dragón conseguí poner una educada sonrisa en mi rostro.

Melchard y Namron, retrasando el avance de los gigantes.

― No he venido como sumo sacerdote si no como padre. Dejemos los asuntos oficiales aquí. Elyani te contará después.

Me giré hacia Elyani.

― La orden de las Túnicas Grises del Ángel del Amanecer ha presentado una queja oficial contra ti ―dijo cándidamente―. Nada de lo que debas preocuparte.

Una vez más, casi me ahogo.

― ¿Una queja oficial? ¿Por qué?

― ¡Ah, no te preocupes! ―dijo Melchard― No es por eso por lo que he venido. Sólo quería veros juntos.

Elyani estaba encantada. Me tomó del brazo.

Melchard estaba conmovido. Su cálida presencia iluminó el patio.

― Szar, quería darte especialmente la bienvenida al equipo del Archivo, en el cual trabajaremos juntos. Gervin dijo que confiaba en que serías un miembro clave en el lado de Eisraim a la hora de la transferencia, mientras él y yo estaremos en la parte receptora con Barkhan Seer y el linaje completo del Trueno.

― ¡Vuf! ―Elyani estaba impresionada― ¿Así que Barkhan Seer estará en los Campos de Paz para la trasferencia del Archivo?

Melchard asintió.

― Todos los Maestros del Trueno estarán allí. Muchos ya han llegado.

Las plumas del Águila y el amor infinito.

Elyani se giró hacia mí.

― Teyani quiere mucho a Barkhan Seer ―entonces se giró a Melchard―. Szar de la Túnica Marrón quiere mucho a Teyani.

― ¡Entonces no hay duda de que Barkhan Seer querrá mucho a Szar! ―Melchard sonrió.

Y Lehrmon emite el amor que os une a todos con Barkhan Seer.

Melchard y Elyani se pusieron a discutir el inminente descenso de Maryani a los Inframundos y las esperanzas de Teyani de que yo la trajese de vuelta. Melchard pidió mi opinión.

― Si el Águila Blanca me dice dónde encontrarla, será fácil. Si no…

― El Águila Blanca te guiará ―interrumpió Elyani con tono de certeza―. Él nos ha dado su Palabra a Teyani y a mí.

― Bien entonces ―miré hacia el cielo― ¡Dejad que el Águila Blanca me lleve!

¡Dejad que el Águila Blanca me lleve! ―repitió Melchard―. Palabras olvidadas hace tiempo ―sus ojos brillaban llenos de lágrimas―. Elyani me ha contado que tuviste una visión de mi querida Adya, Szar.

Asentí.

― Los dioses no la dejaron conmigo durante mucho tiempo, pero aquellos fueron los años más felices de mi vida ―dijo. Después nos miró a Elyani y a mí durante un largo momento antes de irse.

Tan pronto como se fue, escondí mi cabeza entre los hombros y susurré a Elyani al oído:

― ¿Crees que ha sido un problema que tu padre me viera llegar por los tejados?

― Para nada ―susurró también ella―. Durante años, la gente del Archivo ha estado desesperada por un temerario que, si fuera necesario, defendiese sus preciosas piedras blandas a la hora de la trasferencia, el tipo de persona para quien escalar una montaña no sea un problema en la Ley. No podías haber encontrado mejor modo de hacer feliz a Melchard.

― ¿Y qué es esta queja del Inframundo que los Grises Ángeles del Amanecer han presentado contra mí? ―continué susurrando.

― ¿Sabes? Mi padre ya está lejos. No nos puede oír. No tenemos que susurrar ―me dijo todavía susurrando.

― No importa. Estás muy guapa cuando me susurras al oído, le hace algo a mi Dragón. Ahora por favor, ¿podrías susurrarme que es lo que los Ángeles Grises tienen contra mí?

― Dicen que esta mañana rompiste la Ley. Su alteza Aparalgon, su distinguido profesor, estaba en el enclave de la Más Antigua y Legítima de las Órdenes cuando lo insultaste por hablar con él. La Ley establece que los altos dignatarios de la orden del Ángel del Amanecer no deben ser abordados por gente de casta inferior a la suya, a no ser que sean legítimamente llamados por ellos. De hecho es una regla muy conocida. Si querías hablar con su alteza Aparalgon, deberías haber esperado a su lado hasta que se hubiese dirigido a ti.

Estaba tan indignado que olvidé susurrar.

¡Qué bastardo en la Ley! Lo encontré tirado en el suelo, con su nariz en el polvo. Y le arreglé tres puertas energéticas que habían estado limitando el movimiento de su pierna derecha durante años. ¡Y le di una proyección de Voz de alto nivel en su tobillo dislocado para que no sintiese dolor al caminar de vuelta a su apartamento!

Elyani puso la más dulce de las voces.

― Dragón, dragón hermoso, el Águila conoce tu amor. ¿A quién le importan los loros de la Ley?

― ¿Voy a meterme en problemas por este Aparalgon? ¿Le causará a Gervin alguna molestia?

Ella negó con la cabeza.

― Si tu ideal más elevado era ser iniciado en los misterios del Ángel del Amanecer, hubieras empezado con mal pie. Pero tal y como están las cosas, sólo habrá una mención del incidente en los registros del templo, y nada más.

Moviéndome más cerca de la brisa de la puerta, me conforté con un profundo olfateo.

― Bueno… mejor nos olvidamos de este incidente.

― ¡Muy cierto, hombre en la Ley! ¿Has escuchado las malas noticias del templo? ―preguntó Elyani.

― En este momento, las malas noticias parecen caercomo las flores del árbol alohim en primavera. Escuché a Namron mencionar a Holma esta mañana. ¿Quién es ella exactamente?

― La diosa ascendente. Una mujer escogida por los dioses para ir a vivir con ellos ―explicó Elyani―. Una vez que haya ascendido, puede bendecir a la gente del reino y verter fuerzas del mundo de los dioses en el templo.

― Pero yo pensaba que, después de morir, varias personas iban al mundo de los dioses. Pensé que esta era una de las posibles estaciones que las personas visitaban en el Gran Viaje de una encarnación en el reino a otra.

― Sí, pero justo por eso, sólo son visitantes. No tienen el mismo estatus que los dioses reales. Se les deja un cuerpo de dios durante un rato, y cuando se acaba su tiempo, vuelven a caer en el reino. Y nunca se les da los mismos poderes que a los dioses. La diosa ascendente, sin embargo, se convierte en un miembro permanente de la comunidad celestial.

― ¿Una diosa real? ―me parecía fascinante― ¿Hay muchas de esas diosas ascendentes?

― ¡Dulce Señor Melquisedec, no! El templo de Lasseera no tuvo una durante más de seiscientos años, y la última que tuvimos en Esiraim era Mareena de pelo largo, hace casi doscientos años. Para que una diosa ascendente sea elegida, los dioses primero envían ciertas señales y después, a través del oráculo principal del templo, se revela el nombre de la elegida.

― ¿Y entonces qué?

― La mujer se somete a un entrenamiento estricto durante unos meses o años. Después se celebra un gran ritual para el cual todos se reúnen en la cripta principal del templo y… ¡vuf! Los dioses vienen y se la llevan.

Estaba muy sorprendido.

― ¿Quieres decir que desaparece delante de todo el mundo?

― ¡No! Sólo los grandes santos se llevan su cuerpo físico con ellos cuando se marchan del reino. La diosa ascendente simplemente muere, y cuando deja su cuerpo, los dioses vienen y se llevan su alma a los mundos del triángulo y se despierta como diosa.

― ¡Extraordinario! ¿Y me invitarán a la ceremonia?

― Naturalmente. El problema es que Holma está muy enferma. Quizá no llegue a la ceremonia. ¡Es una situación ilegítimamente extraña! Normalmente, aquellos que han sido elegidos por los dioses, siempre tienen éxito. El hecho de que esté enferma es percibido por los sacerdotes y sacerdotisas del templo como un terrible augurio. Y nuestra gente sabia tiene la esperanza de que, cuando Holma se una con los dioses, nos envíe ayuda, en los tiempos revueltos que están a punto de golpear el reino.

― Bueno… quizá es una ofrenda algo presuntuosa, pero con la ayuda de la brisa de mi Madre se pueden sanar muchas cosas.

― Madre Teyani ya había pensado sobre esto. Mañana hablará con las dos Inmaculadas que están a cargo de Holma.

En la laguna azul, lejos, muy lejos. Él espera la llamada.

― ¿Inmaculadas?

Elyani cubrió su cabeza y cara con la capucha blanca de su vestido, de manera que sólo pudiera ver sus ojos.

― Los Inmaculados son una de las castas superiores del reino. Mantienen su cara cubierta con un velo blanco todo el tiempo. Nadie tiene permiso para hablar con ellos o mirarlos a los ojos. Cuando hablan contigo, debes mirar sobre su cabeza. Y ninguna otra casta puede darles órdenes. Sólo responden al rey de la Atlántida.

Me acerqué y robé un beso rápido debajo de la capucha.

― ¿Sabemos qué tipo de enfermedad sufre Holma?

Descubriendo su cabeza, Elyani explicó que, según Gervin, la enfermedad de Holma tenía que ver con el repugnante fango elemental que salía de los campos. Como parte de su ritual de ascensión, Holma debía extender su energía en las fuerzas de la naturaleza, ofreciéndola a los dioses. Debía ser tan inmensa como la tierra y darse a los dioses, una forma de sacrificio. El problema era que los elementales de la naturaleza se estaban volviendo locos.

― Así que la pobre Holma está sufriendo una terrible experiencia ―concluyó Elyani.

Medité por un rato.

― Me temo que esto es tan sólo la mitad de las malas noticias. El Águila Blanca ha enviado un oráculo ordenando que Alcibyadi, Seyani y otras cuatro sacerdotisas viajen a una tierra lejana llamada Egipto.

― ¿Quiénes son las otras? ―contuve mi aliento.

― Afani, Berni, Pepni y Maryani.

La conmoción fue profunda.

― Mi amor… ¿y si tu nombre hubiese estado en la lista?

Conectándose con la elevada compasión del Águila, Elyani sumergió su mirada en mi interior. No habló.

La sostuve entre mis brazos, dracónicamente fuerte.

― Elyani, ¿qué nos sucederá? ¿Puedes ver nuestra línea de tiempo?

― No quiero. Sólo importan dos cosas: la Luz del Águila Blanca y mi amor por ti. Ambos son eternos, así que ¿para qué pensar en el futuro?

― Si pudiera despertar, podría llevarte a las esferas de las Alturas y quedarme allí contigo para siempre. ¿Vendrías?

― Ciertamente consideraría la oferta, Szar de la Túnica Marrón. Pero eres una de las personas del Archivo, así que irás a los Campos de Paz.

― ¡Eh! No tienes permiso para decir eso ―exclamé.

― ¿Por qué?

― Porque no entiendo qué son los Campos de Paz.

Ella se echó a reír.

Yo suspiré aliviado.

― ¿Crees que seremos lo suficientemente fuertes para reír hasta el final?

La tenue, elusiva nota que se transformó en la Canción de la Creación.

Se sentó en la hierba y me atrajo a su lado.

― ¿Cómo se han tomado la noticia tus hermanas en el Águila? ―pregunté.

― ¿Podrías decirme, quién en el reino, querría ser exiliado? Alguien normal preferiría morir. Sólo los más atroces crímenes contra la Ley son castigados con el exilio. El hecho de que el reino esté en el borde del colapso no es un consuelo para mis Blancas amigas. El Águila ha prometido que, en la tierra de Egipto, serán tratadas como diosas. ¡Pero qué precio han de pagar! Alcibyadi está especialmente devastada. Se ha encerrado en su habitación y se niega a comer o hablar con nadie. Ella podría perder el reino y sobrevivir, pero perder a Lehrmon es otra cosa.

La infinita dulzura del Águila brillaba.

― Esto es lo que perder el reino significará para todos nosotros al final, ¿no? Perder a aquellos que más amamos.

― ¡Hey! ―protestó Elyani enérgicamente― ¿Cómo vamos a reír si dices cosas como esta?

― ¿Querría Lehrmon ir con ella?

Un hombre de la Ley debe cumplir su destino. Lehrmon es una de las personas clave del Archivo. Se le necesita en los Campos de Paz. No hay ningún modo en las siete esferas de que Gervin y los Maestros del Trueno le dejen ir a la tierra de Egipto.

Alcibyadi viajará a través de la Gran Noche contigo. Para aquel entonces Elyani estará peor que muerta.

― ¡Pobre Alcibyadi! ¿La has visto?

― Se niega a ver a nadie ―dijo negando con la cabeza.

La dulzura del Águila habló a través de mí.

― ¿Crees que querría verme?

― Quizá. Seguramente le cogerá de sorpresa que lo intentes.

Extendí mi mano hacia la piedra blanda de Elyani, tocando levemente su pecho. Descansando mi conciencia en la piedra, abrí un canal de voz y lo dirigí hacia Alcibyadi.

― Soy Szar, Alcibyadi. Voy camino a tu cuarto ―anuncié e, inmediatamente cerré el canal de voz.

Después pregunté a mi Águila Blanca cómo llegar.

― Nada de tonterías de los Dragones Voladores ―me negué a ir a través de los pasillos―. Sólo indícame en qué dirección está Alcibyadi y dime cómo es su patio.

Una divertida Elyani me explicó el paradero de la habitación de Alcibyadi, transmitiéndome las imágenes correspondientes a través de osmosis etérica.

Antes de ir, me sumergí en sus ojos con el Dragón.

― ¿Me esperarás?

Ella imitó la manera en la que encogía mi cabeza entre los hombros y susurró:

― En realidad podría tomarme un legítimo descanso, por si acaso nos apetece hablar hasta tarde en la noche.

― Por cierto ―susurré de vuelta―, ¿era Melchard la persona de quien necesitabas permiso antes de contarme la historia de Adya?

Ella puso sus labios contra mi oreja.

― Pregúntame cuando vuelvas.

9.18 Qué hace volar a las águilas

Cuando llamé a su puerta, Alcibyadi la abrió sin siquiera preguntar legítimamente quién estaba fuera.

Ella estaba pálida. Sus ojos rojos. Su largo pelo, liso y negro, ligeramente despeinado.

No dijo ni una palabra.

De nuevo, me sorprendió lo mucho que se parecía a su madre cuando el Vigilante me la mostró. El mismo cuerpo largo, quizá algo más delgado. La misma blancura brillaba en su piel. Los mismos valerosos ojos. Y la misma rectitud, que la hacía parecer tan sólida como un pilar del cielo. Era como viajar en el tiempo y entrar en la visión del templo de Karlinga.

Con un gesto de su mano, me invitó a sentarme con ella en la pequeña habitación sin muebles. La luz que brillaba de las paredes vivientes era especialmente blanca. Sentarse en la orgánica circularidad de la habitación era como ser sostenido por manos angélicas.

¡Vuela, Águila, vuela!

Una inconfundible activación tuvo lugar en el Punto. Pero en vez de crear una explosión violenta, esta vez hizo que la suavidad de Elayni hablase a través de mí.

― Probablemente me odias por no haberte dejado sola en los Inframundos.

Alcibyadi sonrió levemente.

― No te imaginas lo atónito que me quedé cuando descubrí por primera vez lo diferentes que eran los Inframundos de las cavernas de la enfermedad ―continué describiendo las cuevas de lapislázuli, los montones de gemas, los ríos del agua de la vida y las enormes serpientes Naga que venían a beber de ellas. Alcibyadi no preguntó nada pero escuchó con atención, absorbiendo las imágenes y las impresiones de los Inframundos. Compartió la euforia que sentí cuando bebí de las aguas de la vida.

― Esto es exactamente lo que necesitas, hermana en la Ley. Una buena dosis de estas aguas plateadas te haría olvidarlo todo y rodar por el suelo.

La palidez de su rostro disminuyó al sonreír un poco más. Sólo duró un segundo antes de cerrarse y empezar a morderse el labio.

― Ahora que me doy cuenta ―le dije―, llevo toda la mañana viendo como cierto hombre se mordía su labio justo como tú.

Ella se levantó tal vertical como la rectitud del Águila, mirándome a los ojos.

Permanecí en silencio, dejando que la apertura de Elyani fluyera a través del Punto.

― ¿Te han enviado para que me digas que coma?

― No, he venido porque me importa, eso es todo. No tengo mucho que decir, excepto que sé exactamente cómo te sientes, porque la idea de perder a Elyani me asusta un abismo.

El leve ceño fruncido de su frente se relajó. Su presencia vino hacia mí como una ola cálida.

― Es horrible, Szar ―lloró―. Es demasiado horrible.

Tomé su mano, dejando que la empatía de la Luz del Águila brillase. Las paredes ayudaron.

Alcibyadi recibió la calidez y se quedó muy quieta. Tras un momento de plenitud, me preguntó:

― Szar, ¿puedes guardar un secreto?

― ¡Palabra de Dragón!

― He pedido a Lehrmon que tenga un hijo conmigo antes de que me vaya a la tierra de Egipto. ¿Crees que estoy loca?

Dioses, ¡cuánta determinación en su voz!

Tragué saliva.

― ¿Le preguntaste al Águila Blanca?

― Naturalmente. No dijo que no. Tampoco dijo que tuviera que tener un hijo. Pero lo quiero tanto. Szar. Y yo sabría exactamente como tener un pequeño de pelo rizado igualito que Lehrmon. Dime, ¿crees que estoy loca?

Cero pensamientos, sólo Águila, la fuente clara respondió:

― No, no pienso que estés loca. Creo que eres hermosa, Alcibyadi.

Ella se encontró conmigo, arriba en la Luz, y mantuvimos contacto visual.

― ¿Le preguntaste a Lehrmon, por cierto?

Asintió.

― Respondió igual que el oráculo del Águila. No dijo que no, pero tampoco dijo que sí.

El silencio reino y lo sostuvimos juntos.

Una majestuosa presencia deslizándose por un océano de formas que se arremolinaban. Su inmensidad va más allá del concepto. Los Caballeros lo conocen. Él es su amigo.

Cuando me fui le pregunté si nos visitaría, a mí, a Elyani y a la puerta de Dragón.

Ella aceptó de buen grado.

― ¿Puedo traer a Maryani? Ella será la próxima de la lista en descender al Inframundo. Teyani quiere que hable contigo. Podría haber una sorpresa para ti.

― ¿Sorpresa? ―descansé en el Dragón― ¡Me encantan las sorpresas!

9.19 Secretos de la Atlántida

De camino a su patio, sintonicé con Elyani a través de la oscuridad visible. Ella estaba entrando y saliendo de su cuerpo, terminando su legítima siesta. La luz del Águila tomó el Punto, enviando un fluir de amor hacia ella.

Ligero como un pájaro en el mundo de los dioses, no me llevó mucho tiempo llegar a su patio.

― ¡Tus ojos brillan! ―me dio la bienvenida.

― ¡Vuf! ―me regocijé, sentándome en su cama.

― ¡Shhs! ―Elyani hizo una mueca de reprobación. Después se echó a mis brazos―. ¿Ya está Alcibyadi volando de nuevo?

― Estoy bajo estricto secreto. No puedo decir mucho. Pero la Luz del Águila era magnífica. Me hizo sentir… ¡despierto! Y había tanto amor en las paredes de su habitación. El plass puede ser tan inspirador cuando…

― ¡Oh mi Señor Melquisedec! ―exclamó Elyani― ¿Alcibyadi quiere tener un hijo con Lehrmon?

― Pero ―me eché hacia atrás, profundamente desconcertado―, ¡ese era mi secreto! He dado mi palabra de Dragón que no diría nada.

― ¡Oh, lo siento! Es porque te quiero mucho, ¿sabes? Cuando piensas en algo con fuerza, viene directo a mí.

― ¡Alcibyadi me va a odiar!

― No, mantendré el secreto. De todas formas estoy segura de que Teyani ya lo sabe.

― No, Alcibyadi no ha hablado con ella ―dije.

― No me refiero a eso. Teyani siempre sabe lo que sucede con Lehrmon, Alcibyadi y conmigo. Cuando crecíamos, nunca podíamos esconderle un secreto, siempre lo sabía antes que nosotros mismos.

― ¡Es tan difícil mantener secretos en este reino! Siempre hay alguien que puede escuchar lo que piensas ―suspiré.

― Te prometo que no se lo diré a Lehrmon ―dijo Elyani.

― Ah, no te preocupes. Él ya lo sabe.

― ¿De verdad? ―Elyani sintió curiosidad― ¿Dijo que sí?

Intenté no pensar en lo que Alcibyadi me había contado. ¡Demasiado tarde! Elyani ya había recogido mis recuerdos.

― Mmm… ―dijo ella.

Me dejé caer en su cama y me enrosqué contra sus piernas.

― Creo que tengo una crisis ―ella acarició mi cabello.

― Dime, Dragón-Águila.

Infinidades yuxtapuestas sonríen elusivamente unas a otras. Giran.

― ¡Un Águila-Dragón! Eso sí sería una bestia extraña.

― ¿Cómo un Dragón Volador, quizá? ―sugirió ella.

― ¡Oh, no! No me recuerdes a los Dragones Voladores. Cada vez que están cerca, me meto en problemas ―dejé ir otro profundo suspiro―. Elyani, no me siento a la altura en este momento. Camino por el templo y veo esas magníficas estatuas de los dioses, ¡y ni siquiera se sus nombres! He pasado años en Eisraim y ni siquiera los había visto. ¿Cómo puedo ser tal durmiente? Veo las flores en los jardines y no sé sus nombres. Ni siquiera sé cómo se las arreglan los jardineros para hacer que crezcan en tan perfectos patrones regulares. Me hace preguntarme dónde ha estado mi mente todos estos años.

― Habla con Pushpadiv, de los Legítimos Jardineros del sudeste de Eisraim. Es un joven amable, siempre dispuesto a ayudarme a cuidar las hierbas preciosas que hay en mi patio. Es fácil reconocerlo porque tiene el pelo largo y fino y va vestido con una túnica verde oscuro manchada de tierra.

Sintonicé para recibir sus impresiones visuales.

― Y también existen todos esos lugares y esas gentes cuyos nombres escucho sin saber quién o qué son. Ni siquiera es que sean nuevos para mi, los he escuchado docenas de veces, pero nunca se me ocurrió preguntar sobre ellos. ¡Apatía de durmiente? Lasseera, por ejemplo… ¿dónde está exactamente?

― Es la región que está al norte de Eisraim ―dijo ella―. El templo de Lasseera ha sido nuestro templo hermano durante cientos de años. Cuando esté completo, el Archivo estará compuesto por la unión del conocimiento de ambos templos, el suyo y el nuestro, por eso Lehrmon y Woolly viajan allí tan a menudo.

― Ya veo ―otro suspiro―. Y esta mañana, Lehrmon me hablaba de todos esos animales, algunos de los cuales me resultaban familiares, como levlons, filosterópodos o pessalans. Pero luego mencionó estas extrañas criaturas que se extenderán si los campos energéticos colapsaran: ratas, ratones, sanguijuelas, pulgas, moscas, mosquitos. Nunca había oído sobre ellos. ¿Sabes qué son?

― Lo siento, mi amor, ahí no te puedo ayudar. Deben ser bestias realmente extrañas. Tendrás que preguntar a Lehrmon ―Elyani acarició mi cabello―. No creo que sea malo este sentimiento de crisis. Estoy segura de que Gervin lo consideraría una buena señal. Estás despertando al mundo.

Naturaleza de la lejanía. Nacido para las estrellas. Despierto al infinito.

― No puedo creer lo densa que solía ser la niebla de mi mente. Nunca me había dado cuenta de la forma de los edificios, especialmente los tejados. ¿Sabes que las cúpulas de las salas de Melquisedec son magníficas! Antes de ir al templo del Dragón pasé una semana entera meditando en una de esas salas. No miré hacia arriba ni una sola vez, ni me di cuenta de cuán elevada y alta era la cúpula. Ni una vez me paré a contemplar los arcos y las columnatas sobre el camino recto de la Ley ―Elyani acunó mi cabeza en su regazo. Me arrebujé en su vestido―. ¡Y todavía no sé qué es el Archivo! ¡Y no entiendo cómo funcionan las piedras blandas!

― ¡Sin embargo, las usas muy bien! ―Elyani puso mi mano contra el medallón en su pecho.

― ¡Qué voy a hacer cuando me encuentre con el Maestro Woolly mañana? Va a pensar que soy un legítimo idiota. Es un nombre extraño, Woolly, ¿verdad? ―añadí como idea adicional.

Ella se echó a reír, trayendo aire fresco.

― Su nombre real era Narbenzor. La historia es que él solía vivir en el templo de Laminindra, en la región de los Lagos del Norte. Entre las regiones de las Montañas Nevadas y Lasseera. Una vez, uno de los experimentos de Narbenzor con piedras blandas falló terriblemente. Creó una onda que conmocionó el entramado de los campos y todos los edificios de plass del entorno empezaron a derretirse. Destruyó aproximadamente un ala entera del templo de Laminindra. Después de aquello, tuvo que dejar la región de los Lagos del Norte y cambiar su nombre. Me pregunto cómo lo encontró Gervin.

Otro suspiro.

― ¡Me pregunto cómo me encontró a mí!

Él recibió la llamada. Desde más allá del Abismo de las Profundidades y la Fosa de la Eternidad.

¡Toda la gloria sea para el maestro! ―Elyani se giró hacia el este.

Recordando cómo Gervin había encontrado a Teyani, me incorporé.

― ¿Voy a conocer el resto de la historia de Adya?

Elyani parecía tímida.

― Es un secreto, ¿sabes?

En un tono de gran confianza en mi mismo, le aseguré:

― Elyani, sabe usted lo bueno que soy para guardar secretos, ¿no?

― Voy a llorar si cuento la historia.

La suavidad del Águila se vertía a través de mí.

― Olvídate de la historia entonces. ¿Qué tal un ilegítimo atardecer en el tejado?

― ¡Pero quiero contarte la historia!

Me senté en silencio, preparado para escuchar.

Vacilando, Elyani preguntó:

― ¿Crees que podríamos tener ambos, la historia y el ilegítimo atardecer?

― ¡Siempre dispuesto! ―me levanté de un salto y la saqué de la cama. Fuera, en el patio, escalé con rapidez la pared de su habitación y salté al tejado. Doblándome hacia abajo, la cogí de la mano y la subí en volandas hasta el tejado.

― ¡Oh, dioses! ―cierta sensación de trasgredir límites largamente establecidos la hizo reír.

En cuestión de segundos estaban en la cima del templo de las Sacerdotisas de Azul.

― ¿No es supremamente hermoso? ―exclamé al contemplar las capas de niebla cruzadas en rojo, los colores reflejados en las cúpulas de las capillas vecinas.

Elyani era como una niña, capturada por el asombro.

― ¿Dónde acabó tu visión? ―preguntó tras un momento.

― En las ruinas del templo de Karlinga. Teyani estaba embarazada de Alcibyadi y sostenía al pequeño Lehrmon es sus brazos. Acababa de saber que Adya había sido encerrada en Tipitinan y estaba a punto de ser golpeada hasta morir. Teyani estaba pidiendo a Gervin que la dejase ir a rescatarla. ¿Se lo permitió?

Elyani negó con la cabeza.

No me sorprendió lo más mínimo. Pero entonces…

― ¿Cómo escapó Adya? ¿Fue Gervin a rescatarla?

― No, Gervin llamó a Melchard por un canal de voz. Él iba camino de vuelta desde la región de las Orillas Superiores del Oeste, tras ver el eclipse.

― ¡Así que pudo ver el eclipse!

― Cuando Gervin lo llamó, estaba a menos de un día de Tipitinan. Fue directo a la cárcel ―Elyani se agarró fuerte a mi brazo y apoyo la cabeza contra mi hombro―. He oído esta historia a Teyani, tal y como se la contó mi madre. También la he oído de Melchard.

― ¿Dos versiones diferentes?

Ella negó con la cabeza.

― Mis padres se conocieron por primera vez en los calabozos de Tipitinan. Mi madre dijo que se enamoró de Melchard en el momento en que lo vio. Su Espíritu estaba esperándolo, los dioses la habían avisado que estaba a punto de conocer el amor. Y, respecto a Melchard, él dijo que era difícil creer que todavía estuviera viva después de lo que le habían hecho.

― ¿Así que la habían golpeado?

― Dos veces. Golpear el Espíritu de alguien no es una práctica inusual. Normalmente, la gente simplemente se desliza fuera del cuerpo y muere, en lugar de sentir el dolor. Pero el Águila Blanca había ordenado a mi madre que permaneciese viva. Así que se aguantó cuando la golpearon la primera vez. Tras unas horas, cuando vieron que todavía estaba viva, lo intentaron de nuevo, y casi tuvieron éxito en matarla. Pero ella se agarró a su cuerpo a pesar de todo.

Cuando Melchard entró en el calabozo ella estaba tumbada en el suelo, con el cuerpo lacerado, sangre por toda la cara y enmarañando su cabello y el vestido hecho harapos. Para sacarla de la cárcel usó el poder del Trueno. Invocó el nivel superior de la Voz. Pero no inmediatamente. Primero usó suaves frecuencias de la Voz en ella, para que pudiese caminar. Ella decía que era como ser traída de vuelta desde el Inframundo. Después proyectó la Voz contra los guardias: “¡Abrir la puerta y sacarnos de aquí, ahora!”.

Mi madre apenas podía creer lo que estaba sucediendo. Su cuerpo estaba avanzando a lo largo del pasillo con Melchard a su lado. Cómo aquello era posible, no tenía ni idea. Ni siquiera podía sentir sus piernas. Subir las escaleras fue igual de fácil, pero cuando emergieron del sótano, les esperaban seis hombres de las Vestiduras Negras.

A la cabeza estaba un hombre pequeño con agudos ojos azules. “¿Dónde crees que vas, hombre en la Ley?”, amenazó a Melchard.

Melchard evaluó rápidamente la situación. Aparte de los seis Vestiduras Negras, había cuatro soldados guardando las puertas, más otros dos en otra esquina de la habitación. Primero probó un enfoque estrictamente legítimo: “El Águila Blanca es parte de las Antiguas Órdenes protegidas por el rey de la Atlántida” Siguiendo el legítimo principio que establece que una Antigua y Protegida Orden puede y debe defender los miembros de otra Antigua y Protegida Orden cuando sea legítimamente apropiado, reclamo la vida de esta sacerdotisa del Águila Blanca”.

El cabecilla de las Vestiduras Negras se echó hacia atrás ante la precisión y legitimidad del lenguaje, pero no se movió.

Si quieres oponerte a mí, declara primero tu nombre y orden, para que pueda informar a las autoridades relevantes”.

Soy Afkar de las Vestiduras Negras, en servicio de su Gran Majestad el Príncipe”, replicó el hombre.

Melchard usó un tono en el umbral de la Voz: “Afkar de las Vestiduras Negras, no impidas el cumplimiento de la Ley. ¡Aléjate!”.

Afkar no se rindió: “Esta mujer ha sido proscrita por el príncipe y no irá a ninguna parte. Pero, ¿quién eres tú, hombre en la Ley, para hablarme con tal arrogancia?”

“Soy Melchard, Maestro del trueno”, respondió, magnífico.

Afkar se asustó. Después puso una sonrisa de satisfacción: “Los Maestros del Trueno hace mucho que desaparecieron del reino. ¿O quizá quieras demostrarnos tus poderes, extranjero?”.

“No me tientes, hombre de la Ley”, Melchard respondió con la Voz, “¡Apártate!”.

Afkar había sido entrenado por su orden lo suficiente para aguantar este nivel de Voz: “Necesitarás algo más que eso para convencerme”, respondió con insolencia.

Mirando fijamente a sus ojos, Melchard elevó su mano derecha, con la palma muy llana en el plano sagital. De repente, un sonido tremendo del trueno resonó, como si el tejado del edificio hubiese sido alcanzado por un relámpago.

Los soldados del príncipe salieron corriendo, y los hombres de Afkar se echaron a temblar, pero Afkar permaneció inamovible: “Hoy en día rondan muchos magos por los mercados”, dijo con desdén.

Melchard dio un último aviso: “Afkar, apártate o enfréntate a la Voz que es el Trueno de la Tierra”.

Afkar no se movió.

Melchard elevó ambas manos y empezó a emitir frecuencias de la Voz del Trueno, liberando gradualmente el poder que había recibido de Orest.

Afkar intentó contraatacar, asaltándolo con la Voz, pero ni siquiera lo tocó.

La Voz de Melchard se tornó asombrosa. Cada uno de los pedazos de plass del edificio empezó a templar. Afkar palideció. Sus hombres huyeron aterrados. Melchard no paró hasta que el plass de una de las paredes laterales empezó a desmoronarse reduciéndose a polvo.

Mi madre estaba asombrada en la Ley, ¡al igual que Afkar! Un enorme agujero apareció en un lado del edificio.

Entonces mi padre proyectó la Voz hacia Afkar: “¡Recuerda al Trueno, hombre de la Ley!” y tranquilamente pasó a través del agujero que había hecho en la pared, con Adya a su lado.

Tras aquello, nadie osó perseguirlos. Se unieron a Teyani y Gervin en un barco en el río Pesiah, que los llevó hacia el este.

Así es como Teyani y mi madre llegaron finalmente a Eisraim, junto con Lehrmon. Pero mi madre estaba muy enferma. Casi murió durante el viaje. Melchard y Gervin hicieron todo lo posible por curarla pero, a pesar de sus tratamientos, nunca se recuperó completamente. Y así es como mi madre se vino a vivir a este patio; un viejo sacerdote médico le dijo que tenía propiedades sanadoras. Él seguramente conocía la puerta de Dragón, de un modo u otro.

Por aquel entonces, mi padre se había enamorado de ella. Esto era un dilema para él. Estaba siendo preparado para convertirse en el sumo sacerdote de Eisraim, una función que no podía ejercer un sacerdote casado. Pero su amor por mi madre era más fuerte. Abandonó todos los honores y títulos por ella.

Se casaron y vivieron juntos en este patio. Entonces mi madre se quedó embarazada. Durante algunos meses su salud pareció mejorar, pero el parto casi la mata. El día después de mi nacimiento, hizo jurar a Teyani que me cuidaría. Pidió a Melchard que plantase un joven laurel para mí y proyectó la Voz sobre él. Una hora después murió, dejando que el Águila Blanca se la llevase.

Había llegado la noche. Elyani lloraba entre mis brazos, como si estuviese en las alas del Águila.

Los Hijos de Apolo querían que Elyani naciese de Adya. Confía, no te abandonarán.

― ¿Y qué pasó después con Melchard? ―pregunté al rato.

― Abandonó el templo y se fue al norte, a las montañas de Lasraim. Se entregó a prácticas ascéticas. Pero un año después, murió el sumo sacerdote de Eisraim. La gente del templo envió una delegación para buscar a Melchard, porque no podían pensar en un candidato mejor que pudiese tomar el cargo de sumo sacerdote. Melchard cedió a sus ruegos y regresó a Eisraim. Tras aquello, tuvo que mantener a su hija en secreto.

― ¿No sabía todo el mundo que eras su hija?

― ¡Por supuesto que lo saben! Pero nadie nunca lo menciona.

― ¡Así que tú eres uno de los secretos del templo! ―susurré admirado―. Un secreto bien guardado.

― Lo soy, Dragón.

Manteniendo el secreto seguro entre mis brazos, contemplé la magia de la noche.

9.20 Mi madre en una botella

La capilla de los Genios de los Campos estaba ubicada en Maniya, un ajetreado enclave al sur del legítimo centro del templo. Antes de llamar a la puerta, me detuve e invoqué la luz de mi maestro, atormentado por ilegítima ansiedad. El Maestro Woolly, claramente, era un hombre peligroso. ¿Por qué un gran experto en el poder del Punto como él me iba a aceptar entre su gente? Apenas sabía cómo usar las piedras blandas. Las corrientes y los campos eran algo completamente nuevo para mí. Y todavía era completamente incapaz de discernir entre el poder del Punto y los Dragones Voladores. ¿Y si el Maestro Woolly se impacientaba conmigo, y me echaba de su capilla, tirándome cubos del celebérrimo fango blanco a la cara? La idea de decepcionar a Gervin me rompía el corazón.

Extrayendo coraje del Dragón, finalmente llamé a la puerta.

Nadie preguntó legítimamente quién, enviado por Nuestro Señor Melquisedec, está llamando a la puerta. En su lugar, un solemne y alto hombre de edad mediana abrió y se quedó mirándome. Vestía una túnica gris, no como la de la orden de las Túnicas Grises del Ángel del Amanecer, ¡gracias a Ella Serpiente de Sabiduría! Era un hombre del norte, de ojos azules y alta frente. Tenía el pelo corto y gris, una barba cuidadosamente arreglada y una educada expresión poco cordial en su semblante.

― ¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, hombre de la Ley! ―dije―. Me llamo Szar de la Túnica Marrón. Don Lehrmon de la Túnica Marrón me ha enviado a su capilla para encontrarme con el Maestro Woolly.

El hombre permaneció impasible.

― El Maestro Woolly está ocupado en este momento. Me ha pedido que le enseñe este lugar. Mi nombre es Ferman, de la casta de los Genios de los Campos.

Ferman de los Genios de los Campos me condujo al interior y abrí mis ojos asombrado. Era la capilla más extraña que hubiese visto nunca. Una habitación muy grande, sin altar, hasta lo que podía discernir. Alineados en las paredes había bancos, con cierto número de llamas en ellos. Quizá la capilla estaba dedicada a muchos dioses. Había ollas y jarras de formas extrañas sobre las llamas. ¿Era este lugar una extensión de las cocinas del templo? Tras los bancos, seis hombres vestidos con las túnicas grises de los Genios de los Campos se ocupaban de atender las ollas. Había cientos de botellas por todas partes, no sólo en los bancos, sino también en los estantes que había en las paredes, e incluso, en el suelo.

― ¡Tenga cuidado dónde pone el pie! ―me advirtió Ferman seriamente, indicando el caos de botes en el suelo―. Los contenidos de estas botellas son extremadamente preciosos. ¡Síguame, hombre en la Ley! ―y me guió por la capilla.

Vacío eterno. Oscuridad invisible. Ella baila.

“¡Qué ilegítimo desastre!”, pensé, “me pregunto qué tipo de ángel querría alumbrar con su presencia tamaña capilla”. Para evitar meter la pata, recogí mi energía, como si estuviese en el medio de una operación militar con Marek, midiendo cuidadosamente cada paso y usando la conciencia periférica de Guerrero para no tropezar con las botellas.

Algo me llamó la atención inmediatamente; los olores de aquella capilla eran inusuales, como poco. Olfateando discretamente, para no irritar a nadie, pude discernir dulces fragancias que se parecían a los Inframundos. Pero también había olores extraños completamente desconocidos para mi, algunos de ellos ilegítimamente vomitivos.

Un coro de universos, resonando con la canción del Amanecer de la Creación.

Los olores cambiaban todo el tiempo. En cierto momento me pareció reconocer el olor de la especia Nefilim. Me di la vuelta con los puños apretados, pero no había nadie detrás de mí. Podía sentir cómo Ferman me miraba por el rabillo del ojo, pero permaneció impasible.

Entramos en un gran corredor.

― ¡Atento de no pisar las botellas! ―me recordó Ferman de los Genios de los Campos.

Hilera sobre hilera de estantes colgados de las paredes, sostenían miles de botes de varias formas y colores. La energía de las sustancias que contenían era de lo más sorprendente. Algunas emitían auras brillantes de complejos colores astrales, y el resplandor combinado de las botellas se parecía a las montañas de gemas de las cavernas del Inframundo.

Pronto llegamos a otra gran habitación con bancos pegados a las paredes y, de nuevo, botes por todas partes. No había nadie trabajando allí, sólo botellas.

Una botella en particular llamó inmediatamente mi atención. Era apenas tan grande como mi mano, pero la luz que irradiaba era plateada y pura como el Mar Fundido.

― ¡Oh, mi Señor Melquisedec! ¿Qué es eso? ―exclamé.

― ¿Eh? ―murmuró el Genio de los Campos.

― Aquella botella, allí. ¿Qué es?

― Es una preparación especial en la que el Maestro Woolly y yo hemos estado trabajando ―Ferman parecía perplejo.

― ¡Es extraordinaria! ¿Puedo sostenerla en mi mano?

¡De ninguna manera, hombre de la Ley! ―Ferman fue categórico―. Yo la sostendré por ti.

Tomó la botella del banco y la sostuvo frente a mí.

Cuanto más contemplaba la botella, más asombrado estaba. Olfatearla me hacía sentir eufórico, como si me estuviese bañando en un río de los Inframundos profundos. Poderosas olas vrufeantes brotaban en mi energía. Sonreí a Ferman.

― ¿Pero qué contiene exactamente?

― ¿Qué es lo que puede sentir en esta botella? ―Ferman me miró con curiosidad.

― Hum… ¡Cómo explicar las glorias del Inframundo en pocas palabras!

Ferman abrió la botella y me la ofreció.

― ¿Puede oler algo?

Su pregunta me liberó de la preocupación de ser descubierto olfateando. Me permití un largo olfateo de la sustancia milagrosa. Por un momento me sentí como si estuviera en lo más profundo del regazo de mi madre, preparado para saltar en un arroyo del agua de la vida, con las grandes serpientes doradas en la orilla. Mi Dragón fue sacudido por olas vrufeantes.

― ¡Ja, ja, ja, ja, ja! ―prorrumpí con la Voz.

Sujetando fuertemente la botella, Ferman el Genio de los Campos me miró fijamente, en completa estupefacción, con la esquina de su labio temblando y las piernas tambaleándose imperceptiblemente.

Inmediatamente me contuve, pensando: “Debo ser más cuidadoso con la risa del Guerrero. Me va a traer problemas un día de estos”.

Un joven con una redonda masa de fino pelo rizado y la nariz rota se precipitó en la habitación.

― ¿Qué ha sido esa alboroto?

― Lo siento, hombre de la Ley, ¡no pretendía molestar a nadie! ―me disculpé.

― No estoy molesto, estoy intrigado ―dijo el joven, sumergiendo sus ojos verde grisáceo en los míos con ilegítima intensidad.

Recuperando su aliento, Ferman se dirigió a él.

― Tan pronto como nuestro visitante entró en la habitación, se sintió atraído a este bote.

― ¿Así como así, te sentiste atraído? ¿Y por qué por este bote en especial? Hay cientos como este ―dijo el joven, curioso.

¿Qué le iba a decir? ¿Que esto era mi Madre Dragón en una botella? Se reiría de mí.

― ¿Has oído hablar del Mar Fundido, mi amigo en la Ley?

― ¿Por qué, hombre en la Ley? ―preguntó.

― Para mí, la energía de esta botella es tan hermosa como las olas plateadas del Mar Fundido ―dije con prudencia.

El joven se pasó la mano por su fino cabello rizado y se rascó la nariz. Cogió otra botella de un estante.

― ¿Y qué hay de esta?

Sintonicé.

― Hay tantos olores en esta capilla… ¿Puedes abrirla para que pueda juzgarlo mejor?

Él quitó la tapa de plass.

Empezó antes que el tiempo. Y ha continuado desde entonces.

Olfateé moviendo las aletas de mi nariz y percibí.

― Esta me recuerda a las cavernas de oricalco. Está bien, pero no es nada comparado con la botella del Mar Fundido.

Ferman y el joven intercambiaron una mirada. Entonces el joven devolvió la botella al estante y cogió otra, abriéndola para mí.

El olor físico era neutro, pero el olor astral era vomitivo, no sólo pestilente, si no también taimado. No quería ofender a nadie.

― Mmm…

El hombre joven había leído mis ojos y puso una mueca que arrugaba el bulto de su nariz rota.

― Muy cierto, ¡hombre en la Ley! ―le dio la botella a Ferman― ¡Tira esta basura! ―entonces caminó hacia la puerta ― ¡Sígueme, hombre de la Ley! Ten cuidado de no pisar las botellas.

Caminé tras él a través de un largo corredor. Ferman no vino con nosotros. El corredor conducía a un sótano sutilmente iluminado. Allí había cubos de plass por todo el suelo, en los cuales pude reconocer el infame fango blanquecino. Gracias a Nuestro Señor Melquisedec, no había rastro del Maestro Woolly.

― Uno de estos cubos contiene una mezcla muy especial ― ¿Puedes decirme cuál?

Empecé con un largo olfateo, que levantó olas de euforia en el Dragón. El fango blanco no era para nada la apestosa basura que había esperado.

― Me gusta el aroma de esta capilla, ¡mi amigo en la Ley!

― ¿Sí? ―el joven sonrió― ¿Y por qué?

Intenté ser poco preciso.

― Me recuerda a hermosos lugares tirtha que he visitado en el pasado.

― Yo mismo amo este aroma ―dijo―. Mucha gente lo odia.

He contemplado el nacimiento y la muerte de mundos y racimos de mundos. ¡Oh, Madre de la Luz, ¡Su danza! ¡Su danza!

Inspeccioné los más o menos veinte cubos del suelo. Todos ellos emitían el mismo brillo plateado en la oscuridad visible. Pero cuando sintonizaba con ellos desde el Dragón de las Profundidades, provocaban olas vrufeantes de diferentes cualidades. Apunté hacia los cubos y comenté:

― Este está fuerte y sano. Este está un poco triste. Este está muy enfermo, en realidad está muriéndose ―entonces llegué a un cubo que provocó una explosión vrufeante― ¡Este! Este… este es realmente especial.

El joven asintió, sus claros ojos verde grisáceo brillaban de entusiasmo.

― ¡Directo de los pechos de la Gran Diosa!

De nuevo, el fluido parecía el océano plateado del cual todos los dioses nacieron.

― ¡El Mar Fundido en un cubo! ―dije― ¿Cómo lo haces?

Me senté en el suelo, al lado del cubo.

El joven gritó:

― ¡No pongas tus manos en él! ―después vino y se sentó frente a mí.

Usando las palmas de mis manos, que mantuve cuidadosamente a unos centímetros del cubo, sentí el poder que provenía de la gelatina blaquecina.

Hombre de la Ley, esto es magnífico. Me conmueve… ¡profundamente! ―La sustancia radiaba la dulzura de mi Madre. El olor era tan puro como la brisa de Dragón. Cerré los ojos y, por un momento, fui transportado de vuelta a las glorias de los Inframundos Profundos.

Cientos de millones de almas a la deriva a través de los surcos del tiempo. Si te alzas, Elyani se alzará contigo. Si me ignoras, morirá.

― ¿Qué estás viendo, hombre de la Ley? ―el hombre joven quería saber.

¿Cómo decirle? Establecí contacto ocular, intentando transmitir las impresiones de las gloriosas cavernas.

Medio sonriente, medio irritado, me presionó.

― ¡Pero habla! ¿Qué Inframundos estás viendo?

― Precisamente, mi amigo en la Ley, estos botes conjuran imágenes de los Inframundos en mi mente. Pero los Inframundos no son lo que la gente piensa. He visitado un templo en el sur, un lugar llamado Monte Lohrzen, donde los sacerdotes saben cómo descender a las capas del Inframundo que están selladas para otra gente. Nada que ver con esas horribles cavernas de la enfermedad a donde viajan normalmente los iniciados.

El joven era perspicaz y curioso. Pronto me encontré bajo un aluvión de preguntas: “¿Cómo eran aquellos sacerdotes? ¿De qué eran capaces exactamente? ¿De dónde provenía su tradición?”. Él actuaba rápidamente, interrumpiéndome con otra pregunta antes de que hubiese terminado de responder la anterior. Hacía comentarios que mostraban su interés y entusiasmo por el conocimiento de los Inframundos, pero nunca parecía satisfecho, encontrando siempre más preguntas que hacer. Particularmente estaba interesadísimo en el potencial sanador de las capas más profundas del Inframundo.

Permanecimos en el sótano durante mucho tiempo, respirando los vapores que despedían los cubos y compartiendo el entusiasmo del Inframundo que despertaba en nosotros.

― ¡Qué desmadre! ―exclamó finalmente― ¿Así es cómo identificaste el elixir en el sanctasanctórum de arriba?

― ¿La botella que contenía el Mar Fundido?

Asintió.

― ¡Sí! Hizo que el Dragón de las Profundidades temblase a través de mí.

― ¡Qué halagador! ―dijo― ¡Si supieras cuántas horas me ha costado esta botella!

Abrí la boca para preguntar sobre el elixir, pero él ya estaba haciéndome una propuesta:

― Si mi elixir puede hacer cosquillas a tu Dragón, quizá tu Dragón puede animar a uno de mis bebés.

Antes de que pudiera decirle que tenía muy poca experiencia sanando niños, se levantó de un salto diciendo:

― Ven conmigo, hay algo que quiero que veas. Ten cuidado por dónde caminas.

Subimos las escaleras hacia otra habitación llena de bancos, llamas y botellas.

Infinito fluido, elixires de estrella, vientos espaciales, joyas incandescentes. Desde un confín de la lejanía hasta el otro, viajó.

El joven hombre tomó un bote y lo puso en mis manos.

― Esta me está rompiendo el corazón, hombre de la Ley. Ella está muriendo. He estado trabajando en ella durante seis ciclos de luna y ahora se me escapa de las manos.

― ¿Qué hay en el bote? ―pregunté.

― Una piedra bebé.

― ¿Y qué pasa con esto?

― Qué pasa con ella ―me corrigió―. Esta piedra es una piedra femenina.

Sonreí, enviando un pensamiento cariñoso a Marek el indestructible.

― Ella estaba en su último estadio de desarrollo cuando empezó a perder sustancia. No sé por qué. Una historia triste. Era mi mejor chica.

― ¿Puedo abrir el bote? ―pregunté.

Él consintió.

El bote estaba medio lleno de un líquido amarillento, a través del cual pude discernir una pálida y blanquecina piedra blanca del tamaño de una cereza.

― ¿Crees que tus trucos de Dragón pueden curarla? ―preguntó con ansiedad.

― No tengo ni idea. Ciertamente podría probar. Si fuera a curarse, ¿irradiaría la misma belleza plateada que la botella del Mar Fundido?

Él asintió.

― ¡Eso sería fascinante! ―vrufeé, completamente excitado ante la perspectiva de hacer que aquel bote brillase como el mar de los dioses.

― Bueno, ¿por qué no te llevas la botella y dejas que tu Dragón lo intente. Yo he probado todo lo posible. En lo que me concierne, es tan buena como un cadáver de Sacerdotisa de Azul ―suspiró y añadió―. Su nombre es Lilu.

La acerqué a mi corazón y le sonreí.

Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, Lilu, me llamo Szar.

El joven estaba encantado ante la cálida bienvenida que recibía su bebé. Me sonrió con afecto.

Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, Szar, me llamo Woolly.

― ¿Woolly? ―casi dejo caer el matraz― ¿Eres el Maestro Woolly? ―tragué saliva, mirándolo más de cerca.

Era tan joven… ¡más joven que yo! Me quedé con la boca abierta, contemplando su masa de pelo fino, tan pálido que casi era blanco, el penetrante brillo de sus ojos, la muy rota nariz y las docenas de manchas que decoraban su túnica de color crema.

Woolly parecía muy divertido.

― ¿A qué viene este alboroto, hombre de la Ley?

― Hum…

Antes de que tuviera tiempo de inventarme una respuesta, me invitó a ver más botes. Le seguí de habitación en habitación, deslumbrado por las vibraciones y los poderes que había capturado en sus mezclas. Con creciente y vrufeante euforia, reconocí los sentimientos característicos de ciertas gemas que sólo había encontrado en lo profundo de los Inframundos. Pero algunos de los botes radiaban luz que parecía venir directamente de ángeles elevados.

No había tiempo para más. Woolly señaló que tenía que irse. Tomó el bote de piedra blanda en su mano y se despidió de ella: “¡Adiós Lilu, piedra de la Ley!”. Después me guiñó un ojo y me invitó a volver a visitarlo de nuevo.

9.21 El regalo de Maryani

Escondí el precioso bote en un bolsillo seguro dentro de mi capa y despegué hacia los tejados, desde Maniya hasta las joyas, y desde las joyas hasta los treinta y tres dioses victoriosos. Mientras cruzaba el camino recto de la ley, mirando a la multitud desde las ilegítimas alturas, exclamé con excitación: “Elyani, ¡voy de camino!”.

Elyani respondió inmediatamente a través de la oscuridad visible: “¿Me estás llamando, hombre del Trueno?”.

Me quedé perplejo y dije: “Lo siento, Elyani, la piedra blanda que llevo me debe estar gastando una broma. Estaré contigo en cinco minutos”.

Descansando en el Dragón de las Profundidades para silenciar mi mente, me apresuré por los tejados de los Molinos de Viento de la Ley. Cuando llegué al patio de Elyani, me aguardaba una sorpresa. Dos escaleras habían sido colocadas en las paredes; una desde el patio a la terraza que había sobre nuestras habitaciones y, la segunda, desde allí hasta el tejado de las Sacerdotisas de Azul. Yo salté como hacía siempre.

Tras darme un largo beso, Elyani me preguntó:

― ¿Te gustan mis escaleras? Son un regalo de Pushpadiv de los Legítimos Jardineros.

― Parecen muy sólidas pero… realmente no necesito escaleras, ¿sabes?

― ¡Pues claro que no! ―encogió los hombros y miró hacia los dioses― Szar-ka, son para mí, no para ti.

― ¡Para ti!

― Yo también quiero ver los atardeceres ―dijo―. ¿Cómo fue tu reunión con Woolly?

― ¡Un legítimo sueño! No me lazó ni un solo cubo de fango. Incluso me pidió que cuidase de una de sus niñas, que está muy enferma en este momento.

Elyani frunció el ceño.

Saqué el bote de mi bolsillo y abrí la tapa frente a ella.

― Mira esta hermosa piedra. Su nombre es Lilu. Necesita cuidados urgentemente. Woolly dice que vale lo mismo que un cadáver de Sacerdotisa de Azul.

La dama del Águila Blanca se rió entre dientes.

Compartí mi entusiasmo por las maravillas que había contemplado en la capilla de los Genios de los Campos.

― ¡Qué excitante! ―comentó Elyani―. Siempre había oído decir que su capilla era el lugar más apestoso del templo entero. Alguna gente incluso ha denunciado ser violentamente atacada por fuerzas provenientes de las botellas de Woolly.

Aquello no me sorprendió en absoluto.

― Los trabajos de Woolly son como los Inframundos, feos y terroríficos en la superficie, repletos de maravillas en las profundidades.

La fluorescencia musical de mil campos de estrellas.

― ¿Y qué haremos para sanar a Lilu? ¿Te dio Woolly alguna pista?

Negué con la cabeza.

―Por lo que parece, todos sus métodos han fracasado. Quizá es por ello por lo que estaba tan interesado en el estilo de sanación del Dragón.

― ¿Vas a buscar inspiración de tu Madre Dragón?

― Por supuesto.

― Bien ―dijo Elyani―. Espero que tu Madre Dragón pueda inspirar a las dos sacerdotisas Inmaculadas que cuidan a la diosa ascendente. Han declinado la oferta de Melchard de permitir que los Maestros del Trueno vean a Holma, y tampoco escuchan a Teyani cuando sugiere que ella u otras personas podrían ayudar.

Tapé el bote de Lilu y lo coloqué en el césped, cerca de la puerta de Dragón.

― ¿Qué le está pasando a Holma?

― Empeora día a día. Ha perdido mucho peso. Tose como un filosterópodo, está tan mal que ni siquiera puede levantarse de la cama. Pero las Inmaculadas permanecen inamovibles. Rechazan cualquier cosa que no sea únicamente cantar los himnos de la Ley. Dicen que cualquier otro método de sanación que no sea parte del más antiguo y sagrado cuerpo de la Ley, provocará que Holma sea impura y será la causa de que los dioses la rechacen.

― ¿Y si Holma muere?

― Entonces, ¡que Nuestro Señor Melquisedec tenga piedad de nosotros! Ninguna diosa ascendente ha muerto nunca antes del ritual de ascensión a los dioses. Todos creerán que los dioses nos han abandonado y la caída de Eisraim ha comenzado. Si estas dos sacerdotisas Inmaculadas no fueran tan estúpidas, ¡se darían cuenta de que el reino ha cambiado y que los antiguos himnos de la Ley ya no pueden curar todas las enfermedades! Pero son rígidas y obstinadas, y mucho peor, además son sumamente arrogantes. Los inmaculados reciben órdenes únicamente del mismo rey y nadie más.

Muy raramente había visto a Elyani tan disgustada. Invocando la dulzura del Águila dije:

― No hay nada que podamos hacer al respecto, así que es mejor no pensar demasiado en ello. Aquello que no puedes sujetar en tus manos, no dejes que sujete tus manos.

Ella tomó mis manos.

― Tú puedes sujetarme en tus manos, ¿verdad?

Fue al Punto, intentando encontrar la respuesta apropiada.

― ¡Pero si no llevas el mismo vestido que ayer! ―me fijé.

La suma sacerdotisa me miró, medio ultrajada, medio devastada.

― ¿Así que nunca te das cuenta cuando me cambio de vestido?

― Bueno, realmente… Todas las castas de las que he sido miembro utilizaban exactamente el mismo tipo de ropas de verano durante seis meses al año, y el mismo tipo de ropas de invierno durante los restantes seis meses. ¡No es que nunca se cambiaran de ropa, naturalmente! Los Hijos del Dragón, por ejemplo, lavaban sus ropas cada luna nueva y en algunas otras ocasiones, como en los equinoccios o la celebración anual de la Ley. Pero todas las vestimentas eran estrictamente idénticas, siguiendo el legítimo canon de su casta…. Realmente, no. ¡No me había dado cuenta! ―admití.

― ¿Despertar? ―Elyani miró hacia arriba, poniendo a los dioses por testigos― ¡Ja, ja!

Me dirigí hacia el Punto, buscando un viento que me sacase de aquella difícil situación.

Tres rosas blancas. A los pies del Ángel de las Alturas. Perdiste la llamada. Ahora Elyani está muriendo en las garras del Príncipe de la Oscuridad.

Elyani se estremeció.

La tomé entre mis brazos.

― ¿Y si probamos estas escaleras y vamos a inspeccionar el tejado de las Sacerdotisas de Azul?

Ella me miraba con una extraña expresión en su cara.

― ¿Las escaleras? ―salió de sus pensamientos―. Sí, ¿por qué no? Alcibyadi y Maryani vienen de camino para hablar contigo. Probablemente les encantará vernos tan alto.

No quería escandalizar tan antigua y respetable orden.

― ¿Y qué hay de tu reputación, Elyani del Águila Blanca?

― ¡Las Águilas vuelan! ―y aleteó sus brazos, acercándose a la escalera.

― ¡Volaremos al atardecer! ―la atrapé por su capucha y la atraje hacia mí.

Ella se arrebujó entre mis brazos y anidó allí.

― Alcibyadi… estaba muy conmovida por tu visita. Tras hablar contigo, se fue directa a la capilla del Águila e invocó al oráculo. Y… ―Elyani se detuvo con prudencia.

Escondí la cabeza entre los hombros.

― ¿Hice algo malo?

Ella negó con la cabeza.

― ¡Huh, huh! Pero podría haber una sorpresa para ti.

Alcibyadi ya había mencionado aquello. Empecé a sospechar.

― Sabes que siempre he odiado las sorpresas. ¿Es este uno de esos secretos que todo el templo sabe menos yo?

Elyani miró hacia arriba a la izquierda y pretendió atusarse la barba, subiendo los labios hacia arriba, tal y como hacía Gervin cuando estaba bromeando seriamente.

“No me gusta cómo suena esto”, pensé, escuchando su silencio. Ella me dio un beso juguetón.

― ¿Quieres una bebida blanca? Preparé una especialmente para ti esta mañana.

La sospecha iba en aumento.

― ¿Es para prepararme para la sorpresa?

Ella pretendió atusarse la barba de nuevo y negó con la cabeza.

Yo expresé mi resignación con un largo suspiro y fui a sentarme a la hierba.

¡Dejad que el Águila Blanca me lleve!

La bebida era una verdadera delicia. Al inclinar mi cabeza hacia atrás para beber las últimas gotas, el campo protector que había tejido alrededor del patio envió una señal de alarma.

― ¡Vienen! ―dije levantándome. Con una de sus mangas largas, Elyani limpió la sustancia blanca de mi bigote.

― ¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, Szar de la Túnica Marrón! ―dijeron las dos Águilas Blancas al unísono.

Girándome devolví el saludo, intentando no fruncir el ceño al ver cuán joven era Maryani. Parecía que apenas había terminado su crecimiento, una hermosa niña que acababa de hacerse mujer. Tenía la frente alta y los ojos azules de la gente del norte y el pelo color de arena le caía hasta los hombros.

Alcibyadi parecía más serena que el día anterior. Nos sentamos en el césped, cerca del laurel favorito de Elyani, al lado de la habitación donde mi cuerpo había sido atendido durante mi descenso a las cavernas de la enfermedad.

Entonces llegó la segunda sorpresa.

― Szar ―declaró Alcibyadi en tono formal―, déjame exponer el propósito de nuestra visita. El Águila Blanca nos ha hablado a través de su oráculo. Su orden es que el descenso de Maryani a los Inframundos sea puesto completamente en tus manos.

― ¿Perdona?

Manteniéndose muy vertical, Alcibyadi repitió sus palabras y añadió.

― Si lo aceptas y cumples el deseo del Águila, serás el responsable de llevar a Maryani al estado de hibernación y dirigirla en el descenso al Inframundo. Tú decidirás sobre todo lo relacionado con este asunto excepto en lo siguiente: el descenso debe tener lugar mañana por la noche, una hora antes de la luna nueva.

La inolvidable imagen de Vivyani en su lecho de muerte reapareció. ¿Se me estaba pidiendo conducir a Maryani a un destino similar?

Mi Dragón se congeló.

― ¿Y si me niego?

― Maryani nunca descenderá al Inframundo y así no podrá convertirse en suma sacerdotisa del Águila Blanca. Y por ello, no será enviada a la tierra de Egipto con las otras elegidas.

― ¡Oh, dioses! ―me giré hacia Maryani. Me miró, serena, bendecida con la misma suavidad y calidez que sus hermanas en el Águila. Parecía completamente confiada, como si fuera a tomarla de la mano, guiarla hasta el infierno y de vuelta a la vida, todo antes del amanecer.

― ¿Me perdonáis un momento? ―dije a nuestras invitadas.

Llevé a Elyani a su habitación y cerré la puerta tras nosotros.

― ¿Qué es esta fea tontería del Inframundo? ―dije echando humo.

Elyani se hizo líquida como el Mar Fundido.

― ¿De dónde viene esto? ¿Es uno de esos oráculos donde alguien pregunta: “Oh, Águila Blanca, ¿piensas que Szar debe encargarse de todo él solito?” y el oráculo responde “podría ser” y ahora todo el mundo dice que: “Esta es la Voluntad del Águila, infríngela bajo tu cuenta y riesgo”?

― Cuando hablaste con ella ayer, Alcibyadi vio al Águila en ti.

― ¡Pues claro que llamé al Águila! Me devané la fuente clara para conseguir una sonrisa ―bramé.

― Alcibyadi dice que el Águila te ha enviado a ella. Después fue a preguntar al oráculo como la terrible experiencia de Maryani en el Inframundo podía disminuir teniendo en cuenta la sabiduría que habías recibido en el templo del Dragón. El Águila respondió con las mismas palabras que Alcibyadi te ha expresado.

― ¿Y naturalmente ya habéis preguntado a Gervin?

― Teyani lo hizo. Gervin dijo que estar a cargo de Maryani sería excelente para tu desarrollo espiritual.

― ¡Pero nunca he hecho nada como esto! ¿Y si Maryani muere en mis manos?

Elyani se encogió de hombros.

― ¿Y si Maryani muere en manos de Teyani?

― ¡No hay ningún modo en las siete esferas de que acceda a hacer esto! ¿Dijo Gervin que tenía que hacerlo?

Elyani negó con la cabeza.

― Pues bien, entonces, ¡ni siquiera le deis forma al pensamiento! ―y volví a sentarme con nuestros invitados.

Me llevé las manos a la cabeza.

― ¿Cuántos años tienes, Maryani?

He conocido dieciséis primaveras y diecisiete otoños, Szar de la Túnica Marrón.

El recuerdo de Vivyani, dormida en su lecho, me golpeó de nuevo. Estableciendo contacto ocular con Maryani, ascendí a la fuente clara, invocando al Águila con todas mis fuerzas.

Una gran Luz descendió sobre los cuatro.

9.22 El himno del Águila Blanca a sus hijos

Directamente de las esferas de las Alturas, el Águila Blanca respondió.

“Algunos aman brillar,

Yo brillo a través del amor.

Algunos son grandes por su poder,

Yo soy poderoso por amor.

Algunos aman la vida y sus delicias,

El Amor es mi Vida,

Y mi deleite viene por el amor que vive en vosotros.

Algunos ángeles ordenan que los hombres les sirvan

Y se alimentan de sus rituales

Y de sus legítimos sacrificios

Aquel que ama a mis hijos

Realiza mi gran ritual.

Yo pido vuestro amor y no os maldigo

Cuando, atrapados en el olvidar,

Ignoráis mi Voz

Y las semillas de la Luz eterna

Que he sembrado en vuestros corazones.

Mis queridos hijos en la eternidad

Os he esperado desde antes del tiempo.

Apresuraos en el camino,

Para que podáis uniros conmigo en las Alturas, y os deis cuenta;

Las nubes fueron diseñadas para ser vistas desde arriba”.

9.23 Viento del Águila

Alcibyadi brillaba como un sol Blanco. El patio fue inundado por Luz. El lecho de minúsculas flores en el césped ya no parecía púrpura, si no exuberantemente Blanco. Los laureles se habían vuelto enormes llamas, heraldos del Cielo de Revelación de los dioses. Las paredes del patio habían desaparecido, al igual que todo lo demás.

― ¡Qué… ―me giré hacia el cielo, buscando la referencia de la familiar neblina― ¿Dónde están… ―¡No estaban! No había niebla sobre mi cabeza, sólo una gigantesca fuente clara, deslumbrante con el poder Blanco que manaba a través del Punto―. ¿Cómo… ―Sin aliento, inmerso en tal Luz, no había espacio ni necesidad de respirar, intenté apretar mi puño izquierdo desde el Dragón, pero el Dragón había desaparecido, pues el Dragón suele estar debajo, y en esta extravagancia de las Alturas, abajo y arriba parecían haberse entremezclado―. Pero… ―intenté descender, y en su lugar ascendí todavía más alto en un campo ilimitado y repleto con la cualidad de Elyani, donde cada mota de infinito susurraba: “¡Amor Eterno!”.

Límite de las Alturas. Blancura sin fin. Amor eterno.

¿Cuánto tiempo duró? Esto, sólo lo sabe el Archivo.

Cuando recobré un poco la noción de las seis direcciones del espacio y, descansando sobre lo de abajo, fui finalmente capaz de girar mi cabeza y preguntar:

― Pero eso… ¿Qué era eso? ―Alcibyadi respondió muy serena.

― Tú invocaste al Águila, y el Águila respondió.

Contuve el aliento.

― Pero… ―en un último, vano y desesperado intento, mi mente rogaba más tiempo― pero, ¿realmente tiene que ser mañana por la noche? ¿No podríamos esperar al siguiente ciclo lunar?

― ¡No! ―el oráculo del Águila respondió a través de la sosegada voz de Alcibyadi.

Busqué los ojos de Maryani. Fue fácil. Todo lo que tuve que hacer fue girar mi cabeza y ¡hete aquí! Allí estaban, justo frente a mí.

Ella sonreía con la sabiduría de las Alturas, con la madurez de lo más Antiguo de lo Antiguo superimpuesta en su cándida juventud.

Más grande que las siete esferas y llena de estrellas, cada una de ellas tan luminosa como un millón de soles. Él ha escuchado la llamada. Responderá.

Me rendí incondicionalmente.

― Dama Maryani, sacerdotisa del Águila Blanca, le guiaré en el descenso a los Inframundos mañana por la noche. Su viaje empezará en este patio. Después, Elyani y yo llevaremos su cuerpo a esta habitación ―señalé la puerta de mi habitación. La fuente seguía hablando a través de mi boca―. Aquí es donde Elyani cuidó muy bien de mí cuando descendí la primera vez, igual de bien te vamos a cuidar a ti.

La cara de Maryani se iluminó con gozo infantil.

“ Pero por qué Supramundos he dicho esto?”, pensé agonizantemente.

La confianza incondicional de Maryani me asustaba todavía más.

Para mantener la compostura, alcé las manos y me dirigí a Alcibyadi:

― ¡Así son los aprendices hoy en día! Envíalos al infierno, ¡y no saben cómo agradecértelo!

¡Toda la gloria sea para el maestro! ―Elyani felicitó a Maryani.

Desde el Límite de las Alturas, Alcibyadi transmitía la mirada agradecida del Águila, a la que añadía un gesto de aprobación personal, cargado con la densidad de una gran guerrera del Espíritu.

Sostuve sus ojos, admirando su fuerza, preguntándome si Lehrmon había accedido a su petición.

Ella escuchó mi pensamiento y negó con la cabeza silenciosamente.

Él ha leído la mente de la Madre de la Luz. Su magnificencia trasciende cualquier cosa que hombres y dioses puedan concebir.

Maryani se acercó a mí.

― Szar de la Túnica Marrón, ¿cuándo debo venir a ti?

― Ven a verme dos horas después del atardecer ―descansando en mi Madre, forcé una voz dracónicamente confiada―. Te daré tus primeras instrucciones. Mientras tanto, debes ayunar.

Cuando nuestros invitados se fueron, rogué a Elyani:

― ¡Ayuda! Creo que preferiría enfrentarme a una horda de Cazadores Nefilim. Tener la vida de Maryani en mis manos me asusta más que las cavernas de la enfermedad.

― Teyani te estará inmensamente agradecida por cumplir la voluntad del Águila.

― ¿Y si mato a Maryani?

― Hasta que trajiste a Alcibyadi de vuelta, ocho sacerdotisas habían muerto en las manos de Teyani ―Elyani desplegó la magia de su suavidad―. Y respecto a la ayuda, Teyani y yo estaremos contigo. Siempre ―desde el Límite de las Alturas, el viento del Águila sopló― Siempre.

Preguntándome cómo contener tanto amor, observamos como la Luz Blanca se disipaba lentamente en el patio, como el rocío de la mañana bajo los primeros rayos del sol.

Desde el límite de la vacuidad hasta el glorioso centro encendido, rayos relampagueantes, oro líquido, él ha medido el límite del tiempo.

Elyani apretó mi mano.

Él vendrá, seguido por una estela de nebulosas giradoras.

― Entonces, ¿me dirás qué Corazón de la Ley pusiste en aquella bebida blanca para provocar tal respuesta de los cielos? ―le pregunté.

― Mmm… ―ella volvió de su contemplación de la Luz― ¡No tuvo nada que ver con la bebida! Si el Águila Blanca respondió, es porque has estado llevando a cabo su mayor ritual.

― ¿Su mayor ritual?

― Esto es lo que el Águila dice: aquel que ama a mis hijos, realiza mi gran ritual ―susurró ella.

― Así que, ¿esta es la manera en la que voy a conquistar el poder del Águila? ―susurré a mi vez―. Tal y como dice la Ley, ama a tu maestro, y el fluir del conocimiento encontrará automáticamente su camino hacia ti.

― Especialmente cuando el maestro te ama.

Sintonizando con su inmensidad, me di cuenta de que cuanto más amaba a Elyani, menos podía distinguirla del Águila.

Se lo dije. La hizo brillar con más intensidad la luz del Águila.

― Cuanto más te amo ―respondió―, menos puedo distinguirme del Águila.

Bebí su presencia, preguntándome cómo se podía capturar la magia del instante y hacer que durase para siempre. Algunos momentos son tan especiales que después te preguntas si han sucedido realmente. “Quizá”, el pensamiento voló sobre mi cabeza, “es porque sigue sucediendo para siempre en las Alturas”.

Envueltos en el sabor de las alturas, Elyani me confió:

― ¿Sabes lo que me dijo Gervin? Que tras enamorarme de ti, me volví mucho más despierta.

Viniendo del Portador del Trueno, aquello era un cumplido sublime.

― ¡Pues claro! ―chasqué los dedos, sosteniendo el “eureka” desde el Punto―. Por eso quería que me enamorase de ti; ¡es tan despertante!

― ¿Te dijo Gervin que quería que te enamorases de mí? ―Elyani ardía en deseos de saber.

― No, pero es obvio. Si no hubiera sido por ti, probablemente me hubiera dejado ahogar en el lago tirtha cuando perdí la piedra blanda del Maestro Fior hace dos años ―me detuve, observando las chispas de la Luz del Águila sobre mi cabeza―. Y ahora, cada hora del día siento la urgencia de despertar más, para poder amarte más, y poder luchar contra cualquier cosa que se atreva a intentar separarnos. Ir a la deriva del destino es para durmientes. ¡Nunca más!

Elyani alzó sus manos.

― ¡Despierto por amor! ¡Vuf!

Era fácil ver por qué Gervin quería que yo llevase a Maryani de paseo con mi Madre Dragón. Saber que su vida estaba en mis manos me hacía sentir como si tuviese que aprenderme la Ley de Melquisedec al completo para la noche siguiente.

La idea de que el tiempo importaba era nueva para mí. Antes de ir a Monte Lohrzen, Gervin me había explicado más de una vez cómo los durmientes se comportaban como si el tiempo se extendiese frente a ellos sin término, y que sólo los despiertos sabían cómo valorar cada segundo. Yo había estado de acuerdo con el concepto, pero todo me había parecido bastante teórico. Y sin embargo ahora, con Elyani en mis brazos, emergía un significado completamente diferente de los versos de Maveron que Lehrmon me había recitado una vez:

“¡Durmientes, cuidado!

Los Señores del Destino saben el tiempo que malgastáis

Y tendréis que dar cuentas de ello cuando llegue el juicio

¡Despierta, hombre de la Ley!

Los días están contados

Se acerca el tiempo”.

Tres días antes, durante mi primera tormenta en el Punto, me pasó por la mente que el despertar implicaba un modo completamente diferente de relacionarse con el tiempo. Las implicaciones que esto acarreaba todavía estaban cubiertas por una nube de misterio, pero algo estaba claro: el despertar implicaba hacer las cosas en el mismo instante, sin procrastinar, ni tan siquiera unas horas.

Con la vida de Maryani en mis manos, cada segundo contaba.

Elyani y yo discutimos largamente el inusual ritual por el cual las sacerdotisas del Águila Blanca eran enviadas al Inframundo, sólo para concluir que nosotros implementaríamos un método radicalmente distinto.

― Ahora que tu Punto ha sido encendido ―me dijo Elyani―, tu fuente clara será cada vez más fuerte. Eso debería ayudarte a conectarte con el Águila cuando desciendas a través de la puerta. Rinde tu fuente a Él, y Él te guiará a Maryani, sea cual sea la caverna de la enfermedad en la que se encuentre.

― Ya veo… ―atusé mi barba, admirando el estilo de enseñanza de Gervin en acción―. Tengo hasta mañana por la noche para despertar mi Punto, ¿es eso?

Acariciándose la barbilla, Elyani se echó a reír.

― ¡No es divertido! ―protesté―. Ni siquiera entiendo qué ha despertado este huracán sobre mi cabeza.

― Tras hablarte sobre la catástrofe que se nos avecina, Gervin me llamó por un canal de voz y me indicó que iniciase el impulso en tu Punto ―declaró Elyani.

Mi mandíbula inferior cayó admirada.

― ¿Quieres decir que tú empezaste esto?

― Digamos que fue una empresa conjunta, con el Maestro Gervin y Nuestro Señor Ganá como personajes principales de la obra.

― ¿Y cómo debo interpretar esto? ―pretendí ser extremadamente desconfiado―. Me envías una influencia al Punto y, en cuestión de minutos, siento una necesidad imperiosa de venir y decirte que te quiero. ¿Es eso lo que el Punto hace a las personas?

Ella contestó plantando un beso largo y ruidoso en mi mejilla.

― De todas formas, ¿no has dicho que era la voluntad de tu maestro?

Él permaneció despierto durante la Gran Noche. Escuchó las primeras notas de la Canción de la Creación. Cuando los dioses despertaron, su naturaleza elevada ya estaba iluminando las esferas.

― ¿Todavía escuchas las voces de los ángeles sobre tu cabeza? ―preguntó Elyani.

― Vienen en olas. Pero no puedo comprender lo que dicen.

― Eso es porque intentas comprenderlo con tu cabeza ―dijo ella―. La cabeza humana es demasiado pequeña para contener el poder del Punto. Sólo el Punto mismo puede conocer la cualidad del Punto.

― ¡Ni siquiera estoy seguro de dónde está el Punto! A veces siento una enorme escalera que asciende sobre mi cabeza, con centros energéticos a lo largo de ella.

Elyani cerró sus ojos y, durante un segundo, vi la estrella deslumbrante sobre su cabeza de nuevo. Al mismo tiempo, uno de los centros de energía de la escalera sobre mi cabeza se tornó claramente perceptible.

― ¡Ah, esto! ―exclamé―. ¿Así que esto es lo que la gente llama el Punto?

Ella asintió.

― ¿Y qué se supone que tengo que hacer con él?

― Nada por ahora, porque yo lo estoy sosteniendo por ti. Después tendrás que aprender a contener la intensidad por ti mismo.

Hice la mueca que ella reservaba para momentos de gran perplejidad.

― Si el Punto no es sostenido ―aclaró―, todo el poder que resuena en su interior puede caer abruptamente sobre tu cabeza. Hace que sientas tu cabeza como una calabaza. Te puede inducir a hacer cosas extrañas.

― ¿Como arrojar cubos de fango a la cara de sumos sacerdotes? ―discurrí.

― ¡Podría ser! ―dijo con la voz de Marek.

― ¿Pero por qué la cabeza no puede sostener el poder del Punto?

― ¡Porque es muy pequeña! ―explicó―. Los hombres sólo son ángeles bebé. Cuando crezcan, todo será diferente. Pero por el momento, el único modo que tienen para contener la intensidad de las mentes de los ángeles es recibiéndola sobre su cabeza. Hay espacio suficiente sobre la cabeza, lo bastante para la inmensidad de las mentes de los ángeles ―llamó a mi frente, como si estuviera en la puerta de una capilla―. ¡La cabeza es una caja tan pequeña!

― Si estás sosteniendo el Punto por mí, ¿quiere esto decir que no tengo que hacer nada?

― ¡Oh, yo nunca dije eso! El poder del Punto no es algo bajo lo que te sientas y contemplas pasivamente, como un filosterópodo frente a un girasol ―su perfecta imitación de la dulce y dócil mirada del pequeño e iluminado animal me hizo echarme a reír.

― ¿Y entonces que se supone que debo hacer?

― ¡Despertar más, pensar más rápido y saberlo todo!

― ¿Saberlo todo? ―la risa salvaje del Guerrero se desató― ¡Ja, ja, ja, ja, ja!

― ¡Oush! ―susurró la mujer mágica―, esa risa tuya me hace algo…

― ¡Espera un momento, esto es volar demasiado alto! ¿Cómo voy a saberlo todo? ¡Sólo los ángeles lo saben todo!

¡Es justo y necesario, poderoso Dragón! Los ángeles pueden saberlo todo, y tu Punto puede conocer las mentes de los ángeles.

― Supongamos que tengo una pregunta en mente…

― ¡Supongamos! ―ella encarnó a Gervin en su semblante.

― ¿Debo dirigirme al Punto y preguntar: ¡Oh, poder del Punto! ¿Puedes por favor decirme cómo sanar a la piedra Lilu?

― ¡No! Eso no funcionaría porque son palabras humanas pronunciadas por tu cabeza humana. El Punto está sobre tu cabeza y, sólo conoce el lenguaje de los ángeles. No puede ser abarcado por el lenguaje de los hombres. Lo que debes hacer es atrapar un pensamiento de ángel.

― Un pensamiento de ángel…―musité― ¿Cómo es?

― Teyani los compara con serpientes aladas que viajan a la velocidad del relámpago.

Esto sonaba abrumador.

― ¿Realmente piensas que puedo atrapar una serpiente alada que viaja a la velocidad del relámpago?

― No, no puedes. Pero tu Punto sí.

Suspiré. Mis ojos fueron atrapados por el bote que había cerca de la puerta de Dragón.

― ¡Oh, mi Señor Melquisedec! ¡Lilu!

Para aquel entonces el patio, el césped y los laureles habían vuelto a su apariencia normal. Pero Lilu no. Ella brillaba con la luz del Águila. Su aura era cuatro legítimos pies de ancha.

― ¡Esta no es una piedra blanda ordinaria! ―Elyani estaba tan perpleja como yo.

― ¡Puede retener la Luz del Águila mejor que nosotros! ―Abrí la tapa. No había cambiado de tamaño.

― Y la suavidad del Águila también está con ella ―Elyani estaba llena de admiración―. ¿Crees que debería unirse a mi orden?

― Pero entonces, ¿quién la llevaría a su prueba en el Inframundo? ―ya estaba anticipando su próximo oráculo.

― ¿Y cuándo me vas a llevar a mí a los Inframundos? ―preguntó Elyani.

Me quedé inmóvil, intentando atrapar una serpiente alada que me dijese cómo lanzar a la mujer mágica a través de la puerta.

Elyani iluminó la estrella sobre su cabeza.

― ¿Te estás inspirando? ―preguntó tras un momento.

Sacudí la cabeza.

― ¿Y tú? ¿Atrapaste una serpiente alada?

― Sí.

― ¿Ya? ―me picaba la curiosidad― ¿Me lo contarás?

― Si tuvieras un hijo conmigo, estoy segura de que podría atravesar la puerta de Dragón e ir a los Inframundos contigo.

― ¿Qué? ―abrí los ojos de par en par― ¡Este poder del Punto se está volviendo más y más peligroso según pasan las horas!

Ella se rió entre dientes y citó el bien conocido verso que estaba inscrito en el portal del oráculo principal del templo: “Hombre de la Ley, ¡no hagas preguntas a no ser que quieras escuchar las respuestas!”

― ¡Ni siquiera lo hemos intentado! ―exclamé― ¡Intentémoslo!

― ¡Sí! ―Elyani se dejó caer suavemente en la hierba con un largo y sonoro suspiro.

Mi Dragón vrufeó. Yo fruncí el ceño.

Elyani se giró para mirarme.

― ¿No lo intentamos?

―Elyani, quería decir que deberías salir de tu cuerpo e intentar seguirme a través de la puerta.

― ¿Eh? ―dijo en voz baja―. Bueno, si es eso lo que quieres probar, entonces.... probemos.

Dejé el precioso bote en el césped cerca de mí y me senté en postura de meditación. Elyani se proyectó fuera de su cuerpo a la oscuridad visible. Dejé que la brisa de la puerta tirase de mí y me encontré al instante en la caverna de roca azul que había debajo del patio.

Elyani no estaba conmigo.

Volví al patio. Elyani estaba empujando contra la corriente ascendente de la brisa. Intenté tomarla de la mano y me sumergí a través de la puerta de nuevo.

Tan pronto como llegué a la caverna, exclamé:

― ¡Oh, mi Señor Melquisedec! ¿Qué es eso?

No podía creer lo que veían mis ojos.

― ¿Qué estás haciendo aquí, hermosa cosita?

Elyani todavía no estaba en la caverna, pero Lilu estaba en mi mano. El bote no estaba, sólo la piedra blanda traslúcida que brillaba con la Luz del Águila.

Abrí la palma de mi mano y suavemente proyecté con la Voz: “Buh”

No hubo resultados visibles.

Me dejé deslizar hacia arriba a través de la puerta. Lilu instantáneamente volvió al bote.

Elyani todavía estaba luchando contra la corriente. Hice algunos intentos para arrastrarla hacia abajo, pero no tuve éxito. Finalmente, temiendo que la brisa fuera tóxica para ella, le indiqué que volviese a su cuerpo y yo volví al mío.

Elyani se sentó enseguida.

― Esta brisa es tan mala como los fieros remolinos que los viajeros se encuentran en algunos espacios de la lejanía. No había modo de pasar a través. ¿Crees que podríamos probar… otra cosa?

― Mmm… déjame pensar.

9.24 La conquista de los pasillos guiados por el Punto

Mientras mirábamos la puesta de sol en el tejado, un fiero sentido de urgencia en el Punto me incitó a preguntar a Elyani solemnemente:

― Suma sacerdotisa, invoco tu visión, ¿qué puedo hacer para acelerar el proceso? Hay tanto que aprender y tan poco tiempo por delante. ¿Por dónde empiezo?

― Dragones voladores, ¿quizá? ―se burló.

― ¡No, por favor! ―salió de mí como un grito agonizante―. No me hables de los Dragones Voladores, ¡siempre me meten en problemas! Esta tarde me perdí otra vez en los pasillos. Y esta vez se volvió una verdadera pesadilla. Durante casi una hora no podía encontrar ni tan siquiera un patio desde el que subir a los tejados.

― ¡Pero el campo de los pasillos no tiene nada que ver con los Dragones Voladores! ―la dulzura del Águila Blanca me conmovió a través de su voz.

― ¿No? ¿Entonces quién demonios está detrás de estos pasillos embrujados?

― ¡Nadie! Es tan sólo un simple campo guía.

― ¿Guía? ―me reí, indignado― ¡Desorientación activa, querrás decir!

― Szar-ka, estoy segura de que no le llevará mucho tiempo a un Gran Guerrero como tú conquistar los corredores del ala femenina del templo.

―No quiero malgastar más tiempo con este estúpido laberinto ―mi Dragón todavía estaba furioso con la frustración de la impía danza en círculos de aquel mediodía.

― Mm…

― De todas formas, ¿qué hay de malo en caminar por los tejados? Despertar tiene que ver con acelerar, ¿no es eso? Ciertamente no hay manera más rápida de ir de aquí a allá en el Templo.

― ¡Muy cierto, Dragón! ―fingió estar completamente de acuerdo conmigo.

― ¿Estás insinuando que estoy buscando excusas para evitar enfrentarme al obstáculo?

― Ohhh… ―hizo un círculo con sus labios y dobló la cabeza hacia un lado, dudando― ¡No…! Pero cuando estés preparado para la batalla, dímelo. Vendré a ayudarte.

― Ya veo… ―tragué saliva― crees que estoy intentando evitar mi destino. Bien, entonces, hagámoslo. ¡Ahora mismo! ―rápidamente salté hacia el patio― ¿Qué haces? ―miré hacia arriba con impaciencia― ¡Estoy esperando!

Riendo, Elyani llegó hasta las escaleras.

Juguetona, hizo una lúgubre mueca.

― ¡Sígueme, candidato!

Me volví dulce y cándido como un filosterópodo y troté tras ella.

Cuando llegamos al primer pasillo, ella preguntó:

― Candidato ¿puedes sentir algo?

― ¡Nada! Puedo oler la puerta de Dragón detrás de nosotros, pero eso nunca me ha ayudado a encontrar mi camino en este laberinto. Si descanso en el Dragón o si busco energías en tierra, no puedo percibir nada en particular.

La Negra Noche de la Lejanía recuerda la creación como era antes de que la alumbrase.

― Vamos de paseo ―Elyani me tomó de la mano.

Intenté establecer referencias, usando las escaleras y las columnatas como marcas, pero, como siempre, perdí la cuenta. Al parar en un estrecho pasillo, me quejé.

― ¡Estoy perdido!

― ¿Qué sientes en tu Punto?

Al tiempo que pasaban un grupo de sacerdotisas, sintonicé con el variopinto espectro de energías que había sobre mi cabeza con gran perplejidad.

― Tiende a estar más tranquilo a la hora del atardecer ―observé.

Extendiendo el gentil toque del Águila de su presencia sobre mi cabeza, Elyani subrayó una siseante energía suave y de tono bajo.

― Esto es el campo guía ―señaló―. ¡Engánchate a él!

Eso no me decía mucho.

Ella se divertía.

― Engancharse al campo guía es parte del ritual de iniciación de todas las órdenes femeninas de Eisraim. Mañana las Sacerdotisas de Azul iniciarán una novicia. ¿Quieres que te inscribamos en la ceremonia?

― ¿Es así como tú aprendiste? ―pregunté, luchando con el elusivo siseo.

― No, simplemente imité a Teyani.

― Entonces, ¿por qué no puedo conectar con el campo enganchando mi Punto al tuyo?

― Sí, ¿por qué no puedes? ―ella fingió un tono de reproche. Cerré los ojos.

― Pero… ¡sí que puedo! ―exclamé con sorpresa, sintiendo una energía que vibraba veloz uniendo ambos Puntos.

¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec! ―exclamó Elyani― ¿A quién debemos visitar?

Debes estar preparado. Necesitará tu ayuda. Si me ignoras, ella morirá.

― ¡Alcibyadi! ―elegí.

― Sintoniza con ella.

Recordé la energía de Alcibyadi. Desde el Punto, intenté encontrar una dirección.

― ¡No puedo sentir nada!

― Es porque estás sintonizando con la energía de Alcibyadi, no con su Punto. Sintoniza con su Punto, y deja que tu Punto camine por ti.

Sin pensar, recordé lo que había sentido en el Punto cuando nos encontramos con Alcibyadi aquella misma tarde. Mi cuerpo instantáneamente empezó a caminar.

Atónito, me detuve y me giré hacia Elyani.

― ¿Así de sencillo?

Ella asintió.

― Vamos, llévame hasta Alcibyadi.

Cerré mis ojos y repetí la conexión. Todo lo que tenía que hacer era dejar que mis pies siguieran el Punto. Era mágico. Cada vez que llegábamos a un cruce, ellos sabían exactamente hacia dónde girar.

Finalmente llegamos a un patio que nunca antes había visitado.

― ¡Pero esta no es la habitación de Alcibyadi! ―me rasqué la cabeza― ¿Qué he hecho mal?

― ¡Nada! Tú querías encontrar a Alcibyadi, no su habitación, así que el campo te ha traído aquí ―Elyani apuntó a la habitación que estaba delante de nosotros― Alcibyadi está en esa habitación, visitando a su amiga Ongya. ¿Quieres comprobarlo?

El accidente de Alcibyadi tendrá lugar en las esferas negro oscuro de la Negra Noche de la Lejanía.

― No, te creo. No las molestemos.

El niño será poderoso. En la tierra de Egipto, será rey.

Elyani empezó a caminar de nuevo.

― ¡Esto es increíblemente ingenioso! ―me maravillé― ¿Cómo funciona, exactamente?

― Es un campo especial, establecido hace muchísimo tiempo. Muchas de nuestras sacerdotisas viven en tan elevadas esferas de conciencia, que apenas tocan el mundo material. El campo les permite permanecer en estado de trance mientras encuentran su camino a través del ala femenina del templo. No tienen que pensar dónde ir, sólo tienen que mantener un pequeño impulso en su Punto y son automáticamente dirigidas en la dirección correcta.

― ¿Significa esto que todas las mujeres de este templo son expertas en el poder del Punto?

― No todas. Pero cuando llegan al templo, despertamos esa conexión particular del Punto en ellas, es decir, enganchamos su Punto al campo guía. También tiene la ventaja de que nunca las podemos perder.

― ¿Perderlas? ―me parecía raro― ¿Dónde?

― Mi amor, no tienes ni idea de los estados de conciencia en los que estas sacerdotisas pasan sus días y sus noches. Ellas están lejos, lejos de su cuerpo. Hay tanto de ellas que vive en las Alturas que casi ni perciben el reino. A veces están tan alto que ni siquiera pueden mantener laconexión del Punto, y esto hace que se pierdan. El campo nos permite localizarlas fácilmente.

Llegamos a un gran patio, en un callejón bordeado por una fila de grandes laureles. Elyani dejó pasar su mano por las hojas de laurel.

― Este es el patio de Teyani ―dijo, y me invitó a mapear el lugar desde el Punto, para que el campo guía me pudiese traer de vuelta si lo necesitaba. Después me pidió que la llevase de vuelta a su habitación.

Sintonicé, recordando el sentimiento de la puerta de Dragón.

― Hunh hunh! ¡Eso no funciona! ―Elyani me corrigió―. Estás conectando con la energía del lugar. Para que el sistema de guía entienda lo que quieres, debes sintonizar con la cualidad del Punto de la habitación.

― ¿La cualidad del Punto de tu habitación? ―estaba perplejo.

Ella me invitó a su energía.

― Sintoniza conmigo. Te lo mostraré.

Era sutil.

― ¡Muy sutil! ―reflexioné.

― ¡Sólo al principio! ―me aseguró―. Con un poco de práctica, pronto irás haciendo cabriolas de acá para allá como un unicornio.

Una vez que se encendía el mecanismo, era sorprendentemente simple. El punto guiaba cada uno de los pasos.

― Así que, en realidad, estas sacerdotisas que viven en las Alturas, apenas tienen que abrir los ojos cuando caminan por los pasillos. ¿Nunca se chocan entre sí?

Elyani se rió entre dientes.

― Tenemos una educada expresión para ello, lo llamamos un encuentro en las Alturas. Normalmente no sucede. El campo guía cuida cada movimiento. Pero han sucedido accidentes en el pasado.

― Pero, ¿qué pasaría con todas estas sacerdotisas de las Alturas si los campos se derrumbasen? Sin el sistema de guía, no podrían encontrar ni siquiera el camino a su habitación.

― Mucho peor, ¡ya no podrían encontrar su camino a las Alturas! Ellas pueden llegar tan alto sólo gracias a otros campos. Si los campos se derrumbasen, también lo harían sus elevadas conexiones espirituales. Y lo mismo pasaría con casi todo el mundo en el templo.

Aquello sonaba tan aterrador que mi flujo reflexivo se quedó en blanco.

Seguimos vagando a la deriva tranquilamente, navegando con los vientos del Punto.

Tras un rato, empecé a darme cuenta de que había algo raro en el sonido de los grillos. ¿Qué les pasaba? ¡Todos cantaban en la misma nota! Y, lo que era peor, sonaba como una nota falsa. No era la primera vez que me daba cuenta, los grillos ya no podían cantar melodías. Cuando se lo mencioné a Elyani, ella dijo.

― Me temo que otra de las predicciones de Gervin se está cumpliendo. Hace tiempo que Teyani también profetizó algo así.

― ¡Pero es tan monótono y aburrido! ―me quejé―. ¿Cómo pueden permitir los dioses que esto suceda?

― ¡Shsh, hombre de la Ley! ―me riñó Elyani― No culpes a los dioses por los males que los hombres han traído a los campos.

No había modo legítimo de contestar a aquello. Asumí el aburrido sonido y me retiré al melodioso siseo del campo del Punto.

Durmiente del Punto, ¡despierta! No sólo por el bien del Archivo, si no por Elyani. Llega el momento. Los días están contados. Ella te necesita. Desesperadamente.

Levántate, cumple tu destino. Conviértete en un guerrero del Punto, ¡un Caballero!

― ¿Qué querrías para cenar? ―pregunté a Elyani, preocupado por si mi propia falta de interés en la comida fuese en detrimento de su salud.

― Hierbas de la locura ―susurró, sujetando mi mano intensamente.

― Debo ir a preguntar a Mouridji, la profetisa, una de las mil formas de prepararlas. Combinadas con los atractivos de la comida Nefilim, estoy seguro de que podríamos hacer milagros. Y… ―de la nada, un impulso en el Punto resonó con fuerza a través de la fuente clara, tan sutil como el martilleo de una inmensa almádena.

― ¡Oohh! ―tuve que dejar de caminar y apoyarme contra la pared del pasillo― ¿Qué… qué es eso?

Elyani cerró los ojos.

― Creo que alguien… está intentando hablar contigo.

― ¡Háblame! ―me giré hacia el cielo con total receptividad― ¡Por favor!

Levántate, cumple tu destino. Conviértete en un guerrero del Punto, ¡un Caballero! El camino desde Eisraim a Filadelfia será más corto que una respiración.

― No puedo oír nada, ¡no puedo sentir nada! ―me quejé― ¿Y tú?

― Mmm… sigamos caminando, nos ayudará ―el Águila Blanca tiró de mi mano―. Ve a tu interior, piensa en preguntas que puedas hacerme sobre el Punto.

― ¿Fue el campo guía generado por genios del Punto?

― No ―respondió Elyani―. Como todos los campos, emergió de los Molinos de Viento de la Ley, a través de los rituales realizados por los Guardianes de los Molinos de Viento.

― Pero entonces seguramente alguien con un Punto debe controlarlos de vez en cuando.

― Esto lo hacen los Genios de los Campos: Maestro Ferman y sus hombres. Vienen aquí regularmente a inspeccionar el campo y sintonizarlo.

La mujer mágica lo había identificado. Mientras miles de preguntas se agolpaban en mi mente, la extravagante presión sobre mi cabeza empezó a suavizarse. El fluir que no cesaba nos condujo a discutir sobre aquellos campos que creaban resonancias en el Punto. Había muchos más en el reino de los que yo pensaba en mi virginidad Puntual.

― Los Nefilim, en especial ―mi misteriosa amiga continuó― son famosos por utilizar campos del Punto mortalmente poderosos para la guerra. Pero hay grandes peligros asociados a estos campos.

La guerra del Punto de los Caballeros tendrá el poder de poner a Ahriman de rodillas. ¡Muévete deprisa! Cada segundo cuenta.

― ¿Quieres decir que son armas poderosas? ―pregunté.

― ¡El tipo de armas que se pueden volver contra aquellos que las usan! Hay seres no físicos muy poderosos conectados con el Punto, no todos de ellos sagrados. A no ser que se tomen precauciones extremas, ángeles oscuros del Punto pueden verterse con rapidez por un campo del Punto y abrumar a todos a través del campo. Y como siempre pasa en el Punto, sucede a la velocidad del rayo. Y puede crear tremendos desastres. Una vez, en la Península del Este, la ciudadela de los gigantes Nefilim fue casi borrada del mapa por un ataque similar. Si los gigantes no hubieran sido rescatados por la intervención directa de los Vigilantes, ahora mismo no quedaría nada de ellos.

― ¿Qué les pasó cuando fueron atacados?

― Se cayeron de bruces al suelo. Muchos murieron al instante. Pero los ángeles oscuros del Punto no siempre golpean tan visiblemente. A menudo prefieren manipular a la gente en secreto. Saben cómo permanecer ocultos, pueden ser extremadamente insidiosos.

― ¡Así que el poder del Punto puede ser peligroso! ―reflexioné― ¿Son todos los ángeles del Punto oscuros?

― ¡Claro que no! El Punto es la puerta a la inmensa conciencia angélica.

― Y estos ángeles oscuros del Punto, ¿son lo mismo que los Dragones Voladores? ―miré hacia mi puño izquierdo.

― ¡Oh! ―gritó Elyani escandalizada―. Szar, ¿cuándo dejarás de culpar a estos pobres Dragones Voladores por todos los males de la creación? ¿No sabes que algunos de ellos son poderosos aliados de los Maestros del Trueno?

Habíamos llegado a su patio. Era de noche. En la plateada luz de luna, sólo podíamos adivinar la silueta del otro.

9.25 Dragones Voladores y la escalera cosmológica

Elyani me cogió de la mano y caminamos hasta la escalera que había apoyada en la pared de su dormitorio. Con su espalda contra la escalera, se puso en el primer escalón, sujetando los escalones superiores con sus manos.

― Soy la Gran Diosa que abarca las esferas ―puso su tono de voz de profetisa―. ¿Dónde están Szar y Elyani?

Yo me quedé perplejo. Ella tomó mi mano izquierda y la puso en su pecho, en el centro del corazón.

― Su cabeza ―dijo ella. Condujo mi mano hacia abajo, tocando ligeramente su cuerpo. Cuando alcanzó el límite de su abdomen, en el borde de sus muslos, dijo―; ¡Sus pies! ―lentamente me volvió a llevar hacia arriba, a su corazón―. Cuando se aman, están aquí.

Me quedé inmóvil, sintiendo la elevación y caída de su pecho al respirar.

Desde el infinito a la infinidad. Vuela. Mundos sin fin.

― ¿Dónde está el reino? ―pregunté.

Hechizado, dejé que mi mano se deslizase hacia abajo por su cuerpo, tocándola ligeramente, deteniéndose en el límite inferior de su vientre.

¡Justo y necesario, poderoso Dragón! ―dio la bienvenida a mi mano―. ¿Y dónde comienzan los mundos de los dioses?

Volví a su corazón.

― ¡Aquí!

― ¿Y dónde terminan?

La rocé con una amorosa caricia a lo largo de su garganta y dudé. Ella tomó mi mano y la llevó más arriba, acariciando su cara. Continuó hasta que mi muñeca alcanzó justo sobre su Punto.

― Ahí estás en el límite del cielo glorioso de los dioses, en el Escudo Dorado que separa las esferas transitorias de las esferas de las Alturas. Si puedes atravesarlas, te has convertido en un gran ángel, inmortalidad sin límites.

― ¿Qué altura alcanzan las esferas de las Alturas? ―pregunté.

― Mi escalera sube sin final ―proclamó la Gran Diosa.

Llevé mi mano de nuevo a su corazón.

Los gigantes nunca comprenderán esta inmensidad.

― ¿Dónde están los Inframundos? ―preguntó ella.

Empezando en el tierno límite de su vientre, dejé que mi mano se deslizase por sus piernas.

― Mmm… ―dijo asintiendo― ¿Y dónde crees que terminan?

― ¡No terminan! Tu escalera va tan lejos hacia abajo como lo hace hacia arriba ―respondí, agachándome para tocar sus pies.

― ¿Y dónde está tu Madre Dragón? ―preguntó Elyani.

Yo dudé.

― En el fondo de mi escalera sin fin ―dijo ella.

― Pero… Oh, Gran Diosa, si tu escalera no tiene fin, ¿cómo va a tener un fondo?

― Precisamente, tu Madre Dragón es mi fondo sin fin.

Ambos nos reímos como niños.

― ¡Fondo sin fin! ―exclamé con reverencia― ¡Qué hermosa manera de describir el Dragón de las Profundidades. Y va muy bien con otro de sus nombres: Ella Serpiente de la Sabiduría, más profunda que el Abismo.

― Ahora dime, peregrino de la Ley, ¿dónde está Nuestro Señor Melquisedec? ―preguntó Elyani.

―En la cima de tu escalera sin fin, Oh Gran Diosa.

― ¡Justo y necesario! Pero mi escalera es más misteriosa de lo que crees, porque la cima absoluta se encuentra con el fondo absoluto en alguna parte y se vuelven uno ―anunció.

― Entonces mi Madre Dragón y el Buen Señor Melquisedec deben estar muy cerca ―concluí.

― ¡Mucho! ¿Crees que podrían casarse?

Fusionándome con la embriagadora red de suavidad que Elyani había tejido, descansé mi cabeza contra ella, rozando su garganta con mis mechones rizados.

Ella suspiró y después continuó.

Peregrino de la Ley, deja que la Gran Diosa te revele otro de sus secretos. Pensaste que Nuestro Señor Melquisedec estaba en la cima de mi escalera, ¿verdad?

Esto es lo que creo. Está en la Ley de mis Antepasados ―respondí rotundamente.

Con voz de gran hierofante, ella continuó,

― Bien, hombre de las llanuras, aprende el corazón de la Ley. Verdaderamente, Nuestro Señor Melquisedec no está en la cima de mi escalera. Nuestro Señor Melquisedec impregna la escalera completa. Él es la escalera.

― ¿Lo es?

― Cierta y verdaderamente.

En el corazón de una infinidad de espacios, te alzarás.

Conduje mi mano de vuelta a su corazón. Ella me acogió respirando profundamente.

La tenue luz de luna hacía que las siluetas físicas se fusionasen con los destellos de la oscuridad visible, creando un dulce ambiente. Interioricé las cosas que ella había dicho, disfrutando al adivinar la expresión de su cara, deseando detener el tiempo.

El vuelo del Águila.

― ¿Dónde está el Águila Blanca? ―pregunté.

― ¿Cuál?

― ¿Hay más de una? ―me quedé perplejo.

― ¿No sabías que había dos?

― Hunh, hunh!

― No importa, en realidad son uno y lo mismo―tomó mi mano y la puso contra sus ojos―. Está el Águila Blanca de los dioses, que vive en el triángulo, en las altas regiones del mundo de los dioses. Viaja constantemente a través de las esferas ―cogió mi mano y la llevó hasta el límite del Escudo Dorado, sobre su cabeza, y después me hizo volver hasta su corazón lentamente, para subir de nuevo.

― Y también está el Águila Blanca que vive en las Alturas, al otro lado del Escudo Dorado ―dijo, estirando mi mano lo más alto que pudo sobre su cabeza, acercándome a ella al mismo tiempo.

― ¿Es un dios? ―pregunté.

― No, él es uno de los ángeles de las Alturas ―bajó mi mano hasta sus labios―. El otro, de este lado del Escudo Dorado, es uno de los dioses. Pero ambos son un solo Espíritu. El Águila Blanca de los dioses es una emanación del Águila Blanca de las Alturas.

Tan cerca de ella, dudé entre un beso y una pregunta.

― Ahora, ¡aléjate! ―dijo ella.

Suspiré y me alejé un paso.

― ¿Así?

― ¡No! Mucho más.

Lentamente me alejé de ella.

Cuando llevaba, por lo menos, diez pasos, ella dijo:

― Bien. Ahora debes susurrar un largo ¡fffffuuuuuuuuhhhhh!

― Fffffffuuuuuuhhhhh

― ¡Así! ―dijo ella―. Ahora eres un Dragón Volador. Tú estás muy lejos de mi escalera. Mis criaturas dicen que vives en las esferas de la lejanía. Apenas pueden comprenderte, porque eres muy diferente de ellas. ¡Tan diferente! Cuando sintonizan contigo, todo lo que pueden percibir es un largo ffffffuuuuuhhhh. Tú eres ancestral, fascinante y misterioso para ellas.

“Bueno”, pensé, “no es tan malo ser un Dragón Volador después de todo”.

― Ahora muévete a la izquierda, muy lejos de mí.

Me alejé y llegué hasta su laurel favorito.

― Ahora eres otro Dragón Volador, en otra esfera de la lejanía. Incluso más lejana. Incluso más misteriosa.

― ¡Ffffffffuuuuuuhhhhh! ―susurré, con las hojas de laurel acariciando mi espalda.

― ¡Eres el Espíritu de la Gran Hormiga! Eres tan extraño que, cuandoquiera que el Maestro Gervin dirige su visión hacia ti, se atusa la barba perplejo.

― Mmm…

― Ahora, muévete a la derecha. ¡Muy muy lejos! ―dijo ella.

Mientras caminaba lentamente a través del césped, ella dijo:

― Estás cruzando el Abismo de las Profundidades y la Fosa de la Eternidad.

― ¿Qué significa eso? ―pregunté.

― Te estás alejando demasiado de mí.

Me paré donde estaba.

― ¡No, pero tienes que hacerlo! ―insistió― ¡Continúa!

Cuando alcancé la pared del otro lado del patio dijo:

― Ahora eres los Dragones Voladores que viven más allá del Abismo de las Profundidades y la Fosa de la Eternidad. Tus espacios son gloriosos y repletos de tantas estrellas que tus esferas son tan brillantes como las Alturas. Y la Madre de la Luz continua alumbrando más y más estrellas para ti todo el tiempo. Le debes gustar mucho.

― Si tengo mis propias esferas, ¿significa esto que también soy una escalera?

― ¡Exacto! Yo soy la escalera que Szar y Elyani escalan arriba y abajo. El Espíritu de la Gran Hormiga, en su remota lejanía, tiene su propia escalera. Y tú tendrás tu propia escalera, con miríadas de pequeños Dragones Voladores moviéndose arriba y abajo.

― ¿Y dónde encaja la Madre de la Luz en todo esto? ―pregunté.

― ¡Oh, Dragón Volador, qué profunda es su pregunta! Toca el misterio cósmico de la esencia de la escalera.

― Tal y como te he revelado, el fondo sin fin de mi escalera es uno con su cima infinita. Lo mismo es cierto para tu escalera, Oh, Dragón Volador. La cima superior es una con el final inferior y es lo mismo para cada una de las escaleras. Pero hay más, ¡el fondo inferior de todas las escaleras es uno! Es esta infinita cualidad de la unidad que es llamada la Madre de la Luz, la Madre Cósmica.

― ¿Así que la Madre de la Luz es el nivel cósmico del Dragón de las Profundidades?

¡Justo y necesario, Dragón Volador! El fondo de mi escalera es el Dragón de las Profundidades, la Gran Serpiente de la Sabiduría. El fondo de tu escalera es otra profundidad gloriosa, y el fondo de la escalera de la Gran Hormiga es otra más. El infinito donde todas ellas se encuentran es la Madre de la Luz.

― Pero entonces, si las cimas de la escalera se unen con los fondos, debe haber otro principio en la cima, donde todas las escaleras se encuentran.

― Dragón Volador, acaba usted de descubrir el Dios No Nacido. Él es Uno. Él es Ish, el Señor de la creación completa. Él es Dios.

― ¿Crees que Él está casado con la Madre de la Luz? ―pregunté.

― ¿Cómo podría no estarlo? ―ella exhaló un zumbido, como si me llamase a través de la inmensidad del espacio―. Ahora deja que te cuente una extraña historia, parte de los misterios del Águila Blanca. Una vez, hace mucho tiempo, uno de los Maestros del Trueno cruzó el Abismo de las Profundidades y la Fosa de la Eternidad y fue a visitaros, Dragones Voladores. El Trueno llegó hasta ti como embajador de Nuestro Señor Melquisedec y se convirtió en vuestro amigo. Así que decidiste enviar uno de tus Dragones Voladores a visitar mi escalera.

Lentamente, caminé hacia ella.

― Él era un enorme y magnífico Dragón Volador ―dijo con lágrimas en los ojos―. A medida que se aproximaba, las criaturas de mi escalera podían ver su gigantesca nube azul acercándose, y todos escucharon su Voz; ¡fffffuuuuhhhh!, y quedaron sorprendidos. Nuestro Señor Melquisedec envió al Águila Blanca de los dioses a recibirlo.

Llegué cerca de ella.

― ¿Y qué pasó cuando el Dragón Volador se encontró con el Águila Blanca de los dioses?

― Congeniaron tan bien que el Águila Blanca invitó al Dragón Volador a quedarse a vivir en mi escalera.

Me acerqué más incluso, con mis labios casi tocando los suyos.

― ¿Y qué hizo el Dragón Volador?

― No podía quedarse, tenía demasiadas esferas de la lejanía que visitar. Así que el Águila Blanca de los dioses lo invitó a dejar algunas de sus semillas en nuestras esferas.

Respiré profundamente.

― ¿El Dragón Volador dijo que sí?

― Sí ―susurró ella, con los labios medio tocando los míos―. Planto las semillas de Dragones Voladores bebés en nuestra Madre, ella Dragón de las Profundidades. ¿Y sabes que dijo mientras lo hacía?

Con mis labios ligeramente tocando los suyos, susurré:

― ¿Qué dijo?

― ¡Amor eterno, Águila Blanca!

9.26 El arte de las piedras blandas

A la mañana siguiente, cuando llamé a la puerta de la capilla de los Genios de los Campos, fue Lehrmon quien abrió la puerta. Tras un legítimo saludo, me advirtió que tuviese cuidado de no pisar las botellas y descendimos hacia una bodega espaciosa, donde se guardaban cierto número de grandes cubos. La bodega estaba iluminada por brillos de color blanco lechoso de las paredes de plass.

― ¿Reconoces el olor? ―preguntó.

― ¡El fango blanco! ―llené mis pulmones con la vivaz fragancia.

― Exactamente, la sustancia ―quitó la tapa de uno de los cubos― ¿Crees que es bueno?

Sintonicé desde mi Madre Dragón.

― Está bien. La última vez que vine, el Maestro Woolly me enseñó uno mucho más hermoso. Pero este es… bueno.

Lehrmon se echó a reír.

― ¡No te ha llevado mucho tiempo volverte exigente! Esta sustancia es lo suficientemente buena para cristalizar piedras blandas de primera calidad, Szar, especialmente el tipo de piedras blandas utilizadas para comunicarse a través de la oscuridad visible.

Inmensidad, de una clase que los gigantes nunca comprenderán.

Mi Dragón fue atraído hacia uno de los cubos.

― ¿Y este?

― ¡Ten cuidado! ―me advirtió Lehrmon―. Este no debe abrirse. La sustancia todavía no está madura ―después me explicó que la noble gelatina estaba hecha simplemente de una mezcla de tierra y agua.

― ¿Eso es todo? ―me maravillé― ¿Cómo puede el polvo ser convertido en tan admirable sustancia?

― ¡El secreto está en la cocción! ―me enseñó cómo los cubos eran permeados por campos especiales, que lentamente transformaban el fango en una gelatina pura y traslúcida. Esto podía llevar desde unas semanas a unos años, dependiendo de la fuerza del campo, y de cuán pura la sustancia fuera. Trabajando con Woolly, él y Gervin habían diseñado métodos poderosos para acelerar la cocción.

Pero no podía entender realmente cómo el poder que cocinaba la sustancia era obtenido de los campos.

― ¿Usáis rituales, como los Molinos de Viento de la Ley? ―pregunté.

― No, ¡usamos piedras! ―Lehrmon chasqueó los dedos―. Esta es la mágica de las piedras blandas, pueden extraer poder de los campos, igual que los Molinos de Viento de la Ley, pero sin rituales.

― Así que las piedras vienen de la gelatina blanca. Y la gelatina blanca viene del poder de los campos, capturada a través de las piedras ―me atusé la barba―. Pero entonces, ¿de dónde provino la primera piedra?

― Esto ―dijo Lehrmon giñándome un ojo― se lo debes preguntar a tus amigos Nefilim.

― Así que… ¿es cierto que los Nefilim inventaron las piedras blandas? ―pregunté.

― El arte de fabricar piedras probablemente vino de los Vigilantes. Nadie sabe quién fue el primer hombre que produjo una. Pero los Nefilim fueron los primeros en usarlas a gran escala.

¡Levántate, álzate, conquista! Ensordecidos por tu música del infierno, abrumados por la constancia del infinito, los gigantes caerán de rodillas. ¡Y morirán!

Caminé de nuevo hacia el cubo que él había abierto.

― Una vez que se ha producido la gelatina, ¿cómo cristalizas la piedra blanda?

Lehrmon me miraba de forma extraña, atusando su barba.

― Aplicamos un campo concreto.

― ¿Qué haríamos sin los campos? ―dije sonriendo.

Lehrmon cogió dos piedras blandas de un bote que había en los estantes y las tiró dentro del cubo.

― Este es un modo de acelerar la cristalización: ¡dejando que las piedras tengan bebés! Pero sólo funciona con piedras de la mejor calidad. Las piedras de baja calidad son estériles, si las dejas demasiado tiempo en la gelatina, frecuentemente se disuelven ―continuó explicándome que las piedras a veces se comportaban como si tuviesen mente propia. Cuando se colocaban en fango blanco de alta calidad, una piedra perfecta podía disolverse durante una noche y después reconstituirse, sin razón aparente.

Me parecía fascinante que las piedras blandas pudieran ser utilizadas para extraer poder de los campos.

― ¿Quiere esto decir que las piedras pueden ser usadas para todas las cosas que normalmente se consiguen a través de los molinos de viento de la Ley? ―me sentí obligado a preguntar.

― Los Guardianes de los Molinos de Viento dirían “¡Nunca!”. Los Genios de los Campos, sin embargo, piensan que las piedras pueden extraer mucho más poder de los campos que los rituales ―Lehrmon reflexionó―; Aunque todavía estoy esperando a ver una piedra que pueda desatar el poder del Trueno.

Saqué el bote de Lilu de mi túnica y abrí la tapa.

― ¿Qué piensas de este brillo blanco en el espacio alrededor de Lilu?

Lehrmon sonrió satisfecho.

― ¡No ha perdido más peso! Sígueme, hermano. Sé de alguien que va a estar extáticamente feliz. Ten cuidado con las botellas.

Me llevó a otra bodega, donde Woolly trabajaba atentamente.

Sin quitar sus ojos de los cubos, me dio la bienvenida.

― ¡Alabado sea el Señor, Szar! ¿Cómo está Lilu?

― Echa un ojo a esto, Woolly ―intervino Lehrmon.

Woolly apartó sus ojos de los cubos para mirar a Lilu.

― ¡La hermosura está viva! ―se giró hacia mí, radiante de afecto― ¿Cómo lo has hecho, hombre de la Ley?

― ¡No hice nada! ―dije.

― Lilu estaba perdiendo su sustancia rápidamente. Ahora mismo sería la mitad de lo que era. ¡Debes haber hecho algo!

― ¿Podría ser la Luz del Águila Blanca que ha descendido a su interior? ――pregunté.

― Un brillo como ese no explota los pechos de la Diosa ―respondió.

Perplejo, me giré hacia Lehrmon.

― Woolly quiere decir que no hay nada que sea particularmente sorprendente. Con piedras de la calidad de Lilu, a menudo hemos visto brillos como ese.

― Déjala conmigo, intentaré averiguar qué ha sucedido ―dijo Woolly.

― Quiere decir… ―una profunda onda de tristeza me sacudió― que se queda con Lilu?

Woolly sonrió con compasión.

― Es tan fácil apegarse a estas pequeñas cosas, ¿verdad? Siempre me rompe el corazón cuando alguna se desliza de mis manos.

― Por cierto, Woolly ―dijo Lehrmon―, ¿has visto lo que está sucediendo en la cripta gris?

― Lo sé, lo sé ―Woolly frunció el ceño―. Mis bebés se están enfermando. Quizá deberíamos mostrárselos a Szar y su Dragón de las Profundidades.

Los seguí a otra habitación.

Woolly colocó un bote en mis manos.

― Este no se puede abrir. Está tan enferma como un filosterópodo que tose ―dijo―. Últimamente, hombre en la Ley, ¡la Diosa ha estado meándose sobre nosotros! No tienes idea.

Leyendo mi confusión, Lehrmon tradujo:

― Durante las últimas semanas, hemos sido particularmente desafortunados. Cierto número de nuestras preparaciones se han estropeado sin motivo.

― ¡Sin razón mi culo! ―espetó Woolly, contemplando una de sus botellas.

Curioso, me giré de nuevo hacia Lehrmon.

― Tenemos grandes sospechas de que nuestros problemas sean debidos a un tipo particular de fango elemental que está derramándose desde los campos en este momento ―dijo― Es ilegítimamente nuevo. Nunca antes habíamos visto algo así.

Woolly me miró con el disgusto marcado en su semblante.

― Estos malditos Molinos de Viento de la Ley están convirtiendo mi capilla en los lavabos del templo ―encrespando su nariz, produjo un feo sonido que evocaba a las aguas residuales.

Mis ojos se abrieron de par en par.

― Sabemos exactamente qué rituales son los responsables del fango elemental ―especificó Lehrmon―, pero no hay nada que pueda detener a los Guardianes de los Molinos de Viento en su realización.

― ¡Los Molinos de Viento de la Ley deben continuar! ―dijo Woolly con desprecio y sarcasmo―. Nadie está preparado para cambiar ni un ápice cuando tiene que ver con sus preciosos pequeños rituales. Todos piensan que el Dios No Nacido explotaría el Inframundo en su culo si no metieran mano a los campos igual que hicieron sus padres.

La idea de esta intervención divina me dejó pensativo.

Lehrmon me sugirió que diese un paseo por la capilla y diese mi opinión respecto a cualquier cosa que se pudiera hacer para protegerla del derrame de elementales de los campos. Woolly estuvo de acuerdo. Cogió el bote de mi mano y lo puso de vuelta en los estantes.

― ¡Atento a las botellas del suelo! ―me advirtió secamente mientras se iba.

Una vez a solas, empecé a pasear a través del dominio de los Genios de los Campos, sintonizando con las fuerzas elementales mientras me sostenía en mi Madre Dragón. No me llevó mucho tiempo percibir las grises vibraciones que estaban haciendo estragos entre las piedras, una repugnante y sucia onda provocadora de dolor de cabeza se podía sentir en el borde de la oscuridad visible. Podía neutralizarla temporalmente en algunos sitios descansando en lo profundo del Dragón. Pero tan pronto como iba a otra habitación, el fango elemental reaparecía. Tras un largo rato luchando aquella batalla inútil, decidí que necesitaba tener una perspectiva más amplia y salí fuera, dirigiéndome a los tejados.

9.27 La noche salvaje de Namron

El callejón que había fuera de la capilla de los Genios de los Campos siempre solía estar bullicioso: niños jugando, vacas sagradas deambulando, visitantes de templo disfrutando de la atmósfera especial de Maniya, que tenía la reputación de ser el enclave más vivaz del templo. Como no quería sorprender la Ley de nadie, caminé a la derecha y giré hacia una callejuela pequeña. Allí me encontré con una procesión de Brujas Sabias de la Ley, vestidas con sus largas túnicas negras, con las caras escondidas bajo sus capuchas, como siempre. Esperé a que pasasen, rememorando los casi fatales champiñones que fueron entregados una vez, por error, a la capilla de la Túnica Rosada en vez de a la de ellas, lo cual nos dejó a Artold y a mi alucinando en la oscuridad visible (y más o menos sin esfínter en el reino) durante una semana. “¡Días legítimos!”, pensé, sin el mínimo toque de nostalgia, y escalé al tejado.

¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, Szar de la Túnica Marrón, mi amigo en la Ley! ―Namron me dio la bienvenida jovialmente. Justo estaba sentado en el borde del tejado de la capilla de Baltham, que bordeaba la capilla de los Genios de los Campos por la izquierda.

Fui a sentarme con él, dejando que mis piernas colgasen en el aire, del mismo modo que lo hacían las suyas, balanceando suavemente un pie tras otro frente a mí.

― ¡Bonito tejado! ―comenté.

― La orden de Balthan tiene una de las capillas más magníficas de todo el templo. Las bodegas… son especialmente fantásticas ―dijo el hombrecillo entusiasmado―. ¿Las has visitado alguna vez?

― No ―miré hacia abajo, contemplando sus encallecidos pies descalzos―. ¿Nunca usas zapatos, Namron?

― ¡Nun-ca! ―contestó vigorosamente― Nunca, nunca, ¡nunca más! ―y expulsó un denso escupitajo de raíz negra frente a él, observando su trayectoria hacia el callejón.

― ¡Parece que hay una historia tras esto! ―sonreí, admirando la precisión con la que había evitado a las Brujas Sabias.

― Sí, la hay ―su cara hizo una mueca― ¡y no quieres saberla!

Permanecí en silencio, balanceando pie tras pie en el aire.

― ¿O sí que quieres? ―se giró hacia mí, con sus penetrantes ojos negros mirándome con ilegítima intensidad.

Comprendiendo que nuestra amistad potencial había llegado un punto crítico, me acaricié la barba con la mayor seriedad.

― Sí, creo que sí ―asentí solemnemente.

― ¡Toma raíz negra! ―sacó de su bolsillo algo del maloliente material que parecía una lombriz y me lo pasó.

― Hum… ¡gracias! ―tuve que aceptar.

Tan pronto como estuvo en mi boca, me arrepentí amargamente. Cuadraba exactamente con la imagen de comida Nefilim que me habían dado antes de que Felicia cruzase mi camino. “Crees que son excrementos”, así lo había descrito Floster, “pero una vez que está en tu boca, rezarías para que fueran excrementos, porque es mucho, muchísimo peor que los excrementos”.

― Mírame, mi amigo en la Ley ―dijo Namron con su voz más seria― ¿cuántos años crees que tengo?

― Oh, unos cincuenta ―estimé, preguntándome durante cuánto tiempo tenía que tener aquella basura en la boca antes de que pudiera escupirla sin ofenderle.

― ¡Exactamente, hijo mío! Y te diré por qué. Realmente tengo sólo cuarenta y una primaveras y cuarenta otoños, pero una vez, cuando tenía veinticuatro años, envejecí diez años en una noche. Fue entonces cuando perdí todo mi pelo ―dijo acariciándose la bien pulida calva―. ¿Has estado alguna vez en el Valle del Necromante, Szar?

En el Valle del Necromante, la batalla final.

― ¡Hunh, huhn! ―negué con la cabeza. Para poder hablar, hubiera tenido que tragármelo y ni en broma lo iba a hacer.

― Mira, hijo mío, yo nací en el templo, pero después me convertí en soldado del ejército del príncipe de Eisraim. Soy como tú, un hombre de varias castas ―Namron se echó a reír, dándome palmadas en el hombro de forma amigablemente violenta.

Agarrándome al borde de la azotea y al Dragón, logré no caerme desde el borde hasta el callejón.

― En cierta ocasión, mi batallón estaba de maniobras en los bosques de Nadavan, y fui enviado a dar una vuelta de reconocimiento con uno de mis amigos, Pleurk, hijo de Pleurk, ese era su nombre. Era el explorador jefe. Era de noche y nos perdimos. Terriblemente. El ejército del príncipe de Eisraim no está maravillosamente entrenado ―finalmente escupió.

Inmediatamente aproveché la oportunidad para expeler el maloliente contenido de mi boca, decorando desafortunadamente mi túnica en el proceso.

― ¡Oh, mierda! ―dijo Namron, pegándose una palmada en el muslo― ¡Has escupido sobre el segundo sumo sacerdote de Baltham!

Miré hacia abajo, horrorizado.

― ¡Ah! No te preocupes ―dijo Namron―, ha caído en su capucha, no se ha dado cuenta. Entonces, ¿por dónde iba? Ah, sí. Tras caminar en la oscuridad durante seis horas, Pleurk y yo habíamos aterrizado en el Valle del Necromante sin saberlo. ¡Oh, dioses, oh dioses! ―me ofreció más raíz negra.

― ¡No, gracias!

― Un feroz y clamoroso viento empieza a azotarnos. Pregunto a mi camarada: “Pleurk, ¿no notas algo raro a nuestro alrededor?” Entonces Pleurk, que es por naturaleza el más pacífico y legítimamente decente de los hombres, se gira hacia mí y… Lo juro, juro por la Gran Diosa que veo brillantes ojos rojos en vez de sus ojos. No me responde, abre su boca, enseña sus dientes, y empieza a gruñir como un animal feroz. “¡Pleurk, pero Pleurk!” digo yo, bastante angustiado.

Mientras Namron describía la escena, un extraño sentimiento me hizo cosquillas en el Punto.

― Y entonces, Pleurk, hijo de Pleurk, corre hacia mi sin previo aviso y empieza a golpearme con sus puños y a morderme ―Namron descubrió tristemente su antebrazo izquierdo para revelar un encaje de cicatrices.

“Gervin”, pensé, reconociendo una señal en las cosquillas, “Gervin me llama, ¡a través del Punto!”.

― Y entonces, Pleurk se convierte en una bestia salvaje y él y yo nos estamos dando una tunda del Inframundo, hasta que finalmente consigo golpear sus pelotas y dejarlo inconsciente. Pero entonces se cae en un foso con una espantosa ciénaga en el fondo que suena “blop, blop, blop…” Así que corro a rescatarlo, pero entonces, ¿sabes qué pasó? ¡No podía creer mis ojos!

― Lo siento, Namron, ¡debo irme! ¡Creo que mi maestro me está llamando!

― ¿Qué? ―Namron salió del Valle del Necromante abruptamente, con su frente crispada por la ansiedad, y el semblante ensombrecido, como si hubiese un ilegítimo eclipse de sol y luna al mismo ominoso tiempo.

― ¡Tengo que irme! ¡Creo que mi maestro me llama urgentemente! ―me levanté.

― Ya veo ―contrariado, Namron forzó un tono de voz comprensivo―, no eres el primero al que desanima mi historia.

― Pero realmente quiero escuchar el final, ¡Namron! ―empecé a correr a toda velocidad― ¡De verdad que quiero!

9.28 Los Campos de Paz y el Archivo

Me llevó menos de un minuto alcanzar el apartamento de Gervin. Ni siquiera tuve que llamar a la puerta, el Portador del Trueno estaba esperándome en la puerta de la estancia aguamarina.

¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, Szar! ―su sonrisa de satisfacción iluminó mi corazón― ¡Bien hecho!

Respondí a su legítimo saludo y pregunté:

― ¿Realmente me ha llamado? ―todavía tenía dudas sobre lo que había sentido.

― ¡Por supuesto que te he llamado! ―Gervin me invitó a entrar― ¡Graba el sabor de esa señal del Punto en tu memoria! La usaremos de nuevo.

― ¿Ha pasado algo importante?

― ¡Por supuesto! Siempre. Pero no tiene nada que ver con la señal. Sólo era una prueba.

Me pregunté cuántas pruebas como aquella había fallado antes.

― ¿Me podría dar agua, por favor?

Gervin tomó una jarra y vertió agua en una taza.

¡Discúlpeme legítimamente, por favor! ―tomé la taza y la jarra y fui a la esquina de la habitación para limpiar mi boca con una serie de ruidosas gárgaras, escupiendo el agua en una palangana. Sólo alivió parcialmente el asqueroso sabor que permanecía en mi boca.

Gervin miraba por el rabillo del ojo, sin hacer preguntas.

― He probado la raíz negra de Namron ―respondí entre dos tazas de agua, intentando lavar apresuradamente la infame mancha negra de mi túnica.

Cuando volví con él, me hizo sentar en concentración silenciosa durante unos minutos, incrementando la claridad de mi fuente con su atronadora luz, como solía hacer antes de discusiones importantes. Entonces cogió una pera de la Ley de la cesta que tenía a su lado.

― Observa este fruto maravilloso ―comenzó―. Es suave, jugoso, repleto con la dulzura generosa de la naturaleza. ¿Pero cómo será dentro de un mes? El tiempo lo descompondrá y se pudrirá. En este mundo, lo mismo se aplica a todas las cosas vivas: están abocadas al deterioro ―Gervin fijó sus ojos en mí con una pregunta―: ¿Por qué crees que esto es así?

Cité los versos de la Ley que describían la caída de la Naturaleza;

“Entonces los Ángeles retiraron la Vida de la vida,

El altar fue derribado,

La estrella centelleante fue eclipsada,

Y la muerte comenzó, y la enfermedad se extendió,

Y la naturaleza cayó y se convirtió apenas en la sombra de su gloria pasada,

Y la vida se tornó el reino de la muerte”.

― ¡Justo y necesario! ―Gervin arrojó la pera al aire con una mano, la cogió con la otra y la lanzó de nuevo al aire, esta vez hacia mí. Cayó justo en mi mano derecha, como si hubiera sido guiada por los dioses. Nos sonreímos el uno al otro, recordando el pasado.

― La caída sucedió hace mucho tiempo ―continuó―, mucho antes de la creación del reino de la Atlántida. Algo en la naturaleza se tornó corrupto. Desde aquel momento, los elementales se tornaron caóticos: los frutos empezaron a pudrirse, las cosas jugosas se secaron, las plantas, los animales y la gente envejecían y finalmente morían.

― Pero pensé que los problemas con las fuerzas elementales eran debidos al hecho de que los campos energéticos se han corrompido ―dije, contemplando la fruta.

Él sacudió la cabeza.

― La raíz del problema es la caída. Durante miles de años, los campos han compensado parcialmente la caída de la naturaleza. Naturalmente, la gente del reino envejece, y a veces pueden enfermar. Pero esto no es nada comparado con el horrendo desastre en el que estaríamos si se hubiera permitido que la naturaleza siguiese su curso, sin la influencia de los campos. Gracias a la acción de los campos, la naturaleza ha retenido cierto grado de conexión con las esferas elevadas del Espíritu. El resultado es que el principio del caos, que ha sido inherente a la naturaleza desde que cayó, está siendo parcialmente compensado, y por eso disfrutamos de algunas de las glorias pasadas de la naturaleza: los ciclos regulares de las estaciones, abundancia de lluvias sin inundaciones, copiosas cosechas, pocas o ningunas pestes, y tantas otras cosas que la gente toma por hecho en el reino.

Ahora que los campos se derrumban, estamos descubriendo la cara sombría de la naturaleza caída: sequías e inundaciones, pestes y enfermedades y aflicciones innumerables. Estas son las consecuencias del principio del caos: algo podrido en los elementales que constituye la cubierta vital de todos los seres vivos.

Gervin tomó otra pera de la cesta y la mordió.

―Si no fuera por este principio caótico, ¡ni siquiera tendríamos que comer! Nuestro cuerpo físico mantendría su integridad con energía mínima. En los Campos de Paz, uno no tiene que comer alimentos como hacemos en la Tierra, uno se alimenta de la Palabra de Nuestro Señor.

― ¿Y qué hay de los dioses, comen?

― No alimentos materiales como los humanos. Algo mucho más sabroso ―Gervin bromeó conmigo poniendo una de sus sonrisas enigmáticas―. ¡Hay tantas delicias en el mundo de los dioses, Szar!

Fruncí el ceño, revolviendo mi fuente clara en busca de comprensión.

― Maestro Gervin, está intentando decirme algo en este momento.

― ¿Lo estoy? ―Gervin saboreaba su pera― Mmm… quizá lo estoy.

Respiré en la cálida cualidad de corazón en la que se sumergía la habitación. Las paredes vivientes nos sostenían en el Espíritu del Trueno.

Gervin mordió de nuevo su fruta.

― Pero volvamos al caos inherente del reino. En los Campos de Paz y en el mundo de los dioses, no existe este caos. Y esta es la razón por la cual los moradores de estas esferas no tienen que comer como nosotros lo hacemos.

Una iluminación de oricalco de extensión infinita.

Mi sistema digestivo todavía estaba en shock por la raíz negra, inspeccioné mi pera pero no comí.

― Los Campos de Paz son otro mundo ―continuó Gervin―, un mundo de maravillas, desprovisto del principio del caos. Las esferas de las Alturas también están libres de enredos, pero con una diferencia fundamental: las esferas de las Alturas están desprovistas de materialidad, ellas son puro Espíritu, mientras que los Campos de Paz son “materiales”. Esto es lo que resulta tan mágico de los Campos de Paz: tienen materialidad, y sin embargo no hay enredos como en el reino. En el reino, las cosas materiales son agregados de elementales, esos elementales que están penetrados por el caos, y siempre terminan deteriorándose. En los Campos de Paz, las cosas están hechas de un solo elemento, libre del caos, y por ello, libre del deterioro. La materialidad de los Campos de Paz es limpia.

― ¿Cómo se sitúan los Campos de Paz en la escalera cosmológica? ¿Están sobre el reino o por debajo?

― Al mismo nivel. Si el reino recupera su integridad, es decir, si el caos enredador desaparece, entonces el reino y los Campos de Paz se convertirán en uno sólo ―enfatizó Gervin.

― ¿Así que los Campos de Paz son el futuro de nuestro mundo?

¡Justo y necesario! ―Nuestro mundo aspira a la perfección de los Campos de Paz, y esta es la razón por la cual los Campos de Paz son llamados el Mundo por Venir.

― El Mundo por Venir ―me quedé perplejo―, ¿entonces los Campos de Paz no existen todavía?

― ¡Oh, sí que existen! ―Gervin sonrió―. Al contrario que nuestro reino, que está basado en la muerte, los Campos de Paz son la verdadera encarnación de la inmortalidad. Siendo eternos, han existido siempre. Aquello que es eterno no tiene ni principio ni fin.

― Usted me dijo esto una vez ―recordé―, cuando salté de los Inframundos a una esfera de las Alturas. En aquel momento, me pareció obvio. ¡Todo parece tan simple cuando se está en las esferas de las Alturas!

― La simplicidad es uno de los sellos característicos de las Alturas ―Gervin expresó este punto con la luminosa sonrisa de un gran iniciado.

― ¿Y sería justo decir que las complicaciones son el sello característico de la vida en el reino?

― ¡Bastante acertado! ―se rió Gervin―. En el reino, las fuerzas oscuras han prosperado en el principio del caos enredador, aprovechándose de él para establecer su control sobre los seres humanos. Una piedra clave de la condición humana ―Gervin tiró el corazón de la pera a la papelera―, es el hecho de que la conciencia descansa sobre el cuerpo físico, hecho de los elementales enredadores. Como resultado, la mente humana está fuertemente influenciada por el principio del caos. Y cuanto más degenera el entramado de los campos energéticos, peor es. Tras el colapso final del entramado, la situación será horrenda.

Las consecuencias eran desalentadoras.

― ¿Así que la presencia de las fuerzas oscuras en el mundo material se incrementarán en el futuro? ―pregunté.

― Muchísimo. Las fuerzas oscuras harán todo lo que puedan para oponerse a la transición de este mundo a los Campos de la Paz. Pues, en el Mundo por Venir, no habrá caos ni fuerzas oscuras. Las jerarquías de ángeles oscuros habrán perdido su poder sobre los seres humanos. Pero no van a permitir que esto ocurra sin derramamiento de sangre. Ocurrirán guerras como apenas podemos imaginar, haciendo los mayores estragos posibles en la Tierra. La confrontación final no sucederá hasta que pasen miles de años, mucho después del fin de la Atlántida. Pero antes de esa batalla final, sucederán incontables intervenciones de las fuerzas oscuras, con el objetivo de retrasar o incluso detener la transición de la humanidad a los Campos de Paz.

― ¿Podrían tener éxito las fuerzas oscuras?

― ¡Por supuesto que podrían! ―Gerivn me despertó con el contundente tono de su voz―. Ninguna de estas batallas contra ellos serán ganadas fácilmente, y la victoria final será conseguida sólo si los seres humanos permanecen elevados en la Luz. Si no lo hacen, las fuerzas oscuras tendrán éxito.

Miré hacia mi palma izquierda, apretando y soltando lentamente mi puño.

― Si quieres seguirme, Szar de la Túnica Marrón, tendrás que luchar muchas de estas batallas conmigo ―anunció Gervin de forma inequívoca.

Descansando en el Dragón de las Profundidades, lo miré a los ojos y asentí silenciosamente.

― Hemos recorrido un largo camino desde el tiempo en que Szar-ka se sorprendía ante la idea de poder ayudar a su maestro ―Gervin sostuvo mi mirada. Tras un momento, una cara apareció superimpuesta sobre la suya, un hombre, de unos cuarenta años, con una cara amplia y cuadrada. Tenía fieros y penetrantes ojos negros, la piel morena, corto pelo rizado y barba, y trajo consigo una especial luz dorada hecha de miríadas de aglomeraciones de motas brillantes.

― ¡Barkhan Seer viene a saludarte! ―aclaró Gervin.

Sintonicé con su atronadora presencia, presentando mis respetos.

Tras unos momentos, la cara del hombre se desvaneció, pero su presencia permaneció vibrante en la pequeña estancia.

― Barkhan Seer, príncipe del Trueno, poderoso entre los poderosos! ―comentó Gervin con reverencia― No se ha reencarnado en el reino durante cientos de años. Su hogar solía ser las esferas de las Alturas. Ahora es parte de la asamblea de los Maestros del Trueno que se han reunido en los Campos de Paz para completar el templo en el cual se recibirá el Archivo. Barkhan Seer, como quizá has oído, es un gran amigo de…

Sonaron tres golpes en la puerta.

― ¡Teyani! ―una jocosa sonrisa iluminó la cara de Gervin, sumándose a la magia que había tomado la habitación, e hizo la coincidencia parecer algo totalmente natural, planeada por el Creador al principio de los tiempos― ¡Ella siempre me hace esto! ―cariñosamente agradeció al Creador y fue a dar la bienvenida a la sabia mujer.

La gran maestra del Águila Blanca entró, rodeada de volutas de la misma luz dorada que acababa de ver alrededor de Barkhan Seer. Tras los debidos legítimos saludos, me ofrecí a partir, pero Gervin me sentó con un gesto de su mano.

― Estaba a punto de contar a este joven las maravillas del Archivo ―le dijo.

Teyani empujó sus labios hacia delante y asintió con confiada aprobación, justo como Elyani hacía cuando se sentía en control total de una situación. Ella se sentó a mi lado, en el cálido suelo de plass, visiblemente como en casa en el encanto dorado de Barkhan Seer.

― ¡Te escuchamos! ―dijo ella.

¿Qué era este “algo” con un toque gozosamente embriagante, que había convertido la sala de visitas de Gervin en otro mundo? Todo tenía más dinamismo, más chispa, más profundidad, y, aunque las paredes no se habían movido -¿o se habían movido?- el lugar parecía más grande. Si no hubiera sido por el inaguantable sabor de la raíz negra que todavía infestaba mi boca, hubiera dudado si todavía me encontraba en mi cuerpo.

― Los Campos de Paz ―empezó Gervin, con voz extrañamente vivaz, vibrante con las armonías de los Inframundos―, los Campos de Paz son la morada de muchos grandes sabios dedicados a la evolución de la Tierra. Es desde allí que pueden tirar de la humanidad hacia su futuro. Ellos vierten fuerzas en el reino y ayudan a los seres humanos a alcanzar la conciencia que los conducirá al Mundo por Venir. El Archivo comparte las mismas metas…

Gervin y yo observamos a Teyani con interés. Había vertido agua en una taza que sujetaba entre las manos, con los ojos cerrados, su fuente clara centelleaba con azules, rosas y otros extraños colores. Abrió los ojos, estableció contacto ocular con Gervin y me pasó la taza.

― ¡Bebe esto! ―dijo con su natural autoridad de gran maestra.

Bebí. ¡Fue legítima magia! El agua hizo desaparecer al instante el sabor de la raíz negra, dejándome fresco y juguetón como un filosterópodo recién nacido.

― El Archivo es la plataforma desde la cual nuestra tradición dará, vertiendo Espíritu sobre la gente de la Tierra, inspirándolos a apresurarse hacia los Campos de Paz, dándoles fuerzas para levantarse contra las fuerzas oscuras ―rectos como pilares del cielo, Gervin y Teyani descansaban en la mirada del otro, sosteniendo la presencia poderosa de Barkhan Seer―. El plan se originó cuando los Maestros del Trueno se dieron cuenta de que nada podría salvar el entramado de los campos ―ni por tanto, el reino― y que vendrían irremediablemente tiempos de caos abismal.

Cerré mis ojos, dejándome llevar por la luz de Barkhan Seer.

― ¿Cómo te vas a convertir en Maestro del Trueno, Szar? ―la voz se tornó profunda, un torrente de suave cualidad dorada― Estás recibiendo la llama, el espíritu y el poder de nuestro linaje de Gervin, al igual que Gervin lo recibió de Orest, su maestro. Orest plantó una semilla en él que se convirtió en un árbol inmenso, y ahora Gervin está plantando una semilla de su árbol del Trueno en ti. Así ha sido durante miles de años, una línea ininterrumpida de maestros han transmitido la tradición del Trueno de uno a otro.

Lo mismo es cierto para todas las órdenes: las tradiciones de iniciación descansan en fuerzas y semillas que se transmiten de maestro a discípulo. Si por alguna razón la línea se rompe, entonces el linaje se pierde y la tradición se queda latente. Reanudarla no es completamente imposible, pero requiere un esfuerzo infinitamente mayor.

Después siguió una visión descorazonadora, el reino entero se veía delante de mi tercer ojo. Una feroz tormenta tenía lugar y, en un modo Puntual, que las palabras nunca podrían describir, vi cómo todos los linajes de la iniciación se rompían.

― La cruda realidad ―continuó la voz― es que ninguno de estos linajes sobrevivirá. En las negras nubes que están a punto de engullir a la Atlántida, se destruirán los mismos fundamentos de la Ley, y todas las tradiciones con ella. Pedazos de conocimiento quedarán aquí y allí, pero las semillas de la iniciación se perderán. La consiguiente oscuridad será abismal.

La tormenta había terminado, pero el cielo seguía oscuro.

― El Archivo ―continuó la voz―, es nuestro regalo para el futuro. En los Campos de la Paz capturaremos el vasto conocimiento que, durante miles de años, ha sido contenido y cultivado en los templos de Eisraim y Lasseera. Pero no sólo el conocimiento, las semillas del linaje. El espíritu de todas las órdenes tradicionales que han florecido en nuestros templos será guardado en el Archivo.

Una voz angustiada llamó a través de la oscuridad visible:

― ¡Maestro Gervin! ¡Maestro Gervin! El sumo sacerdote de Barradine está intentando contactar con usted.

Gervin ignoró el canal de voz y la visión continuó revelándose.

― Un día, en un futuro lejano, cuando este reino haya terminado, la gente del reino de los arcoíris estará sedienta por la luz de los mundos superiores. El Archivo es nuestro regalo para ellos. Por ellos mantendremos vivo el espíritu. Desde nuestra llama se podrán encender sus antorchas. Aquellos que se esfuerzan por lo Divino, y que están preparados para luchar batallas en su camino hacia el Mundo por Venir, podrán…

― ¡Maestro Gervin! ¿Maestro Gervin? ―el canal de voz lo interrumpió―. Maestro Gervin, por favor, contéstenos, ¡es ilegítimamente urgente! Necesitamos su sabiduría y… ¡Oh, mi Señor Melquisedec! ¿Está realmente en el dormitorio de Mouridji? ¡Oh, dioses! ¡Oh, dioses!

― ¡Maestro Gervin, imploro su ayuda! ―otra voz se hizo escuchar a través de la oscuridad visible.

― Poldoros, Sumo Sacerdote de Barradine ―respondió Gervin finalmente―, ¿cuál es su ilegítimo problema?

― ¡Masetro Gervin! ―Poldoros estaba en estado de pánico― ¡Aphrodoros se ha vuelto loco! ¡Ha saqueado nuestra capilla, y ahora está haciendo estragos en el ala femenina! Se ha vuelto loco, ¡ninguna proyección de la Voz puede detenerlo!

― ¿No puede Namron ocuparse de esto?

― Aphrodoros ha herido a uno de sus hombres. Namron dice que tendría que usar armas de piedra blanda contra él. ¡Pero esto podría matarlo! Por favor, sabio hombre en la Ley, ¡necesitamos su poderosa Voz!

― ¡Está bien, está bien! Voy a enviar a Szar de la Túnica Marrón. Puedes confiar legítimamente que será capaz de contener Aphrodoros sin matarlo.

― ¡Oh, gracias, maestro Gervin! ¡Muchas gracias! ¡Pero, por favor, dígale que se apresure! No quiero imaginar qué estará pasando en la habitación de Mouridji ahora mismo!

Gervin chasqueó sus dedos, sacándome de las nubes doradas en las que mi conciencia se extendía como un pellizco de sal en el océano.

― ¡Corre, Dragón!

9.29 El poder de las semillas

― ¡Bonito vestido! ―lo primero que hice fue hacerle un cumplido.

Cuando me vio llegar por la puerta en vez del tejado, la cara de Elyani se iluminó.

― ¡Mi Gran Guerrero ha conquistado los pasillos femeninos! ―se echó a mis brazos― ¡Cuéntame, cuéntame! ¿Cómo conquistaste a Aphrodoros?

― Usé las salidas baratas ―la besé en el cuello, en cada uno de los mortales centros energéticos― ¡Así que ya sabes sobre Aphrodoros!

― Confía en Mouridji, todo el templo lo sabe, ¡y Lasseera también!

― Pobre Mouridji, deberías haber visto su apartamento ―me esforcé por describirle la escena de completa devastación, el mar de mermeladas, conservas, preparaciones herbales, plass roto y utensilios desparramados por el suelo, sus rasgados vestidos empapados por todo aquel jaleo, por no hablar de las abolladuras de las paredes―. Es un milagro que no saliera herida.

― ¿Pero por qué hizo aquello Alphrodoros?

Luz multidimensional. Colores impensables. Profundidad inconmensurable.

― Por lo que me dijeron los sacerdotes de Barradine, Aphrodoros buscaba hierbas de la locura, que suelen darle cada día como parte del ritual de Barradine, pero que han sido casi imposibles de encontrar últimamente porque los campos están caóticos. Sabes que Mouridji utiliza estas hierbas en sus mermeladas. Pues bien, Aphrodoros olió el aroma de las preciosas hierbas en la distancia y demolió la puerta de su habitación para encontrarlas. Pero en su torpeza derribó el enorme armario donde Mouridji guarda sus reservas. El armario cayó boca abajo y no pudo moverlo. Esto lo enfureció tanto que empezó a romperlo todo. Todavía encuentro difícil de imaginar cómo Mouridji se las arregló para echarlo de su habitación y escapar ilesa.

― ¡Aphrodoros nunca la heriría! Lo conoce desde que era pequeño ―dijo Elyani confidencialmente. ¡Ella no había visto los daños en los callejones! Cuando Mouridji lo echó de su habitación, Aphrodoros tiró al suelo a todo aquel que encontró en su loca carrera hacia la cocina central.

― Luciana de la Túnica verde vio lo que ocurrió ―me informó Elyani―. Cuando Mouridji llegó y encontró a Aphrodoros en su habitación con todo aquel lío, ella se puso incluso más furiosa de lo que él estaba. Le gritó con la Voz y lo persiguió por todos los pasillos.

― Los hombres de Namron no tuvieron una Voz tan autoritaria. Dos de ellos quedaron fuera de juego cuando intentaron detenerlo. Pero ojalá los sacerdotes de Barradine me hubieran advertido quién era Aphrodoros.

― ¿Quieres decir que no conocías a Aphrodoros? ―Elyani se rió entre dientes.

― No.

Fue sólo cuando llegué a la cocina central, forzando mi camino entre cientos de sacerdotes y sacerdotisas de las Castas Cocineras, que esperaban fuera en estado de shock tras una frenética evacuación, que descubrí la apenas creíble verdad, entre cientos de ollas rotas, rasgados sacos de cereal, barriles de manzanas derribados, frutas rodando por todo el suelo (Aphrodoros, como era de esperar, fue tras las reservas de comestibles para encontrar las hierbas)… Aphrodoros, tan querido por la capilla de Barradine, no era un sacerdote.

Aphrodoros era un burro.

“¿No lo sabías?”, me preguntó Namron mientras observábamos al delirante animal galopar a lo largo de la larga mesa de plass de la ahora desierta cocina central, destruyendo cientos de comidas meticulosamente preparadas, rebuznando como una caverna de la enfermedad al completo.

“¡No tenía ni idea!”, respondí asombrado.

Y sin embargo, al pensar sobre ello, explicaba muchas cosas, como las extrañas marcas de las abolladuras en las paredes del dormitorio de Mouridji (las cuales, cuando llegué a la escena, me habían dejado bastante perplejo) o por qué su puerta, que nunca cerraba con llave, había sido reducida a pedazos.

― ¿Pero cómo encontraste los centros energéticos de las salidas baratas en un burro? ―preguntó Elyani con una mezcla de curiosidad y admiración sin límites.

― ¡No lo sé! Cero pensamientos, simplemente corrí hacia la bestia y dejé hacer al Dragón.

― Mouridji dice que ella estaba fuera y te escuchó gritar incluso más fuerte que Aphrodoros. Ella estaba impresionada más allá de la Ley.

― Sólo los gritos normales del Dragón. De todas formas, evitamos un desastre por los pelos ―di las gracias a los dioses―. Antes de destrozar la habitación de Mouridji, Aphrodoros saqueó la capilla de las Brujas Sabias (que también utilizan hierbas de la locura). ¡Imagina! Es la capilla adyacente a la de los Genios de los Campos. ¿Y si Aphrodoros se hubiese equivocado de puerta y hubiese destruido todas nuestras preciosas botellas?

― Nadie ha salido gravemente herido ―Elyani cerró el tema―. Dará oportunidad a todo el mundo para hablar de algo más que de la diosa ascendente.

― ¿Cómo está?

― Es espantoso ―Elayni sacudió la cabeza―, está cada vez más enferma, escupiendo sangre, tosiendo como un filosterópodo agonizante. Ha perdido la mitad de sus dientes, ¡y sólo tiene veinticuatro años! Todas y cada una de las órdenes del templo ha invocado a sus dioses y ángeles con la esperanza de que intervengan. Si muriese antes del gran ritual de ascensión, sería visto como un signo de que los dioses nos han abandonado, y que los días gloriosos de Eisraim están terminando. Algunas de nuestras personas más sabias están incluso empezando a sugerir que deberíamos desviarnos de la Antigua Regla y apresurar el ritual, incluso si Holma no está completamente preparada según las prescripciones legítimas. Pero las Inmaculadas son tan inamovibles en esto como en cualquier otra cosa.

Había averiguado que las sacerdotisas Inmaculadas eran una casta muy elevada que usaba zapatos con densas suelas para aislarse de las cosas terrenas. No pertenecían al templo de Eisraim ni a cualquier otro. A parte del rey de la Atlántida, su lealtad era sólo hacia su propia orden. Las dos sacerdotisas inmaculadas a cargo de Holma, habían sido enviadas a Eisraim seis meses antes de que el oráculo hubiese anunciado que una nueva diosa ascendente iba a ser recibida por los dioses.

― No les importa nuestro templo. Lo único que les importa es su preciosa norma ―dijo Elyani disgustada.

Tres rosas blancas.

Tomé su mano.

― ¿Has preguntado al Águila si desea que hagamos algo por Holma?

― Mi amor… en el oráculo del Águila he visto extrañas señales que no entiendo. Me asusta preguntar demasiado.

― Señales sobre los turbulentos tiempos venideros, quizá. El futuro del reino no es brillante.

― ¡No sólo el futuro! ¿Has oído hablar de la sequía que está asediando las Llanuras del Oeste?

Sequía era una de esas palabras que había oído algunas veces sin saber qué significaba.

― ¿Y por qué deberías saber qué es una sequía? ―Elyani me consoló―. No ha habido ninguna en la región de Eisraim durante cientos de años. Una sequía es cuando la lluvia deja de caer por tanto tiempo que la tierra se vuelve árida. Los árboles y los animales mueren, la tierra no puede dar cosechas.

Estaba anonadado.

― Pero yo pensaba que los rituales para invocar las lluvias eran de las prácticas más elementales. En mi instrucción en la Túnica Rosada me habían dicho que cualquier aprendiz de sacerdotes de aldea puede hacerlo.

― Todo es sencillo mientras puedas extraer poder de los campos. Pero cuando los campos dejan de funcionar ―Elyani explicó cómo cientos de sacerdotes de diversas comarcas se habían reunido en el templo principal de las Llanuras del Oeste, donde se llevó a cabo un enorme ritual con el objetivo de restaurar los Molinos de Viento de la Ley. Probablemente no les llevaría mucho tiempo tener éxito, pero aun así, la gente estaba aterrorizada. Nunca habían visto nada como aquello.

Me preocupé por la seguridad de Eisraim.

― ¿Podría la región de las Llanuras del Oeste quedarse sin comida?

― Realmente no. Sus reservas podrían permitirles sobrevivir al menos por un año. Con el tipo de poder que están invocando, no creo que les lleve mucho tiempo traer las lluvias de vuelta. Pero la cosa más preocupante es que hay historias similares por todos los rincones del reino. Incluso en Eisraim, se ha observado que las cosechas de maíz azul están siendo diezmadas por un pequeño insecto negro.

¡Dulce Señor Melquisedec! El maíz azul que los dioses trajeron para los hombres mucho antes de la creación del reino, como muestra de su amor. ¿Cómo pueden los dioses mismos ser atacados?

― Conforme a las predicciones de Gervin, no pasará mucho tiempo antes de que el maíz azul de los dioses se desvanezca por completo del reino ―dijo ella.

― ¡Para! ―grité―. No quiero escuchar más noticias malas hoy ―tomé a Elayni por la cintura, la levanté y empecé a girar―. Esta mañana, Gervin estaba gastándome una de sus bromas. Insistía en hablar sobre las delicias del mundo de los dioses. No tengo ni idea de qué quería decir.

― ¿Las delicias del mundo de los dioses? ―dijo Elyani.

Asentí.

Ella dejó ir un suspiro anhelante.

― ¡Hay tantas!

Me dejé caer en el césped, arrastrándola conmigo.

― ¡Esas fueron las mismísimas palabras de Gervin!

Los dioses son sabios.

― Gervin decía la verdad ―Elyani puso su voz de gran doctor de la Ley y se arrodilló a mi lado―. Una vez, Teyani me contó que, en el mundo de los dioses, uno puede hacer el amor a alguien sólo con mirarlo a los ojos.

― ¿Ah sí? ―mis ojos se abrieron de par en par.

― Eso dice la Ley ―susurró sosteniendo mi mirada.

Mi respiración se detuvo. Y también lo hizo la desintegración del entramado de los campos, la caída del reino, la rueda de la Ley, el curso del tiempo y todo lo demás.

El vuelo del Águila, penetrando el Escudo Dorado.

Quizás.

Cuando todo terminó y nos encontramos de vuelta en el moribundo reino, nuestras miradas unidas estaban encendidas con encantamientos antiguos, tan extraños y diferentes de cualquier cosa de la Ley que pudiese recordar, que pronto fueron disipados por el ruido del aire quieto, dejando nada más que un hipotético silencio inseguro de si realmente había sucedido.

― Deberíamos hacer esto más veces ―dijo Elyani, con la memoria del silencio todavía aleteando en su voz.

El latido de un sol lejano. El dorado de miles de mañanas.

― Mm… ―me traje de vuelta, recordando que había un Dragón.

Cuando regresó al patio un poco de legítima cordura, Elyani anunció que las sacerdotisas del Amanecer de la Creación iban a dar un concierto de Voz en el auditorio. Gervin le había pedido que me preparase para aquel evento especial.

― ¡Lo sé! ―rápidamente me adelanté a la preparación desde el Punto―. Me vas a decir que debido al deterioro de los campos, las sacerdotisas del Amanecer pronto se irán del reino y, que esta es una de las últimas veces que tendremos el privilegio de escucharlas, antes de que sus preciosas vibraciones desaparezcan completamente de la Tierra.

― No, no una de las últimas veces ―dijo Elyani―. La última.

Esto produjo un feo pinchazo en mi corazón.

Para animarme, Elyani se tumbó en la hierba a mi lado e inició una de sus legítimamente apasionadas discusiones filosóficas que tanto nos gustaban.

― Un día, mi Gran Guerrero era tan sólo una pequeña semilla en el vientre de su Madre. Recuerda los versos de la Ley: la semilla es frágil y pequeña, sin embargo crecerá hasta hacerse un enorme árbol. No habrá nada en el árbol que no estuviese ya contenido en la semilla. No hay nada en Szar que no estuviese ya contenido en la semilla que su madre portaba ―Elyani puso una sonrisa juguetona―. Dime, Gran Guerrero, ¿estarías de acuerdo en que te has hecho mucho más poderoso que el Szar-ka que conocí al principio?

Sospechaba una trampa, pero decidí no ofrecer resistencia.

― ¡Naturalmente! ―chasqueé los dedos― ¡Mucho más poderoso!

― ¡Ahí reside el misterio! ―exclamó cual gran hierofante―. Como todo el poder que está en ti ya estaba en la semilla, entonces la semilla era mucho más poderosa que Szar-Ka. Había grandes fuerzas en la semilla, de las que Szar-ka no era consciente en absoluto.

― ¡Cierto!

― Bien, supón que un día te conviertes en un gran experto de la magia de los Dragones Voladores.

Hice una mueca.

― No.

― ¡Supón! ―insistió, mesando mi barba―. Entonces serías mucho más poderoso de lo que eres ahora. Y sin embargo, todo lo que podrías ser ya estaba contenido en la semilla.

― ¡Lo que significa que la pequeña semilla era mucho más poderosa de lo que soy ahora!

La línea cegadora. Inagotable silencio de racimos de mundos esmeralda.

Elyani giró sobre un lado y artísticamente apoyó su cabeza en la mano. Entusiasmada por la belleza arquetípica del tema, ni siquiera se dio cuenta de que sus pies descansaban sobre la puerta.

― Ahora piensa en la creación completa ―continuó―. No existe ni un solo poder en la creación que no estuviera contenido en la semilla de la creación.

― Por no hablar de las miríadas de poderes que todavía no han florecido, pero que ya están contenidos en la semilla ―seguí su río.

Ella recitó un verso:

La fuente es donde yacen los poderes. La fuente de la creación, ¡es a lo que están unidas las sacerdotisas del Amanecer! Creo que llegamos tarde ―añadió―, pero legítimamente tarde, nada por lo que preocuparse.

Se abrían nuevos horizontes ante mí.

― Elyani, ¡este conocimiento es profundo! Estos himnos del Amanecer de la Creación deben ser increíbles ―me quedé pensativo, intentando imaginar cómo sería un himno cargado con tanto poder. El Punto me sacó del ensueño―. Espera un minuto. Si la fuente está allí donde yacen los poderes… entonces, supongamos que quiero despertar completamente y ganar la suficiente fuerza como para ser capaz de ayudar al Maestro Gervin.

― ¡Supongamos! ―repitió Elyani.

― Nunca encontraría una forma mejor que conectando con mi fuente, ¡la pequeña semilla de la que emergí!

― Correcto, ¡hombre de la Ley! La fuente contiene todo lo que serás.

― ¿Sería posible encontrarla?

Con voz dulce, dijo:

― Yo vi aquella pequeña semilla. Yo vi cómo la Madre de La Luz alumbró tu Espíritu. Era hermoso.

― ¡El nacimiento de mi Espíritu! ―me senté asombrado― ¿Cómo pudiste verlo?

― La visión del Águila es profunda.

― ¿Me alumbró la Madre de la Luz hace mucho tiempo? Dime, ¿cuántos años tengo, exactamente?

― Las cosas como esta suceden fuera del tiempo, ¡Szar-ka! De lo contrario, tu Espíritu habría tenido un comienzo, y por lo tanto, necesariamente tendría también un fin.

― ¡Pues claro! ―me di una palmada en un lado de mi cabeza, como si todo esto fuera obvio.

Zigzagueantes armonías en la lejanía. El infinito su verdadera casa.

― Estas sacerdotisas del Amanecer de la Creación deben ser mujeres excepcionalmente poderosas ―reflexioné, empezando a preguntarme si sus himnos podrían ser usados como armas.

― En varias ocasiones, he escuchado comentar a Gervin y a Teyani que no hay otra orden en el reino que pueda igualar el poder de las sacerdotisas del Amanecer. Pero no son poderosas de la manera que uno pudiera imaginar. Ni siquiera pueden cuidar de ellas mismas. Sin asistentes que las alimentasen y se hiciesen cargo de las cosas materiales por ellas, se dejarían morir. Esto es porque apenas están en el reino. Su conciencia está en algún otro lugar, muy lejos de nosotros.

― ¿Y cómo es que nadie puede ver sus semblantes? ―le pregunté. Este desconcertante hecho hacía que las sacerdotisas del Amanecer fueran famosas en todo el reino― ¿No tienen cara?

― ¡Por supuesto que tienen cara! Pero tan pronto como la miras, tu conciencia empieza a resonar con vibraciones asombrosamente antiguas. Hace que te quedes en blanco, no puedes discernir sus rasgos. Ya verás, Szar de la Túnica Marrón ―sonrió de forma traviesa―, durante sus cantos, docenas de personas caerán inconscientes.

Tragué salida, recordando los días en que solía avergonzar a Gervin, desmayándome cada vez que me llevaba a una actuación de sumas sacerdotisas.

― ¿Sabías que muchas de estas sacerdotisas son reclutadas de entre pequeñas niñas autistas, o chicas consideradas seriamente retrasada?

Aquello me pareció inmensamente conmovedor.

― Un oráculo revela que una niña de un pueblo concreto va a ser elegida ―explicó―. Entonces, un grupo de sacerdotes se va de peregrinaje, llevando algunas de las sacerdotisas del Amanecer con ellos. Si sucede que hay más de un candidato en el pueblo, las sacerdotisas del Amanecer saben inmediatamente quién es una de ellas. Es fácil para ellas, pues la conciencia de la niña todavía está conectada a los espacios elevados donde se puede conocer la fuente de la creación.

Sonreí asombrado.

― ¡Pequeñas niñas autistas que serán más poderosas que Grandes Guerreros, gigantes Nefilim y Maestros del Trueno! ¡Eso explota los pechos de la Diosa!

Elyani se echó a reír.

― Szar, ¿dónde has aprendido esa expresión?

― Del Maestro Woolly. Significa que estoy asombrado.

― Sí, ya lo había captado ―se levantó. Cogió un chal blanco y cubrió su cabello―. Vamos, Szar de la Túnica Marrón, ¡llegamos tan tarde como permiten los límites legítimos! Cógeme del brazo y llévame hasta el auditorio ―sonrió de forma que derritió mi Dragón―. ¿Te das cuenta de que esta será nuestra primera aparición en público?

― Te prometo que no usaré ninguna de las expresiones del Maestro Woolly.

― ¿Quieres decir que hay más? Dime, ¡quiero oírlas todas!

9.30 Los himnos del Amanecer de la Creación

Una multitud multicolor de unos doscientos sacerdotes y sacerdotisas se había reunido en el auditorio, situado en el extremo norte del enclave de Maniya. En el salón, Elyani insistió en que me sentase con la espalda apoyada contra una pared viviente, por si acaso me sentía obligado a marcharme a las esferas durante la actuación.

― ¡No te preocupes! ―la tranquilicé―. Mi Madre Dragón cuidará de mi cuerpo.

― Recuerda que el Dragón también se llama la Madre de la Noche Sin Fin ―susurró Elyani, pero yo no percibí el mensaje apenas escondido.

Mientras el Águila Blanca fue a saludar a una de sus amigas, una delegación de seis sumos sacerdotes de Barradine se acercó a mí. Vestidos en largos ropajes color ocre y con casi tan largas barbas ocre, expresaron su más legítima y solemne gratitud por haber salvado la vida de su precioso animal ritual y preciado amigo. Al final, me dijeron, ni siquiera tuvieron que atarlo porque, para cuando volvió en sí, uno de sus hermanos había regresado de la ciudad de Eisraim con un gran cargamento de hierbas de la locura, lo suficientes para, al menos, diez días. Inmediatamente tranquilizado, Aphrodoros trotó de vuelta hacia la capilla de Barradine sin ayuda, seguido por una larga procesión de sacerdotes y sacerdotisas de las Castas Cocineras inmensamente aliviados.

Cuando les pregunté qué Sagrado Supramundo iban a hacer en diez días, los sacerdotes de Barradine expresaron legítimamente su total confianza y fe en los Señores del Destino, pues la Ley decía; “Ocúpate del hoy, y el Señor Melquisedec se ocupará del mañana”.

Mientras atusaba mi barba pensativamente, tomando nota en mi mente de avisar a los Genios de los Campos y el resto de amigos para que evitasen tener hierbas de la locura en sus capillas a cualquier coste, Alcibyadi, que estaba sentada unas filas por delante y había estado observando la escena, se echó a reír tan ruidosamente que el sumo sacerdote de Barradine se giró, perplejo.

Esto no hizo que Alcibyadi dejase de reír.

Confortado por la espontaneidad del Águila Blanca, sonreí, estableciendo contacto ocular con ella. Lehrmon no estaba sentado a su lado.

“¿Dijo que sí?”, me pregunté.

Repentinamente seria, Alcibyadi negó con la cabeza lentamente.

Kartendranath, esperándote. El Cielo de Revelación se desencadenará. ¡Tiembla, hombre de la Ley!

Los sacerdotes de Barradine se marcharon, para pronto ser sustituidos por amigos de Mouridji que estaban ardientes por saber cómo había domado a la bestia, “Por la gracia del Maestro Gervin, ¡toda la gloria para él!” Y cómo había conseguido ser más fuerte que un asno furioso, yo, que solía ser tan delgaducho, “Toda la gloria sea para el maestro” y entonces, ¿era yo realmente la persona que rebuznó incluso más alto que Aphrodoros? “Toda la gloria… es decir…” Las preguntas continuaban sin fin.

Descubrí que Mouridji tenía muchos amigos. Desafortunadamente para mí, la legítima espera se alargaba porque el campo musical se había derrumbado y estaba siendo reparado por Shyama, Ushbudh y Ugr, tres de los Genios de los Campos de la capilla del Maestro Ferman. Dos horas después todavía me estaban friendo a preguntas. Teyani, compasivamente, vino a sentarse con Elyani y conmigo. Usando un severo hechizo, creó un repelente halo de paz que mantuvo a todos a distancia, excepto a un mensajero oficial que vino a entregar una pequeña bolsa de seda que contenía un regalo de Mouridji, que llegaba tarde a la ceremonia porque estaba ocupada reconstruyendo su habitación, ayudada por Namron y sus hombres, que no pudieron negarse a ello porque ella conocía a Namron desde que era pequeño.

― ¡Tenemos que librarnos de esto tan pronto como sea legítimamente posible! ―susurré cuando abrí la bolsa y descubrí un bote de mermelada de guaba especiado con hierbas de la locura.

― ¡Cómelo! ―dijo Teyani―. No, ¡ahora no! ―añadió rápidamente, al ver que estaba abriendo el bote―. Ahora vas a necesitar toda la claridad que puedas extraer de tu fuente.

Siguiendo su consejo, me preparé para soportar lo más duro del ritual, sumergiéndome en concentración silenciosa.

Tres o cuatro horas más tarde, cuando finalmente los hombres de Ferman habían conseguido restaurar el campo musical, la habitación quedó en silencio. Tras aquello, todavía pasó una hora hasta que las sacerdotisas del Amanecer de la Creación entraron en el salón, precedidas por hermosas fragancias que se asemejaban a las de las cavernas de los Inframundos Profundos.

Conté dieciséis, pequeñas mujeres ataviadas con túnicas naranjas, con velos sobre su cabello. Se podían ver sus frágiles y delgadas manos, pero no sus caras, cubiertas por oscura niebla. Las rodeaban casi el doble de asistentes, mujeres de blanco que sujetaban sus manos y las guiaban.

No percibí ninguna presencia particular en la sala.

Todas al unísono, las mujeres entonaron su himno, proyectando la Voz en la habitación, extrañas Voces, tan poco familiares que no podía siquiera decir si el tono era agudo o grave, ni tampoco si venía de delante o detrás del salón. El himno se reveló:

― “La Madre de la Luz habló.

Soy la Gran Madre, la compasión en todas las cosas,

Yo sé cómo fueron todas las cosas

Cómo son todas las cosas

Cómo serán todas las cosas

También veo

El mundo sin fin

Escuchad de mi voz qué fue antes que yo

El Misterio que todo lo abarca

La fuente de todas las fuentes

El Poder tras todo el poder

No había día ni noche,

Ni luz ni oscuridad,

Ni plenitud ni vacio

Ni muerte ni inmortalidad

El Vacio preñado donde la nada se convertiría en el todo

Y el todo sería fragmentado

Descansando en la infinidad más allá de los espacios,

El lugar de nacimiento del Fuego Cósmico,

Cuna de todos los dioses,

Preparada más allá de la eternidad para el Gran Sacrificio”.

Las Voces se apoderaban de mi energía, la habitación se tornó oscura.

Una noche sin luna,

Todos desaparecieron.

Espíritu de la Hormiga, gigante.

Ni siquiera podía sentir la presencia de Elyani a mi lado. Sólo me sentía inmenso, inmensamente vasto. Deslizándome de la inmensidad a la desaparición de los límites.

¿Oh, es aquí dónde está la Laguna azul? ¡Si es magnífico!

Y sin embargo parece tan pequeño. Y también el Espíritu de la Hormiga.

¿Dónde estaban los himnos? Ya no podía oírlos.

Empecé a tener dificultades para sentirme. “¡Debo apoyarme en el Dragón! ¿Pero dónde estaba el Dragón? ¿Qué había pasado con el Dragón?” No podía sentirla. “¡Lejano Inframundo! Si no hay Dragón, ¡no queda nada!”.

Nada.

Ni espacio. Ni arriba ni abajo, ni derecha ni delante, ni izquierda ni detrás.

Nada. No había nada más que infinito. Una noche magnífica que se extendía eternamente.

Antes de que tuviera tiempo de explorar más, escuché la voz que decía: “Gran Guerrero… poderoso Dragón… ¡es hora de levantarse!”.

Extraño, extraño… Podía escuchar su voz pero no podía moverme. No me había pasado nada así desde mi muerte en el Dragón.

― ¿Puedes sentir mi mano en tu cara? Podía oír las palabras. Estaba casi seguro de que era Elyani, pero no podía sentir nada. Y tampoco podía responder. Mis labios se negaban a moverse.

― Voy a masajear tu cuerpo suavemente ―dijo ella―. Siente mis manos, deja que te traigan de vuelta.

Todavía no sentía nada.

Una pantera negra. Salvaje. Magnífica.

― Intenta hablarme ―insistía, pero yo no podía. Ella estaba demasiado lejos―. Voy a proyectar sonidos de anclaje en tus centros energéticos ―me avisó, y me sentí colmado por el toque amoroso de su Voz.

― Ahora, ¡siente tu cuerpo! ―proyectó enérgicamente con la Voz.

Al instante me encontré en sus brazos, yaciendo en su regazo.

― ¡Oh, mi Señor Melquisedec! ―susurré― Elyani, he mojado mis pantalones.

Ella se rió entre dientes.

La pantera, frente a mí. Virginia, Virginia… cómo desearía que estuvieras aquí.

― ¿Qué van a pensar tus amigos cuando me vean? ―me lamenté.

Ella me acunaba en sus brazos.

― No te preocupes, bebé Dragón, no hay nadie aquí.

― ¡El Dragón! ―recordé― ¡Sí! Puedo sentir el Dragón.

Al instante, el Dragón me sentó y abrí mis ojos.

Era de noche. Elyani y yo estábamos sentados en el césped de su patio.

― Esto… ―me sentía terriblemente avergonzado―. ¿Cuánto tiempo he dormido?

― Siete horas, quizá.

Me recorrió un escalofrío.

― ¿Cuántas personas me tuvieron que traer hasta aquí?

― Cinco.

― ¡Oh, no! Siento haberte hecho esto. ¡Nuestra primera aparición pública!

― ¡Para nada! ―ella se divertía―. Por lo menos un tercio de la audiencia cayó inconsciente durante la actuación. Namron había organizado un gran equipo de sacerdotes que esperaban fuera del auditorio con camillas. Y tú estabas tan hermoso, durmiendo en mis brazos. Era la primera vez. ¡Normalmente no duermes mucho!

A la Gran Noche regresarás, buscando a Alcibyadi.

― ¿Me perdonas un momento, por favor? ―me fui al baño para lavarme y cambiarme de pantalones.

Cuando volví, Elyani había dispuesto algo de comer sobre un mantel en la hierba. No tenía hambre, así que la miré mientras comía, recargándome con unos pocos olfateos de la brisa sagrada de la puerta, y preguntándome por qué mirarla mientras comía le hacía algo a mi Dragón. Mientras tanto, intenté recuperar el aliento y llenar el vacío del desmayo de siete horas, exprimiendo la fuente en busca de recuerdos, ¡en vano!

― Estas sacerdotisas del Amanecer de la Creación han encontrado una auténtica arma. Irresistible ―sacudí la cabeza con admiración―. Sus Voces podrían dejar a un ejército entero fuera de juego. ¿Pero qué tipo de poder era ese? ¿La magia de los Días Antiguos de la Tierra?

― No, mucho más antiguo. La fuente de todas las fuentes, la semilla de todas las semillas. Me hizo sentir estupendamente. ¿Y a ti?

― A decir verdad… todo fue muy rápido para mí.

― Yo me sentí inmensa ―la mujer mágica hundió su dedo en la mermelada de guaba de Mouridji y lo chupó―. Hubiera podido danzar en la inmensidad para siempre ―se levantó e hizo ondas con sus brazos.

Yo vrufeé para levantarme y seguí sus movimientos. Una pregunta que llevaba mucho tiempo en mi mente se esforzó en emerger.

― Después de morir, ¿dónde irán la Sacerdotisas del Águila?

Elyani giraba lentamente de laurel en laurel.

― Teyani ascenderá a las esferas de las Alturas, donde el Águila la espera. Antaria y otras quince sacerdotisas se situarán en el triángulo, sosteniendo el Archivo desde el mundo de los dioses. Otras simplemente seguirán la rueda de reencarnaciones como todos los demás.

― ¿Sosteniendo el Archivo desde el mundo de los dioses? ―giré con ella―. Pensaba que el Archivo se guardaría en los Campos de Paz.

― ¡Cierto! ―ella siguió haciendo ondas con sus brazos, tocando levemente mi pecho de vez en cuando―. Pero hay varias facetas del Archivo, mi amor, una está anclada en el mundo de los dioses. Gervin y Teyani han entrenado un equipo de Águilas Blancas para que lo cuiden.

― Pero… ¿y tú? ¿Irás al mundo de los dioses?

Elyani se echó a reír, acelerando sus movimientos.

Yo la seguí, pero protesté:

― ¡Oye! Quiero saberlo. ¿Y si el Maestro Gervin me enviara a vivir a los Campos de Paz mientras tú fueras al mundo de los dioses? ¿Qué haríamos?

Ella se detuvo y se paró justo frente a mí.

― ¿Y si tú decides ir a vivir con los Dragones Voladores?

― ¡Ja, ja, ja, ja, ja!

Cerró los ojos.

― ¡Vuf! Dragón, cuando te ríes así, haces que mis piernas se debiliten.

La tomé en mis brazos.

― Necesito ser capaz de vivir en más de un sitio a la vez, es eso ¿verdad?

Sus labios tocaron los míos.

― ¡Pero si puedes! ―susurró―. Se llama ser paralelo. Es parte de la iniciación del Trueno.

“¿Por qué siempre aprendía secretos del Trueno del Águila Blanca?”.

Ella escuchó mi pensamiento.

― Tiene que ver con el hecho de que el Trueno y las Águilas se llevan muy bien ―ella tocó ligeramente la placa de oricalco que colgaba de mi cuello.

― Lo sé ―suspiré, dejando que la magia de la noche tomase el mando―. ¿Me dirás a qué esfera irás después de dejar tu cuerpo?

― ¿Quién sabe? Pueden suceder tantas cosas, mi amor. He visto extraños augurios, que no puedo comprender ―siguió con su danza.

Te veré en Sin Límites. Al Punto, ¡Hermano Caballero!

― ¡Al Punto, Hermano Caballero! ―ordenó―. Baila conmigo y haz este instante eterno, quiero que dure para siempre.

Me moví con ella, fascinado por la chispa salvaje que iluminaba sus ojos.

― ¿Qué es un Hermano Caballero?

― Es lo que te llamaré dentro de mucho, mucho tiempo. Otra vida. Otro reino.

Abrí mis ojos de par en par.

― ¿Así que tendremos otra vida juntos?

― ¡Me amarás tanto! No tienes ni idea.

Un mar de llamas. Filadelfia, te quiero.

― Cuéntame, ¡quiero saberlo todo sobre esa vida!

― No, ¡no quieres! ―me puso una mueca.

Yo tragué saliva.

― Soy la Noche Sin Fin ―hizo que su voz sonase embriagada y movió sus brazos de forma ondulante―. No tengo principio, no tengo final. ¿Bailarás conmigo, Hermano Caballero?

― ¡Hasta el fin de los tiempos!

― ¡Pero eso no es suficiente! ―protestó―. El tiempo se acabará, ¿sabes? ¡y mucho antes de lo que la gente piensa!

9.31 Misión del Archivo

― La trasferencia del Archivo será uno de los rituales más extraordinarios de todos los tiempos ―empezó a decir Gervin. Las paredes vivientes de la estancia aguamarina resonaron con su entusiasmo trascendental. El linaje del Trueno estaba con nosotros.

Sentado frente a él, anclé la fuente en el Dragón, buscando fuerzas para igualar a Gervin.

― El ritual de la trasferencia durará menos de un día y una noche ―continuó―. Pero en esa noche y ese día, todo lo que se haya reunido en Eisraim y Lasseera durante miles de años será elevado a los Campos de Paz y recibido en el templo de luz que han construido los Maestros del Trueno.

― ¿Por qué no realizamos la trasferencia inmediatamente? ―le pregunté― ¿No es peligroso esperar?

― ¡Muy peligroso! ―asintió―. El problema es que lo que se quiere trasferir no es tan sólo conocimiento. Si todo lo que hubiéramos querido almacenar fuera la sabiduría y los registros de las órdenes de nuestros templos, todo estaría hecho a día de hoy. Pero nuestro Archivo no sería más que un polvoriento museo, ¡no un depósito de fuerzas vivas! Nosotros somos del futuro, Szar, no del pasado. Lo que queremos capturar son las semillas y los poderes de los cuales renacerán tradiciones enteras.

La trasferencia será realmente una trasferencia. En el mismo momento que aterrice en el Archivo, esas fuerzas desaparecerán del reino. Esto creará un enorme vacío aquí. Si sucediera demasiado pronto, podría tener consecuencias desastrosas, precipitando el colapso del entramado de los campos y el caos que está abocado a producir.

― Entonces ¿cuándo?

― La señal vendrá de los mismos campos. Cuando el entramado llegue a un estado particular de desintegración, sabremos que la hora de la trasferencia ha llegado. Para entonces, el reino estará en las garras de un caos considerable. Ahora déjame contarte cómo tendrá lugar la trasferencia. Necesitaremos dos piedras blandas, piedras especiales, como puedes imaginar: una para el templo de Eisraim y otra para el templo de Lasseera. Estos dos tesoros tendrán que ser llevados a un lugar desértico, la Meseta de Sorana, al otro lado de las montañas de Lasraim. Allí, las piedras serán unidas y comenzará el ritual. Desde los Campos de Paz, la asamblea de los Maestros del Trueno establecerá la resonancia por la cual las fuerzas de Eisraim y Lasseera serán elevadas al Archivo.

Estaba fascinado por el guerrero que descubría en Gervin. Habló con calma y a la vez con total determinación, el poder que había detrás de sus palabras era mesurado y formidable.

― Esta es la misión más audaz que nuestra orden ha emprendido nunca ―continuó―. Todos los Maestros del Trueno que no estén en el reino en ese momento, estarán en los Campos de Paz. Sefaran y las cuarenta generaciones del Trueno tras él, Bharadvaj, Erissin, los mensajeros de los hijos de Apolo, el poderoso Barkhan Seer y sus siete discípulos del corazón (Lehrmon entre ellos), mi maestro Orest, Melchard, yo mismo y otros trescientos más que ya estarán en los Campos de Paz o de camino hacia ellos desde las esferas de las Alturas. Todos unirán sus Voces para el gran ritual iniciado a través de las piedras que Lehrmon y tú llevaréis a la Meseta de Sorana ―el destino, en forma de dedo índice de Gervin, me señalaba.

Asentí como si nada, descansando en el Dragón de las Profundidades, como solía hacer cuando recibía instrucciones de Marek en alguna misión.

― ¿Por qué se elige la Meseta de Sorana? ¿Por qué no unir las piedras en uno de los templos?

― Cuando entiendas el preciso mecanismo de la trasferencia, entenderás por qué sólo un desierto es lo adecuado. En Eisraim o Lasseera habría demasiada interferencia proveniente de los pensamientos de la gente y sus actividades rituales. La cadena montañosa de Lasraim bloquea las vibraciones que vienen del sur y del oeste. El lugar de la trasferencia está situacdo entre altas mesetas que nunca han sido habitadas y se extienden a lo largo de cientos de legítimas millas.

― Si tan grande es la reunión del Trueno, ¿cómo podría ir algo mal?

― No te equivoques, Szar, ¡hay varias cosas que podrían ir mal! ―Gervin fue inflexible――. Para empezar, hay gran incertidumbre sobre si las piedras blandas se comportarán, conociendo el avanzado estado de desintegración de los campos en ese momento. Esta es otra razón por la cual es importante elegir un desierto: habrá menos probabilidades de ser inundados por la mugre elemental que habrá tomado el reino entero para entonces. Pero hay peligros incluso mayores. Las piedras del Archivo contendrán un poder inmenso, que será perceptible desde lejos por bandidos de todas clases. Los mayores jugadores de los juegos de poder del reino podrían volverse contra nosotros.

Espacios Infinitos. Periferia del tiempo. Él vendrá.

― ¿Debemos entonces estar preparados ante la posibilidad de que ataquen nuestro templo? ―pregunté.

― No necesariamente. Las piedras del archivo no serán cargadas hasta el último momento. Pero tan pronto como se inicie el proceso final, aparecerán enemigos desde todas las direcciones, persiguiendo las piedras como osos olfateando miel ―advirtió Gervin―. La fuerza contenida en estas piedras será formidable. Cualquiera que las robe podría dominar poderes fenomenales y ganar el estatus de un rey.

― ¿Significa esto que los ladrones tendrían las llaves del Archivo?

― No, el conocimiento permanecerá sellado para ellos y también las conexiones a los dioses y los ángeles. Pero la carga de las piedras será tan intensa que podría ser usada como poder puro, concediendo asombrosas habilidades psíquicas.

Cuando pregunté qué bandas organizadas podrían atacarnos, Gervin enumeró una larga lista:

― Los Cazadores Néfilim de Jex Belaran para empezar, e incluso más los Cazadores Renegados que desertaron de Jex Belaran. Los gigantes Nefilim también son una gran amenaza. Aunque viven en la Península Este, podrían sentir la tentación de enviar un ejército contra nosotros. El peligro también podría venir de órdenes hambrientas de poder como las Vestiduras Negras (aquellas que destruyeron el templo de Karlinga donde Teyani y la madre de Elyani solían vivir), la Orden de la Renovación Eterna, las Túnicas Blancas de Senclor o secciones del palacio del rey ―Gervin se detuvo, mirando directamente en mi interior―. Cuando llegue la hora, la batalla será total. Todas las fuerzas del reino querrán esas piedras. ¡El mismo rey de la Atlántida podría bien decidir que el Archivo debe caer en sus manos!

Sonreí desde el Dragón.

― Maestro Gervin, ¿cuáles son mis instrucciones?

En tono solemne, Gervin declaró:

― No sólo estarás a cargo de llevar la piedra de Eisraim a la Meseta de Sorona, el consejo del Archivo ha decidido que estarás a cargo de organizar todas las operaciones que tendrán lugar en el reino.

El Dragón dio la bienvenida a las trascendentales noticias con ondas vrufeantes. En los ojos de Gervin vivía la eternidad. En mi cabeza, el silencio de miles de campos de estrellas.

Desde Eisraim a Filadelfia. El Trueno está llamando.

― ¿Qué es el Consejo del Archivo? ―pregunté.

― Los Maestros del Trueno que supervisan el proyecto del Archivo. Yo soy uno de ellos. Tras deliberar, hemos decidido que tú serás el comandante de las operaciones en el reino.

Vuelo del Pájaro del Trueno. Lo que es siempre será. ¿Para qué afligirse?

― Pero Gervin, ¿por qué no usted?

― En el momento de la trasferencia yo ya no estaré en el reino. Habré dejado mi cuerpo físico y estaré supervisando las maniobras desde los Campos de Paz.

Me inundó una ola de angustia.

― ¿Quiere esto decir que estará… muerto?

― Muerto para el reino ―Gervin se encogió de hombros― ¿Y qué?

― ¿Y renacido en los Campos de Paz? ―pregunté.

― ¡Yo ya vivo en los Campos de Paz! ―dijo.

¡Así que Gervin era un paralelo! Reteniendo mis lágrimas desde el Dragón, contemplé al hermoso hombre, preguntándome qué forma gloriosa asumiría en su encarnación en los Campos de Paz.

― Podemos discutir esto más tarde ―Gervin continuó―. Respecto a la elección del consejo, el hecho de que pasaras casi dos legítimos años entrenándote en Monte Lohrzen, una de las mejores escuelas militares del reino, te convierte en un candidato ideal para organizar las maniobras en tierra. Otra razón para tu nombramiento es que la comunicación entre tú y yo será fácil, y rápida como el relámpago. Esto será esencial, especialmente en las fases finales. Hay también algunas otras cosas sobre ti que se aclararán en los meses venideros y justificarán la decisión del consejo.

Sólo un susurro. Extendido a través de un millón de campos de estrellas. Todavía podría fracasar todo.

¿Qué Inframundos era aquel extraño brillo en sus ojos? Conocía lo suficiente a aquel hombre para saber que había fénix encerrado, pero también que no tenía sentido insistir, no diría nada más.

― Si la situación no fuese tan crítica ―continuó Gervin―, primero hubieses sido mi asistente durante algunos años antes de ponerte al mando aquí abajo. Pero el tiempo se acaba, Szar. Necesito que ofrezcas lo mejor de ti ahora, no dentro de cinco años.

― ¿Aceptarán Lehrmon y el Maestro Woolly trabajar bajo mis órdenes? ―me preocupé, siendo un nuevo miembro del equipo del Archivo.

A Gervin le divertía mi pregunta.

― Lehrmon, que también es un miembro del Consejo del Archivo, te ha recomendado efusivamente. Te alegrará saber que, desde los Campos de Paz, el consejo observaba cuidadosamente las operaciones militares en las que estuviste involucrado cuando estabas bajo las órdenes de Marek. Y también la manera en la que te mantuviste firme cuando fuiste tentado por Verzazyel el Vigilante.

Tragué saliva, sin saber bien de qué había escapado.

― Respecto a Woolly, ha respaldado completamente la decisión del consejo ―atusándose la barba, Gervin añadió―: Tan pronto como escuchó que, para ir de un sitio a otro del templo, sólo usabas los tejados, Woolly dijo: “¡Es nuestro hombre!”.

En las alas de un pájaro del paraíso, Woolly morirá.

― También debes comprender que Lerhmon, Woolly y sus equipos en Esiraim y Lasseera estarán extraordinariamente ocupados completando las fases finales de la preparación de las piedras ―continuó Gervin―. Estarán muy contentos de ceder la parte organizativa de la operación y concentrarse únicamente en los detalles técnicos de las piedras blandas.

En las alas de un pájaro del paraíso, Woolly renacerá.

Gervin sonrió elusivamente, mostrándome que estaba leyendo cosas en mi interior que yo mismo no podía ver.

― Te diré ahora tus instrucciones precisas: treinta y seis piedras del Archivo han sido preparadas en Lasseera y setenta y una en Eisraim. Dos de ellas serán seleccionadas en el último momento, una en cada templo. Tu misión será asegurarte de que el proceso de carga suceda adecuadamente para ambas. Después las dos piedras deberán ser transportadas a la Meseta de Sorana. Esta será la fase más peligrosa, el momento en el que cierto número de fuerzas adversas podrían atacar. Una vez hayas alcanzado la Meseta Alta, casi nada podría ir mal: el gran ritual de la trasferencia del Archivo será realizado desde los Campos de Paz, y poco se deberá hacer en el reino. En otras palabras, lleva las piedras a Sorana, ¡y el Trueno hará el resto!

El entramado, agonizando. El reino, devastado. Melchard y Namron, asesinados por los invasores. El templo vacío. El Archivo amenazado. Con Teyani cruzarás el gran abismo.

Sintonizando sobre mi cabeza, Gervin ordenó:

― Debes preparar cuidadosamente tu estrategia y presentarla al consejo. Quiero un plan maestro, Szar, ¡un trabajo de arte! Estoy aquí para inspirarte y discutir todos los detalles, pero quiero que el plan venga de ti.

― ¿Qué tipo de legítima estructura temporal debería observar?

― En el futuro próximo, nadie sabe cuándo exactamente, un tipo particular de fangosa mugre elemental, proveniente del cuarto mundo intermedio, comenzará a inundar los campos. Durante una noche entera, se oirá por todo el reino el aullido de los perros. Todos los animales producirán un gran clamor. Poco después, la locura golpeará pueblos enteros, la gente se matará entre sí sin motivo. Tras la noche de los perros aulladores, estimo que sólo será cuestión de meses antes del colapso total del entramado de los campos. Espera la señal final para la trasferencia del Archivo entre tres y seis meses después de esa noche.

Discutiendo nuestros recursos, Gervin me advirtió que podría involucrar a quien quisiera tanto en Eisraim como en Lasseera. Si lo necesitaba, también podía conseguir a las armadas de la región de Eisraim, pero no eran muy fiables.

― Confío en que conseguirás varias ideas originales ―concluyó.

Desde el susurro, victoria. Todo podría fallar todavía.

― Una última cosa, Szar de la Túnica Marrón ―Gervin clavó su mirada en la mía―. He prometido que te iniciaría en el Trueno antes de que tenga lugar la trasferencia del Archivo. El Trueno no es un poder fácil de conseguir. Espera sorpresas, especialmente durante el periodo anterior a tu iniciación, y no todas ellas serán agradables. Necesitarás ser fuerte, Szar. ¡Y estar despierto!

9.32 El embudo del Punto, puerta de entrada del cuerpo astral

Salí del apartamento de Gervin siendo un hombre diferente, viviendo en un mundo diferente, un mundo en el que la luz era más brillante, la forma de los edificios más precisa, el sonido de las piedras bajo mis zapatos más crujiente. En contraste, los transeúntes parecían incluso más dormidos e inútiles, con sus mentes llenas de densa niebla y sus corazones dichosamente indiferentes de la urgencia mortal de la situación.

Cuando llegué al patio de Elyani, hice un comentario sobre su vestido y anuncié:

― Tengo noticias de los Campos de Paz. Son archi secretas, pero Gervin dijo que tú podías leer a través de mí si querías ―y abrí mis brazos y cerré mis ojos, dejando mi mente vacía para dejarla entrar.

― Lo siento ―dijo―, no puedo ver nada.

Abrí los ojos y fruncí el ceño desconfiadamente.

La hizo reír.

― ¿Me lo contarás?

Cuando escuchó las noticias exclamó:

― ¡Pero eso ya lo sabía! Gervin hacía tiempo que había profetizado que tú serías el comandante del lado del reino del proyecto del archivo. Por eso te envió al templo de Vulcano. En cierto momento incluso pensó en entrenarte en la ciudadela de los gigantes Nefilim, diciendo que sería excelente para tu desarrollo espiritual. El problema era que, la escuela militar de los gigantes Nefilim es algo así como un club exclusivo. Szar-ka no cumplía el perfil. Alcibyadi se rió tanto cuando escucho esto…

― ¿Sabe Alcibyadi todo esto? ―dije con voz entrecortada.

― Cuando no se le dice a Alcibyadi algo importante, suele profetizarlo. Entonces, naturalmente, por la misma razón, ve todo tipo de cosas que no se supone que deba ver ―Elyani se encogió de hombros―. Por eso Gervin prefiere contarnos las cosas inmediatamente. Normalmente llama primero a Teyani, porque ella es incluso más…

― ¡Lo sé, lo sé! ―me senté en el césped, apoyando la cabeza en mis manos― ¿Puedo tomar una bebida blanca?

Se sentó a mi lado y puso sus manos a mi alrededor.

― ¿Se acerca la hora?

― ¡Podría ser! Nadie lo sabe, realmente.

― ¿Qué vas a hacer? ―preguntó Elyani.

El susurro contiene la respuesta. ¡No pierdas la llamada!

― Primero, conocer a todos los jugadores del juego, los amigos y los enemigos. Una de las cosas que me preocupa más es que, con respecto a la seguridad, la situación en Eisraim es catastrófica. Cualquier comando de un nivel medio podría aniquilar nuestro sistema de defensa en cuestión de segundos.

― Cuando volviste de los Hijos del Dragón, ¿no detectaron Namron y sus hombres tu llegada? ―preguntó ella.

― ¿Y qué? Si mis intenciones hubieran sido hostiles, me hubiera llevado menos de un legítimo minuto matarlos a los tres. Me preocupé en aquel momento porque me habían enseñado a nunca menospreciar al enemigo. Pero ahora que he observado a Namron y sus hombres, sé que no tienen ninguna posibilidad. Hace años que no han tomado parte en ninguna verdadera maniobra militar. Son magníficos cuando se trata de coger a un ladrón, pero odio imaginar qué pasaría si tuvieran que aguantar la dureza de un ataque real.

― Tu voz se vuelve tan diferente cuando hablas sobre guerra ―dijo ella, con un toque de ironía en su voz.

Me suavicé y me tumbé en la hierba, acercándola a mí.

― ¿Sabes cómo es la situación en el templo de Lasseera?

― ¿Acerca de su seguridad? ―preguntó ella.

Asentí.

― Probablemente la misma.

Me eché a reír.

― Bien, ¡déjame decirte que todo esto va a cambiar!

― ¿Tienes un plan, Dragón?

Caminando de vuelta a casa, a través de los campos de los pasillos, otra explosión más tuvo lugar sobre mi cabeza, un vislumbre del plan maestro completo que Gervin me había pedido que urdiese. Desafortunadamente estaba en la forma comprimida del Punto.

― ¿Cómo voy a descomprimir esto en forma de pensamientos inteligibles? ―pregunté a Elyani.

― Ahora que la semilla ha sido plantada en tu Punto ―me consoló―, madurará por si mismo. Dale algo de tiempo.

En este nuevo mundo, tiempo era precisamente lo que no tenía.

Inspirado en el Punto por el sistema de guía de los pasillos, había pensado unos cientos de cosas que debía preguntarle urgentemente sobre el reino en general y las artes militares del Punto en particular. De forma vivaz y colorida, Elyani respondió pregunta tras pregunta, con la suavidad del Águila respirando a través de su voz. Claramente, ¡el reino en el que ella vivía no era para nada tan impreciso como el reino en el que había vivido yo! Pero su Blanca paciencia era inmensa, nunca se cansaba de mi ilegítima ignorancia de la geografía del Centro Norte o las famosas castas del reino.

Cuando llegamos a discutir sobre las armas del Punto, sin embargo, su voz cambió. Me llamó “Hermano Caballero” y se sentó recta, con los ojos iluminados con la firme determinación de un desconocido ángel guerrero. Mientras contemplaba perplejo su fiera intensidad, me preguntó sobre la brisa del Inframundo que los Grandes Guerreros me habían enseñado a domar.

― Es la fuente del poder del Guerrero ―le dije―. Viene de abajo.

― ¿Puedes conseguirlo sólo en las puertas de Dragón?

― No, en todas partes.

― ¿Y por qué otra gente no puede extraer fuerzas de abajo? ―preguntó.

― ¡Lo hacen! Todos recibimos algo de esta brisa, pero sólo leves vapores o ínfimas gotas. Esta es la razón por la cual los cuerpos de las personas son tan débiles. Pero es todo lo que pueden soportar. Para aquellos que no han muerto en el Dragón, muchas energías de abajo son terriblemente tóxicas. Pueden matar en cuestión de segundos. Esta es una de las maneras en que los Grandes Guerreros destruyen a sus enemigos. Los alimentan con comida de Dragón. Extraen poderes de la Tierra y se los envían. Esto es lo extraño, el elixir de vida de los iniciados es veneno para los no iniciados.

― Con el Punto, el principio es exactamente el mismo, pero al revés ―explicó Elyani, y comparó el Punto con un embudo a través del cual gotas de conciencia mental descienden a la cabeza de las personas.

― ¿De todas las personas? ¿Incluso a aquellas que no saben nada del Punto?

― Todas ―asintió―. La misma sustancia de la mente viene a través del Punto.

Cara a cara con un cazador Nefilim. Uno de los dos debe morir. ¡Prepárate!

― ¿Quieres decir que la energía del cuerpo astral fluye hacia el interior de las personas a través del Punto como si fuera un embudo? ―atusé mi barba― Mmm… entonces no es difícil imaginar cómo podría ser usada como un arma.

― Cuéntame, Dragón.

― Si pudieras atascar el embudo del Punto de alguien, ningún pensamiento podría atravesarlo. Sería incapaz de pensar con lucidez ―me llevó tan sólo un par de segundos concluir―, claro que, para algunas personas eso probablemente no sea ninguna diferencia. Sus Puntos ya están bastante atascados, ¿verdad?

Elyani se rió entre dientes.

― Bien ―continué―, así que podríamos probar lo opuesto. Podríamos verter poderosas fuerzas en ellos a través de sus Puntos, y sus pequeñas cabezas humanas serían incapaces de aguantarlo. A lo mejor, harían cosas extrañas, como tirar cubos de fango blanco unos a otros. A lo peor, se caerían al suelo redondos, como gigantes Nefilim cuando su ciudadela fue atacada por los ángeles oscuros.

Ella asintió con aprobación, imitando juguetonamente la sonrisa peligrosa de Marek.

― Y por supuesto, también podríamos verter pensamientos concretos o cambios de humor a través del Punto ―continué―. ¿Crees que me podrías hacer algo así ahora, para ver si sé cómo defenderme?

― ¿De verdad que quieres que lo haga? ―me preguntó con tono de voz casi vrufeante.

― ¡Sí! Necesito aprender, Elyani ―el guerrero en mí habló con confianza.

― Bien, entonces… ―cerró sus ojos durante unos segundos.

Sentí una energía cayendo abiertamente en mi interior desde la cabeza.

― ¡Oh, mi Señor Melquisedec! ¿Qué es eso?

― Se llama ducha de veneno ―dijo ella.

― ¿Es así como se siente un ataque? ―mientras hacía la pregunta, suaves y juguetonas ondas vrufeantes empezaron a elevarse desde las profundidades de mi Dragón. Me eché a reír― ¿Qué me haces, suma sacerdotisa?

― ¡Defiéndete! ―me retó.

La guerra terminará, mi amor por ti no. ¡Sin Límites!

La única cosa que quería hacer era tomarla entre mis brazos.

― ¿Cómo esperas que luche con esto? ―protesté con ternura.

― ¡Vamos, Dragón, luchemos! ―sus ojos llameaban, con algo más que juego.

¿Qué le pasaba a mi pequeña Elyani?

― ¡Vamos! ―insistió.

― ¡Está bien!

La tomé en mis brazos y la hice rodar conmigo en el césped hasta que nuestras cabezas se acercaron a la brisa de la puerta de Dragón. Allí extraje poderosas ondas vrufeantes a mi cuerpo y dejé que fluyeran hasta ella.

― ¿Qué me haces, Dragón? ―explotó en cascadas de risa―. ¡Puedo oír música a través de las sietes esferas!

― ¡Debo luchar con lo que tengo! ―dije, enviándole más ondas.

― ¡Para! ―no podía dejar de reír― ¡Voy a explotar!

Inmediatamente neutralicé las ondas vrufeantes de su cuerpo.

― ¡No! ―protestó― ¡no tienes permiso para parar!

Iba a empezar de nuevo cuando recibí una señal de mis campos protectores. Me quedé quieto como una roca.

― Alguien viene.

― ¡Madre Teyani! ―Elyani todavía reía.

Me levanté y aclaré mi garganta, levantando a Elyani de la mano.

La gran maestra del ala femenina pronto apareció.

¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, mis niños! ¡Estás brillando! ―elogió a Elyani― ¡Nunca te había visto tan hermosa!

Yo tampoco.

Acabados los saludos Teyani anunció que había venido a hablar conmigo.

Elyani nos invitó a sentarnos en el césped.

― Estaba a punto de preparar una bebida muy especial ―dijo, y desapareció en su habitación.

Teyani empezó felicitándome por mi nombramiento como comandante de la operación de la trasferencia. Directamente anunció:

― He venido para asegurarte el apoyo del Águila, Szar, y también para ofrecerte mi ayuda.

― Me vendría muy bien la ayuda ―dije, contemplando su serena sonrisa―, especialmente viniendo de la poderosa Teyani del Águila Blanca.

Ella estableció contacto visual conmigo, parando el tiempo y encendiendo un camino ascendente de gozosas chispas en mi fuente, una luna llena bailando sobre mi cabeza, el Dragón abajo, recordando la gloria de los Antiguos Días de la Tierra, y el Águila a los lados para celebrar el misterio de la Red de Amor.

En el abismo de la oscuridad, Teyani caminará a tu lado. Juntos lucharéis en la última batalla. Ella nunca alcanzará Sorana.

― Szar ―ella reinició la marcha del tiempo―, quizá te interese que he pasado varios meses meditando en las montañas de Lasraim, cerca de la Meseta de Sorana ―percibiendo la manera en la que atusaba mi barba, se detuvo, inmensamente divertida.

Dejé caer mi mano.

― Hum… Ciertamente me gustaría explorar esta área.

Elyani regresó con una bandeja que contenía tres tazas rituales. Ofreció una a cada uno y se sentó al lado de Teyani.

― ¿Vas a llevarlo a la entrada del Valle del Necromante, Madre Teyani?

Teyani puso una de sus más enigmáticas sonrisas.

― ¡Esto sí que es una coincidencia interesante! ―conté a las Águilas Blancas que, aquella misma mañana, había pasado dos horas escuchando a Namron contar su noche salvaje en el Valle del Necromante.

Inaguantable era la palabra. Namron me había tomado por sorpresa mientras paseaba por los tejados, siguiendo a uno de los gatos de las Brujas Sabias en la distancia (estos gatos conocían cada rincón de los tejados, siguiéndolos había descubierto varios atajos estratégicos para conducirme de un enclave del templo a otro). Como no tenía legítima excusa esta vez, había tenido que sentarme con Namron y escuchar la horripilante historia: reflejos sin fin de su propia cara gritándole obscenidades, hordas de espectros persiguiéndolo, vientos glaciales congelando sus huesos, enormes pájaros vomitando torrentes de fango negro sobre su cabeza, Pleurk, hijo de Pleurk resucitado de los pantanos, con la cara cubierta de llagas y las cavernas de la enfermedad brillando en sus ojos. Pleurk atacándolo una y otra vez… La narrativa continuó hasta que finalmente tuve que irme para mi cita con Gervin. “¡Pero realmente quiero saber el final!”, había asegurado al desilusionado Namron mientras echaba a correr.

“Te creo”, había contestado Namron, tras tirar un denso escupitajo negro al callejón e inhalar profundamente. “Te creo”.

― ¿Es realmente tan malo? ―pregunté a las Águilas Blancas.

El Valle del Necromante unía la región de Eisraim a la Meseta Alta, atravesando las montañas de Lasraim. Esto le daba una formidable importancia estratégica, podía ahorrarme una semana de escalada de montaña en el momento crítico del transporte de las piedras del Archivo.

― Bastante malo, sí ―Teyani hizo una delicada mueca que, hasta ese momento, sólo había visto hacer a Elyani.

― ¡No tienes ni i-dea! ―secundó Elyani―. Una vez, Teyani nos llevó a Alcibyadi, Lehrmon y a mí a la entrada del Valle. ¡Era ilegítimamente extraño! Alcibyadi y yo no podíamos parar de reír y llorar al mismo tiempo. Y Lehrmon, que todavía no había sido iniciado en el Trueno, reaccionó justo como tú cuando escuchaste a las sacerdotisas del Amanecer de la Creación.

― Y era sólo la entrada ―añadió Teyani.

El puño derecho alzado hacia el cielo, gritando: “Gervin, Gervin, ¡no estoy dormido!

Todavía no me rendía.

― ¿Pero por qué es este valle tan peligroso? ―pregunté a las Águilas.

Teyani respondió:

― Hace mucho tiempo, en los primeros días del reino, el valle había sido encantado por un poderoso mago del lado oscuro. Era Harmag el Necromante, un hijo de Azazel el Vigilante. Ha dejado tanto de su brujería en el valle, que miles de años después, todavía se considera uno de los lugares más embrujados del reino. Nadie visita nunca el Valle del Necromante. Los mismos Nefilim lo han abandonado. Normalmente, a los Nefilim les gustan los lugares donde los Vigilantes han dejado algo de su energía. Los consideran lugares de peregrinaje, a los que van en tropel con la esperanza de conseguir poder. Pero en el Valle del Necromante, nadie ha conseguido nada más que la muerte. Hace cuatrocientos años, los Nefilim dejaron de peregrinas a nuestro país.

La Muerte, esperando en el valle. Lohrzen había previsto la batalla.

― Fascinante ―toqué la placa de oricalco de Lohrzen en mi cuello, recordando la entrada a la cueva de Verzazyel―. Quiero ver la entrada a este valle, Teyani. ¿Cuándo podría ir a inspeccionar las montañas con usted?

Teyani colocó mi brazo alrededor de los hombros de Elyani.

― Quizá podríamos ir los tres cuando Maryani regrese del Inframundo.

Elyani aplaudió la idea.

― ¿Qué opinas, Comandante?

Había tanta alegría brillando en aquellas mujeres que, durante un segundo, pude pensar en el descenso de Maryani sin estar obsesionado por la memoria de Vivyani.

― ¡Siempre preparado para seguir al Águila! ―me rendí incondicionalmente.

― ¡Así sea, pues! ―Teyani tomó la palabra. Nos hizo cerrar los ojos para invocar al Águila Blanca y pedir su bendición para nuestro viaje.

Cuando Teyani estaba cerca, la Luz del Águila se vertía como las lluvias del monzón en la región de las Marismas Eternas. Coloqué mis manos una sobre la otra, como en el ritual del Águila. La gozosa energía inundó mi corazón.

Las campanas tocan por el destino de Elyani. Los dioses han lanzado la daiva.

Cuando abrí los ojos, Elyani y Teyani se miraban, Elyani tremendamente angustiada, Teyani cogiéndola de la mano. ¿Había hecho algo malo?

Teyani se giró lentamente hacia mí y sacudió la cabeza para tranquilizarme.

― Cuéntanos sobre Maryani ―preguntó, todavía sosteniendo la mano de Elyani―. ¿Has pensado qué vas a hacer con ella?

Extrayendo toda la dulzura de los Inframundos, sostuve a Elyani entre los brazos del Dragón.

― Teyani, en este asunto, debo pedirte instrucciones.

― ¿Qué instrucciones? ―la gran maestra se encogió de hombros―. El Águila dijo que debías hacer lo que quisieras. ¡Haz lo que quieras, Comandante!

― ¿Y si el descenso de Maryani fuera breve, por ejemplo, no más de una noche? Me gustaría llevarla a las profundidades de mi Madre Dragón. Si tengo éxito, podría mostrarle mucho más en una hora de lo que vi en seis semanas enteras durante mi primer descenso. ¿Pero estaría Maryani cualificada entonces para convertirse en una suma sacerdotisas del Águila tras un viaje tan corto?

― ¡Legítimamente cierto! ―Teyani era inequívoca―. Szar, los presagios del Águila sobre el descenso de Maryani eran excelentes, en el caso que tú aceptases guiarla. Y yo confío que todo lo que suceda será la voluntad del Águila.

Tras pasar un momento hablando sobre las maravillas de los Inframundos Profundos, Teyani nos bendijo uniendo nuestras manos y se fue.

Elyani y yo nos sumergimos en un abrazo.

― ¿Qué sucede, Águila hermosa?

― No lo sé ―se escondió en mi capa marrón―. Teyani y yo percibimos otro extraño presagio cuando invocamos al Águila Blanca hace un momento.

― ¿Presagio? ¿Qué presagio?

Ella lloraba.

― No está claro. Ya ha habido varios como este. Es algo sobre mí, pero no sabemos qué.

― ¿Has pedido al oráculo del Águila una explicación precisa?

Ella negó con la cabeza.

― Preguntaré sólo si quieres que lo haga.

― ¿Por qué no debemos preguntar?

― ¿Y si no hubiese nada que pudiéramos hacer? ―ella emergió de mi capa― ¿qué bien nos haría preguntar?

― Confío en el Águila tanto como en ti y en Teyani. No creo que nada malo pueda venir de pedir su consejo.

Ella lloraba con dignidad, con el fiero brillo del ángel guerrero todavía en sus ojos.

― Tengo… miedo.

Cero pensamientos, sólo Dragón dejé que la suprema quietud de mi Madre fluyese a su interior.

Con todo mi corazón, con toda mi mente, estoy contigo, incluso cuando estoy lejos. Águila Blanca, Águila Blanca, desde el final al principio, te he amado. Desde la Fosa de la Eternidad a través de la Gran Noche de la Lejanía, te amaré.

― ¡Bien! ―Elyani recuperó su coraje tras un breve momento―. Iré a la capilla del Águila e invocaré el oráculo con Teyani ―se deshizo gentilmente de mi abrazo―. Nos encontraremos en el tejado al atardecer.

― ¡Te amaré! ―las palabras salieron de mi boca mezcladas por la confusión―. Quiero decir, ¡te amo!

El Águila Blanca miró profundamente en mi interior, como si desde el Límite de las Alturas.

Después se dio la vuelta y se fue, sin decir una palabra.

9.33 El campo de identificación

― Entonces… ―Namron hizo una pausa, bajando la mirada hacia el callejón. Los sacerdotes de Baltham estaban sacando una litera funeral de su capilla―. Se desmoronan uno tras otro. Me pregunto qué está haciendo su dios ―comentó, y continuó con su narración―. Entonces, lo que pasó cuando salí de aquel miserable pantano contestará tu pregunta.

― ¿Mi pregunta? ―dije contemplando la procesión de sacerdotes, y preguntándome cuánto más de la historia de Namron sería capaz de aguantar ese día.

― Me preguntaste por qué nunca llevo zapatos.

― Ah, sí ―le había preguntado aquello tan sólo dos días antes, pero habían sucedido tantas cosas en su historia desde entonces que parecía que hubiese sido antes de la Ley de Melquisedec.

― Entonces, salí del pantano cubierto con el más pútrido y espumoso fango negruzco, incluso peor que el segundo pantano donde había intentado rescatar a Pleurk ―me miró para asegurarse de que le seguía.

― Pleurk, hijo de Pleurk ―repetí, para hacerle saber que estaba con él.

― ¡Eso es! ―exclamó satisfecho―. En aquel momento yo pensaba que Pleurk estaba muerto. ¡Qué poco sabía! De todas formas, entonces, mientras estaba sacándome el fango de la cara, ignorando los fantasmas que se burlaban de mí, haciendo todo lo posible para repeler la densa nube de mosquitos que habían aparecido de la nada y descubriendo con horror que mis piernas estaban cubiertas de sanguijuelas, sucedió la cosa más espantosa ―descargó ruidosamente un montón de raíz negra demasiado mascada en el callejón―, ¡mis zapatos habían abandonado mis pies y habían comenzado a caminar delante de mí!

― ¡Pero esto es terrible, Namron! ―localizando un gato en un tejado de una capilla, dos callejones frente a nosotros, lo llamé con un “Tss, tss…” a través de la oscuridad visible. El gato se detuvo, giró su cabeza y me miró.

― No tienes idea de cuán profundamente me afectó esto ―Namron continuó―. Es porque soy un hombre que, con sólo echar un vistazo a los pies de alguien, puedo decir exactamente qué tipo de persona es. Hay algo extremadamente personal en ellos, y esta es la razón por la cual los escondemos legítimamente en los templos de los zapatos.

― Ya veo ―observé como el alma felina continuaba con su paseo―. Bien Namron, ahora lo entiendo todo, así que quizá podríamos hablar de…

― Espera ―interrumpió Namron con ansiedad―, lo peor todavía no había sucedido. Lo creas o no, los zapatos se dieron media vuelta, caminaron hacia mí y empezaron a patearme salvajemente. Entonces…

Respirando profundamente y pensando en el Águila Blanca, seguí la loca carrera de Namron mientras corría por su vida a través del Valle del Necromante, perseguido por sus zapatos.

― ¡Namron! ―tuve que detenerlo unos minutos después―. Tendré que irme pronto. El Maestro Woolly me espera ―apunté hacia los Genios de los Campos, sobre cuyas cabezas estábamos sentados.

El viejo soldado sonrió burlonamente.

― No eres el primero al que amedrenta esta parte de la historia, ¿sabes?

Caminando en el valle, Teyani a tu lado.

― Pero realmente quiero escuchar el resto de la historia, mi amigo en la Ley.

― ¿Quieres? ―la cara agradecida de Namron brillaba con la luz de una verdadera y legítima amistad.

Legitima y realmente. Ahora ―continué raudo― necesito discutir asuntos referentes a la seguridad contigo.

― ¿Seguridad? ―su sentido del deber tomó el mando, encontrando la fuerza para salir del valle― ¡Qué oportuno, mi amigo en la Ley! ¿Has escuchado que el templo principal de la región de Llanuras del Oeste acaba de ser atacado por bandidos? Han sido robadas preciosas reliquias y han asesinado algunas personas.

― Pero yo pensaba que una multitud de sacerdotes se habían reunido allí para llevar a cabo un ritual para restaurar el clima…

Namron escupió hacia el callejón.

― Esto no evitó que la banda entrase en el templo a plena luz del día. Mataron diecisiete personas e hirieron muchas más. Buscaban las vasijas de oro, parte del incalculable equipo ritual que había sido usado en el pasado por grandes santos de aquel templo.

― Esto debe haber conmocionado horriblemente a la asamblea de sacerdotes. ¿Y quiénes eran los bandidos? ―pregunté― ¿Podrían ser los Cazadores Nefilim Renegados?

Namron negó con la cabeza.

― No es su estilo. Los Cazadores Renegados solo matan cuando es necesario, les gustan los trabajos limpios. Estos dejaron un lio del Inframundo tras ellos. Rompieron estatuas por todas partes, y asesinaron a todos los sacerdotes que se encontraron en su camino. A mí me suena que podrían ser desertores del ejército del rey de la Atlántida.

Bajé la mirada a mi palma izquierda.

― ¿Hay muchas bandas de desertores como esta?

― Unas cuantas. En el ejército del rey abunda la corrupción, mi amigo en la Ley. Algunas de estas bandas de desertores incluso trabajan para oficiales de alto rango que viven en la corte de nuestro rey.

― ¡Qué triste! ―suspiré―. Por lo menos los soldados del rey no son muy peligrosos.

Namron se echó a reír y puso su mano en mi hombro.

― ¿Nada más que pienso de Dragón?

― Prácticamente. Cuando estaba en Monte Lohrzen, estudié su estilo de lucha. Es espantoso. Batallones enteros pueden ser diezmados en cuestión de segundos.

― Me encanta oírte hablar así, mi amigo en la Ley ―Namron estaba animado.

Cielo de Revelación. Los Hijos de Apolo han hablado con Kartendranath. Él sabe que vienes. En este mismo minuto, te está observando. ¡Tiembla!

― Dime, Namron, ¿cuán poderosa es la armada de nuestro príncipe? ¿Podríamos contar con ella si lo necesitásemos?

― Es una armada pequeña, no más de mil hombres. Sus estándares militares probablemente te parezcan bajos, pero tienen integridad. Sus oficiales están limpios. El príncipe de la región de Eisraim es un hombre sabio. Estudió en nuestro templo durante su juventud. Su administración está casi libre de corrupción.

― Mmm… Bueno saberlo. ¿Y qué hay de la región de Lasseera?

― Está bien. El problema con Lasseera es que está demasiado cerca de la región de los Lagos del Norte, que está podrida de Cazadores Renegados. Pero en la misma región de Lasseera, la situación no es demasiado ilegítima.

Vimos cómo salía otra camilla funeral de la capilla de Baltham.

Le gustas a Kartendranath. ¡Tiembla! El pulso de tu vida.

― Namron, estamos al borde del desastre ―dije gravemente ―. Nuestro templo está completamente desprotegido, ¿verdad?

Namron habló con desdén:

― ¡Me alegra oír que no soy el único que puede verlo!

― ¿Tienes un plan, Namron?

Namron se encogió de hombros con impotencia.

― ¿Qué plan podría tener con un equipo de doce hombres, de los cuales sólo la mitad son soldados entrenados? No es que me haya dado por vencido, pero… ―llenó su boca de raíz negra―. ¿Qué hay de ti, Gran Guerrero? ¿Tienes un plan?

Lo miré directamente.

― ¿Te gustaría que lo tuviese?

― ¿Qué si me gustaría un plan? ―Namron levantó sus manos hacia los dioses―. Hombre de la Ley, he pasado quince legítimos años de mi vida cuidando a todas estas personas. Durante todo este tiempo, no han robado ni una de sus reliquias. En todas las ocasiones que han necesitado ayuda, yo o uno de mis hombres les hemos tomado de la mano y llevado de vuelta a su habitación. Sólo pensar en lo que está a punto de caer sobre sus cabezas me da náuseas. Tengo pesadillas que me despiertan por la noche. Me gustaría cualquier cosa que pudiese garantizar la seguridad del templo.

Me atusé la barba.

― ¿Cuántas personas hay en el templo?

― Cerca de mil cien sacerdotes y sacerdotisas. Casi la mitad de ellos nunca sale de su habitación, o sólo circula entre su habitación y la capilla. Además de esto, hay alrededor de dos mil legítimos sirvientes y guardas de varias castas.

― ¿Y si mi plan implicase cambios drásticos? ―pregunté.

― Me gustaría saber cómo Inframundos piensas convencer a los sabios de este templo de que es necesario implementar esos cambios drásticos ―dijo Namron con sarcasmo.

La sonrisa peligrosa de los Guerreros reapareció en mi cara.

― Mmm… es posible que tenga algunas ideas sobre cómo despertarlos.

― ¿Lo dices en serio? ―la cara de Namron se iluminó.

Todavía sonriendo, descansé en el Dragón.

― Mortalmente en serio, Namron.

― ¡Estaremos contigo, Guerrero! ―declaró el pequeño hombre con total determinación.

Amigo de tu padre, testigo de tu nacimiento, la Hormiga conoce el susurro.

― ¿Y si empezamos el trabajo ahora mismo? ―decidí.

Namron frunció el ceño, preguntándose qué esperar.

― Quiero encontrar todas y cada unas de las maneras de forzar el sistema de identificación que me detectó cuando volví al templo. Dime, Namron, ¿cómo funciona?

― Es un campo del Punto ―explicó Namron―. Cada una de las personas de este templo está registrada en el campo. El campo contiene una huella de su energía. Cuando alguien que no está registrado en el campo se acerca al templo, se genera una señal del Punto. Detectamos la señal y vamos a comprobar a la persona. Si su presencia en el templo es legítima, los registramos en el campo. Tras esto pueden entrar y salir como les plazca. ¿Quieres que te enseñe cómo conectar con el campo de identificación?

― No ―sacudí la cabeza―. Quiero que me borres del registro, ahora.

Namron sonrió, mostrando sus dos filas de dientes ennegrecidos por la raíz negra.

― ¿Juegos de guerra?

― ¡Sólo un ejercicio! ―Observé a Namron cerrar sus ojos durante unos segundos, sintiendo cuidadosamente las energías que estaba manejando desde el Punto.

― ¡Hecho! ―anunció Namron―. Veamos cuánto tardan mis hombres en aparecer.

― Namron, pero ¿y si expertos del Punto quisieran infiltrarse en este campo de identificación? ¿Realmente crees que tendrían mucha dificultad para forzarlo?

― Nunca lo hemos probado. Tendrían que ser verdaderos expertos.

Hombre de la Ley ―repliqué desesperado―, ¿te das cuenta de la clase de entrenamiento que reciben los Cazadores Nefilim?

Pensativo, Namron masticaba su raíz negra.

― ¿Y qué crees que pasará con nuestro sistema de identificación cuando el entramado de los campos se derrumbe? ―pregunté.

Namron se encogió de hombros.

― Se derrumbará, como todo lo demás.

Las siluetas de dos de sus hombres pronto aparecieron en un tejado lejano, corriendo hacia nosotros. Namron los saludó para tranquilizarlos.

― Te volveré a registrar ahora ―dijo.

― Namron, ¡este sistema de seguridad no va a funcionar! ―le dije consternado. Sin más comentarios salté hacia el callejón, y me despedí desde abajo.

9.34 Mal día

Aterricé en el callejón, justo enfrente de la puerta de los Genios de los Campos. ¿Para qué preocuparme por conmocionar a los transeúntes, si de todas formas, ni uno de ellos se había percatado de mi ilegítima llegada?

¡Durmientes!

Esta vez, decidí no llamar. Abrí la puerta de la capilla y entré. Tres Genios de los Campos trabajaban en la habitación. Ni siquiera se giraron hacia mí, siguieron con sus actividades como si yo estuviese visitándolos a través de la oscuridad visible.

“¿Cuánto tiempo le llevaría a un luchador entrenado eliminarlos a los tres?”, me pregunté. A mí me hubiese llevado menos de quince segundos.

Evitando cuidadosamente las botellas del suelo, respiré los familiares aromas y bajé a las bodegas. Antes de acercarme a Woolly hice mi energía invisible en la oscuridad visible y me dirigí silenciosamente a la habitación donde se guardaban sus más preciadas piedras. Utilizando el olfato y descansando en mi Madre Dragón, cogí los dos botes que contenían las energías más vibrantes y los puse en un gran bolsillo de mi túnica marrón.

Entonces fui a encontrarme con el gurú de las piedras blandas.

¡Alabado sea el Señor, Comandante! ―me dio la bienvenida, con los ojos fijos en un cubo de fango blanco.

¡Toda la gloria sea para Nuestro Señor Melquisedec, Maestro Woolly! Necesito hablar contigo.

― ¡Háblame, Comandante! ―Woolly siguió trabajando.

―Woolly, tenemos un gran problema con la seguridad. Cualquiera podría entrar y arrasar con tus bebés.

Woolly hizo una mueca.

― ¿Estamos llegando al punto en que esto puede suceder?

― El templo principal de las Llanuras del Oeste acaba de ser saqueado ―le conté―. Y el ataque tuvo lugar en el medio de un gran ritual que convocó a cientos de expertos en la Voz.

― Suena como si los bandidos tuviesen sentido del humor ―dijo Woolly con desprecio―. Me puedo imaginar las caras de aquellas legítimas viejas ratas.

― Woolly, si esto nos sucede a nosotros, no te vas a reír.

― ¡Cierto! ―reconoció―. Una de mis esperanzas ha sido que los bandidos vayan a por el oro y el oricalco del templo, en vez de mis piedras.

Hombre de la Ley, las piedras blandas de tu capilla valen una enorme fortuna.

― ¿Verdad? ―sonrió orgulloso.

Saqué los dos botes de mi bolsillo y los coloqué en el banco frente a su nariz.

― ¿Y si me hubiese ido con estas dos? ¿Cuánto oro crees que podría conseguir por ellas?

Woolly se quedó pálido. Por primera vez, me miró.

― ¿Cómo has entrado en esa cripta? ¿No había nadie en la habitación contigua?

Sacudí la cabeza

― Incluso si hubiera habido alguien, no me hubiera llevado mucho tiempo entrar.

Se mordió los labios pensativo.

― ¿Qué tal las piedras del Archivo? ―pregunté.

― ¡Mucho, mucho mejor! ―me aseguró. Cogió los dos botes que había traído conmigo―. ¡Sígueme, Comandante!

Me llevó a otra bodega levemente iluminada, llena de cubos de fango blanco.

― ¿Dónde están las piedras del Archivo, Comandante? ―preguntó juguetonamente.

Descansé en el Dragón de las Profundidades.

― ¿Debo suponer que su energía es un poco como la de Lilu?

― ¡Buena suposición, hombre de la Ley!

Sintonicé con cada uno de los cubos.

― Éste es tan hermoso como el Mar Fundido ―comenté mientras lo hacía, intercambiando una mirada de experto con Woolly. Pero, desde las profundidades del Dragón, me atrajo una de las paredes.

Era una pared en blanco, hecha de plass normal, brillando con el mismo tono blanquecino del resto de las bodegas. La toqué. No parecía ser falsa. Me giré hacia Woolly. No dijo nada, pero pude leer en su cara que aquella no era una pared común.

Me volví de nuevo hacia la pared y me quedé dracónicamente quieto, sintonizando en el Punto.

Un millón de soles en el ojo de una aguja. Tú bailas.

Una experiencia ilegítimamente extraña.

A través de la gran Noche, durmió toda la creación. Él no lo hizo.

Los centros energéticos sobre mi cabeza se encendieron como antorchar. Extraordinariamente vibrantes.

Viendo los primeros brillos del Amanecer Cósmico, él reinició Espacio Matriz.

Era como ser transportado de vuelta a la cueva de Verzazyel. La misma atmósfera de extrañeza.

El río del infinito, cantando la Canción de la Creación.

Impresiones vívidas inundaron mi mente.

El ritual de Felicia tuvo éxito. Ha conquistado el fuego de los Vigilantes.

Los pasillos donde había soñado la danza cósmica…

¿Hiram? ¡Al Punto, Hermano Caballero!

La cripta donde había descubierto a Felicia…

253647688965896543557892425390657612...

De la nada, algo chasqueó en los centros sobre mi cabeza.

Hubo un estallido y apareció una abertura en la pared, un pasillo que llevaba a otra bodega.

― ¡Mierda! ―Woolly se puso furioso― ¡Mierda! ¡Dragón gilipollas! ¿Cómo horrible Inframundo has hecho eso? ―me gritó― ¡Bastardo en la Ley!

Me giré hacia él, con la boca y los ojos abiertos de par en par.

0176549284365901832850192994578190563901235123546324...

― ¿Te ha enseñado Gervin cómo hacer esto? ―gritó.

Como seguía perplejo, siguió vociferando.

― ¡Habla! ¡Pero habla! ¡Mierda! ¡No me mires como una Sacerdotisa Azul!

― ¡Pero si nunca había oído nada sobre esto! ―protesté.

― ¡Horrible Inframundo! ¡Mientes! ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!

65023657304694301783...

― Woolly, es la pura verdad. ¡Nunca había oído hablar de este pasadizo!

Él pateó la pared viviente de forma salvaje con su pie derecho.

― Bien, ¡pues entonces es peor! ―siguió vociferando, tirándose del pelo rizado con las dos manos― ¡pero mierda! ¿Qué le habré hecho yo a la Diosa para merecer otro día así?

Alertado por el clamor, Ferman asomó la cabeza.

― ¿Está todo bien?

― ¡No! ―le gritó Woolly―. Por el momento no te necesitamos, ¡gracias!

Tranquilizado, el Genio de los Campos sonrió tranquilamente y se fue.

Woolly pateó la pared viviente de nuevo.

― ¡Jódete, Comandante! ¡Jódete, Dragón! ¡Jódete, Inframundo! ¿Qué estás intentando probar?

Invoqué la suavidad del Águila y lo miré a los ojos.

Límite de las Alturas. Blancura para siempre. Amor Eterno.

El aura de Woolly estaba completamente furiosa.

― ¡No lo puedo creer! ¡No puedo creer esta mierda! ¡Me niego a creer esta mierda!

Me giré hacia el pasadizo que había aparecido en la pared.

― Otro mecanismo del Punto, ¿verdad?

En un tono de voz casi normal, dijo:

― Pues no, ¡precisamente! No es otro mecanismo del Punto. Es magia de los Dragones Voladores. Lehrmon la trajo de vuelta desde más allá del Abismo de las Profundidades. Si cualquiera puede hacerla estallar, tenemos un gran problema.

“Los Dragones Voladores y los grandes problemas se llevan tan bien”, pensé. Pregunté a Woolly si podía entrar.

― Por supuesto ―dijo secamente―. De todas formas, estaba a punto de dejarte pasar.

Entré en una bodega que no era diferente de las demás: cubos en el suelo, brillos blanquecinos de las paredes vivientes, olores de fango blando y fragancias del Inframundo flotando en el aire.

― ¡Ah, mierda! ―Woolly golpeó el plass, esta vez con su puño―. ¡Lehrmon se pondrá fu-rio-so!

― ¿Cómo funciona exactamente? ―pregunté.

― Es simplemente una maldita puerta normal, pero el mecanismo engaña a tu conciencia para que creas que es una pared.

1057623948657103949691563003003003007684736...

― ¿Descansa el mecanismo en los campos? ―pregunté.

― ¡No! Esa es su belleza.

― Mmm… ¡pura magia de los Dragones Voladores! ―sintonicé con los cubos―. A propósito, Woolly, yo también tengo un mal día.

Woolly habló con desprecio:

― ¡Dicen que la Diosa se mea sobre nosotros! Todas las malditas piedras están perdiendo peso en este momento. ¡Todas!

Me preocupé.

― ¿Incluso Lilu?

― Ella es ahora la mitad de lo que era cuando me la devolviste.

― ¡Pero eso es terrible, Woolly! ¿Puedo tenerla otra vez?

― ¿No escuchas lo que digo? Szar, ¡por las partes íntimas de la Diosa! Cada una de las malditas setenta y una piedras del Archivo han empezado a perder sustancia.

El ave del paraíso, volando hacia el Inframundo.

― ¿Cuán grave es?

― No es demasiado horrible por ahora. Lehrmon ha estado inundando esta cripta con la Voz, para protegerla de la sobredosis de fango elemental. Pero estamos en un círculo vicioso. Sin los campos, las piedras no pueden crecer. Pero cada vez que exponemos las piedras a los campos, se contaminan con la negra basura elemental y se encogen en vez de crecer.

Tras una corta inspección de las vibraciones del lugar, concluí:

― Necesito explorar más profundamente el comportamiento de las piedras. Si puedo trabajar con Lilu, quizá tendría más ideas sobre cómo restaurar el equilibrio de fuerzas elementales en tu capilla.

Woolly fue prudente.

― Bueno, mientras queda claro que la tienes de préstamo…

― ¡Por supuesto, Woolly!

― ¡Sígueme, Comandante!

9.35 Amor Eterno, Águila Blanca

Mientras caminaba de vuelta a casa a través de los pasillos del ala femenina, disfrutando de la paz en el Punto del sistema de guía, no pude evitar sintonizar con Lilu. “¡Esto es ridículo!”, pensé, al darme cuenta de lo apegado que estaba a ella. No podía evitar sentir alegría sabiendo que ella estaba en mi bolsillo. Y podía sentir que ella estaba igual de feliz de estar conmigo.

No quise avisar a Elyani mediante un canal de voz por miedo a molestarla mientras invocaba el oráculo. Pero Lilu me tomó por sorpresa y estableció la conexión.

― Estoy sentada en el tejado, Szar. Esperándote ―respondió el Águila Blanca.

Me apresuré, sin atreverme a preguntar, “Oh, Madre Dragón, ¡ten piedad de nosotros!”.

Tan pronto como llegué al patio, corrí hacia las escaleras y escalé hasta ella.

Elyani tenía sus ojos de profetisa, brillantes como luz de estrellas líquida.

― ¡Dulce Señor Melquisedec! ―ella contempló los centros energéticos sobre mi cabeza sin dar crédito―. ¿Qué le ha pasado a tu columna de Espíritu?

― Travesuras de los Dragones Voladores ―gruñí―. ¡Pero cuéntame! ¿Qué te ha dicho el oráculo?

Ella sacudió la cabeza.

― No invoqué al oráculo. Teyani y Alcibyadi no me dejaron. Dijeron que estaba demasiado implicada emocionalmente, y que el riesgo de interferencia era demasiado alto. Decidieron llevar a cabo el ritual por mí.

― ¿Y?

― Está sucediendo ahora mismo. Alcibyadi vendrá a vernos tan pronto como la sentencia haya sido recibida.

En un fogonazo del Punto, me dí cuenta de que ya no me gustaba esperar.

― Tus ojos… ―me senté frente a ella―, tus ojos son increíbles. ¿Qué has estado haciendo?

― Mirar tu futuro, ¡Hermano Caballero!

La pantera negra, corriendo.

Tocó mi mano levemente.

― Algo te ha sucedido, Szar. Lo podía sentir todo el tiempo. Algo poderoso. Ha sido un ¡vuf! sobre tu cabeza.

Le conté cómo la puerta secreta de Woolly había sido abierta por error.

― Por un momento pensé que estaba de vuelta en la cueva de Verzazyel el Vigilante. Esto es todo lo que sé. No tengo ni idea de qué sucedió.

― Debes haber sentido algo sobre tu cabeza ―insistió―. Hay muchísima luz.

― Nada. Sentí un breve fogonazo y después nada. ¿Qué es tan sorprendente? Nunca siento nada cuando hay Dragones Voladores en el aire. Pero deberías haber visto el modo en que Woolly me gritó cuando su mecanismo se le escapó de las manos.

Ella se echó a reír, tocando levemente mi pecho.

― Pobre Szar, víctima de los Dragones Voladores de nuevo.

Hiram, mi hermano. Hiram, mi hijo.

Me sentía fascinado por sus ojos.

― ¿Qué es lo que ves en mi futuro? ¿Estás tú en él?

Ella asintió decididamente, haciendo mi corazón saltar de gozo.

― ¿Estás en él todo el tiempo? ―quise saber inmediatamente.

― Todo el tiempo… es mucho tiempo, mi amor.

Fruncí el ceño.

― ¿Lo es? ¿No se detendrá el tiempo, un día de estos?

― Naturalmente, puesto que tuvo un principio. Pero puede que tarde un poco.

La fuente clara fluía.

― Apuesto a que, cuando el tiempo se detenga, todo el mundo dirá: “¿Ya? ¡Pero si casi no hemos empezado!”

― Podría ser. Pero lo bueno será que, aquellos que se aman nunca más serán separados.

Imágenes de Alcibyadi y Lehrmon mordiéndose el labio vinieron a mi mente.

― El tiempo no es realmente amigo de los amantes.

Ella negó lentamente con la cabeza.

― Por eso los amantes siempre quieren detener el tiempo.

― Claro. El tiempo siempre intenta separarlos.

― No, ¡no digas eso! A veces, el tiempo junta a los amantes.

― Si el tiempo estuviera a punto de detenerse, ¿sabes qué haría? ―pregunté.

Ella sumergió la infinidad del Águila en mis ojos.

Me acerqué a ella, con mis labios casi tocando los suyos.

― Te daría un largo, largo beso.

Su energía se derritió en la mía.

Cielo de Revelación. Su amor.

― Entonces el beso duraría para siempre. Cuando el tiempo pare ―expliqué―, no habrá nada que no dure para siempre.

Elyani se echó a reír.

― ¿Sabes? En el futuro, ¡te pareces tanto a ti! Es asombroso.

― ¿Y cómo eres ?

El desconocido ángel guerrero reapareció en sus ojos. Yo estaba hechizado.

― ¡Dime lo que has visto! ¿Qué has preguntado?

― No he preguntado nada. Sólo me entregué al Águila y dejé que me llevase donde quisiese ―ella movió los brazos como si fueran alas―. Te vi volar.

― Volar… ¿quieres decir viajar por las esferas?

Ella sacudió la cabeza.

― ¡Hunh, hunh! Volando en el aire. En el futuro, estarás obsesionado con volar. Conducirás un gran pájaro negro que escupe fuego. Muy ruidoso… y hay fuego en todas partes. ¡Vuf!

― ¿Un gran y ruidoso pájaro que escupe fuego? ―estaba asombrado― ¿Escupe fuego el Águila Blanca?

― No ―ella se rió―, y no es ruidoso.

Me quedé pensativo, imaginándome conducir un pájaro de plumas negras, del tamaño de un hombre, que escupía fuego― ¿Tú conduces el pájaro conmigo?

Ella cerró sus ojos.

― No, este no. Otro, más tarde. Uno mucho más grande.

No hay nada más rápido que un Escaleno 333.

― ¿Lo puedes ver?

― Se mueve tan rápido que es increíble Y se alza tan alto en el cielo que acaba en los campos de estrellas.

― ¡Ah! Viajar en los campos de estrellas… ¡eso lo puedo imaginar!

― ¡Huhn hunh! ―Elyani se divertía―. No es lo que piensas.

Fui directo a lo esencial.

― Cuando conduces el pájaro conmigo, ¿estás enamorada de mí?

Ella cerró los ojos.

― Es una ilegítima pasión. Me muero de amor por ti, ¡Hermano Caballero! ―dijo con la voz del ángel guerrero, mientras su felina mano se agarraba a mi antebrazo.

Tocado hasta lo más profundo, intenté descifrar quien era esta persona con uñas afiladas.

― Y…

― ¡Y no tienes ni idea de cuánto me vas a querer!

― ¿Quién es el Caballero? ¿Es tu hermano?

― No ―ella se rió entre dientes, embriagada con visión profética― ¡Yo soy Hermano Caballero! Y tú también. Es la forma en que nos llamamos unos a otros. “Al Punto, ¡Hermano Caballero!” Todos van vestidos de negro.

La miré, imaginando cómo se vería vestida de negro.

― Tú me llamas pantera ―sus uñas recorrieron ligeramente mi antebrazo―. Y enseñas el Punto a los otros Hermanos Caballeros. Es…

Aproveché su pausa.

― ¿Quieres decir que yo soy tu maestro?

Ella continuó riendo.

¡De ninguna manera, hombre de la Ley! Todavía soy tu maestro.

Suspiré aliviado.

― ¡Enséñame!

― Los Hermanos Caballeros saben cómo divertirse; ¡Sin Límites! Sin Límites…

― ¿Dónde viven? ―pregunté.

― En los campos de estrellas. Y hay un edificio extraño… no, no es un edificio. ¿Una habitación? Nn… no. Un lugar increíble que se llama “Sin Límites”. Y escuchan música magnífica. Es tu música.

― ¿Mi música? ―esto era particularmente difícil de imaginar. Recordé la más hermosa melodía de mi infancia: “bang-ting-ting, bang-ting-ting…” e intenté transportarla a una legítima reunión de amigos en los campos de estrellas.

― Te veo caminando hacia mí, lentamente, y dices: “Amor Eterno, ¡Águila Blanca!

Elyani abrió sus ojos.

― ¿Has terminado? ―pregunté, haciendo un nido con mis brazos para recibirla―. ¿Recuerdas aquella vez que profetizaste para mí y me fui de tu habitación sin siquiera cogerte de la mano?

Congelada, no respondió.

― ¿Acabas de ver algo malo? ―pregunté.

― Un mar de fuego ―después me miró a los ojos y dijo “¡te quiero!” con tanta intensidad que un nuevo rincón de mi corazón se abrió a la fuerza. Más que conmovido, me dejó temblando en un mar de amor, sin saber exactamente quién amaba a quién.

Al ángel de Filadelfia.

― Alcibyadi viene ―anuncié―. Está sola.

Elyani frunció el ceño.

― ¿Ha entrado en tu campo de protección?

― No, me ha llamado a través del Punto.

Ella chasqueó los dedos.

― Bien hecho, ¡Hermano Caballero!

Descendimos y esperamos silenciosamente en el patio el veredicto del oráculo.

Cuando llegó Alcibyadi no hubo saludo legítimo. La mujer de largos cabellos caminó directamente hacia nosotros y anunció.

― Teyani y yo hemos preguntado por el significado de los augurios que Elyani percibió. El Águila ha respondido: “Muy pronto sucederá algo. Los dioses ya han lanzado la daiva”.

― Lo sé ―susurró Elyani.

― ¿Qué es la daiva? ―contemplé los ojos de Alcibyadi, brillantes con chispas oraculares.

Sosteniendo la mano izquierda de Elyani, ella respondió.

― Una palabra tomada en préstamo del lenguaje de los dioses. Significa tanto “destino” como “dados”. Cuando se lanza la daiva, el destino ha sido trazado por los dioses, y ningún mortal, sea hombre o mujer, puede cambiar el curso de los eventos venideros.

― ¿Pero qué es lo que sucederá muy pronto? ―me estaba poniendo nervioso.

― ¡Algo! El oráculo no quiso decir qué ―replicó Alcibyadi.

Descansé en el Dragón de las Profundidades.

― Sé que preguntar al oráculo la misma pregunta dos veces es una locura peligrosa, pero ¿no hay manera de saber qué es ese algo?

― Amigos, intenté esa locura peligrosa por vosotros ―dijo Alcibyadi―. Sabía que probablemente no estaríais satisfechos con la primera pregunta, así que pregunté si ese “algo” iba a separaros.

Sosteniendo la mano de Elyani, asentí para indicar que estaba preparado para escuchar la respuesta del oráculo.

― El oráculo respondió: “Lo hará y no lo hará. Después no lo hará y lo hará, pero no como pudieras pensar que lo haría, porque al final, no lo hará”.

La ola de angustia era tan profunda como la Fosa de la Eternidad.

― Este es el tipo de respuestas típicas que uno consigue cuando intenta forzar el oráculo ―dijo Alcibyadi con voz suave, como disculpándose―. Quizá, sería sabio recordar sólo la última parte, la parte que dice que, al final, no seréis separados.

Elyani y yo permanecimos mortalmente silenciosos.

Cerré mis ojos.

Tres soles lapislázuli en una inmensidad de zafiro. Llévala de la mano al auditorio y toca para ella. Más amor del que pudieras soñar.

Cuando volví a abrir los ojos, Elyani estaba en pie, muy recta, enfrentado su destino con la dignidad de lágrimas humildes.

Alcibyadi miró sobre mi cabeza, vertiendo el amor del Águila en mí. Después se fue silenciosamente.

Mientras se marchaba, la llamé:

― ¡Alcibyadi!

Ella se detuvo y se giró.

― Gracias.

Asintió y se fue.

Tomé a Elyani entre mis brazos.

― Ha dicho que al final, no estaremos separados.

― Al final… ―sollozó― ¿y si “el final” significa el final del tiempo?

― El Águila no nos haría eso ―dije con confianza. Pero como no respondió, inmediatamente me sentí menos confiado―. ¿O sí lo haría?

Intenté confortarla basándome en la ambivalencia de la sentencia.

― De todas formas, el oráculo era demasiado críptico para significar nada: estaremos separados y luego no, después no estaremos separados y seremos separados, pero no como imaginamos, porque al final, no estaremos separados. ¿Qué sentido quieres darle a esto?

Ella se giró hacia el cielo, haciéndose fuente clara.

― Elyani ―intenté razonar―, hay algo que no entiendo. ¿Cómo pueden realizar un ritual de dos horas Teyani y Alcibyadi para sacar tan sólo esas frases sin significado, cuando tú puedes sentarte, ofrecerte al Águila, y conseguir todas esas extraordinarias visiones sobre el futuro?

― ¡Shhh, hombre de la Ley! No digas que las frases del oráculo no tienen significado. Antes tan sólo sintonicé con unas pocas imágenes extraídas de tu línea de tiempo. Cuando el Águila habla a través de su oráculo, él acciona su elevada Palabra. Estos oráculos son preciosos regalos de los dioses.

― ¿Y cómo de bueno es este regalo para nosotros, me lo puedes decir?

― ¡No, no hables así! ―protestó―. Había un gran significado en la primera frase. Algo está a punto de suceder. Saber que será el resultado de la daiva es una enorme diferencia.

― ¡Oh, mi Madre Dragón de las Profundidades! ―mi voz se calentó―. ¿Quiere esto decir que debemos someternos a la voluntad de los dioses y pasivamente aceptar lo que han planeado para nosotros? ¿No debemos luchar?

― Lucha, Dragón ―sus ojos centellearon―. Pero lucha del lado de los dioses, no contra ellos.

― ¿Y si el plan de los dioses era separarnos?

― Los dioses son sabios, Szar.

― ¿Lo son? ―pregunté― ¿Por qué está el reino al borde del desastre, entonces?

Hombre de la Ley, no culpes a los dioses por las maldades que los hombres han cometido en el reino.

― ¿Y qué han hecho los dioses por nosotros?

― Szar ―me desarmó con su suavidad oceánica―, estás hablando desde la rabia y no desde tu corazón.

Contuve mi aliento durante unos segundos.

― ¡Cierto!

Me llevó de la mano y me hizo sentarme justo en la puerta de Dragón, y ella se sentó enfrente.

― Szar, los dioses son nuestros amigos, no nuestros enemigos.

Respiré la brisa de mi Madre, haciendo todo lo posible por suavizarme.

― Si son nuestros amigos, ¿cómo podrían querer separarnos? Es tan ilegítimamente injusto. Sólo hemos estado seis días juntos.

Una tempestad de seis días, más repleta de vida que la vida entera de un durmiente.

― ¿No nos separó Gervin cuando te envió al templo del Dragón? ―insistió.

― Sí, pero esto era para servir un propósito elevado. De todas formas, yo era incapaz de amarte antes de irme. Ahora un enorme río fluye entre nosotros.

Ella fue directa.

― ¿Y si Nuestro Señor Ganá ha lanzado la daiva exactamente con el mismo propósito?

― Si Nuestro Señor Ganá quiere separarnos…―me detuve, horrorizado por lo que estaba sucediendo en mi interior. Por primera vez en mi vida, un pensamiento hostil hacia Ganá había cruzado mi mente.

Por primera vez en mi vida, estaba enfadado con los dioses.

Conmocionado conmigo mismo, apoyé mi cabeza entre las manos y me eché a llorar.

Sostenido por la Luz del Águila, rodeándonos con una preciosa cualidad de silencio en la que el llanto tenía un significado superior.

― Me siento tan impotente ―sollocé―. No puedo ver nada por mi mismo. Siempre tengo que confiar en otros para que profeticen por mí.

― ¡Hunh, hunh! Si quieres profetizar Nuestro Señor Ganá estará contigo. ¿Lo intentarás?

Me tomó muy de sorpresa.

― Inténtalo ―insistió, con la mágica fuerza de su suavidad―¡mira tu futuro!

― Es tu futuro lo que quiero ver ―me limpié la humedad de mi bigote.

― Bien, ¡pues sintoniza con mi línea de tiempo! ―abrió sus brazos, rindiéndose a mí. Como dudaba, me dio instrucciones―. Conecta tu fuente clara con la de Nuestro Señor Gana y deja que su Punto brille a través de tu Punto.

Cerré los ojos, haciendo todo lo posible por seguir sus instrucciones.

― No ―dijo tras unos segundos―. Estás intentándolo demasiado fuerte, no puede funcionar. Sé más ligero.

Intenté hacerlo menos fuerte, pero aun así no podía ver nada.

― Déjame ayudarte a girar la rueda ―dijo la mujer mágica.

Suavicé mi Dragón, invitando su presencia en mi energía.

― Muévete a lo largo de esta línea ―me proyectó a un espacio de imágenes que se movían lentamente. En el elemento fijo de la luz líquida pude ver un brillante palacio, más grande que el salón principal de Melquisedec del templo.

― Nuestra casa ―comentó―. Ahora te lo dejo a ti.

― ¿Nuestra casa? ―abrí los ojos, pasmado y admirado.

― ¡Ahora, tú lo haces! Cierra los ojos ―me envió de vuelta a la visión―. Dime, ¿qué puedes ver en la casa?

Nunca había visto nada así.

― ¡Habitaciones por todas partes! Es magnífico. Una luz extraordinaria. Cambia todo el tiempo ―la certeza se impuso en mí―. Es tu lugar. Tú lo has diseñado.

― ¿Puedes verme? ―preguntó.

― Bailando en una playa. ¡Oh dioses, eres impresionante! ―me vi a mi mismo tocando música para ella con un instrumento increíble hecho de miles de rayos de luz que radiaban de un centro similar a una estrella. Las armonías que producía eran tan poco parecidas a mis recuerdos del bang-ting-ting que dudé― ¿Es realmente un instrumento musical o es algo completamente diferente?

― ¿Me amas? ―preguntó.

― Te adoro. Eres mi diosa.

― Gracias, dulce Gana ―susurró Elyani.

― Camino hacia ti y te digo que cojas el instrumento musical. Y yo digo… “Amor Eterno, ¡Águila Blanca!”.

Abrí los ojos.

― ¿Se detiene aquí? ―preguntó Elyani.

Permanecí en silencio.

Ella sonrió.

― Estabas a punto de alejarte de mí, ¿verdad?

― No estoy seguro ―dije, encogiéndome de hombros―, era sólo una visión. ¿Podías ver lo que había dentro de la casa?

― No miré ―dijo ella―. Te dejaré hacerlo. Bien, quiero que profetices de nuevo.

― No sé si es sabio intentar ver nada más ―estaba empezando a aprender la lección.

― Pero quiero que hagas una pregunta por mí. Por favor ―insistió.

― ¿Para quién?

― Para Nuestro Señor Ganá. Una pregunta legítimamente importante ―Elyani frunció los labios. ¿Cómo podía decirle que no?

― ¡De acuerdo! ¿Cómo debo preguntar?

― Igual que antes. Rinde tu fuente clara a él, deja que su Punto brille a través del tuyo.

Cerré los ojos.

― ¿Cuál es tu pregunta, mujer de la Ley?

― Quiero saber si Szar debe luchar para permanecer con Elyani o confiar en el destino que los dioses han marcado.

Un torrente de poder descendió instantáneamente, fluyendo a través de mi boca,

“¡Dejemos que Szar confíe en los dioses y luche por Elyani!”

La frase me golpeó como un relámpago. Fue trasmitida con tanta fuerza que me dejó medio temblando.

Elyani se acercó mucho.

― Amor Eterno, Dragón ―susurró.

Dejé que el fluir de la sabiduría susurrase la respuesta a través de mí.

― Amor Eterno, Águila Blanca.

Y así termina el libro de Elyani.

10 El libro del Rey Naga

10.1 El descenso de Maryani a los Inframundos

“Oh, mi Señor Melquisedec, ¡que nunca se repita lo que sucedió con Vivyani!”.

Maryani llegó con la noche. Una vez más, quedé impresionado por su candor. No parecía asustada lo más mínimo. Cuando se tumbó en el césped, tras unos minutos de legítima charla, se veía muy confiada, como si el Águila la hubiese tomado entre sus alas.

Me senté junto a ella y acaricié su pelo color arena.

― ¿Te gusta el patio de Elyani?

― A nosotras, en el Águila, nos gustan los laureles. Mucho ―dijo asintiendo.

― Los laureles se inclinan tanto a la devoción, ¡cómo no estar maravillado por ellos! ―legítimamente imité su asentimiento.

Siete. Siete. Dos. El uno sin forma y las formas gozosas.

― ¿Recuerdas tus instrucciones?

Ella sonrió abiertamente.

― ¡Ve hacia abajo! ¡Abajo! ¡Abajo!

― Y cuando me busques, ¿qué debes hacer?

― Mover las aletas de mi nariz, como un legítimo conejo, y olfatear a mi alrededor hasta que sienta en qué dirección ir.

― ¡Fantástico! ―ya me sentía orgulloso de ella. Abrí la tapa del bote de Lilu frente a ella― ¿Ves esta pequeña piedra que brilla con la luz del Águila? Se llama Lilu, y es extremadamente lista. ¡La llevaremos con nosotros!

Elyani llegó y se sentó a mi lado. Extraje fuerza vital de la brisa de la puerta y la inyecté en las puertas energéticas de Maryani. Simultáneamente, preparé su cuerpo energético para el estado de hibernación, proyectando suavemente refrescantes sonidos sobre ella.

Tras media hora, le susurré:

― ¿Qué tal vuelas, Águila Blanca?

Con voz apenas audible, como un niño a punto de caer dormido, contestó:

― Me siento muy bien, Szar de la Túnica Marrón.

― ¿Estamos preparados para saltar?

Ella asintió con seguridad.

Yo estaba aterrorizado.

― Recuerda lo que te dije ayer. Tu Madre Dragón es hermosa, y su amor por ti es tan grande como la Ley ―le susurré al oído―. Ahora cierra los ojos.

Padre, por el amor de la Fosa de la Eternidad… ¡por favor, cuida a esta niña!

Una brusca y rápida proyección de Voz en los centros energéticos de la “salida barata” de su cuello. La dejó inconsciente al instante.

Él ha escuchado tu llamada. Vendrá. Nada puede detenerlo.

― ¿Cómo va el vuelo, Águila-Dragón? ―inquirió Elyani.

― Por ahora bien ―me levanté, inspeccionando la energía de Maryani―. He modificado mi plan. Voy a ponerla en hibernación casi completa desde el principio, para darme bastante tiempo por si algo va mal. Quiero decir, en caso de que tenga dificultades para encontrarla.

Tomé a Maryani en mis brazos y la llevé a lo que se suponía que era mi habitación, no había dormido allí ni una sola vez desde mi regreso de los Hijos del Dragón. Tumbé su cálido cuerpo en el colchón y puse el bote de Lilu en el suelo, justo detrás de su cabeza.

Gran Hormiga, Laguna Azul y vosotros de la Sabia Araña, Oh, Noche Cósmica, Madre de la Infinidad, ¡ayuda! Por favor, por favor… ¡ayuda! ¡No dejéis que esta niña muera en mis manos!

Elyani apoyó su mejilla en mi hombro.

― No te preocupes, el Águila está contigo. Ilimitadamente.

Asentí, tocando la placa de oricalco de Lohrzen en mi cuello.

Pedí a Elyani que se retirase un poco hacia atrás e inicié una proyección de grandes proporciones de la Voz, para congelar los centros energéticos de Maryani. Las frecuencias de tonos bajos se vertieron desde mi boca con chispas blancas de luz que envolvieron su cuerpo e inmediatamente ralentizaron todas sus funciones vitales. Descansando en la profundidad de Ella Dragón, emití con la Voz frecuencias cada vez más potentes, hasta que la energía de Maryani se convirtió en un bloque sólido de luz azul plateada.

Tras veinte minutos, la proyección había alcanzado el nivel casi de grito. La habitación entera ardía con el poder que había recibido de Marek.

Me giré hacia Elyani.

― ¡Hecho!

― ¡Vuf! ―exclamó―. No sabía que pudieras hacer cosas como esa.

Muy suavemente, proyecté con la Voz un amoroso sonido hacia su pelo rizado, “¡buh!”. Cuando la blanquecina nube de luz alcanzó su cabeza, Elyani tembló.

― Ve directa hacia abajo, lo más profundo que puedas ―le dije―. Si sientes mi presencia, simplemente deja ir a Maryani.

― ¡Así se hará! ―puso voz de guerrero, con un destello de ironía en sus ojos. Tras darme un rápido (pero ilegítimo) beso, fue a su habitación, se tumbó y se proyectó fuera de su cuerpo. Después condujo a Maryani hacia los oscuros pozos que discurrían entre la oscuridad visible y las capas superficiales del Inframundo.

Me senté en postura de meditación, de cara al cuerpo de Maryani, y dejé que la gozosa brisa me llevase a través de la puerta, arrastrando a Lilu conmigo.

Pero cuando me encontré en la caverna azul que había debajo del patio, Lilu no estaba en mi mano.

― Maldito Inframundo, ¡yo sabía que las cosas iban a ir mal!

Me dejé deslizar de vuelta a la habitación e inspeccioné el bote desde la distancia. Estaba demasiado cerca de la cabeza de Maryani, no hubiera podido abrir la tapa sin disturbar la energía de la niña.

“¿Por qué la llamo niña? No es una niña, es una mujer.

Para mi Dragón, ella era una niña. Una niña en mis manos.

Descendí a través de la puerta de nuevo, esta vez concentrando toda mi atención en arrastrar a Lilu. Tampoco tuve suerte esta vez.

“Oh, Madre de las piedras blandas, ¿qué le he hecho a Lilu?

Como si no tuviera ya suficientes problemas.

¿Habría sido dañada la mejor chica de Woolly por las violentas proyecciones de la Voz?

Hice un par de intentos más, hablándole con dulces palabras. La arrastré desde el Dragón sin resultados, Lilu se negaba a moverse. Finalmente tuve que resignarme a descender sin ella.

Había tiempo de sobra. Elyani y Maryani necesitaban por lo menos una hora para llegar a las afueras de las cavernas de la enfermedad del Inframundo.

Me dejé deslizar a través de la brisa de la puerta durante un rato, y me detuve en una caverna donde la luz plateada era tan brillante que eclipsaba todo lo demás.

Una ola surgió desde las profundidades y me encontré susurrando en tono amenazante: “Si algo toca a mi niña…”

Me detuve, asombrado ante la violencia de mi vientre, “¿Así que es así como se siente una madre?”.

Dracónicamente salvaje. Te podría hacer matar. Chasqueé los dedos, “¡Así!”.

Estaba preparado para enfrentarme a todas las cavernas de la enfermedad. Espera a ver de qué es realmente capaz un Dragón.

“¡Paz, hombre de la Ley!”, me dije a mi mismo, “¡Paz!”. Aleteando mis orificios nasales, aspiré profundamente la gozosa fragancia. Y dejé que la fuente clara reforzada en el Punto sobre mi cabeza, se fusionase con la columna de energía ascendente formada por la puerta.

Antes de que tuviera tiempo de invocar la presencia del Águila Blanca, me di cuenta de que Él ya estaba conmigo.

¿Pero qué energía estaba sintiendo, la del Águila o la de Elyani?

Mientras me dejaba intoxicar ligeramente con las fragancias, empecé a ver a las amadas sacerdotisas como un enorme ángel alado de las Alturas.

Invoqué con todas mis fuerzas, “Águila, ¡te necesitamos! Esta vez realmente te necesitamos”.

Continué cayendo, sosteniéndome en la presencia del Águila-elyani.

El ángel respondió con un susurro: “¿Por qué debería ser difícil?

A través del Punto me rendí a su presencia guiadora, y en cuestión de segundos me encontré en una enorme caverna de oricalco.

Estaba vacía. Pero… allí estaba, ¡la bendita pequeña luz amarilla!

El alma de Maryani.

¿Así de fácil? Rompí el sagrado silencio de la caverna; “Madre de la Luz, Oh, Madre de la Luz…”

Corrí hacia ella, sintonizando con sus símbolos de reconocimiento astrales. Esta vez, no había error posible. Los símbolos eran definitivamente los suyos, que yo había observado cuidadosamente antes del descenso. Las lágrimas se agolparon en mis ojos, “Madre de La Luz…”

Pero algo más me esperaba.

“¡Lilu!”, exclamé al acercarme, “ ¿Qué Supramundos estás haciendo aquí?

La mejor chica de Woolly flotaba en el espacio de la caverna, cerca de la luz de Maryani.

Coloqué mis manos horizontalmente en paralelo delante de mi corazón, con las palmas una frente a otra, sosteniendo la luz de Maryani y la de Lilu al mismo tiempo.

La Gran Hormiga ha respondido. Su claridad está contigo, siempre.

En mis manos, el poder del Dragón al completo. Arriba y abajo, infinidad.

“Nada te puede tocar ahora. ¡Totalmente a salvo!”, dijo mi dragón, cuidándola maternalmente. “Maryani, suma sacerdotisa del Águila Blanca, ¡has pasado tu prueba! Nos vamos a casa”. Y regresé con ellas, bailando la danza negra hacia la puerta más cercana.

Parecía como si ya hubiesen transcurrido horas.

En la excitación del momento, rompí a reír y dejé que los movimientos de la danza tuviesen un ritmo más gozoso. “¡Mirad allí! Este es mi favorito. Lapislázuli que nunca ha sido visto en el reino. ¿Y veis esto? Es cuarzo rosa. Una preciosa esencia de vida”.

Podía sentir cuán admirada se sentía Maryani de los tesoros que nos rodeaban.

― Esto es azurita. Si sintonizáis con esta piedra os sentiréis tan inmensos como un campo de estrellas.

Al llegar a la puerta, la luz amarilla de Maryani brillaba maravillada. Decidí mostrarle algo más. Después de todo, esta iba a ser, probablemente, su única oportunidad de echar un vistazo a las maravillas del Inframundo.

Sosteniendo a las dos chicas en el campo entre las palmas de mis manos, dejé que el gozoso flujo de la puerta nos hiciera descender.

No tenía ni idea de qué buscaba.

Por alguna misteriosa razón, el descenso duró mucho más de lo que yo pretendía. Bañada en plateada luz azul, la caverna en la que aterrizamos era tan enorme que no podíamos ver ni las paredes ni el techo. El suelo se extendía delante de nosotros como plata pura, con pequeños montones de brillantes gemas negras aquí y allá.

― Veamos si puedo mostrarte un río de agua de vida. ¡Venga, sintoniza! Intenta sentir cómo encuentro mi camino ―le dije a Maryani, al tiempo que olfateaba en todas direcciones.

Cuando empecé a caminar a lo largo de una senda plateada, moví cuidadosamente mis manos adelante y atrás, acunando a Maryani contra mi pecho. Lilu estaba a pocos centímetros de ella.

― ¿Puedes percibir esta fragancia? Te hace sentir vibrante como un unicornio. ¡Vivo! Hay un riachuelo, a sólo unos minutos de aquí.

Pronto lo divisamos en la distancia. Un amplio y majestuoso ella-rio, brillante con la sabiduría plateada del agua de los Días Antiguos.

― Debemos estar mucho más profundos de lo que pensaba ―dije, considerando la grandeza del río.

Bailamos hasta la orilla. Allí dejé ir a mis chicas, flotando en el aire a mi lado. Me arrodillé en las arenas doradas y expresé mi devoción y gratitud.

― Agua sagrada, sabiduría de la Madre Dragón. Me inclino ante vos, agua. Bendito sea Su espíritu de vida ―recogí un poco de agua con mi mano y bebí un trago. Sacudido por el poderoso espíritu de la intoxicación, exclamé―: ¡Inframundo, estamos muy profundos! Maryani, Maryani, si tan sólo pudieras probar lo divino que es esto!

Me levanté y lo celebré bailando la danza negra, emitiendo torrentes de extraños sonidos. Las dos pequeñas luces amarillas flotaban en el aire frente a mí, bailando conmigo. Ebrio con el éxtasis insondable de mi Madre, sumergí mi mano en la corriente del riachuelo y las salpiqué con algunas gotas.

Y así fue como empezó la desventura alucinante en el Punto.

Hubo un fogonazo de luz y, por medio segundo, pude ver el cuerpo de Maryani, no sólo la luz amarilla. La visión se desvaneció tan repentinamente como había aparecido.

Me detuve, atónito.

― ¿Qué era eso?

Perplejo, sintonicé con Angelelyani en busca de inspiración.

Conmovido por el Dragón, lancé más agua a Maryani y Lilu.

El cuerpo de Maryani reapareció, desvelado de la nada.

Pero esta vez no desapareció.

Ahí estaba ella. Delante de mí. Con Lilu a su lado.

― ¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, Szar de la Túnica Marrón! ―Maryani me saludó con su habitual candor.

La miré intentando recuperar el aliento. ¿Estaba sucediendo realmente o estaba borracho de agua de vida?

Maryani sonrió con afecto.

― ¿Me reconoces, Szar?

Asentí. Ella era sin lugar a dudas la Maryani que había dejado en el reino.

― ¡Qué lugar más maravilloso! Ahora entiendo lo que querías decir ―miró a su alrededor y caminó hacia mí―. Pareces… muy sorprendido, Szar.

Fruncí el ceño, esperando para ver si se iba a desvanecer de nuevo.

Ella se arrodilló y sumergió sus manos en el agua.

― ¡Cuidado, Maryani! ―corrí hacia ella―. Esta agua es una medicina poderosa. Beber a veces puede ser peligroso.

Ella miró hacia mí y asintió legítimamente. Después se salpicó su cabello color arena con el agua. La hizo reír. Me senté a su lado.

― ¿Estás… bien?

― Legítimamente bien. He soñado con este lugar muchas veces, ¿sabes?

― ¿Si?

― Si ―dijo ella―, aquí hay un amigo que me espera.

― ¡Un amigo! ¿Un amigo esperándote en los Inframundos?

― No te preocupes ―dijo ella―, lo encontraremos pronto.

― No estoy preocupado, pero… ―me detuve, dándome cuenta de que sí que estaba preocupado.

Ella hizo un cuenco con sus manos y lo llenó de agua.

― En mi sueño, esta era la manera en la que, según mi amigo, yo debía agradecer al río por sus aguas ―movió sus manos lentamente, dibujando un círculo y orando―: ¡Por aquello que fue, que es y que será! ―con reverencia, tomó un sorbo.

La detuve.

― ¡No bebas! Puede ser peligroso.

― Y si hay un amigo cerca de ti y quieres bendecirlo ―añadió― ¡haces esto! ―y me lanzó el resto del agua a la cara, sonriendo con descaro.

― Hum… Maryani… ―no sabía qué decir.

― Tu danza era tan hermosa, Szar de la Túnica Marrón ―dijo levantándose―. ¿Me mostrarías como lo haces?

― El baile y los Inframundos se llevan muy bien ―dije, poniéndome frente a ella―. Esto se llama la danza negra ―empecé a repetir los lentos movimientos del inicio de la danza.

Ella aplaudió con alegría y se movió conmigo.

― ¡Esto es maravilloso! ¿Crees que podría aprender?

― No, realmente no, pero… ―tragué saliva, al ver que había puesto sus pies en el agua― ¡Cuidado Maryani! ¡No entres en el río!

― ¿Por qué? ―preguntó, permaneciendo donde estaba.

Con rapidez la saqué del río.

― Si caes en el río, podrías encontrarte fluyendo con él hasta el fin de los tiempos.

― ¡Qué hermoso sería! ―ella se echó a reír―. Estoy segura de que tu Madre Dragón me cuidaría muy bien ―después señaló detrás de mí― ¡Oh, mira! ¿Qué son?

Me giré. En la distancia se veía una tropa de grandes serpientes doradas, que se acercaban a la orilla del río.

― Se llaman Nagas ―expliqué con benevolente voz de maestro―. Han venido a beber de las aguas de la vida. Una vez, un gran sabio en el Dragón me dijo que se podía hablar con ellos.

― ¿Y lo has hecho alguna vez? ―preguntó Maryani.

― No, nunca.

― ¿Por qué? ―preguntó.

En la Laguna Azul, lejos, muy lejos. Él está esperando.

Me quedé pensativo, preguntándome por qué nunca había intentado iniciar una conversación con uno de los Nagas.

― ¡Vamos a verlos! ―exclamó Maryani. Antes de que pudiera decir nada, tomó a Lilu en su mano y empezó a correr.

― ¡Espera! ―la llamé― Pueden ser peligrosas.

Maryani continuó corriendo.

― ¡No! ¡No vayas! ―grité. Tras unos segundos, como no respondía, eché a correr tras ella.

Había por lo menos cuarenta, brillantes serpientes doradas con grandes ojos negros. Al acercarme, me di cuenta de cuán aterradoramente grandes eran. ¡Al menos setenta legítimos pies de longitud!

― ¡Detente! ―clamé― ¡Maryani, detente! ¡Por favor! ―pero ella no escuchaba―. Por el amor de Nuestro Señor Melquisedec, Maryani, ¡vuelve!

¿Qué le harían aquellas monstruosas bestias a mi pequeña?

Mi Dragón se tornó salvaje.

― ¡Maryani! ¡Vuelve inmediatamente!

Pero Maryani corría sorprendentemente rápido. No podía alcanzarla.

― ¡Oh, no! ¡No! ―tragué saliva al ver que se acercaba peligrosamente a la bestia que lideraba la manada. Y para empeorar las cosas, ¡llevaba la piedra de Woolly!

Maryani se detuvo frente a la serpiente. Era enorme, por lo menos siete legítimos pies de ancho y setenta legítimos pies de largo. Con su enorme boca, podría haberse tragado a Maryani y Lilu de una vez.

Corrí tan rápido como me lo permitía mi Madre Dragón.

Afortunadamente, la serpiente dorada permanecía inmóvil, de cara a Maryani.

Maryani se acercó más, lentamente.

― ¡N-o-o-o-o! ―grité con todas mis fuerzas, recogiendo mi Punto, fuente, Dragón y todo lo demás para una lucha trascendental― ¡No te acerques!

¡Demasiado tarde! Antes de que pudiera alcanzarla, se había acercado a la serpiente y había puesto la mano en lo que parecía ser su nariz.

La bestia no se movió.

Maryani estaba contra su boca.

Finalmente la alcancé. Me paré y permanecí en pie, a seis legítimos pies de distancia, completamente inmóvil. Cualquier movimiento irreflexivo y la bestia podría herirla.

Mientras intentaba urdir un plan, Maryani murmuró:

― ¿Eres Vasoukidass, verdad?

Para mi sorpresa, la serpiente respondió, con voz extremadamente grave:

― Ay ay, sí, Yo soy Vasoukidass.

― Vasouk, ¡he soñado contigo tantas veces! ―dijo, y empezó a llorar.

― ¿Y tú eres Maryani, verdad? ―dijo la serpiente.

Ella lloraba de la emoción.

― Sí, Vasouk.

― ¡Cuánto tiempo te he estado esperando, Maryani!

Relajé lentamente mis puños. “¿Qué Inframundo está pasando aquí?”, pensé.

La serpiente se giró hacia mí.

― ¿Y tú eres Szar de la Túnica Marrón, verdad?

― Hum… sí, ¡lo soy!

― El Águila Blanca me dijo que te ha enviado para traerme a Maryani ―dijo la serpiente.

En silencio, conté la manada. Había por lo menos setenta de aquellos monstruos, cada uno de ellos tan terrorífico como el que teníamos delante.

― La pequeña Maryani y yo tenemos muchas cosas que decirnos ―dijo el líder de la manada―. Pero si quieres, puedes quedarte con nosotros, ¡Szar de la Túnica Marrón!

― Hum… ¡gracias! ―fue todo lo que pude responder.

― Maryani ―preguntó la serpiente gigante―, ¿qué tal tu viaje?

― Oh, muy divertido. Y no demasiado largo. Szar ha sido muy amable, bailó todo el camino para entretenerme.

― Ay, bien. ¡Muy bien! ―la serpiente giró lentamente sus ojos en direcciones diferentes―. Tengo muchas cosas que mostrarte, Maryani, y muchos regalos para ti.

La cara de Maryani se iluminó con una gran sonrisa.

― ¿Cómo me decías en nuestro último sueño?

― Bueno, parecido ―dijo la serpiente― ¡parecido!

Maryani se giró hacia mí.

― ¡Vasoukidass es un gran mago!

― ¿Eh? ―dije, conteniendo el temblor de mi voz.

― Y puede conocer todas las cosas con su nariz ―añadió.

Vasoukidass aleteó sus enormes orificios nasales, como si quisiera apoyar su comentario.

― ¡Mira! ―dijo Maryani―, ¡mueve su nariz como tú me dijiste que hiciese!

No me gustaba ver a la bestia moviéndose, aunque sólo fuera su nariz.

― Ay, ay… no tengas miedo, Szar de la Túnica Marrón ―dijo Vasoukidass― Maryani estará completamente a salvo mientras esté en mi reino. Tienes mi palabra de Naga.

Yo fruncí el ceño.

― ¿Tu reino?

― ¡Vasoukidass es el rey aquí! ―explicó Maryani con orgullo―. Todas las demás serpientes son sus súbditos.

― Hum… ―de repente recordé que, era parte de los deberes de la casta del Trueno, actuar como embajador de Nuestro Señor Melquisedec― ¡Le rindo homenaje, Su Majestad!

― Gracias, Szar de la Túnica Marrón ―respondió el rey de los Nagas con su lenta voz―. Ay, vayamos al agua, Maryani, necesito beber―. Avanzó con lentos movimientos ondulantes, y Maryani caminó a su lado.

― Como te decía en nuestro último sueño ―dijo la serpiente―. Empezaré mostrándote los volcanes y los Hornos de la Fatalidad, e iremos a meditar a la cueva de Brahma-ratri. Después tendremos que preparar tu energía gradualmente para que puedas aguantar un baño en el Mar Relampagueante.

― ¡Oh! Me encantaría nadar en el Mar Relampagueante. ¡Es tan hermosa! ―Maryani parecía completamente encantada― ¿Vendrás conmigo, Vasouk?

― Ay, ¡por supuesto! Y todos mis Nagas vendrán también.

Caminé tras ellos, pensando; “¡Esta situación está totalmente fuera de control!”, y sintonizando en lo más alto de la fuente clara para recibir inspiración.

Algunas de las serpientes nadaban en el rio. Vasoukidass permaneció en la orilla y bebió copiosamente mientras Maryani le hablaba.

Entonces, sin previo aviso, Maryani entró en el rio hasta que el agua le llegó a las rodillas.

― ¡No! ―ahogué un grito― ¡Maryani! ¿Estás loca?

Vasoukidass giró su cabeza hacia mí.

― Sólo está jugando. ¡No te preocupes!

No quería iniciar un incidente diplomático.

― Pero… Su Majestad…

― Llámame Vasoukidass, Szar de la Túnica Marrón ―dijo lentamente.

―Gracias, Su Majestad, pero, ¿y si Maryani es arrastrada por la corriente?

― Bien, entonces mis Nagas no tendrían dificultades para recogerla ―dijo con serena tranquilidad.

La idea de Maryani siendo perseguida a través del rio por setenta serpientes gigantes no me tranquilizaba nada.

― De todos modos, Maryani ―dije―, pronto será la hora de regresar a casa.

¡De ninguna manera, hombre en la Ley! ―Maryani corrió hasta Vasoukidass.

― Ay, si tu deseo es ir a casa Maryani ―dijo Vasoukidass―, nadie te fuerza a quedarte.

― Pero Vasouk, ¡si acabo de llegar! No me vas a dejar irme ya, ¿no? ¡Se está tan bien contigo, después de todas esas veces que hemos soñado juntos!

― Bueno ―sugerí―, quizá podríamos volver otra vez.

― ¡No! Quiero quedarme con Vasoukidass.

― Maryani ―insistí―, ¡todas tus amigas te esperan en el reino!

― Maryani y yo tenemos que discutir importantes asuntos, Szar de la Túnica Marrón ―dijo Vasoukidass.

― Bien, ¿por qué no seguís discutiendo vuestros importantes asuntos? ―sugerí―. Esperaré lo que haga falta. De todas formas, no tengo que estar en el reino hasta mañana por la mañana.

Los dos amigos me miraron con reprobación, como si no estuviera entendiendo nada.

Sintonicé con la fuente clara, en busca de inspiración. Suspirando profundamente, me di cuenta.

― No hay forma de que vuelvas conmigo al reino ahora, ¿verdad?

Maryani sacudió su cabeza obstinadamente.

Vasoukidass permaneció impávido.

Pensativo, contemplé su tropa de setenta monstruos Naga, jugueteando en las aguas de la vida.

― Maryani, si vuelvo a buscarte mañana por la noche, ¿volverás conmigo?

No respondió.

― Tienes mi palabra, Szar de la Túnica Marrón, Maryani estará a salvo aquí ―repitió Vasoukidass―. Completamente a salvo, diría. ¿Por qué no vienes a visitarnos mañana por la noche? Estaremos encantados de conversar contigo, pues nosotros disfrutamos mucho conversando con los amigos. Y te mostraremos algunas maravillas que quizá no has conocido en tus anteriores visitas a mi reino.

El fluir de la fuente me inspiró a darme por vencido.

― Es la Voluntad del Águila, ¿verdad?

El rey Naga asintió. También Maryani.

Vasoukidass podía ver que todavía dudaba.

― Szar, demos un paseo juntos. Cerca, realmente cerca, hay un manantial muy especial que, sin duda, disfrutarás con enorme gozo. Una de las leyendas de los Nagas dice que, las aguas de este manantial, que es ancestral, vienen directas del glorioso Sol de Medianoche, y están dotadas de asombrosas propiedades.

Los Nagas ya se estaban reuniendo en la orilla, preparándose para el paseo.

10.2 Tejiendo el Punto, estilo de Eisraim

De vuelta en el reino, inspeccioné cuidadosamente el cuerpo en hibernación de Maryani. Todos sus centros energéticos estaban en perfecto estado.

Extraños universos, corrientes de conciencia que se vuelven luz, luz que se vuelve líquido, bebo tu elixir de infinidad.

Salí al patio.

Ya era bien entrada la mañana. Teyani, Alcibyadi y Elyani hablaban sentadasen el césped, mientras me esperaban.

Leyendo en mi cara que algo había ido mal, esperaron a que hablase. Me senté con ellas.

― Tenemos un problema.

Teyani permaneció en calma, apartando los recuerdos de las ocho Águilas Blancas que no habían podido regresar de los Inframundos en los últimos años.

― ¿Dónde está Maryani? ¿No pudiste encontrarla? ―preguntó.

― La encontré, pero no pude traerla de vuelta.

― ¿Tan mal está? ¿Tan enferma y atrapada está que ni siquiera tú la puedes traer de vuelta? ―Alcibyadi estaba consternada.

Respiré profundamente.

― Maryani está bien. No está enferma ni atrapada. Simplemente se niega a volver.

Mis amigas estaban atónitas.

Les conté la historia completa. Su final no era la parte menos sorprendente.

― Cuando dejé a Maryani y al Naga en el manantial del Sol de Medianoche, ¡Lilu también se negó a volver conmigo! No podía creer mi mala suerte. Cada vez que la tomaba en mis manos, volaba de vuelta con Maryani. Así que tuve que dejarla también allí abajo. ¡Woolly se pondrá fu-ri-oso!

Teyani no estaba interesada en Lilu lo más mínimo.

― Si es la Voluntad del Águila que Maryani se quede con el Naga, supongo que todos debemos regocijarnos ―comentó con tono dudoso. Rápidamente preguntó―: ¿Crees que podrías traerla de vuelta esta noche?

― Podría probar, Teyani, pero… Maryani parece ser mucho más obstinada de lo que pensé. No creo que acceda a regresar conmigo esta noche. Ella y Vasoukidass parecían tener muchos planes en mente ―reflexioné brevemente―. ¿Crees que debería intentar raptarla?

― Dulce Señor Melquisedec, ¡nunca! ―exclamó Teyani horrorizada―. Para empezar, debemos atenernos a la Voluntad del Águila. Y los Nagas son magos poderosos, cuyas hazañas son alabadas por numerosos himnos de la Ley. Escupen enormes llamas de veneno que consume cada cosa a su manera. Pueden paralizar a personas, dioses y ángeles, simplemente mirándolos a los ojos. A través de sus encantamientos, pueden despertar fieros seres de fuego que aterrorizarían al más poderoso de los guerreros. Y son los guardianes de muchos poderes secretos que los mismos dioses envidian. Hacer que los Nagas sean nuestros enemigos está totalmente fuera de lugar.

― Bueno, entonces Maryani está realmente a salvo ―exclamó Alcibyadi.

Yo no parecía convencido.

― Si el rey de los Nagas ha dado su palabra sobre mantenerla a salvo, ¿qué hay que temer? ―insistió.

― ¡Estoy de acuerdo! ―dijo Elyani― ¿Has oído la historia de la guerra entre los Nagas y los ángeles de la oscuridad?

Negué con la cabeza, mesándome la barba.

― Una vez ―empezó Elyani―, una jerarquía de ángeles oscuros, que eran tan poderosos como los Vigilantes, decidieron invadir el reino de los Nagas. Estaban hambrientos de las riquezas de los Nagas, que son legendarias, y también de los poderes de los Inframundos. Los Nagas tenían la reputación de moverse lentamente, con suavidad y serenidad, así que aquellos ángeles de la guerra fueron lo suficientemente insensatos para creer que podrían vencerlos con facilidad. Y sin embargo, en tres días, los Nagas acabaron con su jerarquía al completo. No quedó ni uno vivo.

― ¿Te lo imaginas? ―exclamó Alcibyadi―. Aquellos ángeles oscuros eran mucho más poderosos que toda la humanidad. ¡Y fueron exterminados en tres días!

Tragué saliva, agradeciendo a Ella Serpiente de la Sabiduría Eterna por haberme contenido cuando pensaba atacar al Naga.

― Los Nagas son los guardianes de fuerzas ancestrales desaparecidas hace mucho tiempo del reino, la magia de los Antiguos Días de la Tierra ―añadió Teyani.

― ¿Reinan los Nagas sobre todos los Inframundos? ―pregunté.

― No ―contestó Teyani―. Creo que su reino sólo ocupa una fracción de los Inframundos, pero es una gran fracción.

― Una gran fracción de algo que no tiene límites puede ser muy grande. Elyani resopló. Los Nagas viven durante miles y miles de años. Algunos himnos incluso dicen que son inmortales. Y su conocimiento de tu Madre Dragón es inmenso. La Ley los llama los guardianes del poder del Dragón.

Un silencio angélico descendió al patio, inspirándonos.

― ¡Persuasión! ―anuncié tras unos segundos, alzando mi dedo índice―. Persuasión es definitivamente lo necesario en esta situación.

Teyani y Elyani se echaron a reír.

Miré a los ojos de Alcibyadi, preguntándome si Lehrmon había accedido.

Alcibyadi negó con la cabeza silenciosamente.

Teyani continuó discutiendo las deprimentes noticias que llegaban de distintas partes del reino. La gran asamblea de sacerdotes en la región de las Llanuras del oeste no había sido capaz de restaurar las lluvias. Más al sur, el río Jeremitzia se había secado, creando una sequía sin precedentes en tres países. Las preciosas hierbas de la locura, amadas por los dioses del amor, estaban siendo casi imposibles de encontrar. Más al norte, en Perentie, los edificios de seis aldeas se habían derretido, dejando a toda la población sin cobijo. Bandidos habían saqueado la mitad de los templos de la región de las Orillas Superiores del Oeste… la lista parecía interminable. La gente en Eisraim estaba empezando a considerar la situación en su propia región como cada vez más precaria. ¿Pero qué se podía hacer?

Esta era la pregunta para la cuálnadie tenía respuesta.

Cuando Teyani y Alcibyadi se fueron, Elyani se acercó y se sentó a mi lado.

― Szar, ¿crees que Maryani y Vasoukidass se aman? ―preguntó.

Abrí los ojos desmesuradamente.

― Bueno… quizá sí se aman, de algún modo, tanto como una sacerdotisa de diecisiete años puede amar a una serpiente de mil años que escupe lenguas de veneno que todo lo consumen. No puedo imaginarlos como amantes, pero ciertamente parecía haber amor entre ellos.

― Deja que te recuerde tu voto solemne, Dragón ―dijo Elyani.

― ¿Qué voto? ―fruncí el ceño.

― El voto de que nunca intentarás separar a aquellos que se aman.

Estaba desconcertado.

― ¿Juré eso? No me acuerdo…

― ¡Por supuesto que no! ―dijo ella― El voto lo harás en el futuro. Pero es un voto eterno, así que ya tienes que cumplirlo.

― ¡Dulce ángel! ―me eché a reír y la tomé entre mis brazos.

― ¿Mantendrás tu voto? ―insistió, firme como un pilar del cielo.

El tono contundente de su petición me sorprendió mucho.

― Si quieres, tomaré el voto ahora mismo.

― No ―dijo la mujer mágica con voz grave―, aún no estás preparado. Si lo jurases ahora, no sería vinculante para toda la eternidad.

― ¡Vuf! ―exclamé dejándome caer en el césped con ella―. Lo dices en serio, ¿verdad?

― ¡Muy en serio, Dragón!

― Pero, ¿y si Maryani permanece fuera de su cuerpo demasiado tiempo y muere?

― ¿Por cuánto tiempo puedes mantener su cuerpo hibernando?

― La hibernación puede implicar ciertos riesgos ―advertí―, especialmente en estos tiempos, donde inundaciones de sucio fango elemental se vierten desde los campos.

― ¿Por qué no le pides consejo al rey Naga? La sabiduría de los Nagas es legendaria. Vasoukidass podría incluso tener enseñanzas para darte.

― ¿Qué? ―me eché a reír―. ¡No puedo creerlo! Esta situación se nos está yendo completamente de las manos.

Resuelta como el vuelo del Águila en el Borde de las Alturas, Elyani repitió su ruego:

― ¿Cumplirás tu voto?

― ¡De acuerdo, de acuerdo! ―me rendí―. No intentaré separar a estos amigos en contra de su voluntad.

Elyani dio la bienvenida a mi resolución con un largo beso, vibrante con muchos misterios de tiempos ancestrales.

Cuando recobré el aliento, le pregunté si Teyani le había dado alguna pista sobre las crípticas frases del oráculo.

― “Vive el día a día y no te preocupes de nada más que de amar al Águila y enseñar el Punto a Szar”, esto es lo que dijo Teyani ―respondió Elyani―. ¿Y tú, alguna intuición?

― Confía en los dioses y lucha por Elyani, esta fue la frase más poderosa ―dije, enviando un pensamiento amoroso a Nuestro Señor Ganá.

― ¡Gracias, Dulce Señor Ganá! ―repitió Elyani.

― Pero no hay nada más por lo que luchar en este momento ―me lamenté―. De todas formas, Yo soy el que siempre se mete en problemas, no sólo con los Dragones Voladores. Tú eres la que brillas. Nunca hay nada que vaya mal contigo.

― ¡No hablemos de esto! ―Elyani chasqueó sus dedos―, ¡Al Punto, Hermano Caballero!

― ¡Al Punto, Hermano Caballero! ―me senté muy recto, sobresaltado por la metamorfosis de su voz. Cada vez que hablaba de los Hermanos Caballeros, Elyani se volvía una persona distinta. Un brillo salvaje, ilegítimamente fascinante, llameaba en sus ojos, su suave ternura de Águila desaparecía, desvelando un ardiente guerrero, obstinado y de rápidos movimientos, una hermosa desconocida que parecía conocerme profundamente.

― ¿De qué me tienes que informar, Hermano Caballero? ―preguntó, concentrándose en los centros de energía sobre mi cabeza.

Recobré el ánimo, observando su cara con curiosidad. Parecía que sus labios eran más rojos. ¿Y no eran sus ojos más oscuros?

― Desde que empezaste a enseñarme sobre el Punto, mi fuente clara se ha vuelto infinitamente más estable y tangible ―le conté―. A veces, la inspiración fluye hacia mí como un río. Y ya no tengo que esperar pasivamente que esto suceda, el Punto provoca este fluir ―continué para comunicar mi insatisfacción sobre pasar tanto tiempo y energía aprendiendo a controlar desde el Punto campos que estaban destinados a derrumbarse, más bien pronto que tarde―. ¿Por qué no usar métodos que operan independientemente del entramado? ―pregunté.

― Imagina que eres un gigante Nefilim, viviendo en las elevadas rocas de la Península del Este ―ella se puso juguetona―. Has tejido los más fantásticos campos del Punto del reino entero, puedes pensar rápido, mega rápido, ¡más rápido que nadie en la Tierra! Experimentas cumbres de placer y abismos de pasión, lees los archivos del pasado y del futuro, viajas a las más extrañas y lejanas esferas de la lejanía, descifras la conciencia de los Vigilantes y comprendes misterios incluso más grandes que todo esto.

Hasta el momento, no tenía motivo para quejarme.

― ¿Por qué querrías pensar, ni tan sólo por un segundo, que tus campos pueden un día desconectarse, dejándote estúpido e inútil?

― ¿Pero no es así como van a acabar de todas formas? ―repliqué.

―Probablemente. Pero nadie quiere pensar en ello. ¿Por qué querría un rey reflexionar sobre el hecho de que está destinado a convertirse en un mendigo?

― Mmm… ―me encontré rascándome la nariz del mismo modo que Woolly lo hacía―. ¿Y qué se supone que debo hacer, por cierto, si un gigante me hace entablar una lucha del Punto?

― Espera, hombre de la Ley, es demasiado pronto para preocuparse de eso. Primero, debes convertirte en un maestro del Punto, estilo Eisraim ―dijo ella.

― ¿Y cómo alguien se convierte en un maestro en el estilo de Eisraim del poder del Punto? ―sentí una urgente necesidad de saber―. ¿Practicar, practicar y practicar?

― No sólo practicar ―dijo ella―. Iniciaciones, trasferencias de poder.

Cada vez me gustaba menos esperar.

― ¿Por dónde empiezo? ―insistí.

― Tu Punto no es lo suficientemente fuerte todavía. Dame un poco más de tiempo.

― ¿Qué hace falta que suceda?

― ¿Por qué un niño pequeño defeca sin darse cuenta? Porque su esfínter no es lo suficientemente fuerte. El Punto es como un esfínter. Todo tipo de energías alcanzan tu conciencia a través del Punto, algunas son buenas y otras no tanto. Mientras tu Punto sea inmaduro, no puedes controlar lo que cae sobre tu cabeza.

Me crucé de brazos, muy disgustado.

― De acuerdo, ¡sintoniza con tu Punto! ―concedió.

Sentí el centro de energía sobre mi cabeza iluminándose como un pequeño sol.

― Ahora está flojo ―dijo ella. Entonces, desde su Punto, manipuló mi energía― Ahora está apretado. ¿Puedes sentir la diferencia?

― ¡Legítimamente inconfundible! ―la sensación en el Punto era aguda e intensa como la punta de un triángulo.

― Ahora hazlo tú ―dijo ella―. Déjalo flojo.

Dejé que mi Punto se quedase como una gelatina.

― Un Punto flojo te deja vulnerable ante un ataque. Cualquiera puede verter veneno en tu interior. ¡Ahora apriétalo de nuevo!

Reproduje el agudo sentimiento, dejando que el Punto coincidiese con la punta del brillante triángulo de luz que Elyani había encendido para mí― ¿Todavía soy vulnerable?

― Menos… ―dijo ella.

― Menos vulnerable ―me reí―, ¡pero esto no es suficiente! ¿Debería intentar agudizarlo más?

― Sí, pero… el Punto necesita algo más que agudeza, necesita estructura. El centro de energía se debe construir. De esta parte no te tienes que preocupar. Yo estoy a cargo.

― Entonces, ¿qué me estás haciendo?

― Tejer tu Punto. Es el modo en que la sabiduría del Punto ha sido transmitida en Eisraim durante cientos de años.

― ¿Quién tejió su Punto, Elyani? ―pregunté con respeto.

― ¡Toda la gloria sea para el maestro! Madre Teyani ―inclinó la cabeza con reverencia―. Y el Punto de Teyani fue tejido por Gervin, cuyo Punto fue tejido por Orest.

La visión de pesadilla de una horda de gigantes Nefilim reapareció, todos y cada uno de ellos eran grandes expertos en la lucha del Punto, armados de campos hasta los dientes, enloquecidos con la fiebre de los Vigilantes. “Apuesto a que no tendrían ninguna dificultad en encontrar su camino a través de los pasillos”, me dije a mí mismo.

― Agudeza y estructura ―resumí― ¿Será esto lo que me preparará para enfrentarme a los gigantes?

― ¡Oh, no! Esto sólo son prerrequisitos. Para que tu Punto esté realmente sellado, debe estar conectado a elevadas fuentes de poder. En este momento, estás conectado a la luz gloriosa de Nuestro Señor Ganá, gotas de su luz, nada más. Después, resonarás también con el Águila y con la energía del Trueno ―leyendo mi siguiente pregunta, añadió―. Mi Punto brilla la luz del Águila. También estoy conectada con Mareena.

― ¿Mareena del mundo de los dioses?

― ¡Una fuente de generosidad! Siempre que pueda, te ayudará, igual que ha estado ayudando a la gente de Eisraim desde que ascendió al mundo de los dioses.

Las tropas de gigantes seguían en mi mente.

― ¿Crees que realmente tendremos que luchar contra esas bestias Nefilim?

― Ve paso por paso, Guerrero ―aconsejó Elyani, con el Águila brillando en sus ojos. Como iba a insistir, sonrió con un toque de ironía―, ¿O quizá prefieres que Teyani y Alcibyadi pregunten al oráculo de nuevo?

Me rendí incondicionalmente, dejándome caer en el césped.

― ¡Téjeme!

10.3 Los Inframundos, reino de poder

Cuando volví a descender a los Inframundos, fui inmediatamente guiado hasta Maryani y su rey Naga. Ni siquiera tuve que sintonizar, fui transferido milagrosamente de puerta en puerta hasta que llegué a un lugar que era completamente diferente de cualquier cosa que hubiera visto antes.

Era un enorme jardín con flores de cada color imaginable, y árboles llenos de frutos exuberantemente grandes. Bandadas de pájaros cantaban armoniosas melodías y la luz era mucho más brillante que en el reino.

Maryani vino a saludarme.

― ¡Bienvenido, Szar!

― ¡Oh, mi Señor Melquisedec! ¿Qué te ha sucedido? ―miré su aura consternado. Llamas de color rojo rubí estallaban en ella, y sus mejillas y frente parecían haberse quemado.

― No te preocupes, amigo en la Ley, sólo me calenté un poco cuando visité los Hornos de la Fatalidad. ¡Pero me ha hecho sentir fantásticamente bien! ¿Te gusta este jardín? ―dijo extendiendo su mano.

― ¿Los Hornos de la Fatalidad? ―tragué saliva― ¿Llevaste a Lilu contigo?

― ¡Naturalmente! ―cogiéndome de la mano, empezó a caminar― ¡No te preocupes! Lilu está pasándoselo muy bien con Vasouk y conmigo.

― ¿Puedo verla?

― La verás enseguida. Está con Vasouk ―continuó sin parar, con la voz llena de encanto―. ¡Los Inframundos son tan bonitos, Szar! ¿Has visitado alguna vez la cadena de volcanes que bordea los Hornos de la Fatalidad?

― ¡No!

― Szar, ¡debes hacerlo! ¡Los lagos de lava son tan especiales! No puedo esperar a que Vasouk me deje nadar allí.

― Hm… ¿crees que eso sería sabio, Maryani?

― Szar, ¡parece que siempre estás asustado! Los Inframundos no son lo que la gente piensa, ¿sabes?

― Lo sé, lo sé… ―suspiré―. Sólo estoy preocupado por tu salud.

― Precisamente ―se echó a reír―. Vasouk dice que, mientras no has nadado en el Mar Relampagueante, tu salud siempre permanecerá endeble.

― Y… ¿planeas nadar en el Mar Relampagueante?

― ¡Naturalmente! ―dijo―. Pero será a su debido tiempo. Si no estás preparado, puedes evaporarte en un segundo. ¡Vuf! ―dijo riendo.

Yo no me reí.

Habíamos llegado a un huerto maravilloso donde Vasouk nos esperaba.

Me dio la bienvenida con su lenta y grave voz.

― Ay, ay, ¿no es Szar de la Túnica Marrón? ¡Qué feliz circunstancia!

― Saludos, Su Majestad ―deseé haber pensado en preguntar a Gervin cómo debía saludar a un rey Naga.

― ¿Te gustan nuestros huertos, Szar de la Túnica Marrón?

― ¡Son maravillosos, Su Majestad! ―dije, buscando a Lilu. Cuando la vi flotando en el aire, cerca de la cabeza de Vasoukidass, me quedé atónito. Su tamaño era, por lo menos, el doble, y estaba encendida con llamas de color rojo rubí, como el aura de Maryani.

Vasoukidass sumergió su mirada en la mía.

― Empieza a estar mejor, ¿verdad?

El rey aleteó sus orificios nasales levemente, y Lilu se acercó a mí.

― Debo decir que estaba muy fría. Necesitaba algo de calidez. Y algo de poderío. Le faltaba mucho poderío, debo decir.

Maryani me trajo una manzana gigante, junto a otros frutos que nunca antes había visto. Después fue a sentarse cerca de Vasouk, descansando su espalda en el dorado cuerpo del Naga.

― ¡Tengo tanta hambre! ―dijo ella, y empezó a devorar una gran fruta morada que podía haber sido una ciruela, excepto porque era casi tan grande como una calabaza―. Desde que hemos visitados los Hornos de la Fatalidad, no he parado de comer ―explicó.

― ¿Por qué no pruebas nuestras manzanas, Szar de la Túnica Marrón? Este jardín es famoso por ellas ―dijo Vasouk.

Di un mordisco a la preciosa manzana roja que Maryani me había dado. Era sublime. Mi energía quedó instantáneamente repleta de una vibración burbujeante, y mi Dragón empezó a vrufear de éxtasis.

― ¡Siéntate! ―advirtió Vasouk sabiamente.

Me dejé colapsar en postura de meditación.

― Ay, bien. ¡Muy bien! ―dijo Vasouk con su voz profunda y melodiosa.

Permanecí en silencio un momento, capturado por la delicia vrufeante.

Un remolino nebuloso, vertiginoso, intoxicado con su elixir.

Vasouk esperó pacientemente. Mientras tanto, Maryani comía fruta tras fruta, incluyendo manzanas rojas como la que me había dado.

Cuando juzgó que me había recuperado, Vasouk preguntó:

― ¿Sobre qué debemos conversar, Szar de la Túnica Marrón? Ay, Maryani y yo apenas hemos tenido tiempo para hablar todavía. ¡Hemos estado tan ocupados!

― Su Majestad, ha dicho que Lilu estaba muy necesitada de poderío. En este momento, en el reino, mis amigos tienen muchos problemas con cierto número de piedras como ella. ¿Cómo podemos darles poderío?

Los grandes ojos negros y redondos ojos de Vasouk rodaron primero a la derecha y luego a la izquierda. Después dijo:

― Ay, poderío es justo lo que no tenéis en tu reino. Allí arriba todo es insustancial y débil. Lo que llamáis materia, yo mejor llamaría sueño. Y la fuerza vital… ¡la fuerza vital es tan deplorablemente débil en tu reino! Tú lo sabes bien, Szar de la Túnica Marrón, ¿verdad?

Asentí.

Vasouk giró su cabeza hacia Maryani y explicó:

― Szar de la Túnica Marrón es un iniciado de los Hijos del Dragón. Cuando se sometió a su iniciación, su cuerpo físico se tornó receptivo a las energías de mi reino, fuerzas que los seres humanos normales nunca llegan a degustar. Lo cambió por completo. Lo hizo fuerte. Comparado con los hombres, quiero decir.

Maryani asintió y fue a coger más frutas.

― Este poderío que ganaste muriendo en el Dragón, amigo mío, es justo lo que no tienen vuestras piedras.

Esto me hizo pensar. Profundamente. ¿Cómo se podría infundir el poderío del Dragón en las piedras de Woolly?

Cuando Maryani volvió, Vasouk abrió su boca silenciosamente, desvelando una enorme lengua negra y dos filas de colmillos blancos aterradoramente brillantes. Maryani dejó caer una ciruela-calabaza en su lengua. Mientras la tragaba, ella volvió a sentarse apoyada en sus escamas doradas y empezó a comer de nuevo.

― El poderío es muy ajeno a los seres humanos ―continuó Vasouk―. No tienen mucho, y no entienden que es en mi reino donde lo podrían encontrar ―volvió su gran cabeza para mirar a Maryani―. ¿Has escuchado alguna vez la analogía que compara la creación a una enorme escalera?

― Sí, Madre Teyani me la ha contado muchas veces ―dijo ella―. Es parte de la Ley de los seres humanos.

Vasouk olfateó con aprobación.

― Pues bien, ¡muy bien! Es parte de la Ley de los Nagas también. Entonces, cuanto más alto escalas en la escalera, más pura es la conciencia. Cuando más desciendes en la escalera, más poderoso el poderío.

― Pero tu conciencia es muy pura, Vasouk, y sin embargo, ¡reinas sobre la parte inferior de la escalera! ―señaló Maryani.

― Bien… Debo decir… que esto es porque, cuando vas lo suficientemente arriba o abajo en la escalera, alcanzas dominios donde la conciencia y el poderío no pueden ser separados ―Vasouk giró los ojos rápidamente en varias direcciones y después los fijó en mí.

Descansé en lo más profundo de mi Madre Dragón, recordando como los Nagas podían aniquilar personas y ángeles sólo con mirarlos.

Vasouk brilló con una amistosa sonrisa.

― Si preguntaras a Szar, te contaría que Nuestra Madre Dragón es el poderío de Nuestro Señor Melquisedec. ¿Verdad, Szar de la Túnica Marrón?

― Cierto es, Su Majestad.

― Ay, si me preguntaras, te diría que Nuestro Señor Melquisedec es la conciencia de Nuestra Madre Dragón.

― ¡Muy sutil! ―Maryani frunció el ceño pensativamente.

― Debo decir, la sutileza no lo es todo en la vida, ¡pero es mucho! ―comentó Vasouk, después continuó―. En lo alto de la escalera hay conciencia con poderío. En lo más bajo de la escalera, hay poderío con conciencia. Ay, ay… en el medio, donde viven los seres humanos, deberíamos encontrar ambos, conciencia con poderío y poderío con conciencia, ¿no? Y sin embargo, extrañamente, no hay ni lo uno ni lo otro, lo cual, si me sigues, es exactamente la razón por la cual vuestras piedras tienen dificultades, Szar de la Túnica Marrón.

― Su Majestad, ¿quiere decir esto que las piedras deben ser llevadas a la cima de la escalera? ¿O quizá a la parte inferior? ―pregunté.

― Esto ciertamente ayudaría, pero no sería la solución final ―respondió Vasouk―, Más bien, la parte superior y la parte inferior de la escalera deben ser llevadas a vuestras piedras.

La última frase me dejó incluso más perplejo que la anterior.

― ¿Son estas piedras uno de tus intereses, Vasouk? ―preguntó Maryani.

― Bueno, sí. Ciertamente debo decir que lo son ―dijo Vasouk―, porque yo soy una piedra.

“¡Esto es el colmo!”, pensé atusando mi barba.

Maryani saltó a sus pies y contempló el largo cuerpo dorado del Naga.

― Sin embargo, tú y Lilu sois muy diferentes ―observó cándidamente.

― Lilu sólo es un bebé piedra. Todavía le queda mucho. Hay diferentes tipos de piedras, ¿sabes? ―contestó Vasouk.

― ¿Terminará Lilu siendo como tú? ―preguntó Maryani.

― Ay, ¿y si no me vierais como soy realmente? ―la sonrisa enigmática de Vasouk reveló un destello de un colmillo―. ¿Y si, en realidad, yo viviera en las esferas de las Profundidades y este cuerpo de Naga fuera sólo una apariencia? Una apariencia muy conveniente, debo decir.

― ¿Qué son las esferas de las Profundidades? ―pregunté.

― Es como llaman los Nagas las esferas de las Alturas ―explicó Maryani―. Es porque están tanto abajo como arriba.

― ¡De hecho justo lo mismo! ―confirmó Vasouk.

― Vasouk, ¡quiero saber cómo eres en las esferas de las Profundidades! ―Maryani acarició una de las escamas doradas de Vasouk.

― Bueno, quizá podamos descender juntos y visitarme en las esferas de las Profundidades, después de nadar en el Mar Relampagueante ―divertido, Vasouk me dedicó una enorme sonrisa, desvelando esta vez sus dos filas de enormes colmillos brillantes―. Eso si no se evapora, claro.

Hice todo lo posible por contenerme y mantener una sonrisa diplomática.

― Porque si Maryani se evapora ―Vasouk continuó―, ya estaría en las esferas de las Profundidades. Es tranquilizador, ¿verdad?

Conseguí continuar sonriendo.

Vasouk movió sus ojos y sus orificios nasales rápidamente, después giró su cabeza hacia Maryani.

― Nuestro amigo Szar de la Túnica Marrón está preocupado, ¿verdad?

― ¡Lo sé! ―asintió Maryani― ¿Qué podríamos hacer?

― ¿Es porque sabe que eres la sobrina del príncipe de la región de Eisraim, y le preocupa que su templo se meta en problemas si no te lleva de vuelta tras haberte hecho descender?

“¿Qué?”, pensé, acogiendo las noticias como un puñetazo en el estómago, “¿Cómo es que nadie me dijo nada de esto?”.

Maryani se giró hacia mí.

― ¿Es este el problema, Szar?

― Hm… Yo… no sabía esto.

Vasouk continuó girando sus ojos en todas direcciones.

― Bien, bien… y si nosotros, los Nagas, enviamos un mensaje oficiar a Su Majestad el Príncipe de la Región de Eisraim, anunciando que Maryani del Águila Blanca es nuestra invitada y que el Rey Vasoukidass la ha tomado bajo su protección personal.

Maryani aplaudió.

― ¡Sí! ¡Hagamos eso!

― Szar de la Túnica Marrón, ¿podrías ser nuestro amable embajador para este asunto, y trasmitir el mensaje a Su Majestad, el Príncipe de la Región de Eisraim?

― Pues… ciertamente, Su Majestad.

― Y ahora, ¿qué más te preocupa, Szar de la Túnica Marrón? ¿Es Lilu, quizá?

― No creo que Szar entienda por qué le gusta Lilu ―interpuso Maryani.

― Ay, ¿debemos quizá contárselo, entonces? ―sugirió Vasouk.

“Esta situación está completamente fuera de control”, seguía pensando.

― Lilu es una externalización de la energía de Woolly, un aspecto de Woolly que existirá en el futuro ―explicó Vasouk.

― Y, en el futuro ―añadió Maryani― Woolly y tú seréis los mejores amigos.

Escuché en silencio, con los ojos fijos en Lilu. Todavía brillaba con chispas rojas de luz y había volado de vuelta a la cabeza de Vasouk.

― ¿Puedes ver el futuro de Woolly cuando sintonizas con Lilu? ―pregunté.

― Bueno, ¡sí! ―dijo Vasouk.

― ¡Sí! ―añadió Maryani.

Estaba fascinado.

― ¿Quiere esto decir que Woolly pondrá más y más de su energía en Lilu para que finalmente, Lilu-Woolly sea como Su Majestad El Rey Vasoukidass?

Maryani puso una mueca.

― Por el modo en que se desarrolla el trabajo de Woolly en este momento, no hay muchas opciones de que esto suceda.

Vasouk asintió a la manera de los Nagas.

― Bien, sí. Esta es la verdad. Debería decir, hay signos en Lilu que muestran que Woolly ha estado cometiendo ciertos errores.

Esto sonaba como una oportunidad de oro para restaurar la vitalidad de las piedras del Archivo. Sospechando que Vasouk tenía el poder de hacer descender a quien quisiera a su reino, rogué.

― ¿Podría quizá traeros a Woolly, Su Majestad, para que pudiera escuchar sus consejos?

Vasouk giró sus ojos hacia Maryani.

― Ay, ay… ¿querrías a Woolly aquí abajo?

Maryani dudó.

― Creo que prefiero que espere ―dijo finalmente.

― Sabio, creo. Muy sabio ―Vasouk lo aprobó, aleteando los orificios de su nariz― Bien, Szar de la Túnica Marrón, dile a Woolly que debe esperar.

― Hm… Su Majestad… ¿esperar a qué?

― ¡A mí! ―declaró Maryani, inocentemente majestuosa.

Permanecí pensativo, preguntándome qué Lejano Inframundo iba a decir a Woolly.

― Szar de la Túnica Marrón, ¿sabes por qué los Nagas nunca son vistos riéndose? ―preguntó Wasouk.

― No, Su majestad.

― Bien… es porque ríen es su interior. Todo el tiempo. Es parte de su naturaleza.

Maryani me miró y se echó a reír.

― Bien, entonces… ―dijo Vasouk―, todos necesitamos beber. Szar de la Túnica Marrón, déjanos mostrarte los magníficos ríos que fluyen por este huerto. Hay cuatro.

10.4 Elyani y los vapores

Tan pronto como regresé al reino, fui a inspeccionar el bote de Lilu.

― ¡Oh, no! ―exclamé consternado. Había encogido de nuevo.

Elyani vino a sentarse a mi lado.

― La energía de Maryani parece excelente.

― Elyani, esta historia empeora por momentos ―empecé a quejarme, y continué relatándole los eventos de la noche.

Elyani no parecía preocupada. Pasó su mano por mi cabello.

― Tus ojos brillan como el Mar Fundido.

― El agua de esos ríos de la vida era más poderosa que cualquier cosa que haya probado nunca. Pero no podía creer la cantidad de Maryani bebía. Yo tomé un trago y fue suficiente en el Dragón para mí. Me hizo embriagarme. ¡Pero debías haberla visto! Sumergió su cabeza en el agua, igual que el rey Naga y bebió más y más. ¡No se detenía! Elyani, estoy extremadamente preocupado.

― ¿Preocupado por qué? ―preguntó con voz suave.

― ¿Y si Maryani se convierte en un Naga?

Elyani se echó a reír.

― Sí, ¿qué le diríamos al príncipe de la región de Eisraim?

― Por cierto, ¿por qué nadie me dijo que era su sobrina?

― Teyani no quiso que te preocuparas.

― ¡Genial! ¿Y cómo se supone que voy a entregar el mensaje al príncipe?

― Si fuera tú, dejaría esta tarea para Teyani ―sugirió Elyani―. ¿Qué le dirás a Woolly?

― ¿Y si me acompañas? Te quiero mostrar las cuevas del tesoro de Woolly. Si está de mal humor, no nos quedaremos mucho rato. Pero quizá tú podrías decirme si será mi amigo. Maryani y Vasoukidass dicen que sucederá en el futuro. Podría significar en una vida futura.

Elyani estaba encantada con la invitación.

Me tomó del brazo y nos fuimos por los pasillos, disfrutando del espacio de paz interior que el paseo guiado en el punto proveía.

Cuando alcanzamos la capilla y abrimos la puerta, un hombre vino inmediatamente hacia nosotros.

― ¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, Comandante! Mi nombre es Physsen, de la casta de los Genios de los Campos. Soy el encargado de comprobar quién entra.

Un rápido olfateo fue suficiente para juzgar que Physsen de los Genios de los campos era incapaz de luchar. Aun así, estaba encantado de ver que el lugar estaba vigilado.

― ¡Toda la Gloria sea para Nuestro Señor Melquisedec, Physsen! Esta es Elyani, que ha venido conmigo a visitar al Maestro Woolly.

Tras saludarla, Physsen nos dijo:

― El Maestro Woolly ha salido, pero volverá pronto.

Brillad, lluvias de luz. Soplad, vientos del espacio. Racimos de estrellas se han congregado para la gran danza. ¿Te unirás?

Advertí a Elyani que tuviese cuidado de no pisar las botellas del suelo y la llevé de habitación en habitación, señalando los botes que contenían las energías más especiales.

― ¡Sintoniza con esta! ―dije, alcanzando un bote azul de los estantes de la pared―. Hace vrufear a mi Dragón, ¡de la misma manera que tú lo haces!

Ella sonrió.

― ¿Debería estar celosa?

― ¡Sintoniza! ―le indiqué.

Cerró los ojos.

― Me hace sentir embriagada.

Hice que sintonizase con los mejores botes que encontré.

― ¡Vuf! Me siento cada vez más mareada.

Chasqueé los dedos.

― ¡Puedes caer entre mis brazos cuando quieras!

Justo entonces, apareció Woolly. Cuando vio a Elyani, aplaudió y exclamó:

― ¡Oh! ¡Qué belleza! Ella es de los Nefilim, lo veo. ¿Dónde la has encontrado?

Aquello era embarazoso.

― Hm… Woolly, esta es Elyani, suma sacerdotisa del Águila Blanca.

Caminó hacia ella.

― Sí, lo sé. Alabao-sea-nuestro-señor-Melquisedec, Elyani. ¿Te importa si le echo un ojo a tu piedra?

Antes de que pudiera responder, tomó el colgante de su cuello.

― ¡Oh! ¡Es tan hermosa! ―dijo entusiasmado.

Elyani intentó contenerse al principio, pero se echó a reír.

Risa fresca que llenó la estancia de gozo.

Con sus ojos fijos en la piedra, Woolly sonrió.

― ¿Cómo le va la vida, Elyani? ―preguntó.

Elyani no podía dejar de reír.

Finalmente la miró. Pareció conmovido.

― Ella es casi tan hermosa como su piedra blanda. Intenté casarme con una justo como ella hace algunos años. ¡Era explosiva! Desafortunadamente, todo se avinagró cuando derretí la capilla de su padre hasta el legítimo suelo. Fue ahí cuando tuve que dejar apresuradamente el templo. Que sepáis que era probablemente la mejor cosa que la diosa había hecho como mujer.

Agarrándose de mi brazo, Elyani todavía reía. Woolly y yo intercambiamos una larga sonrisa, cargada de significado silencioso.

La cita cósmica había sido planeada. En un palacio, a los pies de un ángel de las Alturas. ¡No dejes pasar la llamada! Ella morirá. Por ti.

― Woolly ―dije finalmente―, hemos venido a traerte un mensaje.

― ¡Me encantan los mensajes! ―dijo Woolly―. ¿Cuál es el mensaje, Comandante?

Todavía eufórica por los vapores, Elyani recuperó el aliento y exclamó:

― ¡Espera! ¡Sólo espera!

Woolly se tomó el gozoso humor de Elyani como un cumplido personal sobre el poder de sus elixires. Le sonrió.

― ¿Es ese el mensaje? ¡Pero yo odio esperar! Así es como Gervin me sedujo para traerme a Eisraim, por cierto. Me prometió que si me asentaba aquí, nunca tendría que esperar por nada, dentro de los límites razonables, claro.

― Woolly ―declaró Elyani―, ¡queremos saber cómo conociste a Gervin!

Woolly subió la mirada hacia los dioses.

¡Oh, mujer en la Ley! ¿Realmente quieres conocer este doloroso episodio de mi no menos dolorosa existencia?

― ¡Sí! ―el vigor de la voz de Elyani nos tomó a los dos por sorpresa.

― ¡De acuerdo entonces! ―cedió―. Vayamos a la bodega del fango, se está mucho mejor allí abajo. Ten cuidado de no pisar las botellas.

Mientras lo seguíamos por la escalera, empezó su historia.

― Todo comenzó en el templo de Laminindra, en la región de los Lagos del Norte. Allí es donde tuve aquel desafortunado incidente, la onda de choque que derritió la capilla del padre de mi prometida, y otras cuantas capillas de la zona ―suspiró profunda y nostálgicamente―. Tras aquello tuve de dejar la región. Emigré al templo principal de las Llanuras del Oeste. Los hacedores de piedras de aquel templo buscaban a alguien que pudiera ayudarlos a producir armas de piedras blandas.

Llegamos a la bodega más grande de todas, donde se guardaban por lo menos cuarenta enormes cubos de fango blanco.

La Gran Noche, que todavía canta la Canción de la Creación.

Woolly se sentó en el suelo y nos invitó a hacer lo mismo.

― ¿Te gusta como huele, Elyani?

Elyani inhaló profundamente.

― ¡Hace que mi Dragón vibre!

Fruncí el ceño.

Woolly se echó a reír.

― ¿Y qué desastre creaste en las Llanuras del Oeste, Woolly? ―preguntó Elyani.

― ¡Tú lo has dicho, desastre, Elyani! ―Woolly frotó sus dedos contra el bulto de su nariz―. Los hacedores de piedras de las Llanuras del Oeste, ¡eran unos verdaderos idiotas bastardos en la Ley! Cada vez que preparaba algo decente para ellos, lo destruían con sus torpes intervenciones. Finalmente, estaba tan harto de ellos, que pedí al sumo sacerdote tener mi propia capilla. Todo lo que pedía era que nadie me molestase, y dije que entonces entregaría sus armas de piedras blandas ―mientras Woolly hablaba, yo me divertía mirando cómo Elyani respiraba profundamente, llenando sus pulmones con los vapores de fango blanco.

― Pero aquellos malditos hacedores de piedras todavía no habían terminado conmigo. Una noche, vinieron a espiar a mi capilla. El problema era que ellos eran el tipo de idiotas que no saben distinguir una Sacerdotisa de Azul de un filosterópodo. Jugaron con mis armas de piedra blanda. Y, claro, ¿qué esperaban? Explotaron sus culos, a gran escala ―hinchando sus carrillos, Woolly produjo un ruidoso sonido de pedo.

La suma sacerdotisas se echó a reír de nuevo.

― A la mañana siguiente, cuando llegué, me encontré a cuatro de ellos muertos en el suelo. No fue una gran pérdida para el reino, debéis saber, pero recuerdo tirarme del pelo y chillar a la Diosa: “¿Qué horrible Inframundo te he hecho para que me mees encima todo el tiempo?”. Después pensé, “Esta vez no es culpa mía, ¿por qué debería escaparme?”, así que fui a informar de los hechos al sumo sacerdote ―Woolly suspiró―. Este fue otro gran error. El legítimo gilipollas me metió en la cárcel. Gracias a Nuestro Señor Melquisedec, resulta que Gervin estaba de visita en el templo. Escuchó la historia y pidió verme.

Woolly se paró, comprobando que Elyani yo esperábamos ansiosos el resto de su historia.

― Gervin empezó preguntándome cosas sobre las piedras, para probarme. Había algo en aquel hombre que me gustó desde el primer momento. No podría decir qué. Quizá fue el hecho de que se echó a reír cuando escuchó mi historia. Nadie nunca se había reído al contarle lo del enorme fuego que había creado en mi templo nativo. Y parecía que conocía el negocio. En el mundo de las piedras blandas, ¡hay tantas Sacerdotisas de Azul!

Entonces, sin motivo aparente, Gervin me interrumpió en el medio de la conversación y dijo: “Woolly, ¿querrías venir conmigo a Eisraim y tomar parte en la elaboración de una de las más extraordinarias piedras blandas de todos los tiempos?”. Reflexioné profundamente durante medio segundo y añadí: “¿O prefiero permanecer en los calabozos de las Llanuras del Oeste para el resto de mis días?”. Nos reímos tan ruidosamente que el guardia que había al otro lado de la puerta vino a la celda, para comprobar que todo era legítimo. ¡Deberíais haber visto su cara!

Gervin lo arregló para cambiar mi sentencia por el exilio de las Llanuras del Oeste. A mí no me importó, no tenía un gran futuro en aquella cárcel. Y así fue como aterricé en el templo de Eisraim.

Elyani aplaudió.

― Woolly, ¡qué historia tan maravillosa!

Woolly hizo una mueca.

― Algo así ―después preguntó―: Entonces, ¿me diréis qué se supone que debo esperar?

― Bien… Woolly, ¿has oído hablar de los Nagas? ―le pregunté.

― ¿Un tipo de gusano que vive en el compost del Inframundo, es eso?

Elyani relucía, apoyando su cabeza en mi hombro.

― Bueno… algo así. Pero nobles, ¡muy nobles!

― ¡Bien! ―dijo―. Un noble gusano que vive en la mierda del Inframundo.

― Woolly ―le riñó Elyani―. Los Nagas son serpientes, no gusanos, y viven en magníficos palacios de oro, no en el compost. Muchos de ellos están dotados de omnisciencia. Si te escuchan insultarlos, podrían golpearte con un rayo.

Woolly se sentó recto y se compuso, con semblante solemne. Con voz lenta y ceremoniosa, dijo:

― ¡Oh, mi Señor Melquisedec! ¿Y qué puedo hacer yo por esos nobles Nagas, mis amigos en la Ley?

― Más bien, qué pueden hacer los Nagas por ti, Woolly ―dijo Elyani.

Brevemente le conté que Maryani y Vasouk se habían hecho amigos y se habían ofrecido a ayudarnos en nuestra tarea de hacedores de piedras.

Woolly inmediatamente se dio cuenta de que había fénix encerrado.

― Los Inframundos están llenos de fuerzas asombrosas, ¿verdad? ―pude ver una llamarada en sus ojos.

Cité a Vasouk.

― Los Inframundos son el reino del poderío.

― ¿Hay alguna manera de traer a Vasouk a esta capilla? ―preguntó Woolly.

Dubitativo, fruncí el ceño y atusé mi barba.

― ¡No digas que no! ―intervino Elyani―. Ni siquiera le has entregado todavía una invitación oficial.

― ¡Sí! ―Woolly estaba lleno de júbilo―. Comandante, por favor, ¡dile a Vasouk que ha sido oficialmente invitado por el Maestro Woolly de la Túnica Sucia color Crema ―me guiñó un ojo y susurró―; nací en otra casta, pero tuve que cambiar. No hace falta que se lo digas. Pero dile que mejor que repte hasta aquí rápidamente, pues nuestras piedras están empeorando día tras día. ¡Todas! Y por las noticias que recibí ayer, la situación en Lasseera es incluso peor que aquí. Estamos en grandes problemas, Comandante.

Pensativo, contemplé la multitud de manchas de la túnica más o menos crema de Woolly.

― Una vez, cuando estaba en el templo del Dragón, el gran maestro de los danzantes negros me dijo: “Si alguna vez estás en grandes apuros, o si necesitas algo verdaderamente imposible, recuerda siempre buscar la solución en la gloria infinita de los Inframundos. Cuanto más profundo desciendas, más increíbles son las cosas que encontrarás.

10.5 Integridad, fuego y el mito de la creación del caldero

Cuando volví a descender a los Inframundos, fui transferido inmediatamente desde la caverna azul que había bajo el patio de Elyani hasta la huerta donde debía encontrarme con Maryani y Vasouk.

Olfateé a mi alrededor para orientarme y empecé a caminar en medio de flores de brillantes colores. Eran enormes, algunas familiares, como girasoles, rosas moradas, pantelopes rosas y claveles dorados. Otras tenían formas extravagantes y me resultaban totalmente desconocidas. Comprendí que eran parte de las maravillas que solían verse en la Tierra en los Días Antíguos, antes de que los gloriosos poderes de la naturaleza se tornasen inaccesibles para los seres humanos y quedasen sellados en el interior de los Inframundos.

Como no quería ofender a mis amigos estando a la defensiva y siendo demasiado severo, decidí oler las fragancias y dejar que me hicieran sentir contento. Para cuando llegué a su lugar favorito, tenía el corazón bastante ligero.

― Ay, ay… ¿no es nuestro amigo Szar de la Túnica Marrón? ―dijo Vasouk con su lenta y melodiosa voz― ¡qué alegre visita!

Elyani me había aconsejado permanecer relativamente informal pero prudentemente educado.

― ¡Saludos, Su Majestad! ―respondí. Pero la piel y el aura de Maryani estaban tan rojas, que me resultó difícil seguir sonriendo.

― ¡He nadado en los lagos de lava! ―explicó. Mientras reprimía un escalofrío, ella abrió los ojos de par en par y me miró de frente― ¡Incluso bebí un poco!

― Mmm… ―estaba decidido a mantener la compostura― ¿Te gustó?

― ¡Fue fan-tás-tico! ―dijo con énfasis―. Me dieron ganas de saltar directamente a los Hornos de la Fatalidad.

― No temas, Szar de la Túnica Marrón ―intervino Vasouk―. Maryani no saltará a los Hornos de la Fatalidad hasta que esté preparada para ello.

― Su Majestad ―sonreí con seguridad, mostrando todos mis dientes astrales―, eso ya me hace sentir mejor.

Vasouk giró rápidamente de un lado a otro, sus ojos negros y profundos como el dragón, después me devolvió la sonrisa.

Lilu, colgando en el aire a su lado, estaba incluso más grande que el día anterior. Ahora era tan grande como una calabaza del Inframundo, y todavía estaba iluminada con rojas chispas de luz.

Hormiga gigante. Extendida en el espacio. Sin límites.

― Su majestad, me gustaría ofrecerle una invitación oficial del Maestro Woolly de la Túnica Crema, para visitar nuestra capilla. Todo consejo que Su Majestad pudiera querer darnos para rescatar nuestras piedras será recibido con inmensa gratitud.

Vasouk movió las aletas de su nariz. Lo observé con cuidado. No había duda, era exactamente la misma manera en que el hermano Amaran me había enseñado a hacerlo. “¿Quién enseñó a quién?”, me pregunté. ¿Habrían recibido los Grandes Guerreros el arte de percibir olfateando de los Nagas?

― Ay, bien. ¡Muy bien! ―se regocijó Vasouk―. Szar de la Túnica Marrón, por favor, trasmite mi respuesta al Maestro Woolly de la Túnica crema. Aceptaré su invitación y visitaré su capilla.

Me quedé desconcertado. No esperaba que Vasouk accediese a visitar el reino. Me di cuenta de que no había ni una sola habitación en la capilla de Woolly lo suficientemente grande para que cupiese el rey de setenta legítimos pies de largo.

― Pero iré más tarde, cuando llegue el momento adecuado ―añadió Vasouk.

Maryani trajo una manzana y algunas bayas rojas, que puso en mis manos, y después se fue a coger frutos para Vasouk.

― Bien… ¡siéntate! ―me advirtió Vasouk.

Me anclé en el Dragón de las Profundidades, resuelto. Esta vez iba a comerme una baya entera sin ser invadido por convulsiones extáticas.

Cuando estaba a punto de poner la baya en mi boca, Maryani gritó en la distancia:

― ¡Espera! Esa no es la forma de hacerlo ―volvió apresuradamente y vació sus brazos, lanzando a la boca de Vasouk unos cuantos melocotones del tamaño de una col. Con un travieso brillo en sus ojos, me dijo―: Estas pequeñas bayas rojas se llaman delicias Venusianas. Cuando las comes, debes pensar en una persona a la que amas, y ella soñará contigo.

Contemplé la baya durante un momento.

― ¿Hubo un tiempo en que se podían encontrar en la Tierra jardines como este? ―pregunté.

― Bueno, debo decir que sí. Exactamente ―dijo Vasouk―. Poderosos frutos como los que hay en este huerto estuvieron en todos vuestros jardines. Y también las flores.

Una abeja confundida, la mitad de grande que mi puño, voló a visitar a Lilu, confundiéndola con una flor. Lilu emitió algunos silbidos, como si le estuvieran haciendo cosquillas, y la abeja se fue zumbando.

― ¿Y cuándo fue que los seres humanos perdimos todas estas bellezas?

Vasouk tragó los melocotones que había estado saboreando en su lengua.

― Cuando perdisteis Vida, es decir, cuando el poderío se desvaneció de vuestro reino. ¿Y sabes por qué perdisteis Vida?

Todavía mirando la baya, sacudí la cabeza, preguntándome si Elyani había dicho en serio que los vapores del fango hacían vibrar su Dragón.

― Pues bien, fue porque perdisteis vuestra integridad ―dijo Vasouk―. La integridad es la cualidad más importante de todas.

Con mi dragón sintonizado con el de Elyani, comí la baya. Y en el mismo momento, pude escuchar melodías celestiales resonando por todo el jardín. Tenía ganas de reír, bailar, cantar, transportado por las gozosas ondas vrufeantes.

Maryani guiñó un ojo a Vasouk.

― ¡Funciona!

― Bueno, bien. Muy bien ―replicó Vasouk.

Vuelo directo. Curvas de tiempo. Límite de las Alturas.

― Mmm… Su Majestad, ¿podría aclarar qué es para usted la integridad?

Maryani mordió una de sus jugosas peras. Su apetito parecía tan voraz como el día anterior.

Vasouk aleteó sus orificios nasales en busca de inspiración y declaró:

― Nosotros los Nagas tenemos una definición sencilla de esta palabra: es la capacidad para soportar fuego. Las cosas que no tienen integridad no pueden aguantar el fuego. Nosotros los Nagas tenemos integridad total, podemos aguantar cualquier intensidad de fuego ―la mirada de Vasouk iba y venía sobre la huerta―. En este momento, estamos enseñando a la pequeña Maryani cómo recuperar su integridad, y es por eso que la exponemos a intensidades de fuego cada vez mayores.

Todavía podía oír las armonías musicales.

― ¡Toma otra baya, Szar! ―ofreció Maryani.

Resoné con Elyani desde el Dragón y puse la baya en mi boca. La música sonó más fuerte.

― ¿Y por qué los seres humanos perdieron su integridad? ―pregunté.

― De acuerdo con la Ley de los dioses, y creo que la Ley de los hombres sigue a la de los dioses en este asunto, la integridad fue retirada de los hombres a la vez que fue retirada de los ángeles caídos, que habían abusado del fuego. Bien, es fácil comprender por qué el Señor Melquisedec ordenó que la integridad fuese retirada de los ángeles caídos, porque habían traicionado la Verdad abusando del fuego. ¿Pero por qué fue retirada de los hombres al mismo tiempo? ―Vasouk aspiró por los agujeros de su nariz, girando rápidamente sus ojos―. Por alguna extraña y descabellada razón, debo decir, que no recuerdo. En cualquier caso, la Ley de los Nagas mantiene una perspectiva diferente en este asunto. De acuerdo a nuestra ley, si los hombres perdieron su integridad tan fácilmente, fue porque nunca la tuvieron en primer lugar.

Maryani fue a por otra carga de frutos.

Vasouk continuó.

― La Ley de los Nagas sostiene que las criaturas fueron creadas en varios estadios. Al principio, había grandes sabios y ángeles que vivían en las Profundidades y que no tenían que ser creados porque no habían perecido al final del último ciclo cósmico.

Entonces sucedió la primera ola de la creación. Del caldero cósmico, calentado por nuestra Madre Dragón, surgió la primera creación de dioses. Pero estos dioses, los asuras se llamaban, tenían celos, rabia y eran rebeldes. Debió suceder algún error.

Entonces Nuestro Señor Melquisedec ordenó que se cociese una segunda creación de dioses, utilizando el mismo caldero. Él dijo: “Esta vez, ¡dejad que se cocinen el tiempo suficiente!”, porque sospechaba que la primera creación de dioses había fallado por falta de cocción. Así que ordenó a todas las criaturas de la segunda cocción: “¡Permaneced en el caldero el mayor tiempo posible!”.

Maryani dejó caer una pera en mi mano. Después caminó hacia Vasouk, que abrió su boca para comer más fruta. Tras tragarse un melocotón del tamaño de una col, continuó.

― Y todas las criaturas dijeron: “Sí, estaremos en el caldero todo lo que podamos”. Pero cuando nuestra Madre Dragón avivó el fuego del caldero, muchas de las criaturas empezaron a saltar, gritando agónicas, pidiendo al Señor que terminase con aquel suplicio.

Maryani se acomodó apoyada en el Naga.

― Tras apenas un décimo de un eón ―continuó Vasouk―, algunas de las criaturas no pudieron aguantarlo más y empezaron a saltar del caldero; fueron los sátiros y las ninfas. No mucho después, capitularon los semidioses, diciendo: “¡Ya no aguantamos más!”, y saltaron del caldero. Cuando llegó su turno, los animales mágicos, aquellos que ahora se encuentran en las regiones celestiales, alcanzaron su límite y saltaron del fuego.

Los dioses se quedaron mucho más, lo suficiente para ser cocinados inmortales, es decir, inmortales hasta el final del ciclo cósmico, claro. Y ya que habían aguantado el fuego tanto tiempo, cuando salieron del caldero, se convirtieron en los gobernantes de todas las criaturas que habían escapado antes que ellos, y escogieron como morada la más alta de las esferas.

― ¿Qué sucedió con los Nagas? ―preguntó Maryani.

― Bien… ―Vasouk llameó por sus orificios nasales― los Nagas nunca intentaron escapar, disfrutaban del fuego. Una vez que todas las demás criaturas se habían marchado, nuestra Madre Dragón lo calentó con su fuego más profundo. Pero a los Nagas no les importó, y duró durante mucho, mucho tiempo. Entonces Nuestro Señor Melquisedec, que no podía esperar para siempre porque tenía otras cosas que crear, decidió: “Pues bien, que este caldero se convierta en los Inframundos, y que los Nagas reinen sobre ellos”.

Estaba perplejo.

― ¿Significa que estamos sentados en el caldero ahora mismo?

― ¡Pues sí! La parte superior del caldero que, en nuestros tiempos, se ha enfriado bastante. Pero si nos siguieras a mí y a mis Nagas a los Inframundos Profundos, encontrarías el mismo fuego ardiente que cocinó a todos los seres de mi ola de la creación.

― ¿Y qué hay de los seres humanos? ―preguntó Maryani― ¿Cuándo fueron cocinados?

― Esa fue otra ola de la creación ―dijo Vasouk―. Tuvo lugar mucho después. Se preparó otro caldero. Pero los ingredientes más sutiles ya habían sido empleados para los seres de las creaciones anteriores. Así que se empleó materia más basta. Se puso en el caldero y, esta vez, los dioses ayudaron a cocinar. Era la primera vez, y por eso cometieron errores.

De nuevo, Nuestro Señor Melquisedec ordenó a todas las criaturas: “¡Permaneced en el caldero el mayor tiempo posible!”. Pero estas criaturas no eran capaces de soportar tanto como los de las olas anteriores. Tan pronto como se encendió el fuego, saltaron todos los insectos, pues no pueden permanecer quietos casi ni un segundo, y por eso los insectos viven tan poco. Pronto los peces y los reptiles los siguieron, y después todos los animales, uno tras otro. Y por eso los animales tienen sólo algunas de las cualidades de los seres humanos y viven tan sólo una fracción de la duración de la vida humana.

Pero, pero… los mismos seres humanos permanecieron sólo una fracción del tiempo que hubieran necesitado para estar completos. Cuando los vio huyendo del caldero, el Buen Señor Melquisedec se lamentó: “¡Qué vergüenza cósmica!”, si hubieran sido capaces de aguantar el fuego durante más tiempo, la materia basta se hubiera refinado gradualmente, y se hubiera convertido en materia luminosa, pura y perfecta como la materia de los dioses.

Por este motivo, los seres humanos han sido propensos a las enfermedades y todo tipo de aflicciones, porque son recipientes a medio hacer hechos de sustancia imperfecta.

Con los ojos fijos en la pera, dejé que las palabras del Naga resonaron en las profundidades de mi ser. Decidí comer otra baya. Trasportado por la euforia de las olas vrufeantes, me levanté y empecé a mover mis brazos lentamente, siguiendo las armonías mágicas que podía escuchar en todas partes.

― Así que si tuviera integridad, podría comer de todos los frutos de este jardín, en lugar de sentirme abrumado tras un pequeño bocado ―dije.

― Pues sí, ¡exactamente! ―dijo Vasouk―. Aquellos que no tienen integridad no pueden experimentar el éxtasis. Tras sólo unas gotas, empiezan a saltar y a gritar como si se les cocinara en el caldero. Sólo aquellos que pueden soportarlo inmóviles pueden aguantar grandes intensidades de éxtasis.

― La capacidad de permanecer inmóvil mientras eres cocinado en el caldero ―rumié―, ¡eso es la integridad!

― Ay, ¡pues sí! ―Vasouk asintió con los agujeros de su nariz―. Realmente, esto es la integridad; soportar el fuego.

― Y entonces… ¿es integridad lo que les falta a las piedras que estamos intentando perfeccionar en el reino? ―pregunté― ¿Debemos pues encontrar una manera de cocinarlas mejor?

― Pues bien… sí, ¡cocinándoos a vosotros! ―sonrió Vasouk.

Esto me dejó perplejo.

― ¿Cocinándonos a nosotros?

― Ay, sí, pues sí… De lo que no os habéis dado cuenta todavía es que, cuando cocináis vuestras piedras, en realidad os estáis cocinando a vosotros mismos. Así que, para cocinar vuestras piedras, ¡simplemente os tenéis que cocinar! Porque, de todas formas, esta es la causa de todos los problemas de los seres humanos: cocción insuficiente.

― Necesito comprender mejor esta cocción ―concluí.

― Pues bien, sí, Szar de la Túnica Marrón ―dijo Vasouk―, esto, ciertamente, es la cosa más verdadera que has dicho hoy.

― ¿Por qué algunas criaturas pueden aguantar el fuego y otras no?

― Bueno, todas pueden aguantar el fuego, pero no todas saben que pueden ―Vasouk produjo un silbido largo con su respiración a través de los orificios de su nariz.

― Y aquellos que pueden y saben que pueden ―pregunté―, ¿cómo lo hacen?

― Hay un secreto ―dijo Vasouk.

Instantáneamente, Maryani se levantó.

― ¿Un secreto?

La cabeza del Naga se movió lentamente de arriba abajo, asintiendo silenciosamente.

― ¿Qué tipo de secreto? ―Maryani frunció el ceño con curiosidad.

― Bien, es muy simple ―dijo Vasouk―, ¡pero esencial! De hecho es algo fundamental de la Ley de los Nagas.

― ¿Y… podríamos Szar y yo preguntarte cuál es ese secreto?

Vasouk asistió, moviendo las aletas de su nariz y expirando con fuerza.

― El secreto es; sólo existe el fuego ―tras una larga pausa, continuó―. Yo soy fuego. Tú eres fuego. Szar es fuego. Todo lo que existe es fuego. Una vez que uno se da cuenta de esto, no hay límites a la cantidad de fuego que puede aguantar, porque el fuego no puede ser quemado por el fuego.

Maryani y yo permanecimos en silencio, dejando que el poder de las palabras del Naga trabajasen en nosotros.

En el fondo del Gran Abismo. Fuego ilimitado. Sonrisa sin fin.

Tras unos momentos, Vasouk nos invitó a unirnos a él para beber algo en uno de los ríos vecinos. Maryani me llevó de la mano y caminamos al lado del rey. Esta vez decidí imitar a Maryani. Me arrodillé cerca del agua, puse mi boca en el interior y bebí todo lo que pude. Maryani y yo nos sentimos tan felices que empezamos a salpicarnos el uno al otro y no podíamos parar de reír.

Vasouk, que todavía bebía, lo aprobó.

― Bien, ¡muy bien!

Antes de irme, expresé mi gratitud, agradeciéndole con todo mi corazón su sabiduría y su paciencia.

Vasouk me indicó que no volviese durante siete días, pues iba a llevar a Maryani y a un grupo de Nagas, de peregrinaje a las regiones profundas y fogosas del Inframundo.

― Pero la próxima vez que nos encontremos ―prometió―, te mostraré algunas grandes maravillas que, sin duda, disfrutarás.

Cuando regresé a mi cuerpo físico, aún no había alcanzado el reino la primera luz del amanecer.

Elyani me oyó moverme en la habitación. Me llamó con voz dormida.

― ¡He estado soñando contigo toda la noche! ¡Ven! Quiero estrecharte entre mis brazos.

He viajado desde más allá de los límites del tiempo. Por ti.

Recordando las bayas rojas, me uní a ella en su cama y dejé que mi energía se derritiese en la suya.

― ¡Te quiero! ―susurró―, te quiero, te quiero… te he echado de menos.

10.6 Sonriendo como un filosterópodo

En los días siguientes, continué mi entrenamiento del Punto con Elyani, y también mi evaluación de la misión del Archivo. Observé minuciosamente a los hombres de Namron. Su estilo de lucha era deplorable, y tenían poco o ningún conocimiento de las armas que usaban sus enemigos potenciales. Tras hablar con varias personas del templo, llegué a la conclusión de que muy pocos, si es que había alguno, podrían tomar parte en las operaciones de defensa.

Lo que más me llamaba la atención era percibir que muchos sacerdotes y sacerdotisas eran perfectamente conscientes del desastre que se avecinaba. Casi todos habían observado los signos del deterioro de los campos y habían oído las alarmantes noticias que llegaban continuamente desde todas las regiones del reino. Rumores de una catástrofe inminente corrían por el templo. Todos rezaban a sus dioses para que les protegiesen, pero, a fin de cuentas, aunque la raíz del problema estaba clara, nadie tenía la menor idea sobre qué se podía hacer para remediar la situación de los campos. Esta era la gran tragedia del reino: había templos por todas partes, rebosantes de iluminados profetas, ritualistas y visionarios de realidades no físicas, se había acumulado con el tiempo un fenomenal saber hacer sobre las leyes ocultas de la naturaleza, y sin embargo, el enredado embrollo de los campos permanecía sin resolver. Esto creaba una sensación de impotencia, como si los dioses hubieran decidido retirar su presencia del reino. Una atmósfera de catastrofismo se tejía insidiosamente en Eisraim.

Era particularmente alarmante la condición de las piedras del Archivo que, a pesar de todos los esfuerzos de Woolly y los Genios de los Campos, no mostraban signos de mejora y continuaban encogiéndose constantemente.

El humor de Woolly era pésimo, y la tensión en su capilla se podía cortar con un cuchillo. Una mañana me pidió que fuese y gritó:

― ¡Comandante, estamos nadando en baba elemental y no es una visión agradable! Si a tu maldito gusano del Inframundo le apetece ayudarnos, ¡debería reptar con su culo hasta aquí rápidamente!

― Woolly, lo siento ―dije―. Simplemente no sé cómo le dice uno a un rey Naga que se apresure ―además, todavía me preguntaba cómo íbamos a hacer que Vasouk cupiera en la capilla, en caso de cumplir con su palabra y venir a visitarnos.

― ¿Y qué pasa con la chica gusano? ¿Va a servir de algo o será simplemente otra de esas Sacerdotisas de Azul que sonríen todo el tiempo como un filosterópodo mientras la Diosa se mea sobre nosotros?

― Hmm… ―lenguaje despectivo o no, una cosa estaba clara: Woolly hacía muchas preguntas sobre Maryani―. Quizá nos encontremos con que ella tiene algunas sorpresas bajo su manga ―dije.

Woolly se quedó pensativo.

― ¿Te gustan las sorpresas, Szar?

― Bueno… ―claramente, a Woolly le encantaban las sorpresas― sí, creo que están empezando a gustarme cada vez más ―dije.

― ¿Qué tipo de sorpresas crees que podemos esperar de Maryani?

― Si el rey Naga tiene éxito cocinándola como se propone…

― Quiere convertirla en una pequeña piedra, ¿verdad? ―Woolly estaba conmovido.

― Pues algo sí ―asentí―, entonces quizá sea capaz de mostrarnos cómo cocinar nuestras piedras usando el fuego del Inframundo en vez de los campos. En esencia, este es nuestro problema, ¿no?

― ¿Y cómo es ella? ―preguntó Woolly― ¿Es cada vez más fea conforme avanza la iniciación del gusano?

― No, no es fea para nada. Sólo que últimamente está algo…roja.

Woolly estaba cautivado.

― ¿Sabes que, durante las primeras fases de su desarrollo, las piedras se vuelven rojas? Y durante otra fase, se vuelven negras.

Tragué saliva, pensando qué le íbamos a decir al príncipe de la región de Eisraim si Maryani volvía negra de los Inframundos.

― El otro día, Elyani me invitó a ver la puesta de sol en el tejado de las Sacerdotisas de Azul con vosotros. Si me presentase de visita, ¿crees que podría ver rápidamente cómo es Maryani? ―preguntó Woolly.

Atusando mi barba, fruncí el ceño, pretendiendo desconfiar de él.

― Oh, vamos, ¡Comandante! ―Woolly hizo una fea mueca― ¿Realmente crees que estaría interesado en esa Águila-Blanca-Dragón-Gusano-Naga reptadora?

― Pues… ¡sí! Eso es exactamente lo que pienso.

Woolly se echó a reír.

― ¡Estás fantaseando, Comandante! ―dejó ir un largo y sonoro suspiro―. ¿Entonces cuándo puedo ir a ver el atardecer?

Más tarde aquel mismo día, cuando Woolly llegó a nuestro patio, rompió su costumbre y nos saludó a Elyani y a mí de forma completamente legítima.

¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, Doña Elyani del Águila Blanca. Y alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, Comandante!

Elyani, a quien estaba empezando a gustarle Woolly, tomó sus manos y le devolvió el legítimo saludo.

¡Toda la gloria sea para Nuestro Señor Melquisedec, Woolly de la Túnica Sucia color Crema!

La Hormiga estará en la cita.

Lo llevé directamente a la habitación de Maryani.

Cuando vio a la rubia sacerdotisa profundamente dormida en el colchón, con el bote de Lilu no lejos de su cabeza, se iluminó su cara.

― Decías algo sobre sonreír como un filosterópodo… ―susurré.

― ¿Y qué? ―dijo―. Sólo estoy contento por ella, porque no es tan fea como pensé que era. ¿Puedo echar un vistazo a Lilu?

― Sólo asegúrate de no acercarte demasiado al cuerpo de Maryani.

Cuando abrió la tapa y vio que Lilu era más pequeña que un guisante, se mordió el labio.

El hábito de Lehrmon era pegadizo.

Mares de Luz. La hora de la cita está llegando. ¡No dejes pasar la llamada!

Woolly me miró a los ojos.

― ¿Estamos haciendo algo con Lilu?

Encogí los hombros con impotencia.

― Mientras su cuerpo energético esté con Vasouk y Maryani, no hay mucho que pueda hacer.

Woolly devolvió el bote a su lugar, al lado de la cabeza de Maryani.

― Supongo que tenemos que confiar en la chica Naga, ¿no? ¿Cómo están sus niveles energéticos?

― Por el momento, sigue en situación de hibernación. Puedo mantenerla así durante, por lo menos, unas cuantas semanas más. Pero si el fango elemental que ha estado contaminando nuestra capilla la alcanzase, entonces podría suceder algo desastroso en un instante.

― ¿Por qué no le pides a Gervin algunos trucos para convencer al Naga a que se apresure? ―sugirió Woolly.

― Gervin se ha ido lejos por unos días. Cuando vuelva, definitivamente necesito tener una larga charla con él sobre el protocolo con los Naga.

― ¿Cuántos años dices que tiene ella? ―preguntó Woolly, con los ojos fijos en el cuerpo en hibernación.

― Diecisiete y medio.

― ¿Y el rey Naga?

Me eché a reír.

― Ay, ay… ―dije lentamente, forzando un tono grave en mi voz―, debo decir, definitivamente, unos cuantos miles de años demasiado viejo para la pequeña Maryani ―después lo tomé del brazo―. Venga, Woolly, vamos a ver el atardecer. Si sigues haciendo preguntas como esa, puede que la princesa se despierte.

10.7 La primera materia

Unos días después, bajé con gran excitación a los Inframundos, a encontrarme con el Naga y su sacerdotisa. Como siempre, no necesité sintonizar para buscarlos. La puerta me llevó directamente a una magnífica playa de arena donde ambos amigos me esperaban.

― ¡Aquí está mi hermano en el Dragón! ―Maryani corrió hacia mí y me abrazó. Su piel ya no estaba roja y su aura brillaba con luz dorada.

― ¡Estás muy hermosa! ―la felicité― ¿Qué te ha sucedido?

― ¡Oh, muchas cosas increíbles! ―dijo riéndose ruidosamente. Y con rapidez susurró―: Esta vez he saltado a los Hornos de la Fatalidad.

― ¡Ay, ay, Szar de la Túnica Marrón viniendo a visitarnos! ―Vasouk me dio la bienvenida con su amistosa voz, cálida con el corazón de la Ley.

― Saludos, Su Majestad. ¡Qué gozo estar en vuestra compañía de nuevo!

Lilu, ya tan grande como una calabaza, flotaba en el aire cerca de la cabeza de Vasouk y brillaba con la misma luz dorada que el aura de Maryani.

En este lugar no había nieblas. El cielo azul parecía no acabarse nunca, y la vacía playa se extendía hacia el infinito a ambos lados.

― ¿Te gusta nuestro mar, Szar de la Túnica Marrón? ―preguntó el rey.

Fue dracónico amor a primera vista. Completa fascinación. En algunas partes, sus aguas eran tan plateadas que quitaban la respiración, más puras que ningún otro río que hubiese visto en los Inframundos. En otros lugares, intenté discernir su color, pero no podía ver más que oscuridad difusa. Me eludía, recordándome con nostalgia los semblantes de las sacerdotisas del Amanecer de la Creación.

Nunca antes había contemplado tanto poder. Su vrufear era salvaje y terrible, profundo y misterioso. Y aun así llenaba mi corazón con más dulzura incluso que la que Elyani despertaba en mí. La Voz del Dragón, que es el Trueno de la Tierra, corría gozosa a través de las aguas, girando en cada una de sus olas.

A los pies de un ángel de las Alturas. Ella te ama. Dará su vida por ti.

― ¡Siéntate, Szar de la Túnica Marrón! ―sugirió el sabio Vasouk, al ver cuán conmovido me sentía.

Mi Dragón se extendía y se fundía con la infinidad del mar. Podía escuchar música, como si estuviera bailando sobre las esferas. Poderosos temblores en olas rítmicas golpeaban las paredes de mi corazón abierto. Tenía ganas de reír, al tiempo que las lágrimas brotaban de mis ojos.

Durante mucho tiempo, no pude decir palabra, cautivado por la visión del glorioso mar y la atmósfera atemporal que emanaba de ella.

Polvo plateado, estelas al infinito. Una sonrisa, más profunda que el Abismo.

― Ahora… Ahora entiendo qué es el agua ―murmuré al darme cuenta de que, todas las otras aguas de la creación no eran más que réplicas imperfectas de este mar―. Si no supiera que estamos en los Inframundos ―dije a Vasouk―, hubiese creído que esto es el Mar Fundido de los dioses.

― Bien, cierto. ¡Muy cierto! ―replicó Vasouk―. Esto es el Mar Fundido.

Totalmente inesperado.

― ¿Pero no es el Mar Fundido parte del mundo de los dioses?

Vasouk aleteó los orificios de su nariz, inhalando la brisa asombrosamente pura que provenía del mar.

Maryani lo imitó.

Yo imité a Maryani, e instantáneamente me sentí elevado por una gigantesca ola de Vida que bailó en mi cuerpo energético.

― El Mar Fundido ―aclaró Vasouk―, está en varios sitios al mismo tiempo. O, mejor dicho, varios sitios tienen su fuente en el Mar Fundido. O, mejor dicho, desde el Escudo Dorado de arriba hasta el Escudo Dorado de abajo, todos los lugares en nuestras esferas tienen su fuente en el Mar Fundido, pero el Mar Fundido no es visible en todos ellos. Y sin embargo, en realidad siempre es visible, pero pocos son aquellos que tienen buen ojo para ver.

― ¿Puede verse el Mar Fundido en mi reino? ―pregunté sorprendido.

― Pues ¡sí! ―Vasouk fue gentilmente categórico―. Ciertamente.

― ¿Dónde, Vasouk? ―preguntó Maryani.

― Bueno, realmente, ¡en todas partes! El Mar Fundido está detrás de todas y cada una de las cosas de vuestro reino. Pero quizá puedas encontrarla más fácilmente si la buscas en la tierra negra.

Maryani frunció el ceño.

― ¿Te refieres a simple tierra?

― El compost es lo mejor.

Maryani hizo una mueca.

― ¡Pero no huele tan bien como el Mar Fundido!

Arrugando sus orificios nasales, Vasouk señaló al Mar Fundido con su nariz.

― Este mar maravilloso que contemplas ahora mismo, es la quintaesencia del caos. Es fértil, el caos fértil a través del cual el Dragón manifiesta su poder creativo. Ella tiene vida, y da Vida a todas las cosas. Y sin embargo, pocas son las cosas que reciben su Vida.

Oír a Vasouk referirse a este magnífico mar como caos me dejaba perplejo.

― Su Majestad, pensaba que uno de los principales problemas de mi reino era la capa de elementales que se ha vuelto un caos.

― Bueno, sí ―dijo Vasouk―, pero un caos turbulento. En verdad, sería mejor llamarlo turbulencia que caos. Caos, como el del Mar Fundido, es un caos noble. Vibra de Vida. En tu reino, lo que ha ido mal precisamente, es que la capa de elementales ha perdido el contacto con el noble caos del Mar Fundido.

― ¿Y por qué quieres que busquemos en el compost? ―preguntó Maryani con su aristocrática voz.

― En un montón de compost, la materia se convierte en caos, y así renueva su vínculo con el Mar Fundido. Pero en vuestro reino, a causa de la corrupción general que impregna todas las cosas, este proceso nunca va más allá de cierto límite. La materia nunca llega a alcanzar el estado pleno de caos, y por ello, la Vida del Mar Fundido no puede alcanzarlo. Aun así, restos de comida, viejas hojas, excremento de animales y varios tipos de basura, cuando se convierten en tierra negra, consiguen tomar algo de la Vida del Mar Fundido, y es por ello por lo que la fertilidad de vuestra tierra surge del compost.

― Su Majestad ―me sentí contagiado por la inspiración de Vasouk―, entonces, el calor que se produce en un montón de compost debe provenir de un fuego muy especial.

― Pues sí ―Vasouk asintió con un estremecimiento de sus orificios nasales―, muy especial. El calor de un montón de compost refleja la calidez del Mar Fundido.

La fuente clara de Maryani fluía.

― Pero entonces claro, si alguien tuviera integridad, podría llevar al compost mucho más allá de sus límites normales, y hacer de él un verdadero caos en vez de un caos parcial. Entonces el compost podría recibir la Vida completa y el poder creativo del Mar Fundido.

― El arte de la tierra negra ―le dijo Vasouk―, esto es exactamente lo que tendrás que enseñar a la gente de la tierra de Egipto.

Reflexionamos en silencio, contemplando la gloria del Mar Fundido.

Una forma apareció en las olas. Un caparazón redondo de color azul plateado, quizá de tres legítimos pies de largo, flotaba hacia la orilla. Un extraño monstruo marino con cabeza similar a un lagarto.

― ¡Fomalhaut! ―llamó Maryani, y echó a correr.

Las olas llevaron al monstruo marino a la orilla. Cuatro cortas piernas salieron de su caparazón y empezó a caminar en la arena.

Maryani me dejó aún más perplejo, emitiendo el grito de gozo de los Grandes Guerreros:

― ¡Yuyuyuyuyuyuyu!

Me giré hacia Vasouk.

― ¿Está a salvo?

El rey Naga me tranquilizó inmediatamente.

― Es la tortuga Fomalhaut, un viejo amigo nuestro. Hace unos días, Maryani se estaba bañando sola en un gran río de vida y se dejó llevar por la corriente. Lo creas o no, Szar de la Túnica Marrón, llegó hasta el sureño mar Tartáreo, donde la encontró Fomalhaut. Él dejó que se sentase en su concha y amablemente la trajo de vuelta a mi palacio, contándole los últimos cotilleos del Inframundo para entretenerla. Se han hecho muy buenos amigos.

Maryani y el monstruo charlaron un rato y después vinieron hacia nosotros.

― ¡Saludos, Rey Vasoukidass! ―dijo Fomalhaut.

― Ay, ay, Fomalhaut, ¡qué alegre visita! ―dijo Vasouk, dándole la bienvenida.

― Y tú eres Szar ―dijo Fomalhaut―. He oído mucho sobre ti.

― Hum… ―desafortunadamente, Gervin nunca me había enseñado la manera legítima de saludar a un monstruo marino―. Saludos, ¡Fomalhaut del Caparazón Azul Plateado!

Vasouk sugirió:

― Maryani, ¿por qué no llevas a Szar de la Túnica Marrón al Mar Relampagueante? Es nuestro próximo destino ―girando su cabeza hacia mí, añadió― Szar de la Túnica Marrón, tendrás la feliz oportunidad de encontrarte con Fomalhaut de nuevo mañana, cuando nos visites en mi palacio. Lo he invitado a la recepción que voy a dar para Maryani, donde tendrás el gran placer de escucharle. Nadie sabe mejor que él cómo contar la historia de la vida pasada de Maryani, cuando me salvo la vida ―él sonrió amorosamente a Maryani―. Fomalhaut y yo estaremos charlando aquí mientras espero a que volváis.

Preguntándome qué significaba todo aquello, me despedí de Fomalhaut y presenté mis respetos al Mar Fundido, para echar a correr tras Maryani.

― ¡Lejano, lejano Inframundo! ―interrogué a Maryani mientras caminábamos―, ¿realmente salvaste la vida a Vasouk?

― Oh, por favor, por favor… ¡no me preguntes! ―dijo ella―. Por favor, espera hasta la recepción.

― ¿Qué es esta recepción?

― Es para celebrar mi primer baño en el Mar Relampagueante, un paso crucial en la iniciación Naga. Es como un nuevo nacimiento.

La miré más asombrado todavía.

― ¿Has nadado en el Mar Relampagueante?

― ¡Todavía no! ―respondió―. Todavía tengo que purificarme dándome unos cuantos baños fogosos antes de estar preparada. Si Nuestra Madre Dragón lo permite, sucederá pronto. Vasouk y todos sus amigos Nagas vendrán conmigo.

Me di cuenta de que era una completa pérdida de tiempo intentar darle consejos.

― ¿Tienes ganas?

― ¡No puedo esperar! Ahora mismo aún hay muchos lugares que Vasouk no me deja visitar sola. Tan pronto como nade en el Mar Relampagueante, podré ir a cualquier parte.

Aquello sonaba realmente peligroso.

― ¿A cualquier parte? ―abrí mucho los ojos, haciendo todo lo posible para compartir su alegría.

Ella abrió sus ojos azules aún más.

― ¡A cualquier parte!

― A cualquier parte en los Inframundos… Esto podría significar, ¡tan profundamente como las esferas de las Alturas!

Maryani imitó la voz de Vasouk.

― Pues bien… realmente, sí. ¡Sin Límites!

Al Punto, ¡Hermano Caballero! Te veré en Sin Límites.

― Por cierto, Maryani ―estaba intrigado―, ¿quién te enseñó el grito de gozo de los Grandes Guerreros?

― ¡Un hombre muy agradable! ―rió ella―. Hace unos días, mientras exploraba los Cañones Dorados en el Abismo de la Fatalidad, conocí a un amigo tuyo, Gran Guerrero. Su nombre es Amaran.

― ¡El hombre que me inició en las puertas de Dragón! ¿Cómo está?

― ¡Estupendo! ―Maryani estaba entusiasmada―, ¡qué caballero tan gentil! Me dio recuerdos para ti y para Elyani. Le conté todo sobre ti y él dijo que tus amigos de Monte Lohrzen estarían encantados de escuchar tus noticias.

― Hum… Bien ―prefería no conocer los detalles.

Mientras caminábamos por la playa, pregunté.

― ¿Cómo es que tenemos que caminar tanto? ¿No podemos simplemente ir por una puerta?

¡De ninguna manera, hombre de la Ley! No es cualquier puerta de Dragón la que lleva al Mar Relampagueante ―respondió Maryani, y preguntó sobre sus amigos de Eisraim. Cuando le conté que todos estaban esperando con impaciencia su regreso, preguntó―: ¿Me espera Woolly impacientemente?

― Mmm… ¡por supuesto! Nuestras piedras necesitan urgentemente tu ayuda, Maryani.

Ella aleteó los orificios de su nariz vigorosamente.

― ¿Puedes guardar un secreto, Szar?

― Me encantaría decir que sí ―suspiré―, pero Elyani siempre adivina mis secretos.

Esto la hizo reír.

― Lo sé, Alcibyadi me lo contó. Eso no importa. Y también se lo puedes decir a Teyani. Pero no quiero que Woolly lo sepa.

― ¡Palabra de Dragón!

― Probablemente vuelva contigo mañana, después de la recepción en el palacio.

― ¡Alabada sea Ella Dragón de la Eterna Sabiduría! ―exclamé.

Maryani no compartía mi entusiasmo. Serena, miró a lo lejos delante de ella.

Tomé su mano y cambié mi tono.

― Vas a echarlo de menos terriblemente, ¿verdad?

Con lágrimas en los ojos, asintió en silencio. Respiró coraje del Dragón.

― Pero si tengo éxito en mi iniciación en el Mar Relampagueante, podré descender tanto como quiera.

― ¿Significa esto que serás capaz de descender a través de las puertas de Dragón igual que yo?

― Eso ya lo puedo hacer ―dijo con voz suave―, pero hay maneras mucho más poderosas de viajar a través de los Inframundos, por las cuales puedes ser trasportado directamente de un lugar a otro sin tener que descender a través de las puertas.

Mientras dejaba que el Águila Blanca cogiera su mano a través de la mía, continuó.

― Szar, voy a necesitar tu ayuda.

Me quedé desconcertado.

― Por lo que parece, yo diría más bien lo contrario, Yo voy a necesitar tu ayuda.

Ella sacudió la cabeza, sujetando mi mano.

― Quiero decir que necesitaré tu ayuda para hacer saber a los demás que he cambiado, Szar. En particular, no quiero que me fuercen a dormir, o descansar en la cama o hacer cosas como comer o beber.

― Tú, pequeño Dragón, te has vuelto peor que yo, ¿verdad?

― Pues bien…―imitó a Vasouk―, sí, debo decir que sí.

― Creo que lo mejor es que empiece a preparar a Teyani y Alcibyadi ―dije― ¿Y qué le digo a Woolly?

― Deja que yo me ocupe de Woolly ―declaró Maryani, con un toque de fiereza en la voz.

10.8 La última materia

La caminata continuaba. Habíamos dejado el Mar Fundido lejos, y el paisaje se había convertido gradualmente en las dunas de un arenoso desierto.

― ¡Hace más calor que en un horno! ―me quejé― ¿Realmente no hay ninguna puerta de Dragón que nos lleve directamente al Mar Relampagueante?

El aura dorada de Maryani brillaba más que nunca.

― No, por lo que me ha contado Vasouk, el Mar Relampagueante es un lugar único, muy diferente del resto de los Inframundos.

Vientos de espacio. Lejos, muy lejos. Pidiendo acceso.

Empezaron a soplar ardientes vientos, despertándonos con su azote de espíritu áspero. Cuanto más avanzábamos, más tempestuosos se volvían. Tras algún tiempo, se convirtieron en fieras ráfagas siseantes que nos empujaban, dificultando que nos oyésemos el uno al otro. Más de una vez estuvieron a punto de levantarnos en volandas.

Sujetando con fuerza mi mano, Maryani gritó:

― Yo descanso en lo profundo del Dragón, ¡tú invoca al Águila!

Caminábamos con paso lento, forzando nuestro avance contra la resistencia feroz de los vientos.

Tras luchar durante lo que parecieron horas, la furia de los vientos se volvió tal que ya no pudimos caminar.

Con su boca en mi oreja, Maryani gritó:

― ¡Llamaré a Vasouk!

Cerró los ojos y pronto fuimos arrastrados a través de la arena y empezamos a caer. Pero esta no fue una cómoda inmersión como las de las puertas de Dragón. Violentos remolinos nos hacían girar. Una sonora y rugiente Voz conmocionó todas y cada una de las células de nuestro cuerpo, y la temperatura se tornó tan alta que me sentí como si fuera a derretirme.

Cuanto más caímos, peor se volvía. La velocidad era increíble, el sonido ensordecedor, el fuego inaguantable. La gravedad era tan fuerte que me sentía aplastado, como por una enorme mano.

Pareció continuar durante mucho, mucho tiempo, hasta que, de repente, llegamos a un espacio negro en el cual todo era pacífico y silencioso.

Estaba tan conmocionado que me llevó un rato hasta que pude sentarme.

Lo primero que llamó mi atención fue la ausencia de olores del Inframundo. Miré a mi alrededor en busca de Maryani, pero no la pude ver. Realmente no podía ver nada de nada. Sólo había negra oscuridad. Mientras me preguntaba qué hacer, los dos brillantes carbones que eran los ojos de Vasouk, aparecieron frente a mí.

― Bueno, bueno, Szar de la Túnica Marrón, este fue un trayecto accidentado, ¿verdad?

Yo estaba anonadado.

― ¿Dónde estoy?

― Estás dentro de mi conciencia, Szar de la Túnica Marrón ―me respondió con su lenta y gentil voz―. Decidí traerte a mi interior, pues estabas a punto de evaporarte. La causa fue cocción insuficiente.

― ¿Evaporado? ―me levanté súbitamente― ¡Qué amable, Su Majestad! ¿Pero dónde está Maryani?

― Está sentada a mi lado, en la fogosa orilla del Mar Relampagueante.

Perplejo, mesé mi barba.

― Su Majestad, ¿puedo pedirle consejo sobre que debería hacer ahora?

― Te permitiré mirar a través de mis ojos ―dijo Vasouk―, para que puedas contemplar el Mar Relampagueante.

El par de ojos de Vasouk desapareció, y una asombrosa visión me fue revelada. Más que un mar era un espacio, repleto de una luz tan brillante y dorada como nunca había soñado. Era a la vez sólida y fluida, moviéndose constantemente, atravesada por miríadas de rayos que relampagueaban segundo tras segundo. No sólo irradiaba Luz, sino también salvajes ondas vrufeantes de Vida como tan sólo las palabras de los Nagas pueden describir.

Vasouk giró su cabeza hacia la izquierda. Completamente asombrado, descubrí por lo menos mil Nagas a su lado, formando una fila que se extendía más allá del horizonte. Allí estaban ellos, los guerreros irresistibles que habían aniquilado una jerarquía completa de ángeles en tres días. Sus largos cuerpos dorados, inmóviles cual rocas, estaban absortos en la contemplación del Mar Relampagueante. El poder que irradiaba su combinada inmovilidad iba más allá de cualquier descripción, ¿qué fuerza en las siete esferas podía haber resistido su ataque, si hubieran querido atacar?

Vasouk se giró hacia la derecha, y puede ver a Maryani, de pie, inmóvil, con su dorada aura bañada en el resplandor del Mar Relampagueante.

― En el Mar Fundido, has contemplado la primera materia ―dijo Vasouk―. Afronta ahora el Mar Relampagueante, que es la materia final, la última fase, donde todo se cumple.

― El poder final, es ella… ―murmuró Maryani.

― El poder final ―repitió Vasouk, y vi el paisaje moverse arriba y abajo al asentir con su cabeza―. Pero no debes llamarla “ella”, porque es tanto masculino como femenino, como yo ―se detuvo Vasouk―. Y sin embargo, el Mar Relampagueante es uno con el Mar Fundido. Pero todavía no puedes comprenderlo. Ahora, ahora mismo, estoy en frente del Mar Fundido, no me he movido, Fomalhaut todavía está sentado a mi lado.

― ¿Es esto lo que me explicabas el otro día? ―preguntó Maryani― ¿El Mar Relampagueante está contenido en el Mar Fundido como potencial?

Vasouk asintió, haciendo que el paisaje se volviese a mover arriba y abajo.

― Pero el Mar Relampagueante no tiene principio ni fin, es tan eterno como las esferas de las alturas. Y por ello ya existía en el Amanecer de la Creación, mucho antes del nacimiento de los dioses, cuando el Mar Fundido emergió de la Gran Noche.

Tras contemplar los destellos de los rayos del Mar Relampagueante durante un largo rato, Vasouk se giró hacia Maryani.

― Ahora tomaré el baño ritual, con mis Nagas. Tú puedes bailar en la playa. Después te llevaremos al Fuego Abismal para tu última purificación y regresaremos.

Maryani levantó sus brazos y empezó a mover su cuerpo lentamente.

Todo se volvió oscuro de nuevo, y los ojos de Vasouk aparecieron frente a mí.

― Szar de la Túnica Marrón ―dijo con su amable tono―, ahora debo enviarte de vuelta al reino. Si estuvieras en mi conciencia mientras nado en el Mar Relampagueante, sin duda te evaporarías. De hecho, muy rápidamente.

Le agradecí de todo corazón la extraordinaria visión y su cuidado. Me recordó la recepción que tendría lugar después.

― Simplemente ven a través de cualquier puerta de Dragón ―dijo―, me aseguraré de que aterrices en mi palacio.

― ¿Cuándo debo venir, Su Majestad?

― Ven algunas horas después del baño ritual de Maryani ―me indicó el rey. Como parecía inseguro, añadió―; Ay, ay, lo sabrás. Esto es verdad y no es mentira. Como viniste aquí abajo con ella, tendrá lugar una resonancia cuando Maryani nade en el Mar Relampagueante, ¡y lo sabrás!

10.9 El baño de Maryani

Usando sus fenomenales poderes, Vasouk me envió directo de vuelta a mi cuerpo, sentado en postura de meditación en la habitación de Elyani.

Cuando abrí los ojos, Elyani estaba sentada a mi lado. Las paredes vivientes se sentían cálidas. La cualidad de la luz que brillaba en el plass, señalaba que ya era de día.

Elyani estaba preocupada.

― ¿Estás bien?

Al principio, no podía hablar. Miré hacia mi palma izquierda, dejando que el Dragón de las Profundidades abriese y cerrase mi puño lentamente. Entonces la miré a los ojos.

Su cara se iluminó.

¡Oh, mi Señor Melquisedec! ―exclamó al conectar con las frescas impresiones de mi conciencia― ¿Qué era eso?

Incapaz de hablar, me dejé derrumbarme en el suelo de plass y cerré los ojos de nuevo.

― ¿Puedo hacer algo? ―preguntó en voz baja.

La atraje a mis brazos.

― ¡Bésame! ―fui capaz de murmurar finalmente―. ¿Es muy tarde?

Ella me dio un largo beso.

― No, es pronto… ¡en la legítima tarde!

― ¡Vuf!

― Lehrmon y Woolly han intentado contactar contigo esta mañana ―dijo―, tienen problemas. Necesitan verte urgentemente en su capilla.

Llamando el poder del Dragón, conseguí levantarme.

― Las cosas se ven un poco grises en el reino. Si no fuera por ti, me sentiría triste cada vez que regreso.

― He tenido unos sueños extraordinarios la noche pasada. Cuando vuelvas de la capilla de los Genios de los Campos, ¿me contarás lo que te ha sucedido en los Inframundos? ―preguntó Elyani.

¡De ninguna manera, mujer en la Ley! Tú vienes a la capilla conmigo. Ya es bastante malo estar separado de ti durante la noche.

Ella se alegró con la noticia.

― ¿Podemos ir por los tejados?

― Oh, no, por favor ―dije―, no me prives de mi paseo guiado en el Punto por los pasillos. Necesito con urgencia algo para reenfocar mi pensamiento.

Elyani lo encontraba divertido.

― Te estás volviendo tan adicto a los campos del Punto como los gigantes Nefilim.

Adulado por la comparación, expandí mi pecho tomando aire rápidamente, contrayendo cada músculo. Chasqueé los dedos.

― Al Punto, ¡Hermano Caballero!

El Águila Blanca me tomó del brazo y salimos a través del laberinto guiado en el Punto.

Para cuando llegamos a la entrada del portal del ala femenina, ya me sentía mejor.

― Debemos empezar a preparar a Teyani y a las Águilas Blancas para una sorpresa de Dragón ―advertí a Elyani― ¡Maryani está de vuelta! Pero su energía se ha vuelto tan caliente que las paredes de nuestro patio podrías derretirse tan pronto como aterrice en su cuerpo ―mientras caminábamos a través del legítimo centro del tempo hacia la capilla de los Genios de los Campos, le conté los asombrosos eventos de aquella noche.

Lehrmon abrió la puerta de la capilla cuando estaba a punto de llamar.

― Alabado sea nuestro Señor Melquisedec, seguidme con cuidado de no pisar las botellas del suelo ―se giró y nos llevó a la bodega de las piedras del Archivo.

― ¡Está en su personaje de Mago de los Campos! ―susurró Elyani en mi oído mientras nos apresurábamos tras él, con cuidado de no pisar las botellas.

El dispositivo de los Dragones Voladores estaba abierto. Sin que Lehrmon se diese cuenta, me giré hacia Elyani e hice una disgustada mueca apuntando hacia el portal con mi dedo índice.

El sombrío humor de Woolly se reflejó en su saludo.

― Realmente me pregunto por qué alguien debe alabar hoy a Nuestro Señor.

― No importa, toda la gloria, de todas formas ―Elyani consiguió sacarle una sonrisa―. Cuéntanos sobre las piedras.

― Hemos perdido ya siete, y por lo menos otras doce están en el borde de la disolución final. Las noticias de Lasseera son incluso peores: han perdido diecisiete piedras. Casi la mitad de sus existencias.

Me llevé las manos a la cabeza.

― ¿Todavía está ausente Gervin?

― Lo llamé por un canal de voz temprano esta mañana ―contestó Lehrmon―. Dijo que la solución vendría por ti.

Woolly y él me miraron.

― ¿Cuál es tu solución, Comandante? ―presionó Woolly.

¡Peligro! ¡Peligro!

Atusé mi barba, sintonizando en lo alto de la fuente clara.

― ¿Cómo están los campos en este momento?

Lehrmon respondió.

― Un constante flujo de fango elemental continua vertiéndose en ellos, pero no se ha observado mayor deterioro en los últimos días.

Como permanecí en silencio, Woolly me gritó:

― Szar, no podemos permanecer aquí sentados en el fango sin hacer nada, ¡esperando a ese maldito gusano femenino! Por el amor de la Diosa, ¿no puedes hacer que tu Dragón mueva su culo y haga algo?

Olfateé el aire.

― ¿No me habías dicho que sabías exactamente qué Molinos de la Ley eran los responsables de la inundación de nuestra capilla con fango elemental? ―pregunté.

Woolly inmediatamente entendió mi idea.

― ¡Sí! ―aprobó entusiasmado― ¡Vayamos a por ellos!

Lehrmon se rió entre dientes.

― Bloquear secretamente a los Molinos de la Ley. Ciertamente, eso haría que Gervin se partiese la fuente clara de risa. El problema es que no pasaría mucho tiempo hasta que nos descubriesen.

― ¡Sí! ¿Qué le diríamos a Melchard, el sumo sacerdote? ―dijo Elyani sonriendo.

― ¿Y si trasfiriésemos todas nuestras operaciones a las montañas de Lasraim? ―sugerí―. No tendríamos que preocuparnos tanto de los Molinos de la Ley.

― ¡Aun así nos inundaría el fango! ―Woolly se rascó el carbúnculo del chichón de su nariz―. El poder de los rituales de los molinos alcanza hasta muy lejos.

― Bien pues, ¿y si nos vamos directos a la meseta de Sorana? ―propuse.

Lehrmon hizo una de las muecas favoritas de Elyani.

― La vibración de nuestras piedras sería detectada rápidamente. No tendríamos ni dos semanas antes de que los Cazadores Renegados nos encontraran, por no mencionar a los gigantes Nefilim.

Continuamos discutiendo la situación, explorando varias posibilidades, pero, a fin de cuentas, nuestras piedras requerían una energía ardiente de los campos para crecer, y los campos habían alcanzado un nivel de corrupción que impedía más crecimiento. A no ser que se pudiera usar otra forma de fuego, el proyecto del Archivo tendría que ser rediseñado completamente.

― Estamos al borde del desastre ―concluyó Lehrmon―. Si nuestras piedras siguen deteriorándose de esta manera, una semana más y no quedará ninguna que pueda llevar a cabo la trasferencia del Archivo. Supongamos que un colapso repentino de los campos tuviera lugar en los próximos días, la batalla estaría perdida.

De la nada, mi Dragón empezó a vrufear como un volcán.

Hubo una explosión de luz en la habitación.

Sintiendo una inusual y profunda energía, Lehrmon se ancló inmediatamente en el Trueno, en el borde superior donde la fuente clara y las Alturas se encuentran.

El Águila Blanca sumergió su mirada en la mía, descansando en mi Dragón.

Woolly empezó a temblar como una hoja y cayó al suelo.

― ¡Maryani! ―recordé las palabras de Vasouk―. Está sucediendo ahora. Maryani está nadando en el Mar Relampagueante.

Me senté en el suelo y abracé a Elyani, sosteniendo su energía. Lehrmon también se sentó, manteniendo su raíz en las regiones superiores del Trueno. Pero al ver que el vrufear se intensificaba, empujé a Elyani hacia sus brazos y me aparté, por miedo a herirlos.

Era peor que un terremoto. Todos y cada uno de los objetos de la habitación vibraba al límite, como si estuviera a punto de estallar. Cubos rodaron por el suelo, botes cayeron de los estantes, cada pared del edificio temblaba.

Woolly tenía convulsiones, en el suelo, gritando de dolor.

Intenté ir a rescatarlo, pero empecé a temblar. Aplastado por toneladas de presión, mi cuerpo estaba a punto de romperse en pedazos, con cada célula repleta de poder incontrolable.

Me encontré gritando.

Los reflejos de Guerrero que Marek había incrustado en mi interior, tomaron el mando. Retiré mi conciencia de mi cuerpo físico, descansando tan sólo en el Dragón de las Profundidades.

¡Peligro! ¡Peligro! No abandones el recipiente terrestre. Invoca el poder de arriba.

¿Que invoque qué?

¡Arriba! ¡La luz!

Al instante me sentí como si fuera transportado a la cueva de Verzazyel el Vigilante de nuevo. Un enorme descenso de fuerza azul tuvo lugar, igualando la presión que estaba a punto de aplastar mi cuerpo físico. Trajo una sensación de gloria que llenó las siete esferas y más allá.

¡Proyecta la Palabra! ¡Inmediatamente!

Elevado por la fuerza de arriba, me encontré de pie. Una enorme llama de luz salía de mi boca mientras proyectaba una furia de Voz, gritando palabras que nunca antes había escuchado.

Pronto perdí el contacto con la habitación y me encontré en un extraño espacio azul que sentía extrañamente familiar.

En todas direcciones, las Voces se cantaban unas a otras.

Respondiendo con acompasadas sinfonías de significado.

A llamadas distantes e interrogaciones galácticas

Revelando frescos significados en un antiguo cosmos de armonía.

La estructura del espacio canta la melodiosa Canción de la Creación.

Y cuenta eternamente nuevas historias

A una asamblea unida de extrañas y niveladas conciencias

Desde la gran conjunción, una voz se alzó.

“Ahora no. Dejemos que continúe su viaje”.

Y las Voces quedaron silenciosas.

Y el espacio se desvaneció

Y un eón suspendido trascurrió.

Cuando volví en mí, estaba de pie, en el medio de una habitación completamente devastada. Había botellas y botes rotos por todas partes, y el suelo estaba cubierto de jugos derramados y precioso fango. Woolly yacía inconsciente en un rincón. Lehrmon y Elyani recogían piedras del suelo.

― ¡Se está despertando! ―Elyani llamó a Lehrmon―. Intenta abrir esa puerta de nuevo.

Cuando me giré, me di cuenta de que el portal había desaparecido, encerrándonos en la bodega.

Lehrmon se acercó a la pared y quedó frente a ella durante un momento, con los ojos cerrados, inmóvil. Abruptamente, el portal reapareció. El Maestro Ferman y sus Magos de los Campos se apresuraron a entrar en la habitación, trayendo con ellos botes en los que colocaron las piedras que Lehrmon y Elyani habían recogido.

Elyani caminó hacia mí y me miró a los ojos. Desde su Punto, proyectó una aguda influencia que me despertó de golpe. Después me sostuvo entre sus brazos, envolviéndome con el amor del Águila.

― ¿Cuánto ha durado? ―pregunté.

― Por lo menos media hora ―susurró.

― ¡Oh, dioses! ―sacudí la cabeza con desmayo― ¿Y qué hay de Woolly?

― Cuando estabas proyectando la Voz, ordenaste que nadie lo tocase o fuese cerca de él.

― ¿Proyectando la Voz? ―qué vergüenza, no podía recordar nada― ¿Qué más hice?

― ¡Fuiste feroz! Proyectaste niveles de grito de la Voz en todas direcciones, hablando en lenguas. Nunca había oído nada semejante, ¡fue magnífico! Entonces fuiste a sostener las manos de Woolly durante, por lo menos, diez minutos, y le trasmitiste fuerzas. Woollly gritaba tan fuerte que Lehrmon y yo temimos que fueras a matarlo. Hablamos con Gervin por un canal de voz para pedirle consejo. Él nos dijo que te dejásemos continuar.

¡Dulce Señor Melquisedec! ―horrorizado estaba―. Vasouk me advirtió que cuando Maryani nadase en el Mar Relampagueante, tendría lugar una resonancia entre ella y yo. ¡Pero nunca imaginé algo así! Debería haber sido más cauto.

Fui a sentarme junto al cuerpo de Woolly y dejé que mis manos recorriesen sus centros energéticos vitales.

― ¡Solo está dormido!

Mientras trabajaba en su cuerpo energético, Lehrmon vino a sentarse a mi lado. Usando la visión del Trueno, sintonizó conmigo durante un momento, escaneando mis cuerpos sutiles. Por alguna razón le hizo reír, a la manera de Gervin.

Me giré hacia él, alzando una ceja interrogadora.

El Maestro del Trueno simplemente me dio una palmada en el hombro, sonriendo con afecto.

Woolly abrió los ojos. Se levantó sobre sus codos y miró rápidamente a su alrededor.

― ¿Qué le he hecho a la Diosa? ―murmuró disgustado, después cerró los ojos y volvió a hundirse de nuevo.

Elyani, Lehrmon y yo nos tranquilizamos inmediatamente al escuchar su irritable tono de voz.

― No hemos perdido ni una sola piedra ―lo confortó Lehrmon, dándole palmadas en la rodilla―. Todas estaban intactas cuando las pusimos en nuevos botes.

― Lo sé ―replicó Woolly― ¿Provenía esto de la chica gusano?

― Podría ser ―respondí con vacilación.

Woolly abrió sus ojos de nuevo y los dirigió hacia mí. Lenta y articuladamente pronunció con gran intensidad:

― ¡No me vuelva a hablar de esa chica nunca más!

10.10 El discurso de Vasouk sobre la piedra hermafrodita

Pasé unas horas recuperándome antes de prepararme para descender a mi encuentro con Maryani y Vasouk.

― Esta vez, en vez de sentarme en postura de meditación, creo que me voy a tumbar ―dije a Elyani.

― ¿Cuándo probaremos conmigo de nuevo, Dragón? Me muero por descender contigo.

Ahora es el momento perfecto. Deja que el poder de los Nagas la hagan descender.

La tomé entre mis brazos y dejé que unas tiernas ondas rufeantes llegasen hasta ella.

― Esta tarde, durante el ataque, cuando sumergiste tus ojos en los míos, quedé sorprendido al ver cuán sintonizados están nuestros Dragones. Pero lo que está sucediendo con Maryani en este momento está al límite de lo que puedo soportar. Esperemos a tiempos más pacíficos.

Elyani insistió, citando una regla primordial del trabajo del Punto: “Si puedes hacerlo mañana, ¡hazlo ahora mismo!”, pero cuando vio que dudaba, suspiró con resignación.

― Está bien, no quiero forzarte.

― De todas formas, esta noche debería ser un descenso corto, saludar con la pata a Fomalhaut, sonreír a los generales Nagas, formular a Vasouk algunas preguntas y secuestrar a la diosa del inframundo antes de que le apetezca saltar en otro foso u horno.

Tan pronto como me deslicé a través de la puerta de Dragón, fui transportado a un enorme jardín fuera del palacio de Vasouk.

El lugar era asombroso, un palacio gigantesco, hecho de oro puro, que alcanzaba lo más alto del cielo. La arquitectura no se parecía a nada que hubiera en el reino, algunas partes del castillo colgaban en el aire sin cimientos visibles. Mirando de izquierda a derecha, conté doce minaretes y seis alas bien diferenciadas. Pero cuando mi vista alcanzó la derecha del castillo, ya no había doce minaretes si no quince, y nueve alas. Volviendo otra vez a la izquierda, había nueve minaretes y seis alas de nuevo.

Me rendí.

Los jardines no eran menos extraordinarios. Numerosos callejones formaban complicados patrones geométricos, y estaban bordeados por árboles fantásticos. En todas direcciones se podían ver enormes flores con pisos de pétalos multicolores. Había Nagas por todas partes.

Maryani, que debía haber olfateado mi llegada, vino a mi encuentro. Llevaba un vestido dorado y brillaba y chispeaba en despampanante resonancia con su aura.

Caminamos lentamente el uno hacia el otro.

― ¡Saludos, Su Dragonesa! ―exclamé―. Si no me hubiese atrapado el terremoto, me estaría preguntando dónde Lejanos Inframundos has estado para que tus ojos brillen como lo hacen.

― Saludos, Maestro del Trueno ―respondió Maryani―. Intenté enviaros algo de poder, a ti y a Woolly mientras tenía lugar la iniciación. ¿Lo recibisteis?

― ¿Que si lo recibimos? ―alcé mis manos hacia el reino―, ¡Ja, ja, ja, ja, ja! ¡Casi nos mató a los cuatro! ―le conté brevemente qué había sucedido en la capilla.

― ¡Pero esto es muy injusto! ―exclamó―. Sólo intentaba enviaros un regalo. ¿Estaba Woolly muy enfadado?

― Maryani, olvidémonos de esto. Dragón arriba, Dragón abajo, sólo hay una cosa que importa en este momento: sanar nuestras piedras. Necesito saber si puedo contar contigo y cuándo.

Ella se ofendió.

― ¡Por supuesto que puedes contar conmigo! Y todavía vuelvo contigo al final de la recepción. Y respecto a tus piedras, deberán considerarse grandes ajustes.

No me gustó como sonaba aquello.

― ¿Qué grandes ajustes?

― Vayamos, Vasouk nos espera ―dijo ella, conduciéndome a uno de los callejones más amplios. Mientras entrábamos al laberinto geométrico, continuó―: Esas piedritas con las que Woolly ha jugado están desordenadas y no tienen sustancia real. Quiero decir, son hermosas, pero…

Un Naga que pasaba por allí la saludó.

― Saludos, Maryani, y felicitaciones por tu entrada en la Ley de los Nagas.

Ella le devolvió la sonrisa.

― Saludos y gracias por tu apoyo, Señor Prasna.

― Son juguetes. Lo suficientemente buenos para canalizar la voz, pero no para el Archivo.

― ¡Eh! ―protesté vigorosamente―, ¿quién te ha hablado del Archivo?

― ¡Saludos, Señor Pradip! ―Maryani saludó a un Naga que se alejaba del castillo reptando.

― ¡Saludos, pequeña Maryani, y felicitaciones! ―respondió el Naga.

― ¡Hay muchos señores por aquí! ―noté.

― Estos son viejos compañeros de Vasouk. Lucharon la batalla de tres días contra los ángeles caídos juntos, hace unos cuantos montones de años. ¿Has oído hablar de ello? ―preguntó.

― Sí. Sonaba terrorífico.

― ¡Especialmente para los ángeles caídos! ―dijo con sonrisa traviesa. Tras saludar a otro señor Naga, explicó―; Sé lo del Archivo porque fui entrenada para tomar parte en el equipo que sostendrá la conexión desde el mundo de los dioses.

La parte celestial del proyecto.

― ¿Qué le ha pasado a Lilu, por cierto? ―pregunté.

― Se ha encogido para poder esconderse en mi bolsillo. No le gusta cuando hay mucha gente alrededor.

Cuando alcanzamos la entrada principal, comenté con admiración:

― No hay puertas ni guardias… ¡eso es verdadero poder!

Maryani se echó a reír.

― ¿Quién querría atacar a Vasouk?

Llegamos a un gran vestíbulo, donde las paredes de oro reluciente estaban tachonadas con gigantes racimos de brillantes joyas de rojos rubíes y los techos de plata pulida cual espejo reflejaban toda la escena inferior, donde cientos de Nagas charlaban en pequeños grupos. Algunas tortugas estaban aquí y allá, así como cierto número de criaturas parecidas a lagartos sin cabezas.

Viendo que estaba atónito por la magnitud y belleza del lugar, Maryani comentó.

― Lo más extraordinario de todo es que cada uno de los Nagas que ves en este vestíbulo vive en un palacio similar ―ella cambió de tema―. Espero que no hayas olvidado que necesitaré tu ayuda.

― Dime, Gran Dragón de la Fiereza, ¿qué se supone que debo hacer por ti, exactamente?

― Cuando regrese al reino, no quiero que nadie me alimente, no quiero que nadie me obligue a dormir, y no quiero que nadie manipule mi energía…

― ¡Y no quieres que nadie te diga lo que tienes que hacer!

― Exactamente. ¿Crees que es pedir demasiado?

― Déjame ver qué puedo hacer. De todas formas, ¿por qué crees que alguien gastaría su tiempo en intentar decirte qué es lo que tienes que hacer? Tú nunca escuchas.

Ella sonrió con candidez.

― Eso no es del todo cierto.

Vasouk, que estaba hablando con un grupo de tres Nagas, había olfateado nuestra llegada.

― Ay, ay, Szar de la Túnica Marrón, qué amable al unirte a nosotros. Por favor, te presento al Señor Sagar, Señor Sarpaling y Señor Amar ―dijo, apuntando a cada uno de ellos con su nariz. Para su información añadió―; Este es Szar de los Maestros del Trueno, que son amigos de nuestros amigos los Dragones Voladores.

Devolví el saludo, sin intentar siquiera figurarme cómo Inframundos conocía Vasouk a los Maestros del Trueno.

― Nuestro amigo Szar está muy preocupado por sus piedras ―dijo Maryani a Vasouk.

― Pues sí ―dijo Vasouk―, es comprensible. Yo también estaría preocupado si el futuro de mi linaje dependiese de piedras de este tipo.

Los tres amigos Naga asintieron con gravedad, lo cual no hizo que me sintiese mejor.

Tragué saliva, dudando sobre qué pregunta formular. Pero con una rápida mirada, Maryani me indicó que mantuviese la boca cerrada. Vasouk había cerrado sus grandes ojos, y un temblor particular de los reales orificios de su nariz indicaban que estaba sintonizando muy alto, o muy bajo, para inspirarse.

Tras un largo rato, los brillantes ojos de color negro ónix se abrieron y me miró.

― Szar de la Túnica Marrón ―comenzó, con su grave voz, más melodiosa que nunca―, déjame contarte ciertos secretos que aprendí de mi madre-padre.

Sonreí, hechizado y confortado de pies a cabeza por la magia de su voz, y preguntándome qué quería decir con madre-padre.

El sabio Fomalhaut, que había percibido desde la distancia que Vasouk estaba a punto de embarcarse en un discurso importante, se unió a nuestro grupo, y también lo hicieron un gran grupo del Nagas tras él. Vasouk les dio la bienvenida, y en su sonrisa se pudo vislumbrar un blanco colmillo. Entonces me preguntó:

― Habiendo conseguido una piedra de cierta calidad, ¿cómo comprobáis tú y tus amigos vuestro trabajo? ¿Cómo sabéis si la piedra ha sido perfeccionada?

― La sumergimos en el más puro fango blanco que podemos encontrar. Si después de un tiempo la piedra no se ha disuelto, la consideramos terminada ―respondí.

― Pues bien ―Vasouk aprobó de todo corazón― ¡Muy bien! Pues, verdaderamente, el propósito de hacer piedras es conseguir la perfección en la materia. Todas las cosas que son imperfectas anhelan ser disueltas. La razón es que, disolviéndolas, regresan a su fuente y vuelven a ser uno con ella. La fuente de todas las fuentes, que tiene plenitud infinita, esto es lo que todas las cosas imperfectas anhelan, y esto es lo que intentan alcanzar a través de la disolución o la muerte.

Esto era una reminiscencia de la enseñanza del poder de las semillas y los himnos del Amanecer de la Creación.

Vasouk se detuvo, olfateando mi energía discretamente mientras sonreía a Maryani.

― Quizá te estés preguntando por qué considero imperfectas tus mejores piedras, incluso si no se disuelven al dejarlas en el fango blanco, Szar de la Túnica Marrón ―dijo.

Asentí, pues era claro que estaba preguntándome esto.

― Es porque vuestro fango blanco no es más que una burda e imperfecta réplica del Mar Fundido, la gloriosa Madre que es uno con la fuente de todas las fuentes ―respondió Vasouk. Respirando para inspirarse, añadió―, si vuestras piedras fuesen sumergidas en las profundidades del Mar Fundido, se disolverían al instante. No quedaría nada de ellas.

Suspiré, preguntándome qué quedaría de mí si fuese sumergido en las profundidades del Mar Fundido.

― ¿Cómo podrían ser perfectas, de todas formas, si todas son piedras femeninas? ―añadió Vasouk.

Perplejo, pregunté:

― ¿Deberíamos intentar hacer piedras masculinas, piedras de su género, Majestad?

― No, no quise decir eso, y yo no soy una piedra masculina, ¡Szar de la Túnica Marrón! ―Vasouk sacudió su cabeza con una reluciente sonrisa.

Más perplejo todavía, fruncí el ceño. Me parecía difícil imaginar que el rey era una piedra femenina.

― Si fuera un Naga masculino, para hacer un bebé Naga, tendría que encontrar una Naga femenina. Esto querría decir que soy incapaz de beber de las fuentes creativas de la Vida por mí mismo. Sería ciertamente una criatura muy imperfecta. ¿Cómo podría entonces decir de mi mismo que estoy completo y pleno?

― Mmm… ―los Nagas aprobaron todos al unísono, asintiendo con sus enormes cabezas.

― Mmm… ―dije yo, preguntándome cómo llevar aquella conversación más allá sin cometer un irreparable error de protocolo.

― Un ser que está en contacto con la fuente de todas las fuentes sólo puede ser un él-ella, tanto femenino como masculino ―continuó Vasouk―, igual que vuestros ancestros en los Antiguos Días de la Tierra.

Esto no era un concepto extraño. Numerosos himnos de la Ley de Melquisedec hablaban de los ancestros hermafroditas de los seres humanos.

― Entonces Su Majestad es… ―empecé, pero Maryani, que podía ver una metida de pata llegando como un elefante en una alfarería, me interrumpió.

― ¡Andrógino! ―exclamó antes de que yo tuviese tiempo de decir “hermafrodita”.

Vasouk le sonrió.

― Andróginos son los Nagas, Y andróginos serán los seres humanos cuando completen su evolución.

La diferencia entre hermafrodita y andrógino no estaba clara para mí. Para asegurarse de que no ofendía a los Nagas llamándolos por un nombre erróneo, Maryani me explicó:

― Hermafrodita es cuando tienes las dos partes, pero en completo desorden.

― Un gozoso caos que todavía está en contacto con la fuente, pero en el cual el orden de la creación todavía debe ser descubierto a través de un largo y difícil camino de evolución ―comentó Vasouk.

― Y andrógino es cuando realmente los unes ―dijo la pequeña Maryani.

― Una conclusión superior en la que las polaridades opuestas han sido totalmente integradas. A través de una criatura andrógina, la fuente de todas las fuentes puede expresar su infinito poder creativo, y todo puede ser cumplido ―añadió Vasouk.

― Imagina cuán sabios y felices seríais si Elyani y tú os unieseis en una unidad ―sugirió Maryani―, Vasouk, ¿no crees que cuando están profundamente enamorados, los seres humanos experimentan algunas de las exaltadas cualidades y plenitud de los andróginos?

― Bueno… quizá hasta cierto punto ―contestó Vasouk con cautela.

― Lo sé, lo sé ―suspiró Maryani―, no dura. Excepto en casos extraordinarios.

Quise volver al tema de la perfección de la materia.

― Pero, Su Majestad, ¿no es el Mar Fundido, que es perfecto entre los perfectos, femenino?

― Ay, sólo desde tu visión limitada, Szar de la Túnica Marrón ―respondió Vasouk pacientemente― Cuando ves al Mar Fundido, yo veo el Mar Relampagueante, que no es femenino si no neutro, o más bien él-ella. El Mar Fundido es la primera materia, la sustancia de la cual se originaron todas las cosas materiales. El Mar Relampagueante es la última materia, la culminación final de la materialidad.

― ¿Así que el Mar Fundido evolucionará al Mar Relampagueante, es eso?

― Sí, ¡pero ya ha sucedido! ―la suprema tranquilidad de la voz de Vasouk provocaba asombro―. Lo mismo es cierto respecto a ti ―los brillantes colmillos de Vaosuk se asomaron al sonreír a Maryani y después a mi―. Tu conciencia evoluciona lentamente, y un día alcanzarás el estado perfecto de piedra. Pero al ser este estado perfecto absoluto y eterno, no tiene ni principio ni fin, y por ello, ya existe. Cuando te miro, no veo tu presente forma transitoria, si no la perfección eterna que ya eres.

― Mmm… ―Maryani y yo nos miramos de una forma completamente nueva.

― ¿Así que esto significa que puedes ver el Mar Relampagueante en todas las cosas, Vasouk? ―dijo Maryani.

― Por supuesto, ya que todas las cosas materiales están hechas con la sustancia del Mar Fundido, y el Mar Relampagueante ya está vivo en el Mar Fundido. Esta, por cierto, es la fuente de poder de los Nagas. Saben cómo extraer el Fuego infinito del Mar Relampagueante de todas las cosas creadas.

Se hizo un sereno silencio, durante el cual los miembros de la audiencia dejaron que el néctar de las palabras de Vasouk trabajase en sus almas, hasta que Vasouk exclamó:

― Bien, escuchemos ahora a nuestro buen Fomalhaut, maestro cuenta cuentos, y después todos viajaremos a las esferas de las Profundidades.

― ¿De qué está hablando? ―susurré a Maryani.

― De un viaje a las esferas de las Alturas. Tú también vienes ―respondió Maryani.

La tomé del brazo y nos alejamos de Vasouk.

― ¿Qué es esta tontería del Feo Inframundo? ¿No decías que volverías a Eisraim tras la recepción?

― ¡Pero si no tardaremos nada! ―dijo ella.

Esto fue más de lo que podía aguantar.

― ¿No tardaremos nada en llevar a doscientos Nagas de excursión más allá del Escudo Dorado? Escucha, Maryani…

― Pero Szar, todos estos Nagas iluminados ya viven en las esferas de las Alturas. No tienen que ir a ninguna parte, sólo vincularse a lo que llaman su Espíritu de las Profundidades.

Sintonicé en lo alto de la fuente clara e invoqué la ayuda del Águila. Con lágrimas en los ojos, rogué:

― Maryani, el proyecto del Archivo se cae a pedazos. Mis amigos en el reino están desesperados. Sería groseramente injusto irme de viaje a las Alturas cuando cuentan conmigo, y esperan que lleve una solución.

―Pero Szar, no lo entiendes. Nuestros amigos no nos tendrán que esperar ni un minuto más por este viaje. ¡No existe el tiempo en las Alturas! Volveremos en el mismo momento que nos vayamos. ¿No puedes confiar en mí, por una vez? Esto es un maravilloso regalo que nos ofrece Vasouk.

Suspiré.

― ¡Otro de tus regalos, Maryani!

― Bien, bien… ¡ella tiene razón! ―Vasouk se había deslizado hasta nosotros―. La cosa es que la elección es tuya, Szar de la Túnica Marrón, puedes estar de vuelta en tu cuerpo un minuto después de haber visitado las esferas de las Alturas con nosotros, o estar de vuelta en tu cuerpo un minuto después de no haber visitado nada ―girándose hacia Maryani, Vasouk aleteó su nariz―. ¿Qué crees que le aconsejaría el maestro de Szar en esta circunstancia?

Desde la fuente clara, las palabras forzaron su camino hasta mi boca.

― ¡Iré!

― Bien, bien… ¡muy bien! ―Vasouk sonrió.

10.11 El Naga y el pájaro del paraíso

Sereno y con silenciosa confianza en sí mismo, tal y como había sido desde el día de su nacimiento (es decir, el día que Nuestro Señor Melquisedec terminó la segunda cocción, convirtiendo el gran caldero en los Inframundos), Fomalhaut había tomado posición en un bajo escenario en un extremo del vestíbulo. Maryani me invitó a sentarme con ella en una larga arca forrada de cojines, que los Nagas habían preparado para ella y colocado en el medio de la fila delantera, a la izquierda de Vasoukidass. Al contrario que en las funciones del reino, no hubo legítima espera. Fomalhaut comenzó su narración tan pronto como la audiencia se dispuso frente a él.

“Hace, mucho, mucho tiempo, cuando la creación todavía era joven, cuando los dioses acababan de triunfar contra los asuras, Mamyani, el pájaro femenino de la creación, echó a volar desde la cascada Azul de la Vida y la Luz. Sola, viajó hacia el este…”

Tan pronto como Fomalhaut empezó a hablar, perdí contacto con el vestíbulo y fui proyectado a visiones de la cascada Azul de la Vida y la Luz que quitaban el aliento, apenas pudiendo escuchar su voz.

― Ayuda, Maryani ―susurré―, ¿estoy haciendo algo mal?

―No ―respondió también susurrando―, esta es la manera en la que se cuentan cuentos aquí. Fomalhaut te está mostrando grabaciones de los archivos del tiempo.

“Mamyani cruzó las extensas selvas a los pies del Monte Meru, y las llanuras de Matareshvar, donde acudían los animales celestes a alimentarse del néctar de las brisas. Ella cruzó la cordillera de Fonteran, y los grandes lagos donde extraños peces de luz habían estado nadando, sin ser molestados, desde el principio de los tiempos, e incluso antes de eso, según algunas leyendas. Entonces, llevada por el viento del destino, continuó volando sobre tierras distantes durante una noche de los dioses completa.

Cuando llegó el amanecer, se encontró con una higuera gigante, que la invitó a descansar entre sus ramas, y ella aceptó, porque las higueras son muy sabias. Locos son aquellos que no escuchan sus consejos.

Mientras descansaba, dos ángeles malévolos fueron a sentarse bajo el árbol. Sus nombres eran Asuragraha y Asurabhima, y habían nacido de una estirpe de iracundos y celosos dioses, los descendientes de los asuras de lo viejo, cuya ambición y avaricia no tenía límites.

―Asuragraha hermano mío. He venido a discutir contigo una oportunidad de oro. ¿Has oído hablar de los Inframundos?

― ¿Los Inframundos? ―Asuragraha escupió disgustado― ¿Esas vomitivas cavernas de la enfermedad donde la luz de nuestro sol glorioso nunca alcanza?

― ¡No, no! Hermano mío, esas cavernas sólo son la corteza superficial ―explicó Asurabhima, con la voz cargada de infeccioso entusiasmo―. Debajo hay mundos repletos de fuerza vital y tesoros: paisajes impresionantes, jardines paradisíacos, y palacios llenos de oro y gemas preciosas.

― ¿Y quiénes son los custodios de estos tesoros? ―preguntó Asuragraha.

― Precisamente, hermano mío, los únicos guardianes de los Inframundos son una raza de penosas y somnolientas serpientes que hablan todavía más despacio que las masitas informes y pasan su días reptando por el suelo como babosas.

― ¿No son estos los Nagas, de quien la Ley de los cielos dice: “Soportaron el Gran Fuego de la creación hasta el final y por ello se volvieron inmortales e invencibles”?

― ¡Tonterías! ―dijo Asurabhima con desprecio―. ¡Estos gusanos no tienen agallas! ¡Nunca han participado en ninguna guerra! Y me he enterado de un secreto que bien podría perderlos. Pronto será coronado su nuevo rey, el joven Vasoukidass. Para la ceremonia de investidura, todos los Nagas se reunirán en una gran llanura para realizar un largo ritual, durante el cual venerarán a la Madre de la Luz y se rendirán a ella. Aquí está nuestra oportunidad, ¡hermano mío! Durante el ritual, los Nagas estarán tan expuestos, y serán tan vulnerables, que si los tomamos por sorpresa, no tienen oportunidades contra un ejército decente.

― ¿Y por qué querríamos atacarlos, hermano mío?

― Asuragraha, ¡los Inframundos están llenos de poderes fenomenales! Si los conquistamos, nadie en las siete esferas será capaz de enfrentarse a nosotros. Seremos tan poderosos que incluso los dioses se inclinarán ante nosotros. Y finalmente, reconquistaremos el dominio que solía ser nuestro, este elevado mundo que los dioses nos robaron, donde ahora viven. Y cuando hayamos conquistado el Supramundo y el Inframundo, reinaremos sobre todas las esferas y nadie podrá retarnos. Incluso los Dragones Voladores nos tendrán miedo y nos venerarán desde sus esferas de la lejanía. ¡Esta es nuestra oportunidad, hermano mío!

Asuragraha empezó a entender cuán jugoso era el fruto.

― Este Vasoukidass, ¿qué tipo de Naga es?

― Todavía no es un adulto y no tiene experiencia. Fue escogido por un oráculo y ninguno de sus compañeros babosa ha pensado nunca en retarlo.

― ¿Ninguno de los príncipes Naga ha intentado luchar contra él? ―Asuragraha sintió desprecio ante una estirpe tan parecida al ganado. Extendió una mano abierta hacia su hermano―. Asurabhima, mi ejército estará contigo.

Asurabhima estrechó su mano.

― ¡Vasoukidass es carne muerta! ―se mofó, y con titánica risa, los dos hermanos sellaron su pacto―. Ya puedo ver la escena, el rey Naga será el primero en caer. Después verteremos nuestros frascos de veneno sobre la multitud. Tomados completamente por sorpresa, y viendo a su líder muerto, las inútiles babosas se dispersarán en todas direcciones. ¡Un festín de ira! Mataremos y asesinaremos, y asesinaremos y mataremos…

― Hasta que la última babosa yazca muerta en el suelo ―añadió su hermano con deleite.

― ¡No se salvará ni un solo bebé serpiente! ―Asurabhima mostró sus dientes.

― ¡Y ríos de sangre de Naga correrán por la llanura de la coronación! ―dijo Asuragraha aplaudiendo.

― Y rajaremos sus vientres, y masticaremos sus cerebros ―Asurabhima bailaba de contento.

― ¡Y sus cadáveres se pudrirán al aire libre! ―Asuragraha aplastó su puño contra el tronco del árbol.

― ¡Y apestará! ―Asurabhima respiró profundamente.

― Y profanaremos sus campos de cremación ―Asuragraha pisoteó el suelo con sus pies, ignorando el hecho de que ningún Naga había muerto desde el principio de este ciclo cósmico.

Los hermanos se rieron infecciosamente y continuaron haciendo planes.

Tras un rato se fueron, sin haber percibido a Mamyani.

El pájaro femenino del paraíso apenas podía creer lo que había escuchado, horrorizada ante tanta crueldad. “¿Quién será este Vasoukidass?”, se preguntaba, “¿Debería avisarlo de los peligros que le esperan? ¿Cómo podría ser voluntad de la Madre de la Luz que toda una ola de vida sea asesinada mientras la veneran?”.

Así que se fue volando hacia abajo, en busca de Vasoukidass. Cruzó los mundos de los dioses, y pronto atravesó los mundos intermedios. Después descendió hacia el mundo de los hombres y pronto alcanzó las cavernas de la enfermedad. Continuó su descenso, volando a través de las cuevas de lapislázuli, los ríos de oricalco líquido, las galerías de cuarzo rosa, los lagos de agua de la vida, las montañas de oro. Cuando más descendía, más maravillas encontraba.

Finalmente me encontró a mí”.

Fomalhaut del caparazón azul plateado de tortuga se rió.

“Estaba tomando mi tranquilo baño matinal en el sureño mar Tartareo. Cuando ella me preguntó dónde estaba el que iba a ser rey, yo contesté:

― Vasoukidass está meditando en la cueva de Brahma-ratri, cerca de la cordillera de volcanes que hay en el límite de los Hornos de la Fatalidad. Pero nadie debe molestar sus prácticas ascéticas, pues se está preparando para la ceremonia de coronación.

― ¡Pero debo hablar con él! ―rogó Mamyani.

― ¡Espera hasta que termine! ―yo fui inflexible.

― Oh, sabia tortuga, hay asuntos que no pueden esperar. ¿Crees que el que va a ser rey se enfadará conmigo si voy a hablar con él a la cueva?

― Vasoukidass nunca se enfada ―le dije―. Pero tu intrusión podría enfadar a los antiguos volcanes y a los Hornos de la Fatalidad. Entonces, ¡sólo Nuestro Señor Melquisedec sabe qué podría suceder!

Escuchando sólo a su fuente clara, Mamyani decidió que no tenía otro remedio que encontrar a Vasoukidass. Tras agradecerme debidamente, se precipitó hacia los volcanes. Voló silenciosamente, manteniendo todas sus plumas de luz apretadas contra sí, para hacerse lo más pequeña posible y no molestar a nadie, especialmente a los volcanes. Tras un largo viaje, finalmente alcanzó la entrada de la cueva de Brahma-ratri.

La entrada de la cueva era muy pequeña, estaba en el borde de un acantilado enorme. La roca era de color negro brillante, y se encontraba en medio de un asombroso paisaje de volcanes gigantes que chorreaban ríos de roja lava caliente desde lo alto del cielo, que era color carmín a causa de tanto fuego. En la distancia podía verse el glorioso Mar Relampagueante.

La pequeña Mamyani carraspeó ruidosamente para anunciar su presencia.

Como nadie respondió, valientemente decidió volar al interior de la cueva. La entrada conducía a un estrecho túnel que descendía a lo más profundo de la montaña. Descendió volando durante horas, a través del estrecho pozo en busca del que sería rey.

Cuando finalmente alcanzó la cueva de Brahma-ratri, Mamyani quedó boquiabierta. La cueva era tan grande que no se podían ver sus límites. Frente a ella se alzaba la criatura más magnífica que nunca hubiese contemplado, el joven Vasoukidass, cuya intensa meditación había hecho que su cuerpo brillase cual oro líquido.

Durante un largo momento, ella permaneció inmóvil en el aire. No podía apartar los ojos del Naga.

Vasoukidass abrió uno de sus grandes redondos ojos color onyx y lentamente lo giró de derecha a izquierda.

― Ay, ay… ―exclamó con su melodiosa voz de tono grave, abriendo el otro ojo y sonriendo a Mamyani― ¿Pero no es un pájaro del paraíso? ¡Qué feliz visita, debo decir!

Ella se enamoró de él inmediatamente. Estaba hechizada y sobrecogida. Quedó sin habla. Se ruborizó, añadiendo un matiz rosado a sus plumas de luz color arcoíris.

El que iba a ser rey aleteó sus omniscientes orificios nasales, leyendo la mente de Mamyani como un libro abierto.

― Ay, ay… pequeña Mamyani, ¿qué noticias traes contigo? Mmm…―dijo Vasoukidass, captando imágenes de Asurabhima y su hermano. En un segundo, el que iba a ser rey comprendió la situación.

― Ay ―dijo tras un momento―, es muy amable de tu parte, pequeña Mamyani. Estoy en gran deuda contigo.

“¿Por qué no habré nacido como Naga femenina?”, pensó Mamyani.

Vasoukidass, que no tenía dificultad en leer sus pensamientos, sonrió.

A Mamyani le dio tanta vergüenza que se ruborizó todavía más.

― Su futura Majestad… ―empezó a decir, pero las palabras se entremezclaron en su garganta y se dio cuenta de que estaba a punto de llorar.

Así que se lanzó al estrecho pozo y se alejó volando.

― Vuelve a visitar mi reino cuando quieras, pequeña Mamyani ―Vasoukidass proyectó su pensamiento en la mente de Mamyani―, tengo algunos regalos que hacerte, unos regalos interesantes, debo decir.

Mamyani era demasiado tímida para responder.

Vasoukidass cerró sus ojos de nuevo y continuó su profunda meditación en la Madre de la Noche Sin Fin.

Tres meses después, llegó el momento de la gran ceremonia. Vasoukidass se alzaba en un gran estrado, en el medio de la llanura de la coronación, donde todos los Nagas se habían reunido. En un lado, sobre otro estrado, se encontraban muchos invitados importantes: yo, para empezar, y los sabios lagartos de los tiempos antiguos, y los representantes oficiales de varias razas de criaturas sin cabeza que vivían en varias regiones de los Inframundos. Los peces del Mar Fundido no pudieron asistir, pero no importaba, porque habían invitado a todo el mundo a sus orillas para la recepción que tendría lugar tras la coronación.

Tras los preparativos comenzó el ritual de veneración de la Madre de la Luz y todo se tornó silencio. La Madre de la Luz respondió con su presencia, y la atmósfera estaba tan serena como en el Amanecer de la Creación.

No mucho después, los dioses celosos lanzaron su ataque. Seis y seiscientos, y seis mil seiscientos formidables luchadores aparecieron en el cielo. Cayeron cual rayos hacia la asamblea de Nagas, inundando la llanura con su veneno. Un comando de élite, dirigido por el mismo Asurabhima cargó contra Vasoukidass, mientras otros seis millones de soldados atacaban desde el norte, apresurándose hacia los Nagas como una gigante y ominosa ola negra.

Pero los Nagas no fueron sorprendidos. Bajo la dirección de Vasoukidass, habían planeado meticulosamente su defensa. Su estrategia se basaba en las fuerzas irresistibles de los más profundos Inframundos. Tan pronto como apareció el enemigo, se activó una trampilla por la cual los invitados oficiales, yo, los sabios lagartos y los demás, caímos desde nuestra plataforma a un lago subterráneo donde estábamos completamente a salvo. Mientras tanto, unos cuantos enormes y gordos Nagas se dieron la vuelta, descubriendo amplios pozos que habían sido excavados por habilidosos arquitectos Naga, y que se extendían hasta los Hornos de la Fatalidad. Combinando sus poderes, todos los Nagas tiraron juntos y el Fuego del centro de la Tierra se derramó a borbotones a través de los pozos.

Fue inmenso y asombroso ¡Irresistible! El cielo se tornó rojo fuego al instante. En unos segundos, más de la mitad de los formidables asuras luchadores fueron reducidos a cenizas, mientras que los demás, completamente desconcertados, se esparcían en todas direcciones.

Sarpaling, Pradip y Amar, tres valientes Nagas que Vasoudikass recientemente había elevado al rango de general, permanecieron junto al rey. Juntos proyectaron la Palabra, y la Palabra se tornó fuego. En menos de cinco segundos, Asurabhima y sus comandos fueron consumidos.

Entonces Vasoukidass lanzó la señal. Proyectada con la voz, era tan potente como el Trueno en la Tierra y sacudió todas las esferas de Melquisedec. Siguiéndolo, la asamblea de Nagas respondió como una sola Voz: “¡Alabado sea el rey! ¡Alabado sea el rey!”, y el clamor fue tal que todas las criaturas de todas las esferas pudieron oírlo, y temblaron. Y en la cima de los mundos, también los dioses pudieron oírlo. Detuvieron sus actividades y miraron hacia abajo con curiosidad y maravilla.

Dirigidos por Vasoukidass, los Nagas corrieron tras sus oponentes, consumiendo todo aquello que se encontraba en su camino con sus irresistibles proyecciones de la Voz. En menos de una hora, la armada del norte había sido aniquilada. Pero los Nagas no se detuvieron aquí. Llevados por una noble furia, persiguieron a sus enemigos a través de las esferas de Melquisedec, quemando sus fortalezas y acabando con todos los focos de resistencia.

Tras casi tres días y tres noches de lucha, cuando vio que su fin se acercaba, Asuragraha llamó a sus sacerdotes y preguntó por la causa de aquel desastre. Leyendo las señales del tiempo, los sacerdotes pronto identificaron a Mamyani, el ave del paraíso. Asuragraha estaba tan enfadado que envió a la mitad de su guardia personal a castigar al pájaro.

Eran soldados entrenados, endurecidos por muchas batallas, despiadados ángeles muy furiosos a causa del sabor de la derrota. Rápidamente encontraron a Mamyani, que descansaba en una selva a los pies de las montañas de Fonteran. Se abalanzaron sobre ella y vertieron veneno en sus ojos, y quedó ciega. Después rompieron sus alas y piernas, y pisotearon su cuerpo, manchando la luz de sus alas con sus sucios escupitajos venenosos. Cuando estaba casi muerta, vertieron veneno espeso sobre su alma, para torturarla más y destrozar la pura y preciosa cualidad que la había hecho nacer como pájaro del paraíso. La dejaron agonizante en el suelo y regresaron a luchar la batalla.

Cuando Vasoukidass advirtió mediante sus orificios nasales que estaban atacando a Mamyani, estaba en el medio de una fiera lucha. Tan pronto como pudo, dejó el mando de su batallón a Sarpaling y se apresuró a defender al pájaro del paraíso.

Pero llegó demasiado tarde. Mamyani estaba muriendo.

Cuando vio el maltrecho cuerpo de su amiga pájaro, Vasoukidass se echó a llorar.

Mamyani no podía verlo, pero podía sentir su luz dorada y su presencia.

― Así que te has convertido en rey ―dijo, y sonrió en su interior, pues estaba nadando en la luz del Naga y ya no podía sentir dolor.

― Mamyani, ¿podré corresponderte alguna vez? ―la voz de Vasoukidass sonaba profundamente apenada.

― Shhhh, ¡Gran Rey! La gloria de tu reino bien valía un pequeño pájaro del paraíso ―susurró Mamyani―. Ahora escucha, este es mi último deseo; deja que mis restos sean ofrecidos a la Madre Divina durante el gran ritual que finalizará tu coronación. Te amo, Rey Vasoukidass ―y, tras estas últimas palabras, murió.

Junto a Vasoukidass, la creación entera lloró su muerte, pues los pájaros del paraíso son extremadamente únicos e irremplazables.

Al final de la tercera noche, la guerra terminó. La jerarquía de ángeles celosos al completo fue exterminada, en lo que fue recordado como una de las más feroces batallas de todos los tiempos.

Los Nagas pasaron siete días realizando los ritos funerales a sus muertos, y después volvieron a reunirse en las llanuras de la coronación. Esta vez, yo mismo y los lagartos sabios fuimos acompañados por embajadores de los dioses y de cada una de las jerarquías angélicas. Pues la gloria del Rey Vasoukidass brillaba en las alturas de las esferas, y todos lo querían como aliado.

El cuerpo de Mamyani había sido celosamente guardado en un cofre dorado. De acuerdo a sus deseos, sus restos fueron ofrecidos ritualmente a la Madre de la Luz durante la fase final de la investidura de Vasoukidass. Todos los generales Naga proyectaron la Voz en el cofre, mientras rezaban por el alma de Mamyani.

Vasoukidass lloraba.

― Encontraré tu alma, Mamyani ―juró solemnemente―, y te haré reina.

Y así termina el Libro del Rey Naga.

11 El libro de la estancia principesca

11.1 El regreso de Maryani

Era temprano por la mañana cuando volví a mi cuerpo.

Un coro de universos, haciendo eco de la canción del Amanecer de la Creación.

¿Había ido realmente a las esferas de las Alturas?

Que la Madre de la Luz todavía canta,

No podía recordar nada.

Desde un extremo de la lejanía hasta el otro. Periferia del tiempo.

Mi último recuerdo era un Sonido que explotaba el Punto, en el recibidor del palacio de Vasouk.

Tal y como era en el principio, canta ahora,

Después de aquello, un legítimo vacío. Me sentía tan ordinariamente normal en mi Dragón, que era difícil imaginar que había visitado tan elevados mundos.

Y por siempre cantará.

Elyani no estaba en la habitación. Mientras contemplaba el cálido brillo de las paredes vivientes, su llamada llegó por medio de un canal de voz: “Bienvenido de vuelta al reino, ¡Águila Blanca! Estoy en la otra habitación con Maryani. ¡Ven rápido! Tenemos algunos problemas.

― ¡Madre de la Luz! ¿Estás bien, Elyani?

― Sí, no tiene que ver con el oráculo.

― ¡Oh, dioses! ―el Dragón me levantó y me llevó corriendo a la habitación adyacente.

El cuerpo de Maryani todavía estaba profundamente dormido, y hasta donde yo podía ver, su aura mostraba todos los signos de que los canales energéticos fluían de forma armoniosa. Pero en el fondo de la habitación, Woolly yacía inconsciente en un colchón, con Elyani a su lado.

Ella se veía muy cansada.

― ¿Viene Maryani camino de regreso? ―preguntó.

― Inminentemente, ¿pero qué pasa con Woolly?

― Anoche fue asaltado por una fiebre muy alta. Empezó a delirar ―explicó Elyani―. Hice que lo trajesen aquí.

― ¡Sobrecalentamiento de dragón! ―diagnostiqué inmediatamente, dejando que mis manos recorriesen sus centros energéticos―. Dijiste algunos problemas, ¿cuáles son los otros?

― Hemos recibido mensajes de emergencia del Maestro Esrevin en Lasseera. Sus piedras del Archivo empeoran a cada hora. La situación es tan mala que, a medianoche, sólo quedaban nueve piedras. Esrevin tuvo que proyectar la elevada Voz del Trueno para aislarlas de los campos, pero esto sólo alivió el tema temporalmente. Teme que su provisión no dure mucho más.

Tomé aire, extrayendo brisa de Dragón desde la distancia.

― ¿Y qué más?

― Te he echado de menos. Terriblemente ―susurró―. ¿Me echaste de menos?

Vacío eterno. Oscuridad visible.

― A decir verdad ―confesé―, todo fue muy rápido para mí la noche pasada. Los Nagas intentaron llevarme a las Alturas, pero yo me dormí como la Noche Cósmica.

― ¡No, no te dormiste! ―me tranquilizó Elyani―. Sé que estuviste allí, el Águila me envió una visión de Blancura.

El vuelo del Águila en el Límite de las Alturas.

Apuntó hacia Woolly.

― ¿Qué le ha pasado exactamente a su Dragón durante el terremoto?

Expliqué a Elyani que el terremoto era, en realidad, un regalo enviado por Maryani durante su iniciación en el Mar Relampagueante.

― El problema es ―reflexioné―, si detenemos el fuego en el cuerpo de Woolly, podemos estar entorpeciendo las fuerzas que Maryani le ha enviado.

― Simplemente mantén su energía bajo control hasta que Maryani regrese ―decidió Elyani―, ¿quién podría manejar mejor a Woolly que una imparable pequeña Dragón como ella?

― Eres una mujer sabia ―aprobé.

― ¡A veces! ―me lanzó una mirada juguetona.

Las puertas energéticas de Maryani empezaban a mostrar los primeros signos de despertar.

― ¡Mira por donde!

― Pero ella está… ―el Águila Blanca tragó saliva.

― … saliendo de la hibernación por sí sola.

― ¿No deberíamos hacer algo?

Silbé ruidosamente.

― ¡He recibido órdenes estrictas! Nadie manipulará su energía. Sólo tenemos que apartarnos, mirar y sonreír como filosterópodos.

Una escena completamente inusual tenía lugar ante nuestros ojos. Lo que normalmente hubiese llevado un día y medio estaba sucediendo en cuestión de minutos: la blancura de sus centros energéticos congelados estaba disipándose, chispas coloridas calentaban su aura, las circulaciones energéticas se restablecían en sus meridianos principales. Y como colofón, volutas de niebla dorada de Naga, añadían un sabor de la magia del Inframundo.

No pasó mucho tiempo antes de que apareciese Teyani. Fui a recibirla al patio.

Tras un rápido saludo, la gran maga de los días antiguos preguntó con ansiedad:

― ¿Está Maryani de vuelta? ―a pesar de los buenos augurios que el Águila Blanca había enviado los últimos días, todavía pesaba que ocho de sus sacerdotisas habían muerto en los Inframundos en los últimos años.

― ¡Ya está casi aquí, Teyani! ―tomé sus manos.

― ¡Toda la gloria sea para el maestro! ―su cara se tornó radiante―. ¿Cuántas horas necesitarás para sacarla del estado de hibernación?

― Teyani, la última vez que hablamos te advertí que tendríamos que manejar esta situación de forma ligeramente inusual.

― ¿Quieres decir… ―la cara de Teyani se puso seria― que necesitarás más de tres días para despertarla?

Me giré hacia el cielo, buscando inspiración. Después miré ilegítima y directamente a sus ojos.

― Teyani, ¿puedo pedirte que confíes en mí?

Intrigada, Teyani mantuvo contacto visual, leyendo a través de mí y más allá.

― El Águila y yo confiamos en ti. Mucho más de lo que crees ―declaró.

La profundidad de su voz me dejó sin aliento.

Elyani anunció:

― ¡Se está despertando!

― ¿Despertando? ―Teyani estaba atónita― ¿Quieres decir que ya la has sacado del estado de hibernación?

Negué con la cabeza.

― Yo no hice nada ―tomándola del brazo, la conduje a la habitación de Maryani.

Para cuando llegamos, Maryani ya estaba sentada en la cama. Con los ojos cerrados, estaba completamente absorta en meditación. Ni siquiera estaba pálida. No había perdido peso. Su aura brillaba con la luz dorada que había estado con ella en los Inframundos. Emanaba suaves vientos astrales, portadores de sutiles fragancias aromáticas que amablemente barrían la habitación con un siseo en tono grave. La atmósfera vibraba con un cierto murmullo mágico, claramente reminiscente de la amigable ironía de Vasoukidass.

Elyani y la gran maestra miraban sin dar crédito.

El vrufear bajo mis pies se estaba volviendo salvaje, como si los Nagas que habían traído a Maryani de vuelta al reino, estuviesen aplaudiendo (como lo hacían, golpeando el suelo con sus colas).

― ¡Apuesto a que podéis escuchar la música! ―susurré a las sabias mujeres.

Ellas asintieron al unísono, con sus ojos fijos en Maryani.

La pequeña Maryani abrió sus ojos y lentamente giró su cabeza hacia ellas. Al principio no las vio. Miraba a través de ellas, examinando horizontes lejanos, comprendiendo este reino recién descubierto con su fresca sabiduría.

Cuando su visión se enfocó, su cara se iluminó.

― ¡Teyani!

Con lágrimas agolpándose a sus ojos, Teyani cogió mi mano.

― ¡Gracias! ¡Gracias por esto!

― ¡Toda la gloria sea para el maestro!

En ese momento sucedió lo previsible. Maryani se levantó, cosa no demasiado importante comparado con la ebullición dracónica de las últimas semanas, cuando estaba siendo cocinada por el rey Naga.

― ¡No! ―dijo Teyani con voz entrecortada― ¡No!

Agarré fuertemente el brazo de Teyani por miedo a que se desmayase, y también para asegurarme de que no fuera hacia Maryani (que me había dicho muy claro, y en varias ocasiones, con toda la petulancia de su naturaleza de fuertes opiniones, que no quería que nadie tocase su cuerpo. ¿Está claro? ¡Nadie! ¿Lo entiendes?).

― Pero… ―la gran maestra se giró hacia mí.

― Así son los Dragones ―la interrumpí―. ¡Bailan! ―y para ganar tiempo, la aparté todavía más de Maryani con un giro, saltando de un pie al otro con la artística finura de los Hijos de Vulcano.

― Pero… ―arrastrada por la mano de hierro, la gran maestra no tenía otra elección que seguirme.

Elyani dejó que una cascada de risas emergiera de su interior.

Encantada, la heredera de los Nagas ondeó sus brazos, acompañando el baile.

― Pero si empieza a moverse, ¡debería por lo menos beber un sorbo de algo! ―dijo Teyani, con su autoritario tono minado por una sombra de duda.

Lo que Maryani necesitaba, pensé, era algún tiempo para recoger su Dragón.

― ¿La bebida? ―cogí la otra mano de Teyani― ¿Qué bebida?

― ¡Allí! ―apuntó con su nariz hacia una taza en el alféizar de la ventana―. Elyani y yo la hemos preparado.

Las inequívocas instrucciones de Maryani volvieron de golpe: si había una cosa que no quería, bajo ninguna circunstancia, y sin importar qué sucediera (¿estaba claro?) era ser forzada a beber o comer. ¿Entendido?

― ¡Oh, qué aura más hermosa! ―me maravillé, cogiendo la taza―. ¿Puedo probarla? ―guiado por la humorosa presencia de los Nagas que iluminaban la habitación con un Sol de Medianoche, vacié la taza de un trago― ¡Oh, dioses! ―me estremecí con deleite― ¡Me siento vivo! ¡Me siento muy vivo, de repente! ―informé a la gran maestra. Y le recordé― ¿Confías en mí, verdad?

― Pero… ―lanzó una débil protesta― ¡Elyani y yo hemos pasado horas preparándolo!

― ¡Eso lo puedo asegurar, Teyani! ―la tranquilicé― ¡Puro néctar!

― ¡Oh, Dios! ―Teyani eligió reírse y yo supe que la batalla estaba medio ganada.

Mientras tanto, Maryani había ido hasta Woolly y se había arrodillado detrás de su cabeza. Cuando Teyani se dio cuenta de cuán intensamente lo estaba mirando, me susurró al oído.

― ¿Se conocen?

― Más o menos ―susurré de vuelta―. Teyani, creo que debo hablar contigo ―cogiéndola firmemente por el brazo, la conduje hasta el césped.

Entusiasmado con el espíritu Naga que saturaba el aire y hacía que las grises nieblas parecieran un poco menos grises, un elocuente discurso empezó a emerger de mi boca, puntuado con una gran profusión de “Ay, ay” “Pues bien, sí” y “Debería decir”. Dibujé una conmovedora imagen del renacer de la pequeña Maryani, explicando por qué y cómo ella iba a estar algo frágil durante un tiempo. Naturalmente se había vuelto inmune a la sed, hambre, frío, fatiga, y otras similares aflicciones humanas, así que ya no necesitaba dormir. Podía romper en pedazos una muralla con su Voz, pues la materia, en este reino, estaba muy poco cocinada. Podía neutralizar un batallón entero de la armada del rey ella solita. Incluso probablemente podía desmaterializarse y volver a materializarse, pero no durante las primeras dos semanas, para asegurar una aclimatación gradual. Por supuesto, podía caminar sobre fuego, encender un fuego con su mirada, escupir fuego, comer fuego, e incluso derretir el hielo de una cordillera entera, cosas muy naturales para los iniciados Nagas, que saben que todo es fuego.

Con sus ojos entrecerrados y la boca entreabierta, Teyani interiorizó cada palabra, bebiendo de la nectarífera presencia del rey Naga.

― Pero, mujer sabia ―continué―, invoco tu comprensión compasiva. Maryani está preocupada por si sus compañeras no se dan cuenta de que es una persona diferente. Si tuviera que adaptarse a costumbres que ya no son las suyas….

― En resumen ―Teyani fue directa al meollo de la cuestión―, debo renunciar a cualquier autoridad sobre ella, ¿es eso lo que me estás diciendo?

― Bueno, pues… ―miré hacia el centro de la Tierra en busca de inspiración― sí, ciertamente, esto es lo que te estoy diciendo.

― Ya veo ―a Teyani le gustaba la frescura de la respuesta.

― Pero mucho más importante, Teyani, Maryani necesita nuestro apoyo moral. Para aquellos que regresan del Inframundo, el reino es algo gris y sin atractivo. Hace una hora, ella era una reina que vivía en un palacio de oro, rodeada por el amor de sus iluminados amigos Naga, ahora…

― Amigo mío ―la comprensión de Teyani iluminó su sonrisa―, conozco bien el color gris del reino, y la nostalgia para aquellos que han contemplado la Luz y que deben regresar a este mundo ―a través de su fuente, el Águila Blanca brilló su presencia en la del rey Naga, prometiendo envolver a Maryani en sus alas de amor.

El rey Naga estaba satisfecho. No era necesario decir nada más.

Se hizo un silencio cósmico, gozosamente contento con el encuentro entre la Blancura de lo Alto y el Oro de lo Profundo.

Teyani y yo leímos en las profundidades el uno del otro, disfrutando el elevado sentimiento de paz.

Entonces fue cuando me di cuenta.

― ¡Oh, mi Señor Melquisedec! ¡Pero tú ya sabes la daiva! ¡Sabes exactamente qué le sucederá a Elyani!

Teyani se acercó a mí y selló mis labios con su dedo índice.

― ¡No! ―una ola irracional me sacudió. Aparté su mano― ¡No, Teyani! No puedo dejar de preguntarte. Elyani es mi sangre, mi corazón, mi Espíritu. Debo saber. ¿Qué han decretado los dioses?

― ¡Shhh, mi gran hombre en la Ley! Como yo confío en ti, tú debes confiar en mí ―Teyani vertió toda la suavidad de su voz en mi interior―. Una vez que los dioses han lanzado la daiva, nada se puede hacer.

Desde lo más profundo hasta lo más alto, todo lo que podía sentir era un arrollador NO.

― Por favor ―insistió.

Cerré mis ojos, intentando unirme a ella en las alturas de la Luz.

Tomó mis manos.

― Gracias a ti, Elyani ha florecido. Sostiene la Luz del Águila y brilla más que nunca. No estropees los hermosos días que tenéis por delante. Intentar negar la daiva sólo nos traerá más desgracias. De todas formas, la sentencia de los dioses será conocida muy pronto.

Me sumergí en la Madre de la Noche Sin Fin.

― ¿Qué puedo hacer?

― Dale tu amor. Dale tu gozo.

― Teyani, debe haber algo que pueda hacer ―volví a abrir mis ojos, implorantes por actuar.

Desde lo más alto, Teyani brillaba con la compasión del Águila. Pero todo lo que podía hacer era negar con la cabeza silenciosamente.

― ¡No, no! No voy a rendirme, Teyani.

A través de un canal de voz de la oscuridad visible, Maryani me llamó.

― Szar, ¿podrías ayudarme, por favor?

Teyani se levantó y gentilmente me llevó de la mano.

Cero pensamientos, solo Dragón la seguí hasta la habitación.

Woolly todavía estaba profundamente dormido, Maryani seguía sentada en el suelo tras su cabeza y Elyani a su lado.

― Necesito trasferir fuerzas a su cuerpo ―dijo Maryani―, pero me preocupa que su corazón no lo aguante, ¿podrías encargarte de sus centros energéticos vitales?

Fui a arrodillarme junto a Woolly y coloqué mi mano en su corazón.

― De acuerdo.

Maryani puso sus palmas estiradas contra las sienes de Woolly.

― ¿Lo estás sosteniendo? ―preguntó.

Asentí brevemente.

― Vasouk me ha dado una semilla de poder para él ―me explicó―. Necesito transferírsela de inmediato, mientras todavía está bajo la influencia de las fuerzas que le envié desde el Mar Relampagueante ―y añadió―; Vuestras piedras van a amar estas fuerzas.

Maryani podía darse cuenta de que algo no iba bien conmigo, pero no era hora de charlar. Cerró los ojos y sintonizó en las profundidades del Dragón de Vasoukidass.

Instantáneamente, su aura triplicó su tamaño y la habitación parecía una caverna de puro oro Naga de los Inframundos Profundos. Woolly temblaba como una hoja, pero a pesar de la corriente incandescente que fluía hacia su cabeza, no se despertó, y su corazón y sus centros energéticos aguantaron perfectamente.

Apenas diez segundos después, la transmisión de poder había concluido.

Satisfecha porque la semilla de poder había sido plantada, los ojos de Maryani relucían con felicidad Naga.

― ¿Lo despertamos?

Escuché las palabras, pero no pude responder.

Estaba a punto de explotar.

11.2 Voces lejanas

Más elevado que lo elevado, más allá que el más allá,

Clamé,

¡Ayúdame! Quien quiera que seas, dondequiera que estés, ¡ayúdame!

Tu aliento puede barrer todos los obstáculos, lo sé

La daiva, tú puedes derrocar,

Y también los sueños enrevesados de los dioses y los hombres,

Y los restringidos decretos de los Señores del Destino,

Y el sino mediocre, y las inútiles leyes de las consecuencias.

¡Oh, tú de las alturas y más allá, ayúdame!

La respuesta fue inmediata.

Olas de azul, lo extraño hecho luz,

Encendiendo el Punto en llamas.

La voz del campo de estrellas susurró;

“¡Peligro, hijo! ¡Peligro!”

Y en los vientos del espacio pudo oírse el eco de otra voz,

“¿Debemos despertarlo ahora?”

“No”, respondió el primero,

“No se da cuenta de los estragos que creará para todos ellos.

El tiempo no ha llegado aún.

Sólo debe enviarse una advertencia,

¡Peligro, hijo! ¡Peligro!

Escucha las palabras de la mujer sabia,

No invoques el poder ahora”.

Alcé mi voz hacia los espacios de infinidad,

¿Por qué someterse a la daiva?

¿Quiénes son los dioses, y qué es lo que realmente saben?

Arriba y abajo, hay grandes poderes,

Que trascienden todos los límites

Y que los dioses no pueden igualar.

Nací un luchador.

No veo sabiduría en la resignación

Y la aceptación pasiva del destino

Y la inútil espera y la durmiente pérdida de tiempo.

Deja que me levante, ahora.

Deja que luche, ¡ahora!

La voz respondió;

“Cierto, los dioses son todavía jóvenes.

Cierto, la sabiduría es para aquellos que luchan.

Cierto, hay grandes poderes.

Pero será tu desgracia si los invocas ahora.

El trabajo con tus aliados será destruido.

Y todo perdido.

¡Escucha la voz de los espacios eternos!

Hay un gran diseño tras la imaginación joven de los dioses,

Un gran razonamiento tras su visión limitada.

Permanece inmóvil.

El tiempo no ha llegado todavía”.

11.3 La nueva generación de piedras

― ¿Despertamos a Woolly? ―dijo Maryani de nuevo.

Elyani sostenía mi mano. Profundamente agitado, me giré y busqué contacto visual con Teyani.

Un faro del Águila, la gran maga de los Días Antiguos unió su fuente con la mía, inundándome con su amor.

Contemplándola en silencio, asentí, reconociendo que sus palabras sabias habían sido escuchadas.

Amor Eterno, Dragón Volador. ¡No dejes pasar la llamada!

Me giré hacia Maryani.

― ¡Woolly es todo tuyo!

Ella hizo una mueca.

― ¿Crees que se enfadará conmigo?

Elyani negó con la cabeza con confianza.

― ¡Está demasiado cansado para eso!

― Pues bien… ¡veamos! ―chasqueando sus dedos, Maryani trajo a Woolly de vuelta a su cuerpo físico.

Pronto Woolly entreabrió su ojo derecho y gimió:

― ¡Oh, Diosa! Mi cabeza… ―en cuanto pudo enfocar vagamente mi túnica marrón, se quejó lastimeramente― ¿Eres tú, Lehrmon?

― No, Szar. Paz, mi hermano en la Ley, paz ―tomé su mano.

Maryani, que estaba sentada inmóvil detrás de su cabeza, pasó gentilmente sus manos por su pelo rizado, enviando una influencia que suavizase su dolor de cabeza.

Woolly abrió del todo sus ojos y echó su cabeza hacia atrás, mirando a Maryani.

Fue su primer contacto visual, y sucedió al revés.

La habitación contuvo su aliento.

Maryani se levantó, caminó hacia el otro colchón y recogió el bote de Lilu. Después volvió hasta Woolly y colocó el bote en su mano.

Al instante, Woolly estaba completamente despierto. Se levantó sobre los codos, y mientras Elyani colocaba almohadas detrás de él, lentamente se sentó para abrir el bote.

Antes de levantar la tapa, dudó.

Conociendo el destino que habían tenido las demás piedras, pude entender su ansiedad.

Pero cuando abrió el bote, su cara se iluminó. Para su completa sorpresa, y la mía, Lilu era del tamaño de un albaricoque, diez veces más grande que lo más grande que nunca había sido. Ya no era blanquecina si no puro oro de Naga, y estaba tan fuerte y sana como una fruta de las huertas del Inframundo.

El mundo comenzó a respirar de nuevo.

Desconcertado, Woolly buscó los ojos de Maryani.

Descansando en el Dragón de las Profundidades, mantuvo la inmovilidad superior de un Naga. Pero a Teyani no la engañó. Ella escuchó la melodía de las esferas resonando dentro de la Tierra. Tras una larga contemplación de la niña que había amado como si fuera suya, santificó el decreto del tiempo asintiendo, Maryani se había convertido en una mujer. Mediante señas nos dio a entender a Elyani y a mí que Woolly necesitaba una bebida:

― Preparemos una mezcla especial para él.

― ¿Y quizá Szar la puede probar? ―sugirió Elyani mientras abandonábamos la habitación.

¡De ninguna manera, mujer de la Ley! ―Teyani pudo al fin airear la indignación que había sentido al ver la forma en la que había despachado el tan amorosamente preparado brebaje salvavidas.

― Os diré lo que Woolly necesita ―dijo Elyani, elevando enfáticamente su dedo índice hacia los dioses―: ¡Leche de Dragón!

Teyani se echó a reír.

― ¿Quizá podría ver cómo la preparáis? ―me atrevía sugerir.

― ¡Nunca! ―respondieron las dos mujeres en una sola voz.

Me senté en el césped, aturdido por la ducha que las voces lejanas habían vertido sobre mí. En ese momento llegó una llamada de emergencia por el canal de voz; era Lehrmon, desde la capilla de Woolly.

― Hemos perdido otras tres piedras del Archivo, y cinco más están a punto de disolverse ―declaró con su voz mesurada―, a no ser que algo se pueda hacer inmediatamente, tendré que proyectar la elevada Voz del Trueno en ellas.

― ¡Bombardearlas con la Voz no es una solución real!

― Por lo menos limitará su descomposición temporalmente.

― Espéranos, Lehrmon. Maryani y yo estamos en camino ―dije.

― ¡Maryani ha vuelto! ¡Excelente! ¿Y cómo está Woolly? ―preguntó Lehrmon.

Elayni se coló en la conversación astral.

― Resucitado sería probablemente la palabra adecuada.

Dejé que ambos continuasen charlando y volví a la habitación.

Cuando me vio entrar tan decidido, Woolly adivinó inmediatamente:

― ¡Comandante! Nos traes noticias sobre las piedras.

― Hombre de la Ley, la Diosa ha… ―por respeto a la inocencia juvenil de Maryani, formalicé mi lenguaje― sido muy poco amable, por decir algo ―y les conté los detalles de las últimas pérdidas.

― Estoy preparada para ir a la capilla ―dijo Maryani.

― ¡Yo también estoy preparado! ―declaró Woolly, incorporándose en el colchón.

Ya no estaba para nada tan gris verdoso como hacía una hora. De igual modo, sugerí:

― ¿Y si descansas un día?

¡De ninguna manera, hombre en la Ley! ―se volvió fiero―. Aunque tuviera que cruzar el templo gateando y vomitar en cada uno de los escalones de las escaleras, iría de todos modos.

Maryani bendijo su decisión.

― Yo lo llevaré.

Alcé mis manos.

― Si la Gran Dragón de la Fiereza quiere llevarte, ¿qué hay que temer?

Tan pronto como Maryani puso su energía en él, empezó a trotar como un filosterópodo, y salimos a través del laberinto del ala femenina.

Era magia, funcionaba cada vez, tan solo con poner un pie en los pasadizos guiados por el Punto, un sentimiento superior de paz descendía sobre mí. Era profundo y ligero al mismo tiempo, ¡magnífico! Elyani tenía razón, estaba volviéndome adicto a este campo. Podía pasar días enteros deambulando por el laberinto, nunca parecía tener suficiente. No sólo me daba tranquilidad, si no también claridad mental y concentración.

Después de haber despotricado contra este campo durante tanto tiempo, ahora me horrorizaba pensar que un día se derrumbaría.

Gracias a la lucidez producida por el paseo, pude ver con claridad que las voces lejanas habían dejado una estela de extrañas energías sobre mi cabeza. El sabor de conciencia me recordaba a la cueva de Verzazyel, haciendo que me preguntase si debería volver a los dominios del Vigilante en las Tierras Rojas e intentar descubrir algunos de los secretos que había pasado por alto durante mi primera visita.

De alguna manera, sabía que durante el tiempo que había pasado en aquella cueva, una parte de mi rompecabezas interior se había encendido. ¡Pero había todavía tantas partes faltantes en este rompecabezas! ¿Por dónde empezar? ¿Cómo explorar algo que es tan desconocido que uno no sabe siquiera dónde buscarlo?

Antes de que pudiese pensar más, me di cuenta con un toque de pena, de que estábamos cruzando el portal del ala femenina. El resto del paseo, sin la guía del campo, era bastante soso. Aburrido.

Lehrmon no vino a saludarnos a la puerta de la capilla de los Genios de los Campos, nos encontramos con él en las bodegas. Estaba ilegítimamente cansado.

― Parece que has tenido una noche larga, igual que yo ―comentó Woolly, derrumbándose en un rincón de la habitación con la espalda contra la pared.

Lehrmon no respondió. Sólo intercambió un saludo rutinario con Maryani, sin mostrar el menor signo de sorpresa al ver que ya estaba de pie y corriendo o que su aura brillaba como una luna llena dorada. Pero Lehrmon nunca se sorprendía por nada, como si ya supiera de antemano el final de todas las historias. Si alguna vez mostraba sorpresa, era normalmente por cortesía, o para aumentar la confianza de sus amigos.

Tan pronto como Maryani puso un pie en la capilla, su cara se avivó con curiosidad al ver los estantes repletos de botellas y las energías multicolores que contenían. El temblor de sus orificios nasales indicaban cuán fuertemente respondía a los olores del Inframundo que llenaban las bodegas, especialmente el olor de los cubos de fango blanco donde se hacían las piedras del Archivo. Mientras Lehrmon bosquejaba una imagen de la situación para ella, escuchó con cuidado, yendo de un cubo a otro como una abeja de flor en flor, sintiendo la Draconidad de cada piedra y fango, evaluando las nocivas fuerzas elementales que contaminaban la habitación.

― Puedo sentir algo más en esta habitación ―observó―… algo muy fuerte y extremadamente estrafalario. Algo que desciende desde arriba.

― Es el dispositivo de los Dragones Voladores que protege la cripta ―le explicó Lehrmon, apuntando hacia el portal.

― ¡Vuf! ―Maryani exclamó la palabra ritual― ¿Es así la magia de los Dragones Voladores? El poder es asombroso. ¿No podéis usarlo para aislar esta cripta de las fuerzas elementales negativas que están vertiéndose desde los campos?

― Lo hemos intentado ―dijo Lehrmon―, el problema es que sella la bodega tan bien, que el poder de los campos ya no llega hasta aquí, y sin el fuego de los campos las piedras dejan de crecer.

― ¿Por qué no usar el poder de los Dragones Voladores como fuego, y cocinar las piedras con eso? ―preguntó con voz traviesa.

― ¡Una piedra masculina de Dragón Volador! ―Woolly se echó a reír, revivido por lo extravagante de la sugerencia― ¡Esto explotaría los pechos de la Diosa!

Maryani frunció el ceño con reprobación.

― Hemos hecho algunas piedras masculinas en el pasado, pero nunca nada que pudiese ser conectado al poder de los Dragones Voladores ―reflexionó Lehrmon― ¿Realmente crees que es una opción? El poder podría escapársenos de las manos completamente, me pregunto si habría algo en la Tierra que pudiera controlarlo.

― Sólo bromeaba ―Maryani inclinó su cabeza hacia atrás―, y mientras estamos en el área de las ideas extravagantes, ¿por qué no habéis intentado cocinar las piedras usando la Voz del Trueno?

Woolly abrió los ojos de par en par.

― ¿Proyección constante de la Voz del Trueno en mi capilla? ¿Sería eso una posibilidad?

― ¡Claro que es una posibilidad! ―Lehrmon respondió con su voz consistentemente tranquila―. Las piedras Trueno han sido parte de la tradición de la Túnica Marrón desde tiempos inmemoriales. Pero son realizaciones individuales, vehículos de conciencia que los Maestros del Trueno generan de su propio Espíritu, un cuerpo de inmortalidad.

― ¿Y no es eso lo que son realmente las piedras? ―señaló Maryani.

― ¡Pero espera un minuto! ―Woolly estaba muy sorprendido―, ¿cómo es que nunca me has contado este método de cocción del Trueno? ¿Por qué no podemos utilizar el mismo principio para cocinar las piedras del Archivo?

―He recibido instrucciones estrictas de usar la Voz del trueno sólo como el último recurso ―Lehrmon fue muy firme―. Activar el poder del Trueno en tantas piedras podría crear reacciones en cadena de magnitud impredecible. Podría precipitar el colapso de todos los campos de país, con las desastrosas consecuencias que puedes imaginar. Sólo si todo lo demás falla llamaremos al Trueno.

― De todas formas ―Maryani sonrió secamente―, fuego no es lo que falta. Los Inframundos están llenos. ¿Habéis intentado cocinar vuestras piedras usando el calor del compostaje en vez del fuego de los campos?

Woolly arrugó su nariz.

― Las piedras empezaron a tomar formas monstruosas. Ni siquiera se podían usar para los canales de voz.

Maryani aleteó delicadamente sus omniscientes orificios de la nariz.

― Esto es porque empezasteis a cocinarlas con los campos y después proseguisteis con el compostaje. Las piedras no pudieron soportar la transición.

Lehrmon se encogió de hombros.

― ¡Pero cocinarlas sólo con el calor del compostaje es muy lento! Lo intentamos durante meses, sin observar un crecimiento visible.

― Eso ―replicó Maryani con mirada sabia―, es porque no sabéis cómo conectar el compostaje con el fuego de los Inframundos Profundos.

Woolly no ocultó su sorpresa.

― ¿Podrías hacer eso?

― Pues bien… sí. Podría.

― ¿Es lo que recomendarías en esta situación? ―preguntó Lehrmon.

― Pues bien… no. Realmente no. Para empezar, realmente no necesito compostaje para extraer fuego de las profundidades. Y no creo que consiguiéramos grandes resultados si intentásemos cocinar estas piedras con fuego del Inframundo.

― ¿Por qué no? ―Lehrmon contuvo su consternación, dándose cuenta de que las palabras de Maryani significaban nada menos que una sentencia de muerte para nuestra reserva de piedras del Archivo.

― Estas piedras han crecido en los campos. Cambiar la fuente del fuego de forma tan abrupta no funcionará.

― ¿Y qué hay de Lilu? ―intentó discutir Woolly― ¿No es esto exactamente lo que le ha sucedido?

― Pues bien… Lilu es una excepción ―dijo Maryani.

― ¿Qué quiere decir que es una excepción? ―insistió Woolly―. Su situación era exactamente la misma que la de las piedras del Archivo.

La joven mujer fue franca.

― Woolly, tuve que deshacer a Lilu completamente, y empezar de nuevo con ella desde el principio.

La noche febril de Woolly le había dejado bastante pálido. Ahora estaba mucho más pálido.

― ¿Significa esto… que Lilu murió?

Maryani, cuya Blancura no se había empañado ni una pizca por su oro, atrajo la infinita suavidad del Águila.

― No exactamente ―dijo con voz suave―. Fui capaz de mantener todas las fuerzas que habías puesto en ella. Digamos que ella… se reencarnó.

Devastado, Woolly cerró sus ojos.

― Lo siento, Woolly ―Maryani fue hacia él―no había nada que nadie pudiera hacer con ella. Hice que un consejo de seis Nagas iluminados la examinasen, y créeme, ¡créeme! Les di la lata hasta que estuve absolutamente convencida de que no había esperanza para Lilu. Después iniciamos el proceso por el cual pude transferir su cuerpo astral en una nueva semilla.

Woolly estaba en su personaje de niño perdido. Asintió silenciosamente, con una mirada de resignación en su cara.

― Bueno ―Lehrmon tenía ganas de actuar con rapidez―, ¿por qué no hacer lo mismo con nuestras piedras del Archivo? ¿Cuánto tiempo te llevaría?

Maryani se sentó al lado de Woolly, dejando que su sereno oro líquido fluyese en su interior.

― Lehrmon, ¿tienes alguna buena razón para seguir trabajando con estas piedras femeninas? ―preguntó―. Si tenemos que empezar desde el principio, ¿por qué no generar piedras hermafroditas?

― ¿Qué? ¡Maryani! ―el modo en que Lehrmon alzó una de sus cejas mostraba que estaba lo más cerca de perder la paciencia que nunca lo hubiese visto―. Maryani ―repitió, respirando profundamente y pensando en el Águila Blanca―, Maryani, estoy atrapado en un mundo que está derrumbándose y tengo el tiempo limitado. Simplemente no tengo diez años para gastarlos intentando crear un tipo de piedra que nadie ha conseguido lograr en el reino durante siglos.

¡Paz, hombre de la Ley! ―protestó Maryani, petulante ante la perspectiva de un pequeño debate―, ¡algunos sí que lo han conseguido!

― Maryani ―Lehrmon mantuvo su voz calmada, muy calmada―, ¿te das cuenta de que ni tan sólo uno de los gigantes Nefilim ha sido capaz de producir una piedra hermafrodita en los últimos siglos? ¿Y te das cuenta de que…

― ¡Pero por eso mismo! ―clamó ella―. Si tantos han fallado es porque han cocinado sus piedras con los campos, que hace tiempo que perdieron la integridad requerida. Si utilizaras el fuego de los Inframundos, ¡sería una historia completamente diferente!

― Pero… ―de un vistazo, Lehrmon percibió que Woolly y yo lo estábamos mirando con intensa curiosidad, preguntándonos si iba a perder los nervios (un signo que, con mucha más seguridad que la noche de los perros aulladores, habría indicado la inmediata caída de La Atlántida).

― De acuerdo ―él sonrió, divertido―, cuéntanos sobre estas piedras hermafroditas.

― Sabéis ―continuó Maryani inmediatamente―, si realmente quisierais salvar vuestras piedras femeninas, supongo que probablemente podríamos encontrar la manera.

Lehrmon se giró hacia Woolly, alzando su segunda ceja sin dar crédito.

Yo sonreí. Estos dos no tenían ni idea de lo que había aterrizado en su capilla.

Caminando lentamente a través de la bodega, Maryani estaba percibiendo las energías de la tierra.

― Podría crear un drenaje que condujese las repugnantes fuerzas elementales hacia las profundidades de la tierra ―haciendo una mueca añadió―, y vosotros podríais seguir usando vuestros amados campos para cocinar vuestras amadas piedras.

Inspirado por el Punto, intervine:

― ¿Todavía soy quien toma las decisiones aquí?

Lehrmon estaba agradecido por la intervención.

― ¡Ciertamente, comandante! ¿Tienes un plan?

Me giré hacia Maryani.

― ¿Sería una empresa difícil instalar este sistema de drenaje?

― No, no sería difícil, ¡pero sería tonto!

― Te escucho, Maryani, te escucho ―girándome hacia Lehrmon, sugerí― ¿Has pensado que, en este momento, todos los hacedores de piedras del reino deben estar pasando por el mismo tipo de dificultades?

― ¿Y? ―preguntó Lehrmon.

Era demasiado pronto para revelar los detalles de un plan que todavía estaba germinando sobre mi cabeza. Sólo les dije:

― Instalemos inmediatamente un sistema de drenaje aquí y otro en Lasseera, para preservar las piedras del Archivo existentes. Pero, al mismo tiempo, empecemos la producción de piedras de acuerdo a los principios de Maryani. Todo tipo de piedras, piedras femeninas, piedras masculinas y piedras hermafroditas.

― ¿Pero realmente necesitáis estas piedras? ―preguntó Maryani, apuntando despreocupadamente un aristocrático dedo hacia los cubos―. ¿No estamos perdiendo un tiempo precioso con ellas? ―añadió para Lehrmon.

― Lo sé, sólo pueden empeorar con el paso del tiempo ―asentí―, pero, ¿y si las necesitamos para confundir a nuestros enemigos?

Los ojos de Maryani se encendieron de curiosidad.

― Pues bien, eso sería una historia completamente diferente, ¡claro!

Lehrmon se mesaba la barba en profunda meditación.

― ¿Quieres decir que podríamos convencer a nuestros enemigos potenciales de que estamos operando con un tipo de piedra, y sin embargo, usar otro tipo para la trasferencia del Archivo?

― Sabiendo cuánto depende del éxito de nuestra empresa, esto es lo menos que podemos hacer.

― Lo que estás tramando acabará siendo mucho más complicado, ¿verdad? ―Lehrmon podía leer a través de mí con desconcertante facilidad. Me recordó una vez más que, a no ser que encontrase una manera de sellarme, podrían tener lugar desastrosas filtraciones. Cualquiera que tuviese algo de Punto podría adivinar mis pensamientos.

― Podría ser ―dije solamente.

Maryani ya estaba dispuesta en el Dragón.

― No perdamos más tiempo, ¡empecemos a trabajar ahora mismo! ―dijo, y nos hizo mover los cubos hacia una línea de tierra que había estado sintiendo durante la conversación.

Woolly estaba demasiado abrumado como para tomar parte en la operación. Se quedó en su rincón, con los codos descansando sobre las rodillas y la cabeza sobre las manos, con la mente perdida. Sabía que ahora era sólo cuestión de tiempo que sus bebés acabasen en la basura.

11.4 Más secretos atlantes

Tras la puesta de sol, de vuelta en el césped con Elyani, le conté las buenas noticias: el estado de las piedras se había estabilizado. Gracias al sistema de drenaje de Maryani, Lehrmon, Woolly y yo habíamos visto cómo el nocivo fango elemental desaparecía de la cripta de las piedras del Archivo en unas pocas horas.

Elyani aplaudió.

― ¿Es este el final de nuestros problemas con las piedras?

Negué con la cabeza.

― Estas piedras no llegarán a la trasferencia del Archivo, a no ser, claro, que la trasferencia tuviera lugar en menos de un mes ―una eventualidad que no quería ni imaginar.

― Y entonces, ¿cómo realizaremos la trasferencia del Archivo? ¿Usando dos Nagas de Maryani en lugar de las piedras, quizá?

Me dio la risa floja.

― ¡Eso sí que explotaría los pechos de la Diosa! ―pero me di cuenta de que la idea de Elyani tenía un gran potencial―. Mañana, cuando vea a Gervin, debo tener una seria discusión con él sobre la posibilidad de una alianza con los Nagas.

― ¿Ha vuelto Gervin a Eisraim? ―preguntó Elyani con sorpresa.

― Desde el Punto he sentido que estaba camino de vuelta, así que intenté enviarle una comunicación por el Punto y, para mi asombro, ¡respondió! Hemos quedado en encontrarnos mañana, por la mañana temprano.

Elyani estaba impresionada.

― Justo en la diana, ¡Hermano Caballero! ¿De qué más cosas sobre el Punto me tienes que informar?

― Estoy empezando a entender demasiado bien por qué los gigantes Nefilim no pueden apagar sus campos del Punto, ¡adicción, adicción! Cuando veo cuánto me gusta deambular por los pasillos del ala femenina, me asusto genuinamente. De todas formas ―suspiré echando el reino fuera de mi mente―, no tengo ganas de hablar del Punto esta noche.

― ¿Cansado?

― No. Sólo que no tengo ganas de hablar de otra cosa que no seas tú, tú y yo ―respondí con voz enfurruñada, rodeando sus hombros con mi brazo.

Elyani se convirtió en la mujer mágica.

― ¡Ven a mi mundo, Dragón!

Nubes espesas, tenue luz de luna, lo suficiente como para adivinar su sonrisa.

― Hoy me he dado cuenta de cosas importantes sobre ti, Elyani ―declaré pensativamente, explorando su cara con mis dedos―. Estaba observando a Maryani, hace las mismas muecas que tú.

― ¿Y qué te dice esto sobre mí, Dragón?

― He visto que Teyani hace lo mismo. Mi conclusión es que tú y Maryani debéis haber aprendido este arte de ella.

― ¿Qué puedo decir? ¡Teyani me lo ha enseñado todo!

― Pues bien… te ha enseñado muy bien. Debo decirle cuán en deuda estoy con ella por esto y algunas otras cosas más.

― ¿Te gusta la manera en que hago muecas?

― Me fascinó desde el primer momento. Nunca he visto a nadie hacer tan delicadas y sofisticadas muecas. ¿Puede hacerlas también Alcibyadi?

― ¡Podría ser! Lo que me recuerda que tengo un secreto que contarte.

― ¡Un secreto! ―me froté las manos.

― Es un secreto entre Alcibyadi y Teyani, pero Alcibyadi me dijo que debía decírtelo, a condición de que no se lo digas a Lehrmon. Quiero decir, no importa que Lehrmon lo adivine a través de ti, pero tú no debes decírselo.

― Mmm… Ya veo.

― Teyani ha dado permiso a Alcibyadi para tener un niño.

― ¿Así que Teyani aprueba que Alcibyadi tenga un bebé? ―pregunté.

― Esa no era la cuestión. Alcibyadi es muy obstinada… este punto no era siquiera discutible. Pero de acuerdo a las normas de nuestra orden, el primer hijo de un Águila Blanca debe ser niña.

― Una niña ―reflexioné, preguntándome cómo sería sostener al bebé de Elyani entre mis brazos―, ¿pero cómo funciona? ¿Alguna intervención de los dioses?

― ¡No! Nosotras, las sacerdotisas del Águila Blanca no necesitamos a los dioses para esto. Es parte de nuestra iniciación. Sabemos cómo elegir el sexo de nuestros hijos. Así que, para cumplir la regla, Alcibyadi ha decidido tener gemelos, una niña y un niño, y arreglarlo para que la niña salga la primera del vientre. Pero si ya es suficientemente malo tener que cargar un bebé mientras viajas hacia Egipto, ¡imagina tener que cargar dos! Así que Teyani usó su autoridad como gran maestra para liberar a Alcibyadi de la regla del primer hijo nacido.

Intrigante.

― ¿Cómo Supramundos puedes escoger el sexo de tus hijos? ¿Es un secreto?

― Mmm… sí, pero uno que las Águilas Blancas pueden compartir con sus hombres, a condición de que ellos puedan mantener el secreto, claro.

Me lamenté.

― Esto está empezando a ser un grave problema. No tengo solución con los secretos. Yo nunca los contaría a nadie pero, ¿cómo puedo impedir que los demás lo adivinen? Todavía es un misterio para mí.

― No importa. Te lo diré de todas formas. Porque la Ley dice: “hay dos tipos de secretos: aquellos que no deben ser contados ni adivinados, y aquellos que no deben ser contados, pero pueden ser adivinados. Este pertenece a la segunda categoría.

Casualmente, sintonizando con ella desde el Punto, leí su mente sin querer.

― ¡Oye! Pero estás ocultándome un secreto de la primera categoría, ¿verdad? ¡Y no tiene nada que ver con tener bebés del Águila Blanca!

Bajo mis dedos sentí como sus mejillas se ruborizaban.

― ¿Has descubierto lo que los dioses han decretado para ti? ―pregunté inmediatamente.

― No, y no tiene nada que ver con eso.

Mi dragón se consumía de curiosidad.

― Es un secreto sobre mí, ¿verdad?

― No, por favor, ¡no lo adivines! ―me rogó―. Prometí a Gervin que lo mantendría como un secreto de primera categoría.

Levanté mis manos hacia el mundo de los dioses.

― ¿Gervin te cuenta secretos sobre mí?

― ¡No! ―protestó―, no me lo contó, ¡lo adiviné!

Me eché a reír y dejé de Puntearla.

― De acuerdo. Olvídalo. No lo volveré a mencionar.

― ¡No! ―insistió, poniendo su mano derecha sobre mi corazón―. No quiero que pienses que te oculto secretos.

― Bueno… ¿y no lo haces?

― Sólo uno, y es por necesidad cósmica. Y no por mucho tiempo. ¡Te lo juro en el Águila, Szar! ―habló como si estuviese en la cima de la escalera de los mundos―. ¿Me crees?

― Por supuesto que te creo, siempre te creo ―me rendí―. Sólo sumérgeme en el olvido con un largo beso, para que pueda olvidar este secreto cósmicamente necesario.

Ella cumplió mi petición con total dedicación, enviándome a lo más alto de las esferas.

Mucho después, cuando regresé al reino y me encontré tumbado en el césped, con Elyani a mi lado, pregunté:

― Quiero saber el secreto. Me refiero al otro, ¿cómo haces un Águila Blanca?

― Necesitaría tu ayuda para eso.

― ¡Supongamos! ¿Cómo harías que fuera niña?

― ¿Querrías tener una niña conmigo? ―preguntó haciendo que su suave voz sonase como el néctar.

― ¡Pero no estamos discutiendo eso, Elyani!

― ¡Por supuesto que no! Bien, te contaré que es lo que dice nuestra Ley. Primero, la mujer buscará en las esferas un alma adecuada, preferiblemente alguien que ya haya estado asociado con el Águila Blanca, pero la veracidad y la pureza son las principales cualidades que sedeben buscar. Si se le pregunta correctamente, el oráculo ayudará a atraer el alma correcta. Entonces, con un hombre que tenga atractivo y sea de la casta correcta…

― ¡Ese soy yo! ¡Ese soy yo!

Juguetonamente, emitió un lánguido suspiro.

―…en el momento adecuado del ciclo lunar, la mujer concebirá. Sabrá que la concepción está teniendo lugar cuando escuche la armonía de las esferas, y cuando los Ángeles de la Semilla se aparezcan ante ella.

― ¿Quiénes son los Ángeles de la Semilla? ―pregunté.

― Aquellos que ayudan a las mujeres durante el embarazo. Cuando el bebé está en el vientre, inundan a la madre con luz dorada, y proveen el Espíritu que hace crecer al niño.

― Quieres decir que proveen del fuego que cocina el embrión ―lo traduje a lenguaje de Dragón.

― ¡Exactamente! Entonces, cuando la sacerdotisa se encuentra con los Ángeles de la Semilla, deja que interceda la Luz del Águila, y los Ángeles de la Semilla se encargan de que se conciba una niña.

― ¡Es precioso! Pero entonces, ¿cómo conseguirá Alcibyadi tener un niño? ―me pregunté.

― Alcibyadi dice que ya lo ha arreglado todo con los Ángeles de la Semilla.

― ¿Hay otro método secreto para eso?

― Realmente no. Simplemente los invocó y ayunó hasta que se le aparecieron. Alcibyadi tiene renombre como una de las más poderosas taumaturgas de Eisraim. Poca gente puede invocar ángeles y hacer descender su presencia tan poderosamente como ella lo hace.

― ¿Y qué dice Lehrmon sobre todo esto?

Elyani se enfurruñó haciendo una mueca..

― ¡No!

― ¡Pobre Alcibyadi! ―invoqué la Luz del Águila― ¿Crees que ganará?

― Es difícil de saber. Lehrmon es casi tan obstinado como ella.

― Quizá debería hablar con él. Naturalmente, primero pediré permiso a Alcibyadi.

― Ya le he preguntado a Alcibyadi y lo aprueba completamente.

Me eché las manos a la cabeza.

― ¿Por qué siempre voy tres pasos por detrás de los demás? Nunca sé nada de lo que va a suceder. Todos saben siempre qué está a punto de sucederme (a mí y a los demás). Es terrible, y ni siquiera puedo culpar a los Dragones Voladores por esto.

― ¡Shhh, Hermano Caballero! ―Elyani puso su voz de pantera―, ¿no acabas de descubrir en el Punto que Gervin estaba de camino de vuelta al templo? Y Teyani me decía esta mañana que la avergonzaste mucho esta mañana cuando leíste sus pensamientos.

― Hace tan sólo unas horas, Lehrmon estaba leyendo detalles extremadamente secretos de mi plan para la trasferencia del Archivo. Sólo tuvo que mirarme a los ojos, y ya no hubo nada que pudiese hacer para evitar la filtración.

― Esto es porque no has aprendido a sellar tu mente en el Punto ―me tranquilizó―. Ahora que tu Punto está casi tejido, pronto seré capaz de mostrarte cómo hacerlo. Casualmente, en el futuro, guardar secretos en el Punto será una de tus especialidades.

― Los misteriosos Hermanos Caballeros…

― ¿Lo ves? ―la pantera se echó a reír―, lo acabas de adivinar a través de mí.

― ¡Quiero saber más! ¿Es un secreto?

― ¡Por supuesto! ―ella cerró los ojos y se dejó embriagar por la visión―. He visto la escena varias veces. Un hombre grande, totalmente calvo, sentado en una silla extraña. Tú estás sentado muy recto frente a él. Él está furioso, gritándote con su gran voz: “¡Serah! Hijo de…”, unas extrañas palabras para las cuales nuestro lenguaje no tiene equivalencia. Acaba de descubrir que, durante más de tres años, le has estado ocultando un secreto enorme, realmente enorme.

― ¿Es un enemigo? ―pregunté ansioso.

― Su nombre es La… Lava… ¿Un enemigo? ¡No! Es mi querido tío. En el campo de estrellas. Estás luchando en una guerra. Él es el gran comandante. Te quiere mucho, pero está furioso porque acaba de descubrir que tú y otros de los Hermanos Caballeros le habéis ocultado un gran secreto.

― ¿Puedes ver de qué va el secreto?

― Descender.

Esto sonaba familiar.

― ¿A los inframundos?

― Sí. Sí y no. Todo es… ¡tan diferente!

― ¿Y qué es lo que estoy haciendo mientras tu enorme y calvo tío me grita?

― Es un cruce de tiempo. Te sostienes en el Punto y recuerdas este momento presente, y cómo Szar-ka solía ser incapaz de guardar un secreto.

― ¿Qué más puedes ver?

― ¡Veo elefantes que vienen hacia ti!

― ¡Siempre supe que habría elefantes en los campos de estrellas! ―exclamé triunfante.

― ¡Ha, Ha! Mi amor, esto no es para nada lo que piensas. Esto es en Sin Límites.

¡Sin Límites! Sólo escuchar el nombre era suficiente para hacer vrufear a mi Dragón.

― ¿Así que hay elefantes en Sin Límites?

― ¡Manadas de ellos! Y extrañas bestias escamosas, como en los días tempranos de la tierra, incluso más grandes que los elefantes.

― ¿Más grandes que los elefantes? ¡Oh, mi señor Melquisedec! Sin Límites debe ser un lugar gigantesco.

― No, no lo es. Te veo tocando música para mí… y para un amigo tuyo que ha muerto. Muchos de tus amigos han muerto.

― ¿Muerto?

― ¡Es la guerra… una guerra total! Los Hermanos Caballeros están luchando en el campo de estrellas, conduciendo pájaros que hacen arder todo a su paso. Veo fuego… fuego por todas partes ―su mano se puso tensa―, pero, en Sin Límites, ¡qué música! Te digo: “Tu música me hace algo, Serah!” y tú vienes y me dices; “Guerra total, amor total”, y me besas.

La guerra terminará. Mi amor por ti no.

― Debo prepararme ―reflexioné ansioso―. En la escuela, el maestro intentó enseñarme varios instrumentos, en particular, los palos de madera y también la sartén y cuchara, pero nunca pude entrar en el ritmo.

Elyani volvió a abrir los ojos.

― En el futuro, los instrumentos musicales serán infinitamente más hermosos que la sartén y cuchara.

A través de las nieblas, la plateada luz de luna se había intensificado, mezclando su tenue resplandor con la brillante aura de Elyani. Intenté desvelar el refulgir misterioso de sus ojos.

― Cada vez que hablas de los Hermanos Caballeros, te conviertes en una persona diferente.

― ¿Qué tipo?

― Una pantera blanca.

Durante un segundo, el fiero ángel guerrero fue reemplazado por la suavidad de la mujer mágica.

― ¿No te gustan las panteras blancas? ―preguntó en voz baja.

― ¡La pantera blanca me fascina! No puedo apartar mis ojos de ella. No puedo creer que una mujer tan extraordinaria estará enamorada de mí.

― ¡Completamente enamorada! ―la pantera era negra.

Tuve ganas de desmoronarme en sus brazos y romper a llorar, diciéndole que la daiva que se cernía sobre ella me hacía sentirme enfermo y que la idea de poder perderla era insoportable. ¿Pero qué bien le haría a ella esto?

“¡Ayúdame, Águila Blanca!”, escaneé con el Punto la fuente clara en busca de una distracción.

La respuesta fue inmediata.

― ¿Te han contado alguna vez la historia del pájaro del paraíso que salvó al rey Naga?

Afortunadamente, nunca la había escuchado.

― ¡Prepárate para el viaje! ―la sostuve fuertemente entre mis brazos― Una vez, hace mucho tiempo, un pájaro del paraíso echó a volar desde la cascada azul de la Vida y la Luz…―empecé.

Y la noche fue cálida.

11.5 Poder del Punto, la primera trasferencia

Gervin, que acababa de recibir un resumen de Lehrmon sobre la milagrosa recuperación de las piedras, no ocultaba su satisfacción. Empezó nuestra reunión con la sonrisa que se reservaba para las grandes ocasiones, y que siempre combinaba con una mirada insistente hacia el rincón mágico de la habitación, lugar en el que yo todavía no podía discernir nada, pero que parecía ser el sitio donde pasaban más y más cosas.

Mi maestro contento, ¿qué otra cosa podía hacer más que sonreír como un filosterópodo?

― ¿Qué hay de tu plan maestro? ―me preguntó.

Tuve que confesar que cada vez que entraba en los pasillos del ala femenina, sentía destellos de mi plan maestro sobre mi cabeza, tan sólo para evaporarse cuando regresaba al mundo normal. Suspiré.

Gervin se echó a reír.

― Este campo guía del Punto es una belleza en la Ley, ¿verdad?

¡Majestuosamente magnífico! ―alabé el campo, con lágrimas de asombro asomándose a mis ojos.

― Espera a que explores otros campos del Punto de nuestro templo ―Gervin sabía cómo seducir―, el sistema de guía de nuestros controladores espaciales, ¡por ejemplo! Uno de los campos del Punto más hermosos del reino entero.

Una pregunta mordaz me acosaba.

― Pero Gervin, si los campos están condenados a derrumbarse… ¿no sería mejor apartarse de ellos?

¡Dulce Señor Melquisedec, por supuesto que no! De todas formas, lo que te gusta no son los campos en sí mismos, si no los elevados espacios de conciencia con los que están conectados. Y estos están completamente limpios, comida elevada para el Espíritu. Ábrete a ellos lo más que puedas, saborea cada instante de conexión. Tras la caída del reino, pasarán miles de años antes de que tal pureza de conciencia pueda ser reproducida en la Tierra.

― ¿Y qué hay sobre los campos del Punto utilizados por los gigantes Nefilim o los Cazadores? ¿Dirías también que su espíritu está completamente limpio?

Recordando cuán a la defensiva me ponía cada vez que hablaba de Felicia, la sacerdotisa de Verzazyel el vigilante, Gervin atusó su barba.

― Me parece que tienes amigos entre los Nefilim, ¿no es cierto?

Abrí mi corazón tanto como pude.

― ¡Habla, hombre sabio en la Ley! Estoy preparado para escuchar la verdad.

Gervin cogió una manzana roja de una cesta, pero no me la dio, sólo la contempló.

― La verdad es que, algunas cosas y seres de la creación, no son ni claramente blancos, ni claramente negros, y los Vigilantes son un ejemplo perfecto de esto.

― ¿Pero no dice el libro de Maveron que cualquiera que no sigue la pura Verdad está condenado a convertirse en fuerza oscura absoluta? ―expuse.

― Pues bien, amigo mío en la Ley, claramente, nuestro buen Maveron habría llamado a los Vigilantes fuerzas oscuras absolutas ―respondió con franqueza el portador del trueno―, y, sin embargo, es cierto que los Vigilantes han introducido una gran cantidad de poderosos conocimiento en el reino ―añadió con tacto―, y nadie razonable discutiría que hay gente muy buena entre los Nefilim ―mirándome directamente a los ojos, lanzó la manzana roja al aire y la cogió hábilmente con su mano izquierda. Después, con un lento e intencionado movimiento, la puso delicadamente de vuelta en el cesto.

― Ya veo ―aclaré mi garganta, recibiendo el mensaje―. ¿Hay alguna posibilidad de que tenga que luchar contra los Nefilim? ―le pregunté.

― Es más que probable ―inmóvil cual roca, el maestro sostuvo mi mirada.

― ¿Debo entonces intentar desentrañar la conciencia de los Vigilantes?

¡De ninguna manera, hombre de la Ley! ―atronadoramente categórico, Gervin puso en marcha su palabra―. Si te envié a los Hijos del Dragón, fue porque los espacios y los seres que hay tras ellos están completamente limpios. Pero si fueras salpicado por alguna iniciación relacionada con los Vigilantes, estarías perdido para la Túnica Marrón. Los Maestros del Trueno nunca te aceptarían entre ellos.

Temblé, recordando cuán fácil hubiese sido descender a la cripta del Vigilante con Felicia. Vacilante, me arriesgué a preguntar:

― ¿Estaba siendo probado cuando la sacerdotisa de Verzazyel me invitó a acompañarla a la mente del Vigilante?

― ¡Claro que sí! ―el hombre que estaba frente a mí ya no era el padre amable que me había cuidado durante años. Era Gervin el feroz, el guerrero del Apocalipsis. Una elevada fuente habló a través de él―. Esta fue una de tus pruebas. Si hubieses aceptado la oferta, ahora mismo serías un hombre extremadamente poderoso de camino al abismo.

Tragué saliva, preguntándome qué otras pruebas me esperaban todavía.

― ¡Y triunfaste en la prueba! ―añadió Gervin con satisfacción, cogiendo una pera de la Ley y acercándose para ponerla en mi mano.

― ¡Toda la gloria sea para el Maestro!

― Para prepararte a luchar contra los Nefilim ―Gervin continuó― podrías hablar con uno de los ayudantes del Maestro Esrevin en Lasseera. Su nombre es Fridrick. Fue entrenado por los Cazadores Nefilim. No hay nada erróneo en aprender los trucos de tus enemigos. Puedes incluso practicar la lucha en el Punto contra él si quieres. Pero no dejes que te inicie en nada. Usa el estilo del poder del Punto de Eisraim y las fuerzas que has recibido de mí, no aquellas que vienen de los Vigilantes. ¿Está claro, Comandante?

― ¡Totalmente claro! ―su inequívoca instrucción me dejó satisfecho―. Bien, Gervin, tengo algunas ideas para nuestro plan maestro. ¿Puedo decírtelas, a ver qué piensas?

Mesando su barba, Gervin sonrió con interés.

― ¿Y si fuera a algunos lugares de mala reputación y corriese el rumor de que en Eisraim necesitamos urgentemente comprar piedras blandas porque ya no somos capaces de producirlas? Por supuesto, para ser tomado en serio, necesitaría comprar piedras aquí y allá, lo cual requeriría una gran cantidad de oro. Y naturalmente, habría chismorreos. Se sabría en todo el reino que los hacedores de piedras de Eisraim son inútiles. ¿Por qué querrían los Cazadores Renegados y otros comerciantes de piedras perder el tiempo merodeando por nuestro país? Y, mientras comprara las piedras, dejaría bien claro que no me importa de dónde vienen las piedras o cómo fueron obtenidas. Con cierta persistencia, esto me conduciría a nuestros enemigos potenciales, conocidos y desconocidos.

A Gervin le gustó la idea inmediatamente.

― Te conseguiré todo el oro que necesites. Pero debo advertirte ―añadió secamente―, si empiezas a investigar sobre los comerciantes de piedras, puedes descubrir más suciedad de lo que esperas.

― ¿Tan malo es?

Gervin sacudió la cabeza lentamente.

― ¡Mucho peor! No tienes idea de la corrupción que hay en el reino. De arriba abajo, se usan y abusan de piedras y campos para manipular la conciencia de las personas, y no con fines iluminadores. Deberás ser extremadamente cauto cuando trates con los granujas que comercian con piedras robadas.

Esta era la oportunidad perfecta para mencionar cómo los pensamientos habían estado filtrándose a través de mi mente como secretos de estado en el palacio del rey, y que cualquier Punto enérgico podía leer a través de mí.

― Déjame ver… ―Gervin observó desde su tercer ojo los centros sobre mi cabeza, atusando su barba―. El trabajo de Elyani es magnífico ―se regocijó―, el tejido de tu Punto está casi acabado. Y puedo reconocer el toque especial de luz que Orest, mi maestro, recibió de los discípulos de Barkhan Seer, ¡y que yo imprimí en el Punto de Teyani! Felicidades.

― ¡Pero si yo no hice nada!

― Esto es de lo que trata una tradición: plantar semillas. Tú no plantaste la semilla, pero la semilla está creciendo en ti. Dependiendo de quién eres y cómo conduzcas tu vida, la semilla se convertirá en un gran árbol o se marchitará y morirá.

Sentí que los centros energéticos sobre mi cabeza se encendían.

― ¿Debería estar haciendo algo?

La mirada de Gervin estaba fija en el Punto sobre mi cabeza.

― Simplemente sé.

Transcurrieron unos minutos de exquisitos y sutiles movimientos de energía sobre mi cabeza, como si nuevos y desconocidos músculos estuvieran siendo flexionados entre torrentes de sonidos agudos. Gervin anunció.

― ¡Ya está! La primera trasferencia de poder ha sido realizada.

Como no me sentía diferente, me preocupé.

Gervin se divertía.

― ¡Espera a que crezca la semilla!

― ¿Pero cómo la hago crecer?

― ¡Sólo sé! ―repitió Gervin―. Tu amor por el Águila Blanca regará la semilla, cuanto más uses el poder del Punto, más rápido crecerá ―me enseñó a sellar mi mente para que nadie pudiese leer mis pensamientos― ¡Observa lo que ocurre ―dijo, activando un agudo flujo de energía en uno de los centros que había sobre mi cabeza.

Tras unos segundos, los vientos del Espíritu se detuvieron.

― Intenta repetirlo ―me indicó Gervin.

Reproducir el movimiento energético era fácil. No hubiera podido explicar qué estaba haciendo, pero el Punto parecía saberlo todo por sí mismo.

― ¡Justo y necesario! ―Gervin reconoció la corrección del procedimiento.

― ¿Esto es todo? ―parecía demasiado sencillo para ser verdad.

― Ahora debes practicar, practicar, practicar ―me exhortó Gervin―, intenta ocultar un gran secreto a Elyani. Haz que sea un juego. Dile que si lo adivina, tendrás que darle un regalo. Así es como Teyani enseña a sus Águilas.

Tras repetir el ejercicio varias veces, Gervin sonrió de la manera que señalaba que nuestro encuentro estaba a punto de terminar.

No había nada en las siete esferas que quisiera más que implorar su ayuda para Elyani, pero no encontraba las palabras.

Gervin frunció el ceño.

― ¿Ahora tú también te muerdes el labio?

No me había dado cuenta.

Miró en mi interior, calentándome con su fluir desde el corazón.

― Gervin, estoy a punto de perder a Elyani, ¿verdad? ―finalmente conseguí encontrar las palabras.

Gervin vertió su amor en mi interior, pero evitó mostrar cualquier signo que fuese interpretado como una respuesta.

― Szar, sabes que me importas tanto como mi propio hijo, pero debo advertirte. El camino del Trueno no es fácil, no hay nada que pueda hacer sobre este tema.

― Gervin, acepto que tengo que enfrentarme a mi destino. Pero el dilema me está matando: ¿debo aceptar el destino y cumplir con la voluntad de los dioses, o activar el dragón y luchar por la persona que amo?

― No, esos no son los términos del problema. La elección no es entre los dioses y Elyani. Sólo hay una pregunta; ¿lucharás por la Verdad o te extraviarás?

― ¿Quieres decir que no estamos ligados a la daiva?

― Los Maestros del Trueno queremos la Verdad, nada más que la Verdad. Si los dioses están luchando por la Verdad, entonces lucha por los dioses. Si la daiva va contra la Verdad, entonces lucha contra la daiva.

Esto habló a mi Espíritu. Pero, inevitablemente, el terrible pensamiento me invadió: ¿y si tenía que escoger entre la Verdad y Elyani? ¿Era esta mi próxima prueba?

Gervin leyó mi mente.

― Si pierdes tu Verdad ―fue muy enfático―, lo perderás todo: Elyani, el Archivo, el Trueno y a ti mismo.

Apoyé la cabeza entre mis manos.

― Me gustaría estar seguro de que seré lo suficientemente fuerte ―entonces me alcé lo más alto que pude en la fuente clara y establecí contacto visual con él―. Por favor, Trueno, ¿puedes decirme si hay algo que pueda hacer para ayudarla?

Desde la elevada región, Gervin dejó que su cálida y profunda presencia fluyese a mi interior.

― Szar del Trueno ―respondió―, no hay nada más que puedas hacer por ahora.

Tomé aliento para agradecérselo y entonces, muy tontamente, dije:

― Supongo que el decreto de los dioses será la más dura de todas mis pruebas.

― No ―Gervin negó severamente con la cabeza―, tu prueba más dolorosa será la que tengas justo antes de tu iniciación como Maestro, cuando contemples el futuro que te espera si continuas por el camino del Trueno.

Hundiéndome en un agujero negro, miré hacia mi palma izquierda, apretando y soltando mi puño lentamente.

Leyendo la consternación en mi rostro, Gervin citó a Maveron:

― La Verdad y sólo la Verdad prevalecerá.

Como mi consternación iba in crescendo Gervin cerró los ojos, buscando inspiración para animarme.

― Veo un regalo que se avecina para Elyani y para ti ―anunció―. Esta noche, enviado para vosotros por los elevados seres de la compasión. No sólo os traerá gozo, si no también nuevos y preciados amigos.

Un preciado nuevo amigo… “¿Podrá ayudar?”, me pregunté.

Cuando Gervin volvió a abrir los ojos, intenté agradecérselo, pero no pude encontrar las palabras adecuadas. Se levantó y me cogió del brazo.

― ¡Venga, Comandante! Deja de morderte el labio y acompáñame a la capilla de los Genios de los Campos. Vayamos a inspeccionar juntos el trabajo de Maryani.

11.6 Bienvenido a la supermente

Mientras caminábamos a través del enclave de las joyas, Gervin me puso sobre aviso:

― Dentro de dos o tres semanas tendrás que informar al consejo del Archivo. Los Maestros del Trueno esperan que presentes una evaluación inicial de lo que será necesario para cumplir tu misión, y, si es posible, los elementos de tu plan maestro.

Por más que lo intentaba, no era capaz de borrar la sombría expresión de mi cara.

¡Anímate, hombre de la Ley! ―me reprendió―. Lehrmon me ha contado que estás interesado en aprender los nombres de los dioses representados por las estatuas del templo. ¿Sabes quién es este? ―apuntó hacia un personaje enorme y musculoso.

― No.

― Este es Buhr, el segundo asistente del rey de los dioses, una figura poderosa.

De dios en dios, seguíamos nuestro camino entre las nieblas. Yo caminaba mecánicamente, atrapado en un espacio sin lugar, entre el agujero negro y el gris de las nieblas, incapaz de regresar a la luz del día.

Cuando llegamos a la bodega de las piedras del Archivo, Maryani exclamó:

― ¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, mi padrino de la Túnica Marrón! ―y se apresuró para dar a Gervin un largo abrazo.

Woolly, que estaba trabajando con ella, todavía estaba bastante cansado. Pero llevaba una túnica nueva, ¡y sin manchas! Y se había cepillado el cabello.

Habiendo intercambiado los legítimos saludos, Maryani se giró hacia Woolly y hacia mí.

― ¿Sabíais que este hombre me sostuvo entre sus brazos cuando tenía seis meses? ―dijo con orgullo.

― ¡Es verdad! ―sonrió Gervin.

Desde el Punto, me despertó un vislumbre del gran trabajo de arte, el rompecabezas mental maestro que Gervin había dispuesto para el proyecto del Archivo. Maryani, Woolly, los Genios de los Campos, las Águilas Blancas, yo mismo e incluso Lehrmon, todos habíamos sido traídos al templo por él. Todos habíamos sido entrenados bajo su guía.

Ahora, tras casi treinta años de esfuerzo, todas las piezas del rompecabezas estaban en su sitio.

― El Maestro Gervin había sido invitado a visitar el palacio del príncipe de Eisraim, mi tío ―nos dijo Maryani―. Tan pronto como me vio, profetizó que el Águila Blanca me estaba esperando. Al principio, naturalmente, mis padres odiaron la idea de que me convirtiese en sacerdotisa. Así que Gervin profetizó que, si permanecía en el palacio, me convertiría en una princesa, pero si me entregaba al Águila, sería una reina. ¡Toda la gloria sea para el maestro! Fue lo mejor que pudo decir a una familia principesca.

― Y ahora, la mitad de la profecía ya se ha cumplido ―Gervin coloreó su sonrisa con un matiz de inocencia.

― ¿Qué? ―completamente desconcertada, Maryani frunció el ceño― ¿Sólo la mitad?

― Sí ―replicó Gervin, más manso que un cordero ―sólo la mitad. Ahora, deja que echemos un vistazo a este sistema de drenaje tuyo ―y empezó a inspeccionar la energía que irradiaba de los cubos.

Perpleja, Maryani decidió no insistir por el momento.

Su drenaje de las fuerzas elementales tóxicas funcionaba de maravilla. Las piedras habían dejado de despedazarse. Algunas de ellas incluso habían empezado a crecer de nuevo.

― ¿Qué noticias tenemos de Lasseera? ―preguntó Gervin.

― Esrevin ha congelado todo el lote con la Palabra del Trueno, y ahora nos está esperando ―respondió Woolly―. Mañana por la noche, cuando estemos seguros de que los nuevos métodos funcionan, Maryani y yo iremos a Lasseera e instalaremos allí un sistema de drenaje similar.

― ¡Legítimamente excelente! ―la sonrisa victoriosa de Gervin reapareció―. ¿Y qué hay de la nueva generación de piedras, aquellas que serán cocinadas sin los campos? ¿Cuándo estarán listas?

― Depende de lo que Szar quiera que hagamos con ellas ―dijo Maryani―. Si el propósito es generar piedras del Archivo completamente cocinadas, podría tener algunas listas en un mes, o incluso algo menos si fuera absolutamente necesario.

Gervin se echó a reír.

― ¿Piedras del Archivo en menos de un mes?

― ¡Dímelo a mí! ―Woolly elevó sus manos hacia el mundo de los dioses―. Es sencillamente vergonzoso. ¡Ya lo tiene todo calculado en la Ley!

― ¿Y qué hay del Rey Vasoukidass? ―preguntó Gervin― ¿Vendrá realmente a visitar tu capilla?

― Él ha dado su palabra, ¡así que puedes estar seguro de que lo hará! ―la voz de Maryani era firme.

Woolly hizo una mueca, para nada refinada como las de las Águilas Blancas.

― Odio pensar cómo se quedará mi capilla tras la visita de un Naga de sesenta toneladas. Esperemos que por lo menos venga sólo.

― ¿De qué te quejas? ―protestó Maryani― Tú lo invitaste, ¿no?

― En aquel momento, pensaba que los Nagas eran algún tipo de gusano de tierra ―arguyó Woolly―, un tipo muy noble de gusano, por supuesto ―añadió inmediatamente―. ¡Nadie me advirtió que medían setenta legítimos pies de largo!

― Ese es el problema, hijo mío ―le dijo Gervin―, cuando invocas la ayuda de los grandes poderes, ¡a veces la consigues! ―poniendo las manos sobre el hombro de Maryani, la invitó a dar un paseo―. Tú y yo necesitamos tener una larga conversación sobre tu viaje al Inframundo.

Cuando se marcharon, Woolly comentó:

― Comandante, te ves casi tan mal como yo. ¿Qué te sucede, hombre en la Ley? Espero que no dejes que las últimas noticias en la Ley te tomen el pelo.

― ¿Qué noticias?

― Parece que la Diosa está tan ocupada vomitando sobre Eisraim que el Dios Único ya no sabe dónde poner su lingam. Nuestras últimas dos sacerdotisas de Malcasec han muerto esta semana, lo que significa que se acabó. La tradición de Malcasec, el gran ángel de las Alturas, se ha reducido a pepino explotado. No queda ni una de sus malditas sacerdotisas en el reino entero.

― Conocí a una de ellas hace algunos años ―recordé aquel encuentro inolvidable―. Se llamaba Marka. Tenía los ojos más extraordinarios que haya visto nunca en el reino. ¿Era una de ellas?

― No, Marka murió hace un año. Las últimas bajas fueron Em´joil y Tula. Pero las divinas aguas residuales no se detienen aquí. Según lo que he oído, también Holma, la diosa ascendente, se está muriendo, pero esta vez de verdad, no sólo tosiendo hasta secar su cerebro y perdiendo sus malditos dientes en la Ley. El pánico crece día a día en el templo. Puedes apostar que están todos apretando sus esfínteres y mimando a los dioses. Si ella termina como un fantasma, hombre de la ley… ¡eso sería la última explosión!

El recuerdo de los ojos de Marka era tan vívido que era como si ella estuviese en la bodega mirándome. “Gervin, Gervin…”, pensé, preguntándome cómo habría llevado el gran hombre la muerte de su amiga.

― ¡Con permiso, Woolly! ―con los ojos entrecerrados, me fui sin despedirme legítimamente y busqué refugio en mi campo favorito.

Los pasillos guiados por el Punto, ¡otro mundo! Tan pronto como crucé el portal del ala femenina, me sentí una persona diferente. Empecé a caminar, olvidando el reino moribundo, dejando que el campo del Punto me elevase por encima del fangoso gris de las nieblas.

Ir hasta Elyani para derrumbarme entre sus brazos y llorar no era la solución. Yo era el que se suponía que debía apoyarla con mi amor y alegría y no al revés. Así que decidí mimarme con el campo del Punto, y caminé durante horas. Empecé por sostener en el Punto mis recuerdos de las sacerdotisas del Amanecer de la Creación, dejando que el sistema de guía me llevase hasta sus aposentos. Me encontré en un gran patio repleto de sonidos que contenían extrañas vibraciones. Había arbustos de extrañas formas, cuyas hojas parecían hablarse unas a otras. El lugar estaba vacío, excepto por unos cuantos pájaros cantores de color negro, dándose un festín con las bayas de los arbustos. Pensé en colarme en una de las capillas a espiar los magníficos himnos de las sacerdotisas, pero para ello hubiera tenido que abandonar el campo. En vez de eso, caminé lentamente desde el Punto a los aposentos de Teyani, y desde allí a la habitación de Alcibyadi. Cada vez que llegaba a un destino, sostenía en el Punto la memoria de otra persona y dejaba que el campo me llevase hasta allí.

Conforme pasaba el tiempo, sentía mayor claridad, y tan ligero como un pájaro del mundo de los dioses. Parecía obvio que la última intervención de Gervin había producido una gran diferencia en mi Punto. Sobre mi cabeza se abría ante mí todo un nuevo mundo de energías sutiles y movimientos superrápidos. No podía entender su significado, pero su sutileza y nitidez me fascinaba. Descubrí cierto número de campos del Punto que nunca antes había distinguido. Sin duda alguna, localicé uno alrededor de los aposentos de Teyani. Mientras rodeaba el lugar por tercera vez, me detuve y sintonicé cuidadosamente desde el Punto con una energía elevadamente vibrante.

De la nada, Teyani me sobresaltó con una llamada en el Punto: “¿Por qué no entras, Szar?”.

― ¡Lo siento! ―exclamé― ¡No quería molestarte! ―pero me di cuenta de que hablar en voz alta no era la manera adecuada de responder la llamada en el Punto. Para evitar producir interferencias con su campo, usé la técnica que Gervin me había enseñado ese mismo día, sellándome en el Punto.

Teyani abrió su puerta.

― Szar, mi gran hombre en la Ley, ¿qué estás haciendo? No puedes llamar desde el Punto al campo de alguien, ¡y después intentar esconder tu presencia ante ellos! Si me quieres espiar ―dijo riendo―, debes esconder tu presencia primero y después entrar en mi campo del Punto.

¡Dulce Señor Melquisedec! ¿Qué había hecho?

― ¡Mis más sinceras disculpas, Teyani! No era mi intención espiarla.

― Lo sé ―dijo― ¡Entra!

Era una habitación grande, repleta con su presencia y vibrante con la cautivadora intensidad del Punto.

― Aquí es donde suelo ver a mis estudiantes ―me invitó a sentarme con ella. Tras poner en mi mano un vaso de líquido blanquecino, me interrogó―; Y bien, ¿qué opinas de mi campo del Punto?

Sintonicé durante unos segundos.

― ¡Muy nítido! Se mueve mucho más rápido que el campo guía de los pasillos.

― ¿Para qué crees que es este campo? ―observó como tomaba un trago de su brebaje.

Una sobrecogedora ola de hormigueos vibrantes se alzó en mi cabeza. Intenté descansar en el Dragón para contener la efervescencia, pero el Dragón se había embriagado con las burbujas, corriendo en todas direcciones a la vez, bailando salvajemente para celebrar los poderes de los Días Antiguos de la Tierra.

― ¿Pasa algo malo con mi bebida? ―dijo Teyani frunciendo el ceño. Como no respondí, tomó el vaso de mi mano y bebió un sorbo.

― No, es una bebida maravillosa ―conseguí decir finalmente―. Sólo que es… muy fuerte.

― No la había preparado para un invitado ―y se la acabó de un trago.

Estaba empezando a sentirme más alegre.

― No sé si es el campo o la bebida, pero puedo ver complicados patrones geométricos por todas partes.

― ¡Bien! Este campo es para la visión. Lo tejí yo hace quince años. ¡Ven a viajar en él conmigo!

De repente, las visiones se tornaron tan intensas que perdí el contacto con la habitación. En todas direcciones había complejas figuras geométricas, vórtices de luz que giraban y extraños paisajes. Todo se movía extraordinariamente rápido, cada elemento estaba preñado de significado y cada movimiento estaba precisamente diseñado y tenía un sentido. En la exaltada conciencia de este espacio, una inteligencia que todo lo abarcaba tenía el saber de todos y cada uno de los componentes y de la relación e interconexión entre todas las partes.

“¡Bienvenido a la supermente, Szar!”, dijo Teyani desde el Punto.

“¡Esto es magnífico! ¿Has tejido tú este lugar?”

“No, es una capa de la super-realidad, un mundo por derecho propio. Mi campo es un portal que conduce hasta aquí”.

“¿Así que hay otros campos que conducen hasta esta capa?”, pregunté desde el Punto.

“Muchos. Pero no necesitas un campo para entrar en la supermente. Sólo tienes que usar tu Punto como portal. Te conduce directamente hasta aquí”.

Me maravillé en el Punto.

“¿Quieres decir que puedo volver aquí por mi mismo?”.

“¡Cuando quieras! ¿Te ha hablado Elyani sobre los Hermanos Caballeros?”.

“Aquellos que lucharán batallas en el campo de estrellas dentro de mucho tiempo”.

“La Supermente será la esencia del entrenamiento de los Caballeros. Y es impactando la supermente con el Trueno como ganaréis vuestras batallas. La fraternidad y los Maestros del Trueno ya te están preparando para esto. Yo misma he pasado años vertiendo fuerzas en Elyani, que después las vierte en ti. Ahora déjame mostrarte como ser un espía de la supermente”.

“Pero Teyani, yo no quería…”

“¡Cierra el pico!”, me espetó Teyani desde el Punto. Me llevó a través de un paisaje de rápidos movimientos e intrincadas formas geométricas, “Esta es la información operativa que te dice todas las cosas que el campo puede hacer y cómo pueden ser realizadas”.

Una comprensión luminosa centelleó inmediatamente en mi Punto. Para poder activar las funciones del campo, todo lo que tenía que hacer era manipular las formas geométricas. La inteligencia que todo lo abarca sabía exactamente cómo hacerlo.

“En realidad, hay poco que hacer”, confirmó Teyani desde su Punto. “Sólo deja que la super-inteligencia haga funcionar el dispositivo para ti”.

“¿Es esta la manera en que Namron registra y des-registra las firmas energéticas de las personas en el campo de seguridad que protege el templo?”, pregunté desde el Punto.

“No, esto va mucho más allá del nivel de Namron. Namron sólo conoce intuitivamente cómo realizar funciones en su campo del Punto. No sería capaz de manipular otros campos. Con el poder de la supermente, puedes entrar en cualquier campo del Punto, conocer sus posibilidades y sus límites y realizar cualquier función que contenga. En muchos casos, pueden incluso activar funciones que los mismos tejedores de los campos nunca han pensado. Por cierto, así será como los Hermanos Caballeros lucharán sus batallas durante el Apocalipsis. Mira esto”, dijo Teyani desde el Punto, y el paisaje de formas geométricas cambió. “Este es el tipo de huella de supermente que hay detrás de las armas y máquinas de la mente utilizadas por tu enemigo. Ahora, ¡mira aquí!”, el Punto de Teyani indicó un conjunto particular de formas piramidales. “Esta es una función que tus enemigos no han identificado. Aplanando estas formas, harás que su sistema de defensa entre en el caos más total. Les llevará por lo menos medio segundo reorganizarse, más que suficiente para que tus Caballeros los aniquilen”.

“Teyani, ¿lucharás tú con los Hermanos Caballeros?

El espacio de la supermente desapareció, y me encontré en la vacía habitación blanca, enfrente de Teyani.

¡Mi Dulce Señor Melquisedec, no! ―exclamó con su voz suave de Águila―. Pero Barkhan Seer y yo estaremos cerca de vosotros, lo prometo. Desde el Archivo en los Campos de Paz, os enviaremos todas las fuerzas que podamos. Y Barkhan Seer es poderoso entre los poderosos ―añadió con reverencia―. Sus poderes son legendarios.

Aturdido, todavía intentaba parpadear mi camino de vuelta a la realidad normal. Teyani esperó pacientemente, envolviéndome en una atmósfera amorosa.

― Ahora puedes irte a explorar todos los campos del Punto del templo ―concluyó, pues estaba claro que era incapaz de absorber nada más por el momento―. Pero no lo olvides, si quieres esconder tu energía y espiar a alguien, hazlo antes de entrar en su campo, ¡y no después!

11.7 Noticias del norte

Cuando volvía hacia casa, al atardecer, Elyani me llamó por un canal de voz de la oscuridad visible para advertirme que, Melchard y Gervin, habían venido a visitarnos.

Por lo menos esta vez no me tendría que avergonzar de saltar de los tejados delante del padre de Elyani.

Unos minutos después entré en el patio. Orgulloso de enseñar a mis mayores que ahora ya sabía hallar mi camino en el campo del Punto de los pasillos miré a mi alrededor, pero no pude ver a nadie.

― ¡Estamos aquí arriba, viendo el atardecer! ―me llamó Elyani.

Miré hacia arriba. Para mi sorpresa, vi a Gervin y a Elyani saludándome desde el tejado de las Sacerdotisas de Azul, mientras Melchard bajaba por las escaleras.

― Hum… Alabado Sea Nuestro Señor Melquisedec, Melchard de la Túnica Marrón, Sumo Sacerdote de Eisraim y Gran Comandante de la Ley de la Región de Eisraim, Designado por Su Suprema Majestad, el Rey de la Atlántida.

Para cuando acabé de saludar, Melchard ya había aterrizado en el patio.

¡Toda la Gloria sea para Nuestro Señor Melquisedec, Szar! ―me saludó con una amigable sonrisa, mientras Gervin y Elyani lo seguían en su descenso.

Cuando los legítimos saludos finalizaron, Gervin anunció:

― Mis niños, Melchard y yo hemos venido a traeros buenas noticias.

Los dos Maestros del Trueno intercambiaron una mirada. Melchard, que estaba de muy buen humor, habló primero:

― Debo trasmitir los cumplidos oficiales del príncipe de la región de Eisraim a Szar, por cuidar tan bien de Maryani.

Gervin y Elyani aplaudieron de forma legítima y ceremoniosa.

― Una señal excelente para la relación laboral entre el templo y el palacio del príncipe ―apuntó Gervin―. Maryani ha mantenido una larga conversación por un canal de voz con el príncipe, explicando cómo el Rey Vasoukidass la ha nombrado embajadora de los Nagas en el reino. Y a causa de ello, por primera vez, el príncipe está dispuesto a aceptar que, después de todo, no era una completa locura del viejo Gervin raptar a su pequeña sobrina y privarla de los reales privilegios de su casta.

Ahora fue nuestro turno de aplaudir legítimamente a Gervin.

― Es más ―continuó con voz ceremonial―, Maryani ha contado al príncipe cuán encantada estaba de convertirse en un miembro de tu equipo. Tras esta conversación, el príncipe llamó a Teyani por un canal de voz para preguntar más detalles sobre ti. El príncipe piensa que debes ser muy importante, si la embajadora de los Nagas ha decidido trabajar para ti.

― Maryani debe haber adivinado mis pensamientos ―dije―. Todavía no la había invitado a ser parte del equipo, pero estaba a punto de hacerlo.

― No, no adivinó tus pensamientos ―corrigió Elyani―, simplemente decidió por si misma que Lehrmon, Woolly y tú no podíais seguir sin ella.

Los Maestros del Trueno se echaron a reír y yo decidí seguirlos.

― ¡Pero hay más! ―dijo Melchard―. Hoy he recibido un mensaje oficial del príncipe de la región de los Lagos del Norte, que dice que la reputación de Szar de la Túnica Marrón ha llegado a su corte, y pide la ayuda del sanador para rescatar a su pequeño.

Perplejo, me pregunté cómo Lejano Inframundo el príncipe de la región de los Lagos del Norte podía haber sabido de mí.

Melchard explicó con más detalle.

― Un cierto Alven, recién designado como doctor de la corte por el príncipe de la región de las Montañas Nevadas, les contó cómo habías salvado milagrosamente la vida de su hermana, cuando él mismo, a pesar de toda la sabiduría de su casta, fue incapaz de ayudarla.

¡Así que Felicia estaba viva! Había tenido éxito en su prueba final, ¡y había regresado sana y salva a casa! Aturdido por la alegría, emití, con un rugido de la Voz particularmente salvaje, el más puro ejemplo de la tradición de Monte Lohrzen:

― ¡Ja, ja, ja, ja, ja!

El templo se quedó mortalmente silencioso, las nieblas extrañamente transparentes, el patio perplejo, las flores púrpura del patio vrufeaban del revés y el atardecer se preguntaba qué dirección tomar.

Ilegítimamente perplejos por la explosión, Melchard y Gervin me miraron con una mezcla de desconcierto y preocupación.

“Szar de la Túnica Marrón”, me advertí de nuevo, “si no tienes más cuidado con esta risa, ¡acabarás teniendo grandes problemas!”.

― Hum… ¡sí! ―dije― Alven es el hermano de una sacerdotisa de Verzazyel el Vigilante. La mujer fue gravemente herida por el fuego del Vigilante durante la fase final de su iniciación, yo la ayudé a reconstruir su energía.

Melchard alzó sus cejas horrorizado.

― ¿Quieres decir que ayudaste a una sacerdotisa Nefilim en su iniciación al fuego de los Vigilantes?

― Todo está bien, Melchard ―intervino Gervin―. Szar sólo le dio sanación. Todo acabó bien ―entonces continuó―. El primogénito de la familia real de los Lagos del Norte se está muriendo. Un oráculo ha revelado que su alma está atrapada en los Inframundos. La región de los Lagos del Norte no comparte sus límites con Eisraim, pero aun así, está lo suficientemente cerca como para que valoremos nuestros lazos diplomáticos, especialmente teniendo en cuenta los agitados tiempos que están por venir.

― No hay mucho que perder ―me animó Melchard―. No creo que nadie te culpe si no salvas al niño, especialmente los doctores de la corte y los sacerdotes, pues ellos mismos han fallado. Por otro lado, si tienes éxito, tu reputación como hombre milagroso permitirá a estos dignatarios salvar las apariencias, algo esencial para evitar intrigas.

Gervin continuó con la trama:

― Así que el templo de Eisraim te va a enviar en misión oficial a Tomoristan, la capital de la región de los Lagos del Norte, para responder a la llamada de la familia del príncipe.

Elyani se preocupó.

― ¿Llevará mucho tiempo esta misión?

― No más de dos o tres semanas, pero… ―Gervin se detuvo, sonriéndole― en el palacio de un príncipe, el protocolo es muy estricto. Melchard y yo pensamos que sería sabio que Szar fuese escoltado por alguien que conozca con fluidez la Ley de las castas, para evitarnos embarazosos resbalones de protocolo. Pensamos en enviar un sacerdote de la Túnica Gris del Ángel del Amanecer con él. ¡Su conocimiento de la legítima etiqueta es inmenso! Pero están demasiado ocupados preparando el funeral de su alteza Aparalgon, su gran maestro asistente, que acaba de iniciar el Gran Viaje. Por eso, si Szar está de acuerdo, por supuesto, nos gustaría que Elyani lo acompañase.

Me recorrió un escalofrío. ¿Sería esta la manera en que la daiva me robaría a Elyani?

Anclando mi fuente clara en lo más profundo del Dragón, encendí mi Punto y clamé: “Teyani, mujer sabia en la Ley, por favor, respóndeme”.

Teyani respondió desde el Punto instantáneamente.

Le trasferí desde el Punto todo lo que Melchard y Gervin habían dicho y le pregunté: “Teyani, sé que has visto la daiva que los dioses han decidido para Elyani. Por el Amor del Águila, dime por favor, ¿hay peligro en este viaje?”.

Teyani respondió desde el Punto: “No intentes evitar este viaje, es un regalo, un presente de los amigos que encontraste cuando viajabas en las esferas de las Alturas. Es completamente seguro, y contiene una llave para el futuro de ambos. Ve, hombre de la Ley. Habrá más amor y alegría entre los dos que nunca”.

“Teyani, tengo miedo”.

“El Águila te ama, Szar. Estará contigo, ¡siempre!”.

“Gracias, Teyani. Te amo”.

Todo el intercambio había durado apenas un segundo.

Hubo un corto silencio, durante el cual Gervin escaneó mi Punto con cara de curiosidad.

De pie, muy recto, sonreí a Elyani y pregunté con voz formal:

Doña Elyani del Águila Blanca, ¿querría usted escoltarme a la región de los Lagos del Norte?

Su cara se iluminó con alegría.

― Don Szar de la Túnica Marrón, si Teyani, por la gracia de Nuestro Señor Melquisedec, me lo permite, será un placer.

Gervin se volvió hacia Melchard y concluyó con confianza:

― Creo que Teyani lo permitirá.

11.8 La primera noche en la suite principesca

El viaje de cinco días por el río Fontelayana fue fácil, y Elyani y yo estábamos de buen humor cuando llegamos, ya casi anocheciendo, a Tomoristan, la capital de la región de los Lagos del Norte.

Cuando salimos del barco, fuimos recibidos por un enorme hombre calvo, que tenía el bigote negro más espeso que nunca hubiese visto. De maneras extremadamente ceremoniales, vestido con una túnica carmín brillante, se dirigió a nosotros con la lenta entonación del legítimo lenguaje pomposo:

― ¿Serían ustedes, por la gracia de Nuestro Señor Melquisedec, Don Szar de la Túnica Marrón, del Templo de Eisraim, y Doña Elyani, Suma Sacerdotisa del Águila Blanca, del mismo templo, invitados de su Gran Majestad Filipotonisteraniso Ozorenan, Príncipe de la Región de los Lagos del Norte, Designado por su Suprema Majestad el Rey de la Atlántida?

Repetir nombres largos y frases no era ningún problema en la Ley. Además, acababa de recibir un curso acelerado de etiqueta en la corte. Mis instrucciones eran claras, si la frase era larga y legítima, había que repetirla. Si era breve y legítima, había que hacerla algo más larga y después repetirla. En caso de duda, lo mejor era toser y dejar que Elyani hablase por mí.

Por la gracia de Nuestro Señor Melquisedec ―contesté en el apropiado tono ceremonial―, nosotros somos Don Szar de la Túnica Marrón, del Templo de Eisraim, y Doña Elyani, Suma Sacerdotisa del Águila Blanca, del mismo templo, invitados de su Gran Majestad Filipotonisteraniso Ozorenan, Príncipe de la Región de los Lagos del Norte, Designado por su Suprema Majestad el Rey de la Atlántida.

El hombre parecía satisfecho.

Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, Szar de la Túnica Marrón, del Templo de Eisraim y Doña Elyani, Suma Sacerdotisa del Águila Blanca, del mismo templo. Yo soy Marzook, de la Túnica Carmín, en Servicio de su Gran Majestad Filipotonisteraniso Ozorenan, Príncipe de la Región de los Lagos del Norte, Designado por su Suprema Majestad el Rey de la Atlántida. ¿Querrían amablemente, por la gracia de Nuestro Señor Melquisedec, seguirme hasta el palacio de su Gran Majestad?

Toda la gloria sea para Nuestro Señor Melquisedec, Marzook de la Túnica Carmín…―articulé cuidadosamente. Tras haber completado los legítimos intercambios, Marzook nos escoltó hasta el palacio del príncipe, a tan sólo unos trescientos legítimos pies del río. Lo seguimos a lo largo de un amplio camino cubierto de guijarros grises que se entrechocaban bajo nuestros zapatos. Las nieblas eran tan densas que apenas podíamos ver a seis legítimos pies a la redonda.

Llegamos a un gran portal, no era la entrada principal del palacio y, sin embargo, estaba custodiada por seis hombres de ropas carmín brillante como la que vestía Marzook. Tras un legítimo e interminable trámite verbal, se abrieron dos puertas enormes, revelando un gran pasillo de paredes vivientes de oro.

“Dragón de las Profundidades, ¡justamente lo que necesito!”, me di cuenta con gran consternación que podía percibir la especia Nefilim en todas direcciones. Gervin y Melchard me habían asegurado que a ningún Cazador Nefilim se le ocurriría nunca atacarme, como invitado del príncipe. Aun así, los reflejos del Dragón que me había infundido Marek, hacían que mi personaje luchador reaccionara fuertemente, ¡nunca había estado en un lugar con pruebas evidentes de tanta presencia Nefilim! El olor no dejaba lugar a dudas, había guerreros en cada rincón del palacio. Cuando Elyani vio el temblor frenético de mis orificios nasales, me tomó del brazo, como si intentase evitar que me lanzase a la carga con salvajes gritos de Dragón.

Mazook nos llevó a una escalinata de plass enorme, que conducía a un largo pasillo. La luz dorada que provenía de las paredes vivientes era brillante y sonora pero no tenía presencia, no se parecía nada a la de las capillas de Eisraim. A parte de algunos centinelas aquí y allá, ninguno de ellos Nefilim, gracias a Ella Dragón, el lugar estaba desierto, seguramente a causa de lo tarde que era.

Al final del pasillo, Marzook abrió grandes puertas dobles y se paró a un lado, invitándonos a precederle en la entrada a una habitación enorme, con al menos veinte grandes sofás, gran cantidad de mobiliario, espejos gigantes colgados de las paredes y una suntuosa alfombra dorada en la que pisar.

Su Gran Majestad Pelenor Ozorenan, Princesa de la Región de los Lagos del Norte, me ha ordenado que les dé la bienvenida a una de las habitaciones principescas en la que son recibidos nuestros invitados de honor. Esta es la primera sala de estar de las visitas.

Marzook cruzó la habitación hacia una gran puerta. Tras él, Elyani me sonrió asombrada, aplaudiendo silenciosamente con sus manos. Marzook abrió la puerta. Girándose hacia nosotros anunció con gran pompa:

― La segunda sala de estar de las visitas.

Amueblada también suntuosamente, la segunda sala de estar era apenas más pequeña que la anterior. Pero esta era tan sólo la primera de nuestras sorpresas. Marzook nos llevó al comedor de invitados, a la sala de estar privada, a la segunda sala de estar privada, a la estancia del ocio, a la oficina, a un escondite, a cuatro habitaciones adyacentes y, finalmente, a la más grande y hermosa de todas las habitaciones: la estancia principesca.

Tenía, al menos, ochenta legítimos pies de longitud, estaba cubierta por una alfombra que parecía como el más suave pasto y repleta de asombroso mobiliario y piezas de arte. Mientras Elyani y yo contemplábamos la piscina que ocupaba uno de los muchos rincones de la habitación, Marzook comentó formalmente:

― Don Szar de la Túnica Marrón, he pensado que quizá usted y Doña Elyani del Águila Blanca querrían saber los nombres de algunos de los invitados de honor que han ocupado esta habitación durante los últimos años: el Excelentísimo Señor Merevot, Embajador de la Región de las Llanuras del Oeste, el Muy Excelente Señor Poporenon, Último Gran Superintendente de los Campos de las Regiones del Norte, Designado por Su Suprema Majestad el Rey de la Atlántida…

Cada nombre era pronunciado con lenta reverencia y la legítima entonación apropiada para la casta precisa. La enumeración continuó durante al menos cinco minutos.

Cuando Marzook finalizó su anuncio, Elyani dijo con voz elevada:

Marzook de la Túnica Carmín, confío en que usted trasmitirá nuestra gratitud a Su Gran Majestad Pelenor Ozorenan, Princesa de la Región de los Lagos del Norte, así como nuestra gran apreciación de su buen cuidado.

Marzook acogió el mensaje de Elyani asintiendo respetuosamente y nos informó legítimamente de que, temprano a la mañana siguiente, recibiríamos la visita de la institutriz del principesco niño enfermo, Doña Hermina de la elevada casta de los Inmaculados. Se servirían refrigerios y delicatesen en la sala de estar privada y nos aseguró que se encargaría de nuestras bolsas, que serían llevadas a la sala de estar privada adyacente al dormitorio.

Finalmente, se marchó legítimamente, cerrando todas las puertas tras él.

― ¿Crees que alguien puede oírnos? ―susurré.

Elyani negó con la cabeza.

― Saben muy bien que detectaríamos cualquier campo espía y lo neutralizaríamos.

Lo comprobamos de todas formas.

Elyani empezó a escanear la habitación desde el Punto. Inmediatamente, sentí una presencia extraña.

― ¡Hay un animal en esta habitación! No huele a peligro, pero aun así, mejor lo compruebo.

Siguiendo a mi nariz, empecé a patrullar la habitaci&##243;n en busca de la bestia.

Pronto tropecé con una enorme serpiente plateada, que tenía la cabeza muy recta y me miraba con sus dos grandes ojos negros.

Apreté los puños, preparado para golpear desde el Dragón. Pero mi di cuenta de que la semi-oscuridad de la habitación me estaba engañando. ¡La serpiente era tan sólo una estatua de plass! Sin embargo, ¿cómo podían ser tan reales sus ojos? Me eché a un lado y sus ojos me siguieron. Sintonizando, descubrí con gran sorpresa que la ilusión del movimiento era creada por un campo. Durante unos segundos moví mi cabeza de lado a lado, maravillado por la inteligencia del mecanismo. Después continué con la cacería.

En aquel lugar, todo era posible. ¡La bestia podía ser incluso un elefante! El olor no indicaba un gran animal, pero claro, el olor de un elefante no era exactamente parte de mi repertorio. La habitación estaba llena de rincones, con escondrijos en todas partes. Una alcoba cubierta de plateadas nubes neblinosas llamó mi atención. Las nieblas se detenían precisamente en el borde de la alcoba. ¿Cómo podía ser? Entré en la alcoba. No había ventana. Intrigado, sintonicé. Rápidamente pude ver que el responsable de aquel efecto era un campo.

Cuando emergí de las nieblas, escuché un ruido que venía de la piscina.

― ¡Aja!

Apretando los puños, lenta y silenciosamente caminé bailando la danza negra hacia la enorme bañera redonda, evitando cuidadosamente los artefactos de cristal que eran parte del diseño de la alfombra.

Podía olfatear que la bestia había sentido cómo me aproximaba. Me detuve en silencio mortal.

― ¡Lo he encontrado! ―llamé a Elyani―. Un extraño monstruo marino. Su aura no es para nada como la de un pez.

― ¿Cómo es?

― Está demasiado oscuro, no puedo ver. Está escondido en el fondo de la piscina. Mejor lo dejamos estar, no huele como una bestia peligrosa ―entonces me di cuenta―. Creo que hay un campo en la piscina.

― Es para hacer que tu cuerpo se sienta cálido y cómodo mientras te bañas ―respondió Elyani desde el otro lado de la habitación.

Algo espectacular de la habitación era una larga pared viviente que brillaba con colores que cambiaban constantemente. Sentí curiosidad.

― ¿Cómo crees que funciona? ―pregunté.

Elyani se encogió de hombros.

― Un campo.

― ¿Qué otra cosa si no? ―elevé mis manos hacia los dioses― ¡Este lugar parece salido del Dragón! ―contemplé dos sillones enormes, fabricados de la más fina y aromática madera tallada. Las espaldas se extendían hacia arriba para formar enormes cabezas de cobra con rubíes incrustados como ojos.

― La habitación es segura, no hay ningún campo espía ―declaró Elyani con satisfacción. Delicadamente cubrió con su capa el brazo de la estatua de una diosa con enormes pechos.

― ¿Había visto yo antes ese vestido blanco? ―pregunté, admirando el escote en forma de V.

― Uh, uh. Estamos en un palacio principesco, ¡no en un templo! ―me tomó de la mano y corrió hacia la cama, emitiendo el grito de alegría de los guerreros― ¡Yuyuyuyuyuyu!

Era una enorme cama de columnas, por lo menos de quince legítimos pies por veinte legítimos pies, con el colchón más grueso que nunca hubiese visto. Elyani saltó sobre él y me atrajo a sus brazos.

― ¿Dijiste que tanto Gervin como Teyani describieron este viaje como un regalo de las esferas de las Alturas?

― ¡Totalmente seguro! Bueno, eso si no meto la pata con el protocolo, claro. Y Gervin dijo que iba a conocer a una nueva persona importante, alguien que sostiene un hilo de nuestro futuro.

Elyani desató mi capa y desordenó mi pelo.

― ¿Un hilo del futuro? Suena excitante. ¿Te dio alguna pista?

― ¿Gervin? ¡Nunca! ¡Espera lo inesperado!

― ¡Amo lo inesperado! ―sus ojos de pantera se deslizaron sobre mí mientras se tumbaba en el colchón― ¿Crees que puede ser Marzook?

Aleteando mis orificios nasales, recordé la cara de Marzook y olfateé en busca de inspiración.

― No lo creo, pero, ¿quién sabe? Este viaje podría estar lleno de sorpresas. Lo que me recuerda que debo contarte el secreto.

Elyani cogió una gran almohada y me la lanzó.

¡De ninguna manera, hombre de la Ley! ¿Cómo voy a conseguir mi regalo si no adivino cuál es el secreto?

― Creo que ocultarte un secreto durante cinco días es un logro dracónico. Nunca pensé que sería capaz. ¡Gané! ―dije chasqueando los dedos.

Ella gritó indignada.

― ¡Nunca dijimos que el juego se iba a acabar en cinco días!

― Elyani, es importante. Ahora que hemos llegado al palacio, realmente necesito decírtelo.

― ¡Espera, hombre en la Ley! Dame una última oportunidad.

― ¡No! ―dejé caer el mecanismo que sellaba mi Punto, tal y como Gervin me había enseñado, y me abrí completamente, invitándola a mi energía.

Con lágrimas en los ojos, exclamó:

― ¡Oh, mi Señor Melquisedec! Quieres pedirme que me case contigo, pero temes hacerlo por la daiva.

Me mordí el labio.

― Ese no era el secreto, pero es verdad ―con el decreto de los dioses sobre nuestras cabezas, sabía que hubiera sido una locura. Podría haber producido un gran desastre para todos.

― Te amo ―dijo llorando―. ¡Te amo tanto!

― Lo sé, lo puedo sentir ―sintonicé en lo más alto de la fuente clara, pidiendo la Luz―. Me amas más y más, y esto produce cosas extraordinarias en mí. Me hace sentir inmenso como el Águila.

― Si los dioses son amables con nosotros… ―se detuvo, nubes negras cruzaron sus ojos.

Habría dado las siete esferas por animarla.

La tomé entre mis brazos y la acuné contra mí, improvisando una nana vrufeante que fue interrumpida de vez en cuando por extraños borboteos que salían de la piscina. Probablemente el monstruo marino.

― Ni siquiera conozco la manera legítima de pedir la mano de una mujer ―le dije―. Cuando era un completo durmiente, sólo conocía un verso de la Ley sobre este tema: “Un hombre debe sellar su matrimonio con un beso”. Pero ahora que he aprendido que un beso no es el fin del Inframundo, debería esperar que el Buen Señor Melquisedec haya previsto en la Ley algo un poco más… ¿cómo decirlo?

― Sé exactamente lo que quieres decir, Dragón.

― ¿Puede iluminarme, gran doctora de la Ley? Supongamos que quisiera pedirte en matrimonio.

― ¡Supongamos! ―repitió con una de las voces de Gervin.

― ¿Qué legítimas opciones tendría?

Su voz juguetona había vuelto.

Hay dieciséis legítimas maneras, que van desde lo legítimamente legítimo hasta lo legítimamente apasionado e incluso legítimamente locamente apasionado.

Me reí entre dientes.

― No quiero pensar cómo debe ser la legítimamente legítima.

― No es una opción para nosotros. Es acordado por los padres, preferiblemente cuando los niños acaban de nacer. El novio y la novia no se deben conocer antes del matrimonio. Se descubren sólo al final de las dieciséis horas que dura la ceremonia del matrimonio, cuando se quitan las máscaras.

― ¿Qué tal una opción de las del medio?

Legítimamente comedida y sabia, ¿quizá?

― Mmmm ―hice una mueca, dudoso.

― Bien, entonces, probemos con la hermosa primavera de la Ley. También está acordada por los padres. En esta, sin embargo, el hombre no sólo debe ser de la casta correcta, si no también ser atractivo. Y la mujer debe estar floreciendo como el árbol del alhoim en la primavera.

― Bien ―dije, manteniendo un oído en la piscina.

Veintisiete semanas antes del primer día de la primavera, el novio y la novia empezarán a encontrarse una tarde a la semana, bajo la supervisión de una carabina que hayan acordado las dos familias y que haya sido bendecida por los sacerdotes del pueblo.

― ¡Para, para! ―interrumpí― Vayamos directamente a la legítimamente locamente apasionada.

― Esta es única, ¡y muy buena! El hombre debe ser atractivo y de la casta adecuada. Primero organizará cuidadosamente todos los detalles de la boda con la familia de la novia. Después, en la fecha que ha sido acordada por el padre de la novia y sus hermanos, confirmada por el oráculo y bendecida por los sacerdotes, él sorprenderá a la novia yendo a su casa por la noche, y no entrará por la puerta, excepto si la casa no tiene ventanas. Entonces, por la gracia de Nuestro Señor Melquisedec, el locamente apasionado hombre de la Ley entrará en el dormitorio de la novia, que estará dormida…

Ruidos cada vez más extraños venían de la piscina. Elyani agachó la cabeza entre los hombros.

― ¿Estás seguro de que el monstruo marino no es peligroso?

― No te preocupes, yo te defenderé. Pero por el amor del Dragón, ¡continúa! ¿Qué sucede después?

Entonces la novia se despertará y pedirá ayuda a su padre, tíos, hermanos, primos y vecinos.

― ¿Quieres decir que pedirá ayuda incluso si ha decidido entregarse al hombre?

― ¡Naturalmente! El localmente apasionado hombre de la Ley estaría terriblemente desilusionado si no cumple con la tradición. Entonces el novio golpeará a la novia en la cabeza y la novia caerá inconsciente dejándose salir del cuerpo.

― ¿Es esto realmente parte de la Ley?

¡Legítimamente cierto! Todo el mundo puede salir de su cuerpo, ¿no? ―no pude evitar reírme y ella añadió―; te sorprendería si supieras todas las cosas que hay en la Ley que los hombres de la Ley nunca han escuchado ―se detuvo, escuchando el gorgoteo que venía de la piscina― Esto no puede ser un pez… Bien, ¿por dónde iba? Sí, entonces el novio se lleva a la novia, bien por la ventana o por la puerta y huye. Habiendo esperado el tiempo suficiente, el padre, los tíos, los hermanos y los primos salen de la casa y, acompañados por los vecinos, empiezan a correr tras el novio, pero sin atraparlo, gracias a la gracias de y prescrito por Nuestro Señor Melquisedec.

― Tienes razón, nunca hubiera sospechado que podía haber costumbres como esta en la Ley. ¿Qué más? ―era todo oídos.

― El novio llega a su casa, donde su familia y vecinos lo esperan junto con los sacerdotes del pueblo. Pronto, los otros miembros de la familia y vecinos llegan, la chica vuelve a su cuerpo y se consagra la ceremonia ritual de 16 horas. Y termina con el sello de un beso.

― ¡Lejano Inframundo! Esta es sin duda la mejor. Me pregunto cómo podría adaptarla al templo de Eisraim…

― Me llevarías por los tejados, ¡obviamente!

― Y Melchard, Gervin y Lehrmon me perseguirían. Y también lo harían nuestras vecinas, las Sacerdotisas de Azul, naturalmente.

Una secuencia particularmente larga y sugestiva de sonidos chisporroteantes burbujeaban desde la piscina. ¿Pero que sugerían exactamente? Era difícil adivinarlo.

Elyani se acurrucó contra mí.

¡Oh, mi Señor Melquisedec, qué es eso?

Aleteando mis orificios nasales, olfateé cuidadosamente la piscina de nuevo.

― Definitivamente no es uno de los Nefilim, si te hace sentir mejor.

Elyani corrió las cortinas de la cama.

― Tendremos que inspeccionar con detalle la piscina mañana por la mañana. Por cierto, Szar de la Túnica Marrón, espero que sepas que esta vez no hay modo en las siete esferas de que duermas en ningún otro sitio que en mi cama. Desde que volviste hace un mes, parece que siempre hay una buena razón; tenemos que hacer viajes astrales, o tienes que descender a lso Inframundos, o no quieres dormir…

― ¿Me invitas a tu cama? ―pregunté con tímida voz.

Ella se echó a reír, atrayéndome a sus brazos.

― Mucho puede pasar en un mes, ¿verdad? ―Me dio un largo e ilegítimo beso, fundiendo su energía con la mía. Después susurró― ¿Te has dado cuenta de que el monstruo marino se queda en silencio cuando nos besamos?

― Muy educado por su parte.

― Quién sabe, ¡quizá él es el amigo que sostiene un hilo de nuestro futuro! ¿Y si nos reencarnamos como dos grandes peces en el fondo del océano?

Mientras reflexionaba sobre esta posibilidad, el Águila Blanca se acurrucó un poco más.

― Tengo que pedirte un favor.

― ¡Concedido!

― Dragón, quiero pasar la noche entera durmiendo entre tus brazos.

― Como en el himno de la Ley, ¿durmiendo en los brazos del Dragón?

― ¡Exactamente!

― ¡Vuf! ¿Sabes lo que puede pasar? ―recité―:

“Atención, hombre de la Ley, ¡que duermes en los brazos del Dragón!

Pues el Dragón es la Madre de la Noche Sin Fin.

Y en la Noche Sin Fin puedes ser sumergido.

¡Eones pasarán y podrías nunca despertar!”.

― ¡Sumérgeme! ―susurró―, no dejes que me despierte nunca.

11.9 Hermina la Inmaculada

Cuando me desperté, todavía estaba oscuro. Pero cuando asomé la cabeza entre las cortinas, descubrí asombrado que la habitación estaba bañada con la luz del día.

― ¡Así que hemos dormido en un campo de cama! ―me preguntaba qué más hacía el campo, además de crear oscuridad para dormir plácidamente hasta bien entrada la mañana.

Cogí mis pantalones negros y me los puse. Después fui de puntillas hasta la piscina, que tenía, por lo menos, doce legítimos pies de ancho, y empecé a buscar el monstruo marino. No pasó mucho tiempo antes de que lo viera, un pez extraño, con dos colas, una gran y redonda cabeza y labios amplios y gruesos. Medía quizá un legítimo pie de largo, y medio pie de alto. Y parecía estar incluso más curioso sobre mí que yo sobre él. Se acercó a la superficie del agua y me miró con sus grandes ojos, como si esperara que me presentase.

― ¿Lo has encontrado? ―preguntó Elyani con voz somnolienta.

― ¡Parece muy amigable!

Tan pronto como dije aquello, el monstruo marino respondió con un gorgoteo.

― ¡Oh, mi Señor Melquisedec! ¡Te está hablando! ―Elyani descorrió las cortinas― ¡Vuf! ¡Pero si es de día! ―exclamó.

― Me sorprende que la institutriz todavía no nos haya llamado por un canal de voz.

― ¿Doña Hermina?

Tan pronto como Elyani pronunció su nombre, recibimos una llamada por un canal de voz a través de la oscuridad visible.

― ¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, Szar de la Túnica Marrón y Elyani del Águila Blanca! Les habla Doña Hermina de la gran casta de los Inmaculados. Bienvenidos al palacio de su Majestad. Me encontraré con vosotros en vuestra estancia en media legítima hora.

― ¡Shhh! ―Elyani puso el dedo índice en sus labios― ¡No le contestes!

Me quedé en silencio durante unos segundos, hasta que estuvo claro que la comunicación se había terminado.

― Esto no ha sido una coincidencia, ¿verdad?

Elyani negó con la cabeza.

― Los Inmaculados son extraordinariamente psíquicos. Debe haber esperado para no molestarnos.

Cogiendo su vestido de una de las esquinas de la cama, dijo:

― Debo explicarte varios puntos de etiqueta sobre los Inmaculados. ¡Dulce Señor Melquisedec! ¡De ninguna manera puedo ponerme esto! Szar, ¿podrías traer nuestras bolsas, por favor?

Caminé hasta el salón privado, deslumbrado por todas las obras de arte que descubrí en mi camino. Tres estatuas de dioses de mármol llamaron mi atención. Medían por lo menos diez legítimos pies de alto y trasmitían tal dignidad, que tuve que pararme a presentarles mis respetos. Mientras me alejaba, deseé que mi respeto no se debiese a la influencia de algún campo.

Cuando regresé a la habitación, cargando con seis de nuestras bolsas, encontré a Elyani cerca de la piscina, vestida solamente con una delgada sábana que se había echado sobre los hombros.

― ¡Ella es encantadora! ―dije, y el monstruo marino respondió inmediatamente con un largo y grave gorgoteo. Cuando se giró hacia mí y notó la ternura con la que la miraba, su cara se iluminó con una sonrisa extática.

― Si tienes hambre, he encontrado una montaña de comida en uno de los comedores ―dije.

― ¡Oh, bien, me muero de hambre en la Ley!

Cuando regresé con una gran bandeja llena de exquisiteces, Elyani se estaba mirando en un espejo.

― Este vestido tendrá que ser suficiente, por ahora. Bien, ahora escucha, ¡hombre en la Ley! Los Inmaculados no son las personas más fáciles de tratar. Son una de las castas más elevadas del Reino, talentosos, extremadamente psíquicos, sabios, poderosos… ¡y arrogantes! No responden ante nadie más que Su Suprema Majestad, el Rey de la Atlántida.

Elyani vino a sentarse conmigo en la cama. Con una mano cogió una cereza que puso en mi boca y con la otra tomó una tarta y le dio un buen bocado.

― La Ley de los Inmaculados es extremadamente estricta. Sólo visten de blanco y cubren su cabeza con un velo. Cada parte de su cuerpo debe estar oculta todo el tiempo, excepto sus manos y sus ojos. Prueba esto, es fantástico ―puso el último pedazo de la tarta en mi boca e inmediatamente atacó otra―. ¡Ahora algo muy importante! Nadie tiene permitido hablar a los Inmaculados ni mirarlos a los ojos. Cuando te hablan, tu mirada debe dirigirse al espacio sobre su cabeza.

Escupí el hueso de la cereza y lo cogí en el aire con mi mano izquierda. Cerré el puño y después lo abrí lentamente, contemplando el hueso.

― Las sacerdotisas que están dejando que muera nuestra diosa ascendente sin mover un dedo son Inmaculadas, ¿verdad?

Elyani dejó de comer.

― Cuando estemos en presencia de Hermina, debes vigilar tus pensamientos cuidadosamente, ¡hombre en la Ley!

― ¡Te lo prometo! Mojé mi dedo en uno de los platos y lo puse en su boca.

― ¡Madre de la Luz! ¿Qué es eso? ―exclamó tras lamer mi dedo hasta dejarlo limpio, sin soltarlo después.

― Gelatina de ostra. Comida Nefilim.

― ¡Exquisito! ―siguió medio mordiendo mi dedo―, ¡sencillamente exquisito! ¿Y qué es eso? ―apuntó a una garrafa repleta de un líquido verdoso.

― Brebaje verde. No lo toques, es asqueroso. Hace que se te pudran los dientes.

― ¿Y por qué lo beben entonces?

Me encogí de hombros.

― ¡Pregunta a los Nefilim! ―y puse otro pedazo de tarta en su mano―. Venga, pantera blanca, vayamos a esperar el descenso de la inmaculada a la sala de invitados.

Elyani se tragó dos vasos de zumo de frutas, uno tras otro y me siguió.

Cuando llegó la suma sacerdotisa Inmaculada, miré hacia el techo, respondiendo a las indicaciones de Elyani.

― ¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, Doña Elyani del Águila Blanca y Don Szar de la Túnica Marrón! ―dijo con un tono de voz neutral, que no me permitió adivinar su edad. No habló más, dejando que Elyani y yo admirásemos las nubes doradas de luz que brillaban en el techo viviente.

Silencié mi mente y permanecí cuidadosamente sellado en el Punto. A pesar del prejuicio negativo que sentía en contra de las sacerdotisas Inmaculadas, pronto percibí que una maravillosa luz brillante irradiaba de Hermina. Era elevada y cálida, traía una suave presencia que se parecía a la luz del Águila Blanca.

― Puedo ver que ustedes son personas buenas y sinceras ―dijo finalmente―, y por ello agradezco a los ángeles de las Alturas que les hayan enviado aquí. Quiero que Szar de la Túnica Marrón sepa algunas cosas antes de que empiece su trabajo de sanación con el hijo de Su Majestad. No creo que sea posible salvar al niño. Pero este niño me resulta tan querido como si fuera mi propio hijo. El príncipe lo entregó a mis cuidados cuando tenía doce días. Si pueden hacer lo que sea por él, les estaré mucho más agradecida de lo que puedan imaginar.

Sin embargo, hay otras personas en este palacio que no se alegrarían al ver una mejoría en la salud del niño. Por su propia seguridad, he ubicado al niño en una estancia adyacente a la vuestra. Para acceder, usen la puerta que hay en su oficina privada. Me encontraré allí con ustedes en breve. Que Nuestro Señor Melquisedec los bendiga.

Hermina nos iluminó con su luz y se marchó.

Esperé unos segundos antes de mirar hacia abajo.

― Este techo es asombroso.

― Cierto. ¿Y qué piensas de Hermina?

― Es sorprendente. No me esperaba que fuese tan brillante.

El Águila Blanca asintió.

― Y gentil. Su luz viene directamente de las Alturas.

― ¿A quién crees que se refería cuando habló de intrigas?

― ¡A los médicos de la corte, para empezar!

― Odio todo esto. Antes de irnos, Melchard dijo que si conseguía salvar al niño, debía ir a explicar al príncipe cuán desesperado era su caso, y pregonar que no hubiese habido médico en el reino que hubiese podido salvar su vida. En caso contrario, los médicos de la corte nunca nos perdonarían. Y si después de esto todavía no están satisfechos o si los médicos de la corte se ofenden, mis instrucciones son desvelar mi identidad como uno de los Maestros del Trueno.

Elyani sacudió la cabeza.

― ¡Es peor de lo que pensaba!

Regresé con ella al dormitorio.

― Y ahora, Elyani, ¡tengo que contarte el secreto!

― De acuerdo, tú ganas.

― Antes de empezar nuestro viaje, le pedí a Gervin que me suministrase el oro necesario para compran piedras robadas en Tomoristan. La idea es localizar a nuestros enemigos potenciales, aquellos que podrían atacarnos en el momento de la trasferencia del Archivo.

Elyani se volvió pantera blanca.

― Estoy contigo, Comandante. Cazadores Renegados, gigantes Nefilim, bandas organizadas de varios tipos… ¿No sería divertido que nuestro nuevo amigo acabase siendo uno de estos granujas? Un astuto gigante, por ejemplo. Podrías invitarlo a Eisraim, ¡pero el único portal por el que podría pasar sería el del enclave de las joyas!

― ¡Vaya si sería esperar lo inesperado! De todas formas, yo prefiero ser amigo de uno de los gigantes Nefilim que de una sacerdotisa Inmaculada.

― Dale una oportunidad. ¿Quién dijo que todos los Inmaculados eran como los dos loros de la Ley que están a cargo de Holma?

Me encogí de hombros y cambié de tema.

― Si conoces a alguien en el palacio hoy, tómate la libertad de contarles que Szar de la Túnica Marrón está buscando piedras blandas de alta calidad.

― ¿Algo más, Comandante?

Un ruidoso torrente de burbujas salió de la piscina al otro lado de la habitación.

― Bueno, si tienes la ocasión, quizá podrías preguntar a Marzook qué Lejano Inframundo hace este monstruo marino en nuestro baño.

Con un largo beso, me fui ilegítimamente hacia la oficina privada. Allí encontré una puerta que daba a un pasadizo levemente iluminado. Conducía a una habitación espaciosa, donde me esperaba la Inmaculada.

Tan pronto como distinguí su silueta, miré hacia el techo.

Una voz me saludó.

¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, Don Szar de la Túnica Marrón! Mi nombre es Jinia. Puede hablarme y mirarme.

Miré hacia abajo y descubrí una mujer joven, de unos veinte años, vestida de blanco. Un chal blanco ocultaba su cabello, pero su cara no estaba cubierta. Ella estaba de pie, cerca de una amplia cama donde el príncipe descansaba, profundamente dormido.

― Soy la asistente de Doña Hermina ―dijo tras haber respondido el legítimo saludo―. Estoy aquí para responder a sus preguntas y ayudarlo en lo que necesite.

Jinia era extremadamente delgada y frágil, como si los Ángeles de la Semilla se hubiesen olvidado de agregar el elemento tierra cuando la cocinaron en el vientre de su madre.

― ¿Puedo tocar la energía del niño o hay alguna restricción perteneciente a la etiqueta? ―pregunté.

― Haga lo que tenga que hacer ―dijo Jinia. Doña Herminia caminó hacia la esquina de la habitación detrás de mí, para permitir que viese al niño con libertad, para evitar romper el protocolo con miradas fortuitas que la pudiesen alcanzar.

Pregunté a Jinia qué le había sucedido al niño.

― Avapotonisteraniso tiene tres años. Hace seis semanas fue atacado por fiebres altísimas. Hasta entonces, cuando se había enfermado, Doña Hermina lo había curado con su elevada Palabra y recitando los himnos de la Ley. Pero esta vez su salud no mejoró. Tuvimos que recurrir a los médicos de la corte, pero ninguno pudo ayudar. Finalmente, un oráculo reveló que el alma del niño estaba atrapada en los Inframundos.

― ¿Durante cuánto tiempo ha estado inconsciente Su Majestad Avapotonisteraniso? ―pregunté.

― Más de dos semanas ―respondió Jinia.

El niño estaba bastante gris, pero inmediatamente me llamó la atención la extraordinaria vibración que envolvía su energía.

― ¿Qué es esta magnífica luz blanca que lo rodea? ―pregunté. No sólo relucía con gran brillo, también nutría y calentaba el corazón, de forma exquisitamente sutil.

― Esto es la Palabra de las Alturas que Doña Hermina proyecta sobre Su Majestad Avapotonisteraniso cada día para sanarlo.

“¡Oh, mi Señor Melquisedec!”, pensé, dejando que mis manos recorriesen los centros energéticos del niño, “¡Hermina ama realmente a este niño!”. De repente, me sentí profundamente conmovido por la suavidad que había infundido en su energía. Era como la asombrosa dulzura que recibía a veces de Elyani, lo mejor del amor del Águila. Tenía Vida, como los ríos de los Inframundos Profundos, cantaba con gozo. Al tocar al niño, olas de aquel poder maravilloso llegaron a mi interior y danzaron en mi corazón.

― ¿Una proyección de la Voz conectada a la Palabra de las Alturas?

― Sí, Szar de la Túnica Marrón ―respondió Jinia―. Su Majestad Avapotonisteraniso ha estado enfermo a menudo durante este último año y, en cada ocasión, Doña Hermina lo ha sanado con el poder de su Voz.

Inspeccionando los centros energéticos del niño, encontré una vibración particular que mi profesor en el Dragón me había enseñado a identificar.

― ¿Qué oráculo dijo que el alma del niño estaba atrapada en el Inframundo? ―pregunté.

― El oráculo de la corte ―dijo Jinia.

― ¿Es un oráculo fiable? ¿Lo conducen los sacerdotes que saben lo que… ―empecé a preguntar, pero me interrumpí, dándome cuenta de que cuestionar las habilidades de los sacerdotes de la corte era seguro una manera de atraer problemas.

Desde el fondo de la habitación, Doña Hermina respondió con voz severa:

― ¡No, el oráculo de la corte no es fiable!

― Jinia, ¿sabes qué son las puertas energéticas?

― Sí, Szar de la Túnica Marrón. Doña Hermina ha estado enseñándome sanación.

― Ven, Jinia. Déjame mostrarte algo que aprendí de los grandes sanadores llamados los Hijos del Dragón. Mira, estas dos pequeñas puertas energéticas cercanas al corazón… cuando el alma de alguien está atrapada en los Inframundos, estas puertas energéticas se vuelven negras. Pero cuando están de color gris plateado, como estas, significa que el alma ha decidido abandonar el reino y que ya ha empezado su viaje hacia una nueva encarnación. Dudo que el alma de nuestro pequeño esté en el Inframundo.

― Esto es lo que Doña Hermina ha estado diciendo todo el tiempo, Szar de la Túnica Marrón. ¿Significa esto que no puedes hacer nada por Su Majestad?

Apoyé la cabeza entre mis manos y permanecí en silencio durante un tiempo. Después di mi veredicto:

― Jinia, entre los Hijos del Dragón, hay Grandes Guerreros que conocen maneras de resucitar a sus hermanos caídos en batalla. Lo hacen llamando a sus almas de vuelta al reino. No son técnicas sencillas y no siempre funcionan. Posiblemente podría intentar implementar una de ellas, pero no sin riesgo. En este momento, el niño permanece con vida por la maravillosa energía que Doña Hermina ha proyectado con su voz sobre él. Si yo fuera a…

― ¡Hazlo! ―interrumpió Hermina. Después añadió con voz más suave―. Tienes mi bendición.

Contemplando la energía del niño, expliqué.

― Lo vamos a hacer así, Jinia. Alzaremos el poder del Dragón para que pase a través de los centros energéticos del paciente, estirando de los hilos que conectan el alma al cuerpo. En ocasiones, esto es suficiente, y el alma regresa. Si no es así, dejaremos que el cuerpo descanse durante una noche. Al amanecer, proyectaremos un sonido extremadamente violento, usando la Voz. Y si no funciona… ―sacudí la cabeza y Jinia lo comprendió.

Empecé a extraer fuerzas del Dragón hacia los centros energéticos del niño. A unos pocos legítimos pies, detrás de mí, Hermina estaba inmóvil y silenciosa.

Jinia observaba con tanto interés que, de vez en cuando, yo decía algunas palabras explicativas, que ella bebía con avidez.

― La primera fase consiste en inyectar fuerza de vida para incrementar la vitalidad de los centros energéticos principales. Nosotros casi no tenemos que hacer nada en esta fase, gracias al buen trabajo de Doña Hermina ―tomé la frágil y pequeña mano de Jinia para que pudiera sentir algunas de las poderosas puertas energéticas que los Guerreros usaban para sanar.

Después continué con la siguiente fase, que era llenar las puertas energéticas con energías extraídas de las profundidades del Dragón. Mientras tanto, iba explicando a Jinia algunos de mis trucos de Guerrero.

― Si alguien se acaba de romper la pierna, esta pequeña puerta energética de aquí puede aliviar al instante el dolor. Y esta otra es magnífica para los tobillos rotos ―Ella no hacía preguntas pero pude ver que entendía todo y absorbía todo lo que le trasmitía.

La energía del niño se sostenía bastante bien. Pero cuando llegó el momento de estirar los hilos del alma, usando varias frecuencias de Voz combinadas con estimulaciones de puertas energéticas, no hubo ni la más mínima respuesta.

Continué durante más de tres horas, intentando todo tipo de mecanismos sanadores, sin éxito.

― Si seguimos insistiendo, podríamos dañar los hilos. Vamos a dejarlo en paz por ahora, y lo volveremos a intentar mañana por la mañana. Si muestra cualquier signo de despertar, llámame inmediatamente.

¡Jinia parecía un alma tan fuerte! Me hubiese gustado hablar con ella, regalarle unos cuantos trucos más de sanador y descubrir qué tipo de regla seguía para que sus ojos brillasen como lo hacían.

Pero la Inmaculada estaba detrás de mí, observándonos. Para evitar cualquier error de protocolo, me despedí legítimamente y me marché.

11.10 Felicia de camino al abismo

Cuando regresé a la estancia principesca, le conté a Elyani.

― El oráculo era falso. El alma del niño nunca estuvo atrapada en los Inframundos. Creo que Avapotonisteraniso ha iniciado ya el Gran Viaje a través de las esferas.

Elyani hizo una mueca.

― ¿Lo puedes traer de vuelta?

Me dejé caer en un gran sofá que tenía forma de mano izquierda.

― Lo sabremos mañana por la mañana.

Sentada frente a mí en el sofá simétrico al mío, una mano derecha, Elyani se colocó en una complicada pose, con el codo descansando sobre el enorme reposabrazos del sofá.

― ¿Así que el pequeño no será tu nuevo amigo?

― Si lo es, quizá nuestra amistad tenga que esperar a una vida futura. De todas formas, esperemos. Los milagros suceden ―dije cerrando el tema.

Elyani sonrió misteriosamente.

― Adivina a quién conocí esta mañana.

Yo no estaba de humor para adivinanzas en el Punto.

― ¿Quién en la Ley?

― Su Gran Majestad Pelenor Ozorenan, esposa de Filipotonisteraniso Ozorenan, Príncipe de la Región de los Lagos del Norte.

Silbé sorprendido. Una audiencia con un miembro de una familia real era un raro privilegio en la Ley.

― ¿Cómo sucedió?

― Me llamó a través de la oscuridad visible. Quería hablar conmigo. Me invitó a encontrarme con ella en una de las estancias oficiales, en el ala central.

― ¿Y de qué hablan las princesas cuando se reúnen con Águilas Blancas?

― Bien, pues sobre ti, para empezar. Su Gran Majestad Pelenor es amiga de una amiga tuya, Szar de la Túnica Marrón.

Esto era demasiado para que el Dragón se lo tragase de un bocado.

― ¿Qué? ¿Amiga de quién?

― Cierta Felicia, suma sacerdotisa de Verzazyel, y ahora Gran Maestra Asistente del templo principal de las Montañas Nevadas. A quien, por cierto, acaba de pedir legítimamente en matrimonio el Bueno y Excelente Don Vrolon, Gran Superintendente de los Campos de las Regiones del Norte bajo el Designio de Su Suprema Majestad, el Rey de la Atlántida.

¡Así que mi pequeña niña Néfilim había tenido éxito! Había conquistado el fuego de los Vigilantes y ahora era poderosa, famosa y pretendida por un noble, todo lo que ella quería.

Elyani hizo que su corazón fuese como un océano.

― ¿Hace esto que te lamentes?

― ¿Lamentarlo? ―sacudí la cabeza con firmeza―. Hace algunos días, Gervin me reveló que mi encuentro con Felicia había sido una de mis pruebas. Mientras la sanaba, ¡todo el consejo del Archivo me observaba! Hablando directamente desde el Trueno, Gervin dijo que si hubiese descendido a la cripta del Vigilante para la iniciación con Felicia, ahora sería un hombre extremadamente poderoso de camino al abismo. Espero que Felicia sea lo suficientemente sabia para usar apropiadamente sus poderes. Odiaría pensar que, salvando su vida, he ayudado a que vaya camino del abismo.

Sostuvimos un espacio de reflexión, descansando en la cualidad de corazón el uno del otro.

― Entonces, ¿sobre qué Supramundos discutisteis Pelenor y tú? ―pregunté.

― No sé qué le habrá contado Felicia, pero Pelenor sentía una terrible curiosidad hacia ti. Me hizo un montón de preguntas ―Elyani fue interrumpida por un gorgoteo particularmente largo que venía de la piscina.

― El monstruo marino está intentando captar nuestra atención ―olfateé―. ¿Has podido preguntar a Marzook sobre él?

― Sí, lo hice. Todo respira legítimamente. Ya te contaré ―me susurró de forma un tanto críptica. Después continuó en voz normal―. Pelenor también hizo preguntas sobre mí. Sospecho que Felicia tenía curiosidad y muchas ganas de conocer qué impresión tenia Pelenor sobre mí.

― ¡Podría ser! ―reflexioné, recordando la fiera curiosidad de mi especiada amiga―. ¿Te trató bien la princesa Pelenor?

― ¡Fue adorable! Me dijo cuán en deuda se sentía contigo por haber salvado a Felicia. Charlamos durante mucho tiempo. Y, ¡adivina! Me preguntó si tu podías guardar un secreto.

Cerré mis ojos y tapé mis oídos.

― No creo que haya ido lo suficientemente lejos en mi entrenamiento del Punto para guardar un secreto real.

Elyani se sentó en mi regazo, sacando mis meñiques de los agujeros de mis orejas.

― Escucha, Pelenor quiere verte, pero sólo si tú accedes a mantener todo lo que ella te cuente como algo estrictamente confidencial.

― ¿Has adivinado lo que quiere contarme?

Elyani se echó a reír.

― Dragón, ¿qué me preguntas? Pelenor es una buena mujer. No quiero causarle problemas. De todas formas, estará aquí en menos de una hora.

― ¿Qué? ―la perspectiva de un desastre de etiqueta colgaba frente a mí― ¿Y si te dejo hablar sólo a ti y yo sólo sonrío como un filosterópodo? ―sonreí, mostrando todos mis dientes.

― No, te quiere ver a ti. Pero no quiere que nadie sepa que viene, así que utilizará algún tipo de pasadizo secreto que conduce a una de nuestras salas de visita. Nos llamará por un canal de voz antes de llegar ―Elyani me cogió de la mano―. Ven a ver a Pepeena.

― ¿A quién? ―la seguí, con los ojos capturados por la pared, que no dejaba de brillar con diferentes colores que se alternaban.

― Pepeena, el pez parlante. Marzook me explicó todo sobre ella ―Elyani hizo que me sentase al borde de la piscina. El monstruo marino de doble cola se acercó a la superficie, mirándonos atentamente.

― Este es un pez único. En los Días Antiguos de la Tierra, solía vivir en ciertos lagos en la tierra de Mu. Este es hembra, su nombre es Pepeena.

― ¿Dices que puede hablar?

― Es joven, todavía está aprendiendo ―Elyani se inclinó hacia la superficie, llamándola con suavidad― ¡Pepeena! ¡Pepeena!

Pepeena respondió escupiendo unas cuantas burbujas.

― Se comporta con timidez porque todavía no se ha acostumbrado a ti ―dijo Elyani, sumergiendo un dedo en el agua.

Peppena movió su cabeza hacia delante y hacia atrás, frotando sus gruesos labios azules contra el dedo.

― Pues bien, ¡aquí está nuestra nueva amiga!

― ¡Hu hu! Yo creo más bien que será Pelenor quien se convierta en tu amiga.

― ¡Amigo de una princesa! ―me reí entre dientes―, ¡vaya, esto sería el último diente del Dragón!

― Felicia podría también convertirse en una princesa.

― Oh sí, podría. Sin embargo, no sé si eso sería bueno para su alma.

Elyani sintió mi estómago vacío en mis palabras.

― Dragón, necesitas comer algo. No hay brisa de Dragón para alimentarte, ven ―me llevó a un gran sofá cuadrado, donde esperaban dos bandejas de plata llenas de decadentes delicias Nefilim. Me invitó a sumergirme suntuosamente entre los lujosos cojines rojos, y empezó a darme de comer puré de pescado especiado con una cuchara dorada― Una para ti, una para mí ―alternándolo con crujientes huevos de pichón de cáscaras blandas cocidos en salsa agridulce y mini tostadas con mantequilla y caviar azulado― ¿Realmente crees que Felicia podría ir de camino al abismo?

― La combinación de codicia con poderes ocultos es algo particularmente peligroso. La ambición de Felicia es imparable. ¿Y si acumulase un montón de karma horrendo por mi culpa?

― ¿Qué es esto?

― Paté de olivas, pero no quieras saber cómo lo hacen.

― ¡Celestial! ¿Qué quieres decir con karma horrendo por tu culpa?

― Después de todo, interferí en su destino. Si no la hubiera salvado, ahora mismo iría de camino a su próxima vida, quizá una vida buena y sencilla.

Continuamos probando los variopintos platos, meditando silenciosamente sobre los extraños caminos y la interacción del destino, hasta que Elyani recibió una breve llamada por un canal de voz que anunciaba que un ramo de flores iba de camino de parte de Pelenor Ozorenan.

― Viene la princesa ―anunció Elyani―. Me advirtió que nos enviaría un mensaje en clave. El palacio está repleto hasta la más alta de sus torres con espías que pasan sus días escuchando los canales de voz.

― La vida en palacio tiene sus inconvenientes ―reflexioné, atusando mi barba―. ¿Realmente crees que Pelenor Ozorenan puede convertirse en una amiga?

La boca de Elyani se ensanchó en una sonrisa, y con sus dedos embadurnó mi nariz de gelatina de ostra.

11.11 La mujer que estaba a punto de perderlo todo

Estaba esperando en la sala de estar privada, cuando mis orificios nasales empezaron a aletear compulsivamente, ¡especia Nefilim!

Una voz me saludó:

― Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, ¡Szar de la Túnica Marrón!

Entré en la segunda sala de estar privada, donde acababa de llegar la princesa a través de una puerta escondida. La saludé como Elyani me había indicado:

¡Toda la Gloria sea para Nuestro Señor Melquisedec, Su Gran Majestad Pelonor Ozorenan, Princesa de la Región de los Lagos del Norte, esposa de Su Gran Majestad Filipotonisteraniso Ozorenan, Príncipe de la Región de los Lagos del Norte, bajo el designio de Su Suprema Majestad, el Rey de la Atlántida!

Su Majestad me miró sin disimular su curiosidad.

― ¡Así que tú eres el Gran Don Dragón!

Me recordó inmediatamente a Felicia. Era apenas algo mayor que ella, tenía largo pelo cobrizo, y su aura portaba la luz particular asociada con la especia Nefilim. No era tan despampanante como Felicia, pero lo suficiente para ser una princesa.

― Como puedes ver, he venido sola ―caminó con dignidad hacia uno de los sofás, recogiendo con su brazo la cola de su brillante vestido azul. Tras acomodarse brevemente, apuntó hacia el sofá que había frente a ella.

Me senté, sintonizando con la fuente clara.

― He oído mucho sobre ti, Gran Don Dragón. Felicia es una muy querida amiga mía.

Respondí con un asentimiento evasivo, preguntándome por qué no inquiría sobre la salud de Avapotonisteraniso.

Para iniciar la conversación, Su Majestad hizo varias preguntas triviales sobre mi viaje desde Eisraim a Tomoristan, después preguntó sobre el Maestro Gervin de la Túnica Marrón y mis actividades en el templo de Eisraim. Pero, tras unos minutos, cambió bruscamente de tono. Mirándome directamente a los ojos, me preguntó con voz aguda:

― ¿Puedes guardar un secreto, Szar de la Túnica Marrón?

Apoyándome en mi sello del Punto, asentí de nuevo.

Apretó su refinada boca, formando una línea.

― ¡Por supuesto que puedes! Felicia me aseguró que podía confiar en ti completa e incondicionalmente. ¿Sabías que Felicia nunca confía en nadie?

― Me lo puedo imaginar, Su Majestad ―sonreí por primera vez.

Ella no devolvió la sonrisa.

― La mujer que está frente a ti, Szar de la Túnica Marrón, está a punto de perderlo todo: título, esposo, amor, vida palaciega y comodidades, amigos… Todas las cosas que significan algo para mí están a punto de serme arrebatadas. La razón es muy simple: no puedo tener hijos.

― Su Majestad, ¿no es usted la madre de Avapotonisteraniso Ozorenan, hijo de su Majestad…

― ¡No! ―interrumpió― Él era el hijo de la primera esposa de mi marido, que murió dando a luz.

Ahora entendía por qué Hermina amaba tanto al niño.

― He estado casada con Filipotonisteraniso durante más de dos años, y Nuestro Señor Melquisedec todavía no me ha bendecido con un niño ―su voz se entristeció―. No vas a salvar la vida de Avapotonisteraniso, ¿verdad?

― La situación no es legítimamente esplendorosa ―admití con cautela―, pero hasta mañana, todavía hay un resquicio de esperanza. El poder del Dragón es profundo.

La cara de Pelenor se iluminó.

― Me harías un inmenso favor si lo salvases. Si muere, tal y como han predicho todos los médicos y sacerdotes de la corte, no habrá heredero en la familia Ozorenan. La presión que se ejercerá sobre mí para que conciba será horrenda. Creo que mi marido me ama sinceramente, pero debe pensar en el futuro de su familia y su reino. No me doy ni un año, Szar de la Túnica Marrón.

Elyani tenía razón, Pelenor parecía una mujer sincera.

― ¿Has consultado a tus médicos? ―pregunté.

― ¡No puedo! ―dijo uniendo sus manos delicadamente sobre su regazo―. Si se supiera que la Princesa Pelenor no puede concebir, el honor de Filipotonisteraniso sería puesto en duda inmediatamente. Hordas de cortesanas correrían tras él. No pasarían ni seis meses antes de que tuviese que dejar mi cuerpo, o incluso ser exiliada. Los dioses, con su daiva, me han otorgado un duro destino, Szar de la Túnica Marrón. ¿Puedes ayudarme?

Si Pelenor hubiera querido encontrar palabras mágicas para crear empatía, no podía haber elegido mejor. Sosteniendo la Luz del Águila para ella, me recogí en la fuente clara. Ella sintió que había tocado algo en mi interior y también permaneció en silencio.

Una gran apertura tuvo lugar.

Me ofrecí a examinar su cuerpo energético, pidiéndole que se tumbase en el diván. Me senté a su lado en un taburete bajo y acerqué mis manos a su cuerpo, pero dudé antes de tocarla, desconocedor de la etiqueta para médicos de la corte.

A la mujer Nefilim le divirtió. Tomó mi mano y la llevó hasta su abdomen.

― ¡Déjame sentir esas manos mágicas de las que Felicia hablaba con tanta pasión!

Cerré los ojos y, mientras dejaba que mis manos recorriesen las puertas energéticas de Pelenor, recuerdos del monumental trabajo de sanación que había realizado en el cuerpo de Felicia volvían a mi mente. ¡Parecía tan lejano!

No me llevó mucho tiempo localizar el problema.

― Aquí ―dije, presionando dos centros energéticos debajo y a cada lado de su ombligo―, algunas de tus puertas energéticas están débiles.

― ¿Cuál es el problema?

― Quizá fueron dañadas por alguna enfermedad cuando eras una niña. Permíteme poner energía en ellas para ver qué sucede.

Comencé a extraer olas vrufeantes del Dragón, proyectándolas a su vientre a través de mis manos.

Llegados a un punto, Pelenor empezó a reírse.

― ¿Es esto lo que le hiciste a Felicia?

― En ocasiones.

― Ya entiendo por qué le gustaba tanto ―dijo ella.

Me di cuenta de que debía experimentar con esto con Elyani.

A pesar de toda la fuerza que proyecté sobre el cuerpo de Pelenor, sus puertas energéticas no respondieron. Tras varios intentos, declaré mi diagnóstico.

― Estas puertas energéticas se han desarrollado mal desde el nacimiento.

― ¿Y entonces?

Sintonicé con lo más alto de la fuente, buscando cuidadosamente las palabras.

Pelenor fue directa:

― Szar, por favor, ¡no juguemos ahora!

― ¡De acuerdo! En tu cuerpo energético, algunas de las puertas energéticas que suelen jugar un papel principal en la concepción no están desarrolladas del todo. No responden a la estimulación, así que no se pueden sanar. Tendrían que ser reconstituidas desde cero, usando las fuerzas del Inframundo Profundo. Esto no es imposible, he realizado cirugías de este tipo en Felicia. Pero para ello tendría que ponerte en estado de hibernación durante varios días, semanas quizá. Y tendría que ser cerca de una puerta de Dragón.

― ¿Quieres decir que tendría que viajar hasta la región de las Tierras Rojas, en el lejano sur?

― No. Hay una hermosa puerta de Dragón en mi templo. Probablemente podríamos encontrar una por aquí también, pero dudo que este palacio sea el lugar apropiado para realizar una sanación.

Pelenor se sentó.

― Hay tantas intrigas rondando por este palacio, que probablemente terminarían enfermándote! ―miró hacia el mundo de los dioses―. Un peregrinaje al templo de Eisraim, ¿es eso lo necesario?

― ¡No hay garantía de éxito! ―le recalqué. Recordando que la mujer que estaba frente a mi no era Felicia, suavicé mi tono y añadí―; Su Majestad, debe entender que nunca antes he sanado a una mujer estéril.

― ¡Sanaste completamente a Felicia! ¿Sabes que solía estar enferma todo el tiempo antes de conocerte? Cada vez que comía algo que se pareciese remotamente a la nata, se ponía verde y vomitaba. ¡Una vez incluso vomitó sobre mi vestido en el medio de una comida de la corte!

Ambos rumiamos durante un momento.

Pelenor me miró con fijeza.

― ¿Crees que puedes hacerlo?

Fui lo más alto que pude en la fuente clara, dejando que el Águila hablase a través de mí.

― Tanto para el sí como para el no, como las flores púrpuras del alohim tras la primera tormenta de la primavera: la mitad permanecen en las ramas, la otra mitad cae al suelo.

Pelenor estaba afligida. Claramente esperaba más de mí. Yo quería confortarla, encendiendo una chispa en sus ojos prometiéndole que le daría lo mejor de mi Dragón. Pero desde lo más alto, sabía que exaltar el entusiasmo no le hubiera servido. Así que permanecí abierto, invocando calidez y la más elevada compasión.

Después de un tiempo, Pelenor se levantó. Me aconsejó que permaneciese en mis aposentos y que no hablase con nadie del palacio. Si los médicos de la corte y los sacerdotes se enteraban que había sido invitado para sanar al principito, se pondrían celosos y empezarían a causar problemas. Así que cuando le expliqué mi intención de conseguir piedras blandas, Pelenor quedó encantada. Era la razón perfecta para justificar mi visita. Prometió ayudarme a encontrar los mejores proveedores de piedras de la región.

Cuando dijo abiertamente que se marchaba, le pregunté:

― Su Majestad, ¿podría darme noticias sobre Felicia?

Pelenor cerró los ojos por un momento. Después fijó su mirada en mí y habló con la fuerza de un Nefilim:

― ¿Realmente lo quieres saber, Gran Don Dragón?

Me sostuve en mi Madre de la Noche Sin Fin.

― Sí, sí quiero.

¡De acuerdo en la Ley! Salvaste su vida, eso seguro. Pero rompiste su corazón de tal manera que casi la mataste. Si imaginaste que salió triunfante de la cripta del Vigilante, déjame decirte que te equivocabas. Se derrumbó entre un mar de lágrimas. Detestó su victoria solitaria. En su viaje de vuelta de las Tierras Rojas, lloró todo el camino. Se detuvo aquí y lloró entre mis brazos durante toda una semana. ¿Y sabes por qué? Antes de conocerte, había pasado toda su vida soñando con los juegos y las intrigas de la corte ―Pelenor me golpeaba con sus palabras―. Los hombres, para ella, no eran nada más que un modo de conseguir poder. Contigo, por primera vez, se abrió e intentó sinceramente entregarse. Perderte la dejó devastada, aniquilada. Le llevó mucho tiempo recuperarse.

― ¿No ha sido pedida en matrimonio por Don Vrolon?

Pelenor apretó los labios con desdén.

― Don Vrolon es treinta y cinco años mayor que ella, y su corazón está en tan mal estado que, incluso los oráculos de la corte, han presagiado su muerte inminente.

Pelenor permaneció donde estaba, observando el efecto de sus palabras sobre mí.

Los golpes estaban teniendo un grave efecto, no intenté esconderlo.

Con nada más que una breve y legítima despedida, dio media vuelta y se marchó.

Mirando a mi puño izquierdo, la vieja canción infantil volvió a mi mente: “¿Qué hace un loco cuando su casa se derrite? ¡Él baila, él baila!”.

En vez de regresar a la estancia principesca, fui a buscar inmediatamente a Marzook, pues Elyani había organizado que me llevaría a buscar piedras.

11.12 Preludio del desastre

Cuando regresé de mi gira por los comerciantes de piedras de Tomoristan, ya era bien entrada la tarde. La semi oscuridad realzaba los extraños y siempre cambiantes colores que venían de la pared brillante.

Dejé caer mi túnica marrón sobre la alfombra formada por el césped.

― ¿Elyani?

― ¡Estoy aquí! ―respondió desde la piscina, al otro lado de la habitación― ¿Has encontrado algo interesante?

Caminé hacia ella.

― ¡Nada! No tienes idea de la basura que se vende en esas tiendas. Barata, fea y completamente inútil.

Elyani se estaba bañando en la piscina, llevando tan sólo una de mis camisas negras.

― ¿Gente interesante?

― No ―me senté cerca de ella, en el borde de la piscina, pasando mi mano sobre su cuello, admirando la forma en que había dejado la camisa entreabierta―. Tomoristan es una ciudad de durmientes, y el aura de Marzook apesta. Hasta que no le ofrecí oro, no empezó a mencionar lugares interesantes. Finalmente se ofreció a llevarme a un pueblo al norte de Tomoristan mañana por la mañana, para conocer a un “verdadero comerciante”.

Mis ojos quedaron atrapados por un arreglo floral gigantesco que había al lado de nuestra cama con dosel.

― Dulce Señor Melquisedec, qué es eso?

― Flores de parte de Pelenor Ozorenan. ¿No te dijo que las iba a enviar por el canal de voz?

Caminé hacía el gran ramo, ¡más alto que yo!, cientos de flores de todos los colores, algunas cuyas formas no había visto nunca.

― Las orquídeas tienen un aura extraña, ¿verdad? A veces me hacen sentir incómodo. Hay algo enrevesado en su belleza.

― ¿Qué piensas de Pelenor? ―preguntó Elyani.

Cogí un lirio y regresé hacia la piscina.

― Es una mujer sincera.

― ¿Una amiga?

― No creo que ella tenga demasiados amigos. La vida de una princesa parece ser más solitaria de lo que pensaba ―me estiré a un lado de la piscina, con mi cabeza cerca de la de Elyani, y puse el lirio entre su pelo rizado―. Tu pelo está creciendo muy rápido, ¡y muy fuerte!

Ella frotó su cabeza contra la mía

― Estoy segura de que es por tu Dragón.

El agua estaba quieta. No se oía nada más que nuestra respiración.

― ¿Qué le está sucediendo al Gran Don Dragón? ―preguntó Elyani.

― El Gran Don Dragón te ama.

― ¿Si? ―la voz de Elyani sonaba débil.

― Tú eres su Águila Blanca de los dioses, él es tu amante eterno. Le podrían ofrecer cien princesas cien veces, y aun así, te elegiría a tí.

― ¿Por qué? ¿Qué hay de especial en mí?

― Lo amas por ser quien es, no por su Dragón. Desde que ha llegado a Tomoristan, sólo ha visto gente interesada en su Dragón. Si querían que viniese, era por el Dragón. Si le escuchan, es por el Dragón. Todos ellos quieren algo del Dragón. Es la única cosa que ven en él.

― A mí también me gusta tu Dragón, ¿sabes?

― ¡Eso espero! Y me gustaría tener cuevas y cuevas de tesoros del Dragón para darte. Tú me amaste mucho antes de que tuviese ningún poder, cuando sólo era yo, el pequeño, pobre y penoso Szar-ka. Y si yo fuera a alcanzar los más fantásticos poderes y convertirme en un rey del cielo, y entonces caer desnudo e inútil de nuevo, me querrías lo mismo.

Elyani estaba llorando.

Sintonicé con lo más alto de la fuente clara, buscando la manera de trasmitir amor con profundidad. Mientras pasaba por el Punto, me di cuenta de que había un campo pegado a la pared que había detrás de mí. No un campo del Punto, si no uno sencillo. Para activarlo, no hacía falta encender frecuencias del Punto de supermente, simplemente provocar una vibración en la oscuridad visible.

Sin darme cuenta, activé la vibración.

― Te amo porque… ―empecé a decir.

Provocada por el campo, una inundación de agua cayó cual cascada desde la pared que había detrás de mí.

Estupefacto, me giré, pero antes de que pudiese hacer nada, el caudal de agua me arrastró a la piscina.

Cuando mi cabeza emergió del agua, Elyani estaba llorando y riendo a la vez, mientras Pepeena protestaba con ruidosos gorgoteos indignados.

― ¡Simplemente te amo! ―la tomé entre mis brazos.

Ella hizo que su cuerpo se ablandase. Una fuerte ola de deseo corrió entre los dos, y la besé vrufeantemente. Y como ella estaba a punto de contestar algo, la cogí de la cintura y la llevé bajo el agua, para besarla desde el Dragón de nuevo.

Peppena se arrimó y observó con gran interés.

Nos echamos a reír y tuvimos que volver a la superficie a por aire.

Con las manos todavía en la cintura de Elyani, invoqué fieras olas de Dragón y dejé que vrufeasen hacia su cuerpo.

― ¡Ohhh! ―resonó su voz.

― ¡Ohhh! ―imitó Pepeena.

Quedé perplejo.

― ¡Eso sonaba preocupantemente real!

― Pepeena y yo hemos estado practicando mucho hoy ―miró a nuestra extraña bestia en el agua―. Si permanezco en esta bañera por más tiempo, ¡me voy a derretir! ¿Por qué no continuamos esta conversación en tierra firme?

Salió del agua y dejó caer la camiseta negra en la alfombra, buscando una toalla.

Yo quedé sin aliento, ver su húmedo cuerpo desnudo sacudió mi Dragón hasta lo más profundo. “¡Olvida la daiva!”, pensé, “Esta vez, está decidido, el Dragón es mi testigo, ¡voy a casarme con esta mujer!”. Y fui a buscar mis zapatos al fondo de la piscina.

Cuando salí del agua, Elyani llevaba un vestido blanco que mostraba su pecho más que las legítimas túnicas del Águila Blanca. Ella se echó a reír cuando me vio con un zapato en cada mano.

― ¡Necesitamos comida! ―exclamó, y fue al comedor en busca del montón de delicias que los sirvientes traían a nuestros aposentos varias veces al día.

Mientras me ponía ropas secas, contemplé la pared brillar con colores cambiantes. Muy curioso, me senté y sintonicé desde el Punto, utilizando el método que Teyani me había enseñado tras pillarme “espiándola”.

Pronto me encontré en el nivel de supermente de colores que cambiaban con gran rapidez y formas geométricas, e identifiqué las funciones que modificaban los matices y la intensidad de los brillos de la pared. Pero había algo más que me sorprendió: el campo contenía funciones que generaban sonidos musicales en la oscuridad visible.

Dominar desde el punto el manual de instrucciones del campo me había llevado menos de un segundo. Después, jugar con las funciones fue muy simple. Operando desde el Punto, empecé por poner toda la pared de color amarillo, permitiendo que un sonido astral grave, ohhhh, resonase en la oscuridad visible de la habitación. Entonces jugué con la luz. ¡Era magia! Sólo con enviar sutiles impulsos desde el Punto conseguía producir complicados patrones de diversos colores, similares a aquellos que vi mientras viajaba a través de las esferas.

Busqué inspiración musical más sofisticada. Revisando mi memoria, recordé la maravillosa melodía que mi profesor de la escuela había intentado enseñarme hacía mucho tiempo, durante mi primera y última lección de música de la sartén y la cuchara. Reuniendo toda mi sensibilidad, encendí desde el Punto las funciones del campo de sonido. El espacio astral inició un “bang ting ting, bang ting ting, bang ting ting” que me conmovió profundamente. Deseé que mi maestro de la escuela hubiese podido escucharlo, pues aquel señor mayor siempre pensó que los dioses no le apoyaban en su intento de enseñarme música. “Aquí está, anciano padre en la Ley”, pensé con afecto, “al fin los dioses compensan tus esfuerzos”.

Elyani regresó con una gran bandeja de plata repleta de comida. Cuando escuchó la música astral, quedó tan sorprendida como yo lo estaba.

― ¿Cómo has conseguido hacer eso?

Chasqueé mis dedos.

― ¡Sólo es un campo! ―conectándome a su tercer ojo, dejé que apareciera en la pared un enorme vórtice giratorio color púrpura.

Ella dejó la bandeja en una pequeña mesa de piedra y aplaudió con gran regocijo, mientras sus ojos danzaban de júbilo.

Animado por su apoyo, puse todo mi corazón en la música. Las armonías sonaban y resonaban a un volumen cada vez más alto en el espacio, “bang ting ting…”

― Hoy, por primera vez ―mi voz se entrecortó de la emoción―, puedo ver cómo podría convertirme en músico.

Elyani se echó a reír y empezó a mover su cuerpo, siguiendo la melodía “bang ting ting”.

― No tienes idea de cuán hermosa será tu música en el futuro ―dijo ella.

Sentí una punzada de inseguridad sobre mi arte.

― ¿Quieres decir que no te gusta esta música?

― ¡Me encanta! ―continuó danzando y riendo― ¡Este es un momento especial! La primera vez que tocas para mí.

Entonces encendió lámparas de aceite en la mesa y me invitó a acompañarla. Me senté frente a ella, disfrutando de verla comer. Siempre afectaba a mi Dragón verla comer vorazmente. Me explicó varias maravillas (operadas por los campos) que había descubierto mientras exploraba el palacio, y continuó poniendo trozos de comida en mi boca, comida extraña y especiada como tan sólo los Nefilim sabían cocinar.

Cuanto más la miraba, riendo de gozo, más me daba cuenta de que no sólo la amaba. La deseaba.

Cuando terminó de comer, se sentó inmóvil y se abrió a mí.

Hice eco de su silencio, llevando su imagen a mi interior más profundo. Después me levanté y la cogí entre mis brazos. Ella cerró los ojos y apoyo su cabeza contra mi pecho. Mientras la llevaba lentamente a la cama real, recordé la primera vez que había recogido su cuerpo, en el pequeño arroyo, justo antes de volver al templo de Eisraim.

Ambos habíamos cambiado mucho desde entonces.

Me tumbé a su lado en la cama. El campo de la cama llamó la atención de mi Punto. Por un segundo se me ocurrió explorarlo, pero decidí no hacerlo, no fuera que otro desastre cayera sobre nosotros. Abandonando todo excepto mi atracción por ella, inicié un largo e ilegítimo beso.

Ella se dejó derretir, fusionando su energía con la mía.

Miré a lo más profundo de sus ojos.

― ¿Y si hubiera encontrado finalmente un modo de pedirte que te cases conmigo? ¿Dirías que sí?

Elyani se mordió el labio, era la primera vez que la veía hacer esto, y empezó a llorar.

No me moví, abriéndome todo lo que pude.

― Unos días antes de irnos de Eisraim, Teyani vino a hablar conmigo. Me dijo que podía hacer todo lo que quisiera contigo excepto dos cosas: casarme y hacer el amor.

Me eché hacia atrás de repente, pues no quería ir contra su voluntad.

― ¡No, no! Por favor, ¡no me rechaces! Te amo demasiado, por favor, no te alejes de mí.

Me hice como el Águila para ella y me acerqué.

Ella se agarró a mí entre sollozos.

― Así que nunca nos podremos casar, ¿es eso? ―la abracé con fuerza.

― Todo lo que Teyani dijo fue que debíamos esperar a que la daiva fuese revelada ―los sollozos de Elyani no se detenían―. No podía dejar de llorar, así que Teyani sintonizó con lo más alto de su fuente de profecía, y me dijo que un día tú y yo haríamos el amor tal y como lo hacen los dioses. Lo ha visto. Sucederá.

― Un día… esto podría ser el último día, antes del fin del tiempo.

― No, no al final del tiempo, ¡esto lo sé! ―juró Elyani.

Una angustia tan profunda como el Dragón invadía mi pecho.

― Podría significar que tenemos que esperar a otra vida para casarnos, ¿no?

Elyani se quedó muy quieta, como el Águila.

― Teyani dijo algo más ―colocó su mano izquierda sobre mi corazón―, dijo que tú y yo ya estábamos casados en el Águila y que, a la larga, nada podrá separarnos.

Sintonizando con lo más alto de la fuente clara, supe que era verdad.

Aquella noche lloramos el uno en los brazos del otro, y también reímos, pues el Amor del Águila era muy brillante. Nos susurramos secretos que nadie, ni siquiera los ángeles de las Alturas, podían escuchar. Y nos fusionamos hasta que el tiempo se detuvo.

En el medio de este no tiempo, Elyani dijo:

― Quiero dormir en los brazos del Dragón de nuevo ―se quitó su vestido y se acurrucó entre mis brazos.

El Dragón vrufeó, y rogué por otra Noche Sin Fin.

Y así se cumplió la palabra que Teyani me había dado, pues nunca había habido tanto amor y gozo entre Elyani y yo.

11.13 Hermina de las Alturas y tres rosas blancas

No mucho antes del amanecer, entré silenciosamente en la habitación donde dormía el principito. Jinia estaba sentada en la cama. Parecía muy cansada, con la cabeza inclinada hacia delante y grandes ojeras oscuras bajo sus ojos. Por el rabillo del ojo pude ver la silueta de Hermina. La Inmaculada estaba de pie, en el mismo lugar exacto del día anterior, haciendo que me preguntase si se había movido en absoluto.

Jinia se levantó y alabó a Nuestro Señor Melquisedec con su voz serena. Tras responder legítimamente, tomó tres rosas blancas de un jarrón cercano a la cama y me las dio.

― Don Szar, son para agradecerle lo que hizo ayer por Su Majestad y también por las lecciones de sanación que me dio.

Mirando el cuerpo profundamente dormido del niño real, dije:

― Desearía que me pudiese agradecer algo más que una lección ―pero, al hablar, una maravillosa vibración vino a llamar a mi corazón. Era cálida, amorosa y Blanca, como la que había admirado en el aura del niño el día anterior. Descendiendo mi mirada, me di cuenta de que las vibraciones provenían de las flores. Cierto, mi Dragón tenía algo contra las sacerdotisas Inmaculadas. Sin embargo, tenía que admitir que había infinitamente más significado y belleza en aquellas tres rosas blancas que en el gran ramo real que Pelenor había enviado a nuestros aposentos.

― Jinia, ¿podrías transmitir mi agradecimiento a Doña Hermina por proyectar su elevada Palabra en estas flores?

Jinia respondió con una sonrisa serena.

― Oh, no, Don Szar. No puedo dirigirme a Doña Hermina, pues iría en contra de la norma de su elevada casta. Pero estoy segura de que ella escuchará sus pensamientos.

Reforcé mi sello del Punto, preguntándome qué otros pensamientos podría escuchar Hermina.

― La noche pasada, Doña Hermina me enseñó que, por medio de la cirugía psíquica, los Hijos del Dragón podían reparar el cuerpo energético de las personas y lograr extraordinarias sanaciones. Siendo un gran Guerrero, debe estar familiarizado con estas técnicas, ¿verdad, Don Szar? ―preguntó la frágil y joven mujer.

― Así es.

― Doña Hermina quiere escuchar su opinión, ¿podría alguna de estas técnicas ayudar a curar a Su Majestad?

Me senté en el borde de la cama. Sosteniendo las flores con una mano, dejé que mi otra mano recorriese las puertas energéticas del niño. Su energía no había cambiado durante la noche.

Pasé largo rato comprobando la respuesta de las puertas energéticas a varias estimulaciones, y después me giré hacia la asistente de Hermina.

― ¿Sabes lo que pienso, Jinia? Este niño ha decidido irse. Ya está de camino a otra vida. Incluso si pudiéramos despertar todos los poderes de las esferas en su cuerpo, no creo que cambiase nada.

Entonces, de repente, lo supe. No hubo ni un sonido, ni un movimiento que lo indicase, pero lo supe, lo podía sentir.

Miré a Jinia. Su aura brillaba con luz blanca, pero su cuerpo energético estaba exhausto. Había señales que mostraban que había estado ayunando y que necesitaba dormir urgentemente.

― ¿Significa esto que no puede hacer nada más por Su Majestad? ―preguntó.

Jinia intentaba ocultarlo, pero también lo podía sentir. La ola de sentimiento era tan fuerte que llenaba la habitación entera.

Hermina lloraba.

La intensidad de la emoción de Hermina me tomó por sorpresa. Por unos segundos no dije nada, manteniendo contacto visual con Jinia.

Entonces toqué la placa de oricalco que colgaba de mi cuello.

― Se puede probar una última cosa, una técnica ancestral que los Hijos del Dragón recibieron de Lohrzen, el padre fundador de los Grandes Guerreros. La técnica se conoce por su nombre: el grito de Lohrzen. Ha traído de vuelta a muchos guerreros tras caer en el campo de batalla. Una vez, en la región de las Tierras Rojas, la usé yo mismo en un campesino que había muerto cayendo por un precipicio. El grito de Lohrzen lo trajo inmediatamente de vuelta a sus sentidos. Y, por la gracia de Nuestro Señor Melquisedec, creo que el campesino todavía sigue vivo. Sin embargo, por su violencia, el grito de Lohrzen tiene grandes riesgos, así que el cuerpo energético del niño debe ser preparado cuidadosamente.

Como la norma de los Inmaculados no me permitía mirarla, las rosas fueron mi vínculo con ella. Por medio de su Blancura, dejé que un fluir de sentimiento alcanzase a Hermina de las Alturas. Ella lo recibió y continuó llorando.

Invité a Jinia a colocar sus manos sobre el niño, y la guié de centro energético en centro energético. Extrayendo fuerzas desde el Dragón, las envié al niño y a ella, pues su vitalidad necesitaba urgentemente una recarga.

Mientras el trabajo energético continuaba, Hermina lloraba silenciosamente detrás de nosotros. Su pena era sencilla, devastadora, magnífica.

Cuando acabaron los preliminares, advertí a Jinia que una violenta proyección de Voz estaba a punto de suceder. Le indiqué que se sentase en postura de meditación, recogiendo su fuerza vital en el área del corazón. Después me levanté e inicié la lenta secuencia inicial de movimientos de la danza negra de los Grandes Guerreros, con los ojos fijos en el niño.

Hermina permanecía inmóvil. Su dolor era la herida de la Tierra. Sus lágrimas, como la herida, parecían no tener fin.

Las fuertes energías del Dragón de la danza negra cargaron la habitación. La atmósfera quedó preñada de una inmensa presencia.

La inmovilidad de Hermina resonaba con la infinidad de mi Madre.

Dancé, sosteniendo su dolor.

Ella lloraba, y el Dragón era uno con ella.

Dancé, y su pena danzó a través de mí.

Ella lloraba, y de pronto, el Dragón de las Profundidades se hizo uno con una inmensa energía que había sobre mi cabeza. Y desde aquella inmensidad, la voz lejana se hizo escuchar repentinamente.

“¡Ahora, hijo! ¡Lanza el grito, ahora!”

En una tremenda proyección de Voz, la violencia total del grito de Lohrzen fue desatada.

Jinia se desplomó en el suelo.

El tiempo se detuvo. Varias cosas sucedieron a la vez.

Desde las alturas, la voz del niño respondió al grito de Lohrzen: “Adiós, Hermina. Raras son en las siete esferas las almas que han amado como tú me has amado. Pero no puedo volver. Los Señores del Destino me han llamado, y me han conducido lejos del reino. A pesar de todo mi amor por ti, debo irme. Adiós, hermosa mujer, que la Madre de la Luz te bendiga por todo lo que he recibido de ti.

La pena de Hermina explotó. Su silencioso grito de dolor resonó más allá de las esferas. La Madre de la Luz la escuchó y extendió su mano de infinita compasión hacia ella.

Jinia me habló a través de una voz lejana;

“Tres rosas blancas,

Una para aquella en las Alturas, una para ti, el Águila,

Y otra por mí, que permanezco entre los dos.

¿Tan sorprendente es que una mujer llore

Cuando el niño que cuida yace muerto frente a ella?

Cierto, otra mujer le dio a luz,

Pero en las Alturas, ella llamó a los Ángeles de la Semilla,

Y dejó que hinchasen sus pechos con leche y tiernos cuidados.

Y él se amamantó y durmió contra su pecho,

Y se fundió con ella, y así ella fue una mujer.

Ella era su vínculo con la vida, él era su única carne.

Con amor y cariño eterno lo inundó.

Su soledad sin fin, él iluminó.

En un mundo gris y vacío, eran su gozo mutuo.

Ella sabía que el destino se lo llevaría

Pero todavía quería tener esperanza,

Y puso su esperanza en ti.

La esperanza está muerta. Tocan las campanas, y la soledad vuelve

Durante otro eón, vació e inmaculado

Otro eón de tan elevada soledad.

No te culpa, la ira no es su suerte

Simplemente llora, humildemente,

Sin reclamar a la grandeza

Ella llora, lavado y bendecido sea el reino con sus lágrimas”.

Pregunté a la voz lejana,

“Jinia, mi amiga y hermana en el infinito,

Quién, es esta hora de pruebas, sostendrá su solitaria mano?

¿Quién cuidará sus lágrimas? ¿Quién estará allí para ella?

¿Puede mi corazón ser la piedra y pedir una gracia para ella?

Y la voz lejana respondió;

“Recto, vacío, Elevado y libre de los sueños de los dioses y los hombres,

El camino que ella ha escogido no es fácil.

Atravesando frío y amargas desgracias, conduce al fuego sin fin.

Ábrete, amigo, sólo ábrete. Ábrele tu corazón

Que brilla a través y más allá de la inmensidad y lo remoto.

Hoy nos encontramos en la pena y las duras nieblas del dolor.

Pero pronto, y desde ti, una llamada de gozo se alzará,

Y os encontraréis de nuevo, y los dioses os bendecirán.

Y en ese encuentro de varias líneas de tiempo, otra voz de la lejanía cantará:

“Ahora es el momento, el momento del nacimiento glorioso. ¡Despierta, hijo! Despierta a tu inmensidad”.

El aire todavía vibraba con el poder del grito de Lohrzen.

Fui directamente hacia el cuerpo de Jinia que yacía en el suelo, y comprobé que su energía había podido soportar el grito.

No había ningún problema con ella. Simplemente dormía.

Después inspeccioné la energía del niño. No había cambiado.

Hermina todavía lloraba.

Inspiré profundamente. Esta vez, no había nada más que pudiera hacer por el niño. ¿Y ahora qué?

El impulso de caminar hacia Hermina era inmenso.

Dudé. ¿Iría esto en contra de su norma? Llegados a aquel punto, ya no me importaba romper el protocolo por mi propio bien. Pero sabía que los grandes ascetas ponían un gran énfasis en la estricta observación de las reglas religiosas que gobernaban su casta. La pobre mujer ya estaba lo suficientemente triste, si además, la hacía romper su norma…

La voz lejana interrumpió mis pensamientos:“¡Despierta, hijo! ¡Despierta a tu inmensidad!

Cero pensamientos, sólo Dragón, comencé a caminar hacia ella.

Giré mis palmas hacia arriba y dirigí mi mirada hacia lo más alto, entonces me puse frente a ella y me abrí, invocando la más alta compasión del Águila.

Me abrí completamente, excepto el sello del Punto, claro, pues revelar los secretos del Archivo era un riesgo que no podía correr.

La voz de la lejanía regresó. ¡Ábrete, hijo! ¡Ábrete! ¡Ahora!

Un fluir de amor pasó hacia ella y lo recibió. Y respondió, vertiendo su elevado amor en mí.

Otra voz lejana se hizo escuchar: “Si no se abre ahora, se perderá el despertar”.

La primera voz repitió: “¡Ábrete, hijo! Deja caer el sello, abre tu Punto. ¡Ahora!

¿Qué? ¿Pero de dónde venían esas voces? ¿Quiénes eran para decirme que expusiera mi Punto? No eran violentas, no intentaron imponer una influencia sobre mí. Eran más como un susurro de espacios distantes, una llamada gentil. Pero no había modo en las siete esferas de que yo corriese el riesgo de dejar que un extraño leyese mi mente y descubriese los detalles del Archivo de Gervin. ¡Antes me hubiera dejado ser eliminado de la faz de la Tierra que poner a mi maestro en peligro!

Mientras tanto, algo hermoso sucedía. No tuve que tomar la mano de Hermina, el Águila la había envuelto en sus alas. No tuve que hablarle, el fluir del sentimiento alcanzaba lo más profundo de su corazón, y ella supo que le importaba a alguien.

Ella lloraba, y yo estaba allí para ella, por completo.

Dos extraños, unidos en la Luz,

Siendo uno en las Alturas.

Durante un largo tiempo, permanecí frente a ella. Cuando sus lágrimas cesaron, no me fui. Continué abriéndome a ella, y pasó un largo tiempo.

Finalmente, sintiendo que Jinia estaba a punto de regresar a su cuerpo, me alejé lentamente, todavía mirando sobre la cabeza de Hermina.

Las voces lejanas hablaron de nuevo: “¡Peligro, hijo! ¡Peligro! No te vayas ahora. El despertar todavía no ha sucedido”.

Una nueva voz se hizo escuchar: “Si no se despierta ahora, su dolor no tendrá límites”.

Me detuve. ¿Pero qué querían aquellas voces? ¿Qué debía hacer?

“Ábrete, hijo ¡Deja caer el sello! ¡Ábrete sin restricciones! Ahora es el momento en el que puede suceder el despertar”.

¿Qué dejase caer el sello? ¡Ni pensarlo! Mi mente contenía demasiada información confidencial sobre el Archivo. Hubiera sido una traición a mi maestro.

“¡La mujer! Ella puede ayudarle. Invoca su ayuda. ¿Puede escucharnos?”.

“Ahora sí puede”.

Pronto sentí la presencia amorosa de Hermina acercándose a mi Punto. Era limpia y amigable, cálida como las Alturas.

Al principio la recibí dejando que olas del Amor del Águila fuesen hacia ella, pero, en un chispazo de discernimiento, me di cuenta de que, si permitía que la energía de Hermina trabajase en mí, mi sello del Punto se disolvería.

Esto no lo podía permitir. Había demasiado en juego.

Descansando en el Dragón, me di la vuelta y caminé hacia la puerta.

“¡Peligro, hijo! ¡Peligro! ¡No te vayas ahora!”, llamó la voz de la lejanía”.

Yo continué caminando.

Hermina me llamó.

― Szar, ¡espera!

Su voz me tocó en lo más profundos. Tuve que detenerme, no por la fuerza, si no por el amor que se había vertido entre ambos.

Pero al considerar los secretos del Archivo en potencial peligro, empecé a caminar de nuevo y no me giré.

Al cruzar el umbral, Hermina me llamó de nuevo.

― ¡Espera, Szar! Por favor, no te vayas, ¡Espera!

Qué voz tan hermosa tenía.

No me paré.

Cuando llegué a la habitación, me sentía bastante confuso. Quería hablar con Elyani urgentemente, pero el Águila Blanca había salido a explorar el palacio, y no podía correr el riego de desvelar información confidencial a través de un canal de voz.

Permanecí en el balcón. Las nieblas eran tan densas que apenas podía ver mis pies.

¿Qué Lejano Inframundo había estado sucediendo?

Cero pensamientos, sólo Dragón, dejé la estancia principesca y salí a buscar a Marzook, que iba a llevarme hasta un “verdadero comerciante” traficante.

11.14 Henrick y los Cazadores Renegados

Mi partida de cazadores de piedras tuvo un mal comienzo, un peor desarrollo y un final catastrófico.

Para empezar, el barco que Marzook había conseguido, no se veía por ninguna parte. Marzook se sentó en un banco en silencio, con los ojos fijos en la niebla, y pasaron dos horas hasta que llegó el barco.

Entonces se supo que la aldea donde iba a encontrarme con el “verdadero comerciante” estaba mucho más lejos de Tomoristan de lo que había pensado. Por lo menos tres horas en barco. Y en el medio del viaje, el barco se detuvo sin motivo aparente. Marzook se quedó sentado donde estaba, contemplando las nieblas en silencio. Tras más de una hora, lo envié a preguntar a la tripulación. Cuando regresó le pregunté qué pasaba.

Él contestó con una sonrisa tranquilizadora.

― Nada, Don Szar de la Túnica Marrón. ¡Todo está bien en la Ley! ―después se sentó y continuó contemplando las nieblas. Y el barco permaneció inmóvil. En vez de volver a enviar a Marzook, decidí ir con él a hablar con el capitán. Marzook tenía razón, no había motivo para detenerse. Así que, tras aplicar la debida presión, el viaje podría continuar pronto.

Cuando el barco llegó finalmente a su destino, me esperaba una sorpresa: la aldea estaba poblada esencialmente por gente Nefilim. Sellado como estaba con los sellos energéticos de los Grandes Guerreros, decidí permanecer cerca de Marzook, cuya Túnica Carmín indicaba que provenía del palacio del príncipe. En Monte Lohrzen había escuchado más de una historia de Guerreros aplastados hasta la muerte por enfadadas multitudes de Nefilim.

Tras un largo camino a través de estrechas calles vacías, llegamos a la desvencijada casa donde Marzook había concertado mi cita.

Parnan, un hombre mayor con tan sólo un diente, bastante feo por cierto, nos invitó a entrar. La habitación era pequeña, oscura y maloliente. Un contraste muy interesante con la estancia principesca dondeElyani estaba probablemente esperándome, preguntándose por qué Inframundos tardaba tanto.

Marzook se sentó junto a mí, con los ojos muy abiertos, mirando a las tenebrosas paredes vivientes mientras el viejo me mostraba una gran colección de piedras sin valor.

Me llevé las manos a la cabeza.

¡Escúcheme, anciano padre en la Ley! Si, por la gracia de Nuestro Señor Melquisedec, quiere ver el color de mi oro, debería enseñarme piedras reales, ¡no caca de filosterópodo!

Cuando vio mi descontento, Parnan pareció bastante satisfecho. Entró en otra habitación y regresó con una pequeña bolsa de piedras.

Había diecisiete. Dieciséis eran inútiles, sólo servían para llamadas por canales de voz. Pero una piedra capturó inmediatamente mi Dragón. Era pequeña, apenas más grande que una cereza, pero contenía una vibración magnífica que vrufeaba en lo más profundo de la Tierra. Sintonicé cuidadosamente con ella, fijando las características de su energía en mi memoria.

Viendo que había escogido el único ítem valioso de todo el lote, el viejo sonrió.

― ¡Veo que es usted un experto en la Ley!

Golpeé la bolsa que llevaba en un lado. Los pequeños lingotes de oro tintinearon.

― Si tienes más piedras de estas, anciano padre, esta noche serás un hombre rico en la Ley.

Parnan entendió el mensaje. Fue a la puerta de su casa y llamó a un niño que esperaba fuera. Tras susurrar unas palabras en su oído, volvió a sentarse frente a mí.

― Henrick está de camino ―su voz silbó―, es un gran noble. Tiene piedras como las que necesitas, hombre en la Ley.

Mientras esperábamos, hice todo lo posible por darle charla a Parnan, para poder averiguar sobre sus proveedores. No tuve suerte, el anciano repetía testarudamente:

― Henrick el noble está de camino.

Tras quizá media hora, recibí de pronto una señal de gran emergencia.

Cerré los ojos y confirmé la percepción. Entonces me levanté. Caminé rápidamente fuera de la casa y cuidadosamente olfateé la calle.

Preocupado al ver que el oro dejaba su casa, Parnan corrió detrás de mí.

Espera, hombre en la Ley, ¡Henrick el noble está en camino!

El olor no dejaba lugar a dudas, tres Cazadores Nefilim se acercaban.

― ¿Es Henrick un Cazador? ―pregunté.

Parnan quedó desconcertado.

― ¿Quién te lo ha dicho, hombre en la Ley?

Sintonizando con él, vi que no estaba engañándome, al menos no sobre esto. Henrick era un Cazador Nefilim.

― ¡Oh, dioses!

Desde lo más alto de la fuente clara, decidí arriesgarme.

Preparándome para la lucha, inspeccioné rápidamente las energías de las calles, buscando líneas tóxicas y pozos de los que extraer vapores venenosos del Dragón. No había nada que pudiera utilizar.

Los Cazadores se acercaban. Para entonces, ya habrían detectado que yo era uno de los Guerreros de Monte Lohrzen y estarían planeando una cacería potencial.

Regresé a la habitación. Marzook no se había movido. Todavía contemplaba la pared vacía que había frente a él.

― Eres un soldado, ¿verdad, Marzook?

Marzook se levantó, muy recto.

― Sí, ¡Don Szar de la Túnica Marrón!

― ¿Has luchado alguna vez contra los Cazadores Nefilim?

Él frunció el ceño.

― Los Cazadores Nefilim son muy poderosos, Don Szar de la Túnica Marrón. Uno no puede luchar contra ellos.

Apreté mi mandíbula inferior, contemplando mi palma izquierda. Los Cazadores estaban a menos de una calle de distancia. Por un segundo, dudé. Todavía era posible salir a todo correr desde el Dragón.

Pero decidí sentarme y esperar.

Los Cazadores llegaban lentamente, ¿qué estarían tramando?

El anciano trajo dos copas de bebida verde. Rechacé la invitación. Y también así lo hizo Marzook.

Finalmente, sentí que llegaban. Dos desde la izquierda de la calle y uno desde la derecha. Sólo uno de ellos entró en la casa. Los otros permanecieron apostados a cada extremo de la calle.

Cuando escuché cómo se acercaban los pasos, me levanté y me giré hacia la puerta, reforzando mi sello en el Punto. Marzook se levantó detrás de mí.

La puerta se abrió de par en par. Un hombre rubio, alto y de anchos hombros se detuvo en el umbral.

Preparado para atacar, descansé en el Dragón.

Nos miramos el uno al otro. Era un hombre del norte, con ojos azules y alta frente, quizá en sus treinta. No tenía barba ni bigote, y no llevaba túnica, si no pantalones y camisa, junto con la tradicional bolsa de piel con correas de los Cazadores colgando de su hombro.

― ¡Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, hombre en la Ley! Me llamo Henrick ―dijo con voz cálida y amable sonrisa.

Toda la Gloria sea para Nuestro Señor Melquisedec, Henrick! Me llamo Szar ―respondí con voz neutral. La sonrisa no me engañó, frente a mí se encontraba una máquina de matar de alto estándar, un experto en el kuren-jaya, más que entrenado en el poder del Punto y maestro en las artes de la guerra.

Marzook respondió después:

― ¡Toda la Gloria sea para Nuestro Señor Melquisedec, Henrick! Mi nombre es Marzook, de la Túnica Carmín, en Servicio de su Gran Majestad Filipotonisteraniso Ozorenan, Príncipe de la Región de los Lagos del Norte bajo el Designio de Su Suprema Majestad el Rey de la Atlántida.

Ahora que mi Punto estaba vivo, ver a un Cazador era una experiencia completamente diferente. No podía sintonizar directamente desde el Punto con él, claro, hubiese sido como atacarle. Sin embargo, era fácil observar que el aura del hombre irradiaba cualidades del Punto y agudas energías extraídas de las capas supramentales. El Punto de Henrick era una fortaleza. Si hubiera tenido que luchar contra él a este nivel, no tenía ni una oportunidad.

Henrick se sentó junto al anciano.

― ¿Así que están buscando piedras? ―su voz sonó casual.

Me senté frente a él.

― Si son buenas ―dije.

Marzook se sentó y no dijo nada.

Henrick tomó una de las bebidas verdes.

― Por supuesto que son buenas. ¿Pagarás en oro o en oricalco?

― En oro.

La sonrisa de Henrick se hizo más amplia, revelando dos filas de impecables dientes blancos. Después abrió su bolsa de piel y tomó un morral negro que me pasó, tras lo cual cogió el brebaje verde y bebió un sorbo.

¡Qué festín! Me hubiera gustado que Woolly pudiese haber visto aquello; una docena de piedras que iban desde el tamaño de una cereza a una fresa, y que portaban las energías más extraordinarias. Sus abigarradas vibraciones mostraban que venían de fuentes diferentes, una indicación casi segura de que habían sido robadas.

― Parece que tú y yo nos vamos a llevar muy bien, Henrick ―dije.

― ¡Qué maravilla en la Ley! ―Henrick ofreció de nuevo su atractiva sonrisa.

― ¿Qué precio pides por todo el lote?

― Dos lingotes por cada una, y tres por aquella ―se acercó y señaló una piedra masculina de aura deslumbrante.

― No es exactamente una ganga.

― ¿Y quién quiere piedras baratas? ―dijo recostándose de nuevo.

― De acuerdo, me las llevo. ¿Y si necesito más?

Henrick me acercó la otra bebida verde.

― ¿Cuántas más?

Tomé la copa pero no bebí.

― Muchas más.

― ¡Simple! ―se encogió de hombros― ¡Sólo tienes que traer más lingotes la próxima vez!

― Tomoristan está muy lejos de mi Templo. ¿Podría encontrarme contigo más cerca de la región de Eisraim? ¿En Lasseera quizá?

― ¿Conocer Barnagiran? ―preguntó Henrick.

― ¿La gran ciudad en lo alto de la región de Lasseera?

― Sí, esa. Hay muchos Nefilim por allí. Sólo tienes que ir y decirles que estás buscando a Henrick el Cazador y yo te encontraré.

Tomé el morral que colgaba de mi cinturón y conté la cantidad correcta de pequeños lingotes de oro. Los deslicé hasta Henrick, que los metió en su bolsa. También le di tres a Parnan. La comisión estándar.

Henrick se levantó. Todavía sonriendo, levantó su antebrazo izquierdo con el puño cerrado, como en la señal de reconocimiento secreta de los Hijos del Dragón. Y me guiñó un ojo.

― Espero verte de nuevo, Guerrero.

Divertido con lo bien que conocía la señal secreta, le devolví la sonrisa. No había duda, Henrick el noble tenía clase.

Al cerrar la puerta tras él, Marzook se despertó de pronto y sonrió con satisfacción.

Los Grandes estrategas saben cómo ganar guerras sin luchar batallas ―dijo citando la Ley.

No respondí. Seguía admirando las piedras, olfateando la oscuridad visible para comprobar que los Cazadores se iban.

Tras unos minutos, cuando el característico olor astral de los Cazadores empezaba a desaparecer del espacio vecino, puso las piedras en el morral donde guardaba el oro y legítimamente me despedí de Parnan.

El poder combinado de aquellas piedras era increíble. Mientras caminábamos de vuelta hacia el barco, su vibración en el morral hacía vrufear mi Dragón con entusiasmo. Sabía que las piedras de aquel calibre podían conseguir cosas extraordinarias, pero esta era la primera vez que había tenido la oportunidad de sostener una en mi mano. No podía esperar a llegar a la estancia principesca y explorar sus energías con Elyani.

Marzook estaba de excelente humor. Inició una legítima conversación conmigo, como si él y yo fuéramos camaradas en la Ley tras haber sobrevivido una batalla contra los Cazadores Nefilim. Pero justo cuando estaba a punto de decirle que no había sabido nada de mis padres durante algún tiempo, recibí una comunicación en el Punto de Gervin.

“¡Szar! Elyani y tú debéis regresar de inmediato a Eisraim. Tomad el primer barco y venir directamente al templo”.

“Pero no estoy con Elyani, estoy a varias horas de Tomoristan”.

“Entonces ni siquiera vuelvas al palacio. Elyani probablemente ya se haya marchado de Tomoristan”.

“Gervin, ¿qué sucede?”.

“Holma, nuestra diosa ascendente, ha muerto. Podríamos enfrentarnos a asuntos de extrema gravedad”.

“¿Hay algo que pueda hacer?”.

“Nada por el momento. Sólo regresar, y recuerda que te quiero”.

Sintonicé en lo más alto de la fuente clara y llamé desde el Punto a Elyani.

“¿Qué te ha sucedido Szar?”, preguntó desde el Punto; “He intentado llamarte al Punto varias veces, pero estabas completamente sellado”.

“Tenía que estarlo. Estaba en compañía peligrosa. Pero todo está bien ahora. ¿Dónde estás, Águila Blanca?”.

“Sentada en el muelle que hay a las afueras del palacio, esperando un barco. He recibido en el Punto una llamada de emergencia de Teyani. Dijo que la daiva estaba a punto de ser revelada, Szar”.

“Por el amor del Dragón, ¿vamos a saber finalmente cuál es la daiva? ¡Quiero estar contigo cuando suceda!”.

“Es inminente, Szar. Todo lo que sé por ahora es que Holma está muerta. Teyani dijo que llamaría en el Punto de nuevo y me daría más detalles en unos minutos. Pero me avisó de algo extraño: podría tener que sellar totalmente mi Punto”.

“¿Sellar tu Punto? ¡Oh, no! ¿Cómo voy a llamarte si llego demasiado tarde para tomar el barco contigo? ¿Cuándo parte?”.

“Dentro de una hora, quizá dos o tres si van con retraso”.

“Haré todo lo que pueda para llegar a tiempo”.

“¡Ven, por favor! ¡Ven! ¡Ven! Te amo, Dragón”.

“Amor eterno, Águila Blanca de los dioses”.

Me giré hacia Marzook.

― ¿Cuán rápido puedes correr, amigo mío en la Ley?

Marzook me miró perplejo.

Empecé a correr.

― ¡Olvida mis padres, Marzook, tenemos prisa! ―desgraciadamente, el gordo asistente de la corte resultó ser incapaz de seguir mi ritmo. Al principio lo esperé, después decidí dejarle atrás y marché a ritmo de Dragón para tomar el barco.

Pero justo cuando llegué al río, recibí otra señal de aviso. Cuando me di cuenta de su significado, alcé mis puños hacia los cielos y grité:

― ¡No! ¿Por qué me hacéis esto?

Corrí al muelle, ¡pero el barco ya no estaba? Como no había otra embarcación a la vista, empecé a inspeccionar el terreno. No había tiempo que perder.

La señal no dejaba lugar a dudas, tenía tres Cazadores Nefilim sobre mis talones.

Saltar al río no era una opción, pues si los Cazadores tenían la intención de encerrar mi Punto en una red triangular, la más temible arma del Punto, mi única oportunidad era matarlos lo antes posible. Así que localicé una línea de pozos venenosos y me posicioné justo detrás de ellos, esperando que mis adversarios cometiesen el error de acercarse.

Esperé, sellando mi Punto tan fuertemente como pude.

No tuve que espera mucho. Pronto, dos de los Cazadores aparecieron de entre las nieblas. Iban vestidos de negro, y para mi sorpresa, uno de ellos era un gigante.

El primer gigante Nefilim que se cruzaba en mi camino.

Era como cuatro cabezas más alto que yo, sus hombros eran más grandes de lo que nunca hubiese visto en Monte Lohrzen. Sus ojos oscuros brillaban con chispa salvaje.

En muchas ocasiones en los cañones de las Tierras Rojas, me había preguntado cómo sería Felicia enfadada. ¡Ahora lo podía ver! Justo delante de mí. En los ojos del gigante, había una locura furiosa. La especia había ido por mal camino. Poder fuera de control.

Peligroso. Muy peligroso.

El gigante y su amigo se detuvieron y me miraron.

No había indicaciones de que hubiesen detectado los pozos venenosos, pero estaban demasiado lejos para que pudiera atacarlos. Tenía que encontrar un estratagema para atraerlos más cerca.

― ¡Mira esto! ―dijo el gigante― ¿Qué tenemos aquí? ¡Una pesadilla negra!

Me dirigí a él con una sonrisa diplomática.

Amigos en la Ley, ¡qué feliz coincidencia! Justamente estaba buscando gente que vendiese piedras. Las necesito en grandes cantidades y pago en oro.

― ¿Es por eso que llevas tantas contigo? ―preguntó el otro Cazador.

Los Cazadores tenían varios modos de detectar desde el Punto la presencia de piedras blandas, especialmente las que eran tan poderosas como las bellezas que llevaba en mi morral. Parecía que era de este modo como me habían rastreado.

― Estas piedras no son nada comparado con lo que necesito ―les dije― ¿Tenéis algo bueno para vender?

― ¡Basta de esto, pesadilla negra! ―gritó el gigante―. Primero nos vas a dar tus piedras, y después, te vamos a matar.

Una enorme ola de Dragón se alzó en mi interior. Había llegado el momento de poner en práctica lo que Marek me había enseñado.

No había mucho que perder llegados a este punto, así que me arriesgué. Sellando mi Punto al extremo, intenté infiltrarme en el campo de comunicación del Punto que compartían los tres Cazadores.

― ¿Y por qué perder un cliente rico, hombres en la Ley? ―dije.

― ¡Eres carne muerta! ―gruñó el gigante, y empezó a caminar hacia mí.

Mientras lo veía acercarse a mis pozos de veneno, capté la comunicación del Punto que el segundo Cazador le estaba enviando; “¿Vas a detener esta tontería, Progos? Henrick nos dijo que no lo matásemos.¡ Así que cogemos las piedras y lo dejamos ir!”.

“Henrick dijo que no debíamos matarlo, pero nunca dijo que no pudiésemos herirlo un poco”, replicó el gigante desde el Punto. “De todas formas, ¿desde cuándo se supone que los Cazadores Negros debemos aceptar órdenes de Henrick?”.

“Mejor se te tranquilizas, Progos. Si empiezas una guerra contra los hombres de Henrick, Murdoch se pondrá furioso”.

El tercer cazador intervino: “Malditos idiotas, ¿qué creéis que estáis haciendo? Este hombre no es tan sólo un bailarín negro. Su Punto ha sido finamente tejido en el estilo de Eisraim. ¿Sabéis qué significa? Si sabe cómo neutralizar nuestras armas de veneno del Punto, significa que podría bailarnos la danza negra y caeríamos muertos en un segundo”.

“¡Habla por ti, Bradric, enano en la Ley!”, escupió el gigante desde el Punto. “No tengo miedo de luchar con un bailarín negro. De todas formas, los Puntos de los sacerdotes de Eisraim son inútiles en la lucha. Sólo sirven para besar el culo de los ángeles”.

“¿Os dais cuenta de que podría estar espiándonos desde el Punto y escuchando todo lo que decimos?”, respondió Bradric desde el Punto.

El gigante se detuvo. Sólo estaba a seis legítimos pies del pozo de veneno. Y a diez legítimos pies de mí.

Mis puños estaban apretados. Estaba listo para atacar.

― Estáis a punto de decir adiós a un gran montón de oro, ¡hombres en la Ley! ¿Por qué no os convertís en mis proveedores en vez de en mis enemigos? Tengo una necesidad urgente de piedras de calidad. Muchas.

“¡Este hombre está jugando con nosotros!” dijo el segundo Cazador desde su Punto. “Los sacerdotes de Eisraim tienen uno de los mejores hacedores de piedras en el reino. Su nombre es Narbenzor. Solía trabajar para el templo de Laminindra, a tan sólo unas horas de aquí. Sus piedras eran tan fantásticas que Henrick y Murdoch intentaron emplearle, pero él se negó. Tras aquello, Henrick derritió su capilla en Laminindra, y Narbenzor fue a Eisraim. Pero ahora hace piedras incluso mejores. Ha diseñado un proceso que usa las energías del Inframundo en vez de los campos. Están muy ocupados probando este sistema en Lasseera, para sus piedras del Archivo. ¡Estas gentes hablan incluso de hacer piedras hermafroditas!

Si no hubiera sido por el Dragón, probablemente me hubiese desmayado allí mismo. ¿Cómo en el reino podían conocer aquellos hombres los nuevos procesos que Maryani había introducido hacía apenas unas semanas? ¿Y cómo Oscuro Inframundo sabían sobre el Archivo? Era un callejón sin salida. Lo que acababa de descubrir significaba que no había modo de que la trasferencia del Archivo tuviese lugar. Cualquier grupo que llevase las super-cargadas piedras del Archivo de Eisraim y Lasseera al lugar de la trasferencia sería emboscado y aniquilado por hordas de Cazadores Nefilim.

“¡Convirtámoslo en puré negro!” anunció Progos con alegría desde su Punto.

El gigante alzó sus puños y dio un paso hacia mí. Se colocó en la línea de los pozos de veneno. Yo podía atacar en cualquier segundo.

Al mismo tiempo, él indicó desde el Punto a sus amigos, “Tan pronto como esté sobre él, inundad su Punto con veneno rojo”.

¿Veneno rojo? ¡No tenía ni idea de cómo combatir aquello!

Así que decidí tirarme un farol. Inicié los movimientos de apertura de la danza negra y grité al gigante:

― ¡Está bien, Progos! No quieres escuchar a tus amigos, ¿verdad? Ven a conocer mi veneno entonces. ¡Te mostraré si el Punto de Eisraim sólo sirve para besar el culo de los ángeles!

Desconcertado, el gigante se dio cuenta de repente de que había escuchado toda su conversación en el Punto.

“¿Con cuánta profundidad has comprobado su Punto, Pentar?”, inquirió desde el Punto. “¿Quién lo ha entrenado?”.

El segundo Cazador respondió desde el Punto. “Extraños elementos, especialmente en el extremo más alto de su columna de Espíritu. No casa con ninguna signatura del Punto conocida. No me gusta la pinta que tiene esto, Progos”.

Bradic envió otra llamada de emergencia del Punto. “Tenemos otro problema, los hombres de Perseps vienen de camino. ¡Salgamos de aquí! ¡Rápido!

Justo en ese momento llegaba Marzook, resoplando y jadeando.

Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec… ¡hombres en la Ley! ―dijo― Soy Marzook… de la Túnica Carmín, en Servicio de… Su Gran Majestad Filipotonisteraniso Ozorenan… Príncipe de la Región… de los Lagos del Norte bajo el Designio… de Su Suprema Majestad… El Rey de la Atlántida ―entonces permaneció de pie, orgullosamente, sonriendo satisfecho a los hombres, confiando en el poder de sus palabras.

“¡Progos!”, gritó Pentar desde el Punto, “¡Mueve el culo! ¡No podemos arriesgarnos a toparnos con los hombres de Persep!”.

Progos blandió su puño en alto.

― Te encontraré, Szar de la Túnica Marrón, ¡y te mataré! ―y se giró y salió huyendo con sus amigos.

Marzook sonreía satisfecho, viendo cómo los dos hombres de negro desaparecían entre la niebla.

Don Szar, mi amigo en la Ley, ¡parece que hoy tenemos mucha suerte!

― ¿Dónde está el maldito barco, Marzook?

Perplejo, el gran hombre miró al muelle vacío.

― Sí, ¿dónde está el maldito barco?

Llamé a Elyani desde mi Punto. No hubo respuesta.

― ¿Has escuchado alguna vez el nombre de Perseps, Marzook? ―le pregunté―. Sus hombres estarán aquí en cualquier momento.

― ¿Perseps de los Cazadores Néfilim? Un hombre de palabra en la Ley y muy fiable. Puedo recomendárselo encarecidamente, ¡Don Szar!

Golpeé con mi puño un árbol cercano.

― ¡Feo Inframundo! ¡Los Cazadores otra vez no!

Marzook estaba en su personaje protector.

― ¿Puedo ayudarlo a resolver otro problema, Don Szar?

― ¿Cómo es que estos hombres tenían miedo de Perseps? ¿No son Cazadores también?

― Eran Cazadores Negros, Don Szar. Son Cazadores Renegados. Como Henrick el noble, pero de otro clan. Perseps, por otro lado, es de Jex Beleran, el centro de entrenamiento de los Cazadores Nefilim de la región de las Montañas Nevadas, cerca de aquí. Su función es cazar Renegados. Es un hombre muy honesto. No hay nada que temer.

¿Cómo podía este hombre ser tal durmiente?

― Marzook, soy uno de los Grandes Guerreros, los peores enemigos de los Cazadores, estamos en el medio del territorio Nefilim y llevo una bolsa llena de piedras robadas, y la policía de los Cazadores viene en camino. ¿Y tú dices que no hay nada que temer?

Un barco se acercaba.

― ¡Deténganse! ¡Deténganse! ―grité a los hombres que había en cubierta― Marzook, ¡diles que se detengan!

Alabado sea Nuestro Señor Melquisedec, ¡hombres en la Ley! ―gritó―. Soy Marzook, de la Túnica Carmín, en Servicio de Su Gran Majestad Filipotonisteraniso Ozorenan, Príncipe de la Región de los Lagos del Norte bajo el Designio de Su Suprema Majestad el Rey de la Atlántida, ¡y les ordeno que se detengan!

Los dos hombres saludaron amigablemente a Marzook, pero no se detuvieron.

El barco iba demasiado rápido para que pudiese nadar hasta allí y alcanzarlo. Así que tomé el morral donde guardaba el oro y las piedras y grité:

― ¡Oro, oro!

Desde el barco, ambos me miraron.

Lancé el morral. Aterrizó en la cubierta y el barco pronto desapareció entre la niebla.

Marzook estaba profundamente confundido.

― ¿Y ahora, Szar de la Túnica Marrón? Tras todas las molestias que hemos sufrido para conseguir esas piedras, esto que ha hecho ha sido muy raro, mi amigo en la Ley.

― Ahora Perseps perseguirá el barco en vez de perseguirnos a nosotros! Las piedras contienen fuertes vibraciones que los Cazadores saben cómo reconocer desde lejos. ¿Dónde está nuestro maldito barco, Marzook?

― Esto… es muy tarde en la ley, Don Szar. Quizá debamos pasar la noche aquí. Pero no se preocupe. Conozco un buen lugar donde nos podemos alojar. La comida es excelente.

No podía llamar desde el Punto por miedo a descubrir mi presencia ante los Cazadores. No había ningún otro barco que coger, así que hice que Marzook corriese de nuevo, para alejarnos de la orilla, y así limitar el riesgo de que los Cazadores nos localizasen.

Y esperamos.

Perseps y sus hombres no nos encontraron. Probablemente iban buscando las piedras, y no a mí. Y, unas horas más tarde, el barco de Marzook llegó finalmente.

Para cuando llegamos a Tomoristan, era ya bien entrada la noche.

Elyani ya se había marchado.

Y así termina el Libro de la Estancia Principesca.

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